Pasó Navidad, Año Nuevo, mi cumpleaños y ahora hay nuevo capítulo. No creo que el capítulo esté a la altura, pero cualquier cosa lo mejoraré.

Ty'Nymy: Muchas gracias por pasar a saludar.

Capítulo 32

El señor Salacia

Alex estaba tirada en la habitación del hotel de Dorian en Zimbabue. Estaba tan shockeada por todo el asunto que ni siquiera se había molestado en sacarse los zapatos o acostarse en la cama. Sentía el frío del piso en los brazos, pero no le importaba nada. Solo podía pensar en la renuncia de Pickles y la posible desintegración de la banda. Hacía tres horas que había escuchado las duras palabras de Pickles y aún no podía digerir la noticia. Para colmo, Dorian había intentado tocar el tema de Murderface un par de veces, pero ella logró esquivarlo con toda la gracia que su cerebro atontado podía darle y se encerró en su habitación. Dios sabía que no podía quedarse allí para siempre, pero necesitaba un poquito de tiempo para poder despejarse.

No era la primera vez que había un amago de separación en la banda, pero era la primera vez que lo veía como algo irreversible. Ella amaba a todos los miembros de la banda y sentía como si su familia se estuviera desintegrando ante sus ojos mientras ella no podía hacer nada para evitarlo.

Escuchó un golpeteo en la puerta.

—No quiero ver a nadie —gruñó.

—¿Ni siquiera a tu tío Dorian?

Alex cerró los ojos, agotada.

—Ni siquiera a ti, tío. Solo quiero dormir, despertar mañana y descubrir que esto es una pesadilla.

—Es muy real, Alex…

—Dejame dormir, por favor. Estoy muy cansada.

Hubo un breve silencio del otro lado.

—De acuerdo, pero tendrás que hablar conmigo mañana — dijo.

—Si, como sea.

Los pasos se alejaron. Alex suspiró y se levantó como si pesara diez veces más. Se sentó en la cama y apoyó la cabeza entre sus rodillas. ¿Qué pasaría después? ¿Qué sería de su vida sin Dethklok? Le asustaba la idea de que su mundo dependíera tanto de ellos. Ni siquiera sabía si seguiría viviendo en Mordhaus o tendría que mudarse… Todo porque dos de los integrantes querían coger con la misma mujer.

Volvieron a tocar la puerta.

—No quiero ver a nadie…

—Aleksi, soy Skwisgaar.

Era la última persona que Alex esperaba ver. Se irguió y abrió la puerta de la habitación, más por curiosidad que otra cosa

El rubio estaba con una cara terrible. Tenía los ojos enrojecidos y se lo veía bastante deprimido. Alex se aparto a un lado para dejarlo pasar.

—¿Qué necesitas, Skwisgaar?

—Hablar

Alex se sentó en la cama y Skwisgaar la imitó. Estuvieron unos segundos en silencio, hasta que Alex decidió empezar.

—Es horrible todo esto…

—Nadies lo siente más que yo, Aleksi —la interrumpió, con voz grave —. Estoy aterrados. Todos se está yendo a la mismísima mierda y no vamos a poder salir. No soy nadas sin Dethklok. Te lo digo a ti, porque eres la personas en la que más confío para abrir mi corazón. Eres como un sexto miembros de la bandas y creo que no soy el único en pensar así. Todos lo hacemos.

—Oh, Skwisgaar, eso es muy dulce…

—Gracias, supongo.

Alex se acostó en la cama y Skwisgaar lo hizo también, casi tocándose.

—Yo también estoy asustada con todo esto, Skwisgaar. Ojala pudiera hacer algo para evitarlo.

—Normalmente pareces tener solución para todos.

Alex negó con la cabeza y mostró una sonrisa amarga en su rostro.

—No esta vez, creo. Tenemos que dejar que todo siga su curso… ¿Qué vas a hacer, Skwisgaar?

—No sé…

—¿Tal vez… estar con Toki? —se aventuró.

Skwisgaar giró hacia ella, con los ojos desorbitados.

—¿Lo sabías?

—Sip.

Skwisgaar frunció el ceño.

