Diclaimer: Los personajes de The Hunger Games no me pertenecen.

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EL REGRESO A CASA

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Cuando despierto me doy cuenta de que estoy en un lugar extraño, con una suave luz amarilla sobre mi cabeza. Me cuesta varios minutos recordar todo lo que pasó, y cuando por fin lo hago me da miedo moverme. Estoy en una habitación en la que sólo está mi cama; ni puertas ni ventanas a la vista. El aire huele a desinfectante y antiséptico. Del brazo derecho me salen unos tubos que se meten en la pared blanca que tengo detrás. Estoy desnuda, pero la ropa de cama es reconfortante. Después de un rato me animo a sacar las manos de la colcha y noto que están limpias, con las uñas esculpidas y libres de cicatrices. Me toco el hombro y noto la piel rugosa, pero ya no hay dolor, y la herida parece haber sanado casi del todo. Estoy asombrada con la alta tecnología del Capitolio, sobre todo porque antes de desmayarme creí que si lo hacía no volvería a despertar. Lo que pasó después de que el aerodeslizador nos recogió no lo recuerdo.

Me siento con cuidado y algo de dificultad; hay unas correas que me sujetan las piernas pero no hago caso; ¿cuántos días habrán pasado? Supongo que no tengo forma de saberlo. Pasan unos días desde que termina la competencia hasta que presentan al vencedor, ya que la mayoría de las veces éstos están tan desnutridos y lastimados que en realidad no resultan muy atractivos a la cámara. Nosotros tuvimos la suerte de estar bien alimentados, pero estábamos muy heridos; yo al menos.

Me devano los sesos intentando recordar cómo llegué aquí, pero lo único que recuerdo es a Gale gritando mi nombre antes de que todo se volviera negro. Lo bueno es que lo recuerdo sano y salvo, lo que quiere decir que está vivo. Los dos lo estamos, o por lo menos lo estábamos cuando nos sacaron del estadio.

De repente una puerta de desliza en una de las paredes blancas y por ella entra una chica avox con una bandeja de comida en las manos, distrayéndome. Quiero hacerle un millón de preguntas, pero al instante recuerdo que, tristemente, no puede responder a ninguna. Pone la comida sobre mis muslos y presiona algún botón que me ayuda a sentarme mejor; acomoda mis almohadas y, como mis manos están algo débiles, me ayuda a sujetar la cuchara hasta que mis dedos vuelven a moverse con libertad. Me ha servido un cuenco de caldo, una pequeña ración de puré de manzana y un vaso de agua. Bien, siento como si mi estómago estuviera cerrado de todas formas.

Tras asegurarse de que empiece a comer ella se da la vuelta para salir, entonces, a pesar de que sé que no puede responderme, le suelto la duda que necesito aclarar para poder seguir estando tranquila. Tomo aire y hablo al fin:

—Gale…— suspiro; ella se detiene y se gira para verme a la cara, dándome a entender que está escuchándome; eso me da más valor— Por favor, quiero… Necesito saber que él está bien…— ruego. Ella pareció asustarse con mi pregunta, lo cual es muy extraño; sin embargo, tras mirar hacia todos lados como si se asegurara de que nadie puede verla, asiente con firmeza, dedicándome una sonrisa tímida que agradecí. Después de eso sale por la misma puerta, que se desliza silenciosamente hasta volver a desaparecer en la pared. ¡Claro que Gale lo ha logrado! Él es un sobreviviente después de todo, pero recibir la confirmación de esa chica era lo que necesitaba para al fin estar en paz. El resto sólo es recordar que Gale me ama como yo a él, y que hemos ganado juntos.

Gale me ama, y yo a él...

Nunca me había sentido así por alguien; es extraña la sensación de saber que serías capaz de hacer cualquier cosa por otra persona que hacía sólo unos días atrás decía odiarte. Supongo que así es esto. En el Distrito 12 casi nunca salía de casa; soy más bien reservada, así que no se me dan muy bien las relaciones humanas. No tenía muchos amigos, mucho menos pensaba en tener un novio, y ahora...

Mis mejillas arden ante la idea, así que intento llevar mis pensamientos hacia otro lado.

Cinna y Portia andarán por aquí, creando nuestro vestuario para las apariciones públicas. Haymitch y Effie estarán disponiendo el banquete para los patrocinadores y revisando las preguntas de las últimas entrevistas. En casa, en el Distrito 12, mi padre estará inmerso en el caos de organizar las celebraciones de bienvenida para Gale y para mí, sobre todo porque las últimas fueron hace casi treinta años, y porque es su hija la que regresa vencedora. Supongo que mi madre estará ayudando también, dejando de lado sus jaquecas.

¡En casa! ¡Mi padre y mi madre! ¡Peeta! El pensar que por primera vez deseo estar de regreso en el Distrito 12 me hace sonreír. ¡Pronto estaré en casa! En mi hogar.

Quisiera salir de la cama y verlos, pero me abstengo. Algo en mi cabeza dice que no sería buena idea intentarlo. Sin embargo, a pesar de que me quedo muy quieta, noto que un líquido frío sale de uno de los tubos y se introduce por una de mis venas; pierdo la conciencia casi de inmediato.

Lo mismo sucede una y otra vez durante un periodo indefinido: me despierto, me alimentan y me vuelven a dejar sin sentido. Es como estar en un extraño crepúsculo continuo.

La tercera vez que pasa abro los ojos Haymitch está esperándome con una bandeja de comida. Al instante se me llenan los ojos de lágrimas, y noto que a él también, así que casi instintivamente extiendo los brazos hacia él, que me abraza con fuerza.

Realmente nunca me ha desagradado Haymitch; en casa sólo me producía indiferencia, pero ahora todo es diferente.

—Muy bien hecho, Madge— me dice; es la primera vez que me llama por mi nombre— Lo lograste.

—Lo logramos— corrijo, limpiándome la cara con una mano. Haymitch se endereza y sorbe disimuladamente por la nariz, cubriéndose los ojos con la manga de su chaqueta como si se protegiera de una luz muy brillante.

