Hola! Muchas gracias por la recepción del capítulo anterior. También gracias por los comentarios, y recomiendo a aquellos que me leen pero que no tienen cuenta que se hagan una y comenten loggeados, porque me encantaría poder responder personalmente a todos.

Me olvidé de comentar en el capítulo anterior que, para evitar confusiones, Fleur va a reemplazar al hablar la r con la g SÓLO cuando interviene pero NO cuando lee el libro.

También aclaro que sólo considero canon, además de los 7 libros, lo que recuerdo que aparece en Pottermore y en ocasiones algunos detalles de las películas y los juegos para PC que no contradigan el canon literario. Ya aclaré que no considero canon "El legado maldito", por lo que no voy a hacer referencias a esa obra. Tampoco voy a hacer mención a las películas de "Animales Fantásticos" porque para mí contradicen demasiado el canon literario, y agregar cosas de ellas sería confuso para la historia.

DISCLAIMER: HP es de JR y la Warner.


Capítulo 18. El bosque prohibido

Supongo—dijo Hermione tentativamente—, que la ronda terminó. Significa que es mi turno nuevamente—añadió tomando el libro y abriéndolo donde Fleur lo dejó. Cerró los ojos al leer el nombre del siguiente capítulo, pensando internamente que los nervios de todos habrían de sufrir varios sobresaltos. Preparándose para lo peor, leyó con sobrecogimiento: —El bosque prohibido.

—¡¿Qué?!—exclamaron varios en la sala.

—¡¿Por qué ese lugar?!—chilló Molly nuevamente fuera de sí—. ¡De todos los lugares en Hogwarts…!

—Lo sabemos, señora Weasley—intentó tranquilizarla Harry—. Pero no teníamos opción realmente.

—Entonces, ¿sí fueron allí?—preguntó Arthur intentando no sonar demasiado duro, sus peores temores confirmándose.

Harry y Hermione se miraron entre sí, antes de que el pelinegro contestara abatido: —No porque quisiéramos.

Arthur alzó una ceja, posando su mirada en Ron, quien se apresuró a contestar: —Yo no estuve ahí esta vez. Fue parte del castigo de ellos tres—añadió señalando a Harry, Hermione y, para sorpresa de muchos, Neville.

—¿Tu también estuviste en el bosque, Neville?—preguntó Luna con un dejo de preocupación.

—Así es. Ya lo verán—fue la respuesta de este último cuando varios lo miraron intrigados.

Las cosas no podían haber salido peor.

—Y que lo digas—murmuró Harry, aún avergonzado de su error infantil.

Filch los llevó al despacho de la profesora McGonagall, en el primer piso, donde se sentaron a esperar; sin decir una palabra. Hermione temblaba. Excusas, disculpas y locas historias cruzaban la mente de Harry, cada una más débil que la otra. No podía imaginar cómo se iban a librar del problema aquella vez. Estaban atrapados. ¿Cómo podían haber sido tan estúpidos para olvidar la capa? No había razón en el mundo para que la profesora McGonagall aceptara que habían estado vagando durante la noche, para no mencionar la torre más alta de Astronomía, que estaba prohibida, salvo para las clases. Si añadía a todo eso Norberto y la capa invisible, ya podían empezar a hacer las maletas.

Pese al humor apagado de la sala, George no pudo evitar soltar una risotada.

—Dumbledore debía estar loco para expulsarte de Hogwarts y sobre todo en tu primer año.

Ni que decir que nadie se rió de esto.

¿Harry pensaba que las cosas no podían estar peor? Estaba equivocado. Cuando la profesora McGonagall apareció, llevaba a Neville.

Varios posaron brevemente sus ojos en el joven, aún confundidos.

¡Harry! —estalló Neville en cuanto los vio—. Estaba tratando de encontrarte para prevenirte, oí que Malfoy decía que iba a atraparte, dijo que tenías un drag...

Harry negó violentamente con la cabeza, para que Neville no hablara más, pero la profesora McGonagall lo vio.

Neville se palmeó la frente, visiblemente molesto con su yo del pasado.

—No te preocupes, amigo—lo tranquilizó Harry— Sólo intentabas hacernos un favor.

—Siento que arruiné cualquier chance de evitar el castigo—suspiró el joven, abatido.

—En realidad—titubeó Hermione—, quizás evitaste que el castigo sea peor. Miren—añadió cuando varios la miraron confundida.

Lo miró como si echara fuego igual que Norberto y se irguió, amenazadora, sobre los tres.

Nunca lo habría creído de ninguno de vosotros. El señor Filch dice que estabais en la torre de Astronomía. Es la una de la mañana. Quiero una explicación.

Ésa fue la primera vez que Hermione no pudo contestar a una pregunta de un profesor.

Hermione se interrumpió el tiempo necesario para fulminar a Harry con la mirada mientras se oían algunas risas aisladas.

Miraba fijamente sus zapatillas, tan rígida como una estatua.

Creo que tengo idea de lo que sucedió —dijo la profesora McGonagall—. No hace falta ser un genio para descubrirlo. Te inventaste una historia sobre un dragón para que Draco Malfoy saliera de la cama y se metiera en líos. Te he atrapado. Supongo que te habrá parecido divertido que Longbottom oyera la historia y también la creyera, ¿no?

—¿Lo ven?—dijo Hermione, mirando sobre todo a Neville, quien levantó la cabeza esperanzado—. La profesora McGonagall creyó entonces que era sólo una broma de parte de Harry. Si no hubiera sido así, hubiera llevado a una investigación sobre Norberto, y Hagrid y nosotros hubiéramos estado en mayores problemas.

Neville exhaló con algo de alivio al oír estas palabras, mientras que aquellos que seguían confundidos hicieron distintos sonidos y gestos de entendimiento.

Harry captó la mirada de Neville y trató de decirle, sin palabras, que aquello no era verdad, porque Neville parecía asombrado y herido. Pobre mete-patas Neville, Harry sabía lo que debía de haberle costado buscarlos en la oscuridad, para prevenirlos.

Neville rió algo nervioso. —Fue difícil para mí escuchar las palabras de McGonagall. Pocas personas me habían tratado tan bien en Hogwarts como ustedes tres y me dolía pensar que también ustedes se estaban burlando de mí.

—Lamento mucho lo que pasó, Neville—se disculpó Harry, pero Neville solo sonrió quitándole importancia.

—No es tu culpa, Harry.

—Creo que lo mejor aquí es culpar a Malfoy—intervino Ron—. Si bien tenía razón, no deja de ser un hurón entrometido—señaló para diversión de los mas jóvenes.

Estoy disgustada —dijo la profesora McGonagall—. Cuatro alumnos fuera de la cama en una noche. ¡Nunca he oído una cosa así! Tu, Hermione Granger, pensé que tenías más sentido común. Y tú, Harry Potter... Creía que Gryffindor significaba más para ti.

—¡Ouch!—dijo George haciendo una mueca—. Eso debió doler.

—Y que lo digas—gruñeron Harry y Hermione al mismo tiempo.

Los tres sufriréis castigos... Sí, tú también, Longbottom, nada te da derecho a dar vueltas por el colegio durante la noche, en especial en estos días: es muy peligroso y se os descontarán cincuenta puntos de Gryffindor.

—¿Cincuenta?—preguntó Charlie con incredulidad, casi levantándose del asiento. Internamente se sentía él también algo culpable, ya que había sido su sugerencia en la carta lo que había llevado a los amigos de su hermano a meterse en problemas.

—Ojalá—respondió Harry secamente, para confusión de todos.

George y Angelina abrieron los ojos como platos y se miraron entre sí, recordando de repente mas detalles de los eventos de aquel año. La culpa comenzó a embargarlos cuando se dieron cuenta de lo mismo…

Percy, ajeno a todo esto, volvió a abstraerse de la lectura por unos segundos. ¿A qué se refería McGonagall con "en especial en estos días"? ¿Sabía su profesora que alguien estaba intentando robar la Piedra? Posiblemente, ya que Dumbledore les pidió a todos los profesores que colaboraran en la defensa de la misma…

¿Cincuenta? —resopló Harry. Iban a perder el primer puesto, lo que había ganado en el último partido de quidditch.

Cincuenta puntos cada uno —dijo la profesora McGonagall, resoplando a través de su nariz puntiaguda.

—¡¿Qué?!—exclamaron varios en la sala, despertando a Percy de su ensoñación.

—¿Ciento cincuenta puntos… de una sóla vez?—alcanzó a decir Bill débilmente.

—Fue devastador—admitió Harry. Sobre todo por lo que vino después, pensó con amargura.

