Ninguno de los personajes conocidos que se mencionan son míos, sino de la autora J. K. Rowling.


La guerra había acabado con la derrota de Voldemort y la persecución hasta el encarcelamiento de sus seguidores.

Muchas cosas se descubrieron aquel último día y los periodistas se encargaron de darle eco a todo ello.

Dumbledore estaba vivo, a pesar de haber tenido que esconderse en un lugar remoto a causa de la debilidad causada por la maldición del anillo de los Gaunt y su falsa muerte a manos de Snape. En cuanto todo estuviese listo volvería a Hogwarts y retomaría su puesto como director del mismo.

Todos se enteraron de la verdadera historia de que aquel mago oscuro, Severus Snape, que a su vez era el mejor pocionista del mundo y uno de los mejores oclumantes de Inglaterra. Pocos perdieron la oportunidad de ensañarse con él y su amor por la madre de Harry Potter.

El pocionista sobrevivió por los pelos al ataque de Nagini y Voldemort y debería pasar cerca de diez meses, casualmente lo que tardarían en reconstruir Hogwarts, en San Mungo recuperándose. El hombre, a petición expresa de Albus Dumbledore, volvería a enseñar Pociones en el colegio.

Para sorpresa de muchos, el famoso Trío Dorado junto con sus amigos testificó a favor de muchos mortífagos. El mismísimo Harry Potter aseguró que, de no ser por Narcissa Malfoy y su traición a Voldemort, nada habría tenido éxito. Más tarde se descubrió que, en parte, dijeron la verdad a causa de la insistencia de Hermione Granger ya que ellos al principio se negaron.

Draco Malfoy también fue liberado debido a que nunca cometió asesinato alguno y las maldiciones que se lanzaron con su varita no fueron lanzadas por orden suya, alguien más sujetaba el objeto mágico.

Por su parte, al señor Malfoy se le castigó con un año de prisión en Azkaban, la obligación de donar el 70% de su riqueza para ayudar a la recuperación del Mundo Mágico, y se le anunció que desde que saliera de la cárcel no podría viajar fuera de Inglaterra ni comunicarse con nadie que no fuera del país. Además se le realizarían visitas sorpresa para asegurar su continuidad en el buen camino.

Severus Snape fue condecorado como héroe tras saberse todos sus años de doble espionaje y su participación activa en la guerra. Claramente no se le impuso castigo alguno por las cosas que tuvo que hacer al servicio de Dumbledore, aunque muchas personas no podrían perdonarle nunca.

Cuando Hogwarts quedase reconstruido la cosa era clara: todos retomarían el curso en el que quedaron antes de la incursión de los mortífagos.

- ¡TODOS AL MALDITO TREN! – Chillaba Snape desde el andén mientras observaba el barullo típico de principio de año.

- Cálmate, Severus. Después de sobrevivir a una serpiente y al Señor Oscuro sería muy penoso morirte de un infarto – bromeaba Hagrid dando indicaciones a los descarriados.

El mago hizo una mueca de desdén y empezó a comprobar que todos subiesen al tren. Divisó una cabellera castaña y frunció el ceño. ¿¡De verdad esos tres idiotas volvían a hacer el séptimo curso!?

La observó pacientemente y se puso a esperar que aparecieran esos dos cabezas de chorlitos que la acompañaban siempre. Pero no aparecieron. Se acercó un poco disimuladamente y frunció más el ceño al ver a la joven Hermione Granger totalmente sola. ¿Granger sola? Eso era nuevo.

Divisó por el rabillo del ojo como aparecían dos cabelleras rojas y una morena conocidas y bufó. Al parecer si tendría que volver a aguantarlos juntos. Pero contra todo pronóstico, los amigos de la sabelotodo la pasaron de largo y cuando la miraron lo hicieron dedicándole una mirada de odio y desprecio profundo que le dejó pegado a su sitio.