—Sí... Bueno... Come algo, ¿quieres?— se sienta al lado mío y me ve comer en silencio. Por alguna razón veo en su rostro que no quiere preguntas, pero me mira fijamente y asiente, como si supiera lo que quería preguntarle.

Apenas termino mi ración de puré de manzana vuelven a inyectarme los sedantes, y los labios de Haymitch sobre mi frente son lo último que siento antes de quedarme dormida.

Pasan más ocasiones en las que no veo a nadie; entonces, por fin, llega un momento en que me despierto y no tengo nada clavado en el brazo derecho. También me han quitado la correa de las piernas y soy libre para moverme a mi gusto. Empiezo a levantarme, pero me detiene la visión de mis manos: la piel está perfecta, suave y reluciente. No sólo han desaparecido sin dejar rastro las cicatrices del campo de batalla, sino también la pequeña marca que tenía de la estufa de mi casa. Me toco la mejilla y parece de satén; cuando intento buscar la puñalada del hombro, no encuentro nada.

Saco las piernas de la cama, con la incertidumbre de no saber si soportarán bien mi peso, y compruebo que están fuertes y preparadas, aunque las siento un poco temblorosas. Al pie de la cama encuentro un traje que me hace estremecer, el mismo que llevábamos todos los tributos en el estadio. Me quedo mirándolo, insegura, hasta que recuerdo que, obviamente, es lo que tengo que ponerme para saludar a mi equipo.

Me visto con lentitud y espero; la puerta de la pared se abre sola. Salgo a un pasillo amplio y vacío que no parece tener más puertas. No obstante, debe de haberlas, y detrás de una de ellas tiene que estar Gale. Ahora que estoy consciente y en movimiento intento serenarme para no salir corriendo en su búsqueda.

— ¡Madge!— Oigo que alguien grita mi nombre, aunque no es su voz, sino una que me provoca primero irritación y después alegría: Effie.

Me vuelvo y los veo a todos esperando en una gran sala al final del pasillo: Effie, Haymitch y Cinna. No puedo evitar la sonrisa que se posa en mis labios. Quisiera correr hacia ellos, pero todavía no confío en mis piernas temblorosas, así que camino. Abrazo primero a Haymitch, y no puedo evitar colgarme de su cuello mientras río como nunca le he hecho; Effie está algo llorosa y no deja de darme palmaditas en el pelo y de hablar sobre cómo le decía a todo el mundo que éramos perlas. Cinna se limita a abrazarme con fuerza y no dice nada. Me recuerda un poco a Katniss, mi amiga del Distrito 12. Entonces veo que Portia no está y tengo un mal presentimiento.

— ¿Dónde está Portia? ¿Con Gale? Gale está vivo, ¿verdad?— la voz me tiembla al preguntar eso.

—Está bien, pero quieren que los dos se encuentren en directo durante la ceremonia— responde Haymitch.

— ¿Por qué?— digo, enfurruñada porque quiero verlo y comprobar que de verdad está a salvo. Effie ríe y me abraza.

— ¡Oh, que bello es el amor joven!— canturrea— En verdad nos sorprendieron... ¡Se ven tan lindos juntos!

—Ya, ya, Effie— la interrumpe Haymitch, en tono molesto— Deja que vaya con Cinna para prepararse.

— ¡Ya oí, ya oí!— chilla ella, fulminándolo con la mirada para luego mover las manos delante de su cuerpo como si repartiera polvos mágicos por el aire— Cariño, ¡el público te ama!— dice antes de que Haymitch se la lleve lejos.

Es un alivio estar a solas con Cinna, sentir su brazo protector sobre los hombros y alejarnos de las cámaras, recorrer algunos pasillos y llegar a un ascensor que nos conduce al vestíbulo del Centro de Entrenamiento. Eso quiere decir que el hospital está en el sótano, incluso debajo del gimnasio en el que los tributos practicábamos haciendo fogatas y tirando cuchillos. Las ventanas del vestíbulo están oscurecidas y un puñado de guardias lo vigilan todo. Nadie más nos ve llegar al ascensor de los tributos. Se oye el eco de nuestras pisadas en el vacío. Cuando subimos a la duodécima planta, me pasan por la cabeza las caras de todos los tributos que nunca regresarán y escondo la cabeza en el hombro de Cinna para no llorar; él lo entiende, porque me abraza con más fuerza.

Entonces se abren las puertas, y Venia, Flavius y Octavia me asaltan hablando tan deprisa y con tanta alegría que no consigo entender lo que dicen, aunque el sentido está claro: están realmente encantados de verme, y lo mismo me pasa a mí con ellos. Si les quitas tanto brillo, maquillaje y bajas una décima el tono de sus voces no son mala compañía.

Me llevan al comedor y me dan una comida sustanciosa (rosbif con guisantes y panecillos), aunque no soy capaz de terminarlo todo.

—Veo que estás a dieta, Madgie— dice Octavia, frunciendo los labios— Quisiera tener tu fuerza de voluntad.

—Ella debe verse bien ahora que tiene galán— añade Venia con picardía, haciéndome sonrojar.

Volvemos a mi habitación y Cinna desaparece durante un rato mientras el equipo de preparación me arregla.

—Oh, te han hecho un buen trabajo de pulido— dice Flavius con envidia—. No tienes ni un defecto en la piel.

Cuando me miro desnuda en el espejo noto que es verdad; también adelgacé algunos kilos en el estadio, a pesar de que siempre tuve comida. Supongo que a causa de tanto nerviosismo.

Seleccionan los ajustes de la ducha por mí y empiezan a arreglarme el cabello, las uñas y el maquillaje cuando termino. Charlan sin parar, así que apenas tengo que decir nada; eso está bien, porque no me siento muy habladora, ya que soy un manojo de nervios. Tiene gracia porque, aunque parloteen sobre los juegos, sus comentarios versan acerca de dónde estaban, qué hacían o cómo se sentían cuando sucedió algo en concreto: «¡Todavía estaba en la cama!», «¡Acababa de teñirme las cejas!», «¡Les juro que estuve a punto de desmayarme!». Todo gira en torno a ellos, no tiene nada que ver con los chicos que morían en el estadio.

