En Las Sombras

Por Niteryde

Traducción: Mya Fanfiction


Nota de Niteryde: Lo sééééé, no debí comenzar una nueva historia. Lo sé. Pero, joder, ¡no pude evitarlo! Me desperté con un antojo después de ver algunas pelis de terror, y al hacer eso, de repente me inspiré con esta idea. Así que ahí va…

DBZ no me pertenece.

Nota de Mya: Lo sééééé, no debí comenzar a traducir esta cuando otras le anteceden y aún no termino Reconstrucción, pero es que me gusta tanto que quiero compartirla de una vez con uds. Además, la versión original aún no concluye por lo que espero alcanzar a Nite para, por primera vez, tener el placer de ir a su par en una historia. ¡Disfruten!


Capítulo 01: Gente Mala.

Bulma atisbó a su esposo por el rabillo del ojo. Vegeta estaba sentado en la mesa de la cocina en el punto que había reclamado como suyo hacía más de veinte años atrás, con la taza acostumbrada de café frente a él. Su mano sujetaba el asa, pero la bebida estaba intacta. El príncipe estaba luchando visiblemente por mantener los ojos abiertos y no cabecear justo donde estaba sentado. Bulma negó con la cabeza ante su cabezonería, y volvió a fijar la vista en la taza de chocolate caliente que se estaba preparando.

—Sólo pídemelo —dijo finalmente, viendo a Vegeta hacer una mueca ante el sonido de su voz—. Puedo ir traerte una medicación para dormir en cuestión de una hora.

—Hn. Esas cosas son para los débiles —murmuró Vegeta, parpadeando para espabilarse. Finalmente alzó su taza de café para tomar algo de la altamente necesitada cafeína.

—Vegeta, no has estado durmiendo bien por semanas —dijo Bulma, sacudiendo la cabeza otra vez mientras mezclaba su chocolate caliente—. Tus pesadillas no habían sido tan malas en años.

El príncipe bajó la taza con un frunce. Era verdad. La presencia de Bulma en su cama había bajado, con el pasar de muchos años, la frecuencia de sus pesadillas a niveles manejables. Aunque antes había sido atormentado todas las noches por torturas pasadas, tanto sufridas como impuestas, ahora éstas regresaban más o menos una vez por mes.

Pero desde hacía algunas semanas, habían regresado con más frecuencia. Se esforzó más en el entrenamiento, intentando cansarse más al punto de inducirse un sueño profundo, pero no funcionó. Las suaves caricias y palabras de Bulma después de despertarse de un sueño violento tampoco funcionaban. Estaba frustrado y cansado. Este era un viejo problema que había aprendido a superar hacía mucho tiempo, pero ya no estaba acostumbrado a tener tan pocas horas de sueño.

Sin embargo, eso no significaba que estaba al punto de necesitar medicación. Lo había intentado hacía muchísimo tiempo, y no le había gustado los efectos secundarios.

—Pasarán —dijo Vegeta finalmente mientras Bulma se sentaba en la mesa al lado de él. Alzó su taza para darle otro sorbo—. Siempre lo hacen.

Bulma suspiró. —Una semana más, Vegeta. Si no tienes al menos seis días de sueño buenos e ininterrumpidos la próxima semana, vas a tomar medicación para dormir.

—Esto no es una negociación —dijo Vegeta insidiosamente.

—Sí, lo es —respondió ella firmemente, viendo su rostro cansado—. Estás como un zombie, y no puedo dormir bien tampoco mientras tú estés dando vueltas en la cama toda la noche. Así que o aceptas el trato, o comienzas a oler cada comida en búsqueda de potenciales sedantes escondidos en ella para obligarte a dormir.

El príncipe aniquiló a su mujer con la mirada, e iba a responderle cuando su hija de cinco años entró corriendo a la cocina, llorando casi histéricamente. Vegeta hizo una ligera mueca de dolor; su cabeza no estaba para recibir sus agudos lamentos.

