Los personajes de HTTYD y BRAVE 2012 le pertenecen a sus respectivos autores y casas productoras, la autora de este fanfic no tiene derecho sobre nada excepto la trama de este fanfic.

Capitulo VIII

"Convertí a mi madre en un oso, Parte 2"

POV Hicca

La risa estrepitosa del príncipe sonaba a mis espaldas mientras ascendíamos por el cielo a una velocidad vertiginosa, su euforia era contagiosa y adorable, no pude evitar que una sonrisa naciera en mis labios al escucharlo reír como niño pequeño. Podía sentir sus brazos firmemente sujetos a mi cintura, su fornido pecho contra mi espalda, el rápido palpitar de su corazón y la agradable calidez de su cuerpo…

Sip, uno más a bordo del club "fanáticos de los dragones".

Nos adentramos a una nube y pude sentir como soltaba uno de sus brazos para extenderlo y sentir mejor la nube.

Sujétese! Estamos a punto de salir de la nube! – le advertí al príncipe.

Chimuelo acelero el ascenso y salimos de la nube para entrar justo al centro del cumulo de estas, estábamos rodeados de aparentemente suave y felpudo blanco que era iluminado por los decadentes rayos del sol, Chimuelo entonces decidió empezar a saltar entre las nubes como si fuese un escaldaron a mitad del mar, el príncipe Meraud apretó un poco más su agarre a mi cintura.

Todo bien ahí atrás? – le pregunte con algo de preocupación.

No quiero que el futuro rey de un aliado en potencia se desmaye a mitad del vuelo o que vomite a mis espaldas, la primera puede eliminar cualquier oportunidad de alianza y la segunda puede ocasionar que yo también vomite y eso no se me antoja para nada.

Es fantástico! – exclamo Meraud con una sonrisa de oreja a oreja.

O quizás debo dejar de preocuparme porque por lo visto este tipo es de esos adictos a las emociones fuertes, como si los gemelos no bastaran… aunque ahora que lo pienso, no sé si soy la persona más adecuada para criticar eso.

Woooooohooooooo! – grito extasiado Meraud mientras caíamos en picada.

Sip, un total adicto a la adrenalina… como si yo fuera mejor.

Chimuelo gruño por lo bajo, Es que este no se asusta con nada?

Haha, creo que al fin has encontrado la espina de tu pata, eh Chimuelo? – me reí de mi mejor amigo sin mala intención.

Volví a redirigir a Chimuelo hacia arriba, esta vez más allá del cumulo de nubes, es momento del golpe final.

Escuche como a mis espaldas el príncipe inspiraba aire sorprendido al ver el atardecer sobre el blanco mar de nubes, no pude evitar sonreír empática, no existe nada mejor que un vuelo al atardecer.

Sobrevolábamos el mar, Dunbroch y sus verdes bosques frente a nosotros, en el horizonte las montañas y detrás de ellas el decadente sol cuyos anaranjados rayos le daban un toque melancólico al aire con la promesa de un nuevo día a la mañana siguiente, el cielo coloreado de naranja, rosado y azul oscuro era el marco perfecto para la hermosa y casi irreal imagen frente a nosotros. Acaricie la cabeza de Chimuelo como señal para que no bajara aun, no me parecía justo para el príncipe bajar aún, además, quería convivir con él un poco más, conocerlo un poco mejor quizás.

Apuesto que Angus jamás podría hacer esto. – comente mordaz con esperanza de iniciar una conversación.

Admito que hay cosas que los dragones pueden hacer mejor que los caballos. – respondió con humor Meraud a mis espaldas, una buena señal – Pero también hay cosas que los caballos pueden hacer mejor que los dragones. – me dijo mordaz ahora el a mí.

Chimuelo rápidamente protesto con un gruñido, Cuida tus palabras mientras estés en mi espalda niño.

No pude evitar reír divertida ante la interacción del príncipe y mi mejor amigo.

No sabría que responder a eso. – le dije a Meraud mientras acariciaba a Chimuelo – Nunca he montado a caballo. –

No hay caballos en Berk? – me pregunto, la curiosidad clara en su voz.