En el Distrito 12 no nos regodeamos así en los juegos, sino que apretamos los dientes, miramos por obligación e intentamos volver a nuestras cosas lo antes posible en cuanto acaban. Aun así no puedo guardarles rencor, o no quiero hacerlo.

Cinna entra con lo que parece ser un vestido rosa muy simple.

—Vaya, quisiera poder diseñar algo así— suspiro, tocando la tela— ¿Ya no voy a ser la «chica en llamas»?

—Siempre seguirás siéndolo— responde, y me lo mete por la cabeza. Enseguida noto que la parte del pecho me ajusta demasiado; Cinna frunce el ceño y yo me llevo las manos a los senos. Si bien siempre he sido del tipo voluptuoso mi pecho parece más grande ahora que estoy más delgada—Vaya… Curioso— dice Cinna, tocándose la barbilla— Realmente tienes un cuerpo perfecto; me alegro de que Haymitch no haya permitido que lo modifiquen— no entiendo a qué se refiere, pero me siento tan avergonzada con su comentario que sólo quiero darle la espada y verme en el espejo; él me detiene— Espera, no te olvides de los zapatos.

Venia me ayuda a ponerme un par de sandalias de cuero planas y me vuelvo hacia el espejo.

Sigo siendo la «chica en llamas»: la fina tela del vestido despide un ligero brillo; el más leve movimiento del aire crea ondas. En comparación con éste, el traje del carro parece estridente, y el de la entrevista, demasiado artificial; ahora doy la impresión de haberme vestido con la luz de un apacible atardecer rosa.

— ¿Qué te parece?

—Es muy hermoso.

Cuando consigo apartar la mirada de los destellos de la tela, me encuentro con una agradable sorpresa: llevo el cabello suelto y echado atrás con una sencilla cinta, tal y como solía usarlo en casa; el maquillaje redondea y rellena mis facciones; me han puesto esmalte transparente en las uñas; el vestido de mangas cortas de seda está recogido con un lazo de un rosa más oscuro a la altura de las costillas, no de la cintura, de modo que no resalta demasiado mi figura; el borde me llega justo a las rodillas; al no llevar tacones, tengo mi estatura real. En resumidas cuentas, cuando Cinna desajusta un poco el pecho parezco una chica, casi una niña, de doce años como mucho, inocente e inofensiva. Sí, me sorprende un poco que Cinna haya decidido hacerme lucir tan dulce e infantil, teniendo en cuenta que acabo de ganar los juegos.

—Creía que sería algo más rudo— admito, girándome un poco para observar la cinta que me llega casi a los talones.

—Supuse que a Gale le gustaría más que resaltara tu angelical belleza— responde él, brindándome una sonrisa.

¿Gale? Algo me dice que Cinna está ocultándome algo, pero, aunque no entiendo todavía su diseño, me recuerda que los juegos todavía no han terminado por completo. Supongo que esto es lo que el público quiere.

Bajamos en el ascensor hasta la planta donde nos entrenamos. La costumbre es que el vencedor y su equipo de preparación salgan al escenario en una plataforma elevada. Primero el equipo de preparación, seguido por el acompañante, el estilista, el mentor y, finalmente, el vencedor. Como este año somos dos vencedores que comparten acompañante y mentor, han tenido que reorganizarlo todo. Me encuentro en una parte mal iluminada bajo el escenario. Han instalado una nueva plataforma de metal para elevarme; todavía se ven pequeños montoncitos de serrín y huele a pintura fresca. Cinna y el equipo de preparación se van para ponerse sus trajes y colocarse en su sitio, así que me quedo sola. En la penumbra veo una pared improvisada a unos metros de mí; supongo que Gale estará detrás. Quisiera verlo.

El rugido de la multitud es ensordecedor. Me tiro de la falda deseando que fuese más larga para tapar lo mucho que me chocan las rodillas. Entonces me doy cuenta de que no tendría sentido, porque todo el cuerpo me tiembla como una hoja; no sé si de miedo, ansiedad o emoción.

El olor a humedad y moho que hay debajo del escenario amenaza con ahogarme. Noto un sudor frío y pegajoso en la piel. La ansiedad está matándome y no sé porqué.

El himno me retumba en los oídos y después oigo a Caesar Flickerman saludar a la audiencia. La multitud rompe en aplausos cuando presenta al equipo de preparación. Me imagino a Flavius, Venia y Octavia dando saltitos y haciendo reverencias exageradas y graciosas; creo que éste debe ser el mejor día de sus vidas. Después presenta a Effie. Cuánto tiempo lleva esperando este momento; espero que lo disfrute. Portia y Cinna reciben grandes vítores, por supuesto, ya que han estado geniales, después de un debut tan deslumbrante. La aparición de Haymitch se saluda con grandes pisotones en el suelo durante cinco minutos, como mínimo. Bueno, ha conseguido lo nunca visto al mantener vivos no sólo a un tributo, sino a dos. De verdad me alegro mucho por él, y le debo una que no creo poder pagarle nunca. De repente noto que la plataforma se eleva hacia el escenario.

Luces cegadoras. Un rugido ensordecedor que hace vibrar el metal que tengo bajo los pies. Entonces veo a Gale a pocos metros de mí. Parece tan limpio, sano y guapo que apenas lo reconozco, sobre todo porque me está sonriendo; nunca lo había visto sonreír así, y, al verlo, doy unos tres pasos y me lanzo en sus brazos. Él me sujeta firmemente y me levanta del suelo. Por un segundo dudo que todo esto sea real. Da una vuelta y nos abrazamos mientras la audiencia se vuelve loca. No puedo resistirlo y lo beso. Y él me corresponde.

