Aclaraciones:

Narración.

— Diálogo —

"Pensamientos"

(*) Esto es un apartado para alguna palabra o concepto que aclararé al final del capítulo.

Advertencias:

Posible OoC en los personajes.

OC.

Situaciones sexuales explícita-implícitas.

Lenguaje inapropiado o soez.

Género: Romance | Drama.

Clasificación: T | M.

Disclaimer: La serie y sus personajes no me pertenece a mí, sino a ®Masashi Kishimoto.

Nota de Autor:

Re-editando, este capítulo posiblemente lo re-edite varias veces. Todavía no quedo satisfecha con la narración.


OPORTUNIDADES DE ORO.

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‹‹El deseo intenso crea no solo sus propias oportunidades sino además sus propios talentos››.

Anónimo.

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Capítulo 1.


— ¿Estás loca? — gritó, exasperada.

— Óyeme, no es como que tuviera mucho tiempo en mi carrera. No como otras que no tienen tiempo, pero se lo inventan.

— Deja ese tema de lado, ¿quieres?

Evidentemente quería evitar el tópico a toda costa, no por nada ahora estaba sacando el doble de materias y de paso, ayudando en la florería de sus padres. Vaya forma de pasar el tiempo.

— Te das cuenta que has tenido la oportunidad de tirarte a los mejores chicos de nuestra generación y no has hecho el menor intento por llevártelos a la cama. Incluyendo a Itachi — le recalcó.

Aunque más que destacar el hecho de que tuvo muchas ocasiones de irse a la cama con un hombre, se lo gritaba. Al punto que todas las personas que estaban en el negocio la veían de mala manera, y lo único que ella podía hacer era sonreír nerviosamente disculpándose por el escándalo que hacía su querida amiga de secundaria (su cruz en el calvario).

— Sigo pensando que exageras las cosas — intentó aminorar las exclamaciones.

Seguramente los gritos llamaban más atención que su rostro tipo farolito de navidad, encendido de la vergüenza.

— No tengo esa fijación en el sexo como la tienes tú — de hecho, no tenía ninguna ya que de todo faltaba, sobretodo tiempo —. No deberías armar un alboroto por eso.

Se separó del mostrador con intenciones de marcharse, realmente el tema de los hombres y la cama no le apetecía tocarlo en lo absoluto.

— Pues deberías, si sigues así nunca dejarás de ser virgen. Hay oportunidades que valen oro — señaló con aquella sonrisa orgullosa —. Debiste tirarte a Itachi, realmente es de los mejores — enarcó una ceja — ¿Qué? No es como que estuviese censurado ¿o sí?

— Espero que Shikamaru no sepa nada de esto… — murmuró, compadeciéndose del pobre castaño.

— No es como que nadie se lo hubiese contado antes — respondió Ino mirándose las uñas —. Además vamos a casarnos, eso significa algo ¿no?

Ella comenzaba a pensar que no.

— Saori, deberías de empezar a pensar mejor las cosas. No busques algo serio, solo diversión — la linda chica de cabellos albinos le miró como si se hubiese vuelto loca, Ino bufó y volteó los ojos —. Neji se tiró a Sakura y ahora están comprometidos, Sasuke ni siquiera lo intentó por advertencia de Itachi a quien ni siquiera pelaste. Naruto es un idiota que apenas y sabe en qué día vive, y Gaara… Bueno, es Gaara. ¡Los has tenido a todos y no te has tirado ninguno!

— ¡Ino! — recriminó escandalizada.

Roja del coraje porque todos esos nombres tenían trasfondo, sin contar que apenas comenzaba su carrera cuando todo eso pasó y estaba enfocada en salir y graduarse como médico. Luego, cuando decidió tomar una especialidad mientras trabajaba en el hospital todo se complicó. Tanto que ahora tenía veintisiete años y no recordaba con el último chico con el que salió.

— Han pasado casi cuatro años desde que tuviste tu última relación ‹‹seria›› y no te has dado por enterada. Te la has pasado metida entre quirófano y quirófano en lugar de salir a citas, con chicos guapos a los que te puedas tirar.

Lo decía como si fuese lo más fácil o lo más normal del mundo, claramente en el mundo paralelo de Ino lo era. Nunca le costó conseguir un chico o una cita.

— Ya cógete a alguien.