Profesora... por favor...

Usted, usted no...

No me digas lo que puedo o no puedo hacer; Harry Potter. Ahora, volved a la cama, todos. Nunca me he sentido tan avergonzada de alumnos de Gryffindor.

George silbó impresionado. —Fred y yo tardamos cuatro años en lograr hacerla enojar así.

—No es motivo de orgullo—le espetó Molly.

Ciento cincuenta puntos perdidos. Eso situaba a Gryffindor en el último lugar. En una noche, habían acabado con cualquier posibilidad de que Gryffindor ganara la copa de la casa. Harry sentía como si le retorcieran el estómago. ¿Cómo podrían arreglarlo?

Harry no durmió aquella noche. Podía oír el llanto de Neville, que duró horas. No se le ocurría nada que decir para consolarlo. Sabía que Neville, como él mismo, tenía miedo de que amaneciera. ¿Qué sucedería cuando el resto de los de Gryffindor descubrieran lo que ellos habían hecho?

George y Angelina volvieron a mirarse con culpa, lo que esta vez no pasó desapercibido por Arthur, quien frunció el ceño.

Al principio, los Gryffindors que pasaban por el gigantesco reloj de arena, que informaba de la puntuación de la casa, pensaron que había un error. ¿Cómo iban a tener, súbitamente, ciento cincuenta puntos menos que el día anterior?

—Si hubiéramos sabido la verdad…—suspiró Percy en voz alta, y se sonrojó cuando se dio cuenta de que todos lo habían escuchado y lo estaban mirando.

—¿Por qué decís eso, Percy?—preguntó Arthur esta vez frunciendo el ceño en dirección suya—. ¿A qué te referís?

El susodicho se sonrojó aún más, pero no contestó. Hermione salvó a su cuñado de dar una explicación continuando con la lectura, aunque aquellos que no conocían la historia comenzaron a sospechar.

Y luego, se propagó la historia. Harry Potter; el famoso Harry Potter, el héroe de dos partidos de quidditch, les había hecho perder todos esos puntos, él y otros dos estúpidos de primer año.

—¿Quién pudo haber sido tan idiota de pensar así?—preguntó Ginny aunque ya comenzaba a sentirse molesto por las sospechas. Miraba alternativamente a George, Angelina y Percy, quienes hacían lo posible por no darse por aludidos.

—Percy—comenzó Molly con tono de advertencia—, tú eras prefecto. ¿No hiciste nada acaso por detener todo eso?

—No, madre—confesó Percy con un fuerte tono de culpabilidad—. No podía evitar sentirme yo también decepcionado.

—¡Sólo eran niños, por Merlín!—exclamó su madre visiblemente enojada—. No merecían semejante trato de parte de sus compañeros de casa.

Percy no dijo nada, aún terriblemente avergonzado.

—Me decepcionas, Perce—le dijo su madre en tono casi abatido—. Creí que eras más sensato. ¡Y ustedes también, George, Angelina!—añadió mirando por turnos a ambos jóvenes—. No crean que no noté la culpa en sus rostros.

—Molly, ellos tres también eran chicos cuando ocurrió esto—intervino Arthur, quien estaba algo molesto también, pero no pudo evitar sentirse mal por el gesto herido de su hijo Percy—. No es algo para celebrar lo que hicieron—aclaró con severidad inusitada mirando a sus dos hijos, aunque luego suspiró relajando el semblante—, pero no olvides que en este momento apenas eran adolescentes y no pensaban muy en claro lo que hacían.

George y Angelina se veían avergonzados por lo que habían hecho, pero no eran nada comparado con Percy. Internamente, aún sentía mucha culpa por todas las cosas que había hecho en su adolescencia para ascender y demostrar que era el mejor. Sentía que todo eso había llevado a valorar mucho más el poder que la familia, lo que lo terminó alejando de ella. No era fácil reconciliarse con su pasado si a cada rato recibía recuerdos del gran idiota que fue de adolescente.

De ser una de las personas más populares y admiradas del colegio, Harry súbitamente era el más detestado. Hasta los de Ravenclaw y Hufflepuff le giraban la cara, porque todos habían deseado ver a Slytherin perdiendo la copa. Por donde quiera que Harry pasara, lo señalaban con el dedo y no se molestaban en bajar la voz para insultarlo.

—Eso sí es estúpido—rezongó Ginny cruzándose de brazos. Este particular detalle del primer año de su novio no le había causado ninguna gracia. Sentía que él menos que nadie merecía ese tipo de trato, sobre todo después de haber escuchado de boca del mismo Harry todas las cosas que había sufrido en el mundo muggle.

Los de Slytherin, por su parte, lo aplaudían y lo vitoreaban, diciendo: «¡Gracias, Potter; te debemos una!».

—Sí, pero ¿a quien le importa lo que piensen ellos?—resopló Charlie también un poco irritado, aunque sabía que no podía hacer nada ya por eso.

Sólo Ron lo apoyaba.

Se olvidarán en unas semanas. Fred y George han perdido puntos muchas veces desde que están aquí y la gente los sigue apreciando.

Pero nunca perdieron ciento cincuenta puntos de una vez, ¿verdad? —dijo Harry tristemente.

Bueno... no —admitió Ron.

Era un poco tarde para reparar los daños, pero Harry se juró que, de ahí en adelante, no se metería en cosas que no eran asunto suyo.

—No duró mucho eso, ¿no?—preguntó Ron con un dejo de sarcasmo.

—Para nada—replicó Harry con media sonrisa.

Todo había sido por andar averiguando y espiando. Se sentía tan avergonzado que fue a ver a Wood y le ofreció su renuncia.

Charlie silbó sorprendido. —Debías sentirte terrible, Harry.

—Y que lo digas—respondió el pelinegro, lo que provocó aún mas culpa en George y Angelina.

¿Renunciar? —exclamó Wood—. ¿Qué ganaríamos con eso? ¿Cómo vamos a recuperar puntos si no podemos jugar al quidditch?

Pero hasta el quidditch había perdido su atractivo. El resto del equipo no le hablaba durante el entrenamiento, y si tenían que hablar de él lo llamaban «el buscador».

—Lo sentimos mucho, Harry—suplicó Angelina finalmente, George asintiendo apesadumbrado—. No teníamos ni idea de lo que había pasado. Te juzgamos sin saber.

—No se preocupen chicos—los tranquilizó el pelinegro—. Esto ya pasó.

—Debió ser difícil soportar el entrenamiento sin que el equipo te hiciera sentir que eras parte—señaló Ginny ácidamente, y tanto George como Angelina hicieron muecas de dolor.

Harry se encogió de hombros. —Lo que más me dolía no era eso, sino que pensaran que me importaba poco Gryffindor. Era un poco la confirmación para muchos de que realmente me creía una figura de culto sólo por mi fama—añadió con puños apretados.

Nadie dijo nada, pero todos entendían bien que a Harry nunca le había gustado su fama, y menos que le recordaran todo el tiempo la razón de la misma. ¿Cómo no sentirse mal en ese contexto?

—No puedo hablar por los demás—dijo Percy luego de unos segundos, finalmente atreviéndose a hablar; todos lo miraron, algunos de forma acusadora—, pero por mi parte puedo afirmar que no era eso lo que yo pensaba.

—Nosotros tampoco—afirmó Angelina con vehemencia señalando a su novio y a ella misma—, pero sí creíamos que habías sido…. bueno… ehh…—balbuceó torpemente sin completar la oración.

—Un pequeño niño estúpido—finalizó George con media sonrisa culpable.

Todos lo fulminaron con la mirada, pero Harry apenas frunció el ceño por unos segundos, hasta que de a poco, pese a su voluntad, empezó a resoplar por la nariz. Todos lo miraron preocupados, pero Harry no podía controlarse: había empezado a convulsionarse en silencio, hasta que finalmente, sin poder evitarlo, lanzó una sonora carcajada que inundó la sala de estar.

Nadie pudo evitarlo tampoco; en pocos segundos todos se habían contagiado y se estaban desternillando de risa, algunos apenas pudiendo respirar. Era una forma espléndida de liberar toda la tensión acumulada desde finales del capítulo anterior.

Tardaron mucho en poder dejar de carcajearse, y para cuando lo hicieron muchos seguían hipando. Necesitaron cinco minutos y varios tragos de agua para poder tranquilizarse antes de que Hermione pudiera continuar la lectura.

Hermione y Neville también sufrían. No pasaban tantos malos ratos como Harry porque no eran tan conocidos, pero nadie les hablaba. Hermione había dejado de llamar la atención en clase, y se quedaba con la cabeza baja, trabajando en silencio.

