Dejo los lineamientos de siempre.

Aclaraciones:

Narración.

— Diálogo —

"Pensamientos".

Advertencias:

OC.

Género: Romance | Drama.

Clasificación: T | M.

Disclaimer: el juego y sus personajes no me pertenece a mí, sino a ®Masashi Kishimoto.

Nota de Autor:

Hola.

Hace un año que no publicaba nada de esta historia y, para ser honesta, me plantee muchísimo dejarla tal y como estaba, incluso dejé de editar. He andado en eso, pero la misma gente del famdom desanima bastante y las acusaciones sin precedente me han fastidiado lo suficiente como para replantearme dejar todo aquí. Sin embargo, me puse a pensar que invertí mucho tiempo y esfuerzo creando esta historia, dándole forma a las ideas dentro de mi cabeza y me pareció injusto dejarlas con eso de: ¿qué habría pasado sí...? Considero justo darle un final, tanto a esta como a otras historias que tengo aquí. He estado ausente en parte por las acusaciones que tuve, en otra porque me centré en un proyecto en Wattpad y bueno, he intentado mejorar mi forma de escribir y expresarme para darles algo mejor, aunque sinceramente ha sido muy poco lo que he avanzado, pero alguna diferencia habrá.

Me disculpo por la ausencia, sé que varias me han mandado mensajes pidiéndome que continúe tanto esta como mis otras historias. Me he tomado mi tiempo y, ahora, entre más vieja me pongo más me cuesta escribir porque las ideas no fluyen de igual manera que antes, pero quiero decirles que mientras tenga vida, prometo terminar los fanfics que tengo publicados. Puede que tarde, más no quedarán inconclusos a menos que algo grave me suceda (espero que no). De todo corazón deseo que disfruten de este capítulo y que su espera haya valido la pena. Sin más me despido y les doy mil gracias por estar pendiente tanto de esta como de mis otras historias.

Si hay algún comentario o disconformidad, ya saben, pueden dejarla ahí abajo en la cajita de comentarios. Recuerden siempre dirigirse a los escritores con respeto, yo les responderé en la medida de lo posible. Los comentarios son siempre bien recibidos, y les estoy enteramente agradecida por tomar unos minutos de su tiempo para leer mis historias y de paso, comentarlas. Mil gracias. Es en parte por ustedes que yo sigo escribiendo, además de ser uno de mis pasatiempos favoritos.


Capitulo 9.

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«Somos eso que no se cuenta, ni se admite, pero nunca se olvida».

Anónimo.


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El embarazo es uno de los estados más delicados para una mujer, requiere de cuido y chequeo constante. Y, a veces, suelen complicarse. Como le sucedía a ella…

A lo largo de sus siete meses, había sufrido una amenaza de aborto en el primer trimestre y varias contracciones que se salían de la intensidad de las de Braxton Kicks, duraban poco más del tiempo estipulado. Razón por la cual le prohibieron excederse en el trabajo y viajar. Había estado siguiendo todas las indicaciones de su ginecólogo al pie de la letra, quería que su bebé llegara a término. ¡Pero no! Tenía que ser buena samaritana y viajar, cuando su médico de cabecera y sus dos mejores amigos le dijeron que NO.

No, Saori no podía seguir engañándose a sí misma. Saber que la persona en peligro de muerte era el padre de su amor platónico de secundaria, al que además no había visto desde hace más de siete meses y qué, de paso, también era el procreador de su bebé. Suponía un estrés muy grande, demasiado para su cuerpo de por sí ya cansado.

Dejó escapar un suspiro, cerró los ojos unos segundos y echó la cabeza hacia atrás para acomodarla en la almohada. El alivio la golpeó en el momento que Karin entró en la habitación y la revisó. Agradecía que una de las mejores obstetras del país fuera también su mejor amiga, a pesar de que llevaban mucho tiempo de no verse; la comunicación entre ellas nunca faltó.

— Saori — sintió un par de toquecitos en su hombro derecho.

