Bueno gente, estoy aquí de nuevo. El primer capítulo del 2019. Un logro demasiado grande teniendo en cuenta que esta historia empezó en 2014 y soy incapaz de deshacerme de ella. Relativamente quedan "pocos" acontecimientos, pero hace un año pensé en darle una tercera parte que tendrá que ver con la adolescencia de Alexis, Taylor y Wyatt además de la vida cotidiana de los personajes que ya conocemos, pero no la escribiré si no hay quién quiera leerla, la decisión está en vuestras manos. Como siempre, pido perdón por llegar tan tarde, aunque lo bueno se hace de esperar jajajajajaja. Seguir tres fics a la vez es duro, de verdad.
Espero que os guste, que lo difrutéis como siempre y que recordéis esta historia como yo, en vuestros corazones.
Un beso, y espero vuestros comentarios!:*
PD: No he podido corregir, sorry si hay algún fallo.
Capítulo 84 "La línea del tiempo"
Los ojos del escritor se abrieron lentamente, de manera pesada, en medio de aquella oscuridad tan familiar que le invadía por momentos. Ladeó un poco la cabeza para mirar que, a través de las persianas semibajadas, el sol había desaparecido hacía un rato y las farolas proporcionaban esa característica luz amarilla febril a la calle. Unos ápices de este color conseguían filtrarse a través de ella hasta llegar al suelo de la habitación, o como muy lejos, a la colcha de su cama.
Todavía sin querer moverse palpó con la mano el hueco vacío a su lado. El frío de las sábanas le hizo pensar que hacía un rato que Kate ya no estaba allí, aunque sin saber cómo él lo había notado sin la necesidad de comprobarlo. Normalmente ella se abrazaba su cuerpo, y esa tarde no había habido excepción. De modo que cuando su mente se libró del estado somnoliento en el que se había sumido durante varias horas y no sintió a la detective pegada a él, se extrañó.
A su mente viajaron entonces las imágenes de lo sucedido esa misma tarde. De cómo se había roto en mil pedazos al ver por primera vez a su padre, después de treinta y cuatro años sin saber nada de él. De cómo alguien esencial en su vida, lo suficiente para haberle mantenido siempre en vilo respecto a su carencia afectiva, aparecía delante de sus narices y ni siquiera poder compartir una mirada directa. El cristal de la sala de interrogatorios tenía esa función mágica que todos los sospechosos conocían. El ser un espejo de cara a los policías mientras hacían su trabajo, y de ser un foco de testimonios y documentación para el resto de personas que se quedaban en la sala contigua para observar.
Y ese día a Rick le había tocado ser el juez de la clave existencial que conducía a su nueva vida. A una vida en la que su padre aparecía y resultaba ser un agente especial de la inteligencia estadounidense. Cosa que todavía le descolocaba más. Recordaba las lágrimas ardiendo cuando rozaban la piel de sus mejillas y cómo los brazos de Kate le habían rodeado para ofrecerle el consuelo que merecía. Pero era incapaz de dejar de pensar en las palabras de aquel hombre que tanto se parecía a él, y que algún día hubo contribuido algo en su vida. Al menos, de manera biológica.
"Ojalá algún día puedas perdonarme"
Porque bien sabía Jackson que su hijo estaría ahí mismo, observando cada uno de sus movimientos. Lo que Rick dudaba era si algún día podría cumplir esas palabras que le pedía su padre. Si algún día podríadejar de pensar que había sido un jodido cabrón durante su infancia, adolescencia y juventud. Si algún día superaría el crecer pensando que su padre biológico hubiese podido salvarle de un monstruo que les maltrataba y al que tuvo que golpear para conseguir salir de aquel infierno.
Sacudió la cabeza con fuerza, esperando que así todo rastro de recuerdos se desvaneciese con el seco movimiento de su cuello. No quería despertarse y ganarse una jaqueca por su propia paranoia. Sobre todo después de la pesadez mental que seguía atenazándole en silencio, agobiante.
Una vez más hizo el ademán de levantarse, a pesar de que terminó sentado al borde de la cama mientras se pasaba las manos por el flequillo despeinado. Su brazo continuaba inmobilizado, a pesar de que sentía latigazos dolorosos gracias a la herida que debía sanar. Apretó los dientes cuando intentó moverlo ligeramente y un destello de dolor le hizo contraer los músculos de la cara en una mueca infantil. Parecía tener los ojos pegados y abrirlos era la tarea más difícil del mundo, pero tropezando, consiguió dar varios pasos que le acercaron a la puerta del dormitorio.