Harry casi estaba contento de que se aproximaran los exámenes.

—Dije "casi", Ron—aclaró Harry exasperado cuando vio que su amigo abría los ojos horrorizado.

Las lecciones que tenía que repasar alejaban sus desgracias de su mente. Él, Ron y Hermione se quedaban juntos, trabajando hasta altas horas de la noche, tratando de recordar los ingredientes de complicadas pociones, aprendiendo de memoria hechizos y encantamientos y repitiendo las fechas de descubrimientos mágicos y rebeliones de los gnomos.

Y entonces, una semana antes de que empezaran los exámenes, las nuevas resoluciones de Harry de no interferir en nada que no le concerniera sufrieron una prueba inesperada.

—Típico.

—Cerrá el pico, Ron.

Una tarde que salía solo de la biblioteca oyó que alguien gemía en un aula que estaba delante de él. Mientras se acercaba, oyó la voz de Quirrell.

No... no... otra vez no, por favor...

Esto provocó de vuelta el resurgir de la tensión en la sala.

—Esto no puede seg bueno—murmuró Fleur con preocupación.

Parecía que alguien lo estaba amenazando. Harry se acercó.

Muy bien... muy bien. —Oyó que Quirrell sollozaba.

Al segundo siguiente, Quirrell salió apresuradamente del aula, enderezándose el turbante. Estaba pálido y parecía a punto de llorar.

Neville rió por lo bajo con algo de amargura. Creo que acabo de encontrar a mi culpable…

Desapareció de su vista y Harry pensó que ni siquiera lo había visto. Esperó hasta que dejaron de oírse los pasos de Quirrell y entonces inspeccionó el aula. Parecía vacía, pero la puerta del otro extremo estaba entreabierta. Harry estaba a mitad de camino, cuando recordó que se había prometido no meterse en lo que no le correspondía.

—Por lo menos tenés algo de conciencia en esa cabeza tuya—suspiró Hermione entre divertida y exasperada. Harry resopló fastidiado.

Al mismo tiempo, habría apostado doce Piedras Filosofales a que Snape acababa de salir del aula y, por lo que Harry había escuchado, Snape debería estar de mejor humor... Quirrell parecía haberse rendido finalmente.

—Eso sí no me lo creo—musitó Percy, quien había finalmente atado todos los cabos al igual que Neville.

Harry regresó a la biblioteca, en donde Hermione estaba repasándole Astronomía a Ron. Harry les contó lo que había oído.

¡Entonces Snape lo hizo! —dijo Ron—. Si Quirrell le dijo cómo romper su encantamiento anti-Fuerzas Oscuras...

Pero todavía queda Fluffy —dijo Hermione.

Tal vez Snape descubrió cómo pasar ante él sin preguntarle a Hagrid —dijo Ron, mirando a los miles de libros que los rodeaban—. Seguro que por aquí hay un libro que dice cómo burlar a un perro gigante de tres cabezas. ¿Qué vamos a hacer, Harry?

—Ir a ver a Dumbledore, como deberían haber hecho desde el principio—rezongó Molly, pero se sorprendió cuando Ron abrió los ojos como platos. Hermione se ruborizó pero continuó leyendo.

La luz de la aventura brillaba otra vez en los ojos de Ron, pero Hermione respondió antes de que Harry lo hiciera.

Ir a ver a Dumbledore. Eso es lo que debimos hacer hace tiempo.

Molly parpadeó sorprendida mientras varios reían.

—Bueno, ya había dicho que era la mas sensata de los tres—razonó la matriarca Weasley sonriéndole afectuosamente a su nuera, quien le devolvió la sonrisa. Molly internamente pensaba que su hijo Ron no podría haber encontrado mejor pareja. Y luego miró a sus otras nueras y comprendió que podía decir lo mismo de todos sus hijos.

Si se nos ocurre algo a nosotros solos, con seguridad vamos a perder.

¡Pero no tenemos pruebas! —exclamó Harry—. Quirrell está demasiado atemorizado para respaldarnos. Snape sólo tiene que decir que no sabía cómo entró el trol en Halloween y que él no estaba cerca del tercer piso en ese momento. ¿A quién pensáis que van a creer, a él o a nosotros? No es exactamente un secreto que lo detestamos. Dumbledore creerá que nos lo hemos inventado para hacer que lo echen.

—¡Qué ingenuos éramos!—se lamentó Harry—. Dumbledore podría habernos escuchado por lo menos…

Filch no nos ayudaría aunque su vida dependiera de ello, es demasiado amigo de Snape y, mientras más alumnos pueda echar, mejor para él. Y no olvidéis que se supone que no sabemos nada sobre la Piedra o Fluffy. Serían muchas explicaciones.

Hermione pareció convencida, pero Ron no.

Si investigamos sólo un poco...

No—dijo Harry en tono terminante—: ya hemos investigado demasiado.

Acercó un mapa de Júpiter a su mesa y comenzó a aprender los nombres de sus lunas.

George rió. —El regaño de McGonagall puede resonar por meses en tu cerebro.

—Tú sabes sobre eso, ¿verdad?—le reprochó Molly mordazmente. George tuvo la decencia de fingir arrepentimiento.

A la mañana siguiente, llegaron notas para Harry, Hermione y Neville, en la mesa del desayuno. Eran todas iguales.

Vuestro castigo tendrá lugar a las once de la noche.

El señor Filch os espera en el vestíbulo de entrada.

Prof M. McGonagall

—Oh, Merlín…—comenzó a impacientarse Molly—. ¿Por qué el castigo es a esa hora?—. Y de repente recordó el título del capítulo y se volvió pálida—. ¡El bosque! ¡¿El castigo es ir al bosque a medianoche?!

Nadie decía nada, casi tan horrorizados como Molly. Neville y el trío se miraban, no deseando realmente aumentar la tensión en la sala. Su silencio sin embargo fue casi una confirmación de lo que todos temían.

En medio del furor que sentía por los puntos perdidos, Harry había olvidado que todavía les quedaban los castigos. De alguna manera esperaba que Hermione se quejara por tener que perder una noche de estudio, pero la muchacha no dijo una palabra. Como Harry, sentía que se merecían lo que les tocara.

A las once de aquella noche, se despidieron de Ron en la sala común y bajaron al vestíbulo de entrada con Neville. Filch ya estaba allí y también Malfoy. Harry también había olvidado que a Malfoy lo habían condenado a un castigo.

—¡Oh, por favor!—se lamentó George—. Además de todo tener que soportar a ese par de impresentables…

—Ojalá solo hubiese sido eso—murmuró Harry, pero era tanto el silencio en la sala que nadie pudo evitar escucharlo.

Seguidme —dijo Filch, encendiendo un farol y conduciéndolos hacia fuera—. Seguro que os lo pensaréis dos veces antes de faltar a otra regla de la escuela, ¿verdad? —dijo, mirándolos con aire burlón—. Oh, sí... trabajo duro y dolor son los mejores maestros, si queréis mi opinión... es una lástima que hayan abandonado los viejos castigos... colgaros de las muñecas, del techo, unos pocos días.

—¡Qué hombre mas desagradable!—exclamó Molly histérica.

Yo todavía tengo las cadenas en mi oficina, las mantengo engrasadas por si alguna vez se necesitan... Bien, allá vamos, y no penséis en escapar, porque será peor para vosotros si lo hacéis.

Marcharon cruzando el oscuro parque. Neville comenzó a respirar con dificultad. Harry se preguntó cuál sería el castigo que les esperaba. Debía de ser algo verdaderamente horrible, o Filch no estaría tan contento.

—Y que lo digas—musitó George, que realmente odiaba al celador.

La luna brillaba, pero las nubes la tapaban, dejándolos en la oscuridad. Delante, Harry pudo ver las ventanas iluminadas de la cabaña de Hagrid. Entonces oyeron un grito lejano.

¿Eres tú, Filch? Date prisa, quiero empezar de una vez.

—¡Oh! Menos mal que Hagrid está con ustedes…—suspiró Bill algo aliviado, al igual que Molly y Arthur.

Charlie por su parte no estaba tan tranquilo. Sabía que si Hagrid iba a ir al Bosque Prohibido con los chicos, es porque podía resultar un viaje más peligroso de lo usual, pero no iba a decir eso en voz alta.

El corazón de Harry se animó: si iban a estar con Hagrid, no podía ser tan malo. Su alivio debió aparecer en su cara, porque Filch dijo:

Supongo que crees que vas a divertirte con ese papanatas, ¿no? (Varios fruncieron el ceño por el insulto a Hagrid.) Bueno, piénsalo mejor, muchacho... es al bosque adonde iréis y mucho me habré equivocado si volvéis todos enteros.