Ni osos, ni leones, ni tiburones, ni ninguna otra clase de depredador, solo dragones, pero eso es algo que el príncipe no necesita saber.

Nop. Siempre ha habido solo dragones, además si hubiese habido caballos… - o alguna otra clase de animal demasiado grande - … Lo único que hubiera pasado es que se convertirían en comida para la muerte roja. – dije mientras me encogía de hombros.

Entonces solo tendré que enseñarte a montar a caballo. – dijo Meraud con ligereza, como si fuera un hecho más que una proposición.

Si… no creo que eso le agrade a Chimuelo. – respondí mientras acariciaba a Chimuelo en el cuello para calmarlo y que no girara repentinamente para tirar al príncipe por lo que dijo – Gracias, pero para mí no hay mejor que los dragones. – asegure.

Pero como Chimuelo se toma a pecho muchas cosas y no deja ir el resentimiento con facilidad, mi sobre desarrollada lagartija escupe fuego se lanzó en picada apenas termine mi frase apenas dándole tiempo a Meraud de sujetarse de mi cintura para no resbalar.

Encontramos una corriente de aire descendiente y Chimuelo se deslizo con fluidez en ella hasta que divisamos tierra, el rey Fergus, Astrid y Tormentula estaban delante de nosotros bajando por la misma corriente, el rey tenía los brazos hacia el cielo y la sonrisa de un niño en el rostro. La reina Elinor y sus tres hijos menores saludaron desde su segura posición en tierra, más cuando aterrizamos el rey dio un inesperado salto que casi hace que me dé un infarto cuando por poco se cae, por suerte la reina se había adelantado a su esposo y ahora lo abrazaba y ayudaba a mantener el equilibrio.

Haha! Fue maravilloso! – rio estruendoso el rey – Oh, Elinor! Debiste haber venido! – exclamo mientras cargaba a su esposa y daba un giro con ella antes de volverla a poner en el suelo – Íbamos y veníamos y por un momento no supe si era arriba o abajo y… -

Decía y decía el rey mientras intentaba explicar su experiencia con ademanes locos y expresiones exageradas.

Sentí como el príncipe desmonto detrás de mí y me sorprendí cuando note que se colocaba frente a mí y me extendía la mano.

Gracias, mi lord. – le dije con humor mientras aceptaba su mano.

De nada, mi lady. – me siguió la corriente, pero hubo algo en la forma en que lo dijo que me hizo sonrojar ligeramente.

Entonces el rey se giró en nuestra dirección y comenzó a avanzar presuroso hacia nosotros.

Eres una genio! – exclamo el rey mientras me tomaba entre sus brazos y me alzaba en un abrazo rompe huesos – Volar sobre dragones es fantástico! Es revolucionario! Es…

Fergus! – logre escuchar reprochar a la reina – La asfixias! – regaño mientras me alejaba y me permitía volver a respirar.

Ups, lo siento. – se disculpó el rey, la culpa en sus brillantes ojos azules.

No hay problema majestad, estoy acostumbrada. – calme al rey mientras intentaba recuperar el aliento – Cuando te dedicas a entrenar dragones a veces se ponen algo cariñosos. – en especial los bebes – Y la verdad si son algo pesados. – susurre para que no escucharan ni Chimuelo ni Tormentula.

Entonces majestad, ¿Qué opina? – pregunto Astrid tanteando el terreno.

Disimuladamente me puse al lado de mi amiga y tome una de sus manos con una de las mías.

Los lores y sus hombres jalaron al rey y rápidamente le rodearon, lo único que quedo a la vista del rey fue su corona y su loco cabello, la reina se acercó con paso seguro y elegante al grupo de hombres que cuchicheaban como gallinas viejas, los hombres le abrieron el paso a la reina y luego volvieron a cerrarse sobre ellos mismos, debes en cuando alguno de los lores sacaba su cabeza y nos miraba a Astrid o a mí con algo parecido a la sospecha, aunque debo admitir que todo el asunto era algo hilarante. Luego de un rato aquella extraña corte se deshizo y la reina salió de ella tan fresca como una lechuga para dar el veredicto final. Mi agarre en la mano de Astrid se hizo más apretado lo mismo que el agarre de ella sobre mi mano.

