No se como comenzar... sentia cosquillas en mis dedos cuando subi esto al Doc Manager, me he tomado mi dulce tiempo con esas cinco-mil-y-algo palabras... no quiero que acabe, es mi bebé de JeanMarco. Siento muchas cosas a la vez mientras escribo esto. Estoy en nuevos fandoms ahora, me gustan muchas parejas nuevas (de las que ya estoy escribiendo y probablemente continue escribiendo), pero JeanMarco guarda un lugar muy especial en mi corazon de shippeadora hard.

Quiero decir que gracias a este fic he conocido personas maravillosas con las que espero continuar nuestra amistad, no se olviden de mi porque yo no me olvido de ustedes.

Un gracias especial a Kaith Jackson por betearme tantos capítulos, y a Nayen Lemunantu por acompañarme con sus correcciones hasta el final.

Gracias también a todos los fanarts y a los fics que han nacido por esta historia, y a todas las personas que han sido inspiradas por esta pareja tan especial.

Gracias, gracias a mis lectores, esta historia es para ustedes, para todos los que les gusta snk y querian leer otro final para esta pareja que terminó de forma tan trágica. Gracias por tomarse el tiempo de leer estos capítulos, darme ánimos, cada review, favorito y follow.

Tal vez nos volvamos a leer en otra historia, de snk o de otro fandom.

Adios, titán gentil. Jean y Marco.


Epílogo

Era agradable, todo esto de mejor-amigo-convertido-en-novio era lo mejor que le pudo pasar a su relación, Jean estaba seguro de eso. Amaba a Marco, cada aspecto de él. Tenerlo de regreso era un milagro, tanto así que no se había detenido a pensar cómo había ocurrido. La coincidencia del padre de Jaeger era un misterio, pero Jean solo tenía ojos para mirar al frente, hacia un futuro que ahora incluía a Marco.

Era como si nada hubiera cambiado. El año que pasaron separados, el mismo que creyó que su mejor amigo había muerto, se fue a un lugar recóndito de su mente, donde pertenecía.

En esta realidad, en su presente, podían estar acostados en una sola cama, escuchando la respiración de sus compañeros al dormir, usando la camisa del otro, sólo para reír al ver que a Jean le sobraba espacio, y que Marco se veía como un niño en crecimiento con una camisa que ya no le quedaba; cuando en su interior Jean lo hacía por el olor agradable y la sensación de pertenecerle a alguien que sentía lo mismo que él. Sabía que para Marco era similar, lo conocía lo suficiente como para estar seguro de eso.

Ellos eran todo lo que habían sido antes. Tenía a su mejor amigo de regreso, ¿quién más podía decir eso? Podían robar pan de la cocina y terminarlo en la noche, Marco lo regañaría por hacerlo, pero al final ambos lo comerían, porque así de grande era su hambre, aún eran adolescentes en crecimiento viviendo en un lugar donde no les daban suficiente alimentación.

Excepto que eran más, eran mejor. Porque cuando besaba a Marco podía saborear las frituras que habían compartido, en la noche podía sentir la pasta dental con la que se había lavado los dientes. En la tarde cuando terminaban de entrenar, podía sentarse en su regazo y recostarse sobre su pecho, Jean lo rodeaba con sus brazos y Marco los acariciaba.

Podían compartir cosas, conversar, contar chistes tontos. A veces, en la noche dormirse era desagradable, porque eso significaba que se perderían momentos con esa persona que les robaba el aliento y no querían eso.

Recordaba lo que le había dicho cuando el otro aún era un titán. En ese momento había ansiado tocarle la mejilla y contar sus pecas, cosa que hizo una tarde cuando terminaron de entrenar. Había querido darle flores a él en lugar de una lápida, cumplió ese deseo esa misma tarde con unas florcitas que encontraron en su camino de regreso.

Cumplió también lo de salir a cenar en un día libre que les dieron, con un poco de dinero ahorrado que su madre le había enviado. Jean se puso la mejor ropa que encontró entre sus cosas y asumió que Marco hizo lo mismo, porque se veía demasiado bien. Su novio era un chico muy atractivo. Tuvo con él la cita que le prometió cuando era un titán, y ambos acabaron el plato en menos tiempo del que esperaron a que les sirvieran. No había nada elegante en ello, pero a ninguno pareció importarle.