Al oír aquello, Neville dejó escapar un gemido y Malfoy se detuvo de golpe.

—No tan gallito ahora, ¿eh?—bufó Ginny despectivamente. Los Malfoy eran quizás las personas vivas que más odiaba.

¿El bosque? —repitió, y no parecía tan indiferente como de costumbre—. Hay toda clase de cosas allí... dicen que hay hombres lobo.

Sólo uno, y no por entonces, pensó Harry tristemente recordando a Remus. Con un ligero sobresalto, recordó que hacía tiempo que no escribía a Andrómeda preguntando por su ahijado Teddy; debería hacerle una visita pronto.

Neville se aferró de la manga de la túnica de Harry y dejó escapar un ruido ahogado.

Eso es problema vuestro, ¿no? —dijo Filch, con voz radiante—. Tendríais que haber pensado en los hombres lobo antes de meteros en líos.

Hagrid se acercó hacia ellos, con Fang pegado a los talones. Llevaba una gran ballesta y un carcaj con flechas en la espalda.

Menos mal —dijo—. Estoy esperando hace media hora. ¿Todo bien, Harry, Hermione?

Yo no sería tan amistoso con ellos, Hagrid —dijo con frialdad Filch—. Después de todo, están aquí por un castigo.

Por eso llegáis tarde, ¿no? —dijo Hagrid, mirando con rostro ceñudo a Filch—. ¿Has estado dándoles sermones? Eso no es lo que tienes que hacer. A partir de ahora, me hago cargo yo.

—Gracias, Hagrid—suspiró Molly, agradecida con el semigigante. Luego frunció el ceño al recordar que todo el asunto del castigo había sido causado por él y su estúpido dragón.

Volveré al amanecer —dijo Filch— para recoger lo que quede de ellos —añadió con malignidad. Se dio la vuelta y se encaminó hacia el castillo, agitando el farol en la oscuridad.

Entonces Malfoy se volvió hacia Hagrid.

No iré a ese bosque —dijo, y Harry tuvo el gusto de notar miedo en su voz.

Ginny volvió a resoplar despectivamente, esta vez seguida por George, Bill y Fleur.

Lo harás, si quieres quedarte en Hogwarts —dijo Hagrid con severidad—. Hicisteis algo mal y ahora lo vais a pagar.

Pero eso es para los empleados, no para los alumnos. Yo pensé que nos harían escribir unas líneas, o algo así. Si mi padre supiera que hago esto, él...

—¿Qué se cree ese niño?—bufó Bill irritado—. ¿Qué su padre puede andar por el mundo haciéndolo todo por él?

—Ya conocemos al señor Malfoy—gruñó Arthur con odio, aunque luego sonrió maliciosamente, algo raro en él—. Por suerte para nosotros las cosas ya no son como entonces y los Malfoy ya no están por ahí creyéndose los reyes del mundo.

Te dirá que es así como se hace en Hogwarts —gruñó Hagrid—. ¡Escribir unas líneas! ¿Y a quién le serviría eso? Haréis algo que sea útil, o sino os iréis. Si crees que tu padre prefiere que te expulsen, entonces vuelve al castillo y coge tus cosas. ¡Vete!

—Bien dicho, Hagrid—celebró Charlie con vehemencia.

—Aunque dudo que el viejo Lucius le de la razón a Hagrid—gruñó Bill—. Seguro hubiera ido a sobornar o presionar a todo el Consejo Escolar para que se haga su voluntad.

—No sabes cuanta razón tienes Bill—musitó Ron, lo que generó varias miradas llenas de inquietud. El pelirrojo recordaba con cierta frustración las horas pasadas en la biblioteca durante su tercer año buscando información para el juicio a Buckbeak, pero al final la infuencia de Lucius Malfoy había valido mas que los argumentos…

Malfoy no se movió. Miró con ira a Hagrid, pero luego bajó la mirada.

Bien, entonces —dijo Hagrid—. Escuchad con cuidado, porque lo que vamos a hacer esta noche es peligroso y no quiero que ninguno se arriesgue. Seguidme por aquí, un momento.

Los condujo hasta el límite del bosque. Levantando su farol, señaló hacia un estrecho sendero de tierra, que desaparecía entre los espesos árboles negros. Una suave brisa les levantó el cabello, mientras miraban en dirección al bosque.

Mirad allí —dijo Hagrid—. ¿Veis eso que brilla en la tierra? ¿Eso plateado? Es sangre de unicornio.

Muchos en la sala ahogaron un grito o se cubrieron la boca, horrorizados. Algunos parecían repentinamente al borde del llanto, sobre todo Luna y Charlie que amaban a los animales.

—Pobrecito…—se lamentó la rubia. Neville le pasó un brazo por los hombros, consolándola.

—Quien haya sido no merece el perdón de nadie—gruñó Charlie temblando de rabia con los puños cerrados. Bill lo miró preocupado; hacía tiempo que no veía a su hermano menor así de furioso.

Hay por aquí un unicornio que ha sido malherido por alguien. Es la segunda vez en una semana. Encontré uno muerto el último miércoles. (Luna y Charlie cerraron los ojos con aflicción.) Vamos a tratar de encontrar a ese pobrecito herido. Tal vez tengamos que evitar que siga sufriendo.

—¿No provocaría eso una maldición en el que lo hace?—preguntó Percy conmovido pero intrigado pese a todo.

—No creo—respondió Charlie con voz tomada—. No si la intención es librar al unicornio del sufrimiento. Pero espero nunca tener que hacerlo—finalizó reprimiendo un escalofrío.

¿Y qué sucede si el que hirió al unicornio nos encuentra a nosotros primero? —dijo Malfoy, incapaz de ocultar el miedo de su voz.

No hay ningún ser en el bosque que os pueda herir si estáis conmigo o con Fang —dijo Hagrid—. Y seguid el sendero. Ahora vamos a dividirnos en dos equipos y seguiremos la huella en distintas direcciones.

—¡Oh, Merlín! ¡No!—se lamentó Molly casi con desesperación. Tenía que hacer un esfuerzo enorme para controlarse, aún sabiendo que los chicos estaban bien.

Hay sangre por todo el lugar, debieron herirlo ayer por la noche, por lo menos.

Yo quiero ir con Fang —dijo rápidamente Malfoy, mirando los largos colmillos del perro.

Muy bien, pero te informo de que es un cobarde —dijo Hagrid—.

—¡¿Y entonces para qué lo lleva?!—volvió a chillar Molly histérica, asustando a todos.

Entonces yo, Harry y Hermione iremos por un lado y Draco, Neville y Fang, por el otro.

—¡Ay, no puede ser!—rezongó Ginny palmeándose la frente—. Me compadezco de ti, amigo—le dijo a Neville.

—Y que lo digas—gruñó este frunciendo el ceño—. Ese imbécil no paraba de hacerme las cosas difíciles.

Si alguno encuentra al unicornio, debe enviar chispas verdes, ¿de acuerdo? Sacad vuestras varitas y practicad ahora... está bien... Y si alguno tiene problemas, las chispas serán rojas y nos reuniremos todos... así que tened cuidado... en marcha.

El bosque estaba oscuro y silencioso. Después de andar un poco, vieron que el sendero se bifurcaba. Harry, Hermione y Hagrid fueron hacia la izquierda y Malfoy, Neville y Fang se dirigieron a la derecha.

—Por favor, que nada les pase…—comenzó a murmurar Molly con Arthur intentando tranquilizarla.

Anduvieron en silencio, con la vista clavada en el suelo. De vez en cuando, un rayo de luna a través de las ramas iluminaba una mancha de sangre azul plateada entre las hojas caídas.

Harry vio que Hagrid parecía muy preocupado.

¿Podría ser un hombre lobo el que mata los unicornios? —preguntó Harry

No son bastante rápidos —dijo Hagrid—. No es tan fácil cazar un unicornio, son criaturas poderosamente mágicas. Nunca había oído que hubieran hecho daño a ninguno.

—Sólo una criatura o mago muy poderoso y maligno puede hacerlo—comentó Charlie casi inconscientemente.

—No es el momento, Charles—lo regañó su padre mirando a su esposa, quien se había vuelto de un tono muy pálido al escucharlo.

Pasaron por un tocón con musgo. Harry podía oír el agua que corría: debía de haber un arroyo cerca. Todavía había manchas de sangre de unicornio en el serpenteante sendero.

¿Estás bien, Hermione? —susurró Hagrid—. No te preocupes, no puede estar muy lejos si está tan malherido, y entonces podremos... ¡PONEOS DETRÁS DE ESE ÁRBOL!