Los lores han dado su opinión. – comenzó la reina – Y dada la reciente experiencia del rey volando sobre la dragón conocida como Tormentula, sin olvidar que ustedes dos queridas niñas han dejado una magnifica impresión, el reino de los clanes unidos de Dunbroch en las tierras altas acepta la propuesta de alianza entre este y la tribu vikinga Hooligan de la isla de Berk en los mares del norte. – hablo solemne la reina, aunque una pequeña sonrisa decoraba se rostro.

Sentí como mi cara casi se parte en dos de lo grande que era mi sonrisa, solté la mano de Astrid y me adelante a estrechar las manos de todos los lores, el rey y la reina en feliz agradecimiento. Astrid saltaba detrás de mí, podía escuchar sus expresiones de victoria ser susurradas en éxtasi.

N-no se arrepentirán, majestad. – dije mientras estrechaba la mano de la reina.

La reina Elinor me dedico una sonrisa complacida, como diciéndome sé que no me decepcionaras; y eso sinceramente coloco un poco de presión sobre mí y lo único que atine a hacer fue a asentir una vez en dirección de la elegante dama.

Y para celebrar tan importante ocasión, esta noche…

Esta noche hay fiesta! – exclamo el rey cortando a su mujer quien le dedico una mirada de reproche.

Todos vitoreamos y entre canciones y danzas tontas dimos vuelta y no redirigimos al castillo.

Ahora si no me cabe duda que si mi padre y la reina llegan a conocerse (y a caerse bien) no habrá ejército que se resista a su poder. Pensé que el rey Fergus y mi padre compartían varios rasgos, pero la reina Elinor sin duda tiene la mente de una estratega feroz al igual que mi padre ¿Qué cómo estoy tan segura? Porque jamás había a nadie movilizar a un grupo de poco más de cien hombres y mujeres tan rápida y eficazmente como mi padre lo hacía en Berk… hasta hoy cuando la reina, con instrucciones claras e irrefutables, organizo en menos de diez minutos un festín. La señora Maudie cumplía una especie de función de mano derecha de la reina pues era ella la que se aseguraba que todo fuera hecho de manera tal que no dejaba más que complacencias ante la reina Elinor. Chimuelo y Tormentula jugaban con los trillizos y los canes del rey, todo estaba en su sitio, la fiesta desenvolviéndose con, por extraño que suene, una ajetreada calma.

¿Cuánto tiempo planean quedarse, queridas? – cuestiono la reina en dirección mía y de Astrid mientras cortaba un trozo de la pieza de pollo asado que tenía en su plato.

Teníamos pensado irnos pasado mañana, majestad. – respondí sincera luego de tragar el bocado que masticaba – Debemos preparar los papeles de la alianza y también…

Pasado mañana? – corto la reina mi discurso – Pero si apenas tienen un par de días en Dunbroch, aún hay tanto que mostrarles de nuestra cultura, además, me encantaría enseñarte algo de ajedrez, querida. – dijo dirigiéndose a mí – Y me encantaría que Astrid le mostrara a nuestros soldados algo de su cultura de batalla, quédense por la semana completa y ya veremos lo de los papeles de la alianza después. –

No nos gustaría imponer, majestad. – intente persuadirla.

Tonterías, querida, son invitadas y unas que encuentro realmente agradables, insisto. Además, soy la reina, si hay alguien que impone aquí, esa soy yo. – agrego divertida antes de meterse otro bocado a su pequeña boca.

No pode evitar que una sonrisa divertida ante la broma-no tan broma de la reina, mire a Astrid y tenía esa sonrisa que me decía Nos tiene en sus manos. Sip, definitivamente la reina Elinor y mi padre eran estrategas despiadados… tengo miedo de lo que depare el futuro en esta alianza. La reina entonces se puso de pie.

CLAP-CLAP.

