Hola gente bonita que lee esto. Al fin hemos llegado al final, muchas gracias por haberme acompañado hasta este momento.

Especialmente a Yukinu y a ArminxArlert, ustedes chicas son un amor. Y fueron indispensables para llegar aquí.

Siempre estaré agradecida con su apoyo a cada capítulo


Capítulo VII

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—Todo va a estar bien.

Repitió, convenciéndose de que aunque el procedimiento era delicado este saldría sin complicaciones. Su voz firme y algo baja sonaba a verdad, pero sus ojos temblaban cada que se posaban sobre el chico en la camilla. Kise le devolvía la mirada, menos temeroso pero algo ansioso, tenía puesta una bata hospitalaria, las piernas vendadas y un gorrito azul sobre la cabeza, ocultando el revoltoso cabello dorado. Una manguerita transparente salía de su brazo izquierdo y de un trípode colgaba una botella con solución.

Una enfermera se paseaba de un lado a otro, alistando a Ryouta y confirmando detalles que los médicos pedían. Tenía más de cuarenta años y su temple, además de la confianza y seguridad que irradiaba aligeraban el ambiente de la pequeña habitación. Aún seguía en piso y sólo faltaban escasos segundos para que los camilleros entraran por la puerta y lo llevaran a quirófano.

Cuando Taiga lo vio partir, su pecho se comprimió y tuvo que sentarse en la sillita de plástico para recobrar el aliento. Después de un tiempo salió del cuarto y del hospital en sí. Miró el monstruo blanco del que se desprendían humos blancos hacia el cielo, con sus muros altos y los cientos de ojos a través de los cuales sus residentes miraban el exterior de otra forma. Se alejó de las demás personas que como él sufrían porque algún ser querido se encontraba postrado en las pequeñas camas del lugar. Miraba los rostros llenos de fe, de una esperanza que él no conocía del todo, las ojeras y la forma en que se movían con lentitud, lo drenados que se notaban.

Un panorama deprimente. Él, por su parte prefirió buscar un sitio solitario y terminarse la cajetilla de cigarros nueva.

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«No sé cómo se supone que debería de empezar esto… supongo que con un "lo siento". Y es verdad.

También debería empezar con un: gracias. Gracias por haberme acogido aún cuando no tenías por qué. Por haberme salvado tantas veces de mí. Por darme una razón para vivir. Un propósito. Te agradezco infinitamente tu compresión, el apoyo, los abrazos que siempre necesite.

Y no menos importante, debería tener una respuesta; Me gustaría pedirte también un favor, no estés triste. Pero sé que esas cosas son imposibles de cumplir y es una tontería pedirlo. Así que si quieres llorar hazlo pero para desahogarte, no compadeciéndome porque sé perfectamente lo que haré. Estoy consciente de mis actos y no lo haré por mera tristeza. Intentaré explicarte lo mejor que pueda porque decidí escoger esto cuando tú me ofrecías tanto.

La verdad es que se acabó mi propósito, el mismo que tú me brindaste. Cumplí con mi papel en esta vida, prolongue la de alguien más, lo hice feliz y le di un nuevo significado a su existencia. Y no sabes lo mucho que me reconfortó eso, la dicha que sentí al saber que formaría parte de otra persona, al ver que no estaba aquí para protegerlo a él y que las circunstancias que me llevaron a esto fueron precisamente porque ese era mi número.

Pero, luego me di cuenta de que esa era mi penúltima escena, que el guion de mi vida llegaba hasta ahí, y estoy conforme con eso. Inclusive feliz.

Por eso te pido que no culpes y tampoco creas que no hiciste nada por mí, porque fue todo lo contrario. Y si hago esto es sólo para llegar a su lado y poner el punto final.

Perdóname por desagradecido, caprichoso y mala persona. Perdóname por abusar de ti. Perdóname si te causo dolor.

Te amaré por siempre Taiga, y volveré… volveremos por ti los dos cuando sea la hora, lo prometo.

Tuyo desde la eternidad, Ryouta.

P.D. ¡Me salió un lado poeta y otro medio filósofo, qué pena!»

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Lo supo desde que vio su rostro de querubín, desde el momento en que sus delgados brazos se enroscaron sobre sus hombros, cuando sus labios carnosos y temblorosos se adueñaron de su boca en un beso amargo. En las sutiles caricias que las largas pestañas doradas acariciaron sus mejillas con cada parpadeo, mientras contenía las lágrimas.