Después de diez minutos así, Caesar Flickerman le da un golpecito en el hombro para poder seguir con el espectáculo, pero Gale lo aparta sin mirarlo siquiera. El público pierde la cabeza.

Al final, Haymitch nos interrumpe y nos da un empujón cariñoso hacia el sillón de los vencedores. Lo normal es que sea un solo sillón muy recargado desde el que el tributo ganador observa la película de los mejores momentos de los juegos, pero, como somos dos, los Vigilantes nos han puesto un lujoso y pequeño sofá de terciopelo rojo. Antes de que pueda sentarme siento la mano de Gale en mi cintura, induciéndome a sentarme sobre su regazo; y lo hago sin importarme estar en vivo para todo el país, así que paso los brazos sobre sus hombros y apoyo la cabeza en su pecho. Él me rodea con un brazo automáticamente, y yo me siento más feliz que nunca. Su camisa está hecha con la misma tela rosa que mi vestido, pero Portia le ha puesto unos pantalones largos negros. Tampoco lleva sandalias, sino un par de relucientes zapatos oscuros. Se ve en verdad muy apuesto, mucho más que cuando estábamos en el Distrito 12.

Caesar Flickerman hace algunos chistes y pasa al espectáculo. Durará exactamente tres horas y es de visión obligatoria para todo Panem. Cuando reducen la intensidad de las luces y aparece el sello en la pantalla, me doy cuenta de que no estoy preparada para esto, de que no quiero ver morir a mis veintidós compañeros. Ya vi bastante la primer vez. Empieza a latirme el corazón con fuerza y siento el impulso de huir. ¿Cómo se han podido enfrentar a esto solos los otros vencedores? Durante los mejores momentos suelen mostrar la reacción del ganador en un cuadrito de una esquina de la pantalla. Pienso en los años anteriores... Algunos parecían encantados, alzaban los puños y se golpeaban el pecho. Casi todos parecían aturdidos. Sólo sé que lo único que me mantiene en este lugar es Gale: su brazo aferrado a mi cintura, su otra mano entre las mías.

Resumir varias semanas en tres horas es toda una hazaña, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de cámaras que funcionaban a la vez. El que monta esto debe tener claro qué historia desea contar. Este año, por primera vez, cuenta el origen de una historia de amor.

La primera hora o así se centra en los sucesos anteriores al estadio: la cosecha, el paseo en carro por el Capitolio, las clasificaciones del entrenamiento y las entrevistas. Una banda sonora animada hace que parezca el doble de horrible porque, claro, casi todos los que aparecen en pantalla están muertos.

Una vez en el campo de batalla se ofrece una detallada cobertura del baño de sangre y después, básicamente, los realizadores alternan imágenes de los tributos muriendo e imágenes nuestras. Sobre todo, imágenes de Gale, dejándome sin aliento. Primero, Gale asesinando a un chico que planeaba atacarme con su lanza sin que yo me diera cuenta en la Cornucopia, dejándome escapar a salvo; luego él siguiéndome por el bosque, escondido entre los setos; Gale bajo mi árbol la primera noche; Gale distrayendo a los profesionales para permitirme escapar de nuevo. Gale siguiéndome por el bosque en llamas y salvándome de un proyectil; nos veo a los dos compartiendo el aire con un beso, luego volvemos a separarnos y él me busca desesperadamente, ahogándose con el humo; pasan cómo intentó asaltar el campamento de los profesionales y cómo luchó contra Cato por su vida, cuando volvemos a reunirnos para aliarnos. Desde ese momento enfocan a ambos. Gale ha estado cuidándome desde el principio oculto en el bosque; eso hace que casi me de un infarto. De verdad le importo...

Pasan nuestra primera noche juntos, en la que Gale no duerme por velar mi sueño. Si hasta ahora tenía dudas, todas sus acciones me demuestran que de verdad se preocupó por mí; que de verdad me ama. Gale se concentra en cuidar de mí hasta que encontramos a Rue. Vemos a los mutos y la muerte de Clove, luego regresan con Rue. Enseñan su muerte al completo, la lanza, nuestro intento de rescate fallido, la flecha de Gale en el cuello de la chica del Distrito 4, el último aliento de Rue y la canción de Gale. Canta todas y cada una de las notas de la canción. Los músculos de Gale se tensan y me tomo la libertad de abrazarlo con más fuerza. Es casi como ver a unos completos desconocidos en otros Juegos del Hambre, aunque noto que omiten la parte en la que la cubrimos de flores.

Por un segundo la idea de que el Capitolio se hubiera enfadado con nosotros me paraliza.

El público no puedo reprimir sus suspiros cuando nos separamos, y muchos están sollozando cuando anuncian que los dos tributos del mismo distrito pueden sobrevivir, grito el nombre de Gale y corro por el bosque mientras él hace lo mismo; dividen la pantalla en dos hasta que nos reunimos en aquel abrazo que lo inició todo.

Vemos la pelea de Marvel y Gale, cómo éste último logró asesinarlo al conducirlo a una de las trampas que había armado en el bosque mientras Glimmer juega conmigo; sé que sus muertes son tan horribles como todas las demás, pero es como si todo aquello le pasase a gente que no conozco. Entonces llega el momento de nuestras confesiones y el veneno. Oigo que el público pide silencio: no quieren perderse nada. Me ruborizo de pies a cabeza al ver todos los ángulos de nuestro primer beso 'oficial'. Para mi sorpresa, los realizadores acaban con el anuncio de nuestra victoria, sino con Gale aporreando una puerta de cristal del aerodeslizador, gritando mi nombre mientras intentan reanimarme.

Mi corazón late tan fuerte y mis mejillas están tan rojas que temo sofocarme en cualquier momento.

Vuelve a sonar el himno y nos levantamos cuando el presidente Snow en persona sale a escena, seguido de una niñita con el cojín que sostiene la corona. Sin embargo, sólo hay una corona, y se nota la perplejidad de la multitud (¿para quién será?), hasta que el presidente Snow la gira y la divide en dos. La primera mitad la coloca sobre mi frente con una sonrisa. Sigue sonriendo cuando coloca la segunda a Gale.

