Anotaciones:
Sum- sumiso
Dom- dominante.
—¡No me jodas!
—Impresionante, ¿no es así, James?
—Impresionante —susurró James Maslow con asombro mientras observaba al hombre más sexy que jamás había visto bailar en la parte superior de la barra del bar. Sus caderas ondulaban, moviéndose de aquí para allá, mientras se balanceaba al ritmo de la música.
Los pantalones ajustados de cuero negro abrazaban su culo, pero colgaban bajo en sus caderas, dándole a la audiencia una vista del apretado abdomen del hombre. Las luces bajas del club no hacían nada para ocultar los ondulantes músculos expuestos, ni los aros de plata a juego que destacaban en sus perforados pezones.
El hombre no llevaba ninguna otra joya más que los aros en sus pezones, sin un collar de propiedad. Él ni siquiera llevaba camisa. Sus únicos accesorios parecían ser un par de botas de cuero negro, el tatuaje de un sol Celta alrededor de su ombligo, y el pelo en una larga y rubia trenza color arena colgando por su espalda.
—¿Quién diablos es? —le preguntó James. Se daba cuenta que había estado fuera del club varias semanas, pero no había pasado tanto tiempo. ¿Podría este hombre de repente haber aparecido mientras estaba en un viaje de negocios?
Carlos se encogió de hombros. —No lo sé —dijo—. Lo llamamos K, pero eso es sólo porque él no le da a nadie su verdadero nombre. Llegó aquí hace dos semanas después de que te fuiste a Hong Kong. Ha estado viniendo todos los sábados.
—¡Maldita sea!
—Sí, más o menos. —Carlos se echó a reír—. Él pone el lugar en llamas cada maldito fin de semana. Es un espectáculo digno de ver.
James dio unos pasos más cerca. Tenía que conseguir una mejor visión. Ese hombre era glorioso. James podía decir que K era un sumiso. Su verdadera naturaleza se mostraba en su forma de moverse, en la forma en la que se perdía con la música. Rafe apostaba que se perdería de la misma manera bajo las manos de un Amo, y James quería ser ese Amo.
—¿Uh, James? —Carlos lo llamó mientras daba otro paso más, con la mirada fija en el espectáculo a pocos metros de donde se encontraba—. No se va a casa con nadie, nunca.
James miró por encima del hombro, sonriendo con confianza. —Se irá a casa conmigo.
Carlos parecía dudoso. James no compartía su incertidumbre. Había estado dominando a otros hombres, desde que había sabido qué hacer con su polla. Si toda la conducta del hombre no estaba gritando dómame, James se comería el sombrero.
La música terminó justo cuando James llegó al borde de la pista de baile. El hombre se trasladó hasta el borde de la barra y se preparaba para saltar. James rápidamente intervino entrando en el juego, tendiéndole su mano para ayudarlo a bajar al suelo.
Arqueó una ceja perfectamente cuidada, entonces K tomó la mano de James, sentándose en la barra para aterrizar a su lado. D lo miró de arriba abajo. Una sonrisa lenta y sensual se dibujó en sus labios.
—Mi caballero de brillante armadura —dijo K arrastrando las palabras, sin soltar la mano de James.
Rafe sonrió. —¿Quieres ser la damisela en peligro, entonces?
—No lo creo. —El hombre se echó a reír. A James le sorprendió lo mucho que la suave risa llenó el espacio que los rodeaba, dándole un aire de cruda lujuria a cualquiera que tuviera la suerte de oírla. El sonido hizo que un escalofrío recorriera la espina dorsal de Rafe debido a la anticipación—. Estoy mucho mejor equipado que cualquier damisela.
—¿Puedo invitarte a un trago? —le preguntó James, y luego sonrió—. ¿O un coche?
K se rió de nuevo, retirando la mano. —Aunque aprecio el pensamiento, temo que tengo que decir que no. Inclinó la cabeza hacia un lado, un mechón de pelo marrón arenoso cayó sobre su mejilla—. Ya tengo coche.