—Apuestos a que él te lo contó. No podía mantener su estúpida bocas cerrada —gruñó.

—No seas duro con él. Creo que ya suficiente lo has torturado este tiempo.

—No lo entenderías…

—¿Te preocupa el que dirán o realmente lo usaste para sacarte las ganas?

Skwisgaar se quedó un largo rato en silencio antes de responder.

—Apenas conozco lo que es una relación serias y Toki tampoco lo sabe. No sé comos afrontar algo como esto.

Alex también tardó en responderle. Ella también estaba en una situación complicada con Murderface y no se sentía idónea para darle consejos.

—Sé sincero con él, Skwisgaar. No lo vuelvas loco confundiéndolo con tus sentimientos. No es un juego. Ahora que la banda puede separarse, Toki va a necesitar apoyo y puede que yo ya no esté allí para él… ni para ninguno de ustedes.

Skiwsgaar parpadeó un par de veces, sorprendido.

—¿Crees que deba empezar… una relación con Toki?

Alex negó con la cabeza.

—Es tu decisión si quieres estar con él o no. Pero tienes que estar seguro de lo que haces. No des marcha atrás.

Skwisgaar cerró los ojos y se quedó callado por tanto tiempo que Alex creyó que se había quedado dormido. Cuando estaba debatiendo si sería mejor despertarlo, Swisgaar abrió los ojos y se incorporó.

—Me voy a descansar a mi cuartos, ya es muy tarde.

—Ok, buenas noches.

—Buenas noches, Aleksi.

Skwisgaar se levantó despacio y se marchó de la habitación. Alex se puso cabeza abajo, con la esperanza de que al menos algo bueno saliera de tanta mierda.


Toki se despertó por el golpeteo de la puerta. Se levantó y se refregó los ojos.

—¿Quién es?

—Skwisgaar.

Su corazón se agitó al escuchar la voz del sueco, pero recordó el dolor que le causaba y se abstuvo de acudir a la puerta.

—Estoy durmiendo.

—¿Y como me puedes responder entonces? Abre la puta puerta —su tono no denotaba amenaza, sino cansancio, mezclado con un atisbo de ansiedad.

Toki rodó los ojos y se resignó a abrir la puerta.

—¿Qué quieres Skwisg…?

Los labios del rubio se unieron a él con tal rapidez que ni siquiera tuvo tiempo para esquivarlo. Le agradaba el beso, pero en cuanto tuvo conciencia de la que pasaba, lo apartó hacia un lado.

No voy a acostarme contigo otra vez…

No lo haré. Solo quiero dormir contigo.

Toki, lo miró, confuso.

¿Dormir? Tienes tu propio cuarto…

No es el cuarto, eres tú.

Toki no entendía nada, pero asintió. Se acostó en la cama y Skwisgaar se acostó a su lado.

Toki…

¿Si?

Lamento haberme comportado como un idiota contigo. Estaba… muy confundido.

Toki chaqueó la lengua, pero no dijo nada. Skwisgaar siguió hablando.

Más que confusión, sentía miedo. Realmente te quiero de una manera que no he sentido con nadie más. No quería convertirme en un marica.

Entiendo —mumuró Toki.

Pero ahora que la banda se separa… ya me da igual si soy o no un marica y lo que me diga la gente o me deje de decir. Quiero estar contigo y ya.

Toki se inclinó un poco hacia él.

No me mientes, ¿verdad?

Skwisgaar sonrió.

No, Toki.

El noruego lo besó en los labios con mucha suavidad, casi con cautela.

Pero, ¿y si se enteran los otros?

Me da igual.

Toki se acurrucó en el pecho de Skwisgaar.

Te amo.

Yo también.


—Despues de mucha deliberación… hemos decidido que Dethklok… no puede seguir unido por mucho tiempo. Y sin ninguno de los cinco a bordo, no hay Dethklok. Nuestro último concierto será en Reikiavik, Islandia.

