Epílogo

Siete meses después…

Abro la puerta abruptamente. Ni siquiera me acuerdo del día en que la puerta podía abrirse perfectamente bien y sin atascarse. Suspiro. Debería cambiarla, pero sin darme cuenta los días pasan y esa maldita puerta sigue ahí. Abriéndose y cerrándose mal.

Enciendo la luz del pasillo y la del salón. Está algo desordenado, pero ya lo recogeré todo el fin de semana. Ahora, en lo único que puedo pensar es en descansar.

Enciendo la televisión y me siento en el sofá. Están dando las noticias. Absorta en la pantalla, me quito los zapatos de tacón. Dejo escapar una bocanada de aire, a la vez que cierro los ojos. Llevaba deseando toda la tarde quitarme los tacones. El placer puede llegar a ser igual de reconfortante que un buen orgasmo.

De repente algo en las noticias me llama la atención. Hablan sobre la detención de una mujer y un hombre.

- Esta mañana han atrapado a dos ladrones de joyas, quienes llevaban años huyendo de las autoridades. Hoy, por fin, serán encarcelados hasta el día del juicio, dónde se dictará la sentencia definitiva para ambos. Son dos hermanos llamados Kagura y Naraku Yoshiyama… - Naraku… ¿de qué me suena ese nombre? Abro los ojos de golpe. Ese hombre era una de los que atracaron la joyería donde trabajo. Es ese quien disparó a un rehén y quien intentó violarme si no fuese por… él. Sesshomaru. Miro de nuevo la televisión a la espera de si lo nombran. Pero después de un par de minutos cambian de tema a algo político. Suspiro tranquila. No le ha pasado nada malo. Bueno, al menos no lo han arrestado.

Han pasado más de siete meses y no he tenido noticias de él. Tampoco he podido olvidarlo. Soy una estúpida. Al principio soñaba que algún día nos encontraríamos de nuevo, pero ha pasado tanto tiempo, que ya lo veo por algo imposible.

¿Y él? ¿Se acordará de mí? ¿Pensará en mi tanto como yo pienso en él? Me encantaría saber la respuesta. Sonrío con amargura. Es tan, pero tan estúpido estar obsesionada con una persona que no conozco de nada… Nunca pensé que me pasaría algo como esto. Es imposible encariñarse de alguien con solo mirarle a los ojos.

Sus ojos. Madre mía. Eran tan preciosos y enigmáticos, que aún puedo recordarlos a la perfección. Incluso, alguna noche he soñado con ellos. Y con su varonil y grave voz. Se me pone la piel de gallina nada más con recordarlo.

El crujido de mi parquet resuena débilmente por la casa. Hay alguien dentro. ¿Otro ladrón? Por Dios, estoy cansada de ellos. Que me dejen en paz.

O… o quizás han sido paranoias mías. Habrá que averiguarlo.

Me doy cuenta que puedo ser la típica chica tonta de esas películas de miedo que, en vez de llamar a la policía o salir corriendo, van a ver si hay alguien en la casa. Con un par de huevos.

Miro en la cocina. Nada.

Miro en el pasillo. Nada.

Me planto en la puerta que da a mi habitación. Está cerrada. Ahora es cuando la abro y alguien se me tira encima, matándome a cuchillazos sin compasión. Sonrío y me rasco la nuca. Debería dejar de ver toda esa basura. Con la imaginación que tengo, no hace buena combinación.

Cojo una buena bocanada de aire. Tengo que reconocer que estoy un poco cagada. Es normal, ¿no? Vivo sola, es de noche, estoy en un barrio del que te puedes esperar cualquier cosa… Con un movimiento rápido, cojo el jarrón que tengo a mi derecha. Es un jarrón algo feo y muy antiguo, pero lo conservo porque era de mi abuela. Una de las pocas cosas que tengo de ella. Bueno… allá voy.

Abro con brusquedad la puerta. Está prácticamente a oscuras con solo la luz de la calle proyectando sombras en las paredes. Y, sin esperármelo, vislumbro una silueta. No puede ser. Tiene que ser una broma de mi imaginación. Con una mano temblorosa enciendo la luz, mientras que con la otra agarro con fuerza el jarrón preparada para lanzárselo a quien estuviera ahí. Toda la habitación se ilumina y yo me quedo sin aire.