— ¡Ino!

— Ya vete que Shikamaru viene en cualquier momento.

La despachó con un ademan que decía ‹‹sal y búscate un buen culo que buena falta te hace››. Ino y sus frases típicas de guarra.

Con desganada salió del lugar, y para desgracia de su ego, con el ánimo por el suelo. Si había algo que la mejor amiga de su prima podía hacer era bajarle el ánimo de un manotazo. Era exactamente lo que acababa de hacer al recordarle su inexistente vida social en los últimos años (dícese desde la adolescencia hasta la adultez).

Desdichadamente, la rubia lunática tenía razón, hacía años que no tenía una relación con nadie del sexo opuesto. El último fue Sasori, el desgraciado que terminó engañándola con Shion, la que hasta aquel entonces consideró su mejor amiga. Terminó tirándose a su novio en el closet del aseo de la casa de su prima en una de sus acostumbradas fiestas de fin de ciclo.

Y su consuelo fue leer Otelo cada noche recordándose lo desdichada que es su vida y que aún en la novelas trágicas hay amores marcados, aunque complicados.

Llegó a su casa arrastrando los pies y saludo a su gato Otelo (al que irónicamente le colocó el mismo nombre de aquella obra). Sin muchas ganas tomó el correo del día, ni siquiera lo revisó, ya sabía que solo había cuentas, cuentas y más cuentas.

Se desplazó hacia la cocina a calentar un poco de lasaña que quedó de la noche anterior, mientras la colocaba en el microondas se dio a la tarea de (y porque su consciencia se lo dictaba) revisar el correo del día. Se topó con cuentas, cupones de descuento, correos equivocados, fotos porno… Avisos, carta de su tía, carta de su prima (como si no vivieran a unas cuadras y no supiera su teléfono y correo electrónico) y… Oh, un sobre de color negro le llamó la atención.

Para la Srita. Saori Haruno de Hinata Hyūga.

Recordaba a Hinata, la más cuerda y decente de todas sus compañeras. Solían salir muy seguido e ir al cine de vez en cuando para distraerse del estrés de las clases. O tomaban café por las tardes, era algo muy relajante.

Tengo el honor de invitarle a la primera reunión de estudiantes de la generación XIX.

Bla, bla, bla, bla…

Dejó de leer a la segunda línea.

Ya se lo veía venir, una reunión en la que todos los estudiantes y maestros de aquella generación (y seguramente algunos de las anteriores) estarían ahí en un mes. La invitación no se le hacía extraña, era lo que generalmente se hacía en ese Colegio cada cierto tiempo. Por eso pedían números de teléfono, correos electrónicos y direcciones para actualizar datos y así poder contactar a todos los estudiantes. Claramente alguien se había dado a la tarea de proporcionar sus datos, ya que ella dejó de hacerlo hacía un par de años y no volvió a recibir correo electrónico recordándole que debían actualizarlos.

Al final no le importaba, no tenía planeado asistir a una reunión donde ninguno seguramente la recordaría. Nunca fue popular en la escuela, de hecho, tampoco lo fue en la universidad; Ino y Sakura se desvivían en hacerle pensar lo contrario. En la época del colegio los únicos que sabían de su existencia eran Naruto, Sasuke, Sakura e Ino. Los demás solo eran una bandada de chicos (y también chicas) que se burlaban de ella por su aspecto físico, por su sobrepeso y su descuidada presentación personal (dícese de aquellos grandes lentes de aro negro, los frenos en sus dientes y el pelo enmarañado).

El microondas pitó avisándole que su cena estaba lista. Mientras se servía, comenzó a pensar en las ventajas y desventajas en el caso que decidiera asistir a la dichosa reunión. Al final, si iba, seguramente solo la verían como una extraña más de la cual burlarse. También cabía la posibilidad de que no la recordaran. Y esa idea, por más estúpida que sonara, le producía vértigo.

No, en definitivamente no.

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— Saori deja de tocarte — le regañó Ino y le dio un manotazo.

La pobre chica soltó un quejido doloroso, refunfuñó y luego se cruzó de brazos. Iba en el auto con Ino, Shikamaru, Sakura y Neji. Se sentía asfixiada en aquel pequeño espacio.

Se dirigían hacia el salón privado del hotel en el que fue pactada la reunión de la generación.