Por primera vez observó un atisbo de vida humana al otro lado de su dormitorio, el cuál parecía estar sumergido en un universo paralelo en el que solo existía el silencio, la oscuridad y la cuarentena respecto a la vida cotidiana en Nueva York. Conforme pasó de su dormitorio al despacho que utilizaba para escribir y que, al igual que la habitación, permanecía apagado y olvidado, fue escuchando el murmullo lejano de la televisión. Supuso entonces que Kate habría decidido dejarle descansar y que mientras tanto, descansaría viendo algún programa nocturno que la entretuviese lo suficiente para no pensar en lo que estaba sucediendo en sus vidas.
Deseó acostarse con ella en el sofá, sentir sus uñas en su nuca. Acostumbrado a sus cariñosas cosquillas y atenciones, tumbando la cara en su regazo y sintiéndose lleno si ellaestaba a su lado. Al pasar por el despacho, observó entre la oscuridad y la poca luz que llegaba del salón, su reflejo en uno de los espejos de la estancia. Parecía un muerto viviente, y no era gracias a la débil luz que se filtraba y le daba a todo un aspecto mucho más turbio. Eran sus ojeras, su brazo en cabestrillo y la disminución repentina de peso tras todo lo que había pasado, sobre todo después de haber pasado por quirófano. Tenía varias arrugas nuevas alrededor de los labios y su cuello se veía más prominente. Por no hablar de los músculos de sus hombros y su pecho. Frunció el ceño al no ver ni un rastro de grasa en su estómago, el cuál ahora permanecía plano. Realmente no había sido consciente de su cambio físico hasta ahora.
Y aunque siempre había querido perder peso, prefería mil veces más encontrarse fuerte y más grande, que tan delgado. Sobre todo porque su masa muscular había disminuido de manera proporcional a su peso. Sin embargo no podía culparse ni atormentarse. Bastante había sufrido hasta entonces. La consecuencia más leve era la que estaba observando directamente al espejo, pero todo podría ser mucho a encontrarse con su detective salió airoso de su despacho, con la sombra de su reflejo persiguiéndole en silencio. Sabía que durante lo que quedaba de noche ese pensamiento estaría rondándole la cabeza una y otra vez, acompañado de la inseguridad que sentía ahora ante Kate. Tal vez ella también se había fijado en su aspecto desmejorado y ya no le gustaba tanto.
Como esperaba, el salón estaba medio a oscuras. El regulador de la luz medio bajado, para que apenas se observasen las siluetas de los muebles, y el leve foco de luz se centraba en la parte de los sofás y el televisor. Kate era partidaria de la penumbra incluso cuando hacían el amor en su habitación, y él no iba a discutirle nada. Porque nadie podría llegar nunca a imaginar lo increíblemente sexy que se veía la silueta de la policía entre sus enormes manos, cuando apenas veía los detalles de su cuerpo pero su sombra le excitaba de manera atroz.
A juego con el pequeño gorgoteo que produjo su estómago demandando comida, su boca se abrió en un bostezo perezoso. El primero desde que se había despertado. Caminó un par de veces más, llegando a dar una vuelta sobre sí mismo al no ver a Kate por ningún lado. Consideró la idea de que pudiese estar en el piso superior pero no le encontró mucho sentido dado que arriba estaban la habitación de Alexis y de Martha, el cuarto de juegos de la pequeña, otra habitación de invitados y dos baños más. Nada que no pudiese encontrar en la planta principal.
-¿Kate?-preguntó elevando un poco la voz.
Tuvo que carraspear al notar aún los efectos del sueño en su garganta. Y de no haber sido porque algo le dijo que debía ir hacia la puerta principal, probablemente no se habría enterado de lo que estaba teniendo lugar a unos metros de distancia.
La detective, alarmada, volteó la cabeza a la velocidad de la luz. Rick no solo se había despertado después de haberse pasado toda la tarde llorando tras ver a su padre oficialmente por primera vez, sino que ahora éste llamaba a su puerta y esperaba una invitación a entrar. Invitación que ella no podía otorgarle sin el permiso del escritor. Como un suceso extraordinario sintió que las manos le temblaban, y a ello se unieron sus piernas. Miró alternativamente a su suegro y después a su espalda, dónde en cuestión de segundos aparecería Rick.