Miró de nuevo a la castaña y la vio mirando a suelo. ¿Qué pasaba? ¿Por qué sus amigos la habían mirado así? ¿Por qué estaba sola?

El último pitido indicó que todos debían subir ya al tren y Snape volvió a ordenar a los alumnos que subieran, siempre usando su fuerte y profundo tono de voz. Antes de volver con Hagrid volvió a mirar a Hermione y se le heló la sangre. Nada… En la mirada de aquella chica no había absolutamente nada. Le mantuvo la mirada unos instantes hasta que la chica suspiró y subió al tren.

Volvió junto con el semigigante sintiéndose extraño. ¿Qué estaba pasando ahí? ¿Esos tres se habían peleado? Durante ese año que estuvo en el hospital recibió las visitas de los Malfoy y Dumbledore, pero las menciones a lo que pasaba fuera (a excepción de la reconstrucción de Hogwarts) no eran muchas.

Cuando el tren llegó a la estación de Hogwarts se sorprendió esperando a que la chica saliese y una especie de sensación de alivio le invadió al verla junto con Lovegood, ya vestida con su túnica de prefecta.

Su ceño de frunció cuando vio como las chicas eran casi marginadas a posta por todos los que se supone que eran sus amigos. ¡Incluso Longbottom las miraba decepcionado!

Los carros se fueron llenando y ellas se quedaron atrás, o mejor dicho, entre empujones mal disimulados las hicieron quedar atrás.

- Queridas – las saludó familiarmente Hagrid mirándolas preocupado - ¿Queréis subiros con el profesor Snape y conmigo en el carruaje?

- Gracias, Hagrid – sonrió Luna, acompañada de un pequeño asentimiento por parte de Hermione.

- Severus, ¿te importa? – Preguntó el semigigante.

- ¿Ahora preguntas? – Inquirió molesto Snape subiéndose al último carruaje – no quiero ser el culpable de que lleguen tarde por haber tenido que ir andando ante la falta de carros.

Los carruajes empezaron a moverse y Snape fue controlando los demás carros a la vez que observaba cada rato a cierta castaña, que seguía sin decir palabra.

Los transportes llegaron a la puerta de Hogwarts, en donde un alegre y entusiasta director, de nuevo, Albus Dumbledore los fue recibiendo con los brazos abiertos mientras repartía abrazos, besos, muestras de cariño…

El pocionista vio como claramente miraba con desaprobación al antiguo grupo de la castaña. De hecho, Potter y los demás le dedicaron un seco y simple "hola" en vez del acostumbrado y enérgico saludo.

- Severus, hijo – sonrió el anciano – veo que has venido bien acompañado – bromeó.

Dumbledore se acercó a Luna y Hermione y las abrazó efusivamente, luego miró a la castaña con expresión dolida.

- Hermione, hija, ¿cómo estás? – Preguntó acariciándole la mejilla.

La chica alzó los hombros sonrió triste, acto ante el cual el anciano miró a Luna, que negó lentamente.

- Bueno, te alegrará saber que gracias a tu puesto como prefecta tienes una sala para ti sola – sonrió Albus – ¿te gusta la idea? Puedo crear un pase especial para que la joven Luna te acompañe durante un tiempo – añadió – no me costaría nada crear una segunda habitación para ella.

Hermione le miró sin expresión y luego miró a Luna, que la miraba sonriente. Asintió poco a poco y Albus chasqueó los dedos.

- Listo – anunció – la sala queda de camino a la torre de astronomía, cerca de las escaleras que bajan también a las mazmorras. Tenéis todo lo necesario en ella y vuestro equipaje ya ha sido llevado allí, pero si necesitáis algo no dudéis en acudir a mí o llamar a un elfo.

- Descuide, director Dumbledore. Gracias por dejarme estar con ella – sonrió Luna.

Albus asintió y volvió a abrazarlas a las dos.

- Bien, será mejor que vayáis yendo al Gran Salón, la ceremonia está a punto de empezar – anunció despidiéndose.

