No podían quedarse en casa de sus tíos eternamente. Una cosa era ir de visita, pero vivir seis personas más… Si alquilaban una casa con las dimensiones mínimas para mantenerse en la sociedad, apenas les llegaría para comer, y por mucho que intentasen ajustarse a sus exiguos ingresos, sabía que entre su madre y sus hermanas pequeñas en poco tiempo se agotarían.
El mundo era tan injusto. No podían trabajar casi en ninguna profesión, no podían heredar en determinadas circunstancias, y tras la muerte de su querido padre, ni siquiera les iba a quedar las amistades de toda la vida. El Sr. Collins les dejó tan poco tiempo, que prácticamente las echó de allí después del entierro, a pesar de las suplicas de Charlotte.
En la habitación que compartía con Jane, había llorado, y mucho, pero también había decidido el rumbo que tenía que tomar su vida. Por algunos momentos se había arrepentido de rechazar las dos propuestas de matrimonio recibidas, un tema muy recurrente en esos días por su querida madre, haciéndola sentir más culpable. Y eso que solo conocía una de esas, pero ahora ella podía haber continuado en su casa, rodeada de sus conocidos y con las mismas costumbres. Tampoco se daba cuenta que la cosas no hubiesen seguido igual . Ella no hubiera podido permitir que a sus descendientes le ocurriera lo que a ellas les había pasado. No querían que dependiesen de casarse o morirse de hambre, por lo que el ahorro se hubiese impuesto. Pero también sabía que el haberlas aceptado, si, habría solucionado su vida económica, pero la personal era otro costal. El Sr. Collins prácticamente le había restregado la desdicha de la oportunidad perdida. Del Sr. Darcy no tenía noticias, ni una nota de condolencias. Y en este caso puede que hubiese resuelto su vida pero no significaba que hubiese podido ayudar a su familia dada la opinión del caballero.
Jane y ella habían hablado mucho de su futuro. Su hermana se quedaría con los tíos, cuidando de los niños. Tendría un techo, comida y ropa. E incluso podría mantenerse dentro de la burguesía comercial de la ciudad, acudiendo a algunas veladas y diversiones. Aunque estuviese trabajando, al ser de la familia y muy querida, seguro que la tía le ofrecería oportunidades de conocer gente nueva.
Mary había tenido la suerte de conocer a un joven pastor y prometerse con él. Pero la exigua renta que éste recibía más los intereses de las 1000 libras que le correspondían a ella de la herencia, no le permitía ayudar a su familia mas allá de ofrecerle una pequeña habitación a su madre, ya que también una hermana pequeña y la madre del joven párroco estaban a su cargo. Por suerte la casa parroquial era lo suficientemente amplia con sus cincos dormitorios, para que todos intentasen vivir cómodamente y en la mejor armonía posible. Aun así, su madre tendría que hacer verdaderas virguerías para poder pagar a su doncella y vivir lo dignamente que consideraba ella con solo las 100 libras anuales que le habían asignado. Pero al menos tendría una casa "solo" un poco más pequeña que Longbourn, con una cocinera y una criada, y un vecindario lo suficientemente amplio para entretenerse.
Qué hacer con Kitty y Lydia había sido el tema de muchas discusiones. Sin apenas conocimientos, y según su hermana sin educación, sería complicado que encontrasen un trabajo. Y pese a sus aires de grandeza, ningunos de los pretendientes que decían tener, habían ido a solucionarles la vida. Así a pesar de las lágrimas y pataleos, decidieron, ya que eran menores de edad, que buscarían un internado donde las pudiesen refinar y enseñar algo útil. Al fin y al cabo todavía eran muy jóvenes y podían formarse para poder ganarse la vida como institutrices o damas de compañía, algo que ahora era imposible. El problema era que con las 100 libras anuales que quedaban y lo poco que pudiese aportar Lizzy en caso de encontrar empleo, eran pocas las opciones que había, y por tanto peores posibilidades tendrían en el futuro. La otra opción era coger parte del capital para invertirlo en educación, pero si después tampoco conseguían un empleo mejor, tendrían una renta inferior para sobrevivir en el tiempo venidero.
Las dos hermanas mayores se acercaron hasta el centro. Debían ir a recoger los últimos papeles del abogado, y de paso, Lizzy quería mirar solicitudes en las agencias dedicadas a la colocación de institutrices. A pesar de no tener conocimientos de dibujo, del resto de materias estaba lo suficientemente preparada para colocarse en casa de algún caballero.
De camino de vuelta, pasaron por una de las calles mas comerciales de la ciudad. Aunque no era la época que mas gente se encontraba en la ciudad, ya que el verano estaba a las puertas y muchos eran los que la habían abandonado por el campo, se notaba que era la hora de compras de los restantes habitantes.
A pesar del bullicio, Lizzy se quedó paralizada cuando a pocos metros de ella un caballero le ofrecía el brazo a una dama mientras la miraba con unos ojos cargados de adoración. El frenazo pilló a Jane algo desprevenida, pero mucho mas a los señores que andaban detrás de ella provocando un choque involuntario, y una pérdida de equilibrio. El revuelo causado captó la atención, y a los pocos segundos, Jane no era la única que se interesaba por la joven vestida de luto.
Todavía sin reponerse de la sorpresa de encontrarse con Elizabeth, en la ciudad, ¡y vestida de negro!, el verla caer hizo que sus músculos se pusiesen en movimiento para socorrerla. No pensó, simplemente actuó. Estaba pálida. ¿Era solo por el golpe o por encontrarse con él? Pero no podía dejarla marchar, no en ese estado a pesar de la insistencia de ella de que estaba bien. Pero ni a él se lo parecía, ni a la señorita Bennet tampoco cuando le suplicaba que era mejor descansar un poco. Además algo tenía que haber ocurrido en la familia para que ambas fueran de luto.