—¡Mami! —gritó Bra, corriendo directo hacia Bulma.

—¿Qué pasa, bebé? ¿Por qué estás llorando? —preguntó Bulma, echando la silla hacia atrás para alzar a su hija.

—¡Mis pececitos están muertos!

—¿Qué?

—¡Están flotando en el agua! ¡Todos están muertos, Mami!

—Oh, cariño, lo siento —dijo Bulma, abrazando a Bra fuertemente. Miró a Vegeta en confusión, y él se encogió de hombros indiferente, tomando su café—. Quizá algo estaba mal con el agua. Te compraremos peces nuevos este fin de semana, y puedes escogerlos esta vez, ¿qué te parece?

Vegeta puso los ojos en blanco y se levantó. Dejó su taza, y luego se marchó a la sala de estar, dejando que Bulma se encargara de la última crisis familiar. Se sentó pesadamente en el sofá, y tomó el control remoto para encender la gran pantalla de TV para ver el reporte del tiempo. Si la intensa gravedad no funcionaba, entonces quizá ir a algún lugar con un muy mal tiempo finalmente lo cansaría lo suficiente como para poder tener algo de descanso.

Demonios, quizá hasta podía invitar a Kakarotto a un combate de entrenamiento. Después de todo, pocas cosas en la vida lo hacían sentir tan bien como golpear a su rival en la cara.

Vegeta puso el canal de noticias para esperar a que comenzara el reporte. Tiró el control a un lado y se frotó los ojos, arrugando el entrecejo mientras oía la TV.

Tenemos una actualización sobre la epidemia que azota a la Capital del Sur. Doce personas más han muerto de la misteriosa enfermedad a la que ahora están llamando el Código V. los médicos tienen razones para sospechar que la enfermedad es viral, y están recomendando que todos los que presenten los siguientes síntomas se queden en casa y no asistan ni a sus trabajos ni a la escuela, hasta que tengamos más información…

Frunciendo el ceño y con los ojos cerrados, Vegeta tanteó por el sofá hasta que encontró el remoto otra vez. Todo lo que quería era el maldito reporte del tiempo, no uno sobre la última enfermedad que se aprovechaba de la debilidad de los humanos. Sacudió la cabeza rápidamente, y levantó el remoto para cambiar el canal cuando se congeló ante lo que estaba en la pantalla frente a él.

Todos los que han sido afectados por esta enfermedad han presentado esta terrible erupción, aquíexplicó un médico en la TV, mostrando fotos de una mujer que ya estaba muerta. Tenía pelo rojo, pero justo sobre su sien había una dolorosa erupción que se veía casi como una quemadura en forma de V. el pelo alrededor había desaparecido—. No sabemos cómo o por qué está pasando esto, pero esta marca es predominante en todos los que han muerto de esta enfermedad. —Mostraron otra foto de un muchacho con la misma marca.

» Si por alguna razón, usted o alguien a quien conoce comienza a desarrollar los síntomas señalados abajo, y/o comienza a desarrollar una sensación de quemadura cerca de la frente, por favor acérquese al hospital más cercano inmediatamente. Por ahora, no se ha descubierto la cura-

Repentinamente, la TV se apagó. A Vegeta le tomó un segundo darse cuenta de que Bulma había caminado hasta ella y la había apagado, y lo estaba observando exasperada.

—¿No me oíste cuando te pedí que apagaras eso? Bra ya está bastante alterada, no necesita ver ese tipo de cosas, Vegeta.

Bulma esperó la pelea porque la TV había sido apagada mientras él la observaba, algo que siempre lo ponía de malas. Pero en vez, Vegeta simplemente se le quedó viendo, con una mirada distante y confundida en el rostro. El de Bulma se suavizó y su mirada fue reemplazada por una de preocupación mientras se acercaba a él.

—¿Estás bien? —preguntó. Él no respondió hasta que ella le tocó el hombro. Parpadeó un par de veces, y la miró a los ojos.