Oh, iba a bailar sobre la tumba de Ino y Sakura, lo haría, de eso que no cabía duda. Había tenido turnos dobles, después de emergencias y operaciones solo una verdadera desgracia la sacaría de aquel sofá en el que estaba cómodamente con Otelo.

Si bien tomó la resolución de ‹‹no›› ir a aquella fatídica reunión, Ino y Sakura se tomaron la libertad de infiltrarse en su casa (era su culpa por haberle dado copia de la llave a su prima) a lo mucho faltaba una hora para la recepción del dichoso evento y ella ni siquiera se bañó cuando llegó, simplemente se quitó la ropa quedándose en interiores. Como recompensa terminaría de comer aquella lasaña que ya llevaba una semana en su refrigerador (que por dicha no estaba arruinada todavía) viendo Titanic (sí, sí, sí, era una amante del amor dramático y trágico).

La película apenas tenía unos diez minutos de haber comenzado cuando de repente se soltó un torrencial aguacero, que si bien le provocaba frío en mínimo no era como para que corriera por una manta para taparse (aparte de que tenía pereza y le dolían los pies). No le prestó más importancia de la que debería al clima, se dedicó a mirar la pantalla de la televisión.

Sonrió, se sentía terriblemente a gusto y relajada. El plan perfecto para su fin de semana, después de haberse quedado por treinta y seis horas en el hospital atendiendo emergencias, cada una más rara que la anterior.

Y claro, su plan hubiese sido espléndido de no haber sido porque a Ino y Sakura se les plantó presentarse en su apartamento. La levantaron prácticamente a rastras del sofá tirando casi toda su preciada lasaña. A punta de gritos e insultos consiguieron que se metiera en el baño, donde bien pudo echar llave y esconderse hasta que llegara la hora y se dieran por vencidas. ¡Pero no! Eso no pasó, no, todo lo contrario.

— ¡Carajo, nadie va a ir con este clima! — forcejeó Saori con ambas mientras la despojaban de su ropa interior, nunca se sintió más expuesta que en ese momento.

Rayos como odiaba cuando ese par se ponía de acuerdo… Las dos se las arreglaban para que ella hiciera cosas que no quería, y si no las hacía, le pasaba eso. El par la bañaba con tal brusquedad que parecía que querían arrancarle los pedazos de piel porque pensaban que estaban infectados, y que querían extirparle partes de su cabello cuando se lo lavaron.

— No me importa, nosotros si iremos. Y no puedes poner de excusa que no tienes ropa adecuada porque te la traje yo y Sakura los zapatos.

Su excusa se fue por al tacho de la basura.

Juraba que afuera en la sala escuchaba las risas de Shikamaru y Neji al escuchar a sus novias renegar con ella. Estaba claro que no quería ir, era innegable, ¿pero ese par entendían? Ni explicado con flechas.

Después de todo ese ajetreo, el sostén de encaje comenzó a picarle y las bragas por igual. Seguramente era ropa nueva y por eso estaba dándole una maldita alergia, como si Ino no supiera que ese tipo de ropa no le gustaba; más que todo no estaba acostumbrada. Aparte de que le apretaba. Empezó a pensar que la misión de ese par era asfixiarla antes de llegar, así se ahorraba la humillación. Probablemente terminaría haciendo el ridículo como siempre.

Hacía frío y no quería salir de su departamento, no comprendía el porqué de la insistencia de Ino y Sakura para que fuera a esa maldita reunión. Era una estupidez. Ambas fueron populares en la escuela, Sakura con aquel vestido verde manzana se veía gloriosa, al igual que Ino con el azul satinado que mostraba una de sus piernas hasta su cadera. Se cambiaría el nombre si ambas parejas no tenían sexo rápido en los baños del salón para calmar la lujuria que disimulaban pobremente. Los atuendos se prestaban para eso… (y porque las conocía bastante bien).

Saori odiaba tener que pensar que al llegar lo primero que tendría que soportar eran las comparaciones, obviamente la primera sería con Sakura, ya que por ser familia no tenían nada en común (aparte del apellido). A todas esas fue vestida, calzada, peinada y maquillada por esas dos y ella en tanto pensar y pensar ignoró lo que le hacía a pobre rostro. A regañadientes y sin verse en el espejo, poco le importó el fruto del esfuerzo de Sakura e Ino. Lo único que deseaba era ya acabar con eso. Malhumorada agarró el abrigo, que se colocó camino a la sala donde Shikamaru y Neji las esperaban, con un Otelo roncando muy cómodo en el regazo del primero.

