Tic-Toc… Tic-Toc… Tic-Toc…

Se estrujó las manos con la fuerza comprimida, mientras el viento abanicaba sus cabellos oscuros. A lo lejos, entre los árboles, divisó una mata de cabello rosado, la cual resaltaba en la espesura de la noche.

Sasuke Uchiha, re-fundador del Clan Uchiha, se sintió tan débil en esos momentos; Haruno Sakura, ahora Uchiha, estaba de espaldas a él, pero el hombre no necesitaba ser un adivino para adivinar los sentimientos que con tanto esmero ocultaba su mujer.

La conocía, la sentía. Sabía cuando la tristeza se escondía detrás de una sonrisa despreocupada, o de la fiereza que podía ocultar aquella capa calmada y dulce. Conocer a Sakura fue todo un desafío, y una muy doloroso, pero valía tanto la pena que no podía evitar enorgullecerse.

Sus hijos, en cambio, eran otro desafío. Daisuke era tan exactamente a él tanto en apariencia como en personalidad, que Sasuke se planteó seriamente en preguntarle si en realidad no era su "Yo" pasado. Sin embargo, y desde que habían llegado los personajes del pasado, comenzó a notar en Daisuke una faceta nunca antes vista: La faceta de Sakura.

El joven no era rudo, ni poseía una fuerza descomunal como su mujer, pero era un poco más perceptivo a la hora de tratar con mujeres, o al menos tratándose de Eri.

Después del nacimiento del primogénito Uchiha, había nacido su princesa. La testaruda, impulsiva, brillante, persistente y adorable de Uchiha Yuriko: La mini réplica de Sakura Haruno pero con sus ojos. Era una niña muy sencilla, pero arrogante como solo un Uchiha podía ser. La única niña de toda su familia era el mero orgullo personificado. Y, como era de esperarse, la luz de los ojos del líder del Clan… Aunque este no lo demostrase.

Y por último, pero tal vez el más interesante, Uchiha Daichi. Cuando su mujer quedó embarazada, ella tuvo el descaro de nombrarlo sin siquiera pedirle su autorización.

¿Daichi? ― había preguntado el líder del clan en la sala de de partos. ― No es nombre de guerrero…

Yuriko tampoco lo es― mencionó su mujer con el pequeño en brazos. Aún seguía molesta porque ella quería nombrar Aika a su única hija. ― Daichi es un nombre hermoso, el de un genio… Como Itachi.

Dicho y hecho, Uchiha Daichi se parecía tanto a su hermano mayor que Naruto, durante los seis meses posteriores al nacimiento de su último hijo, insinuaba una infidelidad fantasmal. El Dobe se ganó varios golpes durante ese periodo.

Sin embargo Sasuke debía darle ciertamente la razón al rubio. Cuando se enojaba o quería expresar algo con seriedad, Daichi adoptaba la misma mirada fría y analítica de su único hermano. Y no solo eso, sino que también había heredado su extraña manía por los dangos, los dulces favoritos de Itachi.

Daichi Uchiha era un Itachi Uchiha en potencia.

La fría ventisca que anunciaba el fin del verano refrescó los pensamientos del Uchiha. Un suspiro involuntario escapó de sus labios mientras avanzaba hacia su mujer, quien miraba, absorta, como las copas de los árboles se mecían en la noche.

―Te resfriarás― mencionó con cierto desinterés. Sakura asintió lentamente.

―Apenas comenzará el otoño― mencionó de forma distraída mientras miraba a su marido de soslayo. Una triste sonrisa surcó sus labios. ― Daichi adora pisar las hojas de los árboles, y a Yuriko le fascina ayudar a los vecinos a juntar el tan ansiado "Desastre otoñal", como ella lo denomina.

Sasuke se removió incómodo en su lugar. Sabía que su mujer necesitaba palabras de consuelo, pero ¿Qué iba a saber un hombre cuyo propósito en la vida había estado guiado por la sed de venganza?

Maldijo a Danzou, a su padre, a Itachi… ¡Culpa de ellos no sabía consolar a su mujer!

―Ellos volverán antes de que comience el otoño― aseguró. Sakura le dedicó una media sonrisa, la cual nunca llegó a sus ojos.