Sacudió la cabeza ligeramente y abrió los ojos, parpadeó un par de veces para ubicarse y aclarar su vista. Al girar la cabeza hacia la derecha, se encontró con unos peculiares ojos carmesí y una gran sonrisa llena de alivio, a pesar de que su gesto era de reproche.

— ¡¿Acaso no te dije que no debías viajar?! ¡¿En qué pensabas, Sao?! — exclamó Karin, alejándose de la cama y comenzando a dar vueltas y vueltas en una caminata ligera de un lado para otro en la habitación.

— ¿Honestamente? — su amiga se detuvo unos segundos para mirarla y asentir, ella suspiró —. No pensaba.

Dejó caer la cabeza en la almohada y cerró de nuevo los ojos. Agradecía que Gaara hubiera sido llamado por una emergencia, de otra manera los regaños serían por partida doble.

— Solo quería ayudar a Tsunade-sama, no podía dejarla sola… — murmuró —. No después de todo lo que ha hecho por mí.

En ese momento las facciones de Karin cambiaron, se volvieron más suaves y comprensivas. Se acercó a ella lentamente y se sentó en la orilla de la cama, cogió su mano y le dio un suave apretón.

— A veces debes ser egoísta y pensar más en ti.

Si fuera así de fácil como decirlo, ignorar sería sencillo. En el fondo su malestar nada tenía que ver con el viaje, sino con el encuentro que había tenido a tempranas horas de la mañana con gente de su pasado que prefería olvidar. Ser consciente de la presencia de Kakashi la tensaba demasiado.

— Esto no tiene que ver con el viaje — excusó.

— Sí lo tiene y lo sabes.

Ella no podía discutirle, pues la situación había contribuido mucho. Tuvo la suerte de encontrarse en un hospital y que la atendieran rápido, el medicamento funcionó de forma eficiente evitándole lo que parecía un parto prematuro. Aunque las contracciones no fueron lo suficientemente constantes ni dolorosas. Había sido un aviso, una advertencia de su exceso.

— No del todo, Karin — musitó, su amiga frunció el ceño y la miró directamente a los ojos.

— ¿Qué no estás contándome?

Saori ahogó un respiro. Solo dos personas eran partícipes de la identidad del padre de su hijo, su amiga nada sabía del asunto. Cuando le preguntó por él, Saori desvió rápidamente el tema diciendo que sería madre soltera y, por el tono que empleó, dio a entender a su amiga que no quería ahondar al respecto.

No lo guardó por falta de confianza, no. Lo hizo porque se sentía avergonzada por su forma de actuar, por haber caído en el truco más viejo del mundo y haberlo disfrutado hasta el desmayo. Saori ahogó un suspiro.

— Muchas cosas…

Y fue así como decidió contarle lo que realmente estaba pasando.

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Decirle a Karin la verdad fue quitarse un poco del peso que se cargaba encima, no así saber que se quedaría unas horas más postrada en esa cama de hospital. Tsunade se presentó con una expresión de preocupación que solo sirvió para llenarla de angustia. No había olvidado ni por un instante la razón por la que estaba ahí y por la que tomó el riesgo de viajar, a pesar de que su mentora le riñó por no decirle la verdad. Trató de tranquilizarla diciéndole que los medicamentos y el reposo serían suficientes, omitiendo que su estrés provenía de otra fuente.

Saori se sintió terriblemente tentada a decirle que no sería capaz de continuar el caso, que era mejor que buscara a otro cirujano. Pero no pudo, primero porque el tiempo jugaba en contra y segundo porque era la vida de un paciente la que corría peligro. Además, consideraba que si había llegado hasta ahí su incomodidad debía valer la pena. Aunque eso significara tener que seguir viendo al padre de su hijo y su ex pareja.

Inhaló, cuando menos consiguió que su mentora mantuviera todo bajo control y diera la orden de no decir a nadie lo que había pasado, menos su estado. No quería preocupar a la familia de su paciente, menos que entraran en pánico.

