¡Hola!


"Anécdotas que se cuentan" es una serie de diversos y dispersos momentos entre Neji Hyuga y Sakura Haruno.

Vigésimo cuarto momento sin sentido de la historia de los momentos sin sentido: Descerebrado

Resumen: "Por eso, Neji sabía que su odio debía parar. El odio de los miembros del Souke nunca terminaría y si él continuaba amenazando la supremacía de aquellos que podían dañarlo, si continuaba amenazando la vida de la heredera, su destino sería el mismo de Horo Hyuga, el descerebrado de la Rama Secundaria que fue demasiado beligerante".


Notas de autor: Intento de Dark Fic. Inspirado en el review de nachi: "me gustaría ver un oneshot entre ellos cuando aun eran gennin, con un Neji aun resentido con su clan y una Sakura aun fangirl".

Pido disculpas por hacer algo tan torcido y por el mal uso de vocablos. No es un fic políticamente correcto.

Forma parte del canon mental de "Destructor de Sellos" y me ayuda a preparar un Dark Fic, basado en la vida de Neji en la casa Hyuga, con el que pienso participar en un reto del Foro Aldea Oculta entre las Hojas.

Y perdonen las inconsistencias. Me dio pereza confirmar algunos datos.


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Descerebrado

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Hacía unos días, conoció la derrota ante el hombre que él, tan orondo, llamó perdedor. También descubrió la verdad que rodeaba la muerte de su padre y aprendió lo que significa el sacrificio.

Un perdedor y el hombre que más odiaba le dieron una lección que jamás olvidaría. La comprensión del significado de sacrificio marcaría su vida y, aunque él aun no lo sabía, guiaría su muerte.

Pero, ahora, Neji Hyuga solo era un niño de 13 años que descubrió hacía unos días que si no comprendía el valor del sacrificio se convertiría en un descerebrado.

Sí, un descerebrado.

Un sin cerebro.

Un… nada.

Un descerebrado como aquel miembro del Bouke que babeaba y la cabeza le guindaba hacia un lado en una dolorosa posición para el cuello, al que los miembros de la Rama Principal le fundieron el cerebro por considerarlo "beligerante".

Conocer la verdad sobre la muerte de su padre, desacomodó su mundo. Justo como el golpe que Naruto le dio y que aún le dolía… en el orgullo. Y, dado que sus habilidades intelectuales eran muy superiores para su edad, cuando su tío habló de la libertad de elegir la muerte y de aceptar la Voluntad del Fuego para proteger a quienes amaba, Neji entendió el verdadero sentido detrás de esas palabras.

Por eso, ahora su vida era una constante tortura. Tomar consciencia del verdadero significado de las palabras de su tío solo hacía que con cada segundo que pasara la necesidad de dar la vida por su clan, por sus primas, por su familia se volviera más imperiosa.

Esa mañana decidió visitar a Rock Lee en el hospital. Su compañero, bastante debilitado, pero con el ánimo inquebrantable, se mostró muy alegre de verlo e inmediatamente notó que la vida de Neji había dado un giro de ciento ochenta grados. No por nada ese muchacho de cejas gruesas que representaba el trabajo duro llegaría a convertirse en su mejor amigo.

Sin embargo, Neji, aun era un tipo metódico y calculador, cuyos pasos siempre tenían un doble significado, y aunque una sensación de afecto se despertó en él al saberse aceptado por su amigo, la visita a Lee tenía otra intención: reunirse con su maestro Gai, al cual había estado ignorando deliberadamente desde la tercera prueba de los exámenes chunnin.

Un hombre como Gai jamás olvidaría que su pupilo, aquel que llamaron genio, trató de asesinar a una contrincante, mucho más débil.

Al terminar el combate contra Hinata en los exámenes chunnin, Gai lo reprendió fuertemente. El resentimiento de Neji, en ese momento, creció tanto que renunció a sus enseñanzas, renegó de él y lo rechazó como maestro.

Ahora, Neji se acercaba para hacer las paces, dispuesto a demostrarle que era capaz de entender la gravedad de sus acciones.

Gai, a quien Neji llegaría a considerar como el más fuerte y valiente, le dijo que ya se había convertido en todo un hombre y le apretó con cariño el hombro. Neji agradeció la ausencia de gritos y volteretas ridículas, que, sin duda, lo avergonzarían.

Sin embargo, el apretón duró más de lo debido y la sonrisa en el rostro de su maestro, poco a poco, se convirtió en un gesto preocupado.