― ¿Crees que estarán seguros con ellos? ― preguntó en un suave susurro.

El viento se levantó con mucha más potencia; el cabello rosa de Sakura bailaba con las fuertes ráfagas que anunciaban tormenta, pero el contraste que le daba con el cielo negro repleto de estrellas le hizo ver a Sasuke cuán hermosa era su mujer.

Se acercó lentamente a ella, midiendo sus pasos para no preocuparla, tomó sus delicadas mejillas entre sus fuertes manos y la besó.

Fue un beso suave, delicado, pero a la vez demandante. Sakura no estaba acostumbrada a esos breves momentos de impulsividad de "Sasuke-domino-mis-movimientos-Uchiha", pero enredó sus brazos en su cuello e intentó disfrutar del momento, dejando de lado las preocupaciones.

En esos momentos eran ellos dos.

―No es una escena para niños― mencionó Sai del pasado desde el campamento.

― ¿Qué no es una escena para niños, Sai? ― preguntó Ino del pasado al pasar al lado de su futuro marido.

Con un dedo acusador, el azabache señaló a la pareja que compartía un dulce y romántico beso bajo la luz de la luna. Ino, que cargaba unas pesadas bolsas de dormir, las tiró en el acto.

― ¡Auch! ― se quejó Eri Uzumaki ya que las bolsas habían caído arriba de su pie. ― Ten más cuidado, por favor.

Pero la rubia Yamanaka estaba demasiado absorta contemplando a la pareja como para prestarle atención a la hija del Hokage.

― ¡No seas chismosa, mamá! ― le reprendió Ayame Yamanaka.

―Hoy parece ser un día dedicado al amor― mencionó Maito Gai de forma distraída. Ino seguía en trance.

― ¿Por qué lo dices? ― se interesó Daisuke Uchiha. Permanecía con los ojos cerrados ya que no quería ver a sus padres en pleno "acto de manitas".

Con su deslumbrante sonrisa brillando en mitad de la noche, el sensei más verde de todo Konohagakure señaló un punto más alejado del campamento.

― ¿Pero qué…?― Eri parpadeó numerosas veces antes de mirar a sus padres de ese tiempo, quien, gracias a Kami, permanecían dormidos a su lado. ― Que asco…

―… ¡Entonces los interceptaremos y los acabaremos! ¡Dattebayo! ― celebró Naruto del pasado una vez terminó de contar su plan maestro a su compañera.

Hinata Hyuga le sonrió. Eso era lo que ella amaba de ese rubio hiperactivo, su positivismo ante las situaciones; y, como no, lo que tanto amaba Naruto de Hinata era que ella nunca lo tacharía de "idiota" o "infantil", ella lo quería con tonterías y todo.

Bajo la luna blanca, Naruto se fijó en los ojos de su compañera. La joven poseía el Byakugan, uno de los Dojutsu más poderosos, y perteneciente al linaje de los Hyuga. Era un arma increíblemente poderosa, capaz de derrotar a cualquiera con sus líneas de chakra, pero el joven Uzumaki los encontró tan bellos como la misma luna.

Bien, Naruto, eso fue increíblemente cursi.

―E-Estoy segura de que los niños están bien― murmuró con cierta timidez. ―Por lo que sabemos, Itachi no es tan malo…

―Lo sé, Hinata― Naruto cruzó sus brazos detrás de la nuca, admirando el cielo con aire pensativo. ― Pero no sabemos cuales son sus planes en estos momentos, por lo que no podemos asegurar ninguna alianza con ellos. Además, si fuesen tan buenos ya nos habrían devuelto a los niños…

El futuro Hokage cerró la boca un momento. Eso había sonado demasiado inteligente para su gusto…

Hinata suspiró. Sabía que Naruto tenía razón, pero no podía dejar de pensar en las historias de los miembros de Akatsuki, incluida la historia del líder. Sonaba tan desgarrador, tan doloroso, tan… incomprensible.

― ¡Hey, hey, no te deprimas! ― pidió el Uzumaki aterrado al ver que la sonrisa de Hinata decaía. ― ¡Tengo una idea! ― la sonrisa zorruna se hizo presente en el rubio. ― ¿Qué te parece si después de encontrar a los niños tú y yo nos vamos por un buen tazón de ramen?