—¿Escuchaste sobre esa enfermedad que están llamando el Código V?

—Sí, es de verdad extraño. Voy a llamar a Trunks más tarde para asegurarme de que se esté cuidando. Sé que se acerca la mitad del semestre, y algunas veces no se cuida tanto como debería.

Ella esperó una respuesta, pero Vegeta estaba como atontado otra vez, tenía la mente enfocada en esa marca.

Esa marca… la V sobre la sien… la había visto antes. Hubo un corto período de tiempo en su vida donde se había aburrido de los métodos regulares para matar a sus víctimas. Había mejorado sus técnicas de destrucción herrando a sus víctimas con la marca, quemándoles la piel, justo a un lado de la cabeza donde más dolía. En su idioma nativo, la marca significaba «príncipe». No importaba quién era: viejo, joven, hombres, mujeres, niños. Dejaba todos los cadáveres herrados en la sien, como una declaración de que el príncipe de los Saiyajin era el ser más despiadado del universo, después de Freezer…

—Vegeta, cariño, regrésate a la cama. De verdad luces completamente exhausto y un poco pálido —dijo Bulma preocupadamente, sacándolo de sus cavilaciones cuando le pasó una mano por el pelo.

Frunció el ceño y se llevó una mano a los ojos para frotárselos otra vez. Eso fue hace muchísimo tiempo. ¿Qué era, un adolescente? ¿Tenía unos 18 años humanos, como Trunks? Sacudió la cabeza, intentando borrar esas imágenes de la TV de su mente. Estaban regresándolo a lugares oscuros a donde ya no quería ir. *

—Estoy bien, mujer —gruñó finalmente, recogiendo el remoto otra vez—. Y deja de apagarme la maldita TV cuando la estoy viendo. Hazlo otra vez y te haré pedazos.

Bulma casi se sintió aliviada al oír a su esposo hablando de la manera gruñona acostumbrada. Le sonrió ligeramente.

—Está bien, gruñón, ¿ya que volviste a la normalidad podrías chequear el acuario en el cuarto de Bra mientras la llevo a la escuela? Yo lo hice esta mañana cuando la desperté y los pececitos estaban bien. Es realmente extraño que todos hayan muerto así.

—Unos peces muertos. Gran cosa. Sólo cómprale más —dijo Vegeta con indiferencia, antes de recibir un golpe en el hombro.

—¿Podrías por favor ser un poco más sensible, imbécil?

—Bien. ¿Qué te parece si cocinamos los peces para no desperdiciarlos? —preguntó entonces con una sonrisa.

El príncipe levantó una mano para bloquear el golpe dirigido a su nuca. Bulma intentó hacerlo con la otra, pero también la cogió y la dejó atrapada en su regazo mientras ella chillaba:

—¡Vegeta! ¡Tengo que llevar a Bra a la escuela!

—Ella puede caminar —murmuró con una sonrisa, olvidándose del nefasto telediario mientras atraía a su esposa para besarla. Bulma no se resistió y profundizó el beso.

Logró tocar un poco el cuerpo de su mujer hasta que sintió que su hija se acercaba. Se separó de ella, y sabiendo lo que significaba, Bulma se puso de pie y arregló un poco su ropa. Dio un salto cuando Vegeta le dio una nalgada, y se volteó para fulminar al príncipe sonriente con la mirada.

Ambos vieron a Bra bajar por las escaleras. Ya estaba vestida, con el bolso lleno y en la espalda. Miró a sus padres con los ojos aún rojos por las lágrimas.

—¿Estás lista, cariño? —preguntó Bulma gentilmente. Bra asintió en silencio—. Siento que se murieran tus peces, bebé. Pero no te preocupes, papi va a ver qué fue lo que pasó, ¿está bien? Ahora vamos, dile adiós a papá que tenemos que irnos.