Esa noche al camino de regreso se sentaron en el césped y cumplieron otro deseo de la lista al mirar las estrellas en una noche clara y sin nubes lejos del bullicio de sus amigos. No hubo estrellas fugaces, pero no le importó porque no había algo más que quisiera desear. Marco lo abrazó mientras le preguntaba si tenía frío, que simplemente quería darle abrigo con sus brazos, era una excusa y ambos lo sabían. Jean recostó su cabeza sobre el hombro del otro y le robó un beso cuando estuvo distraído.

Jamás pensó que El Titán Gentil terminaría por regresar a su estado humano, todo ese tiempo que pasó deseándolo, una parte de él le aseguraba que era imposible, pero ahí estaban, juntos. Haciendo todo lo que le había prometido ese día que le confesó sus sentimientos al dibujar un corazón en el suelo.

Ese día parecía tan lejano. Ese mes que le enseñó a comunicarse, a caminar, a entender su idioma, parecía un sueño ahora.

Ahora todo era tan palpable, podía acariciar la piel de Marco completamente lisa, libre de todas las cicatrices que tenían los soldados que habían entrenado por años. Mientras escuchaba la respiración del chico de pecas alterarse desde que comenzaba a tocarlo. Podían compartir noches de intimidad en los lugares más recónditos del bosque, cerca del río de Ragako que habían bautizado como suyo.

Él dejaba que Marco lo viera expuesto, desnudo con sus emociones libres y al descubierto en una manera que Jean jamás se expondría ante nadie más. Marco lo tocaba lentamente, cada cicatriz que había marcado su cuerpo como si aún estuvieran frescas y el dolor reciente.

Ambos sabían lo que el otro sentía, era una comunicación silente. La misma que trascendió la muerte, esa que lograron cuando uno de ellos no podía hablar ni entender porque ni siquiera era un humano.

Esa misma donde sabían que el otro lo amaba.

Jean quería abrirse para Marco, sentirlo en cada parte de él, dejarlo entrar a ese espacio personal que nadie más había tocado. De la misma manera quería entrar en él y sentir el calor de su amante rodearlo, estar tan conectado física y emocionalmente a él que ambos olvidaran lo que se sentía estar separados.

Jean pasaba sus dedos por la cara de Marco, cada borde y curva, bebiendo cada detalle. Miraba las pecas que adornaban su rostro y le daban esa singularidad tan propia de él, como el cabello húmedo por el sudor caía en su frente, y en su pecho las clavículas sobresalían como bordes firmes que lo hacían ver delicado aún con la fuerza que yacía en sus músculos tan definidos por el entrenamiento diario.

Movía sus caderas sintiendo al otro temblar, los gemidos eran música para sus oídos. El sonido que más deseaba escuchar. Se oía un gemido final y se apresuraba en dar todo de sí. Jadeante salía de él, demasiado cansado para moverse. Se dedicaba a abrazarlo por detrás mientras sus respiraciones se normalizaban.

Se limpiaban con el agua del río y se vestían manteniendo conversaciones casuales. Regresaban caminando, comentando sobre la siguiente vez que volverían. Era difícil no tener las manos encima del otro todo el tiempo, cuando su deseo y su sed por tocarse eran tan fuertes como sus sentimientos.

Entre besos y promesas de una próxima vez, regresaban al campamento. Donde los demás los miraban llegar con el cabello húmedo y ropas desordenadas, pero nadie comentaba nada.

Tenían buenos amigos.

Los chicos del ex-Escuadrón 104 eran su familia ahora, hacían todas sus comidas juntos y reían cuando hacían bromas, o cuando Eren peleaba con Jean, Marco y Mikasa tenían que separarlos y regañar a cada uno por su comportamiento. Jean podía vivir con todas estas personas, y no le importaría morir también con ellos.

