Hola! Bienvenido a este Fanfiction.

Este viaje lo comencé hace dos años a raíz de la intriga que me había despertado el décimotercer príncipe en la línea de clásicos de Disney, Hans. Desde la primera vez que vi el film y analicé su historia y los pocos retasos de información sobre él comenzó a maravillarme, no por su potencial como villano sino su potencial como personaje. Como dije, este fic nació a partir de este primer capitulo que, en ese momento, era apenas un "oneshot" para mostrar mi versión de lo que pudo haber ocurrido cuando Elsa decidió perdonar al villano de su historia. Este primer capítulo recibió tan buenas criticas que decidí ser un poco mas ambiciosa y desplegar, a partir de esta idea, toda una aventura que se ciñe a la épica histórica, a la magia narrativa de antaño, complot de tronos y deberes reales. Espero con el corazón que lo disfrutes, que, como yo, termines considerando con otros ojos a estos personajes y nos sumerjamos juntos a esta aventura que seguro te dejará un buen sabor de boca y una buena experiencia.

Con mucho amor Eva Gante


HANS Y ELSA

El Príncipe Prisionero

Después del puñetazo proporcionado por mi hermana, ordené a los guardias que sacaran al hombre del agua, lo esposaran y lo escoltaran hasta los calabozos del castillo de Arendelle. Ahí se encuentra aguardando, mientras delibero el castigo correspondiente. ¿Que haría mi padre frente al traidor que atentó contra la familia real e intentó usurpar la corona?.

Según el código de alianza establecido entre los siete reinos, merecería la orca por romper el pacto de honor y paz. Esto serviría de escarmiento a cualquier otro reino que subestime Arendelle.

Suspiro tras ver la luna por la ventana. Adivino que seguramente la noticia de que tengo este poder extranatural se esparcirá más rápido que la peste bubónica, llegará a oídos de los siete rincones del mundo, y a partir de entonces seré a vista de todos una amenaza latente para los reinos vecinos. Las supersticiones de magia no gozan de buena reputación, especialmente cuando se tratan de mujeres a quienes suelen llamar "brujas" y peor cuando estas portan una corona. Historias hablan de asesinas, despiadadas y descorazonadas brujas al mando de un reino que han sido capaces de crímenes atroces. Si condeno al príncipe del reino vecino a la horca todo empeorará, seré vista como un monstruo sin escrúpulos, pero si no hay castigo ¿Que tipo de mensaje podría dar a quien intente atentar contra mi familia?. No es sencillo ser reina.

Me vuelvo de la ventana hacia mi cuarto y me doy cuenta que he comenzado a generar montículos de nieve mientras reflexionaba. Me reprendo a mí misma y lo hago desaparecer con fastidio.

—Debo hablar con Hans— Determino al tiempo que veo desvanecer todo rastro de hielo. No es sensato condenar a nadie a la orca antes de escuchar que tiene que decir a su favor.

Tomo un candelabro para iluminar mi camino, pues me dirijo directo a los calabozos de Arendelle. Ese lugar horrendo dónde yo misma había estado encadenada hace apenas medio día.

El guardia del calabozo se encuentra durmiendo en su silla. Me aclaro la garganta para intentarle despertar. Al verme y darse cuenta de quién soy, el hombre salta en alerta como un gato asustado.

—Reina Elsa, sólo… sólo intentaba descansar los ojos— Se intenta justificar. Levanto una ceja escéptica en respuesta.

—Quiero hablar con el prisionero—Le ordeno.

—Ho! … por supuesto.

El guardia se incorpora y busca entre sus llaves.

—Hemos tenido que encerrar al prisionero en la celda más pequeña— Explica adormilado en un bostezo— Ya que la otra celda estaba.. Bueno —Traga saliva nervioso —Usted sabe... la destruyó con sus poderes de hielo— Finaliza arrepentido de haberlo dicho en voz alta.

—¿Así que usted fue quién me tenía bajo llave?

—Ejem.. —Ríe bobamente y se rasca la nuca suplicando perdón. —El prisionero está justo aquí—Señala una puerta adyacente, intentando desviar el tema. Introduce la llave en la cerradura y abre la celda.

Ahí está el chico. Descansando en un banco sostenido por cadenas sobre el suelo de piedra;Hay obscuridad, el moho y la luz de la luna que se filtra a través de los barrotes que le hacen compañía. Sus muñecas se hayan esposadas entre cadenas. Puedo notar que la celda es muy poco acogedora para alguien con ese título, y me veo reflejada en la misma situación. No es sencillo pasar de sábanas de seda a hierro corroído.

—Levántate basura— Ordena el guardia—Estas frente a su majestad.

El hombre se levanta con ese esfuerzo extra al hallarse imposibilitado de usar libremente las manos.

