Capitulo 13: El cuento de la Princesa del Espejo

- ¡¿Qué demonios significa esto Thomas!? –

- Ah eso, es solo un papel… con… mis… calificaciones… –

- ¡¿A estos números les puedes llamar calificación!? –

- Bueno Tron, solo que… -

- ¡Ya te dije que deberías tener mas respeto con tu padre, Thomas! ¡No puedo creer que a mitad de año escolar me muestres estas calificaciones tan vergonzosas! –

- Es por eso que no quería mostrártelas – Thomas se meneo y movió la cabeza, como si en realidad todo estuviera a su favor – Ellas estaban bien antes de que te las hicieran llegar y tu discriminas a los pobres números… -

- Ay Thomas que hare contigo… - Byron dio un suspiro demasiado decepcionante, le dio la espalda a su hijo y recargo las manos sobre la mesa para poder tomar aire y continuar con su regaño – Casi me da un infarto cuando vi estas calificaciones tan… -

- Humillantes querrás decir, padre… - Chris completo su frase, estaba cruzado de brazos y recargado sobre la pared y escuchando los enormes gritos que daba su padre. Solo estaba allí en caso de que sufriera un paro cardiaco. Mientras, Thomas seguía con su enorme sonrisa, verdaderamente le importaba muy poco su calificación. Cada semestre era lo mismo: si no lograba pasar, su apellido "Arclight" ayudaba demasiado en eso. Tenía casi la vida ganada. Pero al parecer su padre no lo miraba de esa misma manera, tenia que aceptar que el no estaba hecho de la materia de un genio como su hermano mayor. Thomas solo estaba hecho por llevarse el crédito de su padre y su hermano mayor, disfrutando de lo que le ofrecía la vida sin ninguna culpa o remordimiento.

- Ya, ya no es para tanto todos tranquilícense – el sándwich levanto las manos y sonrió aun mas, sabia que no ganaba nada con hacer eso pero amaba hacerlos enojar. Era algo muy placentero y de su mayor goce. – No deberían sorprenderse, ya deberían estar acostumbrados –

- Por mas que intento no gano nada… - suspiro resignado Byron. Miro de nuevo el papel con las calificaciones de Thomas y no le quedaba de otra más que aguantarse. El sabía que algún día su hijo entendería la importancia de esforzarse en esta vida, solo tenia que aguantar un poco más. Se dio la vuelta para mirar a Thomas, con esa sonrisa de su cara que siempre lo caracterizaba.

- La carta de la escuela decía que te mandarían un tutor ¿no es cierto? – dijo Chris mirando a ambos.

- Cierto Thomas ¿Quién será tu tutor? – Thomas se encogió de hombros y giro los ojos. Verdaderamente no le importaba.

- Se supone que a partir de hoy vendría tu tutor a ayudarte para que pasaras el examen, debería estar aquí en cualquier momento – Byron miro en su reloj de bolsillo y después lo guardo en el bolso de su saco verde oscuro – Mira Thomas, por favor hazle caso a tu tutor sea quien sea –

- ¡Pero papá! – Dio Thomas un berrido de su desaprobación - ¡Yo no necesito ningún tutor, yo puedo pasar ese examen con los ojos vendados! –

- Si con los ojos sin vendar repruebas los exámenes… - Chris giro los ojos y se dirigió a puerta de la cocina dispuesto a salir junto con su padre, tomo un saco color azul marino que contrastaba bien para la época de frio y dio una mirada divertida hacia Thomas. El sándwich lo único que hizo fue comportarse como un niño y le mostro su lengua – Cuanta madurez –

- Thomas, ya sabes que si no pasas… -

- Si ya se, ya se "la escuela militarizada" – Thomas giro los ojos harto del mismo sermón – Al menos allí hay sexys enfermeras – guiñó un ojo.

- Ay Thomas Arclight – su padre se llevo una mano a la cara – Chris y yo iremos a trabajar, Michael ira a la casa de Rei y llegara tarde –

- ¿Eso significa casa sola? – hasta le brillaron los ojos con escuchar eso.

- No, significa que tendrás la casa para estudiar junto con tu tutor, así que aquí te quedas y esperas ¿entendido? – aclaro Chris.

- Que aburrido… -

- Bien Thomas cuídate y esta vez trata de prestar atención – su padre tomo un sombrero y junto con el mayor de sus hijos se dirigió a la puerta de salida. Por un momento quedo la casa en silencio hasta que escucho cerrar la puerta. Entonces la quietud reino por completo el hogar Arclight. Nunca había notado lo silencioso y vacío que podía llegar a ser un lugar; ahora estaba solo con su mente. Sonrió gustoso, podría ser que su tutor no llegara, para el mejor que se perdiera así disfrutaría sus vacaciones en lo que comenzaban los exámenes. Decidió ir a la sala, dando unos pequeños brincos y girando como si estuviera bailando. Era tiempo de disfrutar sus anheladas vacaciones, descanso sin fin mientras se protegía del crudo frio invernal de fuera.