Le hizo una mala mirada a su gato por traidor y no notó las miradas sorprendidas de las parejas de sus amigas. Ignoró el detalle y se abotonó el abrigo, seguramente afuera hacía un frío del demonio y no quería que se le colara por ningún lado.

Al salir tuvo que agarrarse del hombro de Shikamaru para no caerse, se recordó que mataría a esas dos por obligarla a ponerse tacones del diez. Como si no supieran que con las calles resbaladizas por el agua. Hasta parecía que lo hicieron a propósito para ridiculizarla.

Ya narrado el caso, regresamos a la estancia en el auto…

— ¡Que te dejes eso te digo! — otro manotazo, esta vez de parte de Sakura.

Y la mirada amenazante de Ino no ayudaba.

— Soy alérgica a los cosméticos ¿se te olvida? — se quejó la albina.

— Son hipo alergénicos — contestó Ino.

— Pues no parece — contestó Saori, el carro frenó de repente y ella casi estrella la cara contra el asiento de enfrente.

— Ya calla y baja del auto. Llegamos — anunció como si fuera a comprar ropa gratis.

Como si nada vio a todos salir apresurados, más a Sakura e Ino que a los chicos. Saori los miró mientras salían y no pudo sentir más que envidia, los cuatro se veían maravillosos.

— Señorita, ¿no va a salir?

El chico que estacionaba los autos la miró por el retrovisor de una forma rara. Miró a todos los lados en busca de los cuatro personajes que la obligaron a salir de su departamento para ir ahí, ¡la dejaron sola los muy malditos!

Inevitablemente se sonrojó y salió apresurada del vehículo, desgraciadamente (y para su mala suerte) puso un pie en la acera húmeda por la lluvia cuando resbaló, dio un par de giros y botes antes de salir disparada sosteniéndose de lo primero que encontró. El traje de un hombre que para su fortuna se dirigía hacia la entrada.

Con ayuda de aquel extraño recuperó el equilibrio.

— ¡Lo lamento mucho! — profirió avergonzada.

— No te preocupes, Saori — la chica se sorprendió que el desconocido supiera su nombre.

¿Lo conocía acaso?

Dado que veía sus zapatos y no al hombre, elevó la cabeza unos tantos grados más hacia atrás debido a la estatura que todavía en tacones no alcanzaba.

— ¡Yo! — dijo el hombre.

Aquella típica frase, le recordó al sinfín de clases en la que su querido maestro de Literatura les saludaba luego de llegar tarde al salón de clases, seguido de una excusa ridícula para justificar su tardanza.

— Kakashi-sensei — habló, respetuosamente, poniendo cierta distancia.

Si el hombre de cabellos grisáceos notó el alejamiento de ella, seguramente lo ignoró por completo.

— Ya no soy más tu maestro — le sonrió, Saori sintió una especie de escalofrío recorriendo su espina dorsal, cerró los ojos predispuesta.

Se dijo mentalmente que era por el frío.

— Parece que es una costumbre suya llegar tarde — comentó casual con una pequeña sonrisa.

Su profesor seguía tan apuesto como de antaño, a lo mejor un poco más maduro que aquellos años.

— Al parecer no soy el único — añadió él, con una sonrisa terriblemente mortal para cualquier fémina.

— Sí, bueno… Los turnos en el hospital son asfixiantes — respondió mientras empezaban caminar, le entregaron las invitaciones a una chica.

— ¿Trabajas?

La albina asintió.

— En el hospital central, acabo de terminar mi carrera y hago una especialidad — contestó distraídamente entrando al salón.

Debía admitir que era enorme y de cálido ambiente, parecía la versión miniatura de algún palacio. Viendo a su alrededor, notó que muchos de sus ex compañeros habían cambiado.

— Es mucho para alguien tan joven.

— No soy tan joven sensei, tengo veintisiete — respondió, omitió la incomodidad de su antiguo profesor ante el apelativo. Solo mantenía el respeto, como una vez se lo había pedido hacía mucho tiempo.

— ¿Y tu esposo que opina al respecto? — preguntó casual, ella le miró extrañada.

