Según las recomendaciones de la autora... Deben 1. DETENERSE - 2. Ir a ver Cómo Entrenar a tu Dragón. -Y- 3. PAUSAR la película mientras Astrid corre y huye para delatar a Hipo sobre Chimuelo.

Pueden proceder a leer.

Disclaimer: Sólo DreamWorks y su autora Cressida Cowell son dueños de ésta franquicia, ni la autora ni yo ganamos un penique en nuestros bolsillos por esto.


Hipado

"Estás en problemas." Fueron las últimas palabras que Hipo oiría de la chica que le gustaba, y lo lastiman más que cualquier rechazo que le hubiera dado antes. Con ello descubrió la dolorosa verdad de la distancia entre uno y el otro. Sus prioridades, sus lealtades, sus moralidades—completamente mundos aparte.

La más prometedora Vikingo de su generación no tenía ni siquiera la curiosidad de descubrir por qué el hijo del jefe tenía a un ensillado Furia Nocturna oculto en una cala. Astrid estaba programada para nunca cuestionar a la autoridad—sólo confiar, confiar en lo que le habían enseñado, y hacerlo.

No pensar. Sólo actuar.

El perfecto Vikingo. La antítesis de todo lo que Hipo encarnaba.

"Da-da-da, estamos muertos," soltó. Alcanzó a ver la punta de la bota de Astrid desaparecer entre las rocas. Maldición, era rápida.

Por un descabellado momento, Hipo tuvo el impulso de correr tras ella—de secuestrar a Astrid y forzar a su obstinada mente a aceptar la posibilidad de que miles de años de enseñanzas de Vikingas estaban mal.

Su corazón dio un vuelco mientras todo se reproducía: Él podría saltar sobre Chimuelo, atraparla antes de que llegara a la aldea, y llevarla en un viaje que cambiaría su mundo. Funcionaría. Tenía que. ¿Cómo podría alguien quedarse inalterado por la libertad, con la ingrávida sensación del aire presionando todos los ángulos de su cuerpo? ¿O la caricia húmeda de las nubes en las mejillas? ¿O la visión de cada imponente edificio y saliente rocoso encogido hasta el tamaño de una uña? Y todo sobre la espalda de su presunto "enemigo natural"...

Si tan sólo pudiera conseguir subirla en Chimuelo, Astrid podría ver por sí misma los grandes beneficios de hacerse amigo de un dragón. Podría mostrarle el bien que eran capaces de hacer, la inutilidad de ésta guerra. Podrían unirse más en la experiencia. Podía ganar un compañero humano con quién hablar—

Los hombros de Hipo se desplomaron y la esquina ligeramente respingona de su boca cayó en un abatido ceño fruncido. Estaba adelantándose a los hechos, como siempre.

Esta era Astrid. Podía volar con ella hacia la aurora boreal de ida y vuelta y ella todavía estaría lista para clavar su hacha en Chimuelo.

¿Qué importaba a quién se lo dijera? Iba a irse de allí de todas maneras. Tenía sus provisiones empacadas, una nota para su padre explicándolo todo sin revelar demasiado...aunque con Astrid gritando por aquí y por allá que él estaba en la liga de los dragones podría compensar la falta de contenido de ella.

Una oscura y descomunal figura se movió por la orilla de los ojos de Hipo. Chimuelo se escabulló, aparentemente despreocupado por la partida de Astrid, aunque irradiando una intensa irritación.

"Espera, espera, espera—¿a dónde crees que vas?" preguntó Hipo con su propio tipo de actitud. Chimuelo lanzó un bufido sobre el hombro y se encaminó hacia su lugar de descanso preferido por debajo de las raíces de una gran conífera. Hipo lo siguió.

"¡Chimuelo—! ¡Chimuelo detente! ¡Yo no la traje aquí, lo juro! Ella debió haberme seguido, ella—"

Chimuelo se detuvo tan repentinamente que Hipo tropezó con sus propios pies sólo para no ser arrollado por la gran y oscura sombra. El dragón dio un empujón suave a la muñeca hinchada de Hipo con su nariz—torcida debido al movimiento rápido y hábil de Astrid.