Visualizo el sofá de color vino, le sonrió como si fuera una de sus victimas a cazar. Se quito el saco y lo lanzo lejos para después lanzarse cómodamente sobre el sillón. Dentro de la casa era muy cálido, agradable y abrazador, ahora que estaba inmersa en un silencio un poco sospechoso, en realidad no había nada que fuera más peligroso que su propia mente. Se acostó de espaldas y tomo alguna de las almohadas para recostar su cabeza. Se puso a pensar, cosa muy rara en el, pero últimamente analizaba muy bien las cosas, no quería caer en trampas como la que le había puesto Vector. Ahora era tiempo de que pensara sus estrategias fríamente. Notaba que algo en el había cambiado y era gracias a esa pequeña de cabello azul y ojos magenta.

Recordó aquella vez que la conoció, debajo de aquel árbol que aun se mantenía verde a pesar de la aproximación del invierno. Era tan pequeña y delgada, sus ojos llenos de esa inseguridad, tan vacía por dentro con sus sentimientos y tan frágil que cualquier palabra podía lastimarla. Algo le preocupaba en ella, creería que hasta demás. No soportaba ver que se comportaba de esa manera tan débil, que se escondiera entre sus ganas de llorar en vez de defenderse. Pero sabia que ella no podía; no resistía el estar de pie porque todos la juzgaban, esperaban a que se equivocara y ella, sometida a la perfección, se exigía demasiado para poder llegar a ser lo que sus padres y Nash quería que fuera. Se sentía culpable por no llegar a ser como todos querían.

Thomas se preguntaba el porque no huía de todo eso, porque no gritaba y decía que esa manera de ser no le gustaba. Pero sabía que estaba metida ante los ojos de las personas más importantes de la ciudad. No quería ser la decepción de sus padres, quería llegar a ser una chica "perfecta". ¿Qué demonios significa la perfección en una chica? Thomas tenia su propio concepto, todos los hombres pensaban igual que el, nadie se escapaba que en lo mas profundo de su mente la perfección estaba en el físico mas que nada. Podían negarlo, solo para hacer sentir bien a alguien pero siempre habría esa idea escondida dentro, pensó.

Ahora que lo pensaba, eso era un tanto superficial. Tenia que admitir que algo le atraía de esa pequeña niña, no sabia que era, totalmente fuera de su físico, a pesar de ser tan delgada y no estar tan "desarrollada" como prefería. Ella estaba tan sola, tan escondida entre su mente y su sufrimiento, que no miraba mas que llegar a ser el modelo de chica perfecta que tal vez cualquier chico desearía. Por un momento, los ojos de Thomas se perdieron entre el techo, sin saber exactamente lo que estaba mirando.

Soledad… El mas que nadie sabia exactamente lo que era estar hundido en la soledad y oscuridad. Desde que su madre se fue, se había aislado de su familia, sintiendo la culpa de lo que había sucedido. Esa marca en su ojo se lo recordaría siempre, haciendo que su dolor aumentara. No podía culpar a nadie mas que a el, llegando a odiarse a si mismo. Era por eso que se había hecho de esa manera, buscando llenar un vacío entre tantas chicas, jugando con ellas para olvidarse de su culpa. Pero al final siempre volvía. A pesar de que estaba rodeado de su familia, de muchas chicas que podían hacer lo que fuera por el, incluso llegar hasta la cama, su vida llena de lujos; casi lo tenia todo ganado pero… aun así se sentía tan solo.

Los ojos magenta de Rio, esa expresión de su rostro le provoco tanto en el que era difícil no admitir. ¿Qué era lo que en realidad sentía por ella? El aseguraba que solo era su juego para vengarse de Nash, pero al parecer existía algo más que eso. Mierda, pensó, estaba siendo hecho estragos por dentro y no sabia el porque. Esos celos que mostro ante Rio cuando estaba con Durbe jamás se los habían provocado y perdió la cabeza. Gruño. Se llevo una mano a la frente para relajarse un poco. Sus pensamientos aun rebotaban dentro de su cabeza sin tener ninguna conclusión y tal vez así siguió hasta que sus ojos se cerraron y quedar profundamente dormido.

- Thomas, te traje un poco de comer… -

- … - El se acerco un poco, pero en realidad el pequeño no quería nada. El hombre sonrió un poco, con aires de tristeza y tratando de que el chico reaccionara.