— ¿Esposo? Yo no tengo esposo. Solo estoy casada con mi trabajo y con Otelo.

Por un instante le pareció ver que Kakashi la miraba como si se le hubiese zafado un tornillo.

— Otelo es mi gato — se apresuró a responder —. Recordé cuando leímos esa obra en tercer año y me gustó tanto que le nombré así — le sonrió, tímidamente.

Claro que pasó por alto confesarle que se sabía esa obra de cabo a rabo y la leía cada vez que podía, especialmente en navidad que la pasaba sola.

El hombre soltó una risa, había olvidado lo divertida que era Saori con sus atropelladas explicaciones, algunas llegaban a rayar en lo excéntrico, pero eran divertidas después de todo. Sin proponérselo, llamaron la atención de un puñado de alumnos que se encontraban cerca. Pronto se aproximaron a ellos.

— ¿Saori-san, Kakashi-sensei? — era Kiba, recordaba que en el último año le envió una carta de amor…

Ella se sintió tan emocionada por haber recibido aquella muestra de afecto, que no notó que se había convertido en el centro de burla de toda la escuela. Días después cuando él nunca se presentó a aquella ‹‹cita››, supo que fue una broma cruel por una apuesta perdida.

¿Saori-san? ¿Desde cuándo le llamaba así? La única que se ganó el respeto de todos ellos fue su prima, no ella.

— Hola, Kiba — saludó, cortésmente. No, no le agradaba recordar lo que le hizo en la secundaria.

— ¿Están saliendo?

La albina abrió los ojos pasmada, se le subieron los colores. Kakashi por su parte disfrutó el momento de vergüenza de la chica, se rió un poco y luego explicó que no tenían nada que ver, que simplemente se la había encontrado a la entrada de la recepción a punto de caerse.

— ¡Oh, perdone Kakashi-sensei! Al verlos entrar juntos, imaginé que… — señaló, dejando en el aire el significado de la frase.

Saori recordó significativamente que en el instituto casi todos sabían de su fantasía con su profesor, detalle que la colocaba siempre en el centro de las conversaciones con motivo de mofa.

Saori se alejara del hombre que fue su sensei en la secundaria, les regaló una sonrisa fingida.

— Saori, dame tu abrigo. Está haciendo calor aquí adentro.

Y que razón tenía, muy aparte del bochorno que le acababa de hacer pasar, en verdad hacía bastante calor.

— Claro — respondió, ignorando la repentina aura pesada que se formó entre los tres.

La chica comenzó a desabotonar su abrigo lentamente, captando la mirada de varios hombres en el salón. Como si lo hiciera en cámara lenta. Debajo de la prenda se reveló un vestido estilo chino. No tenía ningún escote que mostrara sus redondos y firmes senos, pero se notaban a través de la suave tela de seda negra con detalles de grabados en hilo de plata.

Aquella tela fina se pegaba muy bien a su delineado cuerpo, voluptuoso y firme. El vestido no era revelador, pero tenía una abertura en el lado izquierdo que abarcaba desde medio muslo hasta los tobillos mostrando su blanca y delicada piel. Enseguida el frío viento le golpeó sus desnudos brazos y levantó la mirada, tenía la atención puesta en ella mientras el abrigo caía por sus brazos.

En cuanto lo notó quiso volver a colocarlo en su lugar, Kakashi se dio a la tarea de quitarlo por completo tomándolo por las hombreras y ya no tuvo escapatoria más que dejarlo en manos de su sensei.

Pasó lo que no deseaba, captó la atención de la mayoría de los hombres en el salón (incluyendo a Shikamaru y Neji), se sintió cohibida por la situación. Si hubiese sido una niña adolescente, le hubiese arrancado el abrigo a Kakashi y salido de ahí. Pero no, fue mucho más ‹‹madura›› e hizo lo que creyó más sensato. Corrió hacia el baño.

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Se miró al espejo alrededor de unas veinte veces y seguía sintiendo una vergüenza descomunal, se sentía literalmente desnuda. ¿Cómo Sakura e Ino le hacían eso? Ambas sabían que no le gustaba el exhibicionismo, mucho menos ese tipo de vestimenta.

