Siento la espera, mi Internet últimamente va fatal.


Capítulo 1

John terminó de servir el té a Sherlock y al Doctor, terminando por sentarse en la silla de madera de la cocina, al lado de Sherlock y frente al extraño. Cogió la taza entre sus manos y sopló, mientras el aroma a té le hacía recomponerse de esta gran locura, escuchando a lo que parecían dos genios conversar.

-Veo que has cambiado de...-Sherlock hizo un gesto con su mano hacia su cara- ...Rostro. ¿Sigues viajando con la chica rubia? ¿Rose?

El nombre de Rose hizo que los ojos del Doctor se tornaran brillantes. Sherlock conocía demasiado bien esos ojos tristes que parecían no sentir nada pero sentían más que todos. Los conocía porque a él también le ocurría.

-Ya veo. Lo siento.

-No pasa nada. Terminó bien, al final. Ahora ella tiene una vida con un gran hombre a su lado.

-Eso está...bien.

Sherlock dirigió la mirada hacia John un par de segundos. Luego, volvió a concentrarse plenamente en el Doctor.

-¿Y qué hay de ti?

-Bueno...Resolver crímenes, molestar a Scotland Yard...Lo de siempre.

Los dos dieron un pequeño trago al té caliente.

-¿Y bien?

-¿Hm?

-Sin acompañante, viniendo hacia aquí directamente, sin avisar de que vendrías...Siempre lo haces, no veo porqué ahora no. Además, esa manera de aterrizar con la Tardis de manera tan urgente...¿Pasa algo malo, no? Me necesitas para algo, estoy seguro. Algo muy malo está ocurriendo...Y me envuelve a mi también. Sea lo que sea que está pasando tiene que ver conmigo. Así que...Explícame.

-Bien...¡Muy bien! Veo que sigues tan en forma como siempre. ¡Brillante!

Sherlock volvió a dar otro pequeño sorbo a su té, mientras John miraba al Doctor expectante.

-Mira, sé que lo que te pido es demasiado, pero...

-Lo sé. Acepto el caso.

-¿Caso?

- La gente que viene aquí es para pedir ayuda, para resolver sus problemas, para que alguien solucione el rompecabezas. Una vez tú me ayudaste. Es mi manera de devolverte el favor. Así que sí, vengo.

-¿Vienes?

-Claro.

El joven de la pajarita sonrió con nostalgia, mientras se pasó una mano por el pelo. Sherlock se terminó el té y se levantó de la silla velozmente, dirigiéndose hacia su habitación y desapareciendo de entre la puerta de la cocina.

- ¡No tardo!- exclamó la voz desde la otra habitación, exaltado ante la aparición de un nuevo caso.

John todavía seguía asimilando todo lo ocurrido, observando al Doctor como algo demasiado increíble para que existiera. El Doctor se dio cuenta y John carraspeó, intentando empezar una conversación mientras esperaban a Sherlock.

- Bueno, John. - se le adelantó el Doctor- Tu blog es simplemente brillante, cuando estoy solo en la Tardis suelo leerlo. Bueno, no el tuyo. Tu yo futuro. Los casos que todavía no habéis investigado...Ya sabes.

John se quedó absorto, con la boca entreabierta queriendo contestar.

-Y-Yo...No te entiendo muy bien, la verdad. -admitió.

-Paradojas temporales, viajes en el tiempo. La primera vez suele costar de entender, no te preocupes.

- ¿Viajas en el tiempo? ¿También?

- Por supuesto. La cabina telefónica con la que viajo se llama Tardis: tiempo y dimensiones relativas en el tiempo. Viajo por todo el tiempo y el espacio.

- Oh. Increíble...

El Doctor asintió.

-Así que...¿Eres amigo de Sherlock?-preguntó el ex soldado.

-Se podría decir que sí. Viejos conocidos. Sólo nos hemos visto una vez, hace mucho tiempo.

- Ah. Nunca me ha hablado de ti...

- John, cuando en el caso del sabueso de Baskerville te mencioné que yo también vi al perro, ¿cómo reaccionaste? -respondió Sherlock, quien había aparecido ya cambiado y mantenía mejor aspecto, mientras se acomodaba las mangas de la camisa con la chaqueta del traje.

John no respondió.

- Pensaste que estaba loco. Bien. ¿Y si ahora te digo que tengo un...colega que no es de este planeta y viaja por el tiempo y el espacio? ¿Cómo reaccionarías?

John no pudo evitar sentirse un poco estúpido. Con un sólo genio en la habitación ya era suficiente para él.

- Oh, vale. Entiendo.

Sherlock terminó de arreglarse pasando las manos por su traje, alisándolo.

- Listos.

- ¿Y ahora? ¿Qué haréis? -preguntó John.

- Hacemos, John. Hacemos. -respondió Sherlock, quien ya se colocaba bien el cuello de su habitual y largo abrigo.

- ¿Ya has asimilado que participaré en todo esto?

- Obviamente, no te lo perderías por nada en el mundo...¿o no?

John adoptó una mueca en su labio, mientras decidía qué responder.

- ¿Y bien? - preguntó Sherlock, mientras el Doctor les miraba expectante.

-...Pues claro que no. -admitió, mientras abandonaba todo pensamiento lógico de volver a casa con su prometida. -¿Qué hacemos ahora?

- Lo mejor será entrar en la Tardis.

Los tres, dirigidos por el Doctor, se dirigieron al comedor, aún con los muebles apartados y el suelo lleno de trozos de cristal, mientras el Doctor chasqueaba sus dedos y la puerta de la cabina telefónica se abría.