Los tonos rojizos se hicieron presentes en las mejillas de la joven Hyuga.

― ¿Cómo… una… cita?

No se sabe con certeza qué fue lo que causó el desmayo repentino de Hinata, si los cambios bruscos de temperatura o el hecho de que Naruto afirmara que sería una cita.

...

.

Un pequeño y azul pajarito estaba reposando en una de las estatuas cubiertas más altas de la aldea, a la espera de que la tormenta cesara para poder emprender vuelo hacia su nido. Pero la tormenta era persistente en esa aldea, por lo que ni el pajarito ni las personas podían salir de la seguridad de sus hogares.

La lluvia, símbolo de Amegakure, azotaba fuertemente contra los cristales sucios de aquel extraño edifico semi-destruido. No reflejaban nada, salvo un par de ojos negros como la noche.

―Date prisa, Yuriko― ordenó la voz de Itachi Uchiha. La pequeña niña desistió de ver su reflejo en el espejo y corrió hasta alcanzar a su tío.

―No pienso subir por ahí― se rehusó Kisho Nara al notar que las viejas y sucias escaleras crujían ante el peso de Deidara. ― Podría asegurarnos una muerte dolorosa…

―Prefiero eso a que estar escuchando tus quejas, niñas― en un rápido movimiento, Kisame cargó a la segunda hija de Shikamaru Nara sobre sus hombros. ― ¡Ay! ¡Deja de patearme, mocosa!

Uno a uno, los ninjas fueron desfilando con cuidado. A medida que avanzaban, las escaleras crujían cada vez más fuerte, principalmente cuando pasaba Kisame.

― ¿Ves? Nadie murió― dijo Kisame cuando bajó a Kisho en la planta alta. ― Solo dices tonterías de niña.

Kisho enarcó una ceja; caminó lentamente hasta las escaleras y, una vez que todos estuviesen seguros en planta alta, sacó una orquídea de su cabello y lo tiró sobre uno de los escalones. En menos de un segundo, las escaleras se derrumbaron por completo.

― ¿Decías? ― Kisame estaba con la boca abierta por la sorpresa.

―Tsk. De todas formas no iban a durar mucho― mencionó el marionetista de forma desinteresada. ― Mejor vamos. Ya se nos hizo tarde.

Debajo de una luz tintineante, se extendía tramos de pasillos interminables. El lugar olía a moho, y estaba repleto de telarañas y bichos nunca antes vistos.

―No estaría mal que echasen una limpieza de vez en cuando― mencionó Kimura cuando Ryo Aburame acarició una cucaracha con su dedo índice. ― Eso es asqueroso…

―Estos niños vienen cada vez más raros hm― opinó Deidara cuando Ryo dejó a la cucaracha sobre su hombro.

Sasori los guió hacia una puerta desvencijada. Al entrar, los niños pudieron notar que la habitación, si bien estaba igual de desastrosa que las demás habitaciones, poseía una hermosa vista panorámica de Amegakure gracias a que todas las paredes estaban cristalizadas.

En el centro del espacio, dos figuras imponían respeto y autoridad.

―Al fin han llegado― los recibió una voz gruesa, temible.

Al lado de ese hombre, una mujer de cabellera azul no pudo ocultar su perplejidad al ver a los… niños.

― ¿De dónde habéis sacado a estas criaturas? ― su perplejidad aumentó al notar al pequeño bebé en brazos del Uchiha.

―Son los hijos no reconocidos de Itachi hm― bromeó el rubio, ganándose un zape por parte de Kisame.

Pain miró a los niños un por uno, y se sorprendió al notar que ninguno estaba atemorizado. Interesante.

― ¿Son quienes creo que son? ― los cuatro integrantes asintieron. ― Creí que los dejarían en el País del Té.

Sasori e Itachi miraron de forma fulminante a sus otros dos compañeros.

―Esa era la idea original, líder― admitió Sasori. ― Sin embargo, hubo cambio de planes a último momento…

(9 horas antes)

¡¿Cómo que destruyeron todos los barco?!

¡Pero es que Kisame me hizo enojar hm!

¡Yo solo quería re-construir la escena del Titanic!