Después hay muchas reverencias y vítores. Tengo el brazo a punto de caérseme de tanto saludar cuando Caesar Flickerman por fin se despide de los espectadores y les recuerda que vuelvan mañana para las últimas entrevistas.

A Gale y a mí nos llevan a la mansión del presidente para el banquete de la victoria, donde tenemos muy poco tiempo para comer mientras los funcionarios del Capitolio y los patrocinadores más generosos se pelean por sacarse una fotografía con nosotros. Por nuestro lado pasa una cara sonriente tras otra, cada vez más borrachas conforme avanza la noche. Yo sólo río como en las fiestas en el Distrito 12, dando las gracias a todos y sonriendo para que me saquen más fotos. Lo único que no hago ni un momento es soltar la mano de Gale, que se pasa toda la velada muy tenso.

El sol empieza a asomar por el horizonte cuando volvemos muy despacio a la duodécima planta del Centro de Entrenamiento. Creía que por fin podría hablar a solas con Gale, pero Haymitch me dice que vaya a ver a Cinna para escoger algo apropiado para las entrevistas y acompaña a Gale hasta su habitación.

— ¿Por qué no puedo verlo?— refunfuño cuando estoy mirando vestidos con Cinna.

—Tendrás todo el tiempo del mundo para hablar con él en casa— me dice, desistiendo en su tarea— Ya que no vas a ayudarme mejor vete a dormir. Saldrás en la tele a las dos.

Me meto a la cama con pereza y consigo dormir profundamente hasta que Effie Trinket viene a avisarme de que ya empieza otro día «¡muy, muy, muy importante!».

Me dan unos cinco minutos para comerme un cuenco de cereales calientes y estofado antes de que baje el equipo de preparación. Cuando entra Cinna, los echa y me pone un vestido de gasa blanca con otro lazo y zapatos rosas. Después me maquilla personalmente hasta que parezco irradiar un brillo suave y sonrosado. Charlamos de todo un poco, pero no puedo evitar sentir que algo anda mal.

La entrevista se realiza bajando un poco por el pasillo, en el salón. Han vaciado un espacio y han colocado el sofá de la primer entrevista, rodeado de jarrones de rosas rojas y rosas. Sólo hay un puñado de cámaras para grabar el acontecimiento; al menos, no tendré público delante.

Caesar Flickerman me da un cálido abrazo cuando entro.

—Felicidades, Madge, ¿cómo te encuentras?

—Excelente. Muchas gracias, Caesar.

—Vamos a pasarlo maravillosamente— dice, dándome una palmadita amigable en la mejilla.

— ¿Y Gale?

—Ya no debe tardar. Ponte cómoda, querida.

Entonces entra Gale, muy guapo vestido de rojo y blanco, y lo aparto a un lado.

—Apenas he podido verte. Haymitch parece decidido a mantenernos separados.

— ¿Eh? Ah, sí— responde; lo noto un poco incómodo.

— ¿Gale? ¿Pasa algo?

—No, claro que no— se apresura a aclarar, tomando mi mano mientras fuerza una sonrisa que pretende ser tranquilizadora. Noto que ha tensado todo su cuerpo y no tengo tiempo para analizarlo, porque ya están preparados para atendernos. Nos sentamos un poco separados sobre el sofá, pero Caesar dice:

—Oh, adelante, siéntate sobre su regazo si quieres. Lucen adorables.

Miro a Gale con las mejillas encendidas; él me sonríe con más soltura y me acerca a su regazo.

Alguien inicia la cuenta regresiva y, sin más, salimos en directo para todo el país. Caesar Flickerman está estupendo; hace bromas, lanza broncas y se ahoga de risa cuando se presenta la ocasión. Me enorgullece decir que ya tenemos nuestra propia rutina desde la noche de la primera entrevista. Hablamos sobre los distintos aromas que he descubierto en la ducha; luego, me permito criticar algunos accesorios de moda en el Capitolio y Caesar enloquece. Gale sólo sonríe e intenta hablar lo menos posible. Es decir, tiene que hablar un poco, pero me doy cuenta de que, en cuanto puede, dirige la conversación hacia mí, que ya estoy horrorizada por esta nueva Madge tan simpática y alegre.

Instinto de supervivencia, supongo. Mi padre me lo había dicho: los Juegos del Hambre no son más que un concurso de popularidad.

Sin embargo, al final Caesar empieza a plantear preguntas que exigen respuestas más completas.

—Bueno, Madge, por sus días en el estadio ya sabemos que fue allí donde todo surgió... ¿Te imaginaste que todo terminaría así cuándo te ofreciste voluntaria?— pregunta.

—Bueno... En realidad, no— admito, apretando la mano de Gale— Si lo miras desde esa perspectiva, los Juegos del Hambre fueron lo mejor que pudo haberme pasado— suelto; mi voz ya no me pertenece, y es la Madge políticamente correcta la que habla ahora; sin embargo, sé que hay algo de verdad en todo lo que digo.

El público suelta una exclamación tras otra.

—Fue una toda una experiencia para todo el mundo— sonríe Caesar—. Creo que la verdadera emoción para el público era ver cómo te enamorabas de él. Sin embargo, Gale, por todas las noches que pasaste en vela cuidando de Madge, hemos de suponer que tú ya sentías algo por ella desde antes de entrar al estadio...

Gale alza la vista, como si acabara de darse cuenta de que le hablan a él.

—Oh, bueno...— vacila— Yo... Sí, supongo que eso fue lo que pasó— pasa saliva y desvía la mirada; Caesar quiere más— Madge siempre fue la chica más bella del distrito— dice— Era imposible no notarla en los recesos...

—Pero decidiste cuidar de ella desde que empezaron los Juegos, arriesgando tu propia vida aún cuando tus hermanos pequeños te esperan en casa; ¿por qué?

