Disclaimer: TMNT no me pertenecen ellos son propiedad de la autoría creativa de Kevin Eastman y Peter Laird.

N/A: Amenazas de muerte ¡Nunca había sido tan feliz! Ok antes de que armen un complot en mi contra he aquí el epilogo. Muchas gracias por haber seguido esta historia.

Gracias por seguir a:

El Secreto del Sensei

Epilogo

Leonardo llegaba tarde como había acostumbrado desde la muerte de su discípulo, se hecho de mala gana en el sofá con el aliento alcoholizado. Se tomo de la frente y la masajeo en un intento por hacer que el dolor parara.

Pero era virtualmente inútil que eso funcionara.

— ¿De nuevo intrépido? — allí estaba de nuevo la voz de Rafael resonándole en los tímpanos que tenia sensibles a esas horas de la noche.

Los patrullajes suspendidos al igual que los entrenamientos, todo lo que le recordara al chico estaba suspendido y si querían hacerlo corrían por su cuenta, el no sería participe de nada.

— ¿Hasta cuando piensas seguir así? — le interrogo el de rojo consciente de lo que hermano hacia con el fin de alejarse de todo y todos.

— ¿Cuántas veces te lo dije a ti…?— contesto de forma seca y fría. Sin más Leonardo le gruño y subió a su habitación, una vez dentro se recargo contra la pared y afirmo su rostro en sus rodillas hipando en silencio su miseria.

Se seguía recriminando lo ocurrido, nadie pudo ser la voz de la razón nadie pudo calmarle o servirle de apoyo simplemente habían ocurrido así las cosas y Leonardo se sentía la peor persona sobre la faz de la tierra. Y pensar que lo tuvo entre sus brazos justo antes de que este decidiera morir una vez más y no pudo detenerlo.

Era un inútil y un fracaso. Todas las noches era lo mismo salía a ver la tumba y luego se largaba el solo a quien sabe donde a beber como condenado a muerte solo para llegar y provocarle un infarto a alguien por su estado de embriagues.

Leonardo Hamato había renunciado a ser el Sensei de cualquiera en el futuro. No soportaría perder a otro niño a su cuidado.

A la mañana siguiente Splinter no lo reto ni le dijo absolutamente nada acerca de su comportamiento, Leonardo desayuno un par de pastillas para el dolor de cabeza y se dedico a meditar en su habitación hasta que el dolor de la resaca pasara.

Todos estaban deprimidos las risas en la guarida se habían apagado. Miguel Ángel ya ni siquiera se molestaba en actuar como Mike, ahora lucia tan serio como un verdugo, nada de comida rápida nada de jugar con los video juegos que compartía con Gabriel, era muy doloroso fingir que todo estaba bien.

Donatello estaba profundamente afectado, no salía de su laboratorio mas que para sus necesidades básicas, un ataque de manía por el trabajo y cafeína lo distraían, solo para darse unos minutos de llanto al dia al recordar a su antiguo asistente.

Rafael por su parte molía a todo el dojo a golpes maldiciendo en nombre de sus tres hermanos y maldiciéndolos a ellos por sus comportamientos. Luego de esto no hablaba casi con nadie y se encerraba en su habitación a escuchar música a volúmenes altísimos.

Splinter solo se lamentaba en silencio y oraba por el chico que ahora debía de estar en un mejor lugar.

Ese mismo dia en la tarde Leonardo fue a visitar de nuevo la lapida, el lugar estaba un poco mas concurrido.

No se estaba fijando por donde iba caminando y choco contra alguien, que bueno que estaba ataviado en ropa humana.

—Perdone.

—Jeje, no muchacho perdóname tu a mi— un hombre de piel morena y ojos avellana le sonrio— Oye…¿Qué no eres el joven que viene todos los días?

Pero Leonardo no podía procesar lo que le estaban diciendo, aquel hombre le resultaba tremendamente familiar por alguna razón. Había algo en sus ojos y su rostro.

—Perdona soy predicador y doy sermones cerca de aquí. Paso siempre por este atajo y te vi…no quice ser entrometido— sonrio y esa sonrisa timida le fue aun mas familiar.

