Ichimatsu, quién es un reservado pintor, un día al hacer un viaje en busca de algo digno de retratar llega a una pequeña pero preciosa floristería y conoce a un muchacho que hizo su día muy alegre. Karamatsu, el joven florista, encuentra algo especial en el otro también. Una linda historia acaba de empezar...

El joven monaguillo, Todomatsu, llega asustado a donde yacía el sacerdote Karamatsu. Vio algo que no se puede explicar, y va en busca de ayuda. La dama de negro que permanece plantada al lado del padre no es quién parece ser. La iglesia se siente insegura; un lugar al que nadie puede volver. El comienzo de la calamidad se aproxima...

Tenían todo lo que deseaban para vivir felices. Pero, jamás contarían con que la vida les haría una mala jugada. Un día, tuvieron que ir de emergencia a un hospital. Y la noticia que el doctor les dio fue lo peor que pudo pasar: Choromatsu sufría de una cruel enfermedad sin cura. La luz de aquel hogar se opacó, solo había alguien capaz de hacer sonreír al chico: Todomatsu.

Todomatsu conoce a un muchacho que destaca entre la multitud. Es una persona única. Poco a poco va creciendo la curiosidad en saber más del interesante y misterioso chico. Por ello, ese interés se convertirá en un amor ridículamente imposible. Sin embargo, ese amor y aprecio que creía inalcanzable será correspondido de una manera singular. El nombre de ese muchacho es Atsushi...

Una atracción florece dentro de los corazones de dos jóvenes destinados a la calamidad. Sentimientos encontrados surgen al son de las música y las suaves palabras se mezclan con el sabor del alcohol... —No será para siempre, pero te llevaré conmigo. —¿A dónde? —A donde quieras.

Mi nombre es Todoko. Desperté en un lugar que no recuerdo junto a un muchacho que me resulta bastante familiar, del cual no sé nada. Me siento muy desorientada, pero no tengo miedo... Quiero saber más de él, porque estando junto a él, viéndolo sonreír, me siento protegida. Algo me dice que tenemos algo en común; que nos hemos visto antes. ¿Pero qué?