El Doctor se apoyó entre las puertas y se precipitó dentro, seguidamente de Sherlock y John, aunque este último no lo tenía del todo claro.

Al entrar, Sherlock y John enmudecieron de golpe. La grandiosidad de la pequeña cabina telefónica se había ensanchado completamente. Sherlock entreabrió la boca, mientras con su mirada escrutaba y analizaba cada pequeño rincón de dentro, desde la mesa de control, pasando por cada comando, hasta alzar la vista hacia el techo para observar el decorado. Sus ojos cristalinos y brillantes observaban cada sitio como si de una gran belleza se tratara.

John, en su lugar, frunció rápidamente el entrecejo y abrió la boca en un gesto de inmensa sorpresa. Sus ojos azules también pasaron por todos los rincones de la Tardis, aunque no tan analíticamente.

El Doctor observaba sus reacciones desde la mesa de control, apoyándose ligeramente en ella, sin tocar ningún botón.

- Bienvenidos a mi Tardis. -dijo finalmente mientras esbozaba una pequeña sonrisa.

- Es...Es...- balbuceó John.

- ...¿Más grande por dentro? Sí, lo sé. Suelen decírmelo. - terminó el Doctor su balbuceo.

- No. Digo, sí. Me refiero a que es...Maravillosa. Y sorprendente.

- Oh.

Sherlock y el Doctor entrecruzaron su mirada. Eso es lo que hacía a John tan especial: era imposible descifrar cómo reaccionaría ni qué diría en cada situación. Ni siquiera Sherlock podía deducirlo.

El detective anduvo hacia la mesa de control, subiendo las escaleras metálicas. Se paró mientras su mirada iba de aquí para allá, entre mandos, botones de diferentes medidas y colores, palancas, y la pequeña televisión con algunos números cifrados y códigos circulares y garabateados.

- Sobrepasa las leyes de la física, y a la vez es científicamente posible. Esta tecnología es increíblemente perfecta.

John llegó hasta donde se encontraban.

- Bien, basta ya de explicaciones. ¡Ya es la hora de despegar! -exclamó el Doctor mientras empezó a correr des del extremo circular de la mesa hasta otro, accionando los botones y palancas que veía a su alcance, mientras el gran tubo que llegaba hasta el techo empezaba a zumbar y a moverse acompasadamente.

El ruido cada vez sonaba más fuerte y pronto el lugar empezó a sacudirse, mientras John y Sherlock se cogían a lo primero que encontraron para no perder el equilibrio.

- Sujetaos fuerte...- indicó el Doctor.

La Tardis dio una última y gran sacudida y el zumbido cesó.

John dejó de apretar sus ojos cerrados y miró alrededor.

- ¿Sherlock? ¿Estás bien? -preguntó al mismo tiempo que los abría.

- Sí, tranquilo. - respondió - ¿Dónde estamos, Doctor?

- Nueva York, año 4912.

- Increíble -volvió a susurrar John.

- John, tus adjetivos están escaseando de originales.

- Oh, vamos, cállate.- respondió.

El Doctor ya hacía rato que había abierto la puerta de la Tardis y los esperaba mientras se ajustaba la pajarita.

- El futuro de Nueva York os espera al lado de esta puerta y vosotros con peleas domésticas.

-¡No soy su pareja! -espetó John, enrojecido.

Sherlock rodó los ojos mientras el Doctor le miró algo extrañado.

- ¿Todavía no?

Sherlock analizó rápidamente los gestos del Doctor enfatizando la palabra todavía.

- No, no y no, y cien veces no. ¡Me voy a casar!

- Espera...¿En qué año estabais? -preguntó ignorando a John de manera condescendiente.

- 2013. - respondió esta vez Sherlock.

-Oh.- dijo mirando a Sherlock y John a la vez.- Ahora lo entiendo todo...Pero parecía que...¡Bueno, no importa! -volvió a sonreír- Quizá haberos recogido antes de lo previsto haga las cosas un poco más escandalosas. O un poco más interesantes.

John elevó su ceja intentando entender las palabras del joven de la pajarita inútilmente. Sherlock, al contrario, ignoró los pensamientos del Doctor y anduvo hacia adelante saliendo al exterior, seguidamente de John y el Doctor.

- Jesús, ésto es...

-¿Increíble, John? -respondió Sherlock intentando hacerle rabiar sin éxito.

-No, Sherlock. Esto es espectacular.- dijo enfatizando la palabra espectacular y sonriéndole.

El Doctor bufó y miró hacia los altos rascacielos que se encontraban entre ellos.

Eran brillantes y todos hechos de más de millones de placas solares, que resplandecían según la posición en la que te encontrabas. Era prácticamente imposible llegar a ver el final de ellos, y eso incluso dificultaba ver el cielo. Estaban separados unos de otros por pequeñas rendijas donde algunos medios de transporte se sujetaban mediante cables metálicos. Algunos permanecían quietos y estáticos, colgados desde gran altura; otros se movían tan veloces que era imposible seguirlos con la mirada, por mucho que Sherlock lo intentara.

No se veía ningún rastro de personas ni animales, aunque los edificios mantenían su resplandeciente energia y se podía notar cómo la maniobraban.

- ¿Y exactamente qué venimos a hacer aquí? -preguntó esta vez Sherlock.

- Será mejor que entremos primero.


Intentaré actualizar lo más pronto que pueda, pero es que entre Internet y los exámenes...

Supongo que subiré uno cada viernes o sábado, que es cuando tengo libre.

Gracias por leer y espero que os guste.