Otra broma, ¿no?

- ¿Qué pensabas hacer con ese jarrón? – me da un espasmo por todo el cuerpo y noto como los pelos se me ponen de punta. Trago saliva costosamente y parpadeo un par de veces.

- Sesshomaru… - susurro con la voz entrecortada. Veo como se tensa e intensifica su mirada. Estoy a punto de derretirme. Debería estar prohibido mirar de esa forma.

No sé qué hacer. Me he quedado de piedra. Ni siquiera puedo pronunciar algo con sentido. Tengo la mente saturada.

He estado esperando este momento millones de veces. Tenía preparado lo que le iba a decir, como iba a actuar… y ahora todo se ha ido al retrete. Lo único que se me ocurre es dejar el jarrón en el suelo. Muevo un poco los dedos. Los tenía agarrotados de apretar tan fuerte el jarrón.

- ¿C-cómo… - carraspeo - ¿Cómo has entrado? – patético. ¿Solo se me ocurre decirle eso? A mí que más me da como haya entrado. Está ahí plantado delante de mí. ESO es lo que debería importarme.

- Es muy fácil escalar este edificio – me contesta sin darle más importancia de la que tiene.

- Pero si vivo en un cuarto – le susurro sorprendida. Y lo estoy. Vaya… no me había dado cuenta de que era tan fácil entrar en mi casa. Cualquier día me podría haber pasado algo grave. Eso, o este hombre era increíblemente increíble y le importo algo como para subir hasta un cuarto por la pared del edificio. Él no me contesta esta vez.

Nos quedamos en silencio. Quiero preguntarle a qué ha venido; qué hace aquí, pero es que simplemente no sé cómo abordarlo. No quiero parecer brusca ni interesada, aunque está claro que por supuesto estoy interesadísima por saber que hace aquí.

Le observo. ¿Está más guapo que la última vez o solo son imaginaciones mías? Dejo escapar un suspiro. Me acuerdo cuando estuvo a punto de besarme, lo cerca que estaban nuestros cuerpos, el rastro ardiente que dejó en mi mejilla y en mi labio cuando me tocó con sus dedos… Mi cuerpo necesita ese contacto otra vez. Lo necesito a él.

- Rin – el corazón me da un vuelco en el pecho. Pronuncia mi nombre de una manera que me deja sin aliento. Con la garganta seca y con más ganas de que siga llamándome por mi nombre. Me muerdo el labio inferior – Me voy del país – me paralizo – para siempre – su contundencia y falta de tacto me duelen en lo más profundo de mi ser. Se va. Sesshomaru se va. ¿Por qué? Al menos antes tenía esperanza. Iba disminuyendo, pero seguía ahí. Pero ahora no tenía nada. E incomprensiblemente me siento destruida. Como si me lo hubiesen quitado todo. Se acerca a mí. No. No quiero despedirme. Prefiero que se vaya ya, antes de causarme más dolor. Que tonta soy al pensar que tendríamos un futuro juntos – Quiero que te vengas conmigo – vale, he escuchado bien, ¿no? Espero que sí, porque he recobrado mi alegría y me estoy aferrando a ella como si me fuera la vida en ello.

- ¿A dónde? – le pregunto. Se acerca un poco más.

- A Japón – cojo una gran bocanada de aire. He estado a punto de decirle que sí sin pensármelo, pero… ¿Me iría con él? ¿Dejaría toda mi vida atrás por un completo desconocido? Porque, aunque mi cuerpo está empeñado en crear una conexión rara con Sesshomaru, él segue siendo un desconocido para mí. Al igual que yo para él. Además de que es un ladrón… Al parecer hay más inconvenientes de lo que me esperaba.

- E-espera – me gustaría dejar de tartamudear. Parezco tonta - ¿Por qué te vas?

- Han detenido a Kagura – me suena ese nombre. Es la chica que ha salido en las noticias. La hermana de Naraku – Ahora no tenemos a nadie infiltrado en la policía para que… "extravíe" las pruebas que nos inculpaban - ¿cómo? ¿Es así como conseguían que no los atraparan? ¿"Desapareciendo" y eliminando pruebas? Hay que reconocer que son increíbles. Muy listos. Kagura…

- ¿Kagura es la chica que estuvo con vosotros el día que atracasteis la joyería? – él asiente. Ahora comprendo porque aquella mujer no se quitó el pasamontañas como los demás. Nadie debía de reconocerla, porque si no, estarían perdidos. Como ahora.