"No conoce su propia fuerza," intentó Hipo sin convicción, haciendo una mueca ante el toque.

La cara de Chimuelo lo decía todo: 'Tonterías. Ella no me agrada.'

Hipo abrazó la mano a su pecho y lanzó una mirada preocupada a la entrada de la ensenada.

"D—De todas formas, necesitamos salir de aquí—mi papá ha vuelto de su viaje de cacería y parece estar bajo la impresión de que mañana quiero matar a un Pesadilla Monstruosa. ¡Ha! ¡Como si pudiera!"

Caminó de regreso hacia su mochila, con los hombros encorvados.

"Ah, ¿a quién quería engañar de todos modos? Quiero decir, en serio, ¿cuánto tiempo pensé que duraría esta pequeña farsa? No estaba pensando—ése es el problema. No pensé en cómo todo esto terminaría. Por supuesto habría algún punto en dónde me vería obligado a elegir... Soy tan estúpido..." la mascullada diatriba disminuyó gradualmente mientras pasaba por encima de los suministros esparcidos.

El hacha de Astrid—la cual había arrebatado de su agarre en un raro momento de fuerza—permanecía en el olvido junto a su equipo.

¿No había sido ésta particular chica quién le dijo que decidiera de qué lado estaba?

"Ahora lo sé," suspiró en voz alta. No volvería a ser una pregunta.

Al pasar del arma, Hipo agarró la correa de cuero grueso, y se colgó la cesta tejida de mimbre por encima del hombro. Se tambaleó por un momento ante el peso extra. El encuentro con Astrid lo había dejado sacudido; casi chocó contra Chimuelo por segunda vez cuando se volvió para encontrar al dragón caminando dos metros detrás de él.

Chimuelo pinchó el bolso con la nariz y gimió con expectación.

"No," empujó Hipo la nariz de Chimuelo, "no hay pescado ahí—sólo algo de ropa y provisiones para mí. Tan pronto como nos asentemos en algún lugar muy, muy lejano, lo usaré para cargar tu almuerzo otra vez, tú mimosa, salamandra sobre-desarrollada."

El Furia Nocturna canturreó y frotó su coronilla contra el costado de Hipo. La angustia golpeaba en oleadas a su humano; el muchacho estaba asustado, herido y molesto, y la ausencia de la chica no lo disminuyó como Chimuelo esperaba. Hipo usaba ésa voz—la voz graciosa—como hacía seguido cuando necesitaba ayuda.

La tensión disminuyó de la cara de Hipo mientras absorbía el cálido e inquebrantable apoyo de Chimuelo contra sus costillas. Puso una mano en la parte superior de la cabeza del dragón y lo rascó levemente.

"Vamos amigo," dice, sintiéndose mucho más tranquilo de lo que hacía hasta hace unos momentos. Él sabía, muy en el fondo, que estaba haciendo la decisión correcta. Para ambos. "Larguémonos de aquí antes de que Vikingos comiencen a salir de la ensenada." Se sentía raro referirse a los Vikingos como si él y ellos fueran una unidad separada, y al mismo tiempo se sentía correcto. Pasar la mayor parte de su vida aislado de su propia cultura probablemente ayudaba. "Vayamos hacia el sur por ahora. Creo que puedo sobrevivir más fácilmente en un clima más caliente."

Chimuelo meneó su trasero en excitación antes de acomodarse para darle a Hipo la oportunidad de levantar la pierna.

Entendiendo inconscientemente la silenciosa señal, Hipo puso un pie en el estribo. Hizo una pausa y echó una última mirada al hacha en el suelo—un hacha que representaba la vida que pensaba dejar atrás. Una incomprendida y solitaria vida condenada al ostracismo. La vida Vikinga a la que nunca pudo aclimatarse.

Sintió una fuerte oleada de resentimiento hacia esa hacha.

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"¡Furia Nocturna!"

Un tercio de la villa se lanzó a sí mismos contra el suelo, a pesar de la clara luz de día, cielos despejados, y ninguna señal de dragón.

Incluso con un número de habitantes agachando sus cabezas hacia sus manos, Astrid logró obtener una buena cantidad de atención mientras llegaba saltando fuera de los bosques del norte.

