Ahora, el rubio esperaba sentado en la sala de espera de un hospital, con un rostro de preocupación y usando sus dos manos de apoyo para su boca y las piernas para los hombros. No podía olvidar esa imagen de su padre ensangrentado, no había logrado articular ninguna palabra, se le había ido la voz y la respiración en ese momento, quedando completamente en shock. Estaba tan nervioso que sus piernas se tambaleaban haciendo que los brazos y cabeza se muevan también. Su odio y su rencor hacia el mayor habían desaparecido en un instante, dándose cuenta que no quería perderlo, no otra vez y no definitivamente. Ni siquiera tuvo tiempo de quitarse el vestido rosa ya que había venido con Yoh en la ambulancia.

Fue gracias a una persona que pasaba por ahí que estaban en el hospital, dicho sujeto había observado todo y marcó rápidamente a una ambulancia, donde llegaron minutos después llevándose a Yoh de urgencias al hospital. Ya al llegar llevaron al castaño rápidamente a la sala de operaciones dejando a Hana en su actual ubicación, la sala de espera. En ese momento, Amidamaru regresó.

—¿Y bien? ¿Viste algo? –preguntó el rubio sin inmutarse.

—Solo pude ver quien le disparó al amo Yoh –respondió el samurái.

—¿Nada más? ¿Ni siquiera la matricula? –volvió a preguntar con un tono más elevado.

—No…lo lamento amo Hana.

Hana se paró para luego darle un fuerte puñetazo a la pared. Estaba muy nervioso y cada segundo era como un año en ese momento. Lo que significa que las cuatro eternas horas de espera se volvieron una eternidad. En los últimos momentos, Hana estaba parado, apoyando la espalda en la pared con los brazos cruzados y la cabeza gacha. De la sala salió un doctor de gran edad y canosos cabellos que se limpiaba el sudor de su frente acompañado de una enfermera de mediana edad, acercándose ambos a Hana.

—¿Qué parentesco tiene con el paciente?- su gruesa y amable voz era signo de que algo malo pasaría.

—Soy el hijo…-comentó el rubio, levantando la vista para ver al profesional, nervioso y empeorando su disgusto por aquel tono de voz.

—La bala la tiene incrustada muy cerca del corazón y se incrusta cada vez más y seguirá así hasta entrar en el órgano terminando su vida. Si la intentamos sacar su padre podría morir en la operación –el doctor no mentía en esa situación, su trabajo era dar el diagnostico sin vacilar. Miraba la expresión del rubio y hasta el mismo sintió un nudo en la garganta.

—… -Hana no podía decir nada, más que tener aquella expresión de seriedad que ocultaba desesperación. Era un puñal en medio del corazón aquella noticia.

—Sígame…lo llevaré hasta la habitación de su padre…-dijo con seriedad el médico, sintiendo que su corazón también se estrujaba por el pobre rubio.

Se llevaron a Hana a la habitación donde estaba Yoh. Un cuarto bien ventilado con las paredes blancas al igual que las sabanas, las ventanas semi abiertas dando una vista al jardín del hospital. El doctor pensó que sería mejor dejarlos solos, por lo cual, en cuanto dejó al rubio ahí, se retiró. El rubio sintió quebrarse por dentro al ver a su padre ahí. No le importaba como estaba ventilada la habitación ni nada de eso, solo le importaba la salud del castaño. Se acercó de a poco a la camilla para verlo, el nudo había aumentado de fuerza y hacía todo lo posible para no quebrarse del todo. No quería perderlo, lo había perdido por 13 años y no lo iba a perder ahora que había regresado.

—No pienses...-su voz apenas se asomaba por el nerviosismo –no pienses que te vas a morir...¡NO LO PERMITIRE! –gritó al tiempo que apoya sus dos manos sobre las sabanas, que lentamente comenzaban a mojarse con pequeñas gotas —No lo permitiré, no te vas a morir miserable –Hana estaba comenzando a llorar, no lo podía soportar ni resistir.

—Ha...Ha..na... –Yoh movió un poco su mano tocando la de su hijo con suavidad, abriendo despacio sus ojos que estaban opacos y le dolía ver a su hijo así.

—Yoh… -Hana dirigió la mirada llorosa hacia él apenas sintió la mano de su padre sobre la suya.

—Concuerdo contigo... yo...yo no…pienso… morir...- su voz salía muy débil pero continuaba hablando –tendrás que... salvarme ahora tú... pero... –su rostro se hizo una mueca de dolor, dolor punzante que venía de su corazón –Pero ... no será fácil... incluso será arriesgado… –tomaba con firmeza la mano de Hana temblando por completo, confesando algo que guardaba en su interior -si... si logras salvarme…podré vivir... y estaré contigo Hana…como debió haber sido desde el principio –le costaba respirar eso era evidente a simple vista –¿estás... dispuesto?

