Aquí llega el capítulo final, y ya os aviso que es más largo que los anteriores. Espero que os guste.

Capítulo 68

El amanecer comenzaba a iluminar el horizonte con paso lento pero inexorable, dando lugar a una mañana llena de sentimientos contradictorios.

Nanako no había podido pegar ojo en toda la noche después de haber regresado al hospital, apartándose de Kenshin cuando Saito junto con otros policías de la ciudad, habían separado sus caminos al hallar el destino de Daisuke.

La joven no temía que la policía fuera a detener al pelirrojo; Sabía que Saito intercedería por él en todo lo relativo a aquella cuestión. Lo que le preocupaba era Kenshin, lo que estaría pensando, lo que estaría sintiendo.

No había vuelto a verlo desde hacía horas, justo cuando había descubierto lo sucedido. Desde ese entonces no había podido alejar la preocupación que latía con fuerza dentro de su pecho y cabeza, tras haber visto la seriedad y mutismo del ex–samurái. Las únicas palabras que le había dirigido tras el abrazo fueron que volviera con Chikara y Kaoru al hospital.

Se suponía que tras el momento en el que Daisuke Hattori fuera derrotado, se daría paso a una era de paz para todos, en primer lugar para Kenshin, pero las cosas se habían invertido inesperadamente. Era irónico ver como las gentes celebraban la nueva prosperidad venidera, mientras Kenshin y sus amigos sufrían como nunca antes, batiéndose contra la exasperación y el miedo que causaba la incertidumbre.

Nanako se levantó de la silla junto a la cama de Chikara con cuidado de no hacer ruido, alejándose de la sala donde los pacientes dormían.

Los pasillos del pequeño hospital estaban desierto, envueltos por un gran manto de silencio y tranquilidad que contrastaba con la agitación de su alma. Necesitaba ver al pelirrojo de una vez, necesitaba mirarlo a los ojos y descifrar lo que rondaba su mente.

La guerrera entró en la estancia donde se encontraban los pacientes más graves, caminando muy despacio hasta la cama de Kaoru. La morena exhaló con resignación mientras observaba a su amiga respirar calmadamente, sintiendo las lágrimas agolparse en sus ojos al ver las heridas en su rostro hinchado.

Nanako sorbió silenciosamente mientras agarraba la mano de Kaoru con mucha delicadeza, rogando porque se recuperara.

–Ojalá vuelvas pronto, Kaoru. –Sollozó en voz baja, apretando su mano levemente.

La morena fue interrumpida por una enfermera, quien hizo que la muchacha se alejara de su amiga para dejarla trabajar. Nanako se apoyó contra la pared cercana, contemplando la escena con lágrimas surcando sus mejillas entre una terrible sensación de soledad.

–¿Cómo está?

La voz tenue de Kenshin hizo que la muchacha saliera veloz de sus pensamientos, vislumbrando que él se había colocado a su lado, contemplando la escena con aquella mirada lóbrega.

–Hablé con el doctor hace unas horas. Dice que sigue igual, pero que si no recupera pronto la consciencia, no alberguemos muchas esperanzas.

El hombre no contestó, por lo que la guerrera se giró para poder mirarlo de soslayo y tratar de averiguar algo en las facciones compungidas de su rostro. Pronto sus ojos se posaron en el vendaje de su pecho que asomaba bajo su kimono ensangrentado y rasgado.

–¿Vuelves ahora de la comisaría? –Preguntó la morena, al fin centrando sus ojos en los de él.

–Regresé hace rato. He estado dejando que me curaran. ¿Cómo está Chikara?

–Él está bien. ¿Cómo estás tú? Apenas tuve tiempo de hablar contigo antes.

Kenshin guardó unos instantes de tenso silencio, hasta que respondió con un leve murmullo.

–No te preocupes por mí. Sólo necesito tiempo.

Nanako se obligó a asentir, a pesar de que sabía que él estaba tratando de tranquilizarla, maquillando la verdadera marea que debía estar albergando en su interior.

–Estaré aquí siempre que me necesites. ¿Lo sabes verdad?

El ex–samurái sonrió levemente mientras respondía con un movimiento de cabeza, haciendo que Hissaki rompiera la distancia tras una fugaz sonrisa, abrazándolo con fuerza.

–Nanako.

La pareja se separó de inmediato en el instante en el cual el débil susurro de Kaoru llegó a sus oídos. La morena aún continuaba con los ojos cerrados, pero la expresión ceñuda de su rostro daba a entender que luchaba por abrirlos.

