Soy consciente que tengo otros dos fics sin terminar pero hoy mientras conducía camino del trabajo se me ocurrió esta historia, en principio mi idea es que no sea muy larga, pero cómo siempre ya se verá. Espero que os guste


Caminaba por aquel interminable pasillo, mirando a todos los lados, sabiendo que nadie conocido aparecería para saludar. Era su primera vez, pero era algo que deseaba hacer. Se presentó en la zona de secretaria y espero tranquilo su turno, era principio de curso así que multitud de estudiantes estaban allí preguntando sobre algunas materias, profesores. Mientras le llegaba el turno, comenzó a leer los avisos del tablón, deportes, teatro, nada que realmente le llamase la atención.

-Siguiente – dijo una mujer mayor con un tono de voz algo elevado.

Miró a su alrededor dándose cuenta que era su turno.

-Buenos días – saludó con toda educación- Es mi primer día en el centro y según la carta que recibí debía presentarme en secretaría – Dijo enseñando la mencionada misiva.

-Nombre – dijo la mujer mirándole a la cara.

-Rodgers- contestó él.

-Espere un segundo – le contestó tomando una lista- Bien, su clase es la 123, empieza con el señor Wells profesor de Historia. Este es su horario – le tendió un papel- Para cualquier duda en el despacho 89 estará su orientadora la señora Rodriguez, su horario viene muy claramente explicado aquí- le dio otro papel- Sus libros los puede recoger en la biblioteca presentando el carnet que le voy a dar en este instante – Johann atendía a todo lo dicho por la mujer- ¿Alguna pregunta?

-Creo que no, ha sido usted muy amable- recogía todos los papeles, los guardaba en la carpeta que llevaba y giraba para ir a buscar la biblioteca.

Al salir se fijó en el plano que existía de las instalaciones, tras comprobar dónde quedaban sus clases así como el despacho de su orientadora se encaminó hacia la biblioteca.

En las canchas de atletismo había un grupo de jóvenes sentados, poniéndose al día de lo que habían estado haciendo aquel último verano.

-Qué pasada, tiene que ser la leche pasar el verano así.

-Lo es, me hace sentir útil, además este año necesitaba alejarme de todo.

-Ya, ¿cómo lo llevas?

-Lo he superado, él se lo pierde, no pienso derramar una sola lágrima más por un idiota como él.

-Genial, este año vamos a disfrutar y a ligar todo lo que podamos.

-Vaya mierda empiezo la mañana con Wells- decía lamentándose un joven de aspecto latino.

-Vamos Espo, la clase de Wells es de las más entretenidas.

-Ya eso lo dices tú Beckett que te tiene en palmitas, pero a mí me odia- decía el joven.

-Igual el que el año pasado le pusieras mierda dentro de su maletín tiene algo que ver-contestaba su amiga.

-Era una broma, no tenía que haberse puesto del modo en el que se puso- intentaba defenderse Espo.

-Ya, pues menuda broma. Chicos es hora de ir a clase – decía mirando el reloj de su muñeca- No querremos llegar tarde el primer día.

La clase de Wells dio paso a la de algebra, la siguiente fue psicología, y aquella mañana terminaron con la clase de literatura.

Mientras todos se sentaban con sus amigos de toda la vida, él buscaba en cada clase el pupitre que quedase libre, delante, detrás, al lado de los graciosos o de los empollones, eso le daba igual, aquel primer día no era para hacer amigos, era para comenzar su adaptación.

-¿Está libre? – preguntó a una joven rubia con la mejor de sus sonrisas.

-¿Eres nuevo?- le preguntó ella, él asintió- Lo siento, pero entonces ni de coña te sientas a mi lado- contestó ella poniendo sobre el asiento su bolso.

-Ya está Rachel haciendo de las suyas, ¿sabéis quién es? – dijo Beckett señalando con la cabeza al nuevo.

-Ni idea- contestó su amigo.

-Dicen que no es de Nueva York – Espo y Beckett miraban al tercer integrante de su grupo de amigos- por el acento – terminó.

-Perdona ¿está libre? – preguntó.

-Sí claro, siéntate- contestó quitando su bolsa del asiento.

-gracias, pensaba que ibas a decir que siendo nuevo ni de coña te sentabas conmigo.

-Has tenido mala suerte con las personas a las que has preguntado.

-Sí son las reinas del colegio – decía Ryan sonriendo.

-Ya, pues son bastante estúpidas – contestaba él encogiéndose de hombros- Por cierto soy Rodgers.

-Hola yo soy Beckett – le dijo con una sonrisa.

-Yo Esposito, pero puedes decirme Espo – le tendía la mano.

-Y yo Ryan.