—No seas idiota… –le costaba articular una frase por el nudo en la garganta y la preocupación –Ni siquiera tienes que preguntarme si estoy dispuesto, claro que lo estoy –apretaba con fuerza la mano del mayor con ambas manos suyas –Solo dime que tengo que hacer.

Todo lo que siempre Hana había dicho eran mentiras, hasta para él mismo y solo en esa situación se notaba que realmente quería a su padre, muy en el fondo de su corazón. Ni siquiera dudó ningún momento para afirmar, estaba más que claro que haría todo lo posible. En el rostro de Yoh se formó una sonrisa de felicidad al ver esa decisión en su hijo. Más fue momentánea, volviendo a su semblante adolorido.

—En mi habitación… sobre la cama….está el arete que le pertenece a Hao…y en el morral….encontraras un rosario negro…dáselos al espíritu…de la tierra… –estaba por perder la conciencia nuevamente y solo le pudo explicar un poco el proceso –tienes que…estar en un lugar despejado…estos tres objetos te abrirán una puerta…directo hacia…Hao…él te dirá lo que tendrás que hacer.

Seguramente Hao regañaría a Yoh por confesarle a Hana un secreto como ese ya que se podría decir que era un "secreto entre gemelos". El rubio se secó las lágrimas mientras escuchaba con atención y seriedad lo que debía hacer. Su semblante cambió a uno de decisión y seriedad. Lo que debía hacer era algo muy importante por lo que se merecía que se comporte así, y más si se trataba de la vida de su padre. Además que trataba de demostrarle al mayor que estaba dispuesto a hacer lo que sea.

—Descuida –se irgue mientras apretaba su puño derecho, una sonrisa de lado se había dibujado –Me encargare de hacer que te recuperes así yo soy el que te mande al hospital.

El mayor, al ver la decisión de su hijo, se tranquilizó, pensando que todo saldría bien. Se despidió de Hana observando cómo se retiraba de la habitación, ya al estar solo pudo poner de nuevo su expresión de dolor. Solo esperaba que su hijo lo lograra a tiempo. Sus ojos se fueron cerrando quedando inconsciente mientras aquella bala entraba un poco amenazando la vida de Yoh. Cuando el rubio salió de la habitación con la expresión de seriedad, una mujer le llamó la atención, chistándole. No tendría más de 34 años, con cabello violeta oscuro y ropa doblada en sus piernas, estando sentada. Apenas el menor se acercó a ella, dicha mujer se levantó de la silla, sosteniendo la ropa en sus manos.

—Lamento lo de tu padre, lo vi desde que llegaron y siento pena…Ten –la mujer le extendió la ropa con una sonrisa amable –Mi hijo tiene tu misma edad y ahora está internado, así que tú la necesitarás más que él. Dudo que quieras ir a tu casa así ¿verdad?

—Pero…-al principio dudó de tomarla, después de todo lo había tomado por sorpresa, ¿pero cómo negarse a tal muestra de amabilidad? Así que sonrió levemente, aceptando la ropa –Muchas gracias, prometo devolvérsela apenas pueda.

—Descuida, tenemos para un mes aquí. Ve con cuidado.

—Muchas gracias, espero que su hijo se recupere.

Una vez que se despidió de la joven mujer, salió corriendo directo al baño para cambiarse. La ropa consistía en unos pantalones de mezclilla azules, una polera negra y una camisa de mangas cortas color rojo cuadrillé, y le quedaba perfecto al Asakura menor. Ya estando cambiado y con el vestido rosa doblado, se dirigió corriendo de manera desesperada hasta la pensión de sus padres. Tenía algo de vida o muerte entre manos, y era la vida o la muerte de Yoh Asakura, su padre. No entendía todo lo que había ocurrido, solo sabía una cosa, debía encontrarse con su Tío Hao quien sabe con qué método. La única pista que tenía era que debía utilizar el arete de Hao, un rosario negro y al Espíritu de la Tierra. Debía apurarse, el tiempo era oro y cada minuto que pasaba era menos posibilidades de lograrlo.

