Ajem, sí. Yo sé que no tengo perdón porque me tardé una eternidad, y además el capítulo ni siquiera es largo, pero hey. Recuerden que lo importante es discriminar en lo que se quiere decir y cómo se va a decir en lugar de sólo escribir a lo idiota capítulos largos.

Además tengo una excusa. Mi prima cumple 9 años y le estoy organizando la fiesta.

(- Natalia, a nadie le interesa.

- ¿Ah, no?

- No.

- Ok. ._.)

En fin, he aquí…. ¡el final!


Epílogo

Era martes por la mañana y Berk había regresado a sus actividades ordinarias. Todos habían vuelto a la escuela o al trabajo, y de la sorpresiva tormenta sólo quedaban algunas inundaciones por vaciar y algunos caminos por reparar.

Hiccup había recuperado su auto del taller y ahora se encontraba aparcándolo en el estacionamiento de la escuela. Su padre llegaría esa misma noche a la ciudad, tres días antes de lo previsto, para poder encargarse de lo que requería su atención inmediata después del percance.

No salió inmediatamente del vehículo cuando apagó el motor. Se tomó unos momentos para asimilar lo que le esperaba ese día en sus actividades educativas. No tenía la clase de literatura sino hasta la última hora, como de costumbre, pero igualmente compartía otra materia con Astrid después del almuerzo.

Astrid no le parecía de la clase de persona que fuera a ignorarlo para mantener "las apariencias" frente a los demás. Para empezar era muy probable que ni siquiera fuera consciente de que casi todo el alumnado estaba al pendiente de ella, pero aun así no podía evitar sentir que el encanto del fin de semana se había desvanecido.

La tarde del domingo, cuando Astrid aceptó quedarse una noche más, pensó que la ensoñación pudo haber durado por siempre, mientras estuviera con él. En el noticiero habían dicho que las clases se cancelarían al día siguiente, que había sido lunes, por lo que no tuvieron que preocuparse por eso. La línea telefónica había vuelto finalmente y Astrid había podido llamar a sus padres, que sorpresivamente no estaban tan enojados como ella había esperado. Decidieron que la casa del alcalde era probablemente el lugar más seguro durante semejante tormenta. No mencionaron que estaba castigada, pero Astrid no se hacía tantas ilusiones.

Ellos, por su parte, no hicieron nada nuevo. Vieron otra película, prepararon la cena, tomaron otra ducha, y sin embargo todo había sido diferente, pues el ambiente entre ambos había cambiado y su trato era más personal. Por ejemplo, Astrid no había mostrado ni una pizca de inseguridad cuando se recargó en él mientras veían el nuevo filme, ni se cohibió cuando él se decidió pasarle el brazo por los hombros para atraerla más hacia sí, antes bien se acomodó facilitando la interacción mientras se reía de la película aún y cuando no era comedia.

Al día siguiente se había tomado su tiempo para marcharse. Eran pasadas las tres de la tarde cuando tomó a Stormfly y las pocas cosas que traía y se despidió de Hiccup en el garaje, antes de subirse al auto. Habían vuelto a abrir la puerta y esta vez no se mojaron pues la tormenta había pasado a ser apenas una ligera llovizna de la que podían resguardarse haciéndose unos pasos hacia dentro, el techo previniendo que se empaparan nuevamente.

– ¿Le tienes especial cariño a esta camiseta? – le había preguntado ella.

Ya se había puesto su ropa, pero había seguido usando la última camiseta que él le había ofrecido fajada en la falda, con la que había aceptado su propuesta de quedarse una noche más.

– No, ¿por qué?

– Bien. Entonces me la quedaré – declaró sonriendo.

Le estampó un último beso en la mejilla y se giró para subirse a su carro, su mascota esperándola dentro.

– Astrid, espera.

Ella se giró para mirarlo y él carraspeó para evitar que se le quebrara la voz.

– ¿Crees que… el fin de semana tú y yo, tal vez pudiéramos… salir… o algo?

Astrid sonrió de lado y se contuvo para no poner los ojos en blanco. No podía creer que se lo preguntara con tanta timidez después de todo lo que había pasado.

– Seguro. Llámame.

– Uh… no tengo tu número.

– Sí lo tienes. Lo agregué a tu celular cuando no mirabas.