—Gracias soldado, yo me encargo a partir de ahora—Manifiesto tras ver el trato brusco que le ha dado al príncipe. Intento guardar la compostura y sonar tan determinante como mi título lo merita. Ahora los papeles están invertidos, soy yo quien le visita a él en una celda en busca de explicaciones; Cuando él lo hizo procuró ser gentil pero estoy consciente de que era parte de su falso papel de "bondad inmaculada".

— Majestad— Se despide el soldado en voz afable, acompañado de una reverencia respetuosa y se marcha de inmediato.

Tras escuchar la cerradura de la puerta me siento dispuesta a dirigirme al traidor.

—Príncipe Hans — Le llamo al tiempo que me acerco con aquél candelabro en alto y escucho mis zapatillas retumbar en los muros de piedra—Está acusado de alta traición al atentar contra la corona de Arendelle—Decreto con suma seriedad.

Veo su rostro entre las frías sombras del calabozo, puedo observar mejor ese semblante inexpresivo. El chico posee un rostro atractivo y bonachón, nadie sospecharía que tras él esconde tanta maldad.

—Yo nunca le juré lealtad a la corona de Arendelle—Logra vocalizar sombrío.

—Fue invitado en calidad de aliado y amigo, representando a las Islas del Sur, y bajo nuestra confianza, usted se volvió en nuestra contra—Le aclaro en replica. Suelto un suspiro por que nuevamente me encuentro en este punto dónde me es difícil hablar —…El castigo por tal delito es la muerte mediante la orca.

Guardo silencio en espera de una respuesta. Tras algunos segundos aquél responde.

—¿Va a matarme su majestad?— Cuestiona burlón, hablando en un canturreo lento y hasta divertido, quizá dudando de que yo tenga las agallas de ordenar algo así. —¿Quién lo diría? —Ríe flojamente con una mueca de media luna— Después de todo es el monstruo que todos pensaban que era.

Al escuchar eso me burbujea la cólera. ¿Cómo se puede ser tan cínico? No era la respuesta que esperaba, aprieto las cejas y doy otro paso hacia él —Castigarle por sus crímenes, según lo estipulado en la ley, no me convierte en monstruo— Le explico, mientras en cada palabra pierdo poco a poco la compostura para elevar mi voz—...engatusar a mi hermana, planear mi muerte, engañar a los dignatarios y ordenar mi ejecución, lo es. Eso te convierte a ti en un monstruo.

Miro atentamente al chico y pronto me doy cuenta de que expira vapor blanco de su aliento. Tras expresar mi enojo la celda ha comenzado a tapizarse de nieve, una vez más las emociones me traicionan y actúan por voluntad propia.

—Es sorprendente ver que le funciona la memoria para unas cosas y sufre de amnesia para otras—Indica aquél, con ese humo blanco saliendo de su boca pero con una faz soberbia que pareciera no afectarle el frío— Enumera perfectamente mis crímenes pero olvida por completo que fui yo quién le salvó la vida—Me recuerda.

Por un segundo mi expresión cambia por completo. Hago memoria y puedo ver en mi mente cómo desvió la flecha de la ballesta que me apuntaba directo al pecho. Me tranquilizo de golpe, y sin darme cuenta se evapora cada copo de nieve que había materializado en la celda. El chico tiene razón. Desvío la mirada hacia el piso, siento vergüenza, por mucho que repugne a este hombre, lo cierto es que nunca le agradecíi haberme salvado la vida.

Sin embargo, eso no suprime la inhumana intención de hacerme creer que había matado a mi hermana mientras blandía una espada hacia mi cuello. Esto reanima mi cólera.

— También atentaste contra la vida de Anna— Protesto.

Aquél ríe y resopla —¿Yo atenté contra la vida de Anna? —Cuestiona. Hace sonar sus cadenas cuando se lleva una mano al mentón pensativo—No fui yo quien le congeló el corazón…De hecho, yo nunca le puse un dedo encima. Solamente me negué a darle un beso.

Nuevamente soy presa del enojo —Ten cuidado con tus palabras—Le advierto —No intentes tergiversar tus acciones; Querías apoderarte del reino mediante engaños, pasando por la vida de quien te estorbara. Lo que cometiste contra ella se llama negligencia intencional.

— ¿Hubiera preferido que la besara, aun sin sentir nada por ella?, ¿Eso me hubiera convertido en mejor persona?... ¿Eso hubiera descongelado su corazón? —Pregunta, por primera vez con un matiz hostil.

—No…. No… me refiero a que…— me intento explicar, pero silencio al darme cuenta que estoy inmersa en su juego. Aprieto el entrecejo y enderezo la espalda. Es él quien me debe una explicación. Levanto la barbilla y le miro a los ojos. —Príncipe Westergard, jugaste con los sentimientos de mi hermana para aspirar a mi corona, tú mismo le confesaste que hubieras planeado mi muerte.

