Historia en proceso de expansión 29/jun/16

Como jefe Maléfica (como le apodaban en el negocio) era estricta, exigente; mucha gente, en su mayoría aquellas personas que tuvieron encuentros cercanos con la infame mirada que decían podía matar, atestiguaban que era una desalmada, despedía madres solteras, padres de familia, sin ninguna consideración. Mallory Moore no aceptada nada menos que la perfección. Sus accionistas, estaban de acuerdo en que ella era algo dura, pero los resultados no se negaban, era buena, y por lo tanto no aceptaba que sus subalternos fueran diferentes. Fue toda una sorpresa cuando contra todo pronóstico contrató al candidato menos obvio como su asistente. Diaval Winger era muy joven en ese entonces, no tenía experiencia en secretariado, tenía una carrera en literatura inglesa, ya que según él quería ser escritor. Nadie nunca supo porqué consiguió el trabajo. Pero lo cierto es que la joven CEO, y el aún más joven asistente personal, parecían ser la dupla más exitosa nunca antes vista.

En la oficina, estaban completamente sincronizados, había rumores que decían que su relación era más que profesional, pero lo cierto es que sabían muy poco el uno del otro, sólo detalles que salían a relucir en charlas sin importancia, y cosas que necesariamente se aprenden después de cierta convivencia. Mallory Moore y Diaval Winger eran las personas cercanas más ajenas que pudieran existir.

Pero aquel desconocimiento concertado, estaba por cambiar con tan sólo una llamada.

—Diaval necesito que viajes a New Jersey—dijo mientras escribía en su computadora, él estaba más que acostumbrado a que ella le hablara sin mirarlo.

—Sí señorita.

—Irás como mi representante a una junta con unos abogados y a recoger algo, al parecer es urgente, pero yo no tengo tiempo para nimiedades.

—Bien ¿cuándo salgo?

—Lo antes posible.

Nada más ni nada menos. Diaval había aprendido a no hacer preguntas más de las necesarias, trabajar con Mallory era como trabajar para la mafia. Aunque le tenía más miedo a ella que a un capo. Algunas personas admiraban a aquellos dos, que podían comunicarse con miradas y un par de señales, pero para Diaval a veces era simplemente cansado trabajar con alguien de quien jamás se sabía qué pensaba. Él nunca tenía la información completa, parecía que sólo era un mecanismo en el gran engranaje de la mente de Mallory.

Fue un viaje corto, de Nueva York a Nueva Jersey. Cuando llegó, había algunas personas presentes que no reconoció, algunas con cara de pena fingida, y otras más tratando de ver el papel que el abogado detrás del escritorio tenía en sus manos, otra persona entró en la sala y a esa sí la reconoció, era uno de los abogados de Mallory, éste saludó a Diaval, y con al parecer todos presentes el otro abogado comenzó a leer.

— Bueno ya que la señora Leila y el señor Stefan estaban en proceso de divorcio, algunas cláusulas cambian, según el acuerdo prenupcial…

Diaval estaba en shock, sintió un frío en todo el pecho, y la sangre en su totalidad se le había ido a los pies, estaba en la lectura del testamento de la hermana de Mallory, para Mallory éste asunto era una "nimiedad", pensó horrorizado. Cuando el evento comenzó a desenvolverse, los parientes de Stefan se peleaban por los pocos vienes que no había sido confiscados por la evasión de impuestos. Y cuando se mencionó un fideicomiso para una tal Aurora todos comenzaron a pelearse por ella. Diaval sabía que Leila había estado embarazada hacía no mucho, y entonces Mallory sólo le dijo que ya no quería saber más de ellos, que era una pérdida de tiempo. Diaval nunca supo porque seguía tan cerca las actividades de la familia de su hermana, pero tampoco fue como si le hubiera preguntado alguna vez.

— El único tutor que los padres nombraron fue la señorita Mallory Moore, ella será la tutora legal de la menor Aurora Kingston. Señor Winger como representante legal tiene que firmar unos papeles, mañana se hará entrega de la menor que ahora mismo está en servicios infantiles. ¿Señor Winger me escuchó?—Diaval asintió, a pesar que aún estaba asimilando toda aquella información, una niña… Mallory su tutora.

— ¿Cómo murieron?—preguntó al abogado cuando iban saliendo de la lectura del testamento.

— Un accidente, fue una carambola, algunos testigos dicen que venían peleando, ellos iniciaron el accidente.

— ¿Y el funeral?

— El día de mañana, serán dos funerales, a Leila la enterrarán en el cementerio Mount Moriah, y a Stefan en el Holy Cross—el abogado le dijo que Mallory había pagado todo pero la organización cayó a cargo de los amigos de Leila, además le dijo que Mallory no asistiría al funeral.