—Eh pues…— Leonardo se pregunto si podría hacerle el favor de rezar un poco por Gabriel le pagaría si era necesario— ¿Tiene un minuto?

—Vaya, debo decir que me ha dejado impresionado orar en una tumba con ese nombre…— el hombre lucia interesado de sobre manera y Leo no sabia porque.

Solo supo que aquel hombre no le cobro nada.

Un hombre de edad madura avanzaba por los suburbios de la ciudad de New York, su vestimenta era sencilla, su rostro bien definido y de piel morena, cabello negro algo canoso y alborotado. Llevaba consigo una bolsa de víveres y otra bolsa repleta de medicamentos vendas y otros requerimientos básicos.

Su hogar era sencillo un apartamento tipo estudio de una sola habitación una cocina que compartía juego con el lavandero y un baño que solo lo dividía la puerta de la sala de estar.

Pequeño pero muy acogedor. Este hombre en particular estaba un poco nervioso por lo que estaba haciendo. Suspiro y entro a su hogar donde el sol brillaba a todo lo que daba en la tarde la cual estaba decorada de un hermoso color dorado.

Cerró la puerta y dejo las bolsas en una pequeña mesa se había dado cuenta de que la puerta de su habitación estaba abierta y una figura encogida sobre si misma estaba sentada en su cama.

—Mmm…— soltó por lo bajo la queja mientras se encaminaba a su habitación donde un joven de aparentes diecinueve años permanecía con múltiples heridas y algunas quemaduras viendo por la ventana— ¿Cómo te sientes? — Pregunto amablemente a lo que el muchacho solo atino a ver al piso— Se que lo único que me has dicho en estas cuatro semanas ha sido que no te lleve a un hospital…pero ¿Puedo saber tu nombre completo?

El muchacho de facciones árabes solo lo vio entristecido. No sabía porque ese hombre era tan amable con él, a pesar de que ya le había manifestado que era predicador. Y que su deber era ayudar a otros.

—Me…— estaba destrozado y con voz quebrada dijo: — Ya le dije. Me llamo Gabriel solo Gabriel

El hombre de tez morena lo vio abriendo los ojos desmesuradamente para luego carcajearse en su sitio y tomar haciendo junto a él.

— ¿Tienes vergüenza de revelar mas como tu apellido?

En realidad Gabriel pensaba que todo era un sueño.

Tres Semanas Antes:

El señor Gabriel Vargas era un hombre muy sencillo, humilde y de clase promedio, se valía de poco para vivir pero así se mantenía. Solía dar largas caminatas por los suburbios todos los días para respirar un poco y conectarse más con su ambiente. Cuando de repente escucho explosiones y luego de eso lluvia comenzó a caer.

Estaba terriblemente asustado mas cuando la explosión más grande de todas se hizo presente sacudiendo todo a su alrededor. Apenas se puso de pie pensó en llamar a la policía. Pasaron unos minutos de intentar localizar la señal que alimentaba su teléfono cuando escucho ruido entre unos matorrales.

Se acerco con cautela cuando escucho como algo vultuoso caía al suelo sin gracia, al acercarse más noto que era un muchacho. Uno que lucía bastante grave, probablemente no salió bien librado de lo que sea que hubiera explotado.

No podía dejar a ese muchacho malherido en aquel lugar casi desolado.

Actualidad:

—N-no es por eso…— el muchacho lucia avergonzado— ¿Cómo puedo pagarle todo lo que ha hecho?

—Pues dejando que te lleve a un hospital seria de gran ayuda…

— ¡No! — Gabriel se exalto cuando descubrieran que no tenia expediente lo clasificarían de indocumentado e inmigración ilegal seria lo primero en la cabeza de todos los que estuvieran presentes, no podría con la policía en ese estado y además estaba ese detalle…

Había dos rastreadores del Pie de alto nivel en la zona. Habían sobrevivido dos. Si lo encontraban de casualidad arriesgaría muchas vidas no solo aun podrían mandar los comandos de los archivos de los Hamato vía satélite si no que ese hombre que se molestaba en atenderlo también terminaría muerto.