-Tengo que hablar con él.-repuso Jackson leyendo el pensamiento de Kate.
Dio un paso adelante, decidido de plantarles cara a los demonios que le atormentaban cada noche y le recordaban su huida de la vida de su hijo. Los que le impedían dormir bien pensando que Rick nunca sabría que siempre se había hecho cargo de él entre las sombras, a pesar de que el escritor nunca lo hubiese sospechado. Los que se reían de él cuando imaginaba un futuro posible en el que la relación con su hijo fuese existente.
-Ni se te ocurra.-musitó Kate poniéndole la mano sobre el pecho y empujándole de nuevo al umbral de la puerta. En otro momento le hubiese hecho gracia saber que de aquella manera solía detener al escritor ante cualquiera de las locuras que le pasaban por la mente, y que Rick también la miraba de la misma manera en la que Jackson estaba observándola.
-Tengo que hacerlo, Katherine.
-No vas a hacerlo.-le retó la detective con su peculiar mirada fría.
Jackson entrecerró sus ojos azules. En el fondo era consciente de la gravedad de la situación, aún más por parte de ella. Porque Richard estaría siempre enfadado con él por haber desaparecido de su vida, pero no sabía hasta qué punto podría cabrearse con Kate por haberle dejado entrar sin su permiso. No tardó mucho en conocer la respuesta a ambas preguntas.
-¿Qué hace él aquí?-la voz del escritor sonó atronadora. Tanto, que a pesar de que se había quedado observando desde el comedor, su voz había llegado a ellos como si se encontrase a varios centímetros de ellos.
Kate cerró los ojos con fuerza mientras maldecía en voz baja. A continuación, con mucha precaución dadas las circunstancias, giró la cabeza hacia él. Apretó el marco de la puerta con sus dedos para canalizar la rabia que sentía por dentro solo de pensar que Rick imaginase una encerrona en su contra para que conociese a su padre.
Tenía la cara contraída en una mueca de disgusto mezclada con asco. Sus ojos, sumamente enfadados la miraban a ella más que al propio Jackson. En su rostro supo que mentalmente intentaba decirle: "¿cómo has podido hacerme esto?"
-Rick-la detective intentó salvar la situación, utilizando un tono suave y conciliador. De esta manera el escritor se sentiría más conciliador, pero solo provocó que éste comenzase a respirar rápidamente, cada vez más alterado. No le dejó hablar.
-¿Rick?-hizo un ademán de sonreír con un ápice de veneno en su mirada.-¿Ahora intentas que me calme?-se llevó las manos a la cabeza. Ya incluso le daba igual que el hombre que descansaba en la puerta estuviese viéndole en calzoncillos.-¡Le estabas dejando entrar en mi casa! ¡A ese hombre!
-Técnicamente soy tu padre.
La respuesta de Jackson hizo que tanto Kate como Rick le observasen, incrédulos. Ninguno de los dos hubiese imaginado que diría algo semejante, tan abiertamente. El escritor se quedó de brazos cruzados, frunciendo el ceño. Mientras que la detective continuaba apoyada en la puerta sin saber qué hacer o que decir ante ese duelo de miradas.
-Padre es quién cría a su hijo. Quién le ve crecer día a día y quién forma parte de su vida. No quién folla esporádicamente y después abandona a su familia.-algo dentro del agente secreto se rompió en mil pedazos, y Rick lo vio reflejado en su mirada. En el dolor que estaba transmitiéndole y eso le descolocó. Siempre había imaginado que su padre no había mostrado ningún tipo de interés en él, ni mucho menos sentimientos. Sino no le habría abandonado ni a él ni a su madre.
Jackson abrió la boca para responder a esa daga hiriente que tan hondo le había llegado. Eso, en conjunto con la frialdad que desprendía su hijo, había provocado un terremoto de emociones en la profundidad de su ser. Sin embargo, un ruido proveniente del pasillo exterior alertó todas sus alarmas. Apenas se inclinó para comprobar quién era, con la sospecha latiendo detrás de su oído, cuando observó el cañón de una Glock asomando desde el punto muerto, cerca del ascensor. Empujó sin más dilación a Kate dentro del loft y cerró la puerta en cuestión de segundos, permaneciendo detrás de ella en silencio.
-¡Las luces!-exclamó en voz baja, en dirección a Kate.-¡Apágalas!
