Este fic está dedicado especialmente a mi querida Sarai GN que un día me pidió que escribiera un Olderward.

Sarai, desde ese momento, no me lo pude sacar de la cabeza. Tu responsabilidad, para bien o para mal.


Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

PERVERSAMENTE PROHIBIDO

CAPITULO 1

—Buenos días, Zafrina —saludó Edward a su secretaria entrando en su despacho.

La mujer se levantó de su escritorio y entró tras él llevando consigo carpetas y documentos, para ocupar su asiento al otro lado del escritorio de roble.

—Sólo lo urgente —pidió él mientras se dejaba caer en su silla reclinable —Quiero irme temprano.

—Tengo varios asuntos, ya que estarás fuera dos semanas.

—No me lo recuerdes —suspiró

Edward Cullen era el presidente de Cullen Holdings, Inc, desde que su padre Carlisle Cullen, se había retirado diez años antes.

Llevaba trabajando en la empresa desde que había cumplido diecinueve y había acabado el instituto. En todo ese tiempo se había ganado a pulso el título de "Tiburón Cullen" ya que así le consideraban en los negocios, un tiburón.

En los últimos años había realizado adquisiciones de diferentes empresas a lo largo y ancho del globo, y Cullen Holdings ya era una reconocida marca mundial.

Ese día salía en viaje de negocios.

Tenía varios contratos pendientes que le mantendrían un par de semanas viajando por el mundo.

Sabía que contaba con un excelente equipo de trabajo, por lo que no le preocupaba mayormente tener que ausentarse, pero eso de dormir en hoteles, y cambiar de cama cada tres días ya no era para él.

A veces sentía que se estaba haciendo mayor, aunque su padre se burlara de él cada vez que hacía alusión a su edad.

—Bien, —dijo la mujer organizando sus papeles —han vuelto a llamar los de la revista Forbes, quieren una entrevista.

—Deshazte de ellos.

—Lo he hecho pero insistirán.

—Diles que estaré fuera, ya veré cuando regrese.

—De acuerdo. Vulturis ha cambiado tu reunión en Roma, ya he cargado los datos en tu agenda. Te ha llamado Jane, dijo que no le contestas al móvil.

Bufó agotado.

—Lo sé. Quiere cambiar el coche. Me niego rotundamente.

—Pero su coche sólo tiene tres años —comentó su secretaria sorprendida.

—Exacto, y siendo que el anterior sólo le duró cuatro… No me la pases si vuelve a llamar. Ya trataré ese tema cuando regrese.

—De acuerdo. —asintió la mujer mirando los últimos papeles que tenía entre manos —Recursos Humanos te ha enviado seis currículums para que veas. Quieren que te encargues de las entrevistas definitivas —explicó la mujer entregándole las carpetas.

Les dio una rápida ojeada.

—¿Para el nuevo abogado?

—Sí.

—¿Estos son los candidatos?

—Han entrevistado a veintiséis y han preseleccionado estos seis.

—Me da igual. Que Emmett se encargue de entrevistarles, al fin y al cabo trabajarán para él.

Su hermano, Emmett Cullen, con su título de abogado, era el director jurídico de la empresa.

Rosalie, su mujer desde hacía dieciocho años, estaba embarazada de su tercer hijo, pero su embarazo a los cuarenta y tres años, era riesgoso.

Tenía sólo dos meses de embarazo y le habían ordenado hacer reposo absoluto.

Por esa razón, Emmett, quien acostumbraba viajar acompañando a Edward siempre que había algún contrato que firmar, se negaba a seguir viajando al mismo ritmo. Con ese motivo ya hacía varias semanas que se estaban ocupando de encontrar un abogado que trabajara junto a él.

—Bien. —dijo la mujer recelosa

—¿Algo más? —indagó y vio a su secretaria sonrojarse nerviosa —¿Qué más, Zafrina?

—Alec no se ha presentado en los últimos tres días a trabajar y parece ser que no ha comunicado su ausencia.

—Mierda —gruñó furioso —Diles a los de Recursos Humanos que le envíen un apercibimiento por telegrama urgente. Si no da razón y se presenta en la empresa en el día de mañana, está despedido.

—Pero, Edward...

—Sin peros, Zafrina. No necesitamos este tipo de empleados. Si no se presenta a trabajar responsablemente como es debido, está despedido, sin más.

—De acuerdo —aceptó la mujer levantándose de su asiento para abandonar el despacho.

—Ah, Zafrina —le detuvo —el próximo lunes es el cumpleaños de Tanya. Envíale flores, por favor, le traeré algo de Roma.

—¿Rosas?

—¿Eran sus favoritas?

—Sí, Edward —asintió la mujer con una sonrisa tolerante.

—Entonces, sí.

—De acuerdo. Que tengas un buen viaje, Edward.

—Gracias —dijo mientras se volcaba a su ordenador para organizar los documentos que debía llevarse en su viaje.

Tres días después, Bella Swan entró en su casa y pateó sus zapatos antes de dejarse caer en el sofá.

Angela, una de sus compañeras, salió de la cocina comiendo un sándwich de queso y se sentó junto a ella.

—Hey, Bells. ¿Cómo te fue?