Noto que Gale balancea una de sus piernas con impaciencia. No quiero admitirlo, pero me muero por conocer la respuesta.

—Es que... Si sólo unos de los dos podía salir con vida, preferí que fuera ella...

—Te diste cuenta de que la amabas— resuelve Caesar, satisfecho. Gale lo mira y después a mí.

—Sí, es decir, hasta ese momento intentaba no pensar en mis emociones, la verdad, porque era muy confuso, y sentir algo por ella sólo servía para empeorar las cosas. Era mi compañera de distrito y algo me decía que debía protegerla a cualquier costo. Pero, entonces, en algún momento, todo cambió.

—Yo sé cuándo fue eso; fue en el momento en que ambos corrieron por el bosque buscándose el uno al otro, ¿verdad?

Dejo escapar una risita débil y entrecortada, y me miro las manos. ¿Desde cuándo el mundo es tan caliente?

—Sí; supongo que sí...

—¿Por qué crees que fue?

— ¿El qué?

— ¿Por qué tuviste que esperar a los Juegos para descubrir que la querías?

Vaya... No puedo evitar pensar en lo mucho que me gustaría que la tierra me tragase ahora mismo.

—Quizá... porque, por primera vez... tenía la oportunidad de estar con ella— afirma— En casa mi destino era convertirme en minero; ¿qué alcalde dejaría que su hija saliera con uno? El día que cambiaron las reglas vi mi oportunidad para poder ser alguien y tener qué ofrecerle.

Mi corazón late tan fuerte que tengo la vaga sensación de que todo mundo puede escucharlo. Caesar saca un pañuelo y se toma un momento, porque está conmovido.

—Gale— murmuro, y lo beso en un repentino ataque de valentía; la gente del cuarto deja escapar un suspiro, de verdad.

Caesar aprovecha el momento para pasar al daño sufrido en el estadio, desde quemaduras hasta picaduras, pasando por heridas.

—Debo decir que a todos se nos cortó la respiración cuando el corazón de Madge se detuvo y empezaste a golpear la puerta para verla luego de que ambos fueran recogidos del estadio, Gale; incluso golpeaste a cuatro asistentes y dos médicos.

— ¿Que hiciste qué?— me separo un poco y lo miró, curiosa. Eso no se veía en el video.

Gale suelta mi cintura y se pasa una mano por la nuca, un tanto incómodo.

—Estaba confundido... No logré entender que querían ayudarnos.

—Fue muy tierno, en realidad— añade Caesar— El público no lo vio, pero este chico luchó como una fiera por ti.

—Eso no es...— empieza Gale, pero calla de inmediato. Ha aparecido un ligero rubor en sus mejillas. Caesar ríe.

—Amor joven...— suspira, palmeando la rodilla de Gale— Gale, sé que has sufrido una conmoción, pero tengo que preguntártelo. Cuando sacaste aquel veneno, ¿qué pasaba por tu cabeza?

Él hace una larga pausa antes de responder.

—No lo sé, yo... no podía soportar la idea de... vivir sin ella.

—Madge, ¿algo que añadir?

—Bueno, me alegro de que nada malo le hubiera pasado— admito, pegando mi frente y nariz a las de Gale— No habría podido resistir vivir si él no estaba conmigo.

Caesar se despide y todo se termina. La gente se ríe, llora y se abraza, aunque Gale se mantiene muy tenso hasta que llegamos a Haymitch.

— ¿Estuvo bien?— pregunta, susurrando.

—Perfecto.

— ¿Qué cosa?— pregunto, pero nadie responde.

—Ya casi es hora; ve por tus cosas— ordena Haymitch, dándome un suave empujón.

Me quejo pero vuelvo a mi cuarto para recoger algunas cosas y encuentro mi insignia del sinsajo. Alguien lo volvió a poner en mi dormitorio después de los juegos. Decido llevarme varias prendas, después de todo, son para mí. Nos llevan por las calles en un coche con ventanillas blindadas y el tren nos espera. Apenas podemos despedirnos de Cinna y Portia, aunque los veremos dentro de unos meses, cuando hagamos la gira por los distritos para una ronda de ceremonias triunfales. Nos darán un montón de placas y el pueblo celebrará nuestro triunfo.

El tren empieza a moverse y nos introducimos en la noche hasta salir del túnel, momento en que respiro libre por primera vez desde la cosecha. Effie nos acompaña, al igual que Haymitch, por supuesto. Comemos una cena que es un verdadero festín y guardamos silencio delante del televisor para ver la entrevista en diferido.

Gale se mantiene extrañamente callado y distante hasta que se va a su habitación para cambiarse de ropa; yo decido quedarme con mi vestido.

El tren hace una breve pausa para repostar, y nos dejan salir a respirar aire fresco. Gale y yo caminamos por el andén de la mano, y yo no sé qué decir ahora que estamos solos.

—Me gusta mi vestido— comento, insegura— Me recuerda al que tenía en casa el día de la cosecha...

—El otro era más bonito— me dice mientras se detiene a recoger un ramo de flores, haciéndome sonrojar—Estas son cebollas silvestres— comenta— Katniss y yo solíamos recogerlas todas las tardes en la Pradera. Son excelentes para la sopa...

Katniss. Escuchar su nombre de boca de Gale por primera vez me regresa a la realidad de un golpe.

—Quizá pueda acompañarlos cuando regresemos— digo; Gale se tensa y desvía el rostro— ¿Qué pasa?— le pregunto.

—Nada. Sigamos.

Seguimos caminando hasta dejar atrás la cola del tren; Gale parece decidido a alejarnos lo más posible.

— ¿Gale? ¿Adónde…?

—Escúchame, Madge— me dice, sorprendiéndome al sujetar mis brazos con sus manos y acercar su rostro al mío como si estuviera contándome algo que nadie más debe oír, y la seriedad de su mirada me dice que así es— Tienes que saberlo todo antes de que lleguemos al Distrito 12.

Su tono me advierte que algo malo ha sucedido.