Las palabras de Nathan, transmitidas a todo el mundo, provocaron disturbios, muerte y destrucción en cada rincón que se viera, como era de esperarse. Para asegurarse de que fuera definitivo, cada uno comenzó con sus propios proyectos: Murderface y Toki se metieron en política, como congresista y practicante respectivamente; Nathan y Skwisgaar se unieron para hacer otra banda y Pickles se metió en el negocio de los vinos, intentando abrir una bodega. Cada uno por su propio camino…

Alex se sentía cada vez más impotente. A duras penas podía hablar con Toki y Skwisgaar, ya que los demás estaban demasiado ocupados.

—Es una mierdas —le decía el rubio, mientras comían nachos en la cocina—. No podemos hacer nadas bien. La músicas que hacemos es una porquería.

—No debe ser para tanto —comentó Alex, de forma distraída, mientras masticaba un nacho.

Skwisgaar sacó del bolsillo una grabadora y pulsó el botón de reproducir como toda respuesta. Nathan cantaba las mismas canciones sangrientas de siempre, pero la música que sonaba era cualquier cosa, menos metal. A Alex le recordó los temas de blues que su abuelo ponía en su casa. El resultado era desastroso. Sobre todo porque el ritmo de la voz y el de la música no pegaban para nada.

—Apaga esa cosa —dijo Alex, luego de escuchar medio minuto de la abominación.

—¿Lo ves? Es espantoso.

— Por favor, que esto no salga a la luz del día o les arruinará la vida.

—No sé de dondes sacó Knubbler de que esto sería digno de un disco de oro o platino.

—Es digno de tapa de inodoro, te lo aseguro.

Skwisgaar suspiró, dándole la razón.

—Oye, ¿quieres ir al viñedso de Pickles en California? Vamos a probar los vinos…

—Soy menor de edad.

—Mierdas, lo había olvidado.

—No te preocupes, tal vez vaya de todos modos. No es obligatorio que vaya a tomar vino —se levantó—. Iré a ver que hace Murderface con su campaña. Tengo miedo que haga alguna idiotez con Toki.

—Te preocupas demasiados por Murderface —comentó Skwisgaar, con tono acusador y casi burlón. A Alex se le erizaron los vellos de la nuca.

—Me preocupo demasiado por todos, Skwisgaar —le respondió Alex, intentando quitarle importancia al asunto.ç

Skwisgaar lanzó una breve risa, de esas que duran menos de un segundo.

—Hay dildos mejores que Murderface allí afueras.

—¿Qué insinuas?

—Que te gustas Murderface.

Alex abrió muy grandes los ojos.

—Skwisgaar, ¿de donde sacaste eso?

—¿Importas acaso? Mirame a los ojos y responde mi preguntas.

—Es asunto mío quien me gusta y quien no. No te metas.

La puerta de la cocina se abrió y entró la persona a la que había estado evitando durante días: Dorian.

—Hola, Alex —su tono fue tan carente de emoción que a Alex se le encogió el corazón. Skwisgaar se levantó de la mesa haciendo mucho ruido.

—Creo que aquí estoy de más —comentó Skwisgaar y salió de la habitación, mordisqueando un nacho.

Alex dibujó una sonrisa nerviosa.

—Hola, tío. Papá debe estar en su oficina…

—Vine a hablar contigo.

—¿Conmigo? —su voz sonó demasiado falsa y se maldijo por ello. Dorian lo notó y sonrió de manera amarga.

—Contigo. Me has estado evitando desde la cena de la disquera.

—Te lo estás imaginando… Nadie puede ignorarte.

Dorian negó con la cabeza, con aire teatral.

—Hay gente que lo hace, como mi sobrina.

Sabiendo que se enfrentaba a lo inevitable, suspiró y volvió a sentarse. Mientras antes pasara, mejor.

—Bien, no te voy a ignorar. ¿De que quieres hablar?

—De Murderface.

—¿Por qué? ¿Porque dijo un par de tonterías estando borracho?

—¿Son tonterías?

—Creo que te lo estás tomando muy en serio.

Dorian se inclinó hacia ella.

—Hay cosas que no me puedo tomar a la ligera, cariño. Como lo que dijo Murderface cuando estaba golpeando a Rockso.