Aunque su vida era mejor ahora, con Marco en ella. Morir no era un plan a corto plazo, primero daría todo de sí y esperaría que eso pudiera hacer el cambio por el que se unió a la Legión de Reconocimiento. Que él mismo podría ver hacia atrás y estar seguro de haber tomado las mejores decisiones en las que basaría su vida.

Una vida que aún faltaba mucho para acabar. Tenía muchos años por vivir, un futuro que se desplegaba como un pergamino con infinitas probabilidades. Todo era posible, sólo era necesario un poco de ambición y las personas que lo rodeaban, que le impulsarían a seguir adelante.


El tiempo no espera a nadie, corre a su propio ritmo sin que los que dependen de él se den cuenta, o puedan hacer algo al respecto, porque no supo exactamente cuánto tiempo había pasado cuando el comandante dio a conocer a todos los soldados de la Legión de Reconocimiento que habría una nueva misión de exploración fuera de las murallas.

Para Marco eso significaba que saldría por primera vez a ver el mundo exterior.

Todos prepararon sus uniformes, alistaron las carretas con comida, llenaron sus tanques con gas y los de reserva que cargarían, todas sus cuchillas tenían el filo para cortar cualquier titán que se les atravesara. En la noche, el chico de pecas estaba tan emocionado que no podía dormir. Después de girar y girar en la cama, sin éxito, tocó a Jean para ver si compartía su desvelo.

—Mmm… ¿qué pasa? —Fue la respuesta que obtuvo.

—Lo siento, creía que estabas despierto —se disculpó, sintiéndose culpable por haber interrumpido su sueño.

—Ahora lo estoy —respondió su novio adormilado—. ¿No puedes dormir?

—No —confesó.

—¿Estás nervioso? —escuchó que le preguntaron, sintió un movimiento a la par suya, Jean había levantado la mano para restregarse los ojos. Marco sólo podía mirar su silueta en medio de tanta oscuridad, que era todo lo que la luna le permitía ver.

—Sí —admitió—. Pero no es por miedo, es un nerviosismo bueno —dijo torpemente.

—Nerviosismo bueno —repitió el castaño—. Lo que tú digas.

—¿Cómo es allá afuera?

Jean pareció pensarlo por un momento.

—Igual que aquí… —explicó—. Pero a la vez es diferente… no lo sé —lo escuchó bostezar—. Es que sabes que no hay más murallas adelante, puedes avanzar todo lo que quieras y sabes que no habrá límites.

—¿Y eso no da miedo?

—No realmente, es emocionante. Lo que asusta son los miles de titanes que quieren comerte.

Rieron suavemente.

—No puedo esperar. Me alegra estar vivo para ver el mundo exterior.

—A mí también —lo escuchó decir y sintió un beso en su hombro. Luego Jean recostó la mejilla sobre él—. La nueva formación nos deja con vista hacia los chicos, para que no nos preocupemos; y tu posición está cerca a la de Eren. El comandante ha pensado en mantenerlos cerca de él, quiere vigilar muy bien sus armas. También, cerca de la retaguardia habrá más acción para nosotros, por eso puso a Levi a nuestro lado, en caso que no podamos cuidarnos solos.

Marco le besó la frente.

—Eres muy listo —le felicitó, admiraba la capacidad de Jean para deducir estrategias que nadie decía en voz alta—. ¿Recuerdas cuando te dije que serías un buen líder?

—Sólo lo dijiste para meterte en mis pantalones.

Marco se rio.

—Número uno: funcionó, y número dos: Lo dije porque lo creo, un día tú estarás planeando esas estrategias en ese escritorio tan elegante.

—¿En verdad crees que el comandante querrá escuchar mis tontas opiniones?

—Todos querrán escucharlas cuando seas tú el comandante.

—Vaya, ahora sí estás delirando. ¿Te golpeaste la cabeza cuando estuvimos entrenando?

—Jean, hablo en serio.

Escuchó a Jean reír.

—Entretengamos tu idea, ¿entonces qué pasará con Armin? Es el chico más listo que conocemos, ¿no debería él ser el líder?