– Oh. – dijo sorprendido – Ok, te llamaré.

Astrid se giró para marcharse nuevamente pero se detuvo con la mano en la cerradura del auto. Se dio la media vuelta otra vez y mandándole apenas una mirada sabionda de advertencia, deshizo el camino que había andado y se regresó para darle un abrazo. Era el primer abrazo real que compartían, y se tomaron su tiempo para disfrutarlo, absorbiendo la esencia del otro y reparando en que se amoldaban de la manera más agradable.

– Gracias. – murmuró Astrid en su oído con voz sincera.

– Cuando quieras. – murmuró él de vuelta.

Finalmente se había marchado y de pronto a Hiccup la casa se le figuró demasiado vacía. Incluso Toothless había maullado tristemente mirando en la dirección en que desapareció el auto, probablemente extrañando a su compañera de juegos.

Esa noche, Hiccup había buscado una razón para llamarla, pero no se le ocurrió ninguna. Se decidió por enviarle un mensaje, preguntándole si había llegado bien a su casa. Ella le había respondido a los pocos minutos con un "Sí, gracias. Te veo mañana en la escuela" y una carita feliz.

Cuando se había ido a acostar, además, había podido oler a Astrid en sus sábanas y se avergonzó del hecho de embriagarse con el aroma por mucho rato antes de por fin dejarse vencer por el sueño.

De vuelta en el presente, se decidió a salir del auto de una buena vez antes de que se le hiciera tarde. Estaba sacando algunos libros de su casillero cuando la voz de Astrid lo saludó a unos diez pasos de distancia.

– Hey, Hiccup.

Él levantó la mirada y no fue el único.

– Astrid. Buenos días. – respondió cuando ella se detuvo a su lado.

– ¿No se te olvidó traer el trabajo, verdad? – preguntó risueña, con las manos en las correas de la mochila que le colgaba en los hombros. Era una pregunta retórica, por supuesto, con el único fin de iniciar una conversación.

– Claro que no. Está en mi mochila impreso y listo para entregar.

Caminaron juntos a clase, riéndose de cualquier tontería y preguntando cómo estaba la mascota del otro. Sus respectivas aulas estaban una frente a otra, por lo que la caminata juntos era obligatoria. Hiccup decidió en ese momento que si a ella no le importaba el molesto murmullo que se iba extendiendo por dónde fuera que pasasen, a él tampoco. Cuando alcanzaron su destino, ella lo encaró con la perpetua sonrisa que no la había abandonado desde el pasado viernes. El profesor aún no había llegado y tenían tiempo para un intercambio de palabras.

– ¿Te veo en el almuerzo? – preguntó ella. Hiccup sonrió.

– Seguro.

Astrid le ofreció entonces su mejilla derecha, en lugar de besar la de él como acostumbraba. Hiccup se tomó un momento para que se le pasara el mini ataque cardiaco que le detuvo el corazón por un segundo. Se recordó que le importaba poco que todo mundo estuviera mirando. Además era algo que había estado haciendo todo el fin de semana, por lo que se inclinó y la besó con seguridad.

Astrid se metió alegremente al salón de clases y se sentó en uno de los escritorios individuales al lado de Ruffnut, que la miraba con los ojos de pescado al igual que todos los que habían presenciado el intercambio entre ella y Hiccup, quien alcanzó a ver como Ruffnut se le acercaba y jalaba a Astrid del brazo para susurrarle algo al oído sacándola momentáneamente de balance.

Se rió entre dientes negando con la cabeza y se dirigió a su propia aula.

El día no resultó ser tan tedioso como cabría esperar. Fishlegs estaba emocionado, y le contó a Hiccup que había estado conversando con Ruffnut vía Facebook . Su entusiasmo había resultado contagioso. Fishlegs le había dicho que a pesar de que en un principio Ruffnut estaba muy apática, al final había terminado por cooperar, además que había respondido todos sus mensajes, aún y cuando sólo fuera con un simple "sí" o "no". Eso era una buena señal, había declarado Fishlegs.

Hiccup lo había animado a seguirle hablando, sin embargo las cosas se complicaron cuando la fatídica pregunta salió a relucir:

– ¿Y a ti cómo te fue con Astrid?

