Esa isla de allá abajo es Berk, es un lugar apestoso y a veces muy rutinario, nieva nueve meses al año y graniza los otros tres aunque de vez en cuando (Muuuuuy de vez en cuando) podemos apreciar atardeceres preciosos y gozamos de una gran vista. Hasta hace unos años, teníamos un problemita.

Las plagas.

Cada noche éramos invadidos por una especie de enjambre o parvada… bueno, no sé si llamaría de esa manera a nuestra plaga, porque lo que fuera su manada, estaba hecha de dragones.

Enormes, que lanzaban púas, que se prendían fuego, lanzaban gases letales o inflamables, cortaban por mitad las casas. Y eso era un problema, ya que aunque era un pueblo de más de siete generaciones, todas las casas eran nuevas. Invertíamos mucho tiempo a la reconstrucción, a veces muchísimo más que a la ganadería, agricultura o pesca y ya hasta teníamos nuestra propia escuela para aprender a matar dragones, pero, las cosas cambiaron y ahora nuestra sociedad gira prácticamente en torno a ellos, a los dragones. Son nuestros amigos, aliados, mascotas, compañeros y compatriotas, compartimos la mesa y la cama y bueno, la escuela se convirtió en academia de entrenamiento de dragones, hasta tenemos nuevos deportes.

El batir de las alas de Toothless se agita para alejarme del paso de Astrid y Stormfly, que llevan consigo la oveja negra. Ésta vez, Astrid y Patán llevan la delantera, son los mejores en las carreras de Dragones. Patapez choca contra los gemelos en un intento de evadir las púas de Stormfly y Astrid suelta una carcajada al ver que Brutacio y Bruthilda se estampan en un cabezazo quedando con los cuernos de sus cascos enganchados.

—Vamos Toothless, quitémosle esa oveja.

Y mi amigo se lanza a perseguir al vuelo a mi novia.

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Disclaimer: DreamWorks, ellos son los dueños, ellos y Cressida, yo solo estoy dejando volar mi imaginación, que por cierto, es mucha desde que estoy escuchando el soundtrack para escribir. Nota personal. Escuchaba Into a Fantasy de Alexander Rybak cuando escribí el intro de aquí arriba ;D

Espero que disfruten de la historia tanto como yo estoy gozando el escribirla, lo admito, hay partes que no me gusta tanto escribir pero… bueno, no todo puede ser rosa. Aquí va.

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Hipo. —Llamó la chica entrando al establo donde los dragones se preparaban para la carrera del día. El muchacho bajó el cuenco con la pintura y se talló la cara con una toalla que tenía a la mano, sorprendido por la presencia de la chica a sus espaldas, al dejarla sobre la mesa y darse la vuelta para encararla casi tira la pintura, manchándose las manos de rojo. Astrid se cubrió la boca para tratar de ocultar la risa pero él la miró con sarcasmo sin saber que tenía roja parte de la nariz. — ¿Interrumpo algo importante?

No. ¿Y tu mariposa? ¿Hoy no te vas a pintar la cara para el evento?

Sí, venía en parte a eso. ¿Cómo sabes que me pintaré una mariposa?

Por el día, está soleado, generalmente te la pones en días así. Cuando se nubla te pones otras cosas.

Bueno, si ya te la grabaste… —Comentó avanzando hasta él y pasando sus brazos por los costados del muchacho, rozándole la barbilla con la punta de su nariz y acorralándolo contra la mesa. Hipo se sonrojó y levantó un poco sus brazos. Astrid retiró las manos dando un paso de espaldas y le mostró los cuencos con la pintura azul y naranja. Jamás se cansaría de ver cómo Hipo se ponía nervioso cuando ella cortaba la distancia entre ellos sin previo aviso. Sacudió la cabeza para alejarse el cabello del rostro y sonrió mostrándole ambos cuencos. — ¿Por qué no me pintas tú hoy? A cambio yo pintaré tu rostro.

¿Segura? —Murmuró dudoso tomando la pintura naranja.