—Sí —Admitió el pecoso, no era muy difícil imaginar el papel que el rubio tendría en el futuro—. Armin probablemente descubrirá el secreto tras el origen de los titanes y también nos dirá como acabar con ellos. Lo imagino haciendo experimentos que tengan resultados que cambien todo.

—El nuevo Hanji… —concluyó Jean.

—Sí, y Mikasa se convertirá en la mujer más fuerte de la humanidad —ideó también. Aunque podía hacerlo sonar más ambicioso, probó explicarlo de otro modo—. No, ella será la persona más fuerte de la humanidad.

—Mmm… le quitará el lugar a Levi —Jean bostezó otra vez—. Bueno, si alguien puede hacerlo, es ella.

—¿Ves que es posible?

—Entonces Eren y tú serán las armas de la humanidad —agregó el castaño.

—Eren sí, aún no sabemos si podré volver a transformarme —contrarrestó él.

—Si yo puedo ser comandante, tú puedes convertirte en titán.

Marco rio.

—Puede ser.

—¿Sabes algo? —preguntó Jean.

—¿Mmm?

—El comandante tiene su propia habitación.

—Claro, al igual que todos los líderes de escuadrones.

—Sí, pero el cuarto del comandante debe tener más espacio.

—¿Quieres una habitación más grande?

—Por supuesto, ¿sabes lo que eso significa? Ya no tendremos que ir a Ragako para tener sexo.

Marco se rio.

—¡Eres un pervertido! ¿Te convertirás en comandante sólo para tener sexo más seguido?

—Mmm… no me importaría —agregó Jean suavemente. Estaba coqueteándole, si no se detenía, ambos terminarían con deseos que no podrían suprimir.

—Vete a dormir —le ordenó el pecoso, intentando cambiar el tema. Ese no era el momento ni el lugar.

—Si me duermo ahora, sólo tendré sueños húmedos contigo.

—¡Jean! —regañó Marco, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo, sabía que debía estarse sonrojando. Agradeció a las murallas porque estaba tan oscuro que el otro no podía ver su cara—. Eres un novio muy necesitado y empalagoso, tienes suerte que seas tan atractivo y no pueda resistirme.

—¿Cóm-

Sabía que Jean tendría una respuesta para eso, pero ideó la mejor manera de callarlo: lo besó antes que pudiera hablar.

Se separó y comenzó a reírse.

Escuchó a Jean reír también.

—¡Comandante Kirschtein, deje de cogerse a su titán y váyase a dormir! —escucharon la voz de Connie exclamar en una queja.

Eso lo tomó desprevenido, Marco cubrió su rostro en vergüenza, habían estado hablando demasiado alto otra vez. ¿Por qué les pasaba tan seguido?

—L-lo siento tanto, Connie. —Estaba tan avergonzado, estaba seguro que su rostro debía estar completamente rojo, quería que un agujero se lo tragara entero.

—Tienes buen oído, Springer —felicitó Jean, no sonaba tan culpable como Marco se sentía. Maldito Jean—. Pero debes dejar de espiar a tus amigos.

—Ustedes estaban prácticamente rogando porque alguien los escuchara.

—Lo siento de verdad, ambos lo sentimos —continuó Marco disculpándose con el rostro entre las manos.

—Ya, no importa —aseguró Connie—. Estoy acostumbrado a que me sangren los oídos con ustedes dos.

—Springer sabe que somos dos adolescentes sanos, es más, sería extraño que, estando juntos, no quisiéramos…

—¡Cállate ya, Jean! ¡Por María! —Exclamó Marco. Por María, por Sina o por Rose, sólo quería que la noche acabara.

No fue fácil dormirse después de eso, por lo menos su erección se había esfumado.


Marco ya estaba despierto cuando los demás comenzaron a levantarse.

El desayuno fue liviano, hubo silencio a su alrededor. Muchos debían estar nerviosos, claro, serían titanes libres y hambrientos que verían fuera de las murallas.

Jean colocó una mano en su hombro, como para hacerlo sentir mejor. Él le sonrió, intentando demostrarle que estaba bien. Por alguna razón no tenía miedo, ni por él, ni por Jean, ni por ninguno de sus amigos. Como si supiera que todo estaría bien al final.