Aplaudió dos veces la reina y la atención de todos cayó sobre ella, mi admiración por esta mujer solo crece y crece con cada minuto.

Clanes hermanos. – hablo solemne la reina – El día de hoy hemos dado un gran paso en nuestra historia. – señalo mientras entrelazaba sus finas manos sobre su vientre – Le hemos dado vuelta a la hoja y hemos empezado un nuevo capítulo que sin duda jamás será olvidado por las generaciones venideras. –

AYE! –

Exclamaron efusivos los lores y sus hombres, los tarros alzados en señal de victoria.

Por el futuro! – bramo el rey de repente mientras se ponía en pie haciendo que la mesa se estremeciera, su tarro alzado en su gran mano para un brindis – Y por los nuevos amigos! –

AYE! –

Volvieron a clamar los lores y sus hombres.

Salud! – exclamo el rey antes de empinarse el tarro y beber su contenido de un solo trago.

Acto que casi todos en la sala imitaron o intentaron imitar, me cuento en la lista de los que lo intentaron.

La noche paso entre risas, canciones desafinadas y danzas tontas, cuando lo trillizos se fueron ya dormidos siendo cargados por la señora Maudie y los dos guardias a los que escuche a la reina referirse como Harold y Willard, note como varios de los presentes dejaron salir un suspiro de alivio.

Oh, vamos, no pueden ser peor que los gemelos.

Me acerque a la mesa donde Astrid y Tormentula estaban rompiendo la autoestima de algunos jóvenes guerreros de los clanes, Chimuelo a mi lado. Mi rubia amiga ya llevaba diez victorias consecutivas y con cada una Tormentula hacia un sonidito burlón sabelotodo, algo así como un Ninguno de ustedes es digno, pobres ilusos.

Ha-ha! ¡¿Quién sigue?! – exclamo Astrid, el aguamiel de Dunbroch empezando a hacerle efecto.

Ya basta, Astrid. – intente calmarla – Los estás haciendo quedar mal. - dije medio en broma.

Varios de lo que ya han probado el agarre de acero de Astrid me miraron como implorándome, Detenla, por el amor a los dioses.

Que yo los hago quedar mal? Eres tú la que no importa cuánto beba no se embriaga! – me acuso.

Mire mi tarro y examine el color caramelo oscuro de la bebida en él, siendo honesta no es que no me embriague, a decir verdad mi tolerancia a la bebida es prácticamente nula, pero gracias a uno que otro truco que aprendí mientras miraba a las demás damas vikingas en el gran salón de Berk mientras me escondía bajo las mesas evitaba la alta injerencia de la bebida y por tanto la embriagues, justo hacia unos momentos descubrí que le reina también tiene sus trucos para evitar beber mucho y estábamos intercambiando métodos hasta que decidí que Astrid había bebido suficiente, pero eso es algo que Astrid no necesita saber.

Sabes? Nadie lo había notado hasta que lo mencionaste. – intente sonar indignada.

Está bien, me detendré. – gracias a Odín – pero tú tienes que hacer el truco de los cuchillos. – me condiciono.

Ahora si la mire mal.

¿Qué truco de los cuchillos? – cuestiono curioso el príncipe Meraud.

¿Desde cuándo está ahí?

Sus brillantes ojos azules iluminados por la anticipación.

No es nada especial. – intente quitarle importancia, no quería hacer esto con las esperanzas de alguien tan encendidas, ¿Y si hago el ridículo?

¿Qué no es nada especial? – llego la reina, la misma curiosidad de niño pequeño en los ojos de su hijo mayor brillaba en los ojos de ella.

Hicca puede lanzar cuchillos con los ojos vendados. – explico Astrid mientras ponía su mano derecha en sus caderas de manera altanera en mi dirección.

Suena a toda una hazaña. – dijo el príncipe mientras sus cálidos ojos aterrizaban en mi dirección haciéndome sentir algo incomoda.

En realidad no lo es. – volví a intentar quitarle importancia, podía sentir un ligero sonrojo en mi rostro – Lo descubrí por accidente, de hecho. – mientras huía de un montón de Alacambiantes furiosos.