El bebé se movió en su vientre, Saori se quedó quieta, recostada, sin moverse. Mantuvo los ojos cerrados a la espera de que sintiera algo parecido a una contracción, alguna especie de tirantez o algún dolor como el que había estado padeciendo últimamente. Se llevó la mano al vientre y lo sostuvo ligeramente por unos segundos, luego empezó hacer círculos en una caricia ligera. El bebé se movió de nuevo y ella respiró aliviada.

Karin le había dicho que debía tomárselo con calma, que no se estresara ni se presionara. Normalmente no lo hubiera hecho, pero estar ahí suponía demasiada carga emocional que le costaba controlar. El dolor en su espalda baja desapareció, los medicamentos hicieron su trabajo. Sin embargo, tanto Tsunade como su amiga creyeron conveniente que debía estar un tiempo más en observación. Solo para prevenir.

Saori hubiese preferido regresar al hotel, Gaara, a pesar de que siempre la apoyaba aún en contra de su voluntad; tuvo que llevarle la contraria. Se sentía más tranquilo de que estuviese ahí por lo menos en el tiempo que él tuviera guardia, porque si las contracciones volvían cabía la posibilidad de que fueran más fuertes y nadie estuviera para ayudarla. Quiso protestar, pero debía darles la razón y no quería perder a su bebé por una terquedad. Ya mucho se había puesto en riesgo…

Estaba a punto de soltar un respiro cuando de pronto, sintió movimiento a un costado y luego la presión de una mano grande y cálida sobre la suya, presionando cariñosamente su vientre. Un aroma a bálsamo y ámbar la envolvió, aroma que ella reconocía casi a la perfección.

Saori abrió de repente los ojos, ladeó su cabeza y se lo encontró con la mirada totalmente clavada en su rostro. Ahogó un gemido llena de pánico, contuvo el impulso de apartar la mano y alejarse de todo contacto. Se irguió en la cama y disimuladamente se alejó de su tacto, el bebé empezó a patear y sintió una tirantez conocida en el estómago.

No entendía como se había enterado de la habitación en la que estaba, pero la oscuridad de sus ojos parecía engullirla como un manto hondo e intenso.

— ¿Qué hace aquí? — preguntó, aliviada de no sonar tan asustada como se sentía.

Gaara y Tsunade fueron bastante tajantes con el personal, pidieron exclusivamente mantener su estado en privado para no generar ansiedad en la familia Hatake y que empezaran a ver trabas.

Apoyó las manos en el colchón y se dio un empujón para acomodarse lo más lejos de él.

— Te he visto esta mañana, no lucías bien.

"Claro que no, Anko estaba ahí", pensó.

Saori evitó ladear la cabeza y cerrar los ojos, se tragó un suspiro y frotó su vientre para aliviar la ansiedad. El bebé estaba inquieto. Sopesó por un instante mentirle, de la misma manera en que él lo había hecho aquella noche; pero no sería ella si inventara alguna excusa.

— Es una descompensación por el viaje — explicó, se frotó la nariz con la yema de su dedo y luego la frente —, mi médico me prohibió viajar.

Una arruga apareció en la frente de Kakashi.

— ¿Por qué?

Había un toque de exigencia en su tono de voz que a ella no le gustó.

— Agradezco su preocupación, pero eso no es de su incumbencia — dijo tajante.

Apartó las sábanas y se bajó de la cama, su frecuencia cardíaca subía y se sentía un poco mareada. Probablemente estar en la misma habitación que el padre de su hijo le afectaba más de lo que quería admitir, por eso quería poner distancia y marcar la línea. Solo que Kakashi lo ignoró deliberadamente.

— Hay algunas cosas que debemos aclarar, Saori — el tono era serio, a pesar de sus facciones y su postura relajada.

Se acercaba mientras ella trataba de alejarse, entonces sintió de nuevo una tirantez en el vientre que la hizo abrir la boca y cerrar los ojos fuertemente. Se suponía que debía descansar, no estresarse y preocuparse, no más de lo necesario.