Durante la casi media hora que se la pasó metida ahí, la mayoría de las chicas que entraban le hablaban, la saludaban y una que otra le hizo conversación. Al cabo de unos minutos se iban y la dejaban sola, mirándose en el espejo. Algunas lo hacían por cortesía ya que ni sabían quién era ella. ¡Vaya sorpresa!

Escuchó unos toques en la puerta, dio un bote asustada.

— ¿Quién? — preguntó por inercia.

—Soy yo, ¿estás bien?

Se trataba de su sensei, estaba detrás de la puerta. Lo que le hizo sentirse más ridícula y más puberta que nunca.

— Sí, estoy bien Kakashi-sensei.

Obviamente no era verdad, ahora se sentía estúpida por asustar a su antiguo profesor. Le dijo que esperaría en el salón y luego escuchó unos pasos alejándose, supuso que era verdad.

Tuvo la tentación de mojarse la cara, pero terminaría arruinando el maquillaje que Ino y Sakura se molestaron en ponerle. Sin contar que seguro la matarían si se le ocurría hacerlo. Finalmente y con un respiro profundo, decidió salir de su improvisado escondite y enfrentar al mundo. Para su desgracia, una horda de chicos (los cuales no recordaba ni reconocía) la esperaban en el camino con un montón de preguntas estúpidas, desde cuál era su nombre hasta si estaba soltera.

¿Es que acaso no podían recordar a una chica con sobrepeso, frenos y cabellos enmarañados que parecía nido de ave?

Por lo visto no. Se sentía sumamente asfixiada, le costó un poco de tiempo llegar hasta donde vio a su sensei en compañía de Neji, ambos la miraron de forma extraña. Sin embargo, los orbes oscuros de Kakashi eran penetrantes y ciertamente desprendían un aire posesivo, lo percibió en cuanto le tomó su delgada cintura y la apegó a él. Saori quiso pensar que era porque deseaba ayudarle con la bola de indeseables que la perseguían.

Sin embargo, no pudo evitar enrojecer, ya que Hatake no aflojó el agarre ni un minuto.

— Ya llegaron… — le escuchó decir bajo a Kakashi.

Se giró en dirección hacia donde el peli-plata veía, su corazón se detuvo en cuanto vio la figura de Sasori junto a Shion, ambos se veían regios y venían acompañados por Sasuke, extrañamente llegaba solo. Dolió un poco ver a su ex de la mano de la que fue su mejor amiga.

— No pensé que lo invitarían — murmuró Saori, para sí misma, sin considerar su compañía.

Hatake descendió su mirada oscura hacia ella, se encontraba ida mirando hacia la entrada del salón.

— Es de la misma generación… Lamento mucho lo que pasó entre ustedes — mencionó el peli-gris.

Sorprendida, la albina elevó la mirada y se encontró con aquellos perturbadores y penetrantes orbes oscuros. En el fondo, parecían tenerle mucha lástima a su desafortunada situación amorosa.

Rió, sin humor y con amargura. Volvió su iris hacia la entrada, donde desgraciadamente el pelirrojo ya no se encontraba, sintió alivio, hasta que les vio tomar rumbo hacia ellos. Los había visto, más bien, la había visto. Su mirada café ceniza estaba fija en ella, de una forma que no podía describir y le hizo sentirse incómoda. Quería escapar, quería salir de ahí, pero no podía huir porque se vería como un vil cobarde (aunque el fondo si lo era), aún conservaba un poco de orgullo. Y no les daría el gusto de que supiera que su traición todavía le dolía.

— ¡Kakashi-sensei, cuanto tiempo! — saludó Akasuna, ofreciéndole la mano.

Seguido, posó su iris en ella y estiró los labios, esa sonrisa ladeada y burlona que solía tener siempre que algo le hacía una inigualable gracia.

— Saori, no creí encontrarte aquí… Un placer verte de nuevo — comentó sugerente, recorriéndole de arriba abajo con descaro.

Su rubia y despampanante acompañante hizo una mueca de disgusto que la albina decidió ignorar al igual que su presencia.

— Saori — interrumpió Sasuke, acercándose para depositar lentamente un beso en su mejilla.

El acto la hizo enrojecer y sentirse rara, pues el Uchiha no tenía ese tipo de detalles. Menos después de aquella relación fallida, en la que terminó yéndose con la prima de Naruto y al final esta lo cortó por su frigidez (según Karin).

