Disclaimer: applied.

Este fic participa del reto "Las Casas Olvidadas" del foro "Provocare Ravenclaw".


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HUFFLEPUFF

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La noche en que Harry Potter salió del laberinto durante la última prueba del torneo de los tres magos aferrándose al cadáver de Cedric, Ernie supo que nada sería lo mismo. Para empezar, estaba el hecho de que todo Hufflepuff lloró amargamente la muerte injusta de su compañero, demasiado joven y con un futuro completo destruido, interpuesto en una batalla de la que no había sido consciente.

Aquel chico de diecisiete años, prefecto, capitán de quiddtich, amable, honesto y leal había sintetizado en pocas palabras lo que caracterizaba a su casa, y por primera vez en mucho tiempo conquistó una fama que ellos solo podían mirar a los lejos. Muchos lo habían adorado, Ernie lo había respetado y admirado porque no necesitó temeridad, obsesión ni malicia para lograr sus metas. Por eso, no pudo evitar estar resentido con Harry Potter cuando el cáliz de fuego lo seleccionó como cuarto campeón en un torneo de tres personas.

Hufflepuff respaldó a Cedric, y él no fue la excepción. Pensó, como muchos, que Potter quería más fama. Había gozado tantas aventuras y seguramente la frivolidad y el egoísmo se le habían subido a la cabeza, borrando su humildad. Pero esa era la gloria de Hufflepuff, de Cedric, y Harry Potter no iba a robarla. Indignación y ofensa encabezaron las emociones que sintió en aquellos primeros días luego de la selección. La luz llegó poco a poco, y en la primera prueba comprendió (todos los hicieron) con un golpe de orgullo que realmente nadie de catorce años se lanzaría de brazos abiertos a una muerte pública, dolorosa y desconocida solo por un poco de fama. Comprendió, e hizo una cuenta hacia atrás, aceptando que todo aquello que él nombró aventuras solo fueron paseos indeseados al filo de la muerte.

Aceptó su error. Y se dijo a si mismo que no volvería a dudar de un amigo.

Entonces, apoyó a Potter tanto a Cedric. Ambos pertenecían a Hogwarts, ganaran o perdieran nadie dudaría de su valía, aunque era inevitable que su favor se inclinara más a Cedric. Si Harry Potter ganaba sería la victoria de Hogwarts, pero si Cedric lo hacía sería también la victoria de Hufflepuff. El mundo recordaría que no solo existían Gryffindor o Slytherin.

Y, de forma retorcida, ambos ganaron.

Cedric ganó, Harry ganó, pero todos perdieron.

Cuando se alzó sobre las gradas aquella noche al verlos regresar, lo primero que hizo fue abrazar a Justin y Hannah. ¡Habían empatado! ¡Era la victoria absoluta de Hogwarts! ¡La gloria de Hufflepuff! Al menos eso creyó. Las palabras que hicieron añicos la alegría y los gritos de celebración fueron crueles: ¡Está muerto! ¡Cedric Diggory está muerto!

Había leído en los libros sobre torneos pasados y las muertes de los participantes, accidentales u horribles. Pero eso había pasado hace siglos, se suponía que todo era seguro. El ministerio juró que las nuevas medidas protegerían a los estudiantes, que nadie moriría de nuevo.

Pero el ministerio poco podía hacer contra el mago tenebroso más peligroso que había surgido en esos tiempos. Esa noche que debió ser un triunfo, Lord Voldemort regresó y asesinando a Cedric Diggary empezó su nuevo reinado de terror.

Ernie lloró como todos, de rabia, de dolor, impotencia y tristeza. Cedric era demasiado joven, su muerte era injusta. Pero era solo el comienzo.

Nunca dudó de las palabras de Harry o de Dumbledore que lo respaldó. No creyó las miles de mentiras que "El Profeta" publicó, no rio con las pesadas bromas que imprimían día a día. Jamás pensó que la muerte de Cedric fuese un accidente, y lo consideró un descaro y un total insulto a su memoria y al mundo mágico. Dudar de Harry Potter era dudar de la existencia de su Cedric, burlarse de su muerte trágica.

Ernie confrontó a sus compañeros en silencio, ¿no habían confiado y admirado a Cedric tanto? ¿Realmente creían que había muerto en un accidente?, ¿no fue lo suficientemente listo e inteligente para poder sortear las pruebas como los otros campeones? El profeta se desvivía haciendo chistes malos y el ministerio seguía con su estúpida propaganda, pero nunca hablaron del accidente, nunca respondieron qué accidente pudo terminar con la vida de Cedric, y nadie lo cuestionó.

Los chismes que corrían por Hogwart eran tontos y malintencionados. Ernie solía hablar con Justin y Hannah al respecto parte del tiempo. Eran Hufflepuff, eran perseverantes y leales, y estaban orgullosos de esas cualidades. Admiraron a Cedric y lo respetaron en vida, y también lo harían en la muerte.

Harry había regresado el cuerpo de Cedric. Ambos se habían apoyado durante el torneo, y Harry pudo haber muerto también, pero estaba vivo, y con esa vida había hecho todo lo posible por honrar a su compañero caído y alertar del regreso del innombrable.

Se podía confiar en él, se debía confiar en él, especialmente todos aquellos que pertenecían a Hufflepuff. Porque el respeto a Cedric había pasado a Harry, porque la lealtad que le debían ahora se la debían a Harry Potter.

Por Cedric y el mundo mágico tenían que confiar y apoyarlo.

Por eso, cuando Luna Lovegood afirmó -más llevada por sus extrañas costumbres que por realmente creerlo- que creía en Harry, Ernie no pudo evitar hablar también.

Creía en Harry y creía en Dumbledore porque había creído en Cedric, y en lo que ahora representaba para ellos.

Le dio su apoyo y respaldo.

No fue valentía, no era un Gryffindor.

Tampoco fue lógica, no era un Ravenclaw.

No le dio la espalda ni se burló o prefirió mantenerse neutro, no era un Slytherin.

Lo hizo por el recuerdo de su compañero, porque era un Hufflepuff y era leal hasta la muerte.

Cedric vivía en Harry y en la esperanza que existía, una pequeña llamarada que podía pasar desapercibida pero ardía con intensidad, tal como tiempo después ardió el Ejército de Dumbledore cuando se creó para luchar contra el mal.

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No tengo mucho que decir, lamento haber tardado, y fue un alivio saber que extendía el plazo. Así que aquí está mi participación.

Gracias por leer.

Besos, Bella.

Editado (02/09/2019)