Bra asintió otra vez y caminó hacia su padre. Se le quedó mirando, y él pudo notar que ella estaba luchando por no llorar otra vez cuando preguntó: —¿De verdad vas a ver qué le pasó a mis pececitos, Papi?

Vegeta aniquiló a Bulma por el rabillo del ojo, mirada que ella respondió con una petulante. Volvió a enfocarse en su hija, que tenía el pelito azul atado en coletas, y suspiró. No tenía un favorito con sus hijos y se preocupaba por ambos por igual aunque de diferentes maneras, pero su hija lo agotaba con más facilidad que Trunks cuando tenía su edad. Se lo atribuyó a la edad, se estaba haciendo más débil.

—Sí, niña —dijo finalmente el príncipe—. Veré qué fue lo que pasó para que no se repita.

La pequeña sonrió, y se lanzó a su pecho. Vegeta gruñó en sorpresa.

—¡Gracias, Papi! —le dijo alegremente, antes de levantar los brazos para besarlo en la mejilla. Vegeta frunció el ceño y le dio una palmadita torpe en la espalda. Ella se separó de él y le brindó una sonrisa con diente faltante, antes de correr hacia su madre. Bulma le sonrió y le guiñó un ojo, logrando que él desviara la mirada al techo.

Después de que se marcharon, volvió a poner el telediario. Se inclinó hacia adelante y escuchó con interés los reportes de la nueva y extraña enfermedad, frunciendo en concentración mientras lo hacía. Finalmente, cuando todo lo que estaba viendo y oyendo fueron cosas que ya sabía, revisó el tiempo. Iba a hacer un intenso calor a unos ochenta kilómetros de la ciudad. Perfecto.

Se levantó para vestirse e ir a buscar al chucho de tercera clase para un buen combate de entrenamiento al estilo saiyajin, cuando recordó que tenía que ir a chequear el acuario de peces en el cuarto de Bra. Gruñendo para sí mismo, subió las escaleras para finiquitar ese asunto.

Otros padres simplemente le habrían comprado un tazón con uno o dos peces a su hija pequeña. Pero Bulma y Vegeta habían puesto un acuario del tamaño de una pared, más de un metro de alto, y de la mejor calidad en el cuarto de su hija por su tercer cumpleaños. De noche, éste se iluminaba y le daba un tono azul suave al cuarto que la ayudaba a dormir cuando estaba aprendiendo a hacerlo fuera de la cuna. Había tenido el mismo acuario raro y exótico desde entonces.

Vegeta entró a la habitación de su hija y se quedó de piedra cuando lo vio. Era cierto, había peces flotando en el agua, evidentemente muertos. Sin embargo, lo que llamó su atención fue el hecho de que el líquido estaba completamente rojo.

El príncipe arrugó el entrecejo y se acercó al acuario para investigar más a fondo. Se pegó a él para mirar detenidamente a través del vidrio. ¿Qué era eso, sangre? ¿Cómo era posible? Su hija no habría dudado en mencionarle semejante detalle. Y era imposible que los peces tuviesen la suficiente como para llenar todo el acuario. La sangre debió haber estado diluida.

Vegeta, totalmente confundido, se enderezó y levitó en el aire hasta alcanzar la parte de arriba del acuario. Estaba bien sellado para que Bra no pudiese trastear con él, pero incluso estaba lejos de su alcance y del de Bulma. Levantó la tapa con facilidad y su nariz se arrugó un poco ante el fuerte hedor que le llegó. Le echó un vistazo a todos los peces. Todos estaban muertos.

Hundió la mano en el agua, sacó un poco de ella, y parpadeó sorprendido. Si no la conociera, diría que era sangre a temperatura corporal. Lejos de sentirse diluida, se sentía fresca, como de una caza. No había sentido esta clase de sangre en sus manos en años, pero repentinamente se sintió como si hubiese sido ayer.