Subieron a sus caballos y el comandante Erwin Smith se puso al frente de la Legión de Reconocimiento, se dio la vuelta dándole la espalda a la gran puerta de la muralla de Rose para encarar a sus soldados.

—Legión, ¿listos para pelear por la humanidad?

Los soldados gritaron, Marco se unió a ellos y miró a Jean hacer lo mismo.

La puerta produjo un eco al abrirse y los caballos emprendieron la carrera.

Marco cabalgó hacia la posición que el comandante había ideado. Podía ver a sus amigos posicionarse también. Miró la espalda de Eren colocarse frente a él y alejarse los metros que Smith les había ordenado.

El chico de pecas podía escuchar el golpe de las patas del caballo al correr en el césped debajo de ellos, escuchaba su respiración y la del animal, también el sonido de su corazón al golpear su pecho en respuesta a la adrenalina en su cuerpo.

Vio el panorama extenderse sin límites frente a ellos, hacía parecer que todo era posible. Como si esta guerra podría acabar, como si algún día podrían vivir ahí de nuevo, en el aire fresco y la libertad. Marco miró a los soldados a la par suya y a los que estaban detrás, parecía que todos pensaban lo mismo. Se preguntó si cada vez que salían eso pasaba por sus mentes. Si el hecho de no ver murallas a su alrededor los llenaba de esperanza cuando parecía que ya no quedaba nada más por qué luchar.

Marco podría respirar ese aire por horas, quedarse para siempre en ese ambiente infinito. No volver a ver jamás una maldita muralla frente a él.

Algún día.

Entonces miró una columna de humo rojo elevarse hacia el cielo, esa columna se acompañó de muchas similares. Marco sacó su pistola de humo y disparó hacia arriba, uniéndose a la alarma de la Legión para alertar a todos de la presencia de titanes.

Se le quedó mirando a la espalda de Eren, a lo lejos podía ver el caballo del comandante Erwin, quien sacó su pistola para disparar hacia la izquierda en un ángulo de cuarenta y cinco grados, hacia la nueva dirección de la Legión para evitar el encuentro con el titán.

Repitieron esos pasos al encontrar más columnas de humo rojo, y, por lo tanto más titanes que evitaron exitosamente.

Era una estrategia excelente, el comandante realmente era un genio.

Pero luego Marco miró una columna de humo negro.

Intentó recordar que significaba.

Humo rojo es cuando se divisa un titán, humo verde lo lanza primero el comandante para informarnos nuestro nuevo rumbo… humo negro… negro es… titán excéntrico.

Un titán excéntrico.

Un titán que no seguía el patrón de comportamiento de los titanes usuales.

Más columnas de humo negro se acercaban hacia ellos, más soldados habían visto a ese titán. ¿Qué tan rápido podría ser?

Como si fuera la respuesta a su pregunta, Marco observó una figura saltando tan alto que superaba los pájaros en el cielo. Se suspendió en el aire unos momentos hasta que la gravedad pudo con la figura que comenzó a descender a gran velocidad. Lo vio crecer mientras se acercaba al suelo, luego una vibración al caer que alteró a su caballo y lo hizo relinchar.

El titán debía medir unos diez metros al erguirse completamente, luego flexionó sus piernas para impulsarse. El titán se elevó del suelo en un salto que Marco jamás había visto, duplicó fácilmente su estatura al parecer volar como si tuviera su propio equipo de maniobras tridimensionales.

Su caballo volvió a relinchar y se paró en las patas traseras logrando que casi perdiera su equilibrio. Marco lo hizo retroceder mientras lo urgía a que se tranquilizara.

¿Cómo podían acabar con un titán así? Esos saltos habían atravesado fácilmente su línea de formación.

Fue como si todos pensaran lo mismo.

El cielo se oscureció mientras un rayo que se acompañó de un fuerte trueno ocurrió a pocos metros de ellos. Marco cubrió sus oídos.

No fue suficiente para evitar escuchar el rugido de una bestia enfadada.