–¡Kaoru, estoy aquí! –Se precipitó a hablar Nanako, llegando junto a la joven con un gran alivio en su interior mientras la enfermera salía rauda a llamar al doctor.

–Dónde... Están...

–Tranquila, Kaoru. Todo está bien, todos están bien. Descansa.

Kenshin aún continuaba anclado frente a la escena, sintiendo como sus ojos se tornaban vidriosos y su corazón se agitaba ante aquel rayo de esperanza, que de pronto le hizo olvidar toda horrible sensación. Kaoru podría sobrevivir.


Kenshin se detuvo en el umbral de la puerta del nuevo cuarto donde Kaoru reposaba, entrando para acercarse a su cama cuando la vio despierta.

El ex–samurái había deseado poder hablar con ella desde que había despertado, pero su deseo se había visto frustrado hasta aquel momento por los médicos y Nanako, quien había sido la única en hablar con la chica. Una vez llegó frente a Kaoru, sintió que su garganta se agarrotaba, fruto de un incipiente miedo y vergüenza.

–Me alegra verte, Kenshin. –Inició la conversación la morena, sonriéndole débilmente.

El pelirrojo le devolvió el gesto con cariño, pero pronto su rostro volvió a la seriedad, dirigiéndose a lo que realmente le pesaba en la conciencia.

–Lo siento mucho. Siento que hayas pasado por todo esto por mi culpa. Espero que tú y Chikara podáis perdonarme algún día.

–Tú no nos has dejado postrados en camas, no eres culpable. –La chica guardó un instante de silencio al verlo cabizbajo y triste, cambiando después de tema. –El doctor me ha dicho que tardaré en recuperarme, pero que podré volver a caminar si me esfuerzo y trabajo. Si todo va como él cree, podré salir de aquí en unas semanas. Tengo ganas de que volvamos todos a Tokio. Haremos una fiesta cuando regresemos.

Kenshin sonrió levemente a su amiga, suspirando con discreción, pero a la par, sintiéndose más aliviado y tranquilo al observar la actitud de la joven y conocer que podría llegar a recuperar su vida con cierta normalidad.

–Nanako me ha contado lo que pasó –habló rompiendo el silencio Kaoru–. Ella está preocupada por ti, y es evidente que tú no estás bien desde aquello. ¿Qué ocurre, Kenshin? Nadie te considera peor por haberlo hecho, ninguno vamos a creer que ahora seas como antes.

–Eso lo sé, pero juré que no volvería a matar, y de nuevo he perdido el control. Esa sensación ha vuelto a mí, he vuelto a no sentir nada por un instante. No quiero volver a sentirlo jamás.

–Ese hombre fue demasiado lejos –se apresuró a añadir la joven–. Es cierto que quitar una vida, por muy miserable que sea, no está bien. Pero a pesar de ello eres un buen hombre, Kenshin. Nos has salvado a todos enviándolo al infierno; Con gente así no puede hacerse otra cosa.

–Creía que Daisuke te había matado –confesó con un deje de pesar–. No pude contener la impotencia creciendo en mí hasta que se torno en odio. Ojalá hubiera sido diferente, pero ya no hay vuelta atrás. He enterrado su cuerpo dignamente y he rezado por él.

Kaoru sonrió con ternura mientras contemplaba al hombre, sintiendo que sus ojos se humedecían ligeramente.

–¿Lo ves? Eres un buen hombre. Espero que no lo dudes nunca más. Gracias por haberte sacrificado de esa forma para regalarnos por fin una época de paz. Verás como por fin todo cambia y seremos felices. ¿Te encuentras mejor?

El pelirrojo sonrió con verdadera sinceridad y gratitud, tomando entre sus manos una de las de ella.

–Mucho mejor. Gracias, Kaoru. Gracias a ti he llegado a ser lo que soy y a alcanzar la felicidad. Nunca podré agradecértelo lo suficiente.

–Tu amistad es más que suficiente. –Dijo devolviéndole la sonrisa. –Ahora debes explicarle a Nanako que no has perdido el control ni vas a hacerlo, y que simplemente estás apenado por no haber podido resolver las cosas como te hubiera gustado. No te tortures más, ni la hagas sufrir. Ve.

El pelirrojo asintió mientras volvía a darle las gracias, dejando a la chica en soledad para cumplir con la tarea.