Snape miró a Dumbledore y luego observó a Hermione de nuevo. Ahí fallaba algo, no sabía el qué pero algo no estaba en su sitio.

La ceremonia de inicio de curso fue como siempre: el discurso de Dumbledore, la elección de casas para los de primero, la presentación de los profesores, un nuevo discurso del director, otro de la subdirectora Mcgonagall… Y finalmente la tranquila cena.

Dumbledore intentaba en vano entablar conversación con Snape, a quién había obligado a sentarse a su derecha, pero como siempre sus intentos fallaban.

- Severus hijo, te veo distraído. ¿Qué tienes? ¿Te encuentras mal? – Preguntó cansado de la expresión de hastío del pocionista.

- ¿Mal? ¿Por qué iba a sentirme mal? No es como si el 99% de la gente de aquí deseara verme muerto – respondió bruscamente el mago aludiendo a las abundantes miradas que había recibido, y seguía notando, tanto de profesores como de alumnos.

- Creo que exageras un poco… - rio el anciano.

Snape decidió ignorar las tonterías de Dumbledore y siguió comiendo, dirigiendo miradas preocupadas hacia el extremo más alejado de la mesa de los Hufflepuff, en donde unas solitarias Hermione y Luna comían sin hablar.

No podía evitar preguntarse qué estaba pasando. ¿Por qué estaban separadas del resto? ¿Por qué muchos las miraban como si fuesen herejes o algo así? ¿A qué venía que Albus hubiese invitado a Lovegood a quedarse con Granger como si la sabelotodo necesitase protección y/o vigilancia?

…..

La mañana siguiente empezó como acostumbraba a pasar: niños corriendo por los pasillos para ir a desayunar, novatos perdidos en el enorme castillo, los prefectos intentando ayudar a los descarriados, júbilo y murmullo en el Salón… Y clase con los de séptimo de Gryffindor y Slytherin para comenzar con un buen día.

Snape rodó los ojos mientras salía de su despacho, al tiempo que se preguntaba cuánto tardaría alguno de esos adolescentes hormonados en hacer estallar un caldero y preparara diversas tácticas para los enfrentamientos entre los alumnos de ambas casas.

Entró ondeando la capa y pisando fuerte hasta situarse ante la pizarra sin dedicarse a mirar a sus alumnos.

- Las instrucciones de la poción que tienen que realizar están en la pizarra. Tienen dos horas para realizarla y dármela – anunció - ¡Empiecen!

Se sentó en su escritorio y comenzó a repasar el planning de los distintos cursos mientras los alumnos cogían los ingredientes designados. Escuchaba sonidos de dolor, seguramente debido a que alguno de esos sincerebros se había cortado, murmullos intentando en vano pedir ayuda a algún compañero, los cuchillos cortando, los cucharones removiendo los calderos…

Pasó una hora y empezó a impacientarse. Ahí pasaba algo, algo estaba mal. Le faltaba algo, algo que tenía el resto de cursos en estas clases y ahora no. Alzó la vista y repasó con ella el aula. ¿Qué fallaba?

Observó desde su puesto cada una de las mesas y se detuvo en una apartada mesa en la que una solitaria Granger removía su caldero con parsimonia. Frunció el ceño. ¿Cómo? ¿Por qué Granger estaba ahí? ¿Por qué no estaba delante y preguntando idioteces como siempre?

Buscó con la mirada a sus amigos y los vio en el otro extremo del aula, delante. Weasley, Longbottom y Potter estaban los tres sentados juntos y cuchicheando entre ellos.

Aquello era raro… Normalmente estarían peleándose para sentarse con la castaña…

Se levantó y empezó a caminar entre las mesas, sonriendo cínicamente cuando los alumnos temblaban al pasar él.

- Señor Weasley, su poción está saliendo desastrosamente – le dijo al zanahorio – quizá debería acudir a cierta sabelotodo para salvarse el culo, tal y como ha hecho siempre.