Rick parpadeó nervioso, sobrecogido porque algo estaba pasando y estaban en su casa. Donde además de él vivían su madre y su hija pequeña. Y lo último que necesitaba en ese momento era más peligro en sus vidas, cuando se suponía que todo había pasado. Eso solo incendió más la rabia que sentía hacia su padre.
-¿Vas a joderme la vida constantemente?-susurró apartándose de la puerta principal y dirigiéndose hacia dónde Kate, agachada, había conseguido apagar las luces. La detective apartó la mirada cuando Rick la miró fijamente. En el fondo sabía que esto sería un peso nuevo más añadido a su relación. A las turbulencias que habían que tenido que pasar hasta llegar al punto donde se encontraban, y algo más que el escritor nunca olvidaría.
-Lo joderás tú si no te callas.-el tono tan tajante que utilizó Jackson consiguió que Rick resoplase frustrado y permaneciese en silencio, pero también expectante.
Fuera, apenas se escuchaba el silencio impoluto de un edificio abandonado en verano, en los últimos días de vacaciones. Sin embargo, sí que llegaba un suave eco como el de unas zapatillas pisando el pasillo exterior con cautela. En cambio, el loft parecía estar desocupado pues no se oía ni el minúsculo zumbido de una mosca. Pero entre los tres adultos que no dejaban de intercambiar miradas inquisitivas, podían escuchar tanto sus respiraciones alteradas, como las del resto.
-La mirilla.-masculló Kate.
Su arma estaba en el dormitorio de Rick, junto al resto de su ropa y no quería arriesgarse a dar un paso en falso que pudiese delatarles. Para su sorpresa, aunque no demasiada, Jackson se llevó la mano a la cadera y rescató de la funda una pistola. Con el brazo semiflexionado y el cañón apuntando hacia arriba, se inclinó para observar el pequeño agujero en medio de la puerta de madera.
-Joder…-su cuerpo pasó de estar en una tensión absoluta, a relajarse de manera automática, y para cuando Rick y Kate quisieron saber qué era lo que pasaba, alguien habló detrás de la puerta. Una voz familiar para los tres.
-Kate soy yo, Espo.-hubo una pausa.-Bueno, y Ryan. Hemos venido a asegurarnos de que no había peligro.
Rick lanzó una risa cargada de sarcasmo.
-Pues ya estamos todos.
La tensión era palpable en el comedor de Richard Castle. Por una parte estaban Ryan y Espósito, ambos vestidos con ropa de calle pero con la placa y el arma guardada como acostumbraban a hacer, estuviesen o no de servicio. Éstos permanecían sentados en los taburetes de la barra americana mientras comían parte de la comida china que al final habían traído después de esperar varios minutos. Sobre todo cuando volvieron a alarmarse al escuchar el timbre sonar. Observaban con intriga cómo Jackson intentaba acercarse a su hijo, mientras que éste mantenía la mirada al frente y hacía como si nada estuviese sucediendo. Kate, a su vez, había terminado por quedarse con los hombres de su equipo sabiendo que el escritor no hablaría con su padre si se sentía cohibido, y dadas las circunstancias, estaría más intranquilo de lo normal.
Desde la cocina hasta el comedor existía una distancia prudente para que ninguno de los dos grupos se escuchasen entre sí.
-Qué sexy Beckett.-Ryan lanzó una mirada divertida hacia Espósito mientras señalaba los calzoncillos de Rick que había usado como pantalones esa noche.
-Últimamente estás perdiendo glamour, inspectora.-el cubano dio un trago a su cerveza, sonriendo hacia el cristal de la botella.
La aludida cruzó una pierna sobre la otra cuando acabó de sentarse en el taburete junto a sus amigos. Tenía una extraña sensación oprimiéndole el pecho, pero era solo por la conversación que debía estar teniendo lugar unos metros más atrás entre un padre y un hijo que tenían mucho que decirse. El resto de su preocupación se había evadido con la información que sus agentes habían traído consigo. En cambio, la culpabilidad que sentía cada vez que Rick evitaba hablarle no terminaba de irse.
-Me perturba saber que estáis atentos a lo que llevo puesto.-sin ganas, continuó la broma de sus chicos preferidos mientras alargaba la mano para coger un botellín de cerveza similar al de Espósito.
Tras una mirada cómplice de los dos, repusieron al mismo tiempo:
-Nah, ese es más el estilo de Sorenson.
