Agradecimientos especiales a Massiel, que me dio razones para continuar. A Sthef, que nunca me abandona y a todos los que comentan, por su intachable esperanza.

Capítulo no beteado, disculpen los errores que encuentren.


Capítulo 13: Luna di speranza.

"La esperanza tiene la mala costumbre de permanecer al último. Como la solitaria luna, espera, silenciosa. Aguardando el momento en el que le des la razón"


El silencio de Nepeta fue un oscuro velo que recubrió su ánimo por semanas, sin embargo su pena fue oculta por su diligencia para efectuar las ocupaciones como la hembra Alfa de la manada, convirtiendo sus tareas en una obvia distracción para su dolor. Todos los días los cachorros pululaban fuera de las barreras, con risas tintineantes que delataban su juventud, y alguien debía vigilarlos la mayoría del tiempo para evitar que fueran vistos por cualquier estudiante curioso. Los heridos abundaban, y había pocas habitaciones. Nadie podría distraerse mucho en aquella situación y Nepeta lo agradeció, esforzándose cada día más por su manada.

Y no pensó en él.

No pensó en Marok.

Se lo prohibió.

Poco a poco, el rastro reminiscente y las búsquedas trajeron a más lobos. No sólo de la manada de Nepeta, había lobos errantes en las afueras que habían oído del refugio como una especie de rumor traído por el viento, una luz de esperanzas lanzada a la oscura crueldad del bosque. Y así como a las polillas, el rumor los arrastró hasta allá, con ojos grandes y heridos, esperando un lugar al que llamar hogar.

La creciente población fue suficiente distracción para el corazón herido de la joven jefe, pero Remus aún podía verlo en su rostro, la devastadora sombra de la pena. Las lágrimas contenidas que guardaba al mirar a su hijo y como sus labios temblaban cada que alguien mencionaba, aunque fuera por el mínimo descuido, el nombre de Marok.

Ella sufría, aullaba sin voz a la luna. Preguntando qué había sido de su amado, del hombre al que le había regalado su vida cuando todavía las historias de amor sonaban como una promesa hermosa y la juventud atolondraba sus sentidos.

Y Remus la entendía, había tenido la misma herida en su pecho hace poco. Cuando Severus aún no atiborraba sus nervios con esa intoxicante atracción y la ausencia de Sirius palpitaba como una herida abierta. Fue por ello que se acercó cuando la vio una noche, completamente perdida con su mirada puesta en la luna. El se sentó junto a ella, en una roca rígida donde el musgo apenas crecía y, empático, empezó a hablarle de su experiencia al perder a Sirius.

Quería que supiera que alguien la entendía, que no estaba sola, que era posible superarlo.

—Empecé a salir con mi antigua pareja cuando aún era un adolescente, no lo suficientemente maduro como para entender lo que significaba.

Ella escuchó la historia de su perdida. Silenciosa, lo oyó hablar de la guerra, del encarcelamiento de Sirius y, luego, de su muerte repentina. Cuando terminó, ella levantó el rostro con una profunda convicción de seguir adelante.

—A él no le hubiese gustado verme así— sentenció—, querría que mantuviera fuerte a nuestra manada.

Esa era su declaración, su promesa.

No volvieron a hablar más de ello. Ni de Marok, ni de Sirius.

Pero la silente promesa de seguir adelante permaneció entre ambos.

Los nuevos lobos trajeron consigo la necesidad de una expansión, así que una tarde de entrenamiento con Nepeta, Dumbledore bajó del castillo con su usual jovialidad, y con un agitar de varita frente a los incrédulos ojos de Harry y Draco, añadió una ampliación al refugio. Así, tan fácil, como todo parecía ocurrir para un ser que había trascendido los años y los conocimientos que la magia podía ofrecer.

Tan agradecidos como ellos solos, los lobos celebraron con comida, bailes y una fogata prendida en el prado extenso alrededor de la cual bailaron hasta el amanecer, honrados de que un mago como Dumbledore los apoyara. Esa noche todos se reunieron alrededor de la fogata, mientras contaban historias de sus lugares de origen y, gracias a que era fin de semana, Draco y Harry pudieron quedarse, fascinados por los pintorescos relatos que desbordaban de acentos ricos y rostros melancólicos.

—¿Entretenido, cariño?—Georgina se sentó junto a Harry con un tarro de cerveza en su mano, el brazo sobrante apretó a Potter contra sus sinuosas curvas maduras y Harry, en consecuencia, se sonrojó, casi tartamudo.

Draco estaba a unos metros, charlando con otros lobos jóvenes. No se alarmó, e intentó actuar con calma, pero sus ojos no se apartaron de la sonrisa ladeada de la mujer dominante.

—Estoy bien—Harry levantó su cerveza de mantequilla, intentando demostrar que los avances de la mujer no eran bien recibidos con una mueca. Georgina no se percató, porque siguió apretándolo a su costado.

—Vamos, ¡Anímate! La noche es joven, pronto será luna llena otra vez, ¿no quieres pasear por el bosque conmigo para la próxima?—ella le ofreció, con sus colmillos largos y picaros brillando—, sé de un rincón bonito y acogedor que te gustaría probar.

Harry se plantó en su sitio, totalmente irritado.

—No—dijo—. No quiero ir a ningún lado.

La mujer estaba empezando a balbucear alegres convencimientos de nuevo cuando Draco se acercó y, poniendo una mano en el hombro de Harry, le habló con voz suave:

—Debemos irnos, mañana habrá salida a Hogsmeade. Debemos estar temprano bajo el reloj de la torre si queremos ir—Harry sabía que era una completa excusa. Tenían planificado pasar el fin de semana en el refugio, pero asintió, aceptando la treta.

Georgina frunció el ceño ante sus palabras, su nariz respingona se arrugó y con tono jocoso siguió hablando mientras balanceaba sus largas piernas para cruzarlas.

—¿Y qué si él no quiere irse? ¿Quién eres tú? ¿Su pareja? No te huelo en él.

Para ese momento ya era obvio que ella estaba absolutamente borracha y no era dueña de sus palabras. El olor de su aliento se sentía añejo y sus gestos pesados, aún así, Draco no lo tomó en consideración cuando casi formuló en la punta de su lengua un insulto que la haría rabiar.

—Puedo hablar por mi mismo—Harry le interrumpió, con la resuelta convicción en su voz de no querer seguir con aquel intercambio. Se giró a Draco, mirándolo con decisión—. Quiero irme, Draco.

Draco asintió, tenso y con los ojos teñidos de amarillo brillante, rodeó a Harry con un brazo y lo atrajo a sí para caminar fuera del prado hombro con hombro.

—Entonces—Georgina se rió, en su último intento de molestarlos—, ¿son pareja o sólo estás siendo utilizado como un sustituto mientras tanto?

Harry pudo verlo, como la fría irritación transformó el rostro pálido de Draco, volviendo las mejillas sonrosadas por la diversión al aire libre a una impasible mueca de desprecio.

—Lo que haga o no haga con MI pareja es ajeno por completo a ti. Aún si fuera "un simple sustituto" no es de tu incumbencia. Te recomiendo que vayas a enfriar tu cabeza y dejes el alcohol, está provocando delirios de grandeza en tus entrañas.

Lo escupió con cinismo. Georgina se puso de pie, sonriente y muy dispuesta a iniciar una pelea con toda aquella energía de hombre lobo corriendo bajo su piel. A pesar de su renuencia, Draco también dio dos pasos al frente para enfrentarse a la mujer