-Encantado – en ese momento el profesor de literatura hizo su entrada en clase, logrando de inmediato que todos los alumnos guardasen silencio.

-Es el señor Wilkinson, es duro, pero justo – le susurraba Beckett haciendo que él asintiera.

La mañana se le había pasado rápido, aquella tarde cómo aún no había escogido sus optativas no tenía que quedarse en la escuela. Decidió, tras mirar el horario de su orientadora, pasarse por su despacho para solicitar una cita con ella.

-Buenas tardes, venía a solicitar una cita con la señora Rodríguez- dijo tras esperar a que la puerta del despacho se abriera.

-Adelante muchacho, soy Carla Rodríguez, y ahora mismo estoy libre. ¿Quieres que hablemos ahora?

-Por mí no habría problema.

Ambos se sentaron tras cerrar la puerta del despacho.

-Lo primero, tu nombre ¿es?

-Rodgers- contestó el joven.

Carla miró su listado de nuevos alumnos, encontrando al chico en él.

-Bien, recién llegado – él asintió- ¿Cómo ha ido el primer día?

-No me puedo quejar, mucho mejor de lo que esperaba.

-Bien, por lo que veo en tu expediente eres un alumno brillante – él se sonrojó- no debes sentirte avergonzado por ser un buen estudiante. ¿Has pensado ya tus optativas?- él negó- Bien, ¿tienes decidido más o menos qué quieres estudiar en un futuro?

-Me gustaría estudiar leyes – contestó él con convicción.

-Buena elección, en base a eso las mejores optativas serían estas- le dijo señalando tres asignaturas en el listado- ¿Las has cursado con anterioridad?- el chico negó.

La conversación se mantuvo por otros treinta minutos, fijando la siguiente reunión para dentro de dos semanas.

Cuando sus pies pisaron la calle vio a sus compañeros de pupitre acercándose a uno de los coches del aparcamiento.

-Hola Rodgers- saludó Espo- ¿Qué tal te ha ido con la orientadora?

-Bien, hemos quedado para dentro de dos semanas- Espo le miró sorprendido.

-¿Piensas volver?

-Claro, para eso está- contestó él sin entender la pregunta.

-Chico, nadie regresa después de la primera reunión, vas a ser el rarito del colegio- continuaba Espo- ¿Te llevamos a algún sitio?

-Gracias, pero prefiero ir caminando, quiero conocer la ciudad. No entiendo porque no usáis los servicios de los orientadores.

-Porque el resto de alumnos pensará que eres un blando o que tienes problemas- Contestó Espo encogiéndose de hombros.

-Nuevo – dijo Beckett- ¿Cuándo te parece bien que quedemos para empezar el trabajo de literatura?

-Pues ¿qué te parece si nos tomamos un café y vamos perfilando lo que queremos hacer? – Beckett asintió.

-Que tío más cabrón, empezar el curso poniendo ya tres trabajos, y encima obligatorios.

-Venga Espo, no te quejes tanto, podíamos hacer como ellos e ir adelantando – decía Ryan.

-Mañana, si eso. Hoy quería ir a correr un rato.

-Ya cualquier cosa antes que ponerse a estudiar- Dijeron a la vez Beckett y Ryan.

Beckett le comentó el nombre de un café no muy lejos de la escuela, el joven aceptó la propuesta, a fin de cuentas ella era la que conocía la ciudad.

Tras pedir dos cafés decidieron sentarse en una de las mesas que estaban al lado del gran ventanal.

-¿Es tu primera vez en la ciudad? – preguntó ella tras terminar de hablar del trabajo que tenían pendiente.

-Sí, nunca había venido, sí he estado en Los Ángeles, en DC, en Boston, pero en NY nunca – decía encogiéndose de hombros.

-¿No eres americano?

-Sí que lo soy, pero nací en Londres, y he vivido siempre en esa ciudad – Beckett vio como el rostro del chico se iluminaba al decir eso.

-Vaya, parece que te encanta tu ciudad- dijo sonriendo.

-Sí, ¿nunca has estado? – Ella negó- Deberías ir, es una pasada.

-Tomo nota, y ¿cómo es que ahora vives aquí?

-Mis padres se terminan de divorciar, y mi madre ha decidido regresar a casa, así que me he venido con ella.

-Vaya, lo siento.

-No te preocupes, lo mejor que han podido hacer es divorciarse, al menos ahora ya no se pasan el día gritándose. Y ¿qué me cuentas de ti? – preguntó cambiando de tema.

-Poco, soy neoyorquina, amo esta ciudad, sus gentes, sus calles, sus olores – relataba ella con una gran sonrisa en su rostro.