- Vamos Thomas… come un poco y después revisare tu herida ¿si? –

- Estoy bien, papá… - Thomas perdió su mirada entre un bulto que abrazaba delicadamente. Llevo una de sus manitas hacia su vendaje que cubría su ojo derecho y que rodeaba parte de su cabeza. Sus labios estaban serios, no propios como para un niño que debería estar sonriendo y jugando, en vez de estar abrazado y aferrado tristemente a una vieja muñeca – Necrodoll también esta bien –

- Thomas… - susurro inaudible Byron con la tristeza más infinita del mundo. Le dolía ver a su hijo así, que se martirizaba con la culpa de lo que había sucedido. Su familia estaba muy afectada con su reciente perdida pero por milagro Thomas se salvo. Nada podía alegrarle más a Byron que su hijo estuviera a salvo. Pero esa imagen que reflejaba de tanta tristeza le preocupaba demasiado. Desde el incidente en casa Thomas solo abrazaba esa muñeca que habían logrado salvar de su hogar. Thomas había hecho un vendaje similar al de él alrededor de un hueco en el ojo de la muñeca, que había perdido también en el accidente y de casualidad, en el mismo lado en el que Thomas estaba herido. Nunca la dejaba, siempre estaba abrazándola y cuidando su vendaje. La miraba y le sonreía difusamente. Cuidaba de ella como si fuera su hermana y solo se la pasaba sentado en una esquina de la habitación en el que estaban hospedados en la casa de Mr. Heartland. Casi no quería comer, solo estar abrazado a su muñeca que había llamado Necrodoll y Byron sabia que esa muñeca le había pertenecido a Elisabeth cuando era niña, esa muñeca le estaba haciendo daño a Thomas trayendo el constante recuerdo de una culpa la cual no tenia.

- Vamos Thomas, Necrodoll también necesita que revise su herida – Byron sonrió tratando de sonar un poco gracioso, solo para que su hijo se animara – Come un poco y déjame revisarla… - intento quitarle la muñeca.

- ¡No! ¡No la toques! – Thomas se aferro mas a la muñeca, apartándose a una distancia aun con la mirada perdida – Yo solo puedo cuidar a Necrodoll, yo la protegeré, ella necesita de mí… -

- Thomas… -Byron sentía que las lágrimas se le desbordaban de los ojos con mirar esa escena tan cargada de sentimentalismo y un aire enfermizo, pesado y hostil. No le quedo más remedio que dejarlo en paz. Dejo una charola plateada a su lado, había un sándwich, un plato relleno de frutas y un te helado para que el comiera. – Esta bien Thomas, tu hermano Chris vendrá con un poco de agua tibia y vendas nuevas –

- Si, papá… - susurro Thomas sin prestar mucha atención a lo que decía. Byron lo observo por un momento, sintiéndose muy impotente por no poder hacer nada. Se levanto y se dirigió a la puerta, dando una última mirada a Thomas y saliendo de la habitación.

- Mamá… - susurro el pequeño tocando su vendaje y después el de la muñeca. Quedo en silencio por un momento hasta que sintió una presencia frente a el. No le presto mucha atención.

- ¿Qué haces con esa muñeca vieja, Thomas? – era la voz de un niño que si bien reconocía, no le prestaría mucha atención en ese momento. – Ya déjala, solo las niñas juegan con muñecas –

- Cállate y lárgate Vector – dijo Thomas sin darle la mirada y solo abrazando mas a su muñeca.

- Ni pareces al Thomas que conozco desde que vamos al jardín de niños – Vector continúo – Déjala y vamos a hacer otra cosa, estoy aburrido –

- No quiero –

- ¡Eres un marica! – Vector le arrebato la muñeca y la alzo. Thomas trato de abalanzársele encima pero Vector lo detuvo poniendo una mano en su cara.

- ¡Dámela Vector! – Thomas grito con desesperación.

- ¿La quieres? ¿Qué tiene de especial esta muñeca? Esta vieja y fea, mira además no tiene un ojo ¿para que la quieres? – Vector analizaba la muñeca sin encontrarle nada fuera de lo normal, solo era una muñeca muy fea para el, sin un ojo, con el vestido mal trecho y algunas marcas de ceniza. Thomas trataba de alcanzarla pero Vector la sacaba de su alcance.

- ¡Ya! ¡Suéltala! – ordeno Thomas.

- Bien, como tu quieras… - Vector se encogió de hombros mostrando su insensibilidad, entonces lanzo la muñeca muy lejos, cayendo bruscamente. Thomas temió que se haya quebrado y quedo paralizado sin poder decir nada.

- Necrodoll… - pensó por un momento mientras que Vector seguía serio y solemne sin entender el comportamiento del sándwich Arclight. Después lo miro y sonrió, pero esa línea de sus labios tenía un toque malvado y tétrico, era una sonrisa que mostraba cierto placer y desquicio.