El famoso titán que luchaba por la humanidad corrió hacia el excéntrico a gran velocidad para propinarle un puñetazo en la cara. Logró deformársela en una mueca asimétrica, pero acabar con él tomaría más daño que eso.

Eren en su forma de titán era fuerte, tomó al monstruo por el cuello y lo hizo caer. Abrió sus dientes para atacar su nuca.

—Este es un buen momento para que nos muestres de qué estás hecho.

Marco parpadeó.

Miró a Levi viéndolo con seriedad.

—Eren no necesita mi ayuda —le dijo.

—¿De verdad crees eso?

El titán excéntrico volvió a saltar esa impresionante distancia que doblaba su tamaño, elevando a Eren con él.

Ambos cayeron con un estruendoso sonido que hizo vibrar el campo debajo de ellos.

Una rodilla de Eren había atravesado su pierna.

—Bodt, más titanes vendrán pronto. Puedes hacer que perdamos menos tiempo en estas tonterías.

A pesar que Levi le hablaba a él, Marco notó que miraba a Eren de reojo. No lo conocía bien, pero quizás era su manera de mostrar preocupación por el chico.

—¡Marco!

Escuchó la voz de Jean gritar, el pecoso se dio la vuelta.

—Tú puedes hacerlo.

Marco asintió.

Respiró profundamente, intentando concentrarse.

¿Qué clase de pensamientos debían cruzar su mente para transformar su cuerpo?

El titán había mordido uno de los puños de Eren.

Más titanes se acercaban.

Eren luchaba contra ellos con una sola mano y una rodilla destruida.

Vapor salía de sus heridas, sanándolo rápidamente. Pero el titán que saltaba lo volvió a atacar, esta vez mordió su hombro y arrancó un pedazo.

—Bodt… —llamó su atención Levi.

—Lo sé, lo sé…

—¿Tienes dudas? —le preguntó Jean.

Marco las tenía, no estaba seguro si realmente podría hacerlo.

Eren destruyó el rostro del titán que saltaba.

Pero para entonces se acercaban dos titanes más.

Eren luchó contra ambos, destruyéndolos hasta el punto más allá de la regeneración.

El olor de Eren y los humanos aglomerados atraía más números. La formación se había detenido y eso era un problema al volverlos un punto fácil para nuevos gigantes.

—Debemos movernos —dijo Erwin, disparando una columna de humo verde quince grados al este. Sus soldados comenzaron a cabalgar.

—Voy a acabar con el titán —contestó Levi.

—Marco, tú acabarás con él. —Erwin se dirigió a él.

—No puede transformarse —contrarrestó Levi.

—Claro que puede —explicó el rubio con calma.

—¿Estás dispuesto a arriesgar a Eren?

—¡Yo mataré al titán! —escucharon a Mikasa gritar mientras se acercaba a ellos.

Cualquiera de ellos podría, todos eran muy fuertes.

No necesitaban a Marco.

—Cállalos a todos —le dijo Jean suavemente, sólo para que él lo escuchara. Marco lo miró—. Es lo que han estado esperando, esto es otra prueba. Debes confiar en ti mismo.

—¿Pero y si-?

—Marco, si no sale bien, no importa. Pero debes tratar, cada vez que puedas debes intentarlo.

—¿Qué motivación necesitas? —exclamó Hanji que se acercó a ellos cabalgando—. ¿Debemos arrojar a Jean hacia la línea de fuego?

Marco abrió la boca, miró a Jean tensarse.

—No es momento para bromas, cuatro ojos. Voy a matar al titán —dijo Levi molesto.

Erwin lo miró y asintió.

En menos de un segundo Levi había salido volando con su equipo de maniobras, anclándolo en el muslo de uno de los titanes y escalándolo hasta que logró dar un corte limpio en la nuca.

El titán que saltaba se había regenerado y de nuevo buscaba a Eren.

Mikasa miró desesperada al comandante.

Él asintió de nuevo, pero sus ojos estaban puestos en Marco.

Mikasa imitó a Levi y atacó a otro de los titanes con movimientos fluidos.