Vegeta frunció y sacudió la cabeza, limpiándose la mano con el borde del acuario, y luego examinó a los peces. Bajó la mano y agarró uno. Acercándolo, lo inspeccionó para buscar cualquier señal de sangrado. Dándole la vuelta, sus cejas se entrejuntaron cuando no vio nada inusual. Dejó el pez en el acuario y tomó otro, y otro, y otro más. Ninguno de ellos estaba herido de una manera que pudiese dejar el acuario tan sangriento.

Volvió a meter todo los peces en el acuario, sacudiendo la cabeza en confusión. Iba a tener que llevarse el artilugio completo del cuarto de su hija y quizá hasta botarlo. Le puso la tapa otra vez, lo sujetó lo mejor que pudo, antes de levantarlo. Dándose la vuelta, lo sacó del cuarto, negando con la cabeza todo el tiempo.

Debió haber sido algo extraño y fortuito…


—¿Y te estás asegurando de llevar el gel antibacterial a donde quiera que vas? —preguntó Bulma, sosteniendo su teléfono celular entre el hombro y el oído mientras revolvía una olla llena de sopa para la cena de esa noche. Bra estaba sentada en la mesa detrás de ella, balanceando las piernas mientras dibujaba un retrato familiar en su cuaderno de bocetos.

—Mamá. —Trunks suspiró al otro lado de la línea, echando un vistazo dentro de su dormitorio a la chica medio desnuda que yacía en su cama. No quería responder, pero ya había ignorado una llamada de su madre. Hacerlo una segunda vez significaría que recibiría una visita de su padre cabreado, y eso no sería prudente esa noche.

Mamá, nada, Trunks. Esos dormitorios están infestados de gérmenes, bacterias, y quién sabe qué más. Todo lo que te estoy pidiendo es que tengas cuidado.

Yo tengo cuidado. No tienes que preocuparte porque esa cosa llamada el Código V me infecte. Soy mitad Saiyajin, ¿te acuerdas? No me enfermo.

—Oh, sí claro, no me vengas con esas —sostuvo Bulma, justo cuando Vegeta, finalmente, entró a la cocina. Le echó un vistazo a su esposo, y frunció en descontento por lo sucio y ensangrentado que estaba. Sin duda, estaba entrenando con Goku. El príncipe hizo contacto visual con ella y sonrió, haciéndola poner los ojos en blanco antes de que ella le soltara que no hiciera un desastre en su camino al segundo piso—. Ahora dime qué pasó con esa calificación tan baja en el examen de Cálculo, Trunks. ¡Más te vale que no te estés distrayendo con alguna guarra de por ahí!

—¿Papi? —Vegeta gruñó en acuerdo mientras se quitaba las botas sucias—. ¿Qué es una guarra? —susurró la pequeña.

Vegeta sonrió y dejó las botas a un lado, antes de acercarse lentamente a su hija. El combate con Kakarotto le había caído como anillo al dedo. Estaba seguro de que tras una ducha, seguido por la deliciosa comida que Bulma estaba preparando, se resolvería el problema y quizá podría tener dos días seguidos de sueño profundo.

—No te preocupes por eso —susurró también. Se inclinó hacia abajo, descansando las manos sobre las rodillas mientras se acercaba a su hija.

—Papi, hueles feo —le dijo Bra, su nariz se arrugó en señal de repulsión.

—Hn. Te pareces tanto a tu madre —gruñó Vegeta, antes de que su expresión se tornara seria mientras contemplaba detenidamente a su hija—. Bra, tuve que sacar todo el acuario de tu cuarto.

—Sí, ya vi —dijo Bra en voz baja, haciendo un pequeño puchero mientras pegaba los ojos en su dibujo.

—Antes de irte a la escuela… ¿viste algo… extraño, con el acuario? —preguntó Vegeta por lo bajo.

—¿A qué te refieres?

—¿Cómo estaba el agua?

—No sé, a mí me pareció que bien —dijo Bra con una mueca. Vegeta arrugó la frente y guardó silencio, así que Bra preguntó—: ¿Por qué?