Hubo unos minutos de silencio en los que el ambiente se tensó, tanto que podía jurar que si se pudiera, se cortaría con un cuchillo.

— Itachi viene hacia acá — habló Sasuke, curiosamente, clavando su mirada en la albina.

Ésta se tensó al instante, escuchar ese nombre le generaba tantos recuerdos que no quería ni siquiera tentar en la soledad de su habitación.

Estaba claro que para Sasuke no era del agrado tener a su hermano mayor como chaperón. Ya era un adulto y su hermano se daba a la tarea de cuidarlo, suponía que no le gustaba en absoluto, siendo una persona tan independiente. Enseguida Kakashi presionó su cintura de una forma que le pareció posesiva y agresiva. Tan pronto como lo sintió desapareció y percibió la mano masculina desplazarse sutilmente hasta su cadera provocándole nuevamente aquel escalofrío en la espalda.

— Avísanos cuando llegue, queremos saludarlo antes de irnos — Kakashi tomó la palabra ante su mutismo temporal —. Ahora si nos disculpan — los miró y seguido tiró para conducirla lo más alejada de ese grupo posible, apenas y pudo procesar lo que acababa de pasar.

Se escabulleron entre el salón y los cientos de estudiantes que bailaban, Saori sintió alivio al verse totalmente alejada de todas esas personas. Parpadeó y miró al que ahora podía comenzar a llamar su salvador. Internamente le agradecía, de igual manera se sentía aturdida por los acontecimientos y la reciente actitud protectora de Kakashi.

— Gracias — atinó a decir con la mirada puesta en el suelo.

Terminaba de procesar todo, realmente se sentía confundida y fuera de lugar. El hombre se encogió de hombros, lo denotó por su sombra. Estaban detrás de una columna de mármol muy cerca de los baños, la albina se recostó para tomar un respiro y cerrar los ojos.

Lo dicho, no debió ir. No debió dejarse ‹‹convencer›› de su prima y su mejor amiga. Debió imponerse. Pero no, era tan débil que no podía decir NO por una vez en su vida (no es como que antes lo hubiera hecho).

— Me gusta cómo se te ve el vestido.

Tan rápido como escuchó aquello advirtió una mano que recorría la delicada tela de seda que se apegaba a su silueta. Una caricia muy sutil, sugerente, dio un respingo, abrió sus párpados. Estaba sorprendida, pero no tenía la fuerza para apartarse y ella sabía la razón…

— Gra-Gracias, no sé de quién de las dos es, si de Ino o de Sakura — respondió rápido, el primer tartamudeo que tuvo desde que se lo encontró.

— De Sakura — contestó, su seguridad le causó curiosidad. Lo observó, extrañada esperando una respuesta, él se encogió de hombros de nuevo —. Me la encontré el día que estaba en búsqueda de un vestido, le acompañé y se lo di como regalo de compromiso. Tal parece que no pudo usarlo al final — comentó con una pequeña sonrisa.

Saori abrió a lo más que daban sus hermosos y expresivos ojos frambuesa, asombrada y avergonzada. Juró que las mataría, a ambas. A su prima por darle un vestido que le regalaron para su compromiso y a Ino por apoyarla en semejante tontería.

— ¡Oh, yo… Yo… Lo siento, no sabía, no se lo dañaré lo prometo! — manifestó, nerviosa.

No sabía que era peor, si llevar un vestido que le habían regalado a otra persona, o que esta persona fuera tan mal agradecida y no lo usó nunca.

— Tranquila, no es para tanto — intentó tranquilizarla al verle la expresión afligida.

— No, yo… Lo siento, de verdad Kakashi-sensei.

El hombre rió con gracia por la escandalizada reacción escandalizada de su ex alumna.

— Se te ve mejor a ti — halagó, ocasionando de nueva cuenta un sonrojo en la joven.

Si seguía así, terminaría siendo la próxima cosecha de tomates para la ciudad.

— Si pudiera quitármelo y dárselo lo haría, créame — le dijo, cosa que le pareció sumamente exagerada, era solo un vestido.

Sin embargo, él tomó su comentario por otra vía.

— Eso es algo que me encantaría…

Si no supiera que era un hombre mayor, decente y respetable, Saori creería que estaba coqueteando con ella. Porque la insinuación y el tono, además del brillo especial en su mirada le indicaban todo lo contrario.