Estoy bien—confesó Neji, con voz trémula, impropia de él, consciente de que su maestro había intuido que ocurría algo mucho más grave—. Iniciaré entrenamientos con mi tío y mis primas— sorpresivamente continuó hablando—. Aprenderé nuevas técnicas y… estaré bien.

—Ella te perdonó. Ahora, tú debes perdonarte.

—Perdonar es el don de Hinata—murmuró, un tanto cohibido, ladeó la cabeza hacia un lado.

—Obsérvala y aprende ella. Demuestra que eres capaz de aprender cualquier técnica.

Neji olvidó que hacía unos instantes Gai había dicho que ya era todo un hombre, y lo miró, como el niño de trece años que, en realidad, era.

Asintió, solo porque era consciente de que no podía preocupar a su maestro, el cual estaba muy afligido por la condición de salud de Rock Lee. Él no sería quién le daría más problemas. Silencioso, se retiró, y una vez más agradeció que no hubiera aspavientos de energía. Realmente, Gai estaba pasando por un mal momento con dos de sus estudiantes fuera del camino Ninja.

Se detuvo en la parte de alta de una colina, unas terrazas más abajo podía observar a su prima Hinata, a Naruto y a la compañera de este. Deseó que no lo vieran, y así poder ignorarlos.

—¡Eh, Neji!—bramó Naruto, blandiendo ambos brazos, como si el uniforme naranja no fuera lo suficientemente llamativo.

Levantó la mano y deseó que ese gesto fuera suficiente para servir de saludo, pero Naruto quiso más: quiso una conversación, quiso un amigo. Y algún día llegarían a serlo.

—Hinata nos comentó que ahora entrenan juntos—exclamó Naruto, como si se tratara de una gran noticia.

Hinata asintió, sus mejillas coloradas confirmaron que saberse reconocida por Naruto le regocijaba; pero Neji no hizo ningún gesto, porque por el rabillo del ojo vio como la compañera de Naruto, la de cabello rosado, fruncía el ceño. Fue perfectamente claro para él que la mujer recordó que él intentó matar a Hinata en los exámenes chunnin… hecho que Naruto, que tanto juró vengarlo, ahora parecía haberlo olvidado.

Mientras Naruto parloteaba sobre ramen, perdedores, familias, traer a Sasuke de vuelta, libertad, ser Hokage y otras cuestiones que a Neji le importaban lo mismo que un pepino, decidió discretamente prestarle atención al libro abierto que era el rostro de Sakura Haruno.

Con los leves gestos que hacía con su cara, aun infantil, en la que su frente sobresalía mucho, descubrió que la chiquilla temió por la vida de Hinata, que estuvo preocupada por su salud y que tuvo miedo al saber que él sería el contrincante de Naruto. No le quedó ninguna duda de que festejó grandemente cuando Naruto lo derrotó.

Nada que no pudiera imaginarse si le prestara atención a cualquier aldeano; sin embargo, pudo leer más, por alguna razón, pudo conocer mucho más de ella.

Reconoció en el brillo de sus ojos que admiraba a Hinata porque fue capaz de perdonarlo… y, por un instante, cruzó por su cabeza que ella había deseado con todas sus fuerzas matar a alguien, igual que él…

Un pensamiento que duró un pestañeo, tan vago y tan inconcluso, como un suspiro que no tuvo la oportunidad de terminar, pero que removió todo su cuerpo. Sin embargo, pronto cayó en cuenta de su error y fue como un balde de agua fría. Era tan ingenuo. ¡Y Gai se había atrevido a decir que ya era un hombre!

Era claro que ella fue la destinataria de las intenciones de asesinato de alguien… Eran diferentes. Ella era como… Hinata. Alguien la quería muerta. Y ella, justo como Hinata, lo perdonó. Perdonó el deseo de terminar la vida de una persona…

De repente, la palabrería de Naruto le pareció tediosa y la bondad de Hinata molesta; de repente, Sakura Haruno le pareció una molestia… porque por un momento de debilidad él creyó que ella había experimentado el deseo de terminar la vida de otra persona… pero tan solo era como Hinata: capaz de perdonar la mayor barbarie. Porque solo una persona cuya vida había estado en riesgo entendería a Hinata… y él podía ver, claro como el agua, que de la misma forma que Hinata encontró inspiración en Naruto para continuar peleando contra él, Sakura encontró inspiración en Hinata para perdonar.