Cuando Hana llegó a su casa lo primero que hizo fue ir hasta su habitación y cambiarse de ropa, no pensaba arruinar unas prendas prestadas con tal amabilidad. Se vistió con un pantalón negro y la polera blanca, sin olvidarse de su Futsu no Mitama y el rosario blanco de 108 cuentas. Una vez listo, fuedirectamente a la habitación de su padre. Tal como el mayor había dicho, el arete que había conseguido de Hao luego de cortarle la cabeza en Mu, estaba sobre la cama. Una vez que lo tenía en el bolsillo buscó con la mirada el morral, encontrándolo en el ropero. Para no perder tiempo tiró todo al suelo hasta encontrar su segundo objetivo, un rosario de cuentas negras había caído. Lo anudó en el cinturón de su pantalón, sintiendo una leve vibración, al igual que en el rosario blanco que colgaba de su cuello, aquel que sellaba a los Onis de su cuerpo. No se detuvo a pensar y se arrodilló enfrente del Nicho que había preparado para la broma de ese día.

—Sal de ahí tremenda cosa-golpeaba con prisa el pequeño santuario para que el Goddaiseirei salga-No te agrado y tú no me agradas pero papá corre peligro así que ¡Mueve ese trasero de tierra y despierta de una jodida vez!

Salió disparado de ahí golpeando la frente del rubio molesto por ser despertado. Hana se calló hacia atrás al ser golpeado quedando patas arriba. Después de eso se quedó quieto como esperando recibir órdenes una vez que vio aquellos objetos en Hana, aunque no poseía ninguna expresión en su rostro, como siempre. Flotaba mirando al rubio que se estaba sobando el golpe. Una vez que el dolor se le pasó un poco, Hana se paró enfrente del espíritu, estando serio.

—Quiero que me lleves con Tío Hao así que sígueme y llévame con él.

Cerca de medio kilómetro alejado del Funbari Onsen, se hallaba un claro lo suficientemente alejado como para la tarea que Yoh le encomendó. Y allí se dirigió el rubio junto con el S.O.E. Ese lugar era donde Hana entrenaba con el setsubun, antes de enterarse que lo matarían.

—Bien, como lo hago.

Sacó de su bolsillo el arete de Hao y desató el rosario de cuentas negras teniéndolo enfrente de la hitodama. No sabía que hacer ya que Yoh no había llegado a explicarle pero eso no importaba ya que el S.O.E si lo sabía. Solo que dicho Godaiseirei se quedó flotando ahí unos segundos, desesperando peor al rubio. Pero al ver tal sentimiento en el rubio, decidió actuar. Rápidamente entre movimientos iba formando un enorme círculo con las cuencas y en medio dejando el arete de Hao y de repente ya no hizo nada.

—…¿Y ahora? –comentó el rubio, luego de unos segundos.

Ante esa pregunta, el S.O.E. se desesperó y, colocándose atrás de Hana lo empujo en medio del círculo para después entrar atrás de él. Ahí el círculo se activó, levantando las cuentas en el aire y comenzando a girar. Soltaba una rara energía que incluso hacia brillar el rosario del rubio, pero todo era provocado por el poder del espíritu de la tierra y de golpe jalaron a Hana hasta el fondo, como si cayera a un agujero negro. Hana gritaba mientras veía como la oscuridad a su alrededor avanzaba cubriéndolo todo debido a la sensación de caída, cerrando los ojos esperando al final.

—¿Cuánto tiempo piensas seguir así?

La voz era conocida para el rubio, una voz proveniente de una persona sentada en un trono de piedra portando una gran manta que era su única vestimenta, teniendo su rostro recargado en su mano derecha. El rubio lentamente apagó el grito hasta que se redujo a un simple "¿Ah?" buscando con la mirada hasta encontrar a ese sujeto. Ese lugar ya lo conocía de una vez anterior al igual que esa molesta voz que lo hacía enojar. Se giró viendo con el típico enojo que lo caracterizaba a aquel sujeto del trono, su tío, Hao Asakura.

—Yoh me las pagará... mira que contarte sobre una técnica prohibida –Su mirada que mostraba era superioridad absoluta.

—Dejemos el típico discurso que tenemos cada vez que nos encontramos –dijo Hana con una actitud seria.

—¿Y puedo preguntar el motivo de tu visita? Ah no… espera… ya lo sé, lo acabo de ver todo –era sarcástico con su comentario como quien le dijera a Hana "ruégame por el favor"

—… -Hana alzó una de sus cejas, dándole la respuesta a ese sarcasmo, claramente no iba a rogarle.

—Yoh morirá eso es seguro y si eso pasa querrás que lo reviva ¿no? Sin embargo… si hago eso, aquellas personas lo sabrán y vendrán a matarlo nuevamente y así sucesivamente. Y siendo sincero, no me gusta revivir a la misma persona tantas veces –se reiría internamente y lo daba a notar con la mueca de sonría que tenía en ese momento –Estos "humanos" ya tienen su venganza contra Yoh desde hace mucho tiempo. Quizá mucho antes de que iniciara el torneo…. ¿Ya sabes a lo que me refiero no? este error viene desde años atrás –como dándole a entender el detalle de volver a pasado. Sin embargo ¿se podría? ¿El shaman King tendría ese poder? ¿Y a que costo?

—Ve al grano –Lo miraba con una actitud seria y a los ojos, típico de casi todos sus encuentros –Dime que carajos quieres que haga –Los insultos nunca faltaban y aunque había entendido una parte de lo que se quería referir, prefería que lo dijera su tío, ya que no creía que pudiese hacerlo.

—Lo único que tendrás que hacer es corregir el error de Yoh. Para que tu pequeña mente me entienda tendrás que volver al pasado, al inició de este problema –se cruza de brazos con expresión de "no hay imposibles para mi" –pero sabes, no haré esto de a gratis, sin embargo te lo diré una vez que regreses, bueno si es que regresas con vida.

Tan "sincero" como siempre pero a pesar de lucir de esa manera en sus ojos estaba la furia contenida, quizá eso que le paso a su hermano le había afectado aunque sea un poco.

—Solo te daré una indicación, no digas quien eres y de dónde vienes, si revelas tu identidad puede ser perjudicial a tu futuro.

—Vi películas sobre viajes en el tiempo, bueno fue solo una y se entiende que sé eso. Solo tengo una cuestión, como sé a quién tengo que matar

—No te puedo decir todo, eso descubre lo tú –vaya que Hao ponía unos obstáculos a propósito y aparte se divertiría un poco al ver como el rubio sufría por encontrar al culpable –No vayas a tirar mi arete porque es tu boleto de regreso y el rosario negro es para guiarte, bien... ya hablé demasiado.

—Eres un maldito dios –Notándose la desesperación en su semblante mezclada con el típico enojo.

Un torbellino azul se formó alrededor de Hana, alborotándole el cabello rubio. El menor se cubrió por reflejo al ver tal remolino y miró por última vez a su tío con el mismo semblante siendo jalado nuevamente hacia abajo.

—Ah sí lo olvidaba, tienes 15 días solamente, si fallas no sólo Yoh morirá si no también tú –fue lo último que le dijo al rubio antes de que este desapareciera.

Hana no tuvo ni tiempo de responder ese comentario que todo a su alrededor volvió un ambiente similar a estar dentro de un enorme tornado de esa tonalidad azulina. Solo fueron unos segundos en los que Hana caía, alborotándose toda su ropa y cabello, hasta que vio la terminación del torbellino. Esta vez nada amortiguó su caída y termino estrellándose contra el suelo, quedando su cara estampada. El rubio se levantó insultando entre dientes mientras se sacudía el polvo. Pasaron unos momentos hasta que se percató de donde estaba, usando su mano para crear sombra y que el sol no le calara tanto en los ojos. A unos metros se veía una estación de tren pero de ahí en más estaba todo desierto, era un panorama muy tranquilo a decir verdad y a como estaba el sol posiblemente era medio día. A lo lejos, se veía una silueta que caminaba con un poco de dificultad, causando que el rosario negro reaccione, brillando constantemente para alertar a Hana. Al comprender la voluntad del rosario, Hana entró en nerviosismo, buscando el arete de Hao en el suelo. Apenas lo encontró, entró a la estación escondiéndose, esperando que ese sujeto no lo haya visto.

La silueta tomo forma más clara y mejor conocida, portando unos audífonos naranja en sus oídos y cargando una mochila escolar bastante sucia y con marcas de como si la hubieran pisado. En su mejilla tenía un moretón y algunos rasguños en los brazos. Hana se asomó de su escondite viendo al recién llegado. Ese cabello café y los auriculares se le hacía muy conocido, y el rosario negro seguía reaccionando. Era apenas un niño, no le daría más de 10 años. Cuando este se sentó, fijó su mirada al frente, a lo que Hana aprovechó para moverse de su lugar y buscar un mejor escondite, en donde podía verle perfectamente el rostro.

Pero sintió que su corazón se detuvo de la sorpresa al verlo. El niño tenía la misma expresión que Hana solía tener, de esas que se preguntaba "¿por qué nací? No le costó reconocerlo, salvo por esa expresión que jamás se imaginó que tendría en su vida.

—Si una persona como yo se convirtiera en Shaman King, quizá la humanidad se extinga- a pesar de decirlo en voz alta fue más para sí mismo.

—¡¿Pa…Papá?!