Oh, por favor. Muéstranos. – insistió la reina, su sonrisa tan esperanzada como la de su hijo mayor.

¿Mostrarnos qué? – Oh, por Odín, es en serio?! Ahora hasta el rey Fergus y los lores están aquí!

Hicca puede lanzar cuchillos con los ojos vendados. – respondió el príncipe.

Voltee a verle y sus brillantes ojos azules me miraban divertidos, no había mala intención en sus acciones, eso lo sabía, pero no podía evitar sentir que el príncipe estaba meneando un panal de abejas, MI panal de abejas.

Entonces sentí un ligero empujón en mi costado izquierdo, mire hacia abajo y encontré a Chimuelo mirándome con confianza, un ronroneo que emano de su garganta me animaba, Hazlo, puedes hacerlo; me decía.

Está bien. – suspire derrotada - Pero tú eres el blanco. – apunte con toda la severidad que pude juntar a Astrid.

Claro. – la ligereza con la que mi rubia amiga tomo mi gesto me molesto un poco.

Alzamos la mesa y la colocamos de manera vertical contra la pared, Astrid se había colocado justo al frente de esta, su espalda recargada contra la madera, una sonrisa confianzuda en su rostro, oh como odio cuando me dirige a mi esa sonría confianzuda y con un atisbo de sorna casi palpable. Me aleje unos quince metros, cinco dagas medianas entrelazadas firmemente entre mis manos, que los dioses me ayuden y no le saque un ojo a nadie.

- Está seguro de que podemos usar la mesa de esta forma, majestad? – cuestione al rey no estando muy segura de usar su mesa como respaldo para mi truco.

- Claro, querida. Es solo una mesa. – respondió tranquilo.

Mire a la reina pidiéndole el mismo permiso con la mirada, la reina asintió con la misma calma que su marido, ¿Qué esta gente no entiende que esto puede salir mal? Voy a tener los ojos vendados!

Suspire derrotada ante la falta de instinto de preservación que por lo visto tienen todos con lo que me involucro y me vende los ojos con un pañuelo de seda que la señora Maudie saco de los dioses sabrán donde un menos de un parpadeo.

Inspire hondo, podía sentir la presencia de todos en la sala, podía escuchar sus respiraciones medio contenidas de la multitud a mi alrededor, los pesados pasos de Tormentula y los saltos de Chimuelo mientras jugaban con los canes del rey más allá de la multitud, incluso podía escuchar una serie de apresurados pasos, apagados pero constantes, en alguna parte, uno, dos… no, tres individuos pequeños… los príncipes trillizos debían estar ocultos en algún lado, niños traviesos, de no ser porque me toca cuidar de los Terribles terrores no podría distinguir sus sigilosas pisadas, pero más importante aun, podía sentir a Astrid a solo unos metros frente a mí, no puedo fallar. Exhale con lentitud.

STAB, STAB, STAB, STAB, STAB.

Se escuchó con fuerza y repetidamente mientras las cinco dagas se clavaban en la madera de la mesa.

Ligeros Oooh y Aaah, así como exhalaciones contenidas llegaron a mis oídos segundos después de que lance la última daga.

Wow. –escuche decir a alguien, creo que uno de los lores, aun no distingo bien sus voces – Si puede hacer eso sin ver, no quiero saber lo que puede hacer viendo. –

Bueno, no necesitan saber que si lo hago viendo es más probable que destruya el castillo entero antes de darle a otra cosa viva, solo necesito practicar.

Me quite la venda de los ojos y di una ligera reverencia en dirección del rey, la reina, el príncipe Meraud y los lores.

Acabada mi pequeña exhibición, y con ayuda de la señora Maudie y las dos mozas que se la pasaban con ella, arrastre a Astrid de regreso a nuestra habitación, donde nuevamente fuimos despojadas de nuestras ropas y asaltadas con agua caliente y jabón, por suerte está vez la señora Maudie y sus ayudantes nos permitieron limpiarnos nosotras mismas y no se llevaron nuestras ropas. Astrid y yo volvimos a dormir en el limpio suelo de la habitación.