Su furia, esa que era capaz de hacer arder su interior pero de mantenerse oculta, porque había vivido furioso los últimos diez años, se vio interrumpida cuando un gennin se acercó con un mensaje para Sakura. Tsunade la buscaba.

¿¡Y a mí para qué me quiere!?—se quejó la niña—. La última vez me obligó a quedarme de pie durante horas sobre las aguas de un lago.

—Eso… es control de chakra, Sakura—susurró Hinata.

Sakura no se mostró muy interesada en su entrenamiento, sino que suspiró cansada y con la promesa de que se verían más tarde (obviamente, Neji no se dio por aludido) para comer ramen, se despidió.

—Iré a buscar al viejo pervertido de Jiraiya. Nos vemos luego, Hinata—se despidió también Naruto.

Neji miró la sonrisa triste de su prima, en la que se reflejaba la decepción por no haber logrado que Naruto se quedara más tiempo con ella. También notó que su propia mirada, la cual aun no lograba a suavizar, pero dentro de unos años aprendería a mirar con más calidez, ponía incómoda a su prima. Ella, temerosa, alzó los ojos hacia él y el destello de culpa se asomó… y él lo vio.

Hinata tenía el descaro de creer que ella fue la culpable de que él quisiera matarla. La odiaba. Le enervaba la sangre ese comportamiento dócil. Quería zarandearla y gritarle que ella era la líder del clan, que tomara el lugar que le correspondía y dejara de comportarse como una débil, que dejara de tenerle lástima y de sentir compasión por él.

Sin embargo, debía contenerse.

Ya no podía permitir que el odio, que tan fácil brotaba en él, se esparciera. Debía contener el desprecio, debía ignorar el calor en su sangre, debía olvidarse del impulso, debía dejar de llamarse genio… Ahora, que conocía el peso del sacrificio que hizo su padre, debía a aceptar su vida, como todo un hombre obediente y abnegado.

Debía olvidar al Neji que se atrevió a odiar a la figura más parecida a su padre, al Neji que se atrevió a odiar a una simple niña. Debía olvidar al Neji que entrenó solo, que perfeccionó técnicas sin ninguna asesoría. Debía dejar de sobresalir, de ser un genio, de ser el mejor. Debía enfocarse en su trabajo, en su clan, en su destino.

Al llegar a la mansión Hyuga, se les informó que la Hokage estaba presente. Hinata asintió presurosa y corrió a asistir en las labores protocolarias, mientras tartamudeaba disculpas a un criado por su retraso. Neji arrugó un poco la boca, molesto por la actitud de su prima, pero se encaminó sin mayores retrasos a las dependencias de la Rama Secundaria y al correr la puerta, se sorprendió de ver una acumulación de miembros del clan a fueras de una sala, usualmente vacía.

Se acercó despacio, y algunos de los presentes, que le respetaban, le abrieron campo. Sin embargo, debió hacer uso de toda su habilidad de estoicismo para evitar que la sorpresa y la incomodidad delataran sus pensamientos y miedos al ver la escena que se desarrollaba en el interior de la sala.

El patriarca del clan, acompañado por algunos miembros del Consejo del Clan y la Hokage y su asistente, si por asistente se puede considerar a Sakura Haruno, estaban al frente de una mesa tapaba por una sabana que parecía ocultar algo. Al notar su presencia, Hiashi hizo un gesto para que todos los mirones se marcharan.

—Neji, acércate—lo llamó, sin mirarlo. Neji corrió la puerta tras de sí, para mayor privacidad—. Tienes la madurez suficiente para representar los intereses de la Rama Secundaria del Clan Hyuga—dijo. Para Neji no pasó desapercibido el gesto de enfado de los tres miembros del Consejo, los cuales no estaban de acuerdo con su nivel de madurez—. Por eso es importante que presencies este juicio.

El semblante de Neji no cambió, pero él captó todos los movimientos del único semblante que sí cambió: el de Sakura Haruno, la muchacha formó una pequeña o con sus labios y levantó una ceja, un instante después frunció el ceño y miró de reojo a los presentes, recelosa. Cruzó miradas con ella y los dos de alguna forma se sintieron identificados: como si fueran los únicos que entendían que eran demasiado jóvenes para presenciar un juicio.

—En presencia de la Hokage, iniciamos la investigación para descubrir la verdad real de los hechos en el caso de asesinato de Horo Hyuga, encontrado muerto el día de hoy, pero cuya muerte ocurrió hace días.

Uno de los miembros del Consejo levantó la sábana y el cuerpo sin vida de un hombre quedó a la vista. El tufo de putrefacción fue insoportable.