Cuando la noche hubo caído, Kenshin y Nanako abandonaban el hospital para descansar por fin tras tanto tiempo sin dormir ni tener un respiro mental, poniendo rumbo a una posada cercana donde Saito también se alojaba hasta que el trabajo lo alejara de Kioto.

Nanako seguía aún pensativa por el estado de Kenshin, a pesar de que la felicidad por el estado de salud de sus amigos la hubiera alegrado enormemente, pero si el hombre al que quería no lograba estar bien, su propia alegría se veía truncada. Luchar contra el impulso de hablar y dejar de respetar el silencio del ex –samurái le estaba costando horrores.

Cuando estuvieron por fin dentro de aquella pequeña y humilde habitación, Kenshin habló con calma mientras la chica se deshacía la tranza, peinándose el cabello con los dedos.

–Sé que he sido egoísta contigo por no contarte lo que me ocurría, a sabiendas de que has estado preocupada por mí desde que pasó lo de Daisuke. Te pido que me perdones, Nanako. Me sentía algo confuso, y he tenido miedo de volver al pasado. Pero ahora todo está claro de nuevo.

La morena dejó su pelo y alzó la vista para mirarlo, aún sentada en el suelo sobre sus pies. Kenshin pronto se acercó a ella, sentándose para estar a su altura.

–¿De verdad estás bien? –la chica continuó cuando él asintió–. Yo también me asusté al pensar que pudieras cambiar por lo que ha pasado. La idea de que pudieras sentirte de nuevo inestable o demasiado culpable para sobrellevarlo, y eso te hiciera alejarte de nosotros es demasiado dura de aguantar. Yo quiero ayudarte a que no vuelva tu fantasma; Lo podemos hacer juntos.

Kenshin sonrió con cariño, acercándose a la joven hasta besarla en los labios. Al separarse uno centímetros para ver sus ojos, habló de nuevo.

–Estando contigo nunca más volverá Battousai. Nuestro amor es capaz de salvarme de cualquier duda o remordimiento. Mientras tú estés a mi lado todo irá siempre bien, y tendré motivos para continuar siendo un hombre mejor cada día. Te debo mucho, Nanako, y espero poder demostrarte siempre cuánto te amo, y así devolverte parte de mi gratitud.

La mujer se limitó a abalanzarse sobre el pelirrojo para besarlo con ímpetu, haciendo que ambos quedaran tumbados en el suelo de la estancia, abrazados mientras se besaban con total devoción.

–No dejaré de quererte nunca, haz tú lo mismo siempre, por favor. –Susurró Nanako aún sobre el hombre, mirándolo fijamente.

Kenshin acarició su rostro con una tierna sonrisa, posando dulcemente sus labios en los femeninos, sintiendo como la guerrera deshacía lentamente el nudo de su kimono.


–No tengas miedo de caerte, yo te sostengo.

Kaoru sonrió a Chikara tras su comentario, depositando un fugaz beso en sus labios antes de volver a caminar cómo el doctor le había recomendado para recuperar la máxima movilidad, afrontando aquella dolorosa tarea con fuerzas renovadas gracias a la energía del moreno.

Kenshin depositó la bandeja que portaba sobre la mesa del salón, sonriendo cuando observó a través de la entrada a la pareja en el patio del dojo, al que habían regresado hacía una semana, después de que Kaoru hubiera recuperado la suficiente fuerza como para moverse.

Tras levantarse, el ex–samurái se aproximó al umbral de la puerta para mirar la escena de sus amigos, escuchando a la par las bromas de Chikara para animar a la esgrimista. Ambos se veían muy felices de estar en casa, fuera del hospital, y juntos otra vez.

El pelirrojo no notó la presencia de Nanako hasta que esta lo abrazó por la espalda, vislumbrando sobre el hombro de Kenshin a sus amigos.

–Me encanta verlos tan bien y enamorados. Por fin pueden ser felices.

–A mí también. Me hace incluso olvidar el daño que les he causado. Sobre todo a ella. Ahora que por fin tenemos paz, parece que todo eso fue hace mucho tiempo.

–El pasado ya no importa. No miraremos atrás nunca más.

Kenshin se giró para encarar a la chica, sonriendo con ternura mientras acariciaba su rostro.

–Es verdad. Ya no hay razón para hacerlo.

La pareja se besó de forma casta, escuchando como los pasos de Chikara y Kaoru se acercaban a ellos. Pronto ambos se apartaron para despejar la puerta.