- Ya que nos deshicimos de esa muñeca podemos ir a jugar – Vector agarro del brazo a Thomas pero este no quitaba la mirada de la muñeca que ahora estaba tirada sobre el frívolo suelo. Vector logro hacer que se levantara de su lugar pero Thomas se dejo llevar como si fuera un ligero objeto, apagando su mente por completo. Solo perdió su mirada ante los ojos de cristal color azul de su muñeca. Vacía su mente, salió junto con Vector de la habitación, siendo arrastrado por la misma persona que lo saco de su dolor pero lo hundió en un infierno abrazador…

Escucho unos golpeteos en la puerta.

No quería despertar. Sentía los parpados muy pesados.

El sonido de golpe contra la puerta se hacia mas intenso, obligándolo a abrir suavemente los ojos. Su mirada estaba un poco nublada. Paso una mano por sus ojos, tratando de mirar mejor, sentía un leve mareo. Suspiro. Levanto un poco la cabeza hasta sentarse completamente en el sofá, recargando sus codos en sus piernas y sosteniendo su cabeza. Quito algunos de sus cabellos de su cara, tratando se refrescarse un poco y salir de su mareo. Las sienes le palpitaban. Paso una mano por su cabello castaño y después miro su mano, noto que temblaba. Tal vez fue por su reciente sueño. Necrodoll… hace mucho que había olvidado a esa muñeca.

- Hasta en mis sueños me sigues jodiendo Vector… - susurro recordando ese breve instante en el que intervino en su vida de esa manera. Otra vez, el sonido del golpeteo de una puerta que lo saco de sus pensamientos. – Ya voy, ya voy – grito y se levanto.

Camino hacia la puerta, aun un poco mareado y pensando en aquella muñeca rubia ¿Dónde estará ahora? Escucho como afuera soplaba el viento con fuerza, dejando a su paso un suave silbido y el sonido del arrastre de las hojas del suelo. Camino con pasos pesados hacia la puerta, seguían golpeándola. Seguramente era el tutor que le habían asignado, pensó. Abrió la puerta, dando a ver su cara pesada y somnolienta.

- H-Hola Thomas… - escucho una voz suave y tímida que rápidamente lo saco de su mareo.

- ¿Rio? – se sorprendió al ver a la pequeña Kamishiro frente a su puerta. Ella estaba sonrojada, pero tenía una sonrisa cálida en sus labios, sus ojos expresaban algo diferente, tenían un brillo especial tan profundo en sus iris y algo inexplicable reflejado en el fondo de sus pupilas. Totalmente distinta. En su cara reflejaba serenidad. Simplemente, Thomas no pudo. Sintió que sus mejillas se coloreaban suavemente con esa expresión tan delicada en el rostro de ella. Quedo sin decir palabras, algo en esa sonrisa le despertó un sonrojo que nadie había provocado.

- ¿Ummm? ¿Thomas? – llamo la atención la peliazul agachando un poco su mirada al ver la expresión confundida de Thomas. El sándwich Arclight sacudió la cabeza, tratando de salir de su trance. Dio un respiro y le mostro su sonrisa llena de burla y seguridad. Típico del Arclight.

- ¿Qué haces por aquí, Rio? ¿Viniste a visitar a tu novio? – soltó una risita y se recargo en el marco de la puerta.

- Exactamente, no… - Rio denegó con la cabeza. Parecía llena de confianza, cosa que llamo mucha la atención del castaño.

- ¿Entonces, mi querida Reina del Hielo? – Rio saco algo de una bolsa color blanca que cruzaba su pecho. Entonces alzo algunos libros frente a la cara de Thomas – No me digas que… -

- Yo seré tu tutora – Rio sonrió y le guiñó un ojo, acción que hizo sonreír al moreno.

- ¿Con que tu serás mi tutora? Esto será divertido… - sonrió divertidamente Thomas pero Rio alzo un dedo y puso cara seria, inflando un poco las mejillas.

- No, Thomas Arclight, esto será con mucha seriedad y vamos a estudiar – dibujo una sonrisa retadora en sus labios – Hoy estudiaremos un poco de Literatura –

- Que aburrida eres… - Thomas giro los ojos y soplo hacia arriba, alzando unos de sus mechones rubios.

- Seré aburrida pero el objetivo es que aprendas, no que te diviertas – Rio inflo mas las mejillas y cruzo los brazos en tono de su molestia, aunque en realidad estaba jugando – Así que vamos a estudiar mucho y pasaras ese examen –

- ¿Y si no quiero estudiar, princesa? – Thomas se agacho un poco a su altura, sonriéndole de una forma burlona y grosera, poniendo en su mirada unos ojos retadores y llenos de juego. Rio lo miro a los ojos de igual manera sin quitar su cara seria y decisiva. Ambos se retaron con los ojos y a Rio se le hizo una grosería que el se agachara para estar al nivel de su altura.