La detective se mordió disimuladamente la cara interna de la mejilla. Si Rick hubiese estado delante ante aquella afirmación, aunque hubiese estado muerto de cabreo por lo que había pasado, se habría cabreado aún más. Maldijo en voz baja el momento en que aquellos dos se habían enterado de lo suyo con el agente del FBI.
-¿Entonces han pillado al asesino de Jensen?-Kate aprovechó el hilo que le habían lanzado de Sorenson para volver a clasificar todo lo que le habían dicho hacía unos minutos.
-Will ha movido hilos desde el FBI para poder cooperar con la CIA. Ellos tienen más poder que el resto y han descartado a Jackson como sospechoso. Tienen su coartada comprobada.-repitió Espósito, sin dejar de mirar al espía del gobierno que en ese momento conseguía llamar la atención del escritor. Lo suficiente para que él girase la cabeza y le mirase.
-Pero Espo y yo decidimos seguirle para ver lo que hacía. Vimos su arma escondida en la cadera y aunque sabemos que nunca os haría daño, teníamos miedo de que le siguiesen o pudiese pasar algo.-Ryan se encogió de hombros.-Will nos llamó hace poco. El caso oficialmente lo controla la CIA y no hay manera de saber nada, ya sabes la de protocolos que hay de por medio.
-Solo nos ha podido decir que tienen una idea de quién puede haber sido, y por eso le han quitado el ojo de encima al espía como sospechoso.-el cubano señaló al susodicho con la cabeza.-Pero seguramente controlarán que no vayan a por él.
-Oh, créeme que sabe cuidarse solo.-repuso la detective recordando cómo se las apañó para ayudar en el operativo de Mike. Cómo dirigió al resto de hombres y cuidó sus espaldas como uno más.
La edad de Jackson no iba acorde con su cuerpo, y teniendo en cuenta que no era muy mayor, aparentaba menos edad de la que tenía. Sobre todo porque se conservaba en perfecto estado. Tenía unos brazos fuertes que le recordaban mucho a los de Rick, solo que Jackson era más menudo. No llegaba a estar delgado ni con un cuerpo trabajado en el gimnasio, pero era fuerte. Desde allí observó a su novio junto a su suegro y se sorprendió al ver que Rick estaba interesado en lo que su padre le decía. Esperaba que más tarde él tuviese las ganas de contárselo y no le guardase rencor durante mucho tiempo.
-¿No vas a dejar que me explique?
Jackson escuchó cómo Rick resoplaba de nuevo. Debía de ser la millonésima vez que lo hacía desde que les habían dejado relativamente solos. No podía dejar de contemplar su rostro. Sus ojos azules le recordaban mucho a los suyos, y no era la primera vez que lo escuchaba, ni que lo comprobaba. Tenía esa mirada tan peculiar que había ido siguiendo a escondidas desde que había sido un niño. Y ahora estaba hecho un hombre.
-Has tenido más de 20 años para hacerlo y no has querido. ¿Tengo que hacerlo yo ahora?
Por mucho que el escritor sintiese ganas de odiarle, de no querer mirarle o de que se dirigiese hacia él, no podía negar que en su estómago sentía un calor especial cada vez que se acercaba. Como una reacción eléctrica que no pudiese comprobar.
-¿Acaso crees que en 20 años no he estado cerca tuya?-Rick apretó la mandíbula, mirando al frente.- ¿Quién crees que fue el que movió los hilos para que tu madre y tú pudieseis cambiar de vida y de apellidos sin que la justicia os persiguiese?
Aquello sí que descolocó por completo a Castle. Castle que no Rodgers, el apellido que había llevado los primeros años de su existencia por ser el de su madre, hasta que tuvo que matar al hombre que casi acaba con ellos. Se había esforzado mucho en olvidar todo lo que sucedió aquel día, pero ahora afloraba en su pecho y en su memoria sin que él pudiese hacer nada. Se vio a sí mismo cogiendo su bate de béisbol y golpeando a aquel hombre que al principio había sido un padre para él. Un golpe certero en la nuca, solo uno. Recordó la sangre, sus manos manchadas, el llanto de Martha al borde del colapso y nunca más pudo deshacerse de eso.