Hiccup se mordió la lengua. Fishlegs era su mejor amigo, pero ¿cómo le dices a alguien – mejor amigo o no – que mientras él compartía conversaciones a larga distancia con su amor platónico, él compartía techo con el suyo?

– Eh… bien. Sí, bien. Creo que sacaremos buena calificación en le trabajo.

No era mentira. Hiccup era excelente al momento de decir medias verdades. Uno se evita muchos problemas cuando el resto de las personas sabe solamente lo que tiene que saber. Aunque decididamente Fishlegs se iba a enterar de su nueva relación con Astrid tarde o temprano, y mejor que se enterara por él. ¿Qué clase de amigo sería si se enteraba por los cotilleos de los otros alumnos que evidentemente no tenían nada mejor que hacer?

– Bueno, obviamente, viniendo de ustedes dos. ¿Pero no hablaron de nada más? Yo intente sonsacarle a Ruffnut detalles como que música le gusta, o cosas por el estilo.

– Bueno, al parecer ahora somos amigos. – confesó, aunque no estaba seguro si "amigos" alcanzaba a englobar la situación.

– ¿En serio? – preguntó alzando las cejas – De hecho, ahora recuerdo que ella se rió de algo que dijiste el pasado viernes.

Hiccup se encogió de hombros, restándole importancia.

– No estaba intentando ser gracioso. – admitió con ligereza.

Una vez que pensaba en ello, era la primera vez que hablaba sobre chicas con Fishlegs. Era nuevo y un tanto raro, pero podía acostumbrarse.

Astrid por el contrario, estaba en Hel. ¿Por qué? Pues porque odiaba los cotilleos, y al parecer, ahora estaba irremediablemente en medio de uno. Ruffnut y Heather habían estado molestándola toda la clase de cálculo sobre Hiccup.

"¿Están saliendo?, ¿Desde hace cuanto?, ¿Por qué no nos lo habías dicho?, ¿Hasta dónde han llegado?"

Astrid casi les arroja la calculadora. ¿Qué demonios les importaba? Ella no iba por ahí inmiscuyéndose en los asuntos de los demás. ¿Por qué no podía haber un poco de reciprocidad? Estuvo a punto de decirles de mal modo que se callaran de una vez y que la dejaran poner atención cuando se lo pensó mejor. Tomó aire y se calmó.

Recordó lo que había pensado la noche del sábado cuando decidió que Hiccup le gustaba. ¿Qué tal si ahora que todo el mundo les prestaba atención, algunas chicas decidían ir tras él? Lo dudaba, la mayoría tenía dignidad femenina o en su defecto, la respetaban a ella. Pero había unas cuántas que bien carecían de sentido común. Ruffnut, por ejemplo, tenía fama de ser más fácil que la tabla del cero, y a Heather le encantaba coquetear con quien se le pusiera en frente.

"Vaya amigas"

– Sí, estamos saliendo. – informó fingiendo despreocupación mientras copiaba un problema de la pizarra. "Si le resto importancia, me dejarán en paz" pensó. – O al menos, saldremos éste fin de semana.

– ¿A dónde?

Contó mentalmente hasta diez. "Necesitaré la calculadora, necesitaré la calculadora" se repitió.

– Ni idea. – respondió sin mirarlas.

Heather estaba a punto de comentar algo cuando la profesora la llamó a resolver uno de los problemas en la pizarra y Astrid agradeció la intervención. Ruffnut se calló por temor a correr con la misma suerte. Astrid, por otro lado, se ofreció voluntaria para resolver el problema que quedaba. "Mejor prevenir" pensó. Si estaba al frente, nadie la acosaría con preguntas.

No se tardó mucho en resolverlo – correctamente, sobra decir – y cuando se fue a sentar, Heather y otro compañero aún se peleaban con los números del pizarrón. Sonrió con suficiencia.

"Si tienen tiempo para cotillear, mejor pónganse a estudiar" y se puso a copiar la respuesta que ya había anotado en el pizarrón en su libreta.

Cuando por fin llegó la hora del almuerzo, Astrid dejó sus libros en el casillero y se apresuró a la cafetería. Hiccup la estaba esperando afuera leyendo un libro – sin lentes, que mala suerte – sentado en una de las muchas bancas que había en el amplio patio del plantel.