Dos perros sin dueño igual que él pero en busca de venganza.

—Bieeen, comprendo nada de hospitales— el hombre se le quedo viendo al muchacho era sorprendente que con las costillas rotas tremendos hematomas heridas y diversas apuñaladas superficiales y otras profundas estuviera tan consiente y hablando de lo más normal.

Cualquier otro muchacho en su condición estaría internado y gritando de dolor.

Pero el lucia como si no fuera nada.

—Ya que mi tocayo misterioso no quiere ir al hospital ¿Puedes decirme quien te ataco? La policía podría ayudar… ¿Y tus padres muchacho? — el señor Gabriel tenía un buen rato detallándolo desde que lo asilo, le recordaba a alguien pero no sabía a quién exactamente.

—Nadie me ataco no hay necesidad de llamar a la policía…y soy huérfano.

El mayor bajo la mirada puede que hubiera molestado al chico con eso.

—No se vaya a disculpar— chisto divertido— Debería disculparme por ocupar su casa, sigo diciendo que es mejor que me deje en la calle puedo cuidarme solo créame.

—Me temo que eso sería pecado— dijo aquel hombre en realidad no era tan mayor debía tener máximo cuarenta y dos años, su barba no era espesa pero si tenía canas y un acento latino fuertemente marcado. Inmigrante— ¿Eres un ilegal verdad?

Gabriel abrió los ojos con mesura.

—Tranquilo no te entregare, tengo muchos amigos que lo son, yo mismo lo fui hasta hace cinco años soy Dominicano— su sonrisa era tranquilizadora— Por tener esos rasgos árabes no me imagino lo que deberás padecer acá en Estados Unidos.

—No me malentienda— bajo la mirada— No fue un ataque tipo racial…estas heridas solo…es algo de mi pasado que volvió a recordarme que no ha terminado.

—Hablas con mucha elocuencia para la edad que tienes.

—Y usted me halaga mucho.

— ¿Qué puedo decirte? — Se sumió de hombros— Me ayudas con el aseo de la casa y a cocinar y estas casi agonizante y yo por mas argumentos que tenga me los rebates eres el primero que lo logra— vio hacia otro lado con un ademan de vergüenza muy familiar para Gabriel ¿Dónde lo había visto antes? — Siempre dejo que estas cosas pases Gabriel eres incorregible me lo dicen todo el tiempo— parecía en realidad un niño grande ese amable hombre— ¿Puedo saber al menos tu proceder?

—Eso sería meterlo en problemas— le sonrió amablemente. Los dos se entendían muy bien por una extraña razón. Y el mayor de ambos se seguía preguntando si esa lapida del otro dia y ese muchacho si tenían conexión.

— ¿Y qué de que nos habla Levítico 19:18? ''No te vengaras ni guardaras rencor a los hijos de tu pueblo si no que amaras a tu prójimo como a ti mismo''— Gabriel ciertamente salió ese dia al basurero de los suburbios que se podía ver desde la ventana del apartamento del señor Gabriel a ver como este les leía la palabra a los indigentes y compartía con ellos el pan, incluso le llegaban cajas con ropa eran donativos y las repartía sin dudas un buen hombre.

Pero justo cuando estaba por marcharse (ya le había dejado una nota de agradecimiento a dicho hombre en su hogar) lo tomaron de los hombros con brusquedad.

—Que tenemos aquí…

—El perro traidor…

Oh mierda.

Lo habían encontrado.

El predicador en medio de su sermón tuvo que llamar a la policía cuando noto un disturbio nada lejos de donde él estaba, todos corrieron de la zona excepto tres figuras que se encontraban peleando. Solo el se había quedado lo suficientemente cerca como para vislumbrar quienes combatían.

Dos hombres desconocidos y el tercero aquel muchacho que compartía casa con él. Estuvo a punto de interceder para salvarlo cuando vio cosas que lo dejaron sin aliento.