Me despertó el sonido de rasguños a la ventana, la luz del sol apenas un etéreo pincelazo de naranja en el horizonte, las estrellas y la luna aun dominando el cielo. No necesito ser una genio para saber que hay una sola criatura en todo el mundo que me despertaría a estas horas con un único propósito.

Ya voy Chimuelo. – le asegure a mi mejor amigo, que estaba justo afuera de la ventana, el aleteo de sus enormes alas lo mantenía apenas era un susurro en la oscuridad – Deja que me cambie y enseguida bajo. – le dije.

Mi dragón me sonrió aquella gomuda y adorable sonrisa que solo él sabe hacer y descendió.

Astrid. – llame a mi aun dormida amiga mientras me cambiaba de ropa – Voy a que Chimuelo tenga su vuelo mañanero, te veo en el desayuno. – anuncie.

Lo único que recibí fue un apagado Ajá antes de cerrar la puerta de la habitación a mis espaldas.

Tarde un rato en salir a los jardines donde Chimuelo me esperaba impaciente, me gruño algo molesto ¿Dónde estabas? Tardaste mucho.

Lo siento. – me disculpe mientras le acariciaba la cabeza – Este lugar es demasiado grande. –

Chimuelo había traído consigo los arneses y la silla para montar, coloque todo en su sitio con acostumbrada rapidez y en una abrir y cerrar de ojos nos adentramos en el aun oscuro cielo, el sol siendo ahora más un hecho que una promesa. Volamos y volamos, Chimuelo hizo las piruetas que tanto le gustan y yo me recargue de su contagiosa efusividad, el sol más allá de las nubes era igual que el de Berk, no cabe duda que sigue siendo el mismo y maravilloso cielo.

Íbamos planeando de regreso al castillo cuando algo llamo la atención de Chimuelo pues se detuvo de golpe a medio vuelo, dirigí mi atención al mismo punto que mi escamoso amigo y ahí lo vi, una pequeña flama de color azul, su forma asemejaba a una muñeca de paja a la cual le prendieron fuego, podía escuchar pequeños suspiros que provenían de la criatura. De repente otra y otra y otra más aparecieron haciendo un pequeño camino de vuelta al suelo, pero en una dirección totalmente diferente a la del castillo de Dunbroch.

¿Qué dices amigo? ¿Vemos a donde nos llevan? – propuse a Chimuelo.

Mi dragón me dedico unos ojos en blanco, Como si yo negándome fuera a detener tu curiosidad.

Oh, vamos. – le dije - ¿Dónde quedo tu espíritu de aventura? –

El me gruño, Tu espíritu de aventura vasta para los dos y otros más.

Aun con todo y regañadientes Chimuelo comenzó a volar en dirección de los pequeños fuegos azules, estos se desvanecían conforme nos acercábamos.

Llegamos a una pequeña choza en medio del follaje del bosque, estaba justo debajo de una colina con árboles y la única forma de divisarla fue gracias a las flamitas azules y a la chimenea de la cual emanaba un humo de aroma agradable. Aterrizamos sin problemas y me baje del lomo de Chimuelo, ambos avanzamos hasta la puerta de la choza, las flamitas azules habían desaparecido completamente.

TOC-TOC.

Toque dos veces y la puerta se abrió apenas un poco, no tenía seguro.

Hola? – llame mientras abría un poco más la puerta, Chimuelo justo detrás de mí – Hay alguien aquí? – cuestione a la oscuridad.

Hola! – exclamo de repente una señora mayor que salió de los dioses sabrán donde que hizo que Chimuelo y yo diéramos un respingo, fue un milagro que Chimuelo no lanzara una bola de plasma debido a la sorpresa – Oh, lo siento, ¿Los asuste a ti y a tu mascota, querida? – se disculpó la señora preocupada.

Yo la mire. Era baja y se nariz grande, sus ojos eran grandes, sabios y cansados, pero aun con chispa, su cabello gris y rizado, amarrado en una coleta esponjosa, tomo la mano que ya había puesto en mi corazón por reflejo y la acaricio para calmarme.