Astrid se le acercó sonriendo, pero se detuvo a medio camino al escuchar unos despectivos comentarios. Un grupo de porristas estaba sentado comiendo al aire libre comentando lo que todo el mundo parecía estar comentando.

– ¿Astrid Hofferson, saliendo con ese perdedor? Claro que no. Ella es demasiado buena para alguien como él. – comentó la capitana lo suficientemente alto para que varias personas alrededor la escucharan. – He hablado con ella en un par de ocasiones y definitivamente Astrid no es el tipo de chica que se desperdiciaría así.

Volteó hacia donde Astrid estaba y le sonrió encantadoramente, cómo si le estuviera haciendo un favor.

– No sé quién se habrá inventado semejante tontería. Los supuestos "testigos" del fenómeno mienten, sin lugar a dudas. Sólo quieren destrozar su reputación.

Hiccup no había levantado al vista del libro, por lo que no sabía si la estaba ignorando o estaba muy absorbido en su lectura como para darse cuanta de lo que acababa de implicar la capitana de las porristas. Astrid, por el contrario, la había escuchado perfectamente y sintió la sangre hervir en sus venas. Si Hiccup era del tipo de persona que ignoraba los comentarios estúpidos, Astrid era del tipo de persona que golpeaba al comentario estúpido en la cara, pero supuso que dejarle un ojo de panda a una alumna, por más merecido que se lo tuviera, la metería en problemas.

Entonces se le ocurrió una idea. Respiró hondo y le devolvió la sonrisa, doblemente encantadora, a la pelirroja de la boca grande. Después se acercó a Hiccup y aún sonriendo, le quitó sin brusquedad el libro de las manos.

– Hey. – saludó.

No le dio tiempo de agregar nada más. Colocó el libro a un lado en la banca y se sentó en sus piernas.

– ¿Qué tal tus clases? – preguntó pasándole un brazo por los hombros.

Hiccup parecía bastante confundido.

– ¿Bien?

La abrazó por la cintura para evitar que se cayera.

– ¿Qué tal las tuyas?

– Largas – dijo Astrid casi en tono melodramático. Aunque en realidad no mentía. – Tenía ganas de verte – añadió sonriendo con malicia al pensar en la cara de quien estaba segura los observaba a unos metros de distancia.

Decidió entonces que sólo necesitaban una demostración y no un show completo, por lo que le puso la mano que tenía libre en el rostro y lo besó. Suave y sin hacer una escena, pero lo bastante definitivo como para acallar de una buena vez a los entrometidos, incrédulos, groseros y demás estudiantes que claramente, preferían vivir al pendiente del drama ajeno a hacer sus deberes.

Habían hecho costumbre el mirarse con los ojos entreabiertos por un segundo después de cada beso, y ésta vez no fue la excepción. Astrid se paró de un salto y tomó el libro a la vez que Hiccup se ponía de pie. Se lo puso en las manos y sin mirar atrás para ver la reacción que su pequeño arrebato había provocado, preguntó.

– ¿Entramos? Me muero de hambre.

– Después de usted, Milady. – respondió él mientras mantenía la puerta abierta para ella.

Después de eso, nadie más los volvió a molestar.


Pues ahora sí, se acabó de una vez por todas. De verad espero que lo hayan disfrutado.

Algunos me sugirieron una secuela, pero de verdad que en cuanto a esta historia ya no tengo nada que decir, y cuando no se tiene nada que decir y se sigue hablando…. pues el resultado no es bonito. :(

So, no. No secuelas para esta historia.

Pero pronto llegaré con nuevas historias y además:

¡Noticias! Pensé en abrir una serie de drabbles. Algunos (dos) los tengo ya en mente, pero cómo dos drabbles no son nada, me dije a mí misma "mí misma, deberías aceptar sugerencias" Es decir… ustedes me dicen: "Escribe sobre este tema" y yo hago un drabble. ¿Les agrada?

Ideas, comentarios y sugerencias me los pueden dejar en reviews o mandarme PM.

Sin más por el momento….

¡Mil GRACIAS por seguir esta historia, por todos sus comentarios, por todo su apoyo y por tenerme paciencia!

¡Nos leemos en la próxima historia!