Sí. —Y cerró los ojos alzando el rostro. Hipo suspiró tomando un poco de aquel pigmento para comenzar a dibujar las líneas sobre el rostro de la chica, con cuidado para no equivocarse, disfrutando de poder acariciar su piel de aquella manera. Suspiró en silencio dejando el cuenco en la mesa y tomando el otro que Astrid tenía en las manos, comenzó a agregar el azul con cuidado y Astrid trató de no reírse al notar que aún no le pintaba la barbilla.

Espera un segundo… —Murmuró repasando la línea que cubría sus cejas mientras que eliminaba la distancia entre ellos. —Listo. —Murmuró, Astrid abrió los ojos y al ver la cercanía que mantenía Hipo, soltó aire retrocediendo, pero él le tomó el cuello con cuidado y la besó fugazmente. —Ahora sí. —Y añadió el triángulo bajo su boca con los pigmentos que habían quedado en sus dedos. Alejó el rostro para poder apreciar mejor su trabajo y sonrió conforme con lo que había hecho. Astrid tomó el espejo de hierro para mirar el trabajo. Sonrió.

Gracias Hipo… Mi turno. —Comentó tallando un poco la nariz del muchacho para quitar el pigmento rojo, él sonrió bajando un poco el rostro y cerrando los ojos. ¿En qué momento Hipo se había vuelto más alto que Astrid cuando de niños, ella lo rebasaba por al menos diez centímetros? La chica sonrió mirando los colores en los cuencos y pensando en la nueva aleta de Toothless, tomó el rojo.

Le cubrió la piel alrededor de los ojos para que tomaran una forma similar a la de los ojos de Toothless, luego pintó dos finas líneas en sus mejillas y por último, un zigzag en su mentón, pasando en parte por los labios del muchacho. Hipo abrió los ojos y Astrid lo miró alejándose un poco.

¿Listo?

No, un momento. —Tomó un poco más de la pintura y colocó en su frente el signo de jefe de Berk, el mismo que la anciana Gothi le había asignado tiempo atrás. —Ahora sí.

Gracias. —Murmuró antes de buscar su reflejo y admirar el trabajo.

Oye, venía a pedirte algo. —Comentó abrazándolo por la cintura y recargando su cabeza en el hombro del muchacho, él le acarició la mejilla bajando el espejo.

¿Qué es?

No me des ventajas hoy. Si voy a ganar va a ser porque soy mejor que tú. Que sea una pelea justa, para que Estoico pueda reírse de ti desde el Valhalla.

Temo que no será así, de la única de la que se reirá será de ti.

Astrid lo soltó en medio de una risita y luego comentó. —Ya veremos. —Le golpeó el hombro y salió corriendo. — Stormfly, ven para pintarte.

Auch… —Murmuró el muchacho sobándose el golpe.

Hipo posicionó a Toothless sobre Astrid y lo hizo volar de cabeza para poder tocar el hombro de la chica.

—My lady.

Astrid levantó el rostro sorprendida en lo que Hipo abandonaba a Toothless y tomaba la oveja, saltó hacia el frente en una caída libre y sonrió al ver que la rubia no podía creer lo que acababa de pasar.

—Stormfly, a él. —Y tanto su dragón como el del muchacho iniciaron el vuelo en picada para tratar de atrapar al jinete y joven líder de Berk antes de que se estampara contra los pilares de las redes. El Nadder llegó primero y tomó al muchacho por los hombros. — ¡Te tengo!

—Sí, a mí.

El muchacho levantó el rostro contento y Astrid se percató de que no llevaba la oveja consigo.

— ¿Qué? —Levantó la cabeza justo a tiempo para ver cómo Toothless dejaba caer al animal en la red de su novio. — ¿Y eso cómo pasó?

—Ah, buen trabajo en equipo.

—Veamos qué tan bueno… Stormfly … suelta.

— ¡Astrid! —Y la dragona abrió las garras. — ¡Toothless!

—Vamos Stormfly. Antes de que pierda una refacción. —Y ambos dragones retomaron el vuelo en picada, llegando primero Stormfly ya que estaba unos metros más abajo que el Furia Nocturna. Hipo cayó tras Astrid y se abrazó a su cintura refunfuñando algo sobre la caída. Bocón anunció que la última oveja estaba en su lugar y que era hora de volver para el recuento final. — ¿Creíste que te dejaría caer? —Dijo en tono alegre acariciándole la mejilla.