–¿Qué tal lo llevas, Kaoru? –Preguntó Nanako mientras observaba a los dos hombres ayudarla a subir hasta la estancia.

–Sigue doliéndome a horrores, pero puedo moverme mejor.

–Dentro de poco habrá que estar persiguiéndote para que te estés quieta. –Bromeó Chikara mientras volvía a sostener a la joven.

–Sentaos, casi hemos terminado de preparar la comida. –Dijo Kenshin mientras se adentraban en la estancia, y él y Nanako se dirigían a la cocina.

–No tengáis prisa en acabar con lo que hemos interrumpido, chicos.

Ambos no pudieron contener una sonrisa al escuchar a lo lejos el comentario de Chikara, y la posterior riña de Kaoru mientras sus miradas se cruzaban.

Nanako dejó transcurrir un segundo, para después acercarse rápido hasta el pelirrojo y besarlo con ímpetu, sintiendo como las manos del hombre se posaban veloces en su cuerpo.

Ninguno se percató del sonido de unos firmes pasos acercarse, ni de que aquella persona se había detenido en el umbral para contemplarlos, hasta que escucharon una profunda voz masculina teñida con un más que familiar deje de soberbia.

–Veo que seguís igual de empalagosos. Creí que haber matado a un hombre te habría afectado más, Kenshin.

–Maestro –susurró el pelirrojo con sorpresa, girándose para observarlo apoyado en el marco de la puerta, -¿qué haces aquí?

–Escuché hace días el rumor de que Himura Battousai había acabado con Hattori, cosa que no creí en un primer momento, pero cuando pude confirmar que aquello era cierto me puse en marcha hacia Kioto. Allí me dijeron que habías regresado aquí. Esperaba encontrarte de todo modo. –Se burló con ironía, siendo respondido por el pelirrojo.

–Fue difícil al comienzo aceptar que había roto mi promesa, pero he sido capaz de entender que el acto de haber hecho aquello no tiene por qué cambiarme. Siento que hayas tenido que viajar tanto para tal decepción. –Le devolvió la broma con una sonrisa que el mayor le devolvió.

–No te disculpes, Kenshin –la voz de Nanako se alzó mientras miraba a Hiko–. Nuestro maestro en realidad ha venido aquí sólo para una cosa. Comprobar que estás bien, a pesar de que no vaya a reconocerlo nunca.

–Veo que tú también sigues igual, Nanako –se mofó el moreno–. Siento decepcionarte al decirte que he venido a despedirme. Parto hacia China, y no sé cuando volveré. Hay asuntos que tengo que atender, y es toda la información que os daré. Cuidaos y seguid haciendo del Hiten Mitsurugi un estilo digno, u os arrepentiréis.

Hiko dejó que una leve sonrisa teñida de calidez se dibujara en su cara, para después encaminarse hacia el exterior del habitáculo mientras ignoraba la voz de Nanako alzarse, pidiéndole que escribiera de vez en cuando.

–Seguro que estará bien y volveremos a verlo. –Susurró Kenshin con cariño, acercándose hasta la chica mientras esta aún contemplaba el vacío.

La joven no pudo más que murmurar que esperaba que tuviera razón, dibujando una melancólica sonrisa, para después ayudar al hombre a terminar con el almuerzo, sintiendo una pequeña espina en su corazón ante la repentina despedida.


10 años después. Junio del 1887

Kenshin se aproximó lentamente hasta la puerta que comunicaba con el pequeño patio de su hogar, tras haberse terminado de vestir para la celebración que tendría lugar en el dojo Kamiya, con motivo del primer año de vida Kyoko, la hija de Chikara y Kaoru.

El pelirrojo sonrió al observar a Nanako y a su hijo esperando en el patio. La morena vestida con su antiguo kimono azulado, se había agachado para estar a la altura de su hijo, ayudándolo a tomar una postura específica. Estaba claro que de nuevo el pequeño de siete años había vuelto a asaltar a su madre con sus preguntas y comentarios acerca del arte de la espada y los samuráis.

–No debes mirar la espada cuando luchas, Shinta. Siempre debes mirar a tu oponente. –Comentó la morena mientras corregía la postura de su hijo, el cual agarraba un bokken de forma solemne, siguiendo las instrucciones.

El niño de pelo oscuro volvió a repetir sus movimientos, recibiendo la aprobación de Nanako mientras esta se levantaba, colocándose unos mechones de su larga melena detrás de la oreja.