- Entonces… - madre mía, ¿cuándo se había acercado tanto a mí? Estoy a punto de sufrir un infarto. Dios, que bien huele - ¿Qué me dices? – recobro el sentido. Por un momento me he olvidado del tema de irme con él, ni más ni menos que a Japón, a la otra punta de donde vivo.

- No sé – murmuro insegura. Veo como tensa la mandíbula – Es que… dejar toda mi vida para irme con… con un desconocido delincuente… - carraspeo. Tengo un nudo en la garganta des del momento en que lo he visto. Abro la boca para continuar, pero me interrumpe.

- ¿Qué pierdes, Rin? Tienes un trabajo que no te gusta - ¿cómo lo sabe? Y tampoco es que me desagrade. Ay… a quien quiero engañar… - Vives en un barrio que no me gusta para ti – oh, eso me ha sorprendido – Tienes pocas amistades y ninguna que realmente te importe – un momento, éste me conoce más de lo que pensaba. ¿Me ha estado espiando todo este tiempo? Lo más sorprendente de todo es que, en vez de molestarme o asustarme, me gusta. Significa que se ha acordado de mí estos siete meses y que no ha dejado de pensar en mí como yo no he dejado de pensar en él. Esto es demasiado bonito para ser real – No pierdes nada – sonrío por dentro. Tiene razón – Y por mí – susurra de una manera tan sensual que me ha dejado sin aliento – tú también sientes lo que hay entre nosotros – claro. Por supuesto. Hasta un ciego notaría tal cosa. Se acerca de nuevo a mí de manera peligrosa. Prácticamente lo tengo encima. Trago saliva. Y en un movimiento rápido, atrapa mi rostro entre sus manos y me besa.

Es tan intenso; tan sensual; tan apasionado… que estoy a punto de volverme loca. Creo que voy a perder la cabeza como siga devorándome la boca de esta forma. Parece que tenga hambre de mí, y yo, por supuesto, llevo mucho tiempo teniendo hambre de él.

Me empotra contra la pared aún sin separarse de mí. Ha sido un poco brusco, pero madre mía, me ha encantado.

Baja sus manos hasta mi cintura y me aprisiona más contra su cuerpo. Encajamos a la perfección. Es como si estuviéramos hechos para tenernos el uno al otro.

Acaricio con desenfreno sus brazos, sus hombros y su pelo. Ese pelo que prometía ser suave y sedoso. Y está claro que lo es.

Se separa de mí ligeramente para que ambos cojamos un poco de aire. Pero con la misma rapidez que antes, vuelve a besarme. En este preciso instante, creo que me he vuelto adicta a sus labios y besos.

He imaginado este momento millones de veces, pero no es comparable con la realidad ni por asomo. Es increíble como esos ojos enigmáticos, esa voz grave y ese porte tan imponente han hecho mella en mí. Nunca me lo hubiese esperado. Después de haber tenido una infancia y juventud algo difícil y complicado, ya no me esperaba que me pasara esto. Está claro que cuando buscas algo, nunca lo tienes. Y cuando no lo buscas… aparece sin más.

Cruzo mis piernas entre su cintura. Me lleva a la cama y aquí, en este colchón algo viejo, tengo el mejor sexo que he podido experimentar nunca. El placer y los sentimientos se mezclan y provocan este magnífico momento. Un momento que nunca, nunca podría olvidarme.

Noto su peso sobre mí. Me cuesta respirar un poco, pero ni loca lo apartaría. Me siento tan bien notando su calor y el vaivén acelerado de su pecho.

No sé cuánto tiempo estamos así. Quizás minutos o quizás horas. No lo sé, ni me importa. Si debo estar de esta manera toda mi vida, lo estaría sin dudarlo. Qué maravilla. Sonrío.

De repente, se desplaza hacia su izquierda y me arrastra con él. Quedamos de cara y tumbados de lado, muy cerca el uno del otro.