Las manos grandes cubrieron las de ella posadas en su vientre, respiraba hondo y despacio. Ignoró el hormigueo en su cuerpo ante su tacto, también el aliento tibio en su frente.

— Ven — su voz era baja, destinada solo para sus oídos.

La mano de Kakashi se desplazó hasta su espalda baja para guiarla hasta la cama de nuevo, Saori se sentó con cuidado. Mantuvo los ojos cerrados e hizo los ejercicios de respiración que tanto Gaara como Karin le obligaron a practicar. Funcionaba, por lo menos la mantenía centrada en algo más que el contacto de él. El calor de la palma traspasaba su ropa y le mandaba vibraciones a todo su cuerpo.

Kakashi se puso en cuclillas frente a ella.

— No he venido aquí para alterarte.

La cirujana apuñó sus manos encima de su vientre, negó con la cabeza ligeramente sin abrir los ojos.

— ¿Entonces qué hace aquí? — musitó Saori.

— Necesito que me digas, ¿por qué? — su tono era tan suave como la seda, tanto que le dolía escucharlo. Algo dentro de su pecho se agitó y sintió un terrible vacío en la boca del estómago.

— Sensei, por favor… — su voz salió en un hilo entrecortado.

— Kakashi — corrigió.

— ¿Disculpe? — abrió los ojos y los clavó en él.

— Ya no soy más tu sensei — dijo con una pequeña sonrisa que consiguió que sus mejillas se sonrojaran.

Su corazón aleteó como cuando era adolescente y se recordó que el haber mantenido ese sentimiento por él la metió en todo ese lío en primer lugar. Eso y su afán de complacer a los demás, de no ser considerada una perdedora… Saori tomó una bocanada de aire mientras cerraba los ojos otra vez, rezó una letanía para mantener el control. Tenía que hacerlo, por su bien y el de su bebé.

Darle explicaciones a Kakashi suponía mucho estrés, parte por la que decidió irse y por la que no quería quedarse a solas con él. Gaara había hecho un buen trabajo estando siempre a su lado, a pesar de que encontraba mal su proceder y ella se las ingenió para mantenerse oculta entre papeleos, visitas y demás cuestiones en las que él no podía interferir. Sin embargo, no contó con esa situación y por esa razón estaba ahora ahí, frente a ella, pidiéndole respuestas que no disponía darle.

— Saori…

Ella negó con la cabeza y apretó los labios, ¿qué iba a hacer?

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Kakashi se preocupó al ver la expresión de Saori. Cuando llegó a la habitación iba con la firme intención de enfrentarla, de reclamarle, de retarla. No se consideraba un hombre escandaloso, tampoco se enojaba con facilidad. Pero creía justo saber la razón por la cual ella no le dijo algo tan importante, en su lugar, desapareció. Era como si la tierra se la hubiera tragado.

Porque sí, la buscó. El tiempo suficiente para darse cuenta que algo que desconocía había sucedido. No podía decir que él fue un hombre del montón, ya que su inexperiencia hablaba por ella y, además, la conocía lo suficiente como para asegurar que Saori no era el tipo de mujer que se enredaba con uno y con otro. No, ella no era así.

Su inocencia a veces solía meterla en problemas, sí, pero jamás se volvió una mujer frívola y taimada. Eso se lo dejaba Ino y Sakura, que solían manipularla a su antojo como diversión…

Fuera de eso, la idea de tener hijos jamás le desagradó. Planificó que los tendría en el momento indicado, cuando ya hubiera disfrutado lo suficiente de su juventud. Y a su criterio, había disfrutado más que suficiente y se sentía preparado para sentar cabeza. Solo que no con cualquiera…

Kakashi la observó mientras mantenía su respiración controlada, las pequeñas manos palpaban el abultado vientre y tuvo un enorme impulso de posarlas de nuevo. Su hijo crecía ahí adentro. Quería sentirlo moverse de nuevo contra la palma de su mano, dominar ese deseo le costó mucho de su autocontrol.

— ¿Saori?

— Buenas tardes — dijo una voz extra.