En la habitación del hotel, Diaval lanzaba su celular al aire, y lo atrapaba, jugando con él, pensando en si hacer aquella llamada o no… él era un empleado, ejecutaba los comandos de su jefa sin preguntas. Pero… ¿qué razón tendría para no asistir al funeral de su hermana? Su única familia. Él sabía que habían tenido problemas (graves, aunque no exactamente qué tipo de problemas) pero para alguien que había crecido en una familia grande y unida, aquello le parecía prácticamente inconcebible, él quería creer que la muerte lo borraba todo. Y aún más importante quería creer que Mallory sí tenía un corazón.

Por fin la valentía llegó a él, eran las 12 a.m. y rezaba que Mallory siguiera despierta. Para su grata sorpresa, la voz que constó el teléfono no parecía adormilada, pero sí bastante molesta.

— ¿Qué sucede?—secó, al grano, no le sorprendía, sonaba cansada, y había algo en su voz que no supo identificar ¿sería acaso pena?

— Señorita, mañana es el funeral, creí que le gustaría saberlo—hubo un largo silencio, él no sabía que hacer o qué decir, sólo sostuvo el teléfono mientras su mirada viajaba por la habitación inocua del hotel.

— Ya lo sabía ¿algo más?—contestó finalmente Mallory.

— Y nada… sólo creía que le gustaría saberlo. El día de mañana harán entrega de la niña—pensó en las palabras que estaba usando y se sintió mal, estaba hablando de una niñita de 8 meses (calculaba), no de un paquete.

— ¿Y sobre el dinero?

— Los parientes del señor Kingston estuvieron peleando, una mujer quería la custodia de Aurora, en cuando salió a relucir la palabra fideicomiso—una especie de bufido se escuchó del otro lado de la línea y hubo otro silencio prolongado.

— Mañana en cuanto te entreguen a la niña quiero que regreses, aún tienes llaves de mi apartamento, me imagino, sabes que no me gusta gente extraña en mi casa, así que por unos días te encargaras de adecuar una habitación para la niña, antes de conseguir una niñera de tiempo completo—Diaval, se revolvió el cabello en frustración una cosa era ser la niñera de una mujer adulta, asegurarse que comiese, que fuera a casa a dormir, que tomara sus vitaminas, pero una cosa muy diferente era ser la niñera de una niña de verdad.

— Está bien señorita—fue lo que salió de su boca, como siempre en su mente se estaba quejando, pero jamás se negaba a nada que ella le pidiese.

— Entonces hasta mañana.

— Hasta mañana, señorita—colgó y se tiró en la cama, él se sentía triste, todo aquello le hacía sentir un vacío dentro de él, una niñita se había quedado huérfana y su tía, su única familia ni siquiera asistiría al funeral de sus padres.

A la mañana siguiente el abogado de Mallory acompañó a Diaval a recoger a Aurora, una mujer se la entregó a Diaval con una sonrisa.

— Es una bebita muy tranquila—Diaval recordaría aquel día por el resto de su vida, tomó a Aurora con mucho cuidado, le sostuvo la cabeza y la acunó en sus brazos. Era pequeña y le sorprendió que pudiera respirar a través de su naricita, le pareció todo un milagro, toda ella le pareció un milagro.

— Señor Winger, lo acompaño al auto.

— Antes me gustaría asistir al funeral—el abogado se encogió de hombros, y murmuró un "como guste". Cuando llegaron ahí las personas ya se estaban marchando, caras tristes, Diaval asumió todos eran amigos, dudaba que alguno fuera un pariente, él se acercó, mientras los enterradores finalizaban su tarea, la lápida era de mármol blando, Leila Moore se leía, con un epitafio "Nunca olvidaremos tu sonrisa", y entonces vio a la pequeñita dormida entre sus brazos.

— Parece que tu mamá tenía una bonita sonrisa, no te preocupes, veré que tu tía te de fotos de ella—le dijo en voz baja a la bebé, que sólo frunció los labios entre sueños. Diaval, sonrió con tristeza y dejo el ramo de lirio blancos que había comprado en una florería cercana.

— ¿Qué haces aquí?—una voz fría, inexpresiva que reconocería hasta en el mismo infierno le habló.

— Yo… creí que… tú no…—Mallory no esperó una respuesta, se acercó, ignorando por completo a la bebé, sus lentes oscuros le impedían ver a donde sus ojos se dirigían, sólo la vio dejar una rosa blanca.

— ¿Tú trajiste los lirios?

— Sí.

— Gracias… eran sus favoritos—Diaval, sabía que también eran los favoritos de Mallory, y ahora que lo pensaba no sabía porque conocía aquél dato. La bebé comenzó a hacer sonidos, parecía que iba a comenzar a llorar en cualquier momento, Mallory bajo los lentes y esa mascara que se había hecho antes de entrar al cementerio, se angustió, detestaba a los niños, que lloraran y que fueran descontrolados. Pero Diaval, con un par se movimientos, entre ellos unos saltitos que Mallory encontró ridículos, divertidos y hasta podría decir algo, sólo algo tiernos, detuvo el llanto antes de que tan siquiera iniciara.

Y ahí frente a una lápida de mármol en un día muy soleado para un funeral, recibieron a Aurora en sus vidas. Y ya nada volvería a ser lo mismo.