—Por nada —respondió suavemente, mirando sobre los hombros de la niña—. ¿Qué estás dibujando?

—Estos somos nosotros. ¡Esta es Mami, esta soy yo, y este eres tú, y este es Trunks con Goten!

—Hn —gruñó Vegeta con una sonrisa divertida en el rostro al ver el dibujo. La cabeza de Bulma era ridículamente grande, y él era demasiado alto. Un Trunks con un aspecto muy tonto jugaba videojuegos con un Goten con un aspecto aún más tonto, y Bra estaba parada sola con un sol rodeándola.

—¿Qué te parece?

—Que está perfecto, princesa —le susurró al oído, como si le dijera un secreto. Bra sonrió con orgullo mientras Vegeta se enderezaba para ir a darse una muy necesitada ducha caliente.

El resto de la noche transcurrió tan normal como siempre. Los tres se sentaron y cenaron juntos, mientras Bra le contaba a sus padres todo lo que había pasado en la escuela. Bulma le informaba a su hija y esposo sobre Trunks y cómo le estaba yendo. Vegeta simplemente comió y escuchó lo mejor que pudo, pero para ese punto, estaba completamente exhausto. La adrenalina del combate que había tenido con Kakarotto se estaba desvaneciendo y terminó su cena con un extraordinario esfuerzo.

Sólo porque todavía había un dejo de masoquismo en él que nunca desaparecería, Vegeta se obligó a tener una última sesión de entrenamiento antes de ir a dormir. No iba a arriesgarse. Necesitaba dormir, e iba a cansar su cuerpo hasta niveles insospechados para asegurarse de estar bien agotado para lograrlo. Hizo una hora de duro entrenamiento, y luego regresó para darse otra ducha.

Pero cuando salió del baño, se encontró de frente con su mujer sumamente molesta.

—¿No te he dicho que no hagas tanto desastre cuando entres a la casa, Vegeta? —le siseó Bulma. Vegeta arrugó el entrecejo.

—¿De qué demonios estás hablando, mujer? —ladró mientras se envolvía una toalla por la cintura.

—¡Dejaste huellas de sangre y pantano por todo el cuarto de Bra!

Vegeta se congeló, y rápidamente reprodujo los eventos del día. No había ido al cuarto de su hija cuando regresó de su combate de entrenamiento con Kakarotto. Había ido directo a donde estaba ahora, tomado una ducha, y luego bajado por las escaleras para reunirse con su familia para cenar… ¿correcto?

—¿…Lo hiciste tú, verdad, Vegeta? —preguntó Bulma preocupadamente, interrumpiendo el tenso silencio.

Sus cejas se unieron mientras veía a su mujer directo a los ojos. Después de unos segundos, se encogió de hombros, desvió la mirada, y gruñó un evasivo: —Debió pasar cuando estaba sacando el acuario.

Vegeta omitió el hecho de que estaba descalzo cuando lo hizo, y que se aseguró de que nada se derramara. Pero también estaba luchando contra una fatiga que habría paralizado a casi cualquier otro. Quizá sí había deambulado accidentalmente por el cuarto de su hija después del entrenamiento.

¿No se había quitado las botas al entrar a la casa?

—Bueno, sólo ten más cuidado, ¿okay? Me llevó un buen rato limpiar y sacar ese olor a sangre del cuarto. —Vegeta asintió distantemente, todavía con la mirada perdida a un lado, y Bulma tomó su rostro entre sus manos. Enfocó sus ojos en ella, y ella lo besó brevemente en los labios—. Traeré a Bra para que te dé las buenas noches y se acueste a dormir.

—No. Yo iré a darle las buenas noches a la niña —dijo Vegeta, sorprendiéndola. Bulma parpadeó cortamente, pero finalmente sonrió y asintió.

—Mejor todavía.

Ella lo besó otra vez y dejó la habitación para seguir alistando a su hija para ir a la cama. Tan pronto como lo hizo, Vegeta se sentó en el borde de su cama.