Eren continuaba luchando contra los gigantes que se acercaban a ellos. Mataba a los normales, pero el excéntrico se movía demasiado, no lograba tener un ángulo correcto de su nuca.

Marco fue tomado por los hombros, sintió que lo zarandeaban, miró directamente a los ojos de Hanji que se encontraban detrás del vidrio de sus lentes.

—¡Hablé en serio! ¡Dime qué necesitas!

—No lo sé —admitió apenado.

—Marco, no desprecies todos los avances que hemos logrado contigo, estoy segura que puedes con esto. Creo que tu problema es el miedo que tienes, debes creer que puedes volverte un titán otra vez.

—P-pe…

—Nada de peros. Piensa en ti mismo y en cómo agrandar tu cuerpo… esfuérzate por aumentar tu poder cien veces. Recuerda que te necesitamos tanto como a Eren, ¡piensa en que eres la otra esperanza de la humanidad!

No podía evitar la mirada de Hanji, sus ojos gritaban en una súplica.

—Estoy segura que está en ti, la gentileza no es sinónimo de impotencia. Tu tranquilidad no significa debilidad.

—Eres el único capaz de traer al Titán Gentil de regreso —explicó Erwin con calma.

—Yo… —intentó discutir sin fuerzas, en realidad no había nada más que decir.

—Tú puedes, Marco —agregó Jean suavemente.

Todos los que estaban frente a él lo miraban fijamente, una especie de fe ciega puesta en él.

No quería decepcionarlos.

Pero mentiría si dijera que no le aterraba la idea del fracaso.

Después de haber experimentado tantos: con Annie, con el titán que acabó con él, con no poder transformarse a pesar de intentarlo cientos de veces. Incluso volver a caminar y usar el equipo de maniobras le había tomado meses.

—¿Quieres que nos alejemos? —preguntó el comandante.

Marco asintió porque ¿qué otra cosa podía hacer?

Se bajó del caballo y dio varios pasos hacia donde estaba la pelea entre titanes. Sentía sus rodillas temblar y su cuerpo entumecido. Sus manos estaban frías y húmedas por el sudor. Escuchó caballos detrás de él alejarse.

Miró hacia atrás una sola vez.

Hanji y Erwin asintieron, sus miradas eran firmes. Si se encontraban nerviosos por él, no lo demostraron.

Jean era diferente, estaba mordiendo su lado inferior. Sus brazos estaban cruzados, pero había un movimiento tembloroso en sus dedos.

No quería decepcionar a ninguno de ellos.

Se dio la vuelta y corrió.

Su cuerpo respondió rápidamente, impulsándolo cada vez más. El equipo de maniobras era pesado así que lo soltó para dejarlo atrás. Corrió mejor después de escuchar el ruido sordo del equipo cayendo al suelo. Sintió el viento en su rostro, sus brazos se alinearon para mantener un equilibrio, podía sentir todas sus extremidades. Sus dedos flexionados en puños, sus piernas abriéndose para avanzar con mayor velocidad. Sus botas producían sonidos al crujir con el césped debajo de ellas. El uniforme se moldeaba a los movimientos de su cuerpo, podía sentir la tela doblegarse a sus deseos.

El par de titanes se hacía más grande a medida que se acercaba a ellos.

Eren lo miró.

El titán mordió el antebrazo de éste cuando se distrajo.

Marco llevó su mano derecha a su boca.

No dudó ni un segundo cuando la mordió con todas sus fuerzas.

No sintió dolor.

Quizás lo debió haber sentido.

Pero era una sensación vaga en comparación con el calor que rodeó su cuerpo.

Tejidos salieron de su herida a una velocidad increíble, hilos de músculo envolvieron su brazo rodeándolo de una sensación ardiente. El calor era demasiado pero, en lugar de ceder, aumentaba devorando el resto de su cuerpo. Sentía que sus brazos y piernas se quemaban, poco a poco avanzado hasta su pecho y espalda. Su cuerpo entero estaba en llamas. Quiso gritar cuando sintió que era estrangulado por esos tejidos, los músculos rodeaban su cuello asfixiándolo.