Tsunade, sin inmutarse por la apariencia grotesca del cadáver, se acercó y lo examinó. Sakura dio unos pasos hacia delante, pero no se atrevió a estar tan cerca, aunque sí agradeció alejarse de los miembros del Consejo que se retiraron a una esquina de la sala. Solo Hiashi y Neji no movieron un centímetro de sus cuerpos.

—No fue una muerte natural, tampoco un suicidio. Alguien lo hizo—dijo Tsunade, huraña.

—Un asesinato—dijeron los miembros del Consejo. Sakura se sorprendió de verlos tan emocionados por encontrar un culpable, lo más pronto posible.

—No—interrumpió Tsunade—. Fue un acto de piedad.

Sakura no se atrevió a fruncir el ceño, aunque en su interior hizo mil muecas, pudo sentir como la atmósfera se congeló, en especial, cuando Tsunade salió de la sala sin mirar a nadie, sin acordarse de ella. Hiashi fue tras Tsunade, un instante después los tres ancianos también salieron.

Sakura movió levemente la cabeza hacia el frente para mirar de nuevo el cuerpo del hombre. Tsunade dijo que no fue un asesinato, sino un acto de piedad. ¿Cuál era la diferencia? ¿La intención, las circunstancias?

Curiosa, se acercó más. La piel seca estaba pegada a los huesos, retorcidos por años sin movimiento, el músculo y la carne habían desaparecido hacía mucho. Percibió que además de la parálisis corporal que padeció de vida, tuvo retardo mental. En las aldeas ninjas, no había muchas personas con discapacidades físicas y mentales a tal nivel. Alguien debió cuidar de él. Alguien debió mantenerlo con vida todos esos años. Porque en la dura vida ninja, una discapacidad no se perdonaba.

¿A caso el sufrimiento fue tanto que alguien decidió ponerle fin? Eso fue lo que dijo Tsunade.

Negó con la cabeza, y tomó con delicadeza la sábana, para cubrir de nuevo el cuerpo, pero tuvo una idea. Tsunade le había pedido que la acompañara por una razón. Con los dedos temblorosos, se atrevió a aplicar chakra, para hacer un diagnóstico. Ella podía hacer diagnósticos. Eso le había dicho Shizune que los ninjas médicos hacían.

Apartó las manos asustada al descubrir que había un daño severo en el cerebro y que tanto los canales de chakra, como las venas y arterias de la parte frontal de la cabeza estaban destruidas… intencionalmente. Aun no sabía mucho de cicatrización, pero su intuición le decía que las cicatrices internas que detectó tenían muchísimos años.

Retrocedió y no pudo evitar que su mirada asustada se clavara en Neji. El muchacho la ignoró y terminó de cubrir el cuerpo con la sábana.

Neji no tenía ninguna intención de seguir viendo el rostro de Horo. Aun tenía demasiado presente como las líneas del sello de Horo desaparecieron cuando él le quitó la oportunidad de respirar, porque vida, ese pobre hombre hacía muchos años que la había perdido, como para tener que soportar que los miembros de la Rama Principal de su familia se pasearan por su casa con el cadáver de Horo, el descerebrado, en busca de un culpable... cuando todos en la casa sabían quiénes eran los culpables.

La noche antes de que iniciaran los exámenes chunnin, Neji había estado inusualmente intranquilo. Sabía que tendría la oportunidad de aniquilar a Hinata: un descuido en el Bosque de la Muerte o la oportunidad de lucha en alguna prueba. Deseaba esa oportunidad y no tenía miedo. Con cada segundo que pasaba sus ansias de acabar con ella crecían más. Vengaría la muerte de su padre, vengaría que le pusieran el sello, vengaría que destruyeran el cerebro de Horo.

Antes de salir de la mansión de Hyuga, buscó a Horo Hyuga. Estaba acostado –como cada día desde hacía más de treinta años- en una estera. Tan solo era un poco de pellejo y huesos, al que le guindaba la cabeza y nunca era capaz de cerrar los ojos ni la boca por completo. Tan solo era un hombre adulto, con el cuerpo de un niño, con la mente fundida, y capaz de babear todo el día y la noche.

Pero Neji, ese día, decidió obedecer, por fin, a la mirada implorante que Horo le dirigía. Decidió que había llegado el momento de responder al llamado de esos ojos grandes y secos, perdidos y muertos, que suplicaban morir. Un golpe certero lo aniquilaría limpiamente: el golpe que se había imaginado terminaría la vida de Hinata. Sin embargo, Horo no merecía aquello.