Los ojos azules le miraron centelleando odio.

- No pienso juntarme con esa… Profesor – aseguró él escupiendo las dos últimas palabras.

Las cejas de Snape se dispararon. ¿Cómo que "esa"? ¿Y cómo se atrevía aquel cabeza de chorlito a hablarle de esa manera?

- Cuide su tono, Weasley – advirtió – no está hablando con sus amigos. Diez puntos menos para su casa.

El pelirrojo iba a decir algo más pero le calló con una simple mirada. Si ese idiota inmaduro se pensaba que iba a poder con él la llevaba clara…

Siguió caminando entre las mesas hasta pararse a mirar la poción de la castaña. Perfecta, como siempre. Si fuera de su casa le daría algunos puntos, pero no era el caso. Caminó hacia uno de los laterales del aula y observó de nuevo el panorama. ¿Qué fallaba? ¿Qué estaba mal?

Se centró en la castaña y frunció el ceño. La veía distinta… Su cara estaba demacrada y daba la sensación de haber adelgazado demasiado. Y de nuevo, esos ojos que normalmente brillaban con sed de conocimiento mostraban un vacío. ¿Qué pasaba? ¿Qué le había pasado para estar así? ¿Tendría que ver con el haberse alejado de sus amigos?

Volvió a su escritorio y esperó a que la hora se acercase.

- Tienen cinco minutos – anunció – les recomiendo que vayan embotellando y etiquetando sus muestras. Y limpien el desastre que seguramente habrán armado.

Todos los alumnos estaban abandonando el aula cuando se levantó imponente.

- Granger, quédese – ordenó.

La castaña se frenó en seco y giró sobre sus talones. Tras un leve asentimiento volvió a su sitio en la mesa final. Se acercó a ella cuando todos habían salido ya y la miró.

- ¿Va a explicarme que diantres pasa? – Demando.

Hermione le miró confundida pero no dijo nada.

- Granger, hable – ordenó.

La castaña bajó la vista y negó.

- ¿Se niega a hablar? ¿Acaso quiere que le reste puntos a su casa? – Inquirió él.

La chica negó agitadamente y abrió y cerró la boca varias veces, pero nada salió de ella.

- Granger, o me responde ahora o va a estar castigada hasta que acabe el curso – advirtió Snape en tono bajo, harto de la mudez de la chica.

Hermione empezó a buscar desesperadamente un trozo de pergamino y su pluma. Garabateó rápidamente algo y se lo tendió al pocionista.

- ¿Qué no puede hablar? ¿Esto es una especie de broma? – Preguntó él irónicamente tras leer la nota - ¿piensa que soy estúpido o algo así?

La castaña negó y se miró los dedos.

- La sabelotodo sin poder hablar… Este curso va a ser realmente tranquilo. Agradezco lo que sea que haya pasado – dijo para sí Snape sonriendo mientras caminaba hacia su escritorio, pero su expresión cambió al escuchar un pequeño sollozo.

Se giró y vio a la chica recogiendo sus cosas apresuradamente con lágrimas en los ojos, para acto después salir corriendo e ignorando sus llamadas.

- ¡Veinte puntos menos para Gryffindor! – Exclamó cerrando la puerta de su despacho tras de sí.

Tenía una hora libre, así que aprovechó para ponerse a observar las desastrosas pociones de la clase anterior.

Estaba acabando de calificar las últimas cuando Albus se presentó en su despacho.

- Buenas, hijo – sonrió el anciano.

- ¿Qué quieres ahora Albus? Estoy acabando esto y en poco tengo clase – refunfuñó él.

- Venía a hablar contigo – anunció el director – tranquilo, serán sólo unos minutos.

- ¿Y de qué quieres hablar? – Preguntó él acomodándose en su silla y haciendo desaparecer las pociones.

- ¿Qué tal te ha ido tu primera clase?