—¡OH, NO!—exclamaron todos en la sala, pero Hermione continuó rápidamente antes de que entraran en pánico.

Hagrid cogió a Harry y Hermione y los arrastró fuera del sendero, detrás de un grueso roble. Sacó una flecha, la puso en su ballesta y la levantó, lista para disparar. Los tres escucharon. Alguien se deslizaba sobre las hojas secas. Parecía como una capa que se arrastrara por el suelo. Hagrid miraba hacia el sendero oscuro pero, después de unos pocos segundos, el sonido se alejó.

—Voldemort…—susurró Harry inaudiblemente.

Lo sabía —murmuró—. Aquí hay alguien que no debería estar.

¿Un hombre lobo? —sugirió Harry.

—Peor. Mucho peor—volvió a murmurar Harry. Esta vez Ginny lo escuchó y lo tomó de la mano, en parte para tranquilizarlo y en parte para tranquilizarse ella misma.

Eso no era un hombre lobo, ni tampoco un unicornio —dijo Hagrid con gesto sombrío—. Bien, seguidme, pero tened cuidado.

Anduvieron más lentamente, atentos a cualquier ruido. De pronto, en un claro un poco más adelante, algo se movió visiblemente.

—Oh, Merlín…—volvió a gemir Molly. Este sufrimiento no parecía tener fin.

¿Quién está ahí? —gritó Hagrid—. ¡Déjese ver... estoy armado!

Y apareció en el claro... ¿era un hombre o un caballo?

—¡Un centauro!—exclamaron varios con alivio, pero otros como Arthur y Charlie no estaban tan tranquilos. No todos los centauros eran tolerantes con los humanos, y muchos podían ser desagradables con aquellos que entraban en sus dominios…

De la cintura para arriba, un hombre, con pelo y barba rojizos, pero por debajo, el cuerpo de pelaje zaino de un caballo, con una cola larga y rojiza. Harry y Hermione se quedaron boquiabiertos.

—Suele pasar—rió George, recordando la vez en que Firenze apareció en el Vestíbulo del colegio.

Oh, eres tú, Ronan —dijo aliviado Hagrid—. ¿Cómo estás?

Se acercó y estrechó la mano del centauro.

Que tengas buenas noches, Hagrid —dijo Ronan. Tenía una voz profunda y acongojada—. ¿Ibas a dispararme?

Nunca se es demasiado cuidadoso —dijo Hagrid, tocando su ballesta—. Hay alguien muy malvado, perdido en este bosque. Ah, éste es Harry Potter y ella es Hermione Granger. Ambos son alumnos del colegio. Y él es Ronan. Es un centauro.

Nos hemos dado cuenta —dijo débilmente Hermione.

Buenas noches —los saludó Ronan—.

—Al menos es amable—suspiró Arthur algo más tranquilo.

¿Estudiantes, no? ¿Y aprendéis mucho en el colegio?

Eh...

Un poquito —dijo con timidez Hermione.

Un poquito. Bueno, eso es algo. —Ronan suspiró. Torció la cabeza y miró hacia el cielo—. Esta noche, Marte está brillante.

—Típico de un centauro—resopló Ron.

—Son muy sabios—le reprochó Hermione—. Podríamos aprender mucho de ellos.

Ron revoleó los ojos. —No significa que la mitad de las cosas que digan no tengan el menor sentido.

—Recuerdo que Firenze dijo lo mismo en nuestro quinto año—acotó Harry antes de que Hermione pudiera replicar—. Fue nuestro profesor de Adivinación ese año, cuando Umbdrige despidió a Trelawney—aclaró, cuando varios se mostraron confundidos—. Dijo que Marte era el rey de la guerra y que…—hizo un esfuerzo por recordar detalles de esa clase en particular—… y que brillaba muy intensamente desde el final de la primera guerra contra Voldemort…

—Lo que significaba que la guerra no había concluido realmente—finalizó Luna interviniendo por primera vez en mucho tiempo. Estaba muy tranquila desde inicios del capítulo, pero este detalle en particular llamó su atención—. Si hubiéramos escuchado a los centauros, hubiéramos podido prevenir la segunda—finalizó con tristeza dejando a todos asombrados.

—Es cierto Luna—dijo Arthur finalmente—. Yo también creo que hubiera sido todo más sencillo si hubiéramos sabido escucharnos entre todos nosotros. No hubiéramos tenido que sufrir tanto—añadió con pesadumbre pensando en Fred.

Todos sin excepción guardaron un minuto de silencio recordando con tristeza la última guerra y a todos los seres queridos que perdieron en ella.

Fleur por su parte acarició su vientre, pensando en la vida que estaba gestando dentro del mismo. Si de ella dependiera, pensó con resolución, lucharía junto con Bill por un futuro en paz para los hijos que habrían de traer al mundo. Tal y como lo hizo su amiga Tonks…

Ajá —dijo Hagrid, lanzándole una mirada—. Escucha, me alegro de haberte encontrado, Ronan, porque hay un unicornio herido. ¿Has visto algo?

Ronan no respondió de inmediato. Se quedó con la mirada clavada en el cielo, sin pestañear, y suspiró otra vez.

Siempre los inocentes son las primeras víctimas —dijo—. Ha sido así durante los siglos pasados y lo es ahora.

—Sin duda—dijo Harry pensando en Bertha Jorkins, el viejo muggle Frank Bryce y, más que en nadie, en Cedric Diggory.

Sí —dijo Hagrid—. Pero ¿has visto algo, Ronan? ¿Algo desacostumbrado?

Marte brilla mucho esta noche —repitió Ronan, mientras Hagrid lo miraba con impaciencia—. Está inusualmente brillante.

Sí, claro, pero yo me refería a algo inusual que esté un poco más cerca de nosotros —dijo Hagrid—. Entonces ¿no has visto nada extraño?

Otra vez, Ronan se tomó su tiempo para contestar. Hasta que, finalmente, dijo:

El bosque esconde muchos secretos.

Ron volvió a revolear los ojos pero para evitar una discusión prefirió no decir nada.

Un movimiento en los árboles detrás de Ronan hizo que Hagrid levantara de nuevo su ballesta, pero era sólo un segundo centauro, de cabello y cuerpo negro y con aspecto más salvaje que Ronan.

Hola, Bane —saludó Hagrid—. ¿Qué tal?

Harry frunció el ceño ante la mención del centauro que no le caía tan bien como el resto.

Buenas noches, Hagrid, espero que estés bien.

Sí, gracias. Mira, le estaba preguntando a Ronan si había visto algo extraño últimamente. Han herido a un unicornio. ¿Sabes algo sobre eso?

Bane se acercó a Ronan. Miró hacia el cielo.

Esta noche Marte brilla mucho —dijo simplemente.

—No lo había notado. Gracias—se mofó George.

Eso dicen —dijo Hagrid de malhumor—. Bueno, si alguno ve algo, me avisáis, ¿de acuerdo? Bueno, nosotros nos vamos.

Harry y Hermione lo siguieron, saliendo del claro y mirando por encima del hombro a Ronan y Bane, hasta que los árboles los taparon.

Nunca —dijo irritado Hagrid— tratéis de obtener una respuesta directa de un centauro. Son unos malditos astrólogos. No se interesan por nada más cercano que la luna.

¿Y hay muchos de ellos aquí? —preguntó Hermione.

Oh, unos pocos más... Se mantienen apartados la mayor parte del tiempo, pero siempre aparecen si quiero hablar con ellos. Los centauros tienen una mente profunda... saben cosas... pero no dicen mucho.

¿Crees que era un centauro el que oímos antes? —dijo Harry.

¿Te pareció que era ruido de cascos? No, en mi opinión, eso era lo que está matando a los unicornios... Nunca he oído algo así.

Pasaron a través de los árboles oscuros y tupidos. Harry seguía mirando por encima de su hombro, con nerviosismo. Tenía la desagradable sensación de que los vigilaban. Estaba muy contento de que Hagrid y su ballesta fueran con ellos. Acababan de pasar una curva en el sendero cuando Hermione se aferró al brazo de Hagrid.

¡Hagrid! ¡Mira! ¡Chispas rojas, los otros tienen problemas!

Nuevamente varios se llevaron las manos a la cara, horrorizados. Sin embargo, les sorprendió mucho el gruñido de Neville y los gestos exasperados de Harry y Hermione. Ron los miró con la ceja arqueada pero Hermione continuó la lectura en un tono gélido.

¡Vosotros esperad aquí! —gritó Hagrid—. ¡Quedaos en el sendero, volveré a buscaros!