— Es verdad— Confiesa sin más —…"tu corona" —medita tras un tiempo —...tu corona— se repite en un suspiro —¿No fue aquella que tiró por la ventana de ese castillo de hielo? —Pregunta.

Aprieto las cejas desconcertada ¿Cómo sabe eso?. Él no estaba ahí, él no me vio tirarla …¿O sí?.

—La encontré a mitad de la montaña, perdida en la nieve—Aclara —Supongo que no combinaba con su "nueva imagen"—Bromea al tiempo que la extrae del fondo del bolsillo de su saco y me la extiende.

Lanzo una mirada desconfiada y le arrebato la tiara de su mano.

Aquel ríe divertido y malicioso.

—¿Qué le causa risa? —Le pregunto ofendida.

—Que piense que una corona se limite a ser un artilugio de metal en la cabeza—Responde mordaz —Verá, mientras usted estaba ocupada confeccionándose un vestido, y jugando al castillo de hielo, era yo quien lidiaba con el caos en Arendelle— Explica arrogante. — Desde el día de su coronación, hasta hoy, "el príncipe de las islas del sur" fue quien dirigió y veló por el bienestar de Arendelle, sin necesidad de un pedazo de metal en la cabeza…

Tomo aire y medito un instante —Un error que nunca volverá a repetirse—Respondo casi de inmediato.

—¿Un error mi lady? —Cuestiona— Quizá un error que salvó la vida de muchos en su pueblo.

Con esas palabras me ha dejado arrinconada por segunda ocasión. No puedo debatirle lo contrario, él se ocupó del reino que me correspondía proteger... también procuró atender a mis invitados, delegados de altos rangos y de otros reinos.

—Estar a cargo de un reino es mucho más que poseer una corona, es mucho más que nacer en una cuna de oro…— Continúa. Pero esta vez no estoy escuchando al traidor o al príncipe hambriento de poder, pareciera que estoy escuchando al diplomático enviado desde el sur —…Requiere de ser un líder, ser una persona competente para servir al pueblo, que tenga las prioridades ajustadas a su vocación y tome las decisiones correctas.

—Porfavor, Hans, ¿Ahora me darás lecciones de liderazgo? —Pregunto desdeñosa.

—Con todo respeto, Majestad, creo que no está de más escuchar los consejos de una persona que tiene más experiencia gobernando Arendelle que usted—Replica una vez mas en su matiz arrogante. —Válgame— Exclama subiendo varias octavas el tono —...que conoce mejor a su pueblo que usted—Asegura como si fuera la ironía mas verosímil que haya escuchado.

¿Y éste que se ha creído? Me pregunto a mí misma, ¿Ambiciona tanto mi reino que ya se creé saber mas que la propia reina?

—Cuidar por un par de días Arendelle no le convierte en una fuente de sabiduría y experiencia—Le aclaro fríamente.

—No, pero me convirtió en el líder que hacía falta entre la gente, como dije anteriormente, uno que estaba por labor de tomar las riendas del caos.

—Arendelle me tiene a mí —Le aseguro. —Usted señor, no era un líder, era un usurpador.

Hans suspira y desvía la mirada —Fue usted misma quien dijo que la negligencia es un delito—hace memoria y me regresa la mirada —¿No ha sido negligente pasar todos estos años aislada en su castillo y estar al margen de su pueblo?, ¿No fue negligente huir de su reino para después aislarse en las montañas nevadas?, ¿No fue negligente congelar el corazón de Anna y no actuar al respecto?...

En mi cabeza una voz se asoma y me manifiesta cruelmente al oído: Él tiene razón. Me es imposible no reconocer estos errores.

Guardo silencio, poso el candelabro en el banco de la celda.

—No , no fue negligencia fue…—Medito y me he quedado sin palabras con que replicar.

Aquél continua —…Suficiente hice limpiando el desorden que provocó con la nevada…ahora no me puede recriminar que "atenté contra la vida de Anna", si fue usted quién en primer lugar le congeló el corazón y no movió ni un dedo para remediarlo. Un usurpador, si, lo admito, pero era uno que tenía la intención de enderezar el reino.

—BASTA—Le ordeno. Por mucho que me duela aceptarlo. Fui yo quien debí actuar en ese instante, quién debí haber llevado a Anna con las criaturas de piedra y haber hecho el acto de amor verdadero para revertir la maldición. Fui yo quien debí haber estado atendiendo al reino, repartiendo cobijas y dando asilo a la gente. —Mi última intención era dañar a terceros—Me excuso acorralada.

Aquél se sienta a lado mío se muerde el labio y levanta una ceja — ¿Dañar a terceros?, Si bien recuerdo, también estuvo a punto de matar a dos hombres de Weselton...