Estuvo días e incluso semanas lavándose las manos de manera frenética y compulsiva, como si quedase en ellas cualquier rastro de sangre que no hubiese conseguido eliminar. Y las pesadillas no cesaron hasta años posteriores, probablemente hasta que conoció a Kate y pudo dormir con ella, deshacerse de toda esa suciedad mental que no le dejaba vivir.
Acabaron los llantos nocturnos de su madre, los golpes disimulados con maquillaje, la sensación de vivir en un infierno hecho realidad cada vez que llegaba a casa, el miedo a las rabietas cargadas de alcohol que ese hombre frustraba sobre ellos.
-¿Fuiste tú?-la voz de Rick sonó paralizada, y de hecho aquella fue la primera vez que se dignó a dirigirle la mirada a una distancia tan reducida.- ¿Por qué ibas a esforzarte en algo así si decidiste abandonarme antes de nacer?
-Porque no podía quedarme, ni tu madre debía saber quién era yo.-Jackson se pasó las manos por la cara, agobiado. Rick observó su lenguaje corporal, su ceño fruncido, sus ojos brillantes y emocionados. Cansado de trabajar en secreto tantos años, de manera arriesgada, precaria y sobre todo oculto. De no poder llevar una vida normal. Rick lo vio todo.
-No me lo creo.
-Que tu madre supiese mi verdadera identidad suponía que el resto de personas supiesen también quién ella era, sobre todo para mí. Y la utilizarían como moneda de cambio. ¿Crees acaso que eso no es suficientemente jodido? ¿Poner en peligro a las personas que amas? ¿Alejarte de tu verdadera familia?-Jackson sacó una billetera de su bolsillo, y la extendió ante los ojos de su hijo. Tenía un pequeño compartimiento secreto, situado detrás de la zona donde guardaría supuestamente los billetes. Escondidas entre las paredes de cuero, rescató tres fotografías distintas que hicieron que el escritor sintiese ganas de llorar.
En la primera foto se vio a sí mismo con cinco años, con una sonrisa mellada, el pelo en forma de casco revuelto y sujetando un helado. Jackson pasó a la siguiente, dejando esta la última de las tres. A continuación apareció un Rick mucho más mayor, adolescente. Debía de tener unos diecisiete años, el pelo ya corto, la mirada intrigante, enigmática, una sonrisa ladeada y una brecha en la ceja. Recordó cuánto tiempo pasó hasta que su ceja volvió a parecer normal, y supo sin necesidad de preguntar que aquella foto había salido del anuario de su instituto. Parecía que había sido ayer cuando había posado frente al fotógrafo contratado por el director, en una retahíla de decenas de alumnos. Por último, tenía una foto reciente. De hacía unos tres años, en la que cogía en brazos a una Alexis de dos años y medio y la pequeña miraba a la cámara con su gracia natural y esa sonrisa que tanto le gustaba a los fotógrafos conseguir de ella.
A decir verdad, nunca le había gustado que Alexis fuese demasiado conocida entre los medios de comunicación y la prensa rosa que solía perseguirle continuamente. Sobre todo a raíz de su separación de Meredith. Todo famoso sabía que una pequeña porción de los fans que tenían podían considerarse enfermizos, maniáticos y fanáticos, y lo último que quería era que gracias a él, Alexis resultase herida. Serían capaces de hacerle algo a la niña con tal de verle en primera persona.
Sin embargo, ese día había sido una excepción. Les habían pillado de extranjis en Central Park mientras la pequeña merodeaba, curiosa, entre los columpios de los mayores y Rick la llevaba de la mano. Hacía poco que había aprendido a andar y todavía daba algún que otro traspié. Se encontró a una cámara apuntándole directamente y entrando Alexis de lleno en el ángulo de la foto, pero al ver que la pelirroja saludaba en dirección de la cámara y sonreía divertida, pasó de estar irritado a afable en cuestión de segundos. Aún más cuando el propio paparazzi se acercó al escritor para pedirle permiso para publicar la foto en una revista sensacionalista, dado que la pequeña aparecía también.
-¿Cómo tienes estas fotos?-se pasó el dorso de la mano por el párpado, limpiando así una pequeña lágrima que amenazaba con estallar tras tantos momentos emotivos.
-Porque tú nunca has sido inexistente en mi vida, Richard.-con timidez, le colocó una mano en la rodilla. El aludido bajo la mirada ante aquel gesto, pero no hizo nada por impedirlo. Esto ayudó a que el espía se terminara de relajar.-He estado a tu lado siempre, desde que eras un bebé hasta ahora. Aunque haya sido entre las sombras. He intentado hacer todo lo posible para que estuvieseis bien, y te puedo asegurar que esta no es la primera vez que nos hemos visto cara a cara.