Lo oyeron alejarse y se miraron uno al otro, muy asustados, hasta que ya no oyeron más que las hojas que se movían alrededor.

¿Crees que les habrá pasado algo? —susurró Hermione.

No me importará si le ha pasado algo a Malfoy, pero si le sucede algo a Neville... está aquí por nuestra culpa.

—Gracias Harry—comentó Neville—, pero realmente no había nada de que preocuparse, ¿no?—preguntó irónicamente, dejando aún mas sorprendido a los demás.

Los minutos pasaban lentamente. Les parecía que sus oídos eran más agudos que nunca. Harry detectaba cada ráfaga de viento, cada ramita que se rompía. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Dónde estaban los otros?

Por fin, un ruido de pisadas crujientes les anunció el regreso de Hagrid. Malfoy, Neville y Fang estaban con él. Hagrid estaba furioso. Malfoy se había escondido detrás de Neville y, en broma, lo había cogido. Neville se aterró y envió las chispas.

Antes de que Hermione terminara la frase, varios ya estaban haciendo gestos ruidosos de irritación y exasperación.

—¡Ese pequeño imbécil!—gruñó Bill nuevamente asqueado por el comportamiento de Malfoy.

—¿Qué se puede esperar de un hurón como él?—gruñó Angelina cruzándose de brazos.

—Sólo demuestra lo muy infantil que es y el daño que hizo Lucius con él—razonó Arthur con el ceño fruncido.

Vamos a necesitar mucha suerte para encontrar algo, después del alboroto que habéis hecho. Bueno, ahora voy a cambiar los grupos... Neville, tú te quedas conmigo y Hermione. Harry, tú vas con Fang y este idiota. Lo siento —añadió en un susurro dirigiéndose a Harry— pero a él le va a costar mucho asustarte y tenemos que terminar con esto.

—Sin duda—rió Neville nerviosamente—. Nunca fui tan valiente como Harry.

—Sólo hasta que empezaste a confiar más en ti mismo—replicó Harry mirándolo directamente a los ojos—, y entonces el valor se convirtió en algo muy natural de tu parte.

Neville se sonrojó por el cumplido pero sonrió al igual que el resto y musitó un "gracias". Harry también sonrió pero de satisfacción.

Así que Harry se internó en el corazón del bosque, con Malfoy y Fang. Anduvieron cerca de media hora, internándose cada vez más profundamente, hasta que el sendero se volvió casi imposible de seguir, porque los árboles eran muy gruesos. Harry pensó que la sangre también parecía más espesa.

Esto provocó nuevamente que todos se tensaran.

Había manchas en las raíces de los árboles, como si la pobre criatura se hubiera arrastrado en su dolor. Harry pudo ver un claro, más adelante, a través de las enmarañadas ramas de un viejo roble.

Mira... —murmuró, levantando un brazo para detener a Malfoy

Algo de un blanco brillante relucía en la tierra.

Charlie abrió los ojos como platos, preparándose para lo peor…

Se acercaron más.

Sí, era el unicornio y estaba muerto.

Se oyó un grito apagado aunque lleno de rabia y angustia, que a todos sorprendió descubrir que provenía de Charlie. El segundo hermano Weasley se había cubierto la cara con las manos y bufaba furioso detrás de sus dedos. Sin embargo, todos los demás compartían con Charlie la tristeza por lo ocurrido con la pobre e inocente criatura, sobre todo Luna y Fleur quienes habían comenzado a lagrimear.

Harry nunca había visto nada tan hermoso y tan triste. Sus largas patas delgadas estaban dobladas en ángulos extraños por su caída y su melena color blanco perla se desparramaba sobre las hojas oscuras.

Pese a su inmensa rabia y frustración, Charlie no pudo evitar maravillarse por la belleza de lo descrito. Aún en su peor estado, el unicornio debía contarse entre las criaturas más hermosas de la Tierra, y Harry había tenido el extraño privilegio de ver uno muerto… lo cual era increíble desde un grotesco punto de vista.

Harry había dado un paso hacia el unicornio, cuando un sonido de algo que se deslizaba lo hizo congelarse en donde estaba.

Nuevamente todos se tensaron en la sala. Molly se frotaba las manos frenéticamente.

Un arbusto que estaba en el borde del claro se agitó... Entonces, de entre las sombras, una figura encapuchada se acercó gateando, como una bestia al acecho.

—Oh, Merlín…—comenzó a gimotear la matriarca Weasley.

—¿Qué diablos es ESO?—no pudo evitar preguntar Bill con los ojos muy abiertos.

—Debe ser un lethifold—razonó Charlie recordando sus estudios en Criaturas Mágicas, sin notar que Molly lo miraba ceñuda.

—Ahora no es el momento, chicos—intervino Arthur nuevamente, notando la expresión de su esposa.

Harry, Malfoy y Fang permanecieron paralizados. La figura encapuchada llegó hasta el unicornio, bajó la cabeza sobre la herida del animal y comenzó a beber su sangre.

¡AAAAAAAAAAAAAH!

Varios se sobresaltaron por el grito terrible de Hermione, pero esta no cesó en su lectura. Estaba aterrada ella también y quería acabar lo antes posible con esta parte del capítulo.

Malfoy dejó escapar un terrible grito y huyó... lo mismo que Fang.

—¿Huyó?—preguntó Ron indignado.

Harry se encogió de hombros. —No esperes que alguien sea lo bastante valiente para quedarse y enfrentarse a eso.

—Tú sí te quedaste—puntualizó Neville.

Harry se sonrojó. —Estaba muerto de miedo, no podía ni moverme.

La figura encapuchada levantó la cabeza y miró directamente a Harry. La sangre del unicornio le chorreaba por el pecho. Se puso de pie y se acercó rápidamente hacia él... Harry estaba paralizado de miedo.

Harry miró significativamente a los dos chicos, quienes pese al miedo rodearon los ojos.

Entonces, un dolor le perforó la cabeza, algo que nunca había sentido, como si la cicatriz estuviera incendiándose.

De ser posible, el terror general pareció incrementarse, y algunos comenzaron a agitarse.

—Oh, no… no, no puede ser…

—No… él no… por favor, no…

Qui-Quién-Tú-Sábes

—Es élEl-Que-No-Debe-Ser-Nombrado

Harry cerró los ojos, algo resignado. Evidentemente era mucho pedir que en estas situaciones el miedo al nombre de Voldemort haya sido superado, mucho menos el miedo a su recuerdo…

Casi sin poder ver, retrocedió. Oyó cascos galopando a sus espaldas, y algo saltó limpiamente y atacó a la figura.

Y rápidamente, el pánico cedió a la sorpresa y a un atisbo de alivio.

—Un centauro…—alcanzó a decir Angelina con voz apagada.

—Supongo que hasta ellos tenían sus problemas con Quie… V-Voldemort—tartamudeó George—. Perdón.

El dolor de cabeza era tan fuerte que Harry cayó de rodillas. Pasaron unos minutos antes de que se calmara. Cuando levantó la vista, la figura se había ido. Un centauro estaba ante él. No era ni Ronan ni Bane: éste parecía más joven, tenía cabello rubio muy claro, cuerpo pardo y cola blanca.

—¡Firenze!—exclamaron George, Angelina y Luna sorprendidos, y el resto también se sorprendió al oir el nombre.

Harry rió nervioso. —Sí, es él. Me salvó de Voldemort.

—Gracias a Merlín—suspiraron Molly y Hermione al unísono.

¿Estás bien? —dijo el centauro, ayudándolo a ponerse de pie.

Sí... gracias... ¿qué ha sido eso?

El centauro no contestó. Tenía ojos asombrosamente azules, como pálidos zafiros. Observó a Harry con cuidado, fijando la mirada en la cicatriz que se veía amoratada en la frente de Harry.

El pelinegro se frotó inconscientemente la vieja cicatriz, pese a que ya no le dolía desde hacía más de un año. Realmente ese era una parte de su pasado que no extrañaba…

Tú eres el chico Potter —dijo—. Es mejor que regreses con Hagrid. El bosque no es seguro en esta época en especial para ti. ¿Puedes cabalgar? Así será más rápido... Mi nombre es Firenze —añadió, mientras bajaba sus patas delanteras, para que Harry pudiera montar en su lomo.

—Wow…—se oyó murmurar a varios en la sala, los hermanos Weasley más fuertemente que el resto.

—Apuesto que eso no les habrá gustado para nada a los otros centauros—rió George débilmente, apenas saliendo de su asombro.

—Y que lo digas—contestó Harry seriamente. Charlie asintió igual de serio.