El muchacho se sabía mover, daba una espectacular demostración de artes marciales junto a aquellos desconocidos. Logro inmovilizar a uno de una pierna clavándole un trozo de vidrio y sacándoselo procedió a hacer lo mismo con el siguiente está bien le corto de tajo la garganta a los dos.

No podía mantenerlos con vida o el Clan Hamato sufriría las consecuencias.

Cuando Gabriel volteo vio al señor predicador viéndolo con horror. Había atestiguado dos homicidios aunque si los otros ganaban probablemente hubiera atestiguado uno solo. Intento acercársele al muchacho pero este salió corriendo en dirección incierta.

— ¡Espera! — grito el otro intentando alcanzarlo le fue imposible gracias a la destreza del muchacho— ¡Espera por favor no ha pasado nada! — obviamente si había pasado algo, algo muy grave pero necesitaba aclarar unas cosas con ese chico.

Gabriel no se dio cuenta cuando quedo arrinconado en un callejón desolado y sin salida. No lo quedaba de otra más que enfrentar al señor Gabriel. Ya que obviamente este lo había alcanzado.

— ¿Tienes familia no es así? — Ambos sentados en las escaleras del edificio conversaban tranquilamente— Tu nombre completo es Gabriel Abdulmalak o ¿Me equivoco?

Gabriel abrió los ojos con mesura.

— ¿Cómo sabe usted…?

—Chico— lo vio fijamente— Un muchacho encapuchado y sumamente destrozado me pidió que dijera un par de oraciones en tu nombre esta mañana en una lapida en el cementerio, me dijo que era simbólica. No encontraron el cuerpo.

Gabriel bajo la mirada derrotado, alguien iba a ver una lapida vacía en su nombre. Eso lo dejo consternado.

Tenía que regresar con el Clan, pero le daba mucha vergüenza regresar. El asunto con los ninjas que restaban y todo lo demás, generaron un torbellino emocional en su persona. Sin nadie a quien recurrir se encogió en si mismo e intento pensar un poco mejor las cosas.

— Solo tuve que sumar dos mas dos ¿Sabes? Es mejor estar con quienes amas…— le dijo poniendo una mano en su hombro y notando como el chico se exaltaba— Estoy seguro de que te estarán esperando con los brazos abiertos.

Gabriel lo abrazo sin entender bien el porqué.

El mayor cerró los ojos y evoco un recuerdo, un viaje hace casi veinte años a arabia y un amorío con una mujer de la región.

''Si nace varón, le pondré Gabriel''

No sabía si eso podía ser posible, pero sabía que ese niño tenía una familia autentica en otro lado y debía estar con ellos. Aunque Gabriel prometio visitarlo las veces que le fuera posible.

A la mañana siguiente a las cinco de la tarde el sol se apreciaba cobrizo y dorado, el viento hacia bailar los funestos arboles y Leonardo parado como siempre frente a esa tumba no cavilaba en nada más que el recuerdo de Gabriel corriendo hacia las llamas una y otra y otra vez.

Cerro los ojos con fuerza, sintió unos pasos acercarse pero no le dio importancia.

Tampoco que estos se pararan en frente suyo tras la lapida. Para cuando junto valor y curiosidad para subir la cabeza encontró un rostro lloroso frente al suyo no pudiendo creer lo que veía.

Su Sensei llorando frente a su lapida. Se vieron por incontables segundos donde las lágrimas no hacían más que caer de ambos pares de ojos. Gabriel rompió a reír quedamente.

— ¿Era…un chico incorregible no? — después de eso solo sintió los brazos de Leonardo aprisionándolo con fuerza excesiva hipando y con los hombros convulsionando de euforia.

Estaba vivo. Por Dios si estaba vivo.

Correspondiendo al abrazo con todas sus fuerzas Gabriel agradeció al cielo esa tercera oportunidad, alguien arriba no quería verlo muerto aun.

—Leo…

—Silencio…— lo cayo el mayor viéndolo fijamente con ese fuego color avellana en los ojos, luego le sonrió lleno de un alivio casi celestial— Bienvenido…

De verdad. agradecía haberse metido en ese lió.

N/A: Gracias por seguirme. ¡Hasta la próxima!