Taiga no pudo hacer otra cosa más que besarlo una y otra vez. Sostenerlo entre sus brazos con toda la fuerza de que fuera capaz, con la fuerza que aún le quedara. Y Kise consintió todo ello, Ryouta se entregó en ese momento. Fueron los besos más dolorosos, las caricias más llenas y el sentimiento más cálido. Fue una entrega carente de pasión. La confirmación de un hecho que no cambiaría sin importar qué palabras salieran de su boca, ni cuantas suplicas pudiera hacer.

Taiga lloró y Ryouta se dedicó a consolarlo. A besarle el cabello rojo.

Esa vez, sin embargo, Taiga no salió a trabajar. Era domingo y descansaba, sólo había sido una inocente ida a la tienda que no debía tardar más de quince minutos si el semáforo se encontraba en rojo. En cambio, Kagami echó andar con el mundo en los hombros, compró la revista de deportes de la semana, un paquete de cervezas, una cajetilla de cigarros, una bolsa grande de papas y un par de chocolates. Cuando llegó — casi media hora después — no le sorprendió ver la misma ambulancia a las puertas de su casa, ni los gritos de un par de policías que había derrumbado las mismas puertas. Aferró la bolsa de su compra cuando sintió que la fuerza lo abandonaba. Y caminó hacia los hombres que avanzaban entre las miradas de los curiosos con una camilla cubierta por una sábana blanca que empezaba a teñirse de rojo.

—Señor, ¿Esta es su casa?

—Sí.

—Tendrá que acompañarnos a la delegación.

Kagami asintió porque estaba seguro de que no saldría voz alguna de su boca, porque las lágrimas corrían por sus mejillas y no podía apartar la mirada de la ambulancia que se alejaba con Ryouta en su interior.

Tardó una semana en comprenderlo, en digerirlo. En darse cuenta de que el bucle se había repetido.

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No había una familia llorosa en el cementerio, amigos echando porras al difunto, jurando que no le olvidarían. En realidad no hubo nadie salvo él esa tarde en que el sol agonizaba tras nubes plomizas que se tragaban la luz por puro placer. El viento arrastraba quejidos imaginarios y lágrimas no derramadas.

Habían terminado juntos cuando menos, se dijo. Más como un consuelo para él que para ambos chicos bajo tierra, porque de cualquier forma ellos ya estaban en otro plano. Y como fuera un par de metros no iba a separarlos nunca más.

Acomodó el ramo de violetas sobre una lápida y el de rosas blancas en la otra. Agachado y borracho de emociones no se dio cuenta de en qué momento le llegó la compañía.

Era el mismo chico del trasplante, igual de pálido que cuando lo conoció, con una sudadera enorme cubriendo más de la mitad de su cuerpo y el cabello negro bailando al son del aire. Iba acompañado de un hombre mayor en todo aspecto; era más algo que él, y eso que pasaba el metro con noventa centímetros fácilmente, en otras palabras el hombre era un gigante, llevaba gafas de montura metálica, el cabello prolijamente peinado hacia atrás y el abrigo largo y negro le brindaban un aspecto sobrio. Tenía cuando menos treinta años y cuando muchos treinta y cinco.

—Hola, Kagami — empezó el chico del susto, como solía llamarlo Kise, en sus brazos llevaba un ramo de girasoles y otro de violetas.

Pasó a un lado del pelirrojo y se acercó a las tumbas, de rodillas cerró los ojos y juntó las manos en una plegaria. Cuando se puso en pie fue directamente hacia el hombre y se aferró a él mientras este le devolvía el abrazo.

—No creía que fueras a venir… pensé que seguirías en el hospital…

—Y no debería de haber venido. Eso es cierto, pero no podía ser tan insensible como para negarle venir — habló el hombre.

—Kagami, te presento al doc. Midorima Shintarou. Él fue quien realizó el trasplante de Ryouta.

Taiga miró al doctor y no supo que decir, el galeno por su parte tampoco añadió nada, incómodo con la situación más que con la presencia del otro.

—Dime… Takao, ¿De verdad no es malo para tu salud el estar aquí después de tu trasplante?

La simple mención de su nombre le erizó todos los vellos del cuerpo, nunca lo había pronunciado ni siquiera Ryouta lo decía, alegaba que le sumaba misterio y le gustaba como lo había bautizado. Decía que así era un secreto de ellos dos.

El menor se despegó un poco de Midorima y le sonrió, su rostro le recordó lo joven que era y no pudo evitar enojarse un poco con el chico ¿qué tal que se enfermaba o algo? Mas Takao negó con la cabeza.