Algo estaba mal, algo estaba muy mal, y a él no le gustaba. Se pasó una mano por la cara. Frunció el ceño un momento, rastreando mentalmente en búsqueda de algún ki. No había nadie excepto su hija y su esposa. Los padres de Bulma se habían mudado hacía algunos años atrás para darle a la pareja algo de privacidad mientras criaban a sus hijos, pero no estaban muy lejos.

Sacudió la cabeza, y luego se levantó. Se cambió la toalla por unos cómodos shorts, y luego fue a chequear a las únicas mujeres por las que se preocupaba en el universo.

Vegeta se apoyó en el marco de la puerta del cuarto de su hija, cruzando los brazos por encima del pecho. Se relajó al verlas juntas en la cama mientras Bulma le leía un libro a Bra. Ambas vieron hacia la puerta, y él les asintió en señal de aceptación. Cuando volvieron a su tarea, Vegeta hizo una búsqueda con un ojo crítico que no había usado en años. Examinó hasta el último rincón de la habitación, hasta que sus ojos finalmente se posaron en la alfombra.

Bulma había fregado la sangre, pero su ojo entrenado todavía podía ver los pequeños pigmentos rojos en la alfombra rosada de la habitación de la niña.

Había huellas hasta la cama.

Allí se detenían.

Se le revolvió el estómago y apretó los labios. El acuario no estaba en esa dirección. Había sido movido a la pared contraria. Inhaló profundamente. Un humano sólo habría olido el ambientador, pero él además podía oler la sangre desvanecida, el persistente olor a peces muertos, el perfume de su esposa, el champú de su niña, y su propio aroma de cuando estuvo más temprano.

Nadie más había estado en la habitación. Frunció el ceño en confusión mientras volvía a ver la alfombra. ¿En efecto había sido él? ¿Acaso se estaba volviendo loco?

—Vegeta —lo llamó Bulma.

Se espabiló, y se despegó de la puerta. Bulma pasó por su lado, rozando su brazo con la punta de sus dedos mientras lo hacía. Le asintió con la cabeza y caminó hasta la cama de su hija, siguiendo deliberadamente las huellas apenas visibles. Sin embargo, no olió nada.

Vegeta finalmente se sentó al borde de la cama de Bra mientras ella se acurrucaba más entre sus mantas. La miró brevemente antes de enfocarse en la alfombra bajo sus pies descalzos, frunciendo mientras lo hacía.

—No fuiste tú, ¿verdad, Papi? —susurró Bra. Vegeta inmediatamente se volteó a mirarla, sorprendido.

—¿Qué?

—Mami dijo que fuiste tú, pero yo vi que te quitaste las botas cuando entraste.

—Fue más temprano. Cuando estaba sacando el acuario —replicó Vegeta, encogiéndose de hombros con indiferencia. No quería asustarla.

—Pero cuando llegué de la escuela-

—Bra —dijo Vegeta firmemente—. Fui yo. Fin de la historia.

—No me lo creo —respondió Bra dócilmente, escondiéndose aún más entre sus mantas.

—¿Quién más sería entonces, mocosa?

—La gente mala.

—¿Quiénes?

—Hay gente mala en mi cuarto, Papi.

—No hay nadie en tu cuarto, niña. Estás viendo demasiada televisión —refunfuñó Vegeta, haciendo una nota mental para hablar con Bulma acerca de reducir las horas de la pequeña frente al aparato.

—Nah-ah. A veces los escucho diciendo tu nombre.

Vegeta se corrió un poco. Estiró un poco el brazo y puso la palma de su mano al otro lado de su hija para quedar más cerca de ella. Pudo verla relajarse visiblemente ante el gesto protector.

—¿Quieres saber un secreto, niña? —preguntó Vegeta en voz baja. Ella asintió ansiosamente mientras él sonreía—. No hay nadie en este planeta a quien tu padre no pueda asustar a morir.