"¡Hay un Furia Nocturna—en el bosque—en una cueva—que Hipo ha estado manteniendo en secreto!" jadeó, volteando a cualquier adulto que la encarara. "¡Por favor! ¡Tenemos que ir allí ahora, creo que está intentado huir sobre con eso!"

Tales acusaciones ridículas habrían tenido a la mayoría de la gente de Berk riendo. Pero esta era Astrid Hofferson—la más sensata, centrada, y dominante Vikinga de su grupo de edad. Podría decirse que de la isla.

Una vez confirmada la ausencia del Hijo del Rayo y la Muerte misma surcando los cielos, una multitud comenzó a formarse alrededor de la chica.

"Tranquilícese, jovencita," una mujer robusta habló sobre los histéricos. "Cuéntanos claramente—ahora más tranquila."

Tomando una profunda inhalación, Astrid lo hizo, más lento y más claro aqí todos podrían entender la severidad de la situación. Así ellos podrían saber del fraude de Hipo. Entonces podrían reconocer el verdadero prodigio entre los luchadores de dragones.

Habló de sus sospechas, sus esfuerzos por seguirlo, y finalmente, en gran detalle, lo que vio en la Punta del Cuervo.

Todo el mundo, evidentemente, no comprendieron su historia.

Pequeñas sonrisas de escepticismo se transformaron en una ronda cordial de risas burlonas.

Astrid se irguió, conmocionada, nunca nadie se había reído de ella en su vida. Calor hirvió en sus mejillas y se deslizó abajo en su nuca. Hipo se había ido—huido de la isla como un cobarde y sobre la espalda de un dragón como un traidor—¡y el mondadientes usado por troles continuaba arreglándoselas para agraviarla!

"¿H-hipo? ¿Mi Hipo?" Estoico dijo con una risa medio dando origen a la incredulidad. Astrid se puso en marcha, no dándose cuenta de que el jefe había estado presente durante su explicación.

Astrid cuadró sus hombros, como había sido enseñada, incluso encarando la humillación.

"Es verdad, señor," ella dijo. "Fue un Furia Nocturna, tenía que ser."

"¡No tiene sentido! ¡Él envía a ésos dragones huyendo cada vez que da un paso en el ring!" Alguien gritó desde el fondo de la multitud.

"¡Porque usa trucos para controlarlos!" regresó Astrid, tratando de luchar contra el tenor de la desesperación en su boca seca y manos temblorosas. Mantuvo los ojos fijos en los del Jefe. "¡El dragón se abalanzó! ¡Y cuando intenté defenderme Hipo me atacó. Hizo que el dragón detuviera su ataque—hizo que lo escuchara—pero apuesto a que él podría haberlo hecho atacar también si hubiera querido! ¡Escogió el bando del dragón!"

Nadie la escuchó. Vio demasiadas cabezas negando. Escuchó muchos murmullos.

Quería golpear algo. Quería dejar a cada Vikingo fuera de combate que escogiera creer en un ausente traídos sobre ella. El pánico y el malestar se retorcían en sus entrañas.

"¡Vayan a la cueva al sureste de la Punta del Cuervo!" Astrid gritó. "¡Lo he visto desaparecer en ésa dirección desde hace semanas! ¡Pregúntenle a cualquiera!"

"¿Quién lo ha visto durante el día cuando no está en el entrenamiento? ¡Ahí es dónde ha estado yendo! ¡Es ahí donde el dragón se encontraba! ¡Un Furia Nocturna."

¡Y allí estaba! Debajo de las gruesas cejas rojas del Jefe, Astrid captó un atisbo de duda en el Islándico iris verde. Estoico el Vasto quizá había sido bien informado acerca de lo que su hijo era capaz de hacer, después de todo.

Él había visto a Hipo en el ring sólo una vez. Seguía viendo a su hijo como alguien quien no podía adoptar el camino Vikingo.

Desafortunadamente, el jefe era la única reacción positiva que Astrid pudo percibir.

"Probablemente sólo está inventando historias..."

"...Celosa..."

"Nunca lo habría pensado de ella, pero ahí lo tienes..."