—Estoy bien, Kagami. A mí no me hicieron nada ¿no te lo dijo Ryouta? Fuimos incompatibles…

— ¿Entonces por qué él…?

—Porque teníamos otro paciente que sí era compatible con Kise. Hable con él y le explique las cosas, este chico estaba más grave y necesitaba el trasplante con urgencia. Kise accedió — intervino Midorima, con un timbre más grave y una voz más calmada.

Kagami se tardó unos segundos en procesar la nueva información, como si su cerebro hubiera cambiado de procesador a uno más antiguo desde lo de Kise. Dirigió su vista hacia las tumbas y lo que encontró prácticamente le provocó un infarto. Arrodillado y orando se encontraba otro chico. Tenía el cabello teñido de azul cielo, una piel blanca y una figura menuda. Él también había dejado un ramo de girasoles y otro de violetas. Llevaba un abrigo azul oscuro, bufanda y un cubre-boca. Iba muy abrigado. Taiga ahogó el grito que estuvo a punto de dar, Takao por su parte soltó una risita baja, todavía indeciso entre reír abiertamente o llorar otro rato.

—Soy Kuroko Tetsuya — empezó el chico una vez parado, haciendo una inclinación respetuosa — y yo soy el chico que recibió el riñón de Kise-san.

Kagami se inclinó torpemente mientras se presentaba. Takao había decidido a esas alturas que por respeto no reiría, pero que con Kagami cerca eso era difícil, así que a fuerza de voluntad había arrastrado a Midorima hacia una sección donde los árboles podían ocultar a una persona sin problema. El mismo sitio donde vio por vez primera a Kise. Taiga supuso que debía decir algo, imaginó que eso sería lo que Ryouta hubiera hecho pero las palabras se le licuaban en el cerebro y de su boca abierta no salía nada salvo la impresión de que era retardado.

—Muchas gracias, Kise-san. Usted vivirá en mí tanto como sea posible. ¡Jamás podría pagarle lo mucho que hizo por mí!

Y sonrió, a Taiga su rostro feliz le hizo pensar en el de Ryouta y lo que dejo escrito. Kise estaba muerto, sí, pero seguía ahí. En el cuerpo de ese chico, cumpliendo su propósito, dándole esperanza a alguien más.

A insistencia del doctor, la visita terminó más rápido de lo deseado y estaban a punto de irse, dejando a Kagami aún frente a las lápidas, cuando el taheño echó a correr en su dirección.

—Vendré la próxima semana, Ryouta… Tatsuya. Los quiero — murmuró antes de poner velocidad en sus piernas y finalmente alcanzar al trio.

Takao inmediatamente se encargó de aligerar el ambiente y hablar animadamente sobre lo que podrían hacer dentro de dos días, porque era el día libre de Midorima, y de lo bien que se llevarían. Taiga asintió, verdaderamente animado e ilusionado con la idea de pasar más tiempo junto a Kuroko, sintiendo la conexión de Ryouta en él, y otra que no sabía de dónde provenía pero que calentaba su interior gentilmente.

Porque no era el fin, era sólo otro capítulo de su vida. A final de cuentas la esperanza era lo último que moría, y él… Él había encontrado una nueva luz.


Como un murmullo ella se desvaneció,

como una estrella,

las estrellas caen.


Hope, Apocalyptica.


¡Y al fin sabemos los dos nombres del millón! A que no se imaginaban que sería Takao y Tatsuya. Sé que pensaron que podía ser Aomine, por lo de los libros de policias y eso, pero sinceramente Aomine no lee a no ser que sean revistas, no me lo imagino con una novela sobre las manos en un sofá. Además si alguien se tomo la molestia de escuchar la canción que puse en un capítulo pasado, se habrá dado cuenta de que el power pop no va con nuestro adorable moreno.

En cuanto a Takao, bueno, él fue elegido por el hecho de que habla más que Kuroko, y porque su tipo de sangre es O, a diferencia de Kise, que es A. Eso era importante para el trasplante, aunque me tome muchas libertades respecto a eso. Además me gusta Takao.

Porque Kuroko sale al final... pues porque él representa la esperanza tanto de Ryouta como de Taiga.

¿Por qué mate a Ryouta? Pues eso queda en el fic, pero desde un principio mi idea era que muriera pero no por depresión, no un suicidio por eso, sino porque él se sentía satisfecho con su vida y quería estar con Himuro.

Hubo hasta tintes de MidoTaka y un toque que cada quien puede tomar como quiera de KagaKuro.

Espero verlas en mis otros fics, espero enfocarme en Cazador de Estrellas.

Gracias por haber leído.

Cuídense.