Sobresaltados, ambos miraron hacia la puerta donde se encontraba Gaara. Su tono de voz arrastrado y profundo tenía una cualidad mortal que le hizo ponerse de pie, no por miedo, solo por precaución.

— Gaara… — murmuró Saori con una nota de alivio y un brillo en los ojos que le produjo amargura en la boca del estómago.

— Kakashi, tu madre ha estado preguntando por ti, creo que deberías ir.

Él entrecerró la mirada, sabía que era una mentira para sacarlo de ahí. Le molestaba que se metiera en medio y colocara distancia entre ellos, pero no haría una escena.

— Por supuesto — contestó, regresó la mirada a Saori y se inclinó para depositar un beso en su mejilla —. Esto no ha terminado, nos veremos luego — susurró a su oído, sintió su cuerpo estremecerse y contener el aliento — ¿Me acompañas? — preguntó al pelirrojo al pasar por su lado, éste asintió brevemente.

— Vuelvo enseguida — se dirigió a Saori.

Gaara lo siguió en silencio hasta la parte menos transitada del pasillo, entonces se detuvieron y Kakashi le miró fijamente.

— ¿Qué pretendes? — cuestionó el cirujano.

— Es lo mismo que me pregunto, ¿de qué fue todo eso?

Gaara cruzó los brazos a la altura de su pecho, una postura bastante defensiva para su gusto.

— Ella necesita descansar, ha tenido un mal día y tu presencia no ayuda, Kakashi.

— ¿Y no crees que merezco explicaciones?

El joven suspiró, sus rasgos duros y enfadados se suavizaron por unos segundos.

— ¿Conoces a Saori? — él asintió —. Entonces sabrás que a ella no se le olvida nada, absolutamente nada. Y tú le has hecho daño, mucho — le recordó, no pudo evitar sentirse culpable al recordar todo lo que había sucedido entre ellos en el colegio… —. Escucha, no estoy de acuerdo con lo que ha hecho, sé que mereces explicaciones y te las dará cuando se sienta lo suficientemente fuerte para hacerlo. Pero ahora, en este momento, necesita estar tranquila, necesita descansar. Si estás alrededor no puede hacerlo — dijo —. Las cosas se pueden complicar y no solo los perderás a ellos, sino también a tu padre que ahora depende del bienestar de Saori.

Kakashi sintió una punzada en el pecho y tiró de sus cabellos desesperado, no era fácil lo que le estaba pidiendo.

— Me pides mucho, Gaara.

El pelirrojo afianzó los brazos y levantó una ceja.

— Te pido lo justo — recalcó — ¿Acaso ya se te olvidó lo que hiciste con Anko en el armario del conserje? Eso lo provocaste tú y fue a propósito — aclaró. El corazón de él dio un vuelco y ocultó la sorpresa bajo una máscara de serenidad —. Y las demás situaciones que derivaron de esa también, le hiciste daño a propósito, Kakashi. Sabías lo que sentía por ti y orquestaste todo ese teatro. Eso no se borra con unas pocas atenciones y unos cuantos besos…

Gaara dejó la frase volando en el aire, pero el maestro de literatura sabía a lo que se refería. Lo supo desde que se le ocurrió hacer lo que en el pasado no pudo. Darse una oportunidad.

— ¿Cómo sabes todo eso? — cuestionó, el cirujano suspiró y distendió los brazos.

— Porque ningún maestro mira a su alumna de la manera en la que tú lo hacías, menos si ésta no es guapa.

A Kakashi casi se le escapa una sonrisa, la honestidad de Gaara era como la de Saori, refrescante. Aunque el chico tenía menos tacto para decir las cosas. Finalmente suspiró, estaba molesto y dolido, pero no quería perjudicarla más, menos al bebé.

— Eres muy observador — halagó, el pelirrojo solo mostró una sonrisa seca —. Trataré de mantenerme al margen, de momento — señaló, el joven asintió satisfecho.

— Gracias.

Lo mejor era que no se lo agradeciera todavía, después de todo, no sabía cuánto le duraría la buena voluntad.