Se sentó a su lado y le tomó la mano. Milagrosamente, Horo le estrechó, su fuerza apenas perceptible. Neji le acomodó la cabeza, y un leve gesto de alivio se asomó en el rostro del hombre que suplicaba mayores cuidados. También, Neji humedeció una toalla y limpió las llagas del costado, pues tantos años de permanecer acostado, le habían destruido la piel. Lo miró de nuevo a los ojos y detuvo el corazón con un movimiento pulcro y controlado del Puño Suave. Horo era incapaz de controlar los músculos de su cara, pero el suspiro de alivio que soltó antes de morir enterneció a Neji.

Neji con ese pecado a rastras, fue en busca de más pecados. Fue en búsqueda de la muerte, que no sería piadosa, de Hinata. Con el peso de haber terminado la vida del descerebrado del clan entró al edificio donde se realizaría la primera prueba del examen chunnin, donde le enfureció saber que Hinata al ser una poseedora del Byakugan, por más indigna que fuera, tendría una ventaja sobre los demás, tendría la misma ventaja que él, para resolver la primera prueba.

—Lo lamento—interrumpió la tímida voz de Sakura. Neji la miró de reojo y pudo ver que la muchacha estaba sorprendida de sí misma, al parecer había mostrado preocupación por una situación que no giraba alrededor del único problema que consideraba grave: la ausencia de Sasuke—. Debió sufrir mucho. Y tal vez… la muerte era lo mejor para él.

¿Qué podía saber ella sobre lo que era mejor para las personas? ¿Qué podía saber ella del dolor?

Frunció el ceño molesto, recordó la angustia y cólera que lo guiaron para hablar y revelar su historia a Naruto, durante su batalla. Sin embargo, enfrentarse con la postura insegura de la chiquilla y percibir el deseo de superación, de querer encontrar una forma de hacer las cosas bien y de que, de alguna forma, su compañía fuera útil, le hizo preguntarse si toda la vida debería luchar contra su propio enojo.

En cuestión de horas, se había enojado tantas veces, por situaciones tan nimias que su cabeza convertía en volcanes, que se maldijo por entorpecer con su rencor el duro camino que debía transitar ahora que conocía la envergadura de los hechos que guiaron la muerte de su padre.

Si no quería desperdiciar el sacrificio que hizo su padre debía saber que una persona que debe destruirse a sí misma para hacerse fuerte no puede avanzar. Parecía que lo único que le quedaba era perseverar en el difícil arte de evitar que el rencor volviera a él.

Aun las palabras de su tío no representaban un alivio suficiente, aún las razones de la decisión de su padre le mortificaban. Había llorado y se sintió conmovido, pero no podía pretender un cambio de la noche a la mañana.

Después de todo, el sello dibujado en su frente no desaparecería por más que su tío prometiera que no volvería a ser utilizado.

Después de todo, el riesgo de convertirse en un descerebrado y de tener que esperar treinta años para que alguien termine con su sufrimiento aun existe, porque los miembros de la Rama Principal siguen conociendo del jutsu que activa su maldición.

—Tal vez ese era su destino—murmuró.

Sakura lo miró de reojo y apenas se atrevió a asentir. Se removió incómoda y trató de salir, pero no alcanzó la puerta. Neji conocía demasiado bien a ese tipo de personas, una necia, preguntona, que se daba aires de siempre saber todo. Sakura no se iría de la sala sin hacer la pregunta que revoloteaba por su cabeza, sin descubrir si Neji estaba implicado en la muerte de Horo.

¿El… el Sello del Pájaro Enjaulado hizo eso?—preguntó ella—. Me refiero a la parálisis…—agregó, apenas conteniendo su exaltación. No le gustaba ser mal educada, pero le gustaba menos no resolver una duda, ya tenía suficiente con los misterios del rostro de Kakashi y del paradero de Sasuke. Neji, obviamente, no tenía ninguna intención de contestar, así que ella, imprudente, continuó—. Si es así, entiendo por qué odiabas tanto a Hinata… a lo que creías que Hinata representaba.

Las cejas de Neji se levantaron apenas un centímetro sorprendido porque no sintió el enojo bullir en su interior. Sino que una inusual sensación de agradecimiento lo embargó: Sakura Haruno habló en pasado. Habló como si él hubiera cambiado. Como si él ya no fuera el mismo de antes; y si ya no era él mismo de antes, por tanto, su destino ahora tampoco era el de antes.