—Hombres que me apuntaban con una ballesta—Aclaro, con la amargura de aquella carga de culpabilidad. No me siento orgullosa de eso, aun es más doloroso reconocer que haya sido éste sinvergüenza quién me haya detenido de cometer un crimen que me hubiera perseguido el resto de mi vida.

Tras echar una hojeada al hombre reflexiono. He estado unos minutos charlando con él y soy yo quien he resultado cuestionada, exhibida y juzgada. ¿Pero como fue que esta conversación llegó a este punto?

—Eres un manipulador nato, ¿no es verdad? —Deduzco. Ahora veo como ha sido tan sencillo para él seducir a mi hermana. Tiene una legua venenosamente ávida.

Es hora de jugar su juego.

—El menor de los 13, el incomprendido, el menospreciado, el ignorado... asumes que eres un zorro astuto y ambicioso, pero en el fondo sólo veo un niño en busca de un poco de reconocimiento—infiero cruel pero francamente —No me extraña que tengas esa facilidad camaleónica para manipular a la gente, después de todo has sido educado como aristócrata, con el don de la amañada diplomacia. Pero por desgracia, aun no tienes la sabiduría o el prestigio que se le concede a un verdadero rey.

Hans agudiza esa mirada sombría, claramente ofendido, sin embargo opta por guardar la compostura.

—No crea que me conoce majestad, no tiene ni idea de quién soy— Asegura

— Es evidente, Hans. No buscas el amor de una princesa, no buscas fortuna, ni poder, ni gloria. Tú, mi "real sureño", ni siquiera quieres un reino…lo que anhelas es demostrarle a tu familia de lo que eres capaz, buscas el respeto, admiración o la aceptación. Para ello piensas que lo lograrás siendo rey. Quieres dejar de ser la sombra de los otros 12 que te preceden, ¿No es así? —Finalizo victoriosa y por primera vez sonrío de arrogancia.

—Posiblemente acertó dos de tres—Musita aquél en un gruñido, pero su aire enigmático se subraya cuando baja su mirada a media asta —Le advierto majestad que es peligroso jugar mi juego, es usted aun muy inocente para tratar de desentrañarme.

—No eres tan astuto, frío y calculador como cree "alteza"—Le aseguro cruzando ambos brazos y chasqueando los dientes —En realidad careces de la paciencia requerida para ser ese "hombre calculador y pragmático" — Rio cantarina — ¿Pedirle matrimonio a mi hermana al primer segundo de conocerla?, ¿De verdad creías que te ganarías así mi bendición?. Eso insultó mi inteligencia.

—¿Y yo cómo podría haberlo adivinado?— Hans se encoje de hombros y continua mirando al vacío con ambas cejas rectas, hablando mediante gruñidos — Apenas le sonreí a tu hermana y ya me hablaba de compartir sándwiches; por un segundo creí que la credulidad podría ser cosa de familia.

Tras el comentario le dejo caer un montículo de nieve helada bruscamente sobre su cabeza.

—ten cuidado cuando hablas de mi familia—Le ordeno enojada.

—Me disculpo—Refunfuña.

—Ahora es momento de que yo te otorgue un consejo, príncipe—Me levanto del banco, con el candelabro en una mano y la otra en la cintura—Si quieres ser un buen rey algún día, y ganarte un lugar entre tus hermanos, tienes que añadir una virtud a tu lista de "sabios consejos". Un líder debe actuar con honor.

—¿El honor que demostraste al terminar sorpresivamente una fiesta tras una rabieta? —Me pregunta, enarca una ceja y levanta un pómulo, restando interés a mis palabras,quizá intentando provocarme; Pero decido no caer en su juego. continúo...

—El honor que me dicta que debo agradecerte por cuidar de Arendelle en mi ausencia y por salvar mi vida—

Aquél disuelve su rostro apático y me mira confuso. Sonrió, por primera vez, con bandera de paz

—... Arendelle no tomara medidas en contra del príncipe de las islas sureñas, será el propio Rey Westerguard quien dictamine un castigo por los delitos cometidos por su hijo—Suspiro tranquila relajando los hombros—...Creo que tienes la vocación y las intenciones—Le confieso con franqueza—Pero haz tomado medidas poco éticas, atroces y desesperadas—reprendo —Es una lástima, hubieses sido un buen consejero. Un terrible potencial descarrilado —Lamento negando la cabeza.

Bajo la barbilla a modo de despedida y me dispongo a abandonar la celda —Mañana te embarcaras rumbo a tus islas, no podrás pisar el reino de Arendelle nuevamente— Finalmente decreto al paso que salgo de la celda.


Si te ha gustado este primer capítulo, te invito a seguir leyendo el resto de la historia.

Gracias por leerme, un abrazo