- ¿Quitando las miradas asesinas y los cabeza de chorlito amenazando con hacer estallar algo? ¡Perfecto! – Respondió con ironía – y sin aguantar las intromisiones de la insufrible de Granger he estado casi en el paraíso.

El director frunció el ceño y le miró serio.

- ¿Hermione? ¿Te ha dicho algo?

- ¿Decir? ¡Me ha escrito que no puede hablar! – Exclamó él casi riendo - ¿Qué le ha pasado? ¿El idiota de Weasley le ha dado calabazas y se ha traumado? Porque por mí se puede quedar así… - aseguró agriamente – un año sin aguantar a esa chillona voz sería una delicia.

Snape miró a Dumbledore y frunció el ceño al verle con una expresión sombría y triste.

- ¿Qué? – Preguntó.

- ¿Te has dignado a preguntarle la causa de su mudez o directamente te has alegrado de lo que sea que haya pasado? – Inquirió Dumbledore serio.

- Ya sabes la respuesta a eso, no tengo porque preocuparme de historias infantiles – recordó él.

- Severus, hijo… Deberías pedirle perdón…

- ¿¡Perdón!? ¿¡Por qué debería pedirle perdón!? – Gritó él furioso.

Dumbledore suspiró y se recostó en el sillón.

- ¿Recuerdas que la joven oblivió a sus padres? – Preguntó en tono bajo.

- Sí, me lo contaste. Lo hizo porque los mortífagos estaban atacando a los padres muggles de los magos que estaban de lado de Potter.

- Bien. Unos días después de que todo acabase, la jovencita Hermione fue a Australia a buscarlos y a devolverles la memoria…

- Es un hechizo fácil. ¿Acaso falló?

- Peor. Aún quedaban varios mortífagos sueltos y todos creíamos que seguían en Londres, pero no… Severus, los mortífagos no sé cómo encontraron a los padres de la chica y esperaron a que ella fuera a por ellos…

El rictus de Snape se volvió rígido. ¿Por qué no le gustaba hacia donde iba eso?

- Severus… Aquellos mortífagos torturaron a sus padres delante de ella… hasta matarlos… - susurró Dumbledore – llegamos a tiempo para evitar que la mataran a ella también…

El pocionista se quedó totalmente paralizado. Podía imaginarse perfectamente que habían hecho esos mortífagos, pues en muchas reuniones todos explicaban que les harían a los padres de los sangresucia y a los niños mismos…

Se levantó cuál zombi y se apoyó en el alfeizar de la ventana, intentando volver a respirar normalmente.

- ¿Desde ese momento dejó de hablar? – Preguntó al cabo de unos minutos en los que Albus le observaba con gesto preocupado.

- Sí… Aunque he de decir que escribe tan rápido como habla – aseguró el anciano.

- Bien y… Si tiene ese problema. ¿Por qué nadie la ayuda? ¿Por qué sólo está Lovegood con ella? ¿A qué vienen las miradas de desprecio que reciben por parte de todos, Potter y cía incluidos? – Inquirió sin poder callar - ¡Se supone que esos hijos de troll son sus amigos y deberían estar junto a ella! ¡Si tan amigos son no deberían tratarla así!

Dumbledore sonrió entonces y Snape sintió un escalofrío. No le gustaban esas miradas del director, eran las predecesoras de planes diabólicos.

- Bueno… Se podría decir que el culpable eres tú – respondió el anciano sin miramientos.

Los ojos negros se abrieron al máximo.

- ¿¡QUÉ!? – Chilló - ¿¡CÓMO QUE YO!? ¿¡QUÉ HE HECHO YO!?

- Severus… ¿Cómo crees que sobreviviste? – Preguntó el director.

- Pues… Me administraron el antídoto a tiempo, supongo – respondió el pocionista confundido.

Albus empezó a reír.

- Espero que no la mates por esto, pero quién te salvó fue la mismísima Hermione Granger – anunció, dejando a cuadros al mago negro.