Luego vino su mandíbula y dejó de escuchar cuando el fuego rodeó sus orejas. Temió por lo que ocurriría cuando llegara a su nariz. El pensamiento no se hizo esperar y ya no pudo respirar, sintió que se asfixiaba y se desesperó ante la idea de morir ahí mismo. Lo último que perdió fue la vista cuando sus ojos fueron cubiertos por el mismo monstruo que había despertado para salir de su herida y devorarlo completamente.

Después vino el silencio.

Y no sintió nada más.

Abrió los ojos pero no vio la oscuridad que esperaba, en lugar de eso había un cielo azul y un panorama verde frente a él. El calor jamás se había sentido mejor. Elevó la mirada al sol, podía verlo directamente sin que le hiciera daño. Jamás le había gustado tanto la sensación de tener esa luz sobre él, sentía más energía que nunca.

Escuchó un ruido frente a él.

Miró dos titanes luchando por devorarse uno a otro.

Le resultaban familiares, pero sólo un poco. ¿Esos eran? Los recordaba más grandes.

Corrió hacia ellos, porque era lo último que recordaba haber hecho.

Uno era de cabellos negros y una expresión grotesca, el otro de ojos verdes y orejas puntiagudas. Golpeó al primero, y lo hizo caer hacia el otro lado.

El de los ojos verdes lo miró.

Luego se arrojó a las piernas del titán para mantenerlo quieto. El titán de las orejas puntiagudas le rugió.

Entendió lo que debía hacer.

Se acercó para agarrar al titán por el cabello y exponer su cuello, con la otra mano enterró sus dedos en el área de la nuca y arrancó un pedazo de él. Salió vapor de la herida que había hecho y el titán dejó de moverse. No volvió a regenerarse.

El titán de ojos verdes rugió.

Así que él le respondió con otro rugido.

Eren se llamaba el titán frente a él, no debía atacarlo. Era un aliado.

Miró al suelo donde estaban unos pequeños seres que recordó que eran humanos. Se agachó para verlos de cerca. Eran un poco más altos al estar sobre unos animales que se llamaban caballos.

Ninguno de los humanos decía nada.

¿Acaso desconfiaban de él? Pero si acababa de matar un titán enemigo con Eren.

¿Por qué sólo recordaba a Eren?

Eren y él eran humanos también, ¿no?

Entonces recordó otro nombre.

—¿JEAN?

—¡Sí! —escuchó un grito con una voz demasiado fina para ser la de Jean.

—HANJII…

Uno de los humanos salió volando hacia él, que raro, los humanos no podían volar. Pero parecía que eso estaba haciendo, porque no podía ver nada que sostuviera a ese pequeño humano.

Marco extendió su mano, y ahí se paró el pequeñito.

—¡Eres grandioso! ¡Temía que no nos recordaras pero eres genial!

Ese era su Jean.

El humano corrió por su brazo hasta pararse en su hombro, su peso era como el toque de una pluma.

—¡JEANN!

—Te extrañé, grandote —dijo el castaño en su oído—. Pero no le digas a mi novio humano, que se pondrá celoso.

Marco rugió.

—Estoy de acuerdo, amigo. —Jean dio un rápido beso en su oreja—. Arrgh… ¡quemas! ¿Qué te parece si vamos a patear el trasero de más titanes? Se acercan dos más.

La formación volvió a funcionar al acabar con todos los cercanos. No tomó mucho tiempo al tener dos titanes del lado de los humanos; para esta batalla y para las que se avecinaban.

No estaba seguro de muchas cosas, nadie sabía qué les depararía el futuro. Lucharían por su lugar en el mundo, por su vida y su libertad. Volverían a ser los dueños de la tierra, aún con los sacrificios que eso conllevaba.

Enfrentarían los monstruos que se les presentaran, aquellos gigantes y los que se hacían llamar humanos sin estar de su lado.

No tendría más miedo.

Lucharía por lo que creía, y también sería la segunda esperanza para la humanidad. Verían un futuro juntos, todos ellos, y él ayudaría como pudiera. Pondría su grano de arena para la humanidad como el soldado Marco Bodt y El Titán Gentil.

FIN.