— Yo… Ahm… — no sabía cómo responder a eso, nunca se había visto envuelta en una situación como esa (y de ninguna otra).

Un momento, ¿había dicho regalo de compromiso?

— ¿Estuvo en la fiesta de Sakura?

El hombre asintió.

¿Cómo es que estuvo ahí y no lo vio?

— Oh, bueno… Perdone, pero no recuerdo haberlo visto — susurró, pensativa.

La verdad es que no lo recordaba. Posiblemente pasó por alto que Kakashi no tenía la menor intención de ser notado. En ese momento no perdió ningún detalle de la mirada de su sensei, para su desgracia se detuvo en sus bien proporcionados y firmes senos (ahora ya nadie podía llamarla pechos planos o tabla de planchar). No obstante, no significaba que le gustara que sus senos le llamaran la atención.

Debía desviar la mirada de su sensei, le hacía sentir incómoda y nerviosa.

— ¿Sigue dando clases en el colegio? — preguntó lo primero que se le vino a la mente.

El hombre tomó su distancia, era claro que ella se alejaba a propósito de él.

— Sí, aún — respondió escueto —. Pero estoy trabajando en un proyecto, o más bien, Jiraiya-sama me ha pedido colaboración para su nuevo libro.

Saori elevó las cejas sorprendida, Jiraiya era un famoso escritor local que se abrió paso con sus escritos realistas y crueles de la vida real, de los problemas sociales. En Konoha se hizo muy popular, sus obras eran tema de exposición en la literatura local, antes de que se abriera paso al mundo con sus escritos fantásticos, llenos de magia y romance.

Jiraiya era un vivo ejemplo de que el querer es poder, y cuando se tiene voluntad se logra.

— Quiere incursionar en un nuevo género y me ha pedido colaboración — Saori abrió la boca, debía ser un privilegio para su ex sensei trabajar con alguien como Jiraiya.

— ¿Y qué género ha decidido esta vez?

— Poesía erótica — la contestación del peli-gris la hizo atragantarse con su saliva.

Jamás creyó que un hombre tan serio como Jiraiya fuese a incursionar en un género como ese.

— Oh — atinó a decir, pues no tenía mucha idea de que iba en sí el género, tenía la teoría, pero nunca tuvo la oportunidad de leer aquel tipo de obras.

— Me ha dado algunos borradores que no he podido revisar — continúo Hatake, se quedó un minuto en silencio y enseguida la contempló intensamente —. Recuerdo que tú tenías buen ojo para las obras literarias, eras muy buena analizando — halagó, la albina se sonrojó.

— Lo aprendí de usted — profirió tímidamente.

Él hombre le sonrió, sensual, generándole una especie de cosquilleo en el estómago.

— Bueno, me gustaría que me ayudaras — la petición le tomó por sorpresa, y su rostro lo demostró muy bien ya que Kakashi se rió —. Solo quiero que revises algunas páginas y que me des tu opinión.

— Kakashi-sensei, yo no soy una profesional como usted… — replicó turbada.

— Nunca está demás una segunda opinión — comentó —. Los borradores están en mi departamento, ¿qué dices?

La mano masculina tomó la suya, le quedaba sumamente grande ante su pequeña palma. Aquel escalofrío volvió a ella de golpe estremeciéndola por completo. El roce le pareció ardiente y suave, incitante.

Se sintió contrariada, confundida, no sabía con exactitud lo que esa invitación significaba. Si era que en verdad estaba necesitando ayuda o estaba insinuándole algo más. Quería pensar que no, sobretodo porque recordaba la crueldad con la que fue rechazada por el mismo personaje cuando en su adolescencia, le confesó aquel enamoramiento que creyó (tal y como él se lo dijo), no sería más que algo pasajero de lo cual se arrepentiría y se reiría luego.

Esas fueron las palabras más amables que encontró para recordarse a sí misma que no debía volver a confesarse con un chico. Y más que todo, porque en el fondo, a pesar de ser una grasienta puberta, sabía que no era algo pasajero, sino real y puro.

"Yo no siento y no sentiré nada por ti, eres una niña que apenas empieza a vivir. No puedes sentir amor, son palabras muy grandes para una adolescente".

Le miró, él esperaba una respuesta y ella estaba congelada.

¿Y ahora qué? ¿Qué debía hacer?