— ¿Qué está pasando?— me tiembla la voz; Gale desvía la mirada, pero no me suelta.

—Estamos en peligro— suelta sin rodeos, volviendo a mirarme con esa seriedad abrumadora.

— ¿Qué? ¿De qué hablas?— se me estremece la voz una vez más.

—El presidente Snow está furioso por el truco del suicidio— dice.

¿El presidente Snow está furioso con nosotros? Recuerdo al anciano de cabello blanco que puso la corona de vencedora en mi cabeza; parecía ser un hombre extremadamente amable y educado. Si bien había algo en su persona que me hacía erizar la piel, me resultaba imposible pensar que intentara lastimarnos. ¿Qué daño podría hacernos alguien como él?

—Haymitch no quería que te lo dijera, pero… ¡Demonios! Ahora los dos estamos hasta el cuello en esto, y no tolero las mentiras... Mi truco le pareció demasiado rebelde, así que Haymitch ha estado ayudándome estos días para que no lo empeorase.

— ¿Ayudándote?

—Haymitch no cree que se haya tragado esa patraña de amantes trágicos…— Mi corazón se detiene y siento como si alguien lo hubiera atravesado con una lanza, y eso debe verse en mi cara, pero Gale está demasiado ocupado para notarlo— Debí seguir mi plan original y sacarte sólo a ti con vida— dobla las rodillas y se agacha, llevándose ambas manos a la cabeza— Estarías viva y a salvo, y mi familia ya no pasaría hambre— gruñe, apretando los dientes— ¡Le dije a Haymitch que no funcionaría! No debí escucharlo… ¡Nos puse a todos en peligro!

— ¿Qué?— mi voz sale como un arrullo quebrado. Gale me mira, como recordando que estoy a su lado. ¿Escuché bien?

De pronto todo encaja; su repentina preocupación, el que me protegiera en el estadio… La verdad cae sobre mi tan abruptamente que puedo sentir su peso sobre mis hombros, lastimándome.

—Nunca te importé realmente— no quiero hacerlo, pero se me escapa un sollozo con esas palabras— Por eso esas palabras en el tren… Todo eso de que yo ganaría por los contactos de mi padre; lo decías con tanta seguridad…— siento que con cada palabra una herida invisible en mi pecho se abre más y más, pero necesito decir aquello.

Lo miro, con la esperanza de que lo negara, de que me diga que estoy diciendo tonterías, pero no lo hace.

—Era lo mejor para todos— se excusa— Yo no quería ser un vencedor y atarnos de por vida a mí y a mi familia al Capitolio; y tu padre… Él solo quería tenerte de regreso...

Me quedo sin palabras, casi como si oyera cómo mi corazón se parte en miles de pedazos.

—Entonces...— mi labio tiembla; apenas puedo contener las lágrimas—, ¿me estás diciendo que lo de estos últimos días y, supongo..., lo del estadio..., no era más que una estrategia que ustedes armaron?

—No. Es decir...— balbucea, después lanza un gruñido y se lleva las manos a la cabeza otra vez— Esto debía ser simple... Sólo tú tenías que vivir. Le dije a Haymitch que fingir no era buena idea.

— ¿Fingir?— le pregunto, y me muerdo el labio para que deje de temblarme—. ¿Gale?— me alejo un paso, como para poder verlo mejor— Ahora lo entiendo— murmuro, dando otro vacilante paso hacia atrás— Porqué me protegías en el estadio, porqué te preocupabas por mí... Mi padre te ofreció algo a cambio de permitirme ganar— resuelvo, conteniendo el dolor en mi pecho— Fue eso, ¿verdad?

—Madge...

— ¿Qué fue?— le suelto, brusca. Intento con todas mis fuerzas no llorar— ¿Qué fue lo que te ofreció para que te aseguraras de dejarme ganar?— empiezo a gritar sin darme cuenta; Gale me mira, atónito, y de inmediato baja la vista hacia sus manos— Fue por tu familia— murmuro— Claro que fue por eso— siento un pesado vacío en mi pecho, pero me resisto a llorar— Mi padre te dijo que cuidaría de ellos, ¿no es así?— él no responde, y yo empiezo a desesperarme— ¡Habla!

—Sí— admite, evitando mirarme a la cara, y con esa simple palabra siento como el mundo se derrumba a mis pies.

—Todo fue una actuación— sollozo, con la voz estremecida.

—No todo— responde, pero no le creo.

—No, Gale. No tienes que darme explicaciones— le digo, dándome la vuelta mientras sigo intentando contener las lágrimas.

—Madge...— me llama; espero a que me lo explique, pero no lo hace— Lo siento.

— ¿Por qué? Sólo hacemos lo necesario para sobrevivir— sé que el dolor que desprende mi voz es palpable a esta altura, pero no me importa.

Haymitch me sorprende poniendo una mano sobre mi hombro. Me giro y lo enfrento, con los ojos llenos de lágrimas. Tuerce los labios con desaprobación y lleva sus ojos oscuros a Gale.

— ¡Se lo dijiste!— lo acusa, furioso.

— ¡No iba a mentirle!— refuta éste— ¡Está tan metida en esto como yo!

Haymitch mueve la cabeza y me mira con... ¿lástima? Yo niego y doy dos pasos torpes hacia atrás; odio esa mirada, odio a Gale y también a Haymitch, y me odio a mí misma por haber parecido tan débil y manipulable. Lloro de rabia, vergüenza y dolor.

—Madge...

— ¡Déjame!— le grito, apartando su mano con una brusquedad que no empleé nunca, como si su tacto me quemara— Fueron los dos... ¡Los dos me mintieron!

— ¡Sólo queríamos traerte a casa!— dice Gale, también alzando la voz.

— ¡¿Y lo que yo quería?!— exclamo— ¡Nunca les importé!

—Madge— Haymitch habla con pausa, intentando calmarme— Es cierto; el chico y yo nos pusimos de acuerdo en sacarte a ti con vida del estadio, pero no planeamos lo del romance...