Le había pedido al chico de la librería de Ronaldson´s que fuera a por su carruaje. A los pocos minutos, y mientras intentaba que no se marchasen las hermanas, estaba a su lado. A pesar de las protestas, terminaron aceptando. Georgiana subió al coche rápidamente para poder ayudar a Lizzy desde arriba. La joven, había comprendido que no era el momento de las presentaciones, y únicamente buscaba la forma de ser útil. Dejó a las señoritas Bennet los lugares principales, y se sentó frente a ellas. Su hermano se lo agradeció son una sonrisa.
El coche arrancó, encaminándose hacia la casa de Grosvenor Square. No tenía la intención de dejarlas marchar antes de asegurarse de que estaban bien y habían descansado.
Elizabeth no sabía donde mirar. Se sentía incómoda, tanto por la situación como por estar frente al Sr. Darcy y su acompañante. Precisamente haberse encontrado con él en ese momento. Claro que había sido muy caballeroso, pero en esos instantes casi hubiese preferido estar frente a cualquier desconocido. Además se miraba con la joven que le acompañaba de una forma tan íntima, como nunca la había mirado a ella antes. Se acurrucó sobre su hermana. No había ni siquiera terminado de procesar esos pensamientos, cuando el carruaje se paró. Estaban delante de una sobria casa, de dimensiones considerables para estar situada en la ciudad. De piedra blanca, Lizzy no sabía si se sentía mareada por el golpe o por las circunstancias. Entre Jane y el Sr. Darcy, consiguió entrar. La tendieron en un diván y le trajeron bebidas y un paño húmedo para la cabeza.
El Sr. Darcy las dejó para que entre una doncella y Jane pudieran comprobar si tenía alguna herida mas para curar. Mientras, el solicitó la visita del doctor. Sabía que eso no le iba a gustar a Elizabeth, pero prefería correr ese riego a que le ocurriese algo. Por suerte solo tenía un golpe, que aunque había sido aparatoso, no tenía consecuencias. Le recomendó que descansase un rato y después que repusiese fuerzas comiendo. Esa sugerencia hizo que la cocina de la casa se pusiese a trabajar a un ritmo frenético de todo lo que solicitó el dueño de la casa para poder ofrecerle a la joven una hora después.
Después de dormitar un rato, vigilada por Jane, en el mas absoluto silencio, dieron aviso al señor Darcy de que ya se había despertado tal y como había solicitado. Tras tocar suavemente a la puerta, entraron ambos hermanos. Elizabeth fue sorprendida hablando en voz baja con Jane sobre que deberían agradecer y despedirse. Al verlos entrar, enrojeció y empezó a hablar, dando las gracias por las atenciones recibidas, pero que deberían marcharse. Ante ello, el contestó diciendo que solo seguía las ordenes del doctor. La joven, tímidamente añadió que había un refrigerio preparado y que no podían marcharse antes. Al hablar Georgiana, Darcy recordó que no las había presentado dada las circunstancias del encuentro. Así que procedió a ello. Lizzy se quedó sorprendida, pensando que ella era la señorita Darcy de la que tanto había oído (y leído). Al mirarla a los ojos, comprobó que eran los mismos que los de su hermano, de ese azul cielo, solo que los de ella tenían una inocencia, que le recordaba a la mirada de su hermana mayor.
No quedándole mas remedio que aceptar, la llevaron hasta el comedor, donde no era un pequeño refrigerio como le habían dicho lo que había. Parecía mas bien un banquete. A pesar de sus protestas, y de empezar algo desganada, apenas empezó con la sopa, la cual estaba riquísima, continuó por diversos platos de carnes, aves y pescado, que hasta Jane estaba sorprendida. Para los demás, aunque era pronto para la hora de comer, decidieron acompañarla para no hacerla sentir extraña. Mientras tanto, Darcy fue realizando preguntas para enterarse de lo ocurrido. Había estado 3 meses fuera del país, por temas de negocios , pero en el aire parecía flotar las sospechas de todos sobre el verdadero motivo.
Apenas las había dejado dentro del carruaje que iba a acercarles hasta cerca de casa de sus tíos (Lizzy le había pedido que no la llevaran hasta la puerta para no tener que preocupar a su familia explicando lo ocurrido), se dirigió a su despacho. Quería pensar, solo, lejos de miradas curiosas de la servidumbre. Se sentía invadido por una corriente de sentimientos contradictorios. Alegría, preocupación, indignación, desesperación y… amor. No podía ocultarlo, a pesar del tiempo pasado y los intentos por enterrarlo, no conseguía evitar que a pesar de lo ocurrido su corazón se desbocase al verla, escuchar su voz, o rozar su brazo. Tanto, que le parecía extraño que nadie mas lo hubiese oído.
Pero que podía hacer. Si ofrecía su ayuda no sería aceptada, aunque fuese sin condiciones. No pertenecía a su familia, no les unía ningún lazo, y podía ver claramente que aun suponiendo que estuviese dispuesto a casarse con ella conociendo sus sentimientos, ella no lo aceptaría ni con el cambio de situación.
Siguió paseando por el despacho, durante tanto tiempo que no se fijó que el atardecer se iba acercando. Oyó un toque suave en la puerta, que solo podía ser de una persona, Georgi. Al mirarla vio como sus ojos cristalinos, se oscurecían por la preocupación. No hacía falta que le dijera nada, sabía por lo que él estaba pasando. Lo había visto caer y levantarse para recomponer las piezas, hasta ahora.