Hasta ahora no me he dado cuenta, pero el único momento en que he visto un cambio en la expresión de su cara ha sido cuando ha tenido el orgasmo. En la joyería se mantenía muy serio e impasible, al igual que ahora. ¿Me molesta? Para nada. Es parte de su personalidad y de su encanto. Vuelvo a sonreír y él me interroga con la mirada. Se me escapa una risita. Y la verdad, no sé porqué.

El tema de irme con él ha quedado en el olvido. Y espero que no lo saque a flote, porque en este momento solo quiero disfrutar de su cercanía. Pero… Sesshomaru tiene que huir del país cuanto antes. Y yo debería darle una respuesta ya. Sin más opciones, soy yo quien aborda el tema. Quiero saberlo absolutamente todo antes de decidir algo.

- ¿Y los demás? – le miro a los ojos – Los que estaban contigo aquel día. ¿También se irán a Japón?

- Jaken sí. Koga quiere escalar Annapurna – que barbaridad. Ese chico esta como una cabra. Yo nunca sería capaz de hacer algo así – E Inuyasha y Miroku irán a Francia con sus novias – me sorprendo. No esperaba que alguno de ellos tuviera pareja.

- ¿Y ellas saben…? – asiente. En cualquier otra circunstancia las habría criticado y mirado con malos ojos, pero sé perfectamente cómo se sienten. A pesar de lo que son y lo que hacen, estoy segura de que no han podido huir de lo inevitable; de sus sentimientos y atracción por ellos.

- Duerme – me dice. Parece más bien una orden, pero de todas formas le obedezco. Cierro los ojos y en ese mismo instante, me asalta otra duda. Los abro de nuevo. Me da un vuelco el corazón. Me está mirando de ese manera en la que me derrite por completo – Duerme – me repite.

- E-es que… - me siento algo avergonzada y pequeña ante esa mirada – Es que quiero saber algo más – se queda en silencio como a la espera de que continúe - ¿Cómo vais a huir? La poli os está buscando, ¿no?

- Tenemos pasaportes, DNIs y documentos falsos. Y gente de confianza en el aeropuerto. Tranquila. Duerme – me ordena de nuevo. Vuelvo a cerrar los ojos.

Una parte de mí está intranquila. Y no por la decisión que tengo que tomar, sino por miedo a que se vaya y me deje aquí. Sola. Es raro que no haya insistido en que lo acompañe. Pensaba que me lo preguntaría una vez acabáramos… de hacerlo. Pero al parecer me he equivocado. Y me entristece. Intento no dormirme. Si se va, al menos quiero estar consciente. Así, a la mañana siguiente, será menos doloroso. Pero los párpados me pesan. El calor que emana me relaja demasiado para mi gusto. Y el que me tenga abrazada tan posesivamente… no ayuda, la verdad. Estos pequeños detalles son los que mantienen mi esperanza. Y me aferro a ella, porque no soportaría que se fuera.

La luz del sol me da de pleno en la cara, despertándome. Tengo el brazo izquierdo dormido y noto algo húmedo en la cara. Siempre me despierto con babas en mi almohada. Intento desperezarme, pero un brazo me aprisiona firmemente toda mi cintura. Abro los ojos a toda su plenitud. Dios, está aquí. Aún sigue aquí. No me lo puedo creer. Por favor, por favor, por favor, que no sea un sueño.

No, no lo es. Porque si estos besos en el cuello fuesen fruto de mi imaginación, la piel no se me abría puesto de gallina, mi corazón no bombardearía tan rápidamente, mi respiración no sería irregular y, por supuesto, no notaría ese calor en cierta parte de mi cuerpo. ¿No?

Sonrío ampliamente. No, no se ha ido. Sigue aquí, conmigo. Y ahora lo tengo todo claro.

- Sí – susurro. Sesshomaru detiene sus besos de golpe – Me voy contigo a Japón – no tenía ninguna duda de que dejaría todo lo que tengo aquí (que es poco) y me iría al fin del mundo con él si era necesario.

Me abraza con más fuerza.

FIN


Hola a todos. ¡He vuelto!

Siento haber tardado tanto, de verdad. Ya he explicado el porqué en mi biografía. Pero aquí tenéis el final. Espero que no os haya decepcionado y que os haya gustado.

Muchos besos.

Y no os olvidéis de dejarme un review;)