- Eres un grosero – Merag paso una mano por su cabello que estaba sujetado en una coleta con un listón grande color rojo – No estoy tan chaparra como para que tengas que agacharte –

- Lo que digas "pequeña" – Thomas siguió burlándose y puso una mano en la cabeza de Rio, sacudiéndola y despeinándola un poco. Solo quería lograr desesperarla pero ver esa actitud de ella de alguna manera lo llenaba de un regocijo en secreto. Parecía tan cambiada y fresca y sin embargo, ella sonrió con la acción de Fo. Abrazo fuertemente los libros contra su pecho mientras observaba la sonrisa de Thomas. Noto algo diferente en aquella línea de labios que ahora no se comportaba burlona ni sarcástica, mucho menos cínica. Era una pequeña sonrisa, dibujada con algo de ternura y satisfacción, aunque también noto que estaba dormido, eso se podía percibir por la expresión de sus ojos somnolientos.

- Y bien, Thomas… ¿me invitaras a pasar? – Thomas soltó una leve risa.

- Wow, es sorprendente… - ella se encamino con pasos ligeros hacia el recinto que el Arclight le mostraba.

- ¿Tu crees? – el castaño sonrió – Es la biblioteca de mi padre, no será muy grande pero aquí se la pasa metido en su tiempo libre y a veces mi hermano Chris también –

- Me gustaría tener una así en casa… - ella siguió admirando el lugar. No era una habitación gigante, pero si lo suficiente para hacer que los estantes se realzaran con cierta majestuosidad hacia el techo, desapareciendo sus copas como arboles ante un techo de cristal opaco que apenas dejaba entrar una cantidad débil de luz. Ese olor a frescura y a madera, un poco de percepción ante el polvo que se escondía entre las esquinas le daba un toque de soledad pero de reconfortancia. Rio y Thomas se encaminaron mas adentro de la habitación, hacia una mesa en medio.

- Puedes dejar tus cosas aquí… - sugirió Thomas y la peliazul obedeció sin dejar de ver el recinto. Se acerco a uno de los estantes de madera, que aunque estaba un poco cubierto de polvo para ella era un lugar que guardaba cantidades enormes de conocimientos y secretos, una eternidad metida entre todos esos libros sin terminar de leer. Entre cada estante noto que se hundía en cierta oscuridad a lo largo de los pasillos que formaba, sin que llegara una pizca de luz cálida en esos rincones. El suelo de madera pulida, aunque ahora algo opaco, pudo notar ciertas manchas oscuras, sobre la pared igual. Thomas noto su curiosidad sobre aquellas manchas y se acerco a ella, metiendo las manos dentro de los bolsos de su pantalón.

- Este fue uno de los pocos lugares donde no alcanzo el fuego, completamente… - explico perdiendo la mirada sobre aquella mancha. Rio giro la cabeza para observarlo, pero al notar su atención perdida sobre el piso, decidió mirar hacia el mismo lugar – Mi madre era fan de leer, aquí se la pasaba metida entre los libros y por las noches, a Michael y a mi solía leernos historias en este lugar hasta quedarnos dormidos… -

- Tu madre era una mujer muy tierna… - sonrió con nostalgia Rio. Thomas asintió levemente sin poder quitar esa sonrisa tan melancólica en su rostro.

- Después del accidente, este lugar solo había sufrido algunos daños – Thomas se acerco a un estante y saco un libro grueso de pasta azul, que estaba un poco maltratado, lleno de polvo y con algunas marcas de ceniza. Lo abrió para mostrárselo a Rio - ¿Lo ves? Muchos libros de aquí quedaron marcados por el incendio hasta que volvieron a reconstruir la casa y papá acomodo de nuevo este lugar, pero sin ella este lugar es tan vacío… -

- Thomas… - susurro Rio al ver como el chico observaba silenciosamente el libro y después perdía la mirada entre el techo opaco con esa luz tan débil apenas rodeándole. Era tan diferente verle de esa manera tan pensativa, recordando cosas que apenas ella entendía. No sabía si abrazarlo o dejarlo solo con sus pensamientos. De repente, Thomas sacudió la cabeza y se llevo una mano deslizándola por su cabello.

- ¿Qué demonios estoy diciendo? – Pensó para si al notar las palabras que se salían de su boca, como si fueran caminantes dentro de su paladar – Tonterías… -

- ¿Estas bien, Thomas? – pregunto Rio sacándolo de sus pensamientos.