Rick parpadeó confuso. Frunció el ceño y apartó la mirada.
-¿Qué quieres decir con eso? Nunca nos hemos visto.
-¿Estás seguro?-Rick asintió como si la vida le fuese en ello.-Coney Island, hace nueve años. Kate, Scarlet, Jake, un bebé y tú. Ah, y una manzana de caramelo.
El escritor miró fijamente a los ojos de su padre, recordando entonces a qué se refería con lo que acababa de decirle.
Scarlet cogió las dos manzanas con cuidado de no mancharse con la sustancia pegajosa que las recubría y le entregó una a Jake.
-¿Cuánto es?
Su cuerpo se paralizó cuando reparó en los ojos de ese hombre. Nada reaccionaba en su interior, incluso sus pulmones se habían olvidado de respirar. Eran de un color grisaceo, pero habían un ligero rastro de azul oscuro. Justo como...
-Para ti cuatro dólares.-respondió el hombre sin evitar el contacto visual.
Rick no podía dejar de repasar su rostro. No sabía que estaba pasándole, pero ese hombre le llamaba la atención, como un vago recuerdo de algo muy antiguo para poder verlo con nitidez.
-Pero es es menos de la mitad.-protestó éste casi sin voz.
Scarlet, Jake y Kate observaban la escena atentos ante lo que pasaba entre su amigo ese desconocido.
-Lo sé, hijo, yo pongo los precios.
-Pero...
Incluso su voz se colaba entre sus memorias, pero no llegaba a reconocer exactamente que.
-Tranquilo, es una oferta válida solo para las personas que me caen bien.-respondió el hombre cogiendo el billete que asomaba entre sus dedos, no sin antes recrearse en ellos.
-Fuiste tú…
-Siempre era yo.-le cortó el agente del gobierno.-Quién se acercaba a la biblioteca a darte libros cuando eras pequeño, quién te vigilaba cuando estabas en el parque, quien te quitaba las denuncias por posesión de drogas-rodó los ojos ante esto último, y por primera vez, Rick dejó ver cómo la comisura de su boca se curvaba hacia arriba.-quién se coló en la habitación de Meredith en el hospital para ver a su nieta…-le dedicó una mirada cargada de culpabilidad.-He sido un padre nefasto y sé que para ti, nunca he estado en mi vida. Pero siempre intenté compaginar mi trabajo con tu bienestar y el de tu madre, todo lo que podía. Pero ahora eres mayor y yo necesitaba hablar contigo, necesito que me perdones, Rick. Por eso no dudé en ayudar a Mike cuando la ocasión se puso de por medio. Sabía que Kate era tu novia.-hizo una pausa en la que quiso expresarle que en realidad sabía todo lo que había sucedido entre ellos.-Lo sé todo.
-Voy a necesitar tiempo para digerir todo esto.-esta vez fue Rick el que se pasó las manos por la cara, terriblemente cansado. Si a esto le añadía que el hombro comenzaba a molestarle y a dolerle, todo se agravaba el doble.-No puedo encajar todo de la noche a la mañana. Entiéndeme.
-Por supuesto. No quiero interferir más en tu vida, solo necesitaba tu atención.-se levantó rápidamente del cómodo sofá y estiró su cuerpo, notando cómo se liberaba en su interior un peso de gran calibre.-Llámame cuando me necesites o quieras hablar.
Rick se levantó también, siguiéndole. Tenía todo el cuerpo entumecido, la cabeza hecha un lío, y el corazón dividido en mil partes. Una de ellas muy frustrada con la detective que estaría mirándole fijamente ahora desde la cocina, esperando una respuesta visual que no le dio.
Padre e hijo se observaron en silencio, sintiendo cómo poco a poco, el pasado y el presente se unían de nuevo, como si tantos años hubiesen sido suficientes para poder llegar el uno al otro, y cuando Rick tuvo la intención de abrazar a su padre de una vez por todas, el huracán Martha hizo acto de presencia con un montón de bolsas de diversas tiendas de ropa cayendo al suelo, en la entrada principal, mientras observaba a Jackson y a su hijo muy cerca, conmovidos, con un gesto de desmayo inminente.
Continuará...