Shinta se giró con emoción para mirar a su madre, quien sonrió ante su emocionado comentario al pensar en el encuentro con el hijo mayor de sus amigos.

–Hoy se lo enseñaré a Kenta y le ganaré cuando juguemos a los samuráis. ¿Los samuráis luchaban así, verdad?

–Claro. ¿Nunca te lo ha dicho papá?

–Apenas me dice nada cuando trato de que me enseñe. –Agregó con un deje de tristeza. Antes de que Nanako volviera a hablar, Kenshin se adelantó, acercándose a ambos.

–Sabes lo necesario para defenderte, y a los que quieres, Shinta. Ahora sólo debes practicar y esforzarte. Debemos irnos o llegaremos tarde. –Agregó cambiando de tema, mirando a Nanako.

–Pero yo quiero ser tan bueno como tú. Quiero aprenderlo todo. –Dijo el niño mientras caminaban hacia la salida.

–El mundo ha cambiado, hijo. Ya no es necesario ese poder. Ahora debes cultivar tu mente, lo que es más útil y poderoso. Las cosas no deben resolverse con la violencia.

El chico asintió mientras vislumbraba como Nanako apretaba fugazmente la mano de Kenshin, recordando la historia y el sufrimiento de su padre que ambos le habían contado, con lo que optó por guardar silencio y dejar que las voces de sus progenitores se hicieran protagonistas hasta la llegada al dojo.

La familia Himura entró en el patio de la casa descubriendo a Chikara jugando junto a su hijo de seis años a pelear, mientras Kaoru cargaba a Kyoko en sus brazos, sentada en el porche que comunicaba con el dojo, contemplando la escena con diversión.

–Ya estamos aquí, perdón si hemos llegado algo tarde. –Habló Kenshin con una sonrisa, haciendo que Chikara se levantara del suelo, y su hijo corriera hacia Shinta, mientras los adultos se saludaban.

–Shinta, no seas mal educado. Saluda antes de ir a jugar. –Dijo la guerrera tras separarse de su amigo, riñendo al niño, que pasó a inclinarse ante los dueños de la casa respetuosamente con una breve frase de saludo, corriendo después tras su amigo.

–¡Tened cuidado y no os hagáis daño! –Agregó Kenshin viendo a los niños correr y sacar sus bokken con una sonrisa.

Kaoru llegó junto a los recién llegados y su esposo con su habitual cojera desde hacia diez años, haciendo que el trío atendiera a la niña que llevaba en brazos tras que todos se hubiera saludado. Nanako fue la primera en intervenir.

–Está preciosa. ¿Puedo? –Preguntó mientras Kaoru asentía feliz, pasándole a su hija. –Se parece muchísimo a Chikara, igual que Kenta. Es increíble.

–Sí, pudiendo haber sido tan guapos como su madre...

Todos sonrieron ante la broma de Oishi, pero una voz interrumpió los nuevos comentarios, haciendo que todos se giraran para observar al recién llegado con suma sorpresa.

–Ni teniendo casa propia abandonáis este dojo, ¿eh?

–¡Maestro! –Dijo Nanako sin poder evitar una sonrisa, contemplando a Hiko avanzar hacia ellos.

A pesar de que su rostro se veía más viejo desde la última vez que lo habían visto, su cuerpo seguía en forma, demostrando que los hábitos del sensei no habían cambiado.

–Veo que no mentías en lo que decías en la última carta. –Dijo Kenshin palmeando el hombro del moreno con alegría, sintiendo como unos pasos se acercaban veloces hacia ellos.

Nanako abrazó con euforia a Hiko, siendo correspondida con ganas aunque este se burló de su sensibilidad.

–10 años y sigues igual de insoportable, maestro. Me alegra ver que por fin estás de vuelta.

–Ya no aguantaba más la incertidumbre de conocer cómo es vuestro hijo, y cerciorarme de que vuestra aburrida vida de matrimonio feliz no ha acabado con vuestra parte de buenos luchadores. Veo que vosotros también estáis muy bien. –Añadió al contemplar detrás de sus viejos discípulos a Kaoru y Chikara.

Antes de que nadie dijera nada, el sonido de ambos niños pequeños jugando con sus espadas de madera hizo que el grupo los contemplara un instante, hasta que estos cesaron al sentirse observados entre aquel silencio. Chikara habló dirigiéndose a ellos.

–Chicos, venid a saludar al maestro Seijuro Hiko. Es del que tanto hemos hablado.