—Dios, Ang, estoy agotada. Creo que me he presentado en todas y cada una de las empresas de Seattle.

—¿Qué te han dicho?

—Le llamaremos, señorita Swan —dijo con un acento agudo

—Lo siento, Bells.

—Parece que summa cum laude en Yale no basta para conseguir un buen puesto de abogado en esta ciudad.

—Dale tiempo, Bella. Acabas de volver.

—Lo sé —gimió —Pero estoy ansiosa.

Bella había regresado de la universidad hacía poco más de un mes y desde entonces había empapelado la ciudad con sus currículums y referencias.

Los últimos años había estudiado leyes en Yale y finalmente tenía un título de Abogada que había obtenido con honores.

Pero sus esfuerzos por conseguir trabajo no estaban dando los resultados esperados, por lo que se planteaba volver a trabajar como dependienta o camarera antes de consumir sus últimos ahorros.

Sus amigas intentaban que desistiera de la idea pero no estaba dispuesta a permitir que la mantuvieran.

Pero como Jessica decía, ellas eran su familia, y las familias se ocupan unos de otros.

Y esa era la verdad en todos los aspectos importantes. Jessica Stanley, Angela Webber y Alice Brandon eran su familia.

Las cuatro compartían la casa que la tía Marie le había dejado a Bella al morir, hacía ya cinco años.

Jessica y Angela habían ido juntas al instituto en su pueblo natal Grand Forks, en Minessota, y luego se habían traslado al oeste para asistir a la universidad en Seattle.

Jessica se había graduado como financiera y trabajaba en el Seattle Bank. Angela ejercía como profesora de francés dando clases en el West Seattle High School.

Siempre habían pensado que volverían a Minessota al graduarse, pero durante los años de universidad se habían enamorado de la ciudad y se habían quedado allí.

Alice, por su parte, había llegado a Seattle desde Biloxi, Mississippi, para estudiar medicina y actualmente hacía la residencia en el hospital universitario.

Las tres chicas habían respondido al anuncio de Bella para compartir vivienda, en cuanto la tía Marie había muerto.

Bella se encontraba entonces estudiando en Yale, pero siempre había sabido que era en Seattle donde quería vivir su vida, por lo que le pareció una tontería deshacerse de la enorme casa de cinco habitaciones que había heredado. Tomó la decisión y alquiló las habitaciones a esas chicas que se habían convertido en sus amigas y su familia.

Siempre había vuelto a la ciudad por las vacaciones, y desde que finalmente había acabado la universidad un mes antes, se había instalado en su casa, para vivir con sus amigas.

Y, dado que ninguna de ellas tenía familia en la ciudad, lo eran todo las unas para las otras.

Sabía que podía confiar en que ellas la ayudarían con las finanzas hasta tanto encontrara trabajo. Sin embargo, aún confiaba en que éste apareciera antes de que tuviera que darse por vencida.

—Pues entonces te gustará saber que tienes un mensaje en el contestador. —explicó Angela divertida

—¿Un mensaje? —inquirió intrigada

—Sip —la sonrisa petulante de Angela la hizo dudar.

Cruzó el salón y presionó el botón azul del aparato.

"Este es un mensaje para la señorita Isabella Swan. Le estamos llamando de Cullen Holdings, Inc, para coordinar con usted una segunda entrevista con el director jurídico de la compañía, el señor Emmett Cullen."

Con los ojos abiertos como platos, marcó de inmediato el número que le habían dejado.

Después de concertar una entrevista para la mañana siguiente, se puso a dar saltos sobre un pie antes de lanzarse sobre su amiga para abrazarle exultante y caer riendo sobre el sofá.


Bueno, al fin llegó el nuevo fic, para empezar el nuevo año.

Un capi cortito para empezar pero es sólo para introducir el tema.

Espero que este fic colme las expectativas de todos, y que lo disfruten.

Mi primer olderward, así que pido paciencia, jeje.

Les dejo un adelanto del próximo capítulo:

Cuando sus pies estuvieron fuera del edificio de Cullen Holdings, Inc, realizó una llamada grupal a sus mejores amigas, Alice, Angela y Jessica y les informó sobre la buena nueva.

Alice les convenció de salir a celebrarlo y allí estaban ahora, cenando en un local de comida rápida, para ir después al Twilight, la discoteca de moda.

—¿Y dices que tu jefe está bueno? —preguntó Jessica con interés.

—Bueno y atrapado.

—No estoy buscando matrimonio —sonrió la chica

—Y yo no estoy buscando que me despidan porque una amiga mía le tiró los trastos al jefe.

—Ok, ok —aceptó Jessica risueña —Pero si tengo que volver a tirarme a Mike una vez más, creo que me haré lesbiana.

—Jess, —le llamó Angela —Nadie "tiene que" tirarse a nadie, y desde luego que tú no "tienes que" tirarte a Mike. Lo haces porque te gusta.

Como siempre les esperamos en el grupo de Facebook, Las Sex Tensas de Kiki, donde hay adelantos, imágenes, encuestas, etc, sobre mis historias.

A partir de la próxima semana los días que actualizaré esta historia serán los Viernes.

Besitos y a leer!

Y PARA TODOS Y TODAS FELIZ AÑO NUEVO!