-Tendrás que enseñarme la ciudad – dijo él devolviéndole la sonrisa.

-Eso está hecho – miró la hora- Se está empezando a hacer tarde, deberíamos ir concretando cosas.

-Mi casa está cerca – ella le miró alzando la ceja- lo digo porque creo que en mi biblioteca tenemos todos los libros que necesitaríamos para el trabajo, podíamos echar un vistazo y si falta alguno sacarlo mañana de la biblioteca.

-Me parece bien.

Tras pagar las consumiciones ambos caminaron por aquellas calles, ella le iba contando cosas de las zonas por las que pasaban.

-Mi padre es de aquí – dijo él, ella le miró sorprendida- Pero se marchó hace 19 años, y nunca ha vuelto a pisar estas calles.

Pocos minutos después llegaron al edificio dónde vivía el joven.

-Adelante- dijo abriendo la puerta.

-Gracias, ¿estás solo? – preguntó al comprobar el silencio reinante en la casa.

-Sí, mi madre está de viaje de negocios y hasta el viernes no regresará – contestó como si fuera lo más normal.

-Mis padres no me dejan sola ni de coña.

-Estoy acostumbrado a sus viajes, cuando no era mi padre era mi madre y cuando no eran los dos- decía dirigiéndose al frigorífico- ¿te apetece algo? – preguntó sacando una botella de zumo.

-No gracias.

-Ven, vamos a la biblioteca – dijo abriendo una puerta corredera al fondo del salón.

-Waow – dijo ella al ver el interior- Y pensaba que mi madre tenía libros, esto es una pasada – comenzó a recorrer cada estantería- Aquí hay primeras ediciones.

-Sí bueno, digamos que a mis padres les apasiona la literatura sobre todo a mi padre- Ella le miró esperando algo más- Ella es editora y el escritor.

-¿Escritor? – Él asintió- ¿Famoso? – volvió a asentir sin decir nada más.

Tras comprobar que efectivamente allí tenían todos los libros que necesitarían para el trabajo, salieron de aquella estancia.

-¿Tienes hambre? Podríamos pedir una pizza.

-Tengo que irme, mi madre me espera para cenar. Los lunes la tradición es que cenamos juntas, sí o sí- contestó ella.

-¿Y eso?

-Por su trabajo, no siempre puede llegar a casa a la hora de la cena – Él la miró esperando una explicación- Es capitana de la policía – Él abrió al máximo los ojos.

-Qué pasada – ella se encogió de hombros.

-Mi padre es médico y mi madre poli, pero todos alucináis con la profesión de mi madre, como si la de mi padre fuera fácil.

-Ya, él salva vidas, pero tu madre lucha contra el mal – dijo sonriendo al tiempo que alzaba repetidamente las cejas- Eso mola, me la tienes que presentar un día.

-Claro, si en cuanto le hable de ti te querrá conocer, digamos que es un poco controladora con mis amigos.

-Ya, ¿y tu padre?

-Vive en Bolivia, se divorciaron cuando yo tenía tres años.

-Vaya, ¿lo siento? – preguntó sin saber que decir.

-No, no lo sientas, creo que nunca se amaron. Lo mejor que hicieron fue divorciarse, cómo los tuyos. Y ahora sí que tengo que irme o mi madre me matará.

Cuando ella de marchó el joven decidió que era hora de llamar a su padre y contarle como había ido su primer día de escuela, sabía que él estaría de los nervios.

La conversación de ambos se alargó por al menos hora y media, el padre reía ante alguna de las ocurrencias de su hijo.

-Ya tenemos organizado el trabajo de literatura, me parece que mi compañera es buena.

-Bien, ¿tienes todos los libros que necesitas o tengo que mandarte alguno?

-Están todos en casa. Alex ha alucinado al ver la biblioteca.

-¿Alex? – preguntó el padre.

-Sí Alex Beckett mi compañera en el trabajo, ¿no te había dicho el nombre?

Beckett conversaba con su madre mientras ambas devoraban una pizza.

-Tenías que haber visto su biblioteca, nunca más volveré a decir que tienes muchos libros. Tiene hasta primeras ediciones.

-Vaya, sí que es interesante – decía tomando un sorbo de vino- ¿y cómo se llama ese chico?

-Mamá – protestó la joven.

-Sólo te he preguntado su nombre- contestó la madre levantando las manos en son de paz.

-Johan Rodgers, nació en Londres, sus padres se terminan de divorciar, la madre es editora y el padre escritor. ¿Conoces algún escritor famoso que se apellide Rodgers?- Su madre había dejado de sonreír.

-Que ahora recuerde no – contestó bebiéndose el contenido total de su copa.