Del otro lado del claro llegó un súbito ruido de cascos al galope. Ronan y Bane aparecieron velozmente entre los árboles, resoplando y con los flancos sudados.

¡Firenze! —rugió Bane—. ¿Qué estás haciendo? ¡Tienes un humano sobre el lomo! ¿No te da vergüenza? ¿Es que eres una mula ordinaria?

—¡Ja! ¿Qué les dije?

—Nadie dijo lo contrario, George.

—Cállate, Weatherby.

¿Te das cuenta de quién es? —dijo Firenze—. Es el chico Potter. Mientras más rápido se vaya del bosque, mejor.

—Me gusta este centauro—señaló Molly casi roja del alivio—. Tiene mas sentido común que el resto.

¿Qué le has estado diciendo? —gruñó Bane—. Recuerda, Firenze, juramos no oponernos a los cielos. ¿No has leído en el movimiento de los planetas lo que sucederá?

—Al diablo con los planetas—gruñó Ron—. ¡Harry estaba en peligro! ¿Qué es más importante para ellos?

—Es mucho mas profundo, Ron—suspiró Hermione—. Hay que entender su forma de pensar. No digo que Firenze haya hecho mal en salvar a Harry—aclaró cuando su novio la miró con los ojos muy abiertos—, pero quizás los mas conservadores de su especie creían que habiendo actuado así habían violado un tabú muy poderoso para ellos.

—¡Pero hablamos de salvar una vida!—replicó Ron no muy convencido con el argumento de su novia—. ¿No estaría justificado aquí el romper esa costumbre?

—Es difícil de entender, Ron—explicó Bill, enderezándose—. Lo ves sobre todo también con los goblins. Son sociedades muy cerradas y por eso mismo bastante supersticiosas. También por eso al mismo tiempo no confían en nosotros y no buscan meterse en nuestros asuntos—añadió con algo de amargura.

—Eso en parte es culpa nuestra—acotó Arthur con pesar—. Nos hemos acostumbrado a menospreciar a nuestros iguales sin pensar que en algún momento nos llegaría el tiempo de saldar cuentas con ellos.

—A eso iba, padre—lo tranquilizó Bill—. Justamente porque no intentamos entenderlos verdaderamente en su forma de pensar es la razón por la que fracasamos en estrechar lazos con ellos.

—Es similar con los elfos domésticos—intervino Hermione—. Ellos sostienen que su objetivo en la vida es servir a los humanos, pero al mismo tiempo tienen sentimientos y una inteligencia similares a las de otros seres mágicos como los goblins, los centauros, ¡y hasta nosotros!—añadió con vehemencia mirando alrededor esperando a que alguien la contradiga, pero nadie podía negar tal lógica.

—Pero volviendo a lo de los centauros y los planetas—inquirió Ron impacientemente—, ¿por qué Firenze sí ayudó a Harry si su sociedad pensaba que así violaba un tabú?

—Por la misma razón que Dobby era un elfo doméstico que amaba la libertad—respondió Hermione, mirando de soslayo a Harry—. En toda sociedad hay individuos que no se sienten cómodos siguiendo la norma, y son los primeros en romper los tabúes e imaginar otra forma de ver el mundo.

Nadie dijo nada por unos segundos mientras pensaban en lo que habían reflexionado en esta última conversación, Harry internamente recordando con tristeza a Dobby y en cuánto había molestado a sus congéneres por haber pensado distinto a todos ellos.

Ronan dio una patada en el suelo con nerviosismo.

Estoy seguro de que Firenze pensó que estaba obrando lo mejor posible —dijo, con voz sombría.

También Bane dio una patada, enfadado.

¡Lo mejor posible! ¿Qué tiene eso que ver con nosotros? ¡Los centauros debemos ocuparnos de lo que está vaticinado! ¡No es asunto nuestro el andar como burros buscando humanos extraviados en nuestro bosque!

—A esto es a lo que me refería—señaló Hermione, levantando la vista en dirección a Ron—. Algunos como Ronan pueden tolerar las diferencias con cierta reticencia, pero otros como Bane simplemente no pueden entenderlo. Son demasiado conservadores—explicó, frunciendo un poco el entrecejo cuando Ron hizo un gesto de indiferencia.

—Sigo pensando que es estúpido obedecer lo que dicen un montón de planetas—sentenció sin mucha importancia, y nadie tuvo la paciencia de responderle.

De pronto, Firenze levantó las patas con furia y Harry tuvo que aferrarse para no caer.

¿No has visto ese unicornio? —preguntó Firenze a Bane—. ¿No comprendes por qué lo mataron? ¿O los planetas no te han dejado saber ese secreto? Yo me lanzaré contra el que está al acecho en este bosque, con humanos sobre mi lomo si tengo que hacerlo.

—Bien dicho Firenze—dijeron George y Molly con vehemencia. A ella tampoco le importaba demasiado lo que los planetas decían. Después de todo, al final los centauros terminaron involucrándose cuando hubo que dar batalla en Hogwarts.

Y Firenze partió rápidamente, con Harry sujetándose lo mejor que podía, y dejó atrás a Ronan y Bane, que se internaron entre los árboles.

Harry no entendía lo sucedido.

¿Por qué Bane está tan enfadado? —preguntó—. Y a propósito, ¿qué era esa cosa de la que me salvaste?

Varios reprimieron un escalofrío, pensando que esa cosa era quizás el ser más peligroso del mundo por entonces…

Firenze redujo el paso y previno a Harry que tuviera la cabeza agachada, a causa de las ramas, pero no contestó. Siguieron andando entre los árboles y en silencio, durante tanto tiempo que Harry creyó que Firenze no volvería a hablarle. Sin embargo, cuando llegaron a un lugar particularmente tupido, Firenze se detuvo.

Harry Potter, ¿sabes para qué se utiliza la sangre de unicornio?

Nuevamente varios reprimieron un escalofrío.

—Para extender la vida de quien la bebe… a cambio de una maldición de por vida—musitó Bill sonriendo con amargura—. Quizás eso fue lo que lo llevó a Voldemort a perder al final.

—Los muggles llaman a eso karma—dijo Harry también con un dejo de amargura.

—¿Karma?—preguntaron varios confundidos, pero Percy parecía mas bien sorprendido.

Hermione lo miró con curiosidad antes de responder: —Básicamente significa que aquello que hacemos en la vida, tanto lo bueno como lo malo, esta fuerza misteriosa conocida como "karma"—dijo esta palabra dibujando unas comillas en el aire—se encarga de retribuírnoslo en su justa medida: lo bueno con lo bueno, y lo malo con lo malo—finalizó con un dejo de burla, dejando muy en claro que no era algo en lo que ella creyera.

—Los magos de la India también me hablaron de eso, al menos cuando interactué con ellos en mi tiempo en el Departamento de Cooperación Mágica Internacional—señaló Percy con seriedad, lo que dejó a Hermione anonadada—. Tengo entendido que hasta lo estudian con mucho interés. Es una rama de la magia muy compleja y misteriosa…

—Oh…—alcanzó a decir Hermione. ¿Quién lo diría? ¿Qué otras cosas de la magia podría aprender en otros países?, pensó muerta de curiosidad. Debería en alguna ocasión visitar esos lugares, o en su defecto leer más sobre el tema… si le daba pocas vueltas al asunto, todo eso le sonaba demasiado a Adivinación, y ella ya había llegado a la conclusión de que no era una rama de la magia muy fiable… pero si otras culturas también atendían a esas cuestiones, entonces no debería descartarlas de plano…

—¿Hermione?

La voz de su novio la sacó de sus cavilaciones, y entonces descubrió que todos la miraban entre expectantes y divertidos. Se sonrojó antes de darse cuenta de que ella era quien tenía que seguir leyendo, por lo que se apresuró en seguir.

No —dijo Harry, asombrado por la extraña pregunta—. En la clase de Pociones solamente utilizamos los cuernos y el pelo de la cola de unicornio.

Eso es porque matar un unicornio es algo monstruoso —dijo Firenze—. Sólo alguien que no tenga nada que perder y todo para ganar puede cometer semejante crimen. La sangre de unicornio te mantiene con vida, incluso si estás al borde de la muerte, pero a un precio terrible. Si uno mata algo puro e indefenso para salvarse a sí mismo, conseguirá media vida, una vida maldita, desde el momento en que la sangre toque sus labios.

—¿Qué clase de maldición es esa?—preguntó Ron anonadado, mirando mas que nada a sus dos hermanos mas grandes.