- ¡Haha! ¡Si, no te preocupes! – Rió Thomas desconcertando un poco a Merag – Comencemos a estudiar, mi querida tutora… -

Rio y Thomas decidieron sentarse a estudiar en un escritorio en medio de la sala. Sacando algunos libros, Rio le explicaba con una sonrisa a Thomas cada detalle, cada escritura y cada página que le mostraba. Por primera vez el sándwich prestaba un poco de atención, cuidando los movimientos de la peliazul que hacia con su lápiz sobre las hojas imprentas. Verdaderamente no entendía nada de lo que ella hablaba pero observaba como las palabras fluían libremente en los labios de ella, esa sonrisa llena de cierta seguridad y confianza en lo que decía lo dejaba estupefacto. Por lo que ella le mostraba era muy inteligente para solo tener 14 años, eso era muy…. Admirable, se podría decir. Notaba que ella poseía tanta inteligencia por su propio esfuerzo y parecía disfrutar mostrarla a alguien que sabia que no la juzgaría ni diría que su inteligencia era para mostrar su "perfección". Thomas verdaderamente admiraba que una chica tan pequeña fuera tan inteligente, muy pocas veces había visto eso en alguna otra. Sobre todo esa sonrisa que relucía sin esfuerzo sobre su cara, inconsciente de sus expresiones. Quedo de alguna manera hipnotizado con su cara, ya no presto atención a sus palabras sino a su sonrisa misteriosa, sus ojos se perdieron idiotamente en esa escena: su piel deslumbraba bajo la luz débil del sol entrando por la ventana opaca del techo. Entreabrió la boca, como queriendo decir algo, pero guardo cualquier ruido y siguió observándola.

- Así que esta corriente literaria abarco de… - Rio seguía explicando hasta que noto su mirada sobre ella. Lo observo por un momento y Thomas no respondía a sus señales. Dejo el libro que tenia en sus manos y paso una mano frente a los ojos del chico - ¿Thomas? ¿Me estas prestando atención? –

- ¿Uh…? – Thomas soltó un pequeño gemido respondiendo al sonido de su voz - ¿Qué de que…? –

- Ay Thomas… - Rio soltó una pequeña risita, acción que hizo sonreír desinteresadamente al castaño que ya recargaba su cabeza en su mano.

- Disculpa Rio, estaba pensando en otras cosas… - volvió a retomar el libro y tratar de leerlo o fingir al menos que prestaba atención.

- ¿En que? – pregunto ella y Thomas se sorprendió que alguien se interesara en verdad lo que pasaba por su mente. El Arclight sonrió burlonamente.

- Que lindo peinado tienes… - halago volviendo a leer el libro – Ese moño te queda muy bien –

- ¿Enserio? ¿Tú lo crees? – inconscientemente Merag acaricio su cabello a la vez que se sonrojaba un poco y sonreía. Verdadera ternura, pensó el castaño.

- Oye mi querida Reina, porque mejor me dejas repasar esto que me mostraste y te das una vuelta por la biblioteca, tal vez encuentres un libro de tu agrado – dijo Thomas esta vez sin ninguna otra intención más que ser amable. Por primera vez en demasiado tiempo. Le dirigió una agradable sonrisa, sabia que ella también ponía su esfuerzo en enseñarle algo y querer ayudarle, era un detalle demasiado reconfortante, algo que muchos no habían hecho por el. Si ella se esforzaba por que el pasara sus exámenes, entonces al menos intentaría poner algo de su parte.

- Esta bien… - sonrió y se levanto de la silla – Pero cuando vuelva quiero que me digas todo lo que has aprendido – ella lo reto.

- He aprendido que eres hermosa ¿eso basta? – le dirigió una mirada divertida.

- No estoy jugando – inflo las mejillas y Thomas la observo hasta verla desaparecer entre los estantes. Miro de nuevo su libro. Le dio tres vueltas ¿Qué carajos era eso? Suspiro un poco resignado pero con una sonrisa dibujada en sus labios.

Mientras, Rio paseaba sigilosamente entre los estantes de madera de la biblioteca, con pasos silenciosos a cuales se le tiene miedo de despertar el sueño de alguien. El olor a polvo podía penetrar hasta su cavidad nasal, el aire algo denso constantemente obstruía su vista hacia los rincones más oscuros de los pasillos. Era tan quieto, un silencio lleno de tranquilidad y estabilidad, con esa luz opaca podía observar como las partículas de polvo danzaban calladamente. Se dio la vuelta para regresar a donde Thomas hasta que algo llamo su atención…