Alex tenía ganas de meterse bajo tierra, pero no sabía como huir. ¿Dónde estaba Toki cuando lo necesitaba?

—¿Eso? Tonterías de borracho.

—No lo creo. Él gusta de ti. Y no quiero que ese tipo te ponga una mano encima.

Así que Dorian sólo sabía que Murderface gustaba de ella, pero no todo lo demás. Alex reprimió un suspiro de alivio.

—Sé cuidarme sola, ¿entiendes? Murderface puede ser muchas cosas, pero no se atrevería a hacerme daño.

Dorian la miró, indeciso

—Confía en tu maravillosa sobrina. Todo está bien, ¿si? Hay cosas más importantes en las que preocuparse ahora.

Dorian sonrió, cansado.

—Bueno, está bien, cariño. No me preocuparé por eso. Ahora, si me disculpas, es hora de acosar a tu padre. Lo veo muy tenso.

—Como si no lo supiera.

Dorian se marcho de la cocina y Alex recostó la cabeza sobre la mesa, aliviada. Por lo menos algo había salido bien.


Era lo único que había salido bien.

Nathan había destruido todo el material que había grabado y negaba rotundamente haber intentado hacer blues. En cuanto a Murderface, Toki y sus sueños de entrar en el Senado se frustraron por unas fotos del bajista masturbándose. ¿Quién en su sano juicio se tomaría fotografías haciendo ESO? Alex lo ignoraba por completo, pero así habían salido las cosas. Para terminar, el vino de Pickles resultó ser algo vomitivo (a juzgar por el estado de la gente que lo había tomado).

El último concierto de Dethklok estaba cerca y, para variar, Alex no lo vería a través de una pantalla a cientos de kilómetros. Estaría en el backstage, junto con su padre y el dueño de la disquera. Dorian no estaba; tenía que controlar el estado de sus hoteles, con todo el lío de Dethklok.

—No deberías estar aquí —gruñó Charles, apenas la vió —. Creí que te quedarías en Mordhaus.

—Iba a hacerlo, pero preferí venir a último momento y ver el concierto —saludó a Roy, el dueño de la disquera, con un leve movimiento de cabeza y siguió hablando —. Nunca los vi en el escenario más que a través de las pantallas. Ahora que esta es la última vez, quiero verlos de espaldas al menos.

—Un concierto de Dethklok es peligroso y lo sabes-

—Estoy aquí atrás, contigo y los Klokaters, no allá afuera con los enfermos de los fans. ¿Qué me puede pasar?

La música empezó a sonar. Alex se asomó a la puerta para poder verlos, aunque solo fueran sus espaldas. Dios, se sentía tan triste…

—Bienvenidos, gente de la Tierra… al último concierto de Dethklok —dijo Nathan simplemente, casi como si fuera un show más.

Un ruido ajeno al espectáculo se escuchó desde el cielo, retumbante. Tormenta, pensó Alex. Pero luego vio un circulo blanco y luminoso que daba vueltas sobre el público, a pocos metros de Dethklok y supo que algo raro estaba pasando. El corazón comenzó a palpitarle muy rápido, como si hubiese corrido una maratón. Y no era lo único. Su cabeza también palpitaba, junto con un dolor que crecía de manera gradual y rápida.

Del circulo blanco se materializó una figura humana flotando en el aire. Era un anciano de aspecto demoníaco, de cabello blanco y luminoso y vestido de traje. Estiró una mano (más bien parecía una garra) y de ella salió una bola de luz.

Alex se tomó la cabeza con ambas manos y cayó de rodillas al suelo, víctima de un fuerte dolor de cabeza. Escuchó a su padre decir algo, pero no entendía nada. El dolor la estaba matando, impidiéndole pensar o actuar con claridad. Pero si escuchó al tipo que estaba flotando en el cielo.

—Llevo queriendo presentarme ante ustedes hace tiempo —dijo el hombre, con una voz diabólica. Alex intentó moverse para ir hacia Dethklok, pero unas manos la sujetaron por los hombros.

—Quedate adentro —la voz de su padre se abrió paso a través de su dolor de cabeza. Al final, no pudo más y se desmayó.