—No lo se, Ron—confesó Charlie con media sonrisa—. Pese a saber mucho sobre criaturas mágicas, todo lo que concierne a la sangre de los unicornios es un misterio.

Bill por su parte negó con la cabeza. —Yo tampoco sabría decirte, Ron. Entre los que nos dedicamos a romper maldiciones, sólo sabemos que este es un aspecto muy oscuro que tratar—. Se estremeció al decir esto. —De cualquier manera—continuó con una sonrisa algo malévola—, no nos interesa realmente averiguar como levantar esa maldición. Eso es—aclaró ante la mirada algo temerosa de varios de los presentes por su extraña expresión sádica, acentuada por sus feroces cicatrices y la sombra del lobo—porque existe el consenso tácito entre nosotros de que quien haya sufrido ese tipo de maldición, merece lo que le pasó por haber bebido de la sangre de la pobre criatura.

Nadie se atrevió a replicar, puesto que en cierto punto compartían lo que había dicho Bill. Ron por otro lado casi se arrepentía de haber preguntado al ver la expresión en el rostro de su hermano mayor.

Harry clavó la mirada en la nuca de Firenze, que parecía de plata a la luz de la luna.

Pero ¿quién estaría tan desesperado? —se preguntó en voz alta—. Si te van a maldecir para siempre, la muerte es mejor, ¿no?

Dumbledore pensaba igual, recordó Harry mentalmente. Sabía que el miedo más grande de Voldemort era morir, y por eso buscaba alargar su vida lo máximo posible.

Es así —dijo Firenze— a menos que lo único que necesites sea mantenerte vivo el tiempo suficiente para beber algo más, algo que te devuelva toda tu fuerza y poder, algo que haga que nunca mueras. ¿Harry Potter, sabes qué está escondido en el colegio en este preciso momento?

¡La Piedra Filosofal! ¡Por supuesto... el Elixir de Vida! Pero no entiendo quién...

¿No puedes pensar en nadie que haya esperado muchos años para regresar al poder, que esté aferrado a la vida, esperando su oportunidad?

—Qué inocentes éramos…—se volvió a lamentar Harry en voz alta.

—No te castigues, Harry—lo consoló Arthur—. Nadie quería aceptar que V-Voldemort podía regresar—. Todos asintieron de acuerdo con él, aunque Percy lo hacía con el ceño fruncido, aún con la culpa de haber dudado de su familia en este aspecto cuando llegó el momento de decidir.

Fue como si un puño de hierro cayera súbitamente sobre la cabeza de Harry. Por encima del ruido del follaje, le pareció oír una vez más lo que Hagrid le había dicho la noche en que se conocieron: «Algunos dicen que murió. En mi opinión, son tonterías. No creo que le quede lo suficiente de humano como para morir».

¿Quieres decir —dijo con voz ronca Harry— que era Vol...?

¡Harry! Harry, ¿estás bien?

Hermione corría hacia ellos por el sendero, con Hagrid resoplando detrás.

Nuevamente se oyeron suspiros de alivio, aunque técnicamente Harry ya estaba a salvo.

Estoy bien —dijo Harry, casi sin saber lo que contestaba—. El unicornio está muerto, Hagrid, está en ese claro de atrás.

Aquí es donde te dejo —murmuró Firenze, mientras Hagrid corría a examinar al unicornio—. Ya estás a salvo.

Harry se deslizó de su lomo.

Buena suerte, Harry Potter —dijo Firenze—. Los planetas ya se han leído antes equivocadamente, hasta por centauros. Espero que ésta sea una de esas veces.

—Por suerte este fue uno de esos casos—musitó Harry seriamente.

Se volvió y se internó en lo más profundo del bosque, dejando a Harry temblando.

Ron se había quedado dormido en la oscuridad de la sala común, esperando a que volvieran. Cuando Harry lo sacudió para despertarlo, gritó algo sobre una falta en quidditch.

Esto ayudó a disminuir la tensión en la sala y provocó una carcajada entre los más jóvenes. Ron gruñó algo inentendible con las orejas muy coloradas.

Sin embargo, en unos segundos estaba con los ojos muy abiertos, mientras Harry les contaba, a él y a Hermione, lo que había sucedido en el bosque.

Harry no podía sentarse. Se paseaba de un lado al otro, ante la chimenea. Todavía temblaba.

Snape quiere la piedra para Voldemort... y Voldemort está esperando en el bosque... ¡Y todo el tiempo pensábamos que Snape sólo quería ser rico!

—Por alguna razón—dijo George tentativamente, mirando de soslayo a Harry—, ya no estoy tan seguro de que sea Snape quien haya estado ayudando a Voldemort.

George también había empezado a recordar algunos detalles que había olvidado de ese año en Hogwarts.

—Pues entonces, ¿quién?—inquirió Charlie, y al ver la expresión en el rostro de Harry, se apresuró a aclarar: —Sólo estoy diciendo que parece el indicado, por lo que viene sucediendo en el libro.

Harry suspiró. —Lo se, Charlie. Es sólo que en el libro se ve todo desde una perspectiva más inocente. Tengan paciencia, ya se descubrirá al cómplice de Voldemort.

¡Deja de decir el nombre! —dijo Ron, en un aterrorizado susurro, como si pensara que Voldemort pudiera oírlos.

Harry no lo escuchó.

Firenze me salvó, pero no debía haberlo hecho... Bane estaba furioso... Hablaba de interferir en lo que los planetas dicen que sucederá... Deben decir que Voldemort ha vuelto... Bane piensa que Firenze debió dejar que Voldemort me matara. Supongo que eso también está escrito en las estrellas.

¿Quieres dejar de repetir el nombre? —dijo Ron.

—Aún tengo problemas con eso—confesó Ron, aún con las orejas rojas.

Así que lo único que tengo que hacer es esperar que Snape robe la Piedra—continuó febrilmente Harry—. Entonces Voldemort podrá venir y terminar conmigo... Bueno, supongo que Bane estará contento.

Hermione parecía muy asustada, pero tuvo una palabra de consuelo.

Harry, todos dicen que Dumbledore es al único al que Quien-tú-sabes siempre ha temido.

—Nunca entendí, Hermione—dijo Harry y la susodicha levantó la vista en su dirección—el por qué de que no dijeras el nombre de Voldemort desde el principio y solo lo llamaras "Quién-tú-sabes". Tu siendo hija de muggles no deberías haber heredado el miedo al nombre.

Hermione frunció el entrecejo, sopesando la pregunta. —Tiene que ver con mi forma de adaptarme al mundo mágico. Yo quería ser parte de él desde el inicio, por lo que inevitablemente tomé muchas costumbres de mis compañeros magos, incluso los miedos—añadió en tono de disculpas, pero Harry no la iba a culpar por eso.

—No es fácil encajar a la perfección en un mundo totalmente nuevo para uno—suspiró el pelinegro.

Con Dumbledore por aquí, Quien-tú-sabes no te tocará. De todos modos, ¿quién puede decir que los centauros tienen razón? A mí me parecen adivinos y la profesora McGonagall dice que ésa es una rama de la magia muy inexacta.

—Y eso que aún no había conocido a Trelawney—le "susurró" Ron a Harry. Hermione bufó impaciente, mientras los más jóvenes se reían.

El cielo ya estaba claro cuando terminaron de hablar.

—Oh, Merlín—volvió a lamentarse Molly—. Les hará mal dormir poco…

Se fueron a la cama agotados, con las gargantas secas. Pero las sorpresas de aquella noche no habían terminado.

Cuando Harry abrió la cama encontró su capa invisible, cuidadosamente doblada. Tenía sujeta una nota:

Por las dudas.

—Me pregunto de quien será—pareció pensar George seriamente.

Angelina rodó los ojos. —Es obvio que es de Dumbledore.

George la miró con ojos muy abiertos, como si hubiera hecho un gran descubrimiento, pero al poco tiempo su expresión cedió y estalló en risas junto con varios en la sala.

—Aquí termina el capítulo—dijo finalmente Hermione marcando la hoja y cerrando el libro. Supiró abiertamente, extenuada por la intensidad del capítulo que acababan de leer. Y no era la única; varios en la sala se encontraban en diverso estado de agotamiento por el cúmulo de emociones vividas durante las últimas horas. Sin embargo, nadie quería realmente detener la lectura.

—Supongo que podemos leer un capítulo mas antes de cenar—sugirió Molly, mirando el reloj que marcaba casi las 18 hs.

Asintiendo al igual que todos, Percy tomó el libro y lo abrió donde lo dejó Hermione. Su gesto se ensombreció. Con tono de quien se prepara para lo peor, leyó con decisión el nombre del capítulo: —A través de la trampilla.