Hm… Bakas…

(Actualidad)

Konan se marchó rápidamente al pasillo.

― ¿A dónde vas, Konan? ― se interesó Kisame.

La mujer frenó en el marco de la puerta y lo fulminó con la mirada.

―Voy a asegurarme de que no hayan dejado rastros, bakas.

Un aura depresiva rodeo al artista de lo efímero y al gran ex-espadachín de la Neblina.

―Les dije que no jugaran en la proa― dijo Yuriko mientras se cruzaba de brazos.

Pain enarcó una ceja. Esa pequeña e irrespetuosa niña no parecía temerle a los miembros de su organización, en realidad, ninguno de los niños parecía temerle a ninguno de ellos. Que extraño.

―Líder― el Rinnengan se concentró en el joven Akasuna No, quien permanecía con un pequeño bebé en brazos.― ¿Qué haremos con ellos?

Los fríos ojos de Itachi Uchiha se posaron en el líder. Sabía que si Pain elegía abandonarlos a su suerte o matarlos, él no podría obedecer esa orden. Los dos pequeños hijos de su único hermano estaban bajo su protección, bajo su ala. Permitir que algo les suceda era darle la espalda a su Clan... nuevamente.

Miró a Sasori y, por un breve momento de vulnerabilidad, pensó en pedirle ayuda; puede que el pelirrojo y él no fueran los mejores amigos, es más, ni siquiera eran amigos... Pero este tiempo a su lado le hizo entender que podía encontrar un aliado en el maestro de las marionetas. Y si Sasori estaba de su lado, por lógica Deidara lo seguiría.

En cuanto a Kisame... El Uchiha estaba seguro de que tenían una amistad, o respeto, muy fortalecido.

Konan entró justo en el preciso momento en que Pain, con los brazos cruzados por detrás de la espalda, se preparaba para dictar la nueva orden. El líder esperó pacientemente a que la maestra del origami se situara a su lado.

―Todo en orden― informó. Pero la mirada asesina que les envió a los dos problemáticos de la organización bastó para dar a entender que esto acarrearía consecuencias.

Pain aclaró sutilmente su garganta. Todos prestaron suma atención.

―Se irán― anunció con su voz grave.― Esta misma noche. Sin excusas.

La lluvia aumentó su intensidad.

―Podrán dejarlos en el País del Té― informó Konan con una dulce sonrisa.― Estarán a salvo.

Como un rayo de luz, Yuriko corrió y se aferró a la capa de su tío Itachi. Las lágrimas recorrían sus mejillas mientras intentaba acallar sus sollozos.

―Yuriko...― le llamó Neji II en vano.

―No quiero... No quiero...―sollozaba contra la capa de su tío.― Al fin te encontré, no quiero que te vayas... Yo... Yo... ¡Quiero que seamos una familia!

Con sutileza y procurando no dejar entre ver sus sentimientos, Itachi acarició el cabello rosa de su sobrina. No quería alejarse, pero en sus planes no estaban ellos, y tal vez nunca lo estarían.

Daichi también se acercó con disimulo y recostó su pequeña cabeza en la pierna del Uchiha. Akatsuki estaba en completo silencio.

―Sasori―el pelirrojo asintió en dirección a Pain.― Itachi y tú se encargaran de llevar a los niños. Es una orden.

Konan dio un breve asentamiento antes de desaparecer junto con Pain. Kisame y Deidara solo observaban en silencio la extraña escena, incapaces de interrumpir.

―No se marcharán― anunció Sasori. Todos lo miraron con estupefacción.― Los esconderemos aquí, en Amegakure.

Itachi frunció el ceño, confuso.

― ¿Por qué?

El marionetista se encogió de hombros, aparentemente indiferente.

―Si los descuidamos por un breve segundo, Tobi podría capturarlos. No debemos arriesgarnos.

La lluvia cesó; afuera, unos débiles rayos de sol se filtraban por las nubes, iluminando apenas un poco el desvencijado lugar. Se pudo oír el cantar de un pájaro.

Itachi sintió como sus sobrinos se tranquilizaban, pero él no lo estaba. Sasori no solía tomar decisiones que no lo beneficiaran. La actitud del maestro de las marionetas lo hizo dudar.

¿A caso estaba tramando algo?