N-no. – atine a decir mientras mi corazón bajaba de mi garganta y volvía a su lugar en mi pecho – S-solo n-nos sorprendió un poco. –

Ella me guio hasta un banco y dejo que me sentara.

Oh, en verdad lo lamento, querida. – me dijo mientras se alejaba – Me alegre tanto de ver rostros nuevos que no fui cuidadosa. – compartió mientras revolvía algo en un caldero – Eres una de esas vikingas de las que todos están hablando, ¿Cierto? –

S-sí. – asentí – Mi nombre es Hicca, Hicca Horrendo Haddock III. – me presente – Y este es Chimuelo. – señale a mi amigo.

La mujer en un abrir y cerrar de ojos estaba frente a Chimuelo, abriendo sus mandíbulas, inspeccionando sus ojos y orejas, volteando la cabeza del dragón en todos los ángulos posibles.

Chimuelo, ah? Ja! Un nombre bastante adecuado para un furia nocturna! Puedo ver y oír que el sentido para nombrar de los vikingos no ha mejorado mucho a pesar de los años, jajá! – se rio la señora mientras nuevamente volvía a su caldero.

Perdón, pero ¿Con quién tengo el gusto? Y ¿Cómo sabe que Chimuelo es un furia nocturna? Creí que no había dragones en los mares al sur de los archipiélagos vikingos. – la interrogue.

Mi nombre es Bu*, pero por favor, llámame abula. – informó la señora, abula, mientras agregaba unos frutos secos a la cosa que hervía en el caldero – Y si sé que tu dragón es un furia nocturna es porque alguna vez, cuando fui joven, viví en los mares del norte y vi una colonia entera de ellos. –

Chimuelo y yo intercambiamos una mirada incrédula, luego volvimos nuestra atención a abula.

¡¿En verdad?! ¡¿En qué parte?! ¡¿A qué altura?! – me puse en pie de la emoción.

Oh, querida. – comenzó mientras ponía lo que sea que estaba hirviendo en su caldero dentro de dos tarros de madera con azas tallados en forma de oso – Fue hace tanto tiempo, no sabría decirte con seguridad. – me dedico una sonrisa de disculpa - ¿Té de moras? – me ofreció.

Yo caí sentada en el banco algo decepcionada, alce el rostro para negar su oferta pero la empatía que brillaba en los ojos de la mujer junto con la ligera culpa que ella sentía por bajar mis esperanzas me hizo repensar mis opciones.

Sí, me vendría bien un té de moras. – acepte, la sonrisa más tranquila de abula hizo que yo también me sintiera más tranquila conmigo misma.

Chimuelo salió de la choza persiguiendo una mariposa que se había colado por las ventanas.

Acerque el tarro a mi boca, sople un poco el caliente líquido para no quemarme la lengua con su calor y cuando apenas iba a darle el primer trago…

No lo hagas! –

Resonó un grito masculino en la pequeña choza que casi me hace tirar mi té.

Dirigí mi atención en dirección de la voz y ahí encontré al príncipe Meraud con una cara de susto que parecía que había visto al fantasma de la mismísima muerte roja. Lo mire extrañada.

Pero… a mí me gusta el té de moras. – le dije mientras miraba el contenido de mi tarro con anhelo.

Té? – pregunto confundido el príncipe en mi dirección.

Si, té. – respondió abula – O que creías? – cuestiono divertida mientras le daba al príncipe el otro tarro con té.

Yo creí que… nada, olvídalo. – dijo derrotado – Como llegaste aquí, Hicca? – me pregunto ya más tranquilo mientras tomaba asiento en otro banco.

Al fin le di el deseado primer trago a mi té, sabia delicioso, un agradable deje dulce y semi amargo quedo en mi garganta, mire al príncipe.

Salí a volar esta mañana con Chimuelo cuando el olfateo algo que le llamo la atención… – no iba a decirle que un montón de flamitas azules aparecieron de la nada y me guiaron hasta aquí – …y descendió hasta este lugar, cuando entre a la choza me encontré con la señora y de inmediato me ofreció una taza de té, me pregunto si era una de las vikingas de las que todo mundo hablaba y fue cuando entraste gritando. – explique lo mejor que pude la situación.