Bra soltó una risilla. —Eso ya lo sabía.

—Entonces sabes que mientras yo esté aquí, nunca habrá nadie malo en tu cuarto, ¿correcto?

—Sí.

—Bien. Ahora a dormir —dijo, retrocediendo para luego ponerse de pie.

—Buenas noches, Papi.

—Buenas noches.

La observó por un segundo, antes de echar un vistazo desde la cama hacia la ventana. Excepcionalmente sobreprotector con su hija, había decidido que su habitación estuviese en el tercer piso, justo sobre la de él y su esposa. No había manera de que un humano llegase a la habitación de la pequeña. Incluso había llegado al extremo de hacer que Bulma instalara barrotes en su ventana.

Vegeta miró por encima de su hombro para asegurarse de que su hija estaba dormida, y luego revisó los barrotes. Aplicó la fuerza suficiente de un humano poderoso, pero no la necesaria para romperlos. Estaban firmes como rocas. Posiblemente nada podría romperlos sin que él lo oyese desde su cuarto. Y si alguna vez descubría a alguien intentándolo, lo mataría sin dudarlo. Podría haberse reformado, o lo que sea, pero sería capaz de arrancarle la cabeza a quien amenazara a su familia. Bulma sabía lo que Vegeta le haría a cualquiera que se atreviera a violar su propiedad con malas intenciones, y por eso había instalado un gran sistema de seguridad para evitar que alguien fuese asesinado en su casa, criminal o no. Las alarmas se activarían antes de que alguien llegase a la ventana de Bra. Puso mala cara y cerró la ventana otra vez.

Varios minutos después, Vegeta regresó al cuarto que compartía con su esposa. Bulma estaba sentada en la cama, leyendo una revista. Lo miró brevemente, antes de regresar a su lectura.

—¿Qué tal todo?

—Bien —respondió cortamente. Caminó hacia la puerta de vidrio que daba acceso al balcón, la cerró, y luego le puso el seguro.

—¿Hace frío?

—No —respondió, probando la fuerza del seguro. Estaba bien. Cerró las cortinas, y luego añadió—: No voy a dormir aquí esta noche.

—¿Qué? —preguntó Bulma, volviendo a enfocarse en él—. ¿Por qué no?

—No estás durmiendo bien conmigo aquí. Me quedaré un par de días en un cuarto de invitados hasta que todo vuelva a la normalidad —le explicó, acercándose a la cama.

—Vegeta, de verdad no me importa.

El príncipe suspiró profundamente mientras la miraba a los ojos. —Mujer, no me iré mucho tiempo.

—Bueno, está bien —Bulma suspiró mientras él se acercaba a ella. La sorprendió dándole un beso profundo y apasionado.

—Trata de dormir bien sin mí, tonta —susurró coquetamente.

—Oh, como quieras —dijo ella entre risas, empujándolo. El príncipe sonrió y se dio la vuelta, saliendo de la habitación y luego cerrando la puerta detrás de él.

La sonrisa de Vegeta desapareció cuando una mirada de concentración se estableció en su rostro. Hizo otra búsqueda de ki antes de dar una nueva ronda por el recinto con todos los sentidos alerta. Se aseguró de que todas las alarmas estuvieses apropiadamente activadas, antes de finalmente subir tras quedar satisfecho con todo. En lugar de ir a un cuarto de invitados, regresó a la habitación de su hija. Abrió la puerta con cuidado y se asomó, pero todo estaba como lo dejó. Bra estaba durmiendo pacífica y profundamente. Arrugó la frente y cerró la puerta otra vez, antes de decidir, finalmente, que quizá era sólo el cansancio que lo estaba afectando.

Finalmente cayó en el primer sueño profundo en mucho tiempo, sentado afuera de la puerta del cuarto de su hija.


*La historia sobre la Adolescencia de Vegeta será contada en un futuro en: El Arte de Sobrevivir