—Lo consideré. —Respondió antes de besarla.

— ¡Hey, tortolos! —Gritó Bruthilda desde Barch. —Vamos al recuento.

—Vamos volando. —Ironizó Astrid. —Sujétate. —Hipo apretó un poco su agarre alrededor de la cintura de su novia y ambos salieron disparados hasta donde estaba la silla del jefe. Toothless ya estaba arriba para cuando llegaron, al lado de Valka, quien sonreía para Bocón.

—Bueno, veamos. Patapez tiene dos puntos, Patán y los gemelos están empatados en ocho y por último, Hipo y Astrid… siendo por un punto… —Pausa dramática. Todo Berk pareció adelantarse un poco en sus asientos, incluso los jugadores y sus dragones se inclinaron hacia el frente. —El ganador de la competencia… ¡Astrid Hofferson!

Ella suelta un grito eufórica, se pone a dar saltitos, abraza el cuello de Stormfly y luego corre a abrazarme a mí. —Sin resentimientos ¿No? —Murmura en mi oído antes de besarme la mejilla y salir corriendo de vuelta a su dragona, sonrío mirándola. ¿Por qué habría de haber resentimientos? Yo quería que ella ganara.

—Pues están más cariñosos que de costumbre. —Dice Bruthilda al momento en que ella y su hermano se recargan en mis hombros, uno a cada lado, pero el comentario no lo dijo para mí, sino para Brutacio, que tiene toda la cara pintada. Da miedo.

—Sip, muuuy cariñosos. ¿No será que tienen algo que decirnos?

—Nop, nada en absoluto. —Digo poniéndome en cuclillas de golpe y consiguiendo que ellos se den un cabezazo y queden de nuevo, enganchados. Me enderezo y doy dos pasos de espaldas, chocando con Patán.

—Anda ya Hipo. ¿Qué se traen?

—Ah, ya, lo siento, lo siento, ¿cómo pude olvidarlo? Chicos, ella es Astrid, mi novia.

—Eso ya lo sabemos. —Exclama Bruthilda quitándose el casco y empujándolo junto con su hermano. —Pero en serio, están más melosos.

Patapez se acerca mientras Astrid es premiada.

— ¿Es cierto? —Le pregunto.

—No los he estudiado lo suficiente como para decirlo. —Rio un poco, claro, es la clase de cosas que mi mejor amigo humano suele decir. Miro a mi novia, nadie, salvo Gothi quizá, sabe lo que le dije a Astrid aquel día antes de besarla en público. Nadie salvo nosotros dos. Es verdad, ha aumentado nuestro contacto físico, pero eso no importa en realidad, o al menos no le doy tanta importancia, tal vez solo significa que estamos más confiados.

En fin.

Esto es la vida en Berk, carreras de dragones una vez a la semana, volar de vez en cuando, dejar al mando a Bocón para irme a estudiar nuevas razas de dragones con mi madre, volar al lado de Astrid hasta el anochecer y seguir volando, visitar la estatua de mi padre. Desde que tenemos a los Dragones, todo ha mejorado muchísimo, la vida es más divertida y es menos difícil llevar las cargas. Aunque no siempre fue así.

Quien sabe, tal vez si otro día te das una vuelta por aquí, te diga un par de cosas que han pasado, que podrían interesarte. Por lo pronto, es momento de dar mi ronda por el pueblo al lado de Astrid, sobre las alas de Toothless y Stormfly, asegurándonos de que todo esté bien, de que mi gente está a salvo de los incendios y las travesuras de los terrores terribles. Bueno… de ser el jefe de Berk.

—My lady. —Digo haciendo una reverencia cuando Astrid y Stormfly se acercan, monto a Toothless y salimos volando. Mi dragón lanza algunas pequeñas bombas de plasma que estallan en el cielo anunciando que terminó el juego del día, que mi novia quedó victoriosa y que Berk sigue de fiesta.