- ¿Qué es eso? – se pregunto al observar entre uno de los pasillos que daba al tope con la pared en algún rincón solitario. Estaba oscuro pero notaba una figura pequeña y solitaria entre los estantes. Decidió acercarse un poco, tentando lo que pudiera para que no perdiera el camino hacia el objeto. Lo toco. Parecía ser un libro, abandonado entre ese rincón como a propósito, como juzgando su soledad entre la oscuridad y el polvo. Rio lo levanto y lo llevo a un lugar mas iluminado, notando que estaba cubierto de polvo al paso de los años, las pastas maltratadas y sucias, ese olor a polilla. Casi sentía lastima por ver un libro en ese estado, todos los demás estaban resguardados pero este parecía haber sido olvidado entre recuerdos vagabundos de la biblioteca. – Veamos… -

Rio lo sacudió del polvo que lo envolvía, haciendo una nube de la tierra que lo cubría. Era un libro un poco delgado, de pastas color azul celeste, un poco maltratado pero en si aun se mantenía en buenas condiciones.

- La princesa del espejo… - leyó el titulo del libro para si. Algo en el titulo hizo que su cuerpo se estremeciera. No lo abrió, solo se quedo observándolo, inquieta e impaciente. Le dio una enorme curiosidad por abrirlo pero algo también se lo impedía. Deseaba dejarlo de nuevo donde lo encontró pero inconscientemente camino con el hacia donde estaba Thomas leyendo.

- ¿Uh? – El castaño noto su presencia y su mirada perdida en la pasta de ese libro que tenia en las manos, como si hubiera atrapado su alma en un segundo - ¿Qué encontraste Rio? –

- Este libro estaba tirado en un rincón oscuro de aquí… - balbuceo la peliazul hasta acercarse a la mesa, dejando el libro sobre esta y acariciando la pasta. Thomas se acerco un poco para poder verlo. Cual fue su sorpresa al volver a verlo… tan acabado y abandonado. Sus ojos se abrieron sorprendidos y sintió algo que le recorrió todo el cuerpo, no sabría exactamente que era. Al igual que Merag, sus ojos se perdieron en las pastas desgastadas del libro. Se tiro a la silla, sin dejar de mirarlo, riendo nerviosamente, pasando una mano por su frente cubriendo un poco sus ojos.

- Haha.. ha… no puede ser… - susurro entre su risa nerviosa.

- ¿Qué sucede? –

- Tenia tantos años sin ver ese libro… - rápidamente, Thomas tomo el libro entre sus manos y le dio un soplo para quitar el resto del polvo que lo cubría – La princesa del espejo… -

- ¿Qué es Thomas? – Rio se acerco con enorme curiosidad al ver su cara que de repente se torno pálida y que no dejaba de sonreír.

- Mamá solía leernos este libro a mis hermanos y a mi cuando éramos muy pequeños… - susurro Thomas y su sonrisa nerviosa paso a ser una cálida y reconfortable – Era mi libro favorito de cuando era pequeño pero no sabia que aun existiera –

- Ya veo, lo encontré en un rincón oscuro lleno de polvo –

- Ella nos lo solía contar con una muñeca que había tenido desde niña, ya que se parecía mucho a la princesa… de este cuento… - sus palabras se desvanecieron al recordar su sueño de hace rato, de aquella muñeca vieja sin un ojo que tanto protegía – Necrodoll…

Rio noto como la mirada de Thomas se perdía en un vacío indistinto, sus labios se inmutaron sin tener ninguna expresión en el rostro que ahora se tornaba serio y solemne, perdido entre su mente, solitario en su mundo. Parecía que estaba recordando algo distante de su madre y aunque quería saber que era, prefería darle su espacio. Entonces, actuando por convicción propia, poso su mano sobre la suya sonriéndole. Thomas dirigió su mirada hacia ella un poco asustado.

- ¿Podrías contarme de que trata? – sonrió la peliazul. Thomas quedo en silencio, dirigió su mirada hacia el libro y sonrió.

- Me se este cuento casi de memoria – comenzó a relatar el castaño – era mi favorito…

- Me imagino Thomas – sonrió Rio.

- Trata de una princesa que vivía en un palacio de cristal en la luna pero vivía sola. Ella no miraba las paredes de cristal por lo que eran, sino como espejos y constantemente se miraba en ellos para encontrarse un defecto aunque era hermosa; no miraba sus hermosos ojos reflejados sino una imagen distorsionada de si misma, voces le susurraban lo "horrenda" que era…

Por un momento los ojos de Rio se perdieron secamente sobre la nada de la voz de Thomas. Comenzó a temblar un poco sin que el castaño se diera cuenta. Ese cuento… espejos y voces que atormentaban, resultaba algo familiar para su propia mente que ya comenzaba a ameritar sus tragos de saliva.

