InuYasha no me pertenece. Solo la trama es mía y algunos de los personajes ficticios.

Este fic constara de capítulos cortos que subiré cada tres o cuatro días. Comenten!


VEGAS, BABY.

PRIMERA PARTE

1.

Y así de borrachos se dirigieron al registro civil. Champagne barata, un velo falso y un moño de juguete. ¿Quién era? Ah, claro. Era Elvis Presley haciéndoles firmar un papel tonto. Que risa, pensó. No importa, lo firmare. Vio al chico a su lado. Por Dios que era guapo…era guapísimo. Era InuYasha. Su amor platónico de toda la vida. El chico por el cual había sufrido mares, días y noches. ¿Qué hace aquí, si me odia? Se preguntó. ¡Bah! ¿A quién carajos le importa? Estoy con él, es lo que importa. InuYasha a su lado, le susurraba lo hermosa que era, lo mucho que lamentaba haberse perdido de ella por tantos años y ella no podía hacer nada más que derretirse como miel en todo el suelo.

―Los declaro, marido y mujer ―dijo Elvis. Kagome e InuYasha lanzaron una carcajada que llegó a contagiar a todos los presentes―. Puede besar a su novia, caballero ―le dijo Elvis, y 'Jailhouse Rock' empezó a tocar, para que ellos empezaran a besarse como locos.

― ¡Estamos casados! ―se carcajeó ella, abrazándole por el cuello mientras se dirigían hacia la salida.

El la besó una vez más.

―Kagome Taishō ―exclamó sonriendo como estúpido―. Señora de Taishō. Kagome Taishō ―repitió embobado.

― ¿Eso significa que compartiremos una misma cama? ―preguntó riendo.

― ¡Carajo que sí, nena! ―le gritó y le dio una nalgada.

Ella se carcajeó.

―Pidamos un taxi ―dijo ella.

Como pudieron, pidieron uno y a risas y gritos, se subieron para darle el nombre del hotel al acostumbrado taxista. El Resort Wynn se hizo grande ante ellos y mientras InuYasha le pagaba los dólares al taxista, Kagome corrió hasta la entrada para alucinarse con las luces.

― ¡Estoy casada! ―gritó emocionada―. ¡Con InuYasha Taishō! ―gritó de nuevo.

La poca gente que había por ahí la vio como bicho raro y otros no prestaron atención.

―Vamos, nena ―le dijo él tomándole de la mano.

Ella sonrió y asintió sintiéndose en un sueño.

¿Por qué InuYasha me llama nena? Se preguntó. Siempre me dice cosas como tonta o cabeza dura, nunca me había llamado nena. ¡No importa! Estas con él, bésalo, le ordenó su consciencia.

Y lo hizo haciendo que InuYasha sonriera ante eso. ¡Cuánto la deseaba! Era hermosa. Cada curva, cada cabello, sus ojos, su voz y la forma en la que siempre lo había visto a él, solo a él. No existía nadie más para ella, él lo sabía. Y no podía sentirse más afortunado por eso. ¿Y ahora? ¿Qué hacían? ¿Por qué no se encontraban peleando como siempre? No importa, InuYasha. La tienes para ti, sin peleas, sin discusiones. Aprovéchala, le susurró su mente.

Llegados al elevador, se empezaron a besar como locos.

―Oh, nena…eres tan hermosa ―le susurró en el cuello, mientras besaba y mordía haciendo gemir a Kagome.

―No pares, InuYasha…

―No lo haría ni aunque lo pidieras ―le dijo con voz ronca.

Llegando a uno de los últimos pisos, donde las habitaciones más lujosas se encontraban, InuYasha tomó a Kagome de la mano para arrastrarla fuera y con dificultad, sacar la tarjeta llave y abrir una habitación. Kagome entró ansiosa. ¡Estaba sola en una habitación, con InuYasha! Con él, con él, con él. Podría morir justo ahí.

Se sintió empujada en la cama y rio viendo a InuYasha abalanzarse sobre ella.

―Abre un condón ―dijo Kagome tomando uno de la mesita de al lado.

―Así está bien ―dijo él.

Ella se encogió de hombros.

―Bueno ―sonrió.

Y después, no recordó nada.