–¿El maestro de mis padres?

La voz y rostro atónitos de Shinta hizo que el antiguo sensei esbozara una sonrisa torcida, encontrando que Kenta se hallaba igualmente sorprendido cuando Nanako afirmó que aquello era cierto.

–Veo que a ninguno se os da mal la espada. ¿Queréis aprender las técnicas del Battojutsu?

–Nos gustaría, señor –se atrevió a hablar Shinta–. Pero nuestros padres quieren que centremos nuestros esfuerzos en otras cosas.

–Veo que no has heredado el carácter de tu madre –agregó con una sonrisa jocosa el moreno–. Si vuestros padres quieren, podría instruiros en lo más básico. De esa forma podrías atender a vuestras restantes obligaciones, y mi estilo no se perdería.

Los dos niños, sumamente conmocionados por la emoción, se giraron para encarar a sus padres, quienes se miraron entre ellos con divertidas sonrisas ante la escena.

–No veo problema si el maestro quiere.

–Nosotros también lo aceptamos, ¿verdad, Kaoru? –Agregó Chikara tras la intervención de Kenshin, haciendo que ambos niños estallaran en agradecimientos hacia los adultos, corriendo hacia sus espadas para volver al juego con emoción.

–Quédate a cenar con nosotros, Seijuro. –Dijo la dueña del dojo, haciendo que el hombre asintiese y diera las gracias.

–Es una oportunidad perfecta para que todos nos pongamos al día sobre estos últimos años, aunque hayan sido algo aburridos.

Kenshin sonrió levemente ante el comentario del hombre, posando la mano en la espalda de Nanako antes de hablar en voz alta, y comenzar a avanzar hacia la vivienda junto al grupo.

–Para mí han sido los mejores que sin duda he vivido.

–Y los nuestros. –Añadió Kaoru mirando a su esposo con la misma ternura que el pelirrojo a su mujer.

Ambas parejas se besaron de forma fugaz pero sentida, mientras Hiko continuó caminando a la vez que alzaba la voz para burlarse de que las malas costumbres nunca se perdían una vez adquiridas, esbozando una sincera sonrisa llena de alegría por todos ellos, por fin tranquilos y felices en un nuevo mundo en paz, en el cual hasta la sombra del más oscuro recuerdo había quedado desterrada para siempre.

FIN

He aquí el final después de tanto tiempo de trabajo. Espero que os haya gustado y hayáis disfrutado como yo lo hice escribiendo.

Muchas gracias a todos los que habéis leído y seguido la historia, aunque no hayáis expresado vuestra opinión, y especial agradecimiento a los que en algún momento habéis intervenido para comentar, haciéndome saber que había alguien al otro lado.

ClauGazz, rogue85, Tsuki Girasol, Angela-streintemberger, tennyo destiny, Daniela Alarcn, Lady-Cin, jbadillodavila, YuriPetrov, Kaorukenshinhimura, Javi, . Gracias a todos vosotros (y al que me haya podido dejar) por haber expresado vuestra opinión y por los ánimos en vuestras palabras.

HakuToshiroWalker: Me llenó de alegría el primer comentario tuyo que recibí, y los que después dejaste, siempre llenos de euforia que me hacían motivarme al encontrar que te gustaba tanto esta locura. Gracias de corazón, y espero que hayas disfrutado hasta el final.

PajaritoAzul y Heavenlyeve: Habéis sido de las fieles seguidoras que siempre han estado apoyándome, escribiendo a cada capítulo leído, animándome a continuar a pesar de los que veían a montar bronca XD MUCHAS GRACIAS a las dos, vuestros comentarios han sido un apoyo increible que siempre me han dibujado uan sonrisa. Ojala hayáis disfrutado!

Stacy Adler: Nunca me cansaré de decirte lo mismo, querida mía! Espero que te haya gustado y no hayas sufrido con esta historia tanto jaja. Me encantan tus comentarios siempre, y el apoyo que me brindas es constante y aliento de vida para mí (sobre todo en esta historia, donde los haters han intentado minar mi moral, pero no lo han conseguido gracias a que tú, y otras personas me habéis recordado que la calidad de un fic no se mide por su pareja) Gracias también por ayudarme cuando he tenido dudas, cuando has corregido mis capítulos, por hacerme reír y estar siempre ahí! Te quiero, amiga, y siempre agradeceré poder haberte conocido!

Un enorme abrazo a todos, hasta siempre!