- Huía sola a las esquinas del castillo pero siempre estaba sola, los espejos seguían atormentándola – continuo Thomas hojeando un poco el libro – hasta que un día observó a la Tierra y se enamoró de un chico. Todos los días lo observaba pero cuando la luna dominaba los cielos de la Tierra, aquel chico se iba y la princesa tenía que regresar a su castillo de cristal, que para ella eran espejos que la hacían llorar.

Rio estaba en completo silencio ante su historia, observando con ojos temblorosos la serenidad del moreno. En su boca, las palabras metafóricas de su propia historia y palabras que expresaban el secreto por el cual se escondía entre los espejos de su propio cuarto.

- ¿Qué paso después? – se atrevió a preguntar Rio y Thomas notó la urgencia de su voz. Algo pasaba.

- Aquel chico una noche que no había dormido escuchó un llanto proveniente de la luna y subió a ella para averiguar que era.

- ¿Y después? ¿Qué paso después? –

- ¿Sucede algo Rio? Te noto alterada.

- ¡Dime que sucedió! – Rio tomó el brazo de Thomas con brusquedad causando un poco de confusión en el chico, sin embargo continúo su historia.

- Descubrió a la princesa llorando y aun sin saber la causa de su llanto, rompe todos los cristales del palacio y le muestra que no son espejos. Ella sigue llorando por su supuesta monstruosidad física pero el le dice que de ahora en adelante el será su espejo, que no vea a ningún otro y termina diciéndole que es hermosa.

- ¿Y nada mas? –

- Solo recuerdo que se quedan juntos y construyen otro palacio en la luna y por el resto de sus vidas el se convierte en su espejo, repitiéndole en cada momento que ella lo veía lo hermosa que era.

- Así que de esa manera termina ¿uh? – Rio agacho la mirada un poco, un aire triste sucumbió alrededor de ella. El Arclight la observó por un momento en como su actitud cambiada de esa forma tan drástica, esa sed de saber mas sobre el cuento. No entendía que pasaba hasta que sus ojos se abrieron ante su sorpresa: Rio se identificaba con la princesa del cuento.

- Rio yo… - intento disculparse sin saber porque pero antes de que terminara su frase la chica se había levantado, tomando su bolso y dirigiéndose a la puerta. - ¡Espera Rio! –. Ella se quedo parada antes de salir de la biblioteca.

- Vamos Rio tu puedes… - pensó callada sin darse la vuelta.

- ¿Qué sucede mi querida Reina? – pregunto el chico preocupado.

- ¡Nada! – Rio se dio la vuelta sonriendo de forma cálida – Recordé que tenia que realizar otras cosas y tengo que irme.

- Pero… ¿y nuestro estudio? –

- Ah vaya no te preocupes vendré otro día – volvió a sonreír tan fingidamente que Thomas podía notar la tristeza que intentaba ocultar.

- ¿Estas bien? – el tono de Thomas se volvió un poco mas severo.

- ¡Claro! Tu sigue repasando, nos veremos pronto… - entonces, sin mas que decir, se dio la vuelta rumbo a la salida. El castaño quedo callado en la quietud de la biblioteca y volvió su vista hacia el libro. Un zumbido silencioso se manifestaba a través de su mente sin poder saber que sucedía o por al menos no del todo. Silencioso, cerró el libro y respiro el polvo viejo que se levantaba y que se movía en zig zag sobre la luz pálida de la habitación.

- Princesa de la luna, Necrodoll… mi princesa de la luna, Rio Kamishiro…

Azotó la puerta en cuanto entro a su alcoba. Sin ningún luz reflejada en su rostro, con las cortinas impidiendo claros de luz e inmersa en la oscuridad de una esquina de su habitación se recargó. Aun estando en tal peligrosa quietud, frente a ella miraba su propio reflejo en ese enorme espejo. No importaba que tan oscuro pudiera estar dentro, siempre podía mirarse en el. La manera tan agresiva en como la atacaba, en como la miraba, en como estaba obligada a pasar frente a el todos los días. Soledad en la casa, nadie que viniera a salvarla de su propio palacio de cristal. Resbaló poco a poco hasta sentarse en el piso y miro su moño que sujetaba su cabello.

- Estúpido moño, solo te hace ver ridícula… - se escuchó una voz en su propia habitación pero no dejaba de mirarse en el. Y cada vez que se concentraba en mirarse, pensaba que miraba su verdadera forma: esa anchura en su cuerpo a la que llamaba "gorda".

- ¡Maldita gorda! – volvió a escuchar esa voz insultante y las lagrimas escurrieron por sus mejillas frías debido al exterior. Rio ocultó su cara entre sus piernas - ¡Maldita obesa! –

Se volvió a escuchar esa misma voz. Y no se daba cuenta que esa voz provenía de su misma boca…