Hizashi Hyuga decidió morir para proteger a su hermano, a su hijo, a su familia, con su muerte previno una guerra y protegió el Byakugan. También evitó convertirse en un descerebrado y evitó soportar que Neji se convirtiera en uno.

Su sello desapareció. Ya es libre de los grilletes de la maldición—dijo él, sin sorprenderse por compartir más de dos palabras con aquella niña y sin inmutarse por la confesión que hacía—. Él había decidido morir, pero no lo había logrado… hasta ese día.

Sakura no tuvo miedo. Bajó el rostro y recordó una frase que había leído.

—La libertad es lo que haces con lo que te han hecho.

Ahora, Neji comprendía que la perseverancia y el sacrificio eran más importantes que el talento, pero eso no quería decir que fuera incapaz de reconocer el talento, Sakura tenía talento.

El Sello del Pájaro Enjaulado era lo que les hicieron a él, a su padre, a todos los de la Rama Secundaria… y a Hinata, a Hiashi, y a todos los de la Rama Principal. El Sello Maldito los condenaba a vivir sumisos, obedeciendo siempre a aquellos que tenían el poder de convertirlos en descerebrados con un sencillo movimiento de manos. Por eso, la única decisión libre era el único destino que todos compartían: la muerte.

Para quienes tenían el Sello del Pájaro Enjaulado pintado en la frente, la libertad se alcanzaba cuando decidían cómo morir. Y ahora entendía la última lección de su padre: la muerte debía ser elegida como un sacrificio.

Comprender la palabra sacrificio era lo mismo que evitar ser un descerebrado. Horo nunca aceptó sacrificar su vida y sus oportunidades por el clan, por los secretos del Byakugan, por su familia. Así que el sello fue utilizado hasta que el cerebro se fundió.

Hizashi vio una oportunidad para huir de ese destino y para salvar a su hijo, al que no pudo evitar que sellaran, cuando la Aldea del Rayo exigió la muerte de su hermano. Hizashi entregó su cuerpo a la muerte en un sacrificio. Sacrificó su vida, la relación con su hermano y con su hijo, salvó a la aldea de una guerra en una situación complicada y escogió qué hacer con lo que le habían hecho: escogió que el Sello del Pájaro Enjaulado desapareciera de su frente gracias a un sacrificio.

Por eso, Neji sabía que su odio debía parar. Porque el odio de los miembros del Souke nunca terminaría y si él continuaba amenazando la supremacía de aquellos que podían dañarlo, si continuaba amenazando la vida de la heredera, su destino sería el mismo de Horo Hyuga, el descerebrado de la Rama Secundaria que fue demasiado beligerante.

El camino para perdonarse a sí mismo por lo que había hecho, sería duro y lento, pero él había visto que el esfuerzo y la perseverancia daban resultados. Así que perseveraría para cambiar su destino.

—La próxima vez que pelee contra Naruto, no perderé—dijo.

Sakura, por un momento olvidó que apenas lo conocía, que estaban en la misma sala que un muerto, que habían sido convocados para presenciar un juicio, que no era capaz de entender todo por lo que él había pasado en los últimos días… y sonrió.


Muchísimas gracias por leer y llegar hasta aquí.

Estoy experimentando nuevas ideas y tramas, más oscuras y complejas. Sé que esta anécdota tiene muchas deficiencias, pero quería dejarlo plasmado como el primer esbozo. Estoy desarrollando apenas la idea, no sé si quedó del todo claro (me parece que las ideas me quedaron desordenadas), así que agradecería muchísimo si me pueden dar su opinión de esta anécdota.

Son niños y nunca habían cruzado palabra, así que la idea es ir rompiendo el hielo entre ellos, que tengan algo que los una, pero sin estar ligados. Para quienes han leído Destructor de Sellos saben que los Hyuga son los villanos, así que quería justificar un poco por qué (mientras exista el sello, no puedo aceptar que la relación mejore: hay una clara diferencia de poder que inclina la balanza, siempre, en contra de Neji).

Y muchísimas gracias por leer la anécdota anterior y dejar comentarios. Me hizo muy feliz que les llamara la atención y les gustara.

Les prometo (si todavía alguien sigue por aqui) que en la próxima tendremos de invitado especial a Sakuramaru, y las dudas de masculinidad de Neji. XD

Un abrazo y muchas gracias por su apoyo!

No olviden el review :)


PD: La libertad es lo que haces con lo que te han hecho es una frase de Sartre.