Astrid vio el alivio reprimido de la incertidumbre en la postura de Estoico mientras los susurros comenzaban.

"Cálmense, cálmense," Estoico ordenó en su profundo acento escocés. "No saltemos a ninguna conclusión. Estoy seguro que Hipo llegará aquí a cualquier hora como hace usualmente así que todo seguirá funcionando como siempre. Estoy seguro que todo esto es un gran malentendido. Hasta entonces, dejemos el asunto pasar."

La inquietud de la multitud disminuyó y, contentos de pensar lo mejor de su nuevo, joven prodigio y amado caudillo, se dispersaron.

Astrid se quedó con sólo rabia y desesperación—una agria indignación—hasta que sus compañeros se acercaron a ella.

"¿Que ha sido eso?" preguntó Brutilda. Sus trenzas balanceándose mientras se acercaba y detenía a un lado de la chica. El resto de los muchachos mantuvieron su distancia, captando la hostilidad de Astrid.

Astrid sacudió su cabeza, aun experimentando la incredulidad de ser rechazada en público de esa manera. "Esto es una mierda."

Patán se aproximó más a Astrid.

"¿Hipo tenía un Furia Nocturna?"

Astrid giró su cabeza para encararlo.

"Lo llamó Dentudo o algo así," gruñó, y su odio por la situación aumentaba tras cada respiración que ella tomaba. Sabía que el nombre completo era 'Chimuelo', pero no se atrevía a pronunciar el título como si el dragón pudiera considerarse una mascota inofensiva.

Así era como él había logrado derrotarla en el entrenamiento—había estado haciéndose de trucos de la misma fuente.

Y justo cuando Astrid creyó que su humor no podría empeorar, sintió a su estómago revolverse una vez más y un feo rojo manchó sus mejillas.

Había sido tan… tan… deshonesto. Tan engañoso. Por lo tanto mal. Los Dragones los atacaban, de izquierda a derecha, durante generaciones. Robaban su ganado, dejaban a sus familias hambrientas durante el invierno, ¡arrancaban partes de sus cuerpos y vidas-!

Astrid inhaló un pedacito de aire pero no hizo nada por corregir su ira.

Hipo iba en contra de todo lo que ellos representaban como Vikingos. Y su farsa había funcionado tan bien que algunas personas estaban dispuestas a creer en el sobre ella… ¡cuando la sola idea era ridícula hace ni un mes!

Se adelantó golpeando el hombro de Brutacio, ignorando su chillido de indignación, y trazó un sendero hacia la arena de entrenamiento. Necesitaba golpear algo. Muy fuerte.

Como era de esperar, el grupo la siguió. Los chismes triunfaban sobre los instintos de supervivencia todo el tiempo cuando uno vivía en una isla tan pequeña como Berk.

"¿Era aquél que dijo haber derribado una vez?" pregunta Patapez a nadie en particular. Astrid casi se detuvo; había olvidado completamente todo sobre ese incidente. Pero ahora que pensaba en ello…

"Espera… ¿te refieres al ataque de los dragones de hace semanas?" Brutacio pregunta, entrecerrando los ojos ante el sol. Se rascó una quemadura recientemente adquirida en su brazo mientras saltaba para mantenerse al paso de las largas zancadas de Astrid.

"De ninguna manera eso pudo haber pasado," dijo Patán, aunque la confianza en su voz sonó forzada.

Quizá había llegado a respetar a su primo por haber llegado en primer lugar en el entrenamiento de dragones, pero derribar a un Furia Nocturna cuando era un Inútil era llevar las cosas demasiado lejos. Su orgullo no podría manejar eso.

"No, no, piensa en ello," Patapez dijo, empezando a emocionarse. Comenzó a contar con sus dedos. "Hipo utiliza su invención para derribar un Furia Nocturna—algo que naturalmente nadie le cree. Entonces de repente se vuelve mejor y mejor en el entrenamiento de dragones, sin usar nada de lo que actualmente se nos ha sido enseñado, y obteniendo, como, más de cien habilidades de lucha contra dragones de ningún lugar—"

Astrid escuchaba silenciosamente manteniendo su paso rápido y absorbiendo las otras perspectivas ofrecidas a su espalda. La línea temporal encajaba con las pretensiones de Hipo.