—Entonces, ¿qué hay de esa bebida?
—Tengo una de esas también. —K señaló al camarero, que le había traído una fresca y todavía sellada botella de agua.
K asintió al camarero, desenroscó la tapa, rompiendo el sello y llego tomó un largo trago.
James gimió mientras miraba los músculos de la garganta de K moverse al tragar. Oh, era perfecto. Rafe apostaba que K podría chuparle la polla y tragársela como el mejor. No podía esperar para averiguarlo.
—Entonces, ¿qué puedo ofrecerte?
—¿Quién dice que necesito algo? —preguntó K.
—¿Estás diciendo que no tengo nada en lo que podrías estar interesado? —preguntó James dando un paso atrás y dejando que el hombre lo mirara completamente. Y sí que lo miró.
James sintió la suave mirada verde hierba sobre cada centímetro de su cuerpo, hasta llegar a los dedos de sus pies, y luego cómo regresaba poco a poco. Su polla empezó a endurecerse cuando los ojos del hombre llegaron a sus rodillas. Su ingle, dura como el mármol. Para el momento en el que la mirada de K llegó a su pecho, James había tenido miedo de correrse en sus pantalones como un inexperto adolescente.
Las chispas de tensión sexual que se formaban entre ellos podrían haber incendiado la habitación. James estaba seguro que K las sentía. Su piel bronceada estaba demasiado enrojecida. Sus ojos tenían un brillo especial que sólo un hombre muy interesado podía tener. Y el impresionante bulto en sus pantalones gritaba su necesidad, una necesidad a la que James desesperadamente quería responder.
K sonrió. —Oh, tienes mucho en lo que estaría interesado —dejó el agua embotellada en el mostrador, cogió la camisa y se la puso—. Desafortunadamente, creo que acabarías rompiendo mi corazón, y no estoy seguro de que eso sea atractivo. —Los ojos del hombre vagaron por James otra vez, con la cabeza inclinada hacia un lado—. Por supuesto, puedo estar equivocado.
James abrió la boca cuando el shock lo atravesó. El sumiso de sus sueños se volvía y se alejaba. No lo podía creer. Los sumisos nunca lo abandonaban. Él los abandonaba. Observó a K abrirse paso entre la multitud y luego hacia la puerta.
—Te desechó, ¿verdad?
James se volvió para mirar a Carlos. Carlos se echó a reír, levantando las manos en señal de rendición. —Lo siento, hombre, pero te lo advertí. No se va a casa con nadie.
—¿Quién es él?
—Nadie lo sabe con exactitud. Como he dicho, se presentó aquí hace un par de semanas después de que te fueras a Hong Kong. Ha estado viniendo cada sábado por la noche y llega sobre las nueve y se va a medianoche. Nunca se va a casa con nadie, y nunca acepta bebidas de nadie. Ni siquiera bebe de la botella de agua que deja cuando se va a la pista de baile. Él siempre pide una nueva.
—Eso es un poco paranoico, ¿no te parece?
Carlos se encogió de hombros. —Tal vez tuvo una mala experiencia. Eso podría explicar por qué no se fue a casa contigo. Nunca pensé que vería a un sum sacudirte. Demonios, la mitad de los Dom quieren que lo lleves a casa y ser tus sumisos.
Las cejas de James se juntaron en un ceño. —Tal vez sí, pero...
—Entonces, ¿qué vas a hacer?
Buena pregunta. ¿Qué iba a hacer? Podía tratar de olvidar que había conocido a un hombre que estaba tan cerca de lo que había imaginado sería el sum de sus sueños, algo que había creído casi imposible a estas alturas, o…
James le sonrió a Carlos. —¿Qué haces el próximo sábado?
¡Hey! ¿Les gusto?
Antes que nada, es una adaptación, le doy los crédito a Stormy Glenn que es el autor.
A mi me gusto mucho, este capítulo fue corto pero tenía ganas de subirlo desde cuando (desde hace dos días) entonces aquí esta.
Dejen reviews :3.
Nos leemos despues.