- ¿¡QUÉ!? ¿Cómo? ¿Cómo lo hizo? ¿¡Cómo se atrevió a salvarme!? – Bramó el pocionista.

Albus rodó los ojos.

- Te salvó porque eres su profesor – recordó simplemente – del mismo modo fue ella la que estuvo preparando las pociones para ti en San Mungo.

- ¿Qué? – Preguntó choqueado Snape – nunca la vi…

- Claro que no. Creo que tenía bastante claro que la querrías matar si te enterabas de que era ella la que te salvó…

- ¿Y por qué se encargó de mí en el hospital? ¿Acaso no había medimagos suficientes?

- Nadie quería ayudarte, Severus – explicó tristemente Albus – así que ella se ofreció pese a los intentos de disuasión por parte de sus amigos… Hasta que pasó…

- ¿El qué? – Inquirió el pocionista interesado.

- El señor Potter y compañía, y con eso quiero decir a todos los de su alrededor a excepción de Luna Lovegood, le dijeron que si continuaba tratándote acabarían con su amistad…

Snape sintió un escalofrío.

- Supongo que ya sabrás que para la señorita Granger la amistad y la fidelidad son lo más importante, pero más importante es aún su voluntad para ayudar a los que merecen ser ayudados… Así que simplemente les dio la espalda, quedándose con Luna Lovegood como única compañía, y siguió ayudándote – explicó Dumbledore.

El mago oscuro volvió a sentarse mientras tragaba saliva. ¿Cómo podía haber ocurrido eso? No entendía.

- Pues siento comunicarte que Granger ha perdido a sus amigos por su estupidez, porque yo no merecía ser salvado de ningún modo – aseguró agriamente convocando un vaso de whiskey de fuego y bebiéndoselo de un trago.

- Hijo, eso te va a hacer daño… - recordó Albus – y no digas que no merecías ser salvado, no después de todo por lo que has pasado…

- ¡Merecía morir maldito viejo! – Chilló él lanzando el vaso contra la pared – ¡Por mi culpa Lily murió! ¡Todo lo que he pasado ha sido por ella! ¡Debería estar tan muerto como ella! ¡MUERTO!

- ¡Severus, hijo! – Exclamó Dumbledore – no digas eso.

- ¡Lo digo porque es la maldita verdad! – Bramó Snape - ¿¡Quién se cree esa maldita metomentodo para haberme salvado!? ¿¡Acaso pensaba que me ablandaría!? ¿¡Que le daría las gracias!?

Albus suspiró y miró la hora.

- Creo que tenemos que finalizar con nuestra charla, hijo – anunció, haciendo que el hombre mirase la hora también – sigo pensando que tienes demasiada mala opinión sobre ti – aseguró – y espero que ahora veas que hay al menos 3 personas a las que les agrada que estés vivo. Te recomendaría hablar con la jovencita Granger.

- No pienso hacerlo Albus – aseguró él.

El director suspiró y se fue del despacho, dejando a Snape recogiendo unas cosas.

El resto de la mañana el pocionista se la pasó ignorando las miradas de odio que le lanzaban todos.


¡Bueno! Aquí estoy con mi segundo Sevmione. Espero que os guste el primer capítulo de esta nueva historia que estoy escribiendo con mucho cariño y cuya idea surgió a través de una canción.

Espero vuestras reviews lanzándome crucios si pensáis que es mala historia o invitándome a cervezas de mantequilla si es buena ^^ (aunque si, ya sé que con un primer cap poco se puede ver).

En un principio intentaré actualizar todos los domingos (al igual que hago con mi Dramione y mi otro Sevmione), pero si las musas o el tiempo no acompañan pues… tendrá que ser actualización cada dos semanas ^^ Espero que no queráis matarme.

Hoy mismo acabo de publicar también el primer capítulo de un fic Tommione (sí, raro, pero la idea mola), así que si tenéis curiosidad… ya sabéis.

¡Saludos! ¡Espero vuestras reviews con ilusión!