¿Y cuántos Furia Nocturna podría haber? Parecían tan raros…

"Y él desaparecía todo el día, cada día, más o menos," Brutilda reflexionó, recordando lo que Astrid gritó a todo Berk no hace mucho. "Inventó un montón de excusas para mantener alejada a la gente…"

Brutacio frotó su barbilla. "Era extraño, ahora que lo pienso."

"Claro, ahora lo piensas," murmuró Brutilda, ignorando completamente el hecho de que nadie más aparte de Astrid lo había puesto duda en el momento. Brutacio se ofendió.

"¡Al menos yo no estaba haciéndole ojitos!"

"¡Igual que tú!" gritó Brutilda antes de darse cuenta de que no era el argumento que debería estar haciendo. Encogiéndose ante la insinuación, aceptó de buen agrado la tacleada de su hermano, tomando un puñado de sus rastas y tirando de ellas con fuerza.

Patán continuó siguiendo a Astrid, pasando sobre la maraña de trenzas de Brutilda sobre el suelo mientras se revolvía.

"¿Dijiste que te atacó?" preguntó.

Astrid cruzó el umbral del Anillo de Duelo, demasiado enfadada para hacer caso a la pelea del par a los que solamente puso los ojos en blanco.

"Sí," dijo ella secamente. "Primero intentó distraerme para no encontrarlo. ¡Estaba protegiendo—protegiendo a un dragón de un Vikingo! ¿Qué tan enfermo puedes estar para hacer eso?"

Mientras Astrid se desahogaba, Patán asentía simpáticamente a su lado.

"¡Debí haberlo concluido antes!" Astrid continuó con gruñido de autorreproche. "Le había visto cargando con un traje de montar, y luego me encuentro al dragón con una silla de montar en su espalda—"

"¿Está montando a un dragón?" Patán gritó al mismo tiempo que los gemelos coreaban: "¡Genial!"

Patapez lucía como si estuviera a punto de mojar sus pantalones.

Astrid se giró hacia todos ellos.

No es genial!" ella ladró. "¡Él es un fraude y un traidor! ¡Y ahora es un marginado! Ya lo verán. Estaba empacando para irse—diciendo que iban a 'ir de vacaciones para siempre'. No va a regresar. Nos abandonó. Y luego ellos," Apuntó temblando con un dedo al pueblo. "todos tenemos que reconocerlo como lo que es. Una farsa."

Su corazón se calmó mientras gritaba la confortante verdad. No había nada genial acerca de montar un dragón, o domar uno, o controlarlo. Nada en lo absoluto. Porque estaba mal. Todo acerca de Hipo Horrendo Abadejo estaba mal y ésa era la manera en que las cosas debían ser. Él no era un grandioso guerrero Vikingo. No era mejor que ella a causa de algún giro mágico de suerte. No era el prodigio ni el salvador de su pueblo.

Escupió sobre ellos—a través de la mentira, la traición y el engaño. Después, los abandonó.

El universo de Astrid había vuelto a equilibrarse; las cosas iban a estar bien para ella otra vez. Una vez este desastre hubiera pasado, volvería a estar en la cima, dónde pertenecía, liderando la lucha contra los dragones. Como debería hacer un Vikingo.

Miró hacia adelante una vez más y cogió el hacha en su espalda…

Sus dedos sólo agarraron aire. Su cólera regresó con toda su fuerza.

"¡Argh! ¡Hipo!"


Ostracismo: aislamiento al que se somete a una persona, generalmente por no resultar grata.


Notas de la traductora; no hay mucho que decir salvo que gracias a la maravillosa autora y artista AvannaK -aquí The Antic Repartee- por darme permiso de traducir y publicar su historia y gracias a la usuaria y a quién considero una amiga allí en Tumblr; ukinea por pedirme esta historia que me ha dejado picada y me hace querer leer más. Espero esparcir la palabra aquí en mi comunidad hispanohablante también~

Si hay algún error, cualquiera, no se sientan apenados y menciónenmelo; por favor :3