Y ella no te ha dicho nada extraño, o te ha ofrecido algo…

Pazz!

El discurso del príncipe Meraud fue cortado de golpe, literalmente, cuando abula le dio en la cabeza con el mango de su bastón. Parpadee un par de veces sorprendida, no sabía que se podía tratar de esa forma a un príncipe, aunque este sea tan peculiar como Meraud.

- Qué clase de persona crees que soy! – reclamo abula con aire ofendido – Jamás me aprovecharía de tan adorable creatura! – me señalo a mí con la otra punta de su bastón.

- Pero no te dolió aprovecharte de un pequeño cuando te compro un producto defectuoso. – ataco verbalmente el príncipe mientras se sobaba la cabeza.

- Obtuviste lo que pediste, muchacho! Que tú no hayas sido específico no es mi problema. – replico ella cruzándose de brazos y dándole la mitad de su espalda.

Me había dedicado a observar curiosa, pero ahora otra curiosidad nacía en mí.

- Ehm. – abrí mi boca – Asumo que se conocen de antes. – comente no muy segura.

- Digamos que tenemos una historia extraña. – respondió el príncipe enigmático y algo inseguro, rascándose la nuca en señal nerviosa, una característica que encontré refrescante en el confiado príncipe.

- Bah! Aquí el único extraño eres tú, niño. – dijo abula mientras volvía a tallar lo que sea que estaba tallando en una esquina de la choza.

- Que tan extraña puede ser. – comente con interés mientras recargaba sus codos en mis piernas, toda mi atención en el príncipe.

- De verdad quieres escucharla? – pregunto él con un toque de nervios.

- Escucho a Astrid cuando conto mi historia son ningún miramiento, creo que se lo debo. – le dije sincera – Solo si quiere contarla, claro. – no quiero parecer una entrometida.

- No es que no te la quiera contar... – dijo él mientras miraba su manos – …es que es algo, extraña. – continuo cuándo volvió su atención a mí.

- Más extraña que una vikinga haciéndose amiga de un dragón? – cuestione cómplice – Lo dudo. – dije mientras me cruzaba de brazos con aire retador.

- Ha! – rio el cuervo que estaba firmemente perchado en una rama colgada sobre mi tomándome por sorpresa.

- El cuervo se rio? – pregunte incrédula mirando al príncipe – Creí que estaba disecado. – admití – Y cómo puede un cuervo reírse? – sé que algunas aves pueden imitar sonidos, pero no sabía que también los sonidos que hacemos las personas.

El príncipe sonrió divertido ante mi reacción.

De verdad quieres escuchar la historia? – volvió a preguntar él, la sonrisa en su rostro ahora era pequeña y sincera, me gusta esta nueva sonrisa, casi tanto como la de niño pequeño que tenía cuando me vio volar con Chimuelo por primera vez.

Asentí con seguridad.

Bien… - comenzó – Cuando tenía dieciséis años… - hubo una pausa, luego negó la cabeza con aire derrotado, me volvió a mirar, sus brillantes ojos azules clavados en los verdes míos – Convertí a mi madre en oso y casi reinicio una guerra civil. – soltó sin más.

Ah?

La teoría "Pixar", Bu*.- La teoría que el fandom ha propuesto es que todas las películas de esta casa productora están conectadas o que se llevan a cabo en el mismo universo, solo que en diferentes puntos del tiempo y/o puntos geográficos. La teoría sugiere que "Bu" la pequeña niña que aparece en la película Monster Inc.; nunca dejo de buscar una forma de volver al universo de los monstruos para volver a ver a Mike y Sully, y que de alguna forma descubrio la manera de abrir portales usando las puertas, habilidad que perfecciono con el paso de los años y luego de estar en casi todos los lugares y tiempos del universo Pixar, es por eso que el la choza de la bruja de la película "Valiente" se pueden encontrar varias referencias a varias otras películas de la casa productora.