John Watson respiró, llevándose las manos a la cabeza. Los estudios le estaban matando.

Cursaba medicina, último año. El trimestre apenas había empezado, y él ya tenía dificultades. Él y toda la clase. Incluso Molly Hooper, prácticamente la única persona que podía considerar su amiga, empezaba a agobiarse. Se pasaba las tardes estudiando, o bien en la biblioteca o bien en su casa. Pese a necesitar el dinero, John no se veía capaz de alternar en aquel momento trabajo y estudios. Molly, en cambio, había conseguido un trabajo a tiempo parcial en una cafetería.

-Si prestas atención me ahorro el tener que volver a explicártelo yo.

El adolescente sacudió levemente la cabeza, saliendo de su ensimismamiento y encontrándose con el rostro de su compañera, que le miraba, ceño fruncido.

-Al menos tú lo explicas de forma comprehensible para el resto de los humanos... -susurró, a modo de disculpa. Molly ya había girado la cabeza hacia el profesor, ignorándole deliberadamente, no sin antes chistarle, y aún así pudo apreciar una sutil sonrisa divertida en su rostro.

Contaba los minutos que pasaban, adormilados como él, ansiando llegar a final de jornada.

-Por fin -murmuró, estirándose en el sitio, agarrotado-. Pensé que no terminaría nunca.

-Dices lo mismo todos los días al salir de clase.

-Porque todos los días se me antojan iguales... -un chaval pasó por su lado, empujándole. John le ignoró, molesto- ¿Te toca turno en la cafetería?

-Sabes de sobra que sí.

-Oh, es verdad, Molly Hooper es demasiado responsable como para cogerse horas libres... -un codazo acogió la puya- Agh... pero no me pegues, yo sólo digo verdades...

-Te recuerdo que a ti también te vendría bien un trabajo.

-Creo que pasas demasiado tiempo con mi madre. No dejaré que te vuelva a invitar a tomar el té... Mierda, llueve.

-Coge tu paraguas.

-Creo que me lo he olvidado... -Molly frunció el ceño.

-Pensé que lo llevabas.

-Me lo habré olvidado en una de las aulas.

-Yo no te voy a esperar. Llego tarde.

-No lo hagas, nos vemos mañana. Disfruta sirviendo cafés. -gritó con ironía, viendo a la chica alejarse corriendo bajo la lluvia. John se dio la vuelta, manos en los bolsillos. De todos modos, no tenía ninguna gana de llegar a su casa. Arrastró los pies por los pasillos, hurgando en diferentes aulas en busca de su paraguas, sin suerte, y acabó desistiendo a los cinco minutos. Tendría tiempo mañana para buscarlo. Se colocó la chupa por encima de la cabeza, cruzando el campus y chapoteando sobre el suelo embarronado.

Volvió a casa.


-¿Lo encontraste?

Molly se inclinó sobre la mesa, mirándole de reojo mientras escribía velozmente en la hoja de ejercicios. John de vez en cuando admiraba su capacidad para hacer dos cosas a la vez. Dejó de escribir.

-No. Aunque tampoco busqué a fondo.

Él era incapaz de hacer dos cosas a la vez.

-Dudo que lo encuentres. Hay que dividirlo...

-Sí, me parece una buena idea. Podemos dividir el trabajo, buscar los dos...

-No, idiota. El ejercicio. Hay que dividir el hueso.

-Ah, sí, pensé que... ya. Sí.

-Te digo que no lo vas a encontrar. Seguramente te lo habrá cogido alguien.

-Pero si tiene hasta agujeros, el otro día me lo cargué... quién querría semejante ruina de paraguas.

Molly se encogió de hombros, centrándose de nuevo en la hoja de la mesa, y John comprendió que no iba a conseguir más atención por su parte. Miró a su alrededor. Todos escribían. Con un suspiro, se inclinó sobre su hoja.