—Sólo porque yo no quise escucharte— le dice Gale, entre dientes; Haymitch lo fulmina con la mirada.

—Él no quería ser el vencedor, y yo quería apoyarte. ¡Sólo hicimos lo mejor para todo el mundo!

— ¡Me mintieron! ¡Me hicieron creer que Gale me amaba, y yo me enam...!— callo. Mi respiración está tan agitada que me cuesta pasar el aire. Me arde el rostro, no sé si de vergüenza o rabia.

Gale da un paso hacia mí. Su rostro muestra un rictus de comprensión que me aturde por unos segundos.

—Madge, yo... De verdad lo lamento, pero...

—No me amas— termino, con una frialdad impropia de mí— Nunca podrás hacerlo.

Lo miro fijamente, pero él esquiva mi mirada.

Las lágrimas me pesan en los ojos, así que empiezo a soltarlas.

—Yo me enamoré de ti, Gale— confieso, llorando a mares— ¡Y eso sí es real!— jadeo— ¿Quieres decirme cómo dejo de sentir eso?

—Lo siento...

Regreso al tren sin hacer caso de Haymitch; no quiero verlo, ni a él ni a Gale por el resto de mi vida, aunque sé lo tonto que suena eso. Esquivo a Effie y me encierro en mi habitación, soltando todas las lágrimas que quiero mientras me recargo contra la puerta.

—Madge, lo siento— Gale golpea a mi puerta, pero me tapo los oídos para no escuchar su voz.

Todo el castillo que había construido en el aire se derrumbó en menos de un día, aplastando todos mis sueños y esperanzas, y ahora me siento más sola y vacía que nunca.

No salgo para cenar, ni abro la puerta para que me traigan comida; sólo puedo pensar en lo que pasará cuando lleguemos a casa y tengamos que enfrentarnos nuevamente a las cámaras. ¿Haymitch me hará sonreír como si nada hubiera pasado? ¿Va a obligar a Gale a parecer loco de amor por mí para justificar su desafío al Capitolio? La idea me revuelve el estómago, sobre todo porque ahora yo también soy parte de esto, lo quiera o no.

Si lo desmiento, no sólo moriremos los tres, si no que dañarán a nuestras familias y seres queridos; mis padres, la madre de Gale y sus hermanos... Pero, ¡claro! La culpa es mía; yo soy la idiota que acabó enamorándose, sin darse cuenta de que todo era una patraña.

Después de horas de llanto empiezo a comprender un poco a Gale; su motivación, y, aunque suene loco, agradezco sus sinceridad, a pesar de todo el daño que me hizo.

Tal vez no estoy siendo justa; él y yo éramos desconocidos; Gale sólo hizo lo necesario para seguir con vida, para que los dos siguiésemos vivos en el estadio. Aunque sienta algo por él, da igual, porque ahora estoy más segura de que nunca podrá corresponderme. ¿Y qué pasará con nosotros? ¿La amenaza del Capitolio nos obligará a permanecer juntos? ¿A formar una familia para convencer a todo el mundo de que nos amamos?

Siempre he soñado con una familia propia para ya no sentirme tan sola, pero una familia formada por amor, y no por miedo u obligación. Y ya ni siquiera tengo esa posibilidad.

También empiezo a sentir que, aunque todo haya sido una mentira, ya lo echo de menos, pero no sería justo por mi parte obligarlo a sentir lo mismo.

En la mañana no salgo a desayunar tampoco. De hecho, no salgo de mi habitación hasta que estamos entrando en el Distrito 12. Gale ya está de pie en una de las puertas, usando la ropa del Capitolio. Me ve salir del pasillo y se queda muy quieto, esperando que yo haga el primer movimiento. Verlo me duele, ¿para qué engañarme? Aun así lo saludo con un inexpresivo gesto de cabeza.

Así que nos quedamos de pie, en silencio, observando cómo entramos en nuestra sucia y pequeña estación. A través de la ventanilla veo que el andén está hasta arriba de cámaras. Todos están deseando presenciar nuestra vuelta a casa.

Gale suspira y se retuerce las manos con nerviosismo. Me causa risa, ya que he aprendido que es lo que siempre hace cuando se siente ansioso.

—Lo lamento— le digo en voz baja; él me mira, como si pudiese creer lo que acabo de decir— Tú no tenías el control sobre mis emociones; me mentiste, pero no buscaste que... que todo terminara así.

—Yo creí que tú lo sabías todo el tiempo— responde rápidamente— En el Capitolio, en el estadio... pensé que tu padre te lo había dicho; y después Haymitch... Por eso quise decirte la verdad en cuanto supe, pero nunca fue mi intensión herir...

Pongo dos dedos en sus labios y niego en silencio, aunque debo admitir que esas palabras me reconfortan. Sin embargo, ya no quiero oír más al respecto.

—Lograste sacarme con vida de allí. Es todo lo que necesito saber— sonrío, no con falsedad, si no que es una sonrisa sincera— Tú me salvaste una vez, ahora me toca devolverte el favor— digo, tomando su mano con la mía; Gale me mira, sorprendido, y después a la unión de nuestros dedos— Es lo que ellos esperan— le digo, no en tono enfadado, sino hueco, pero no puedo hacerlo de otra forma.

Él asiento y me aprieta con fuerza.

Sí, amo a Gale y él no me corresponde, pero eso no me interesa.

Ya lo he decidido: voy a apoyarlo a seguirlo hasta el fin, aunque sólo pueda ser su amiga de puertas para adentro, pero a pesar de que quiero negarlo, la esperanza de que alguna vez me ame sigue allí, detrás de toda mi determinación.

Aprieto su mano también, preparándome para las cámaras y temiendo el momento en que no me quede más remedio que dejarlo marchar.

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Fin de la Primera Parte

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N del A:

Antes que nada, muchas gracias por todos sus reviews; espero que hayan disfrutado de esta historia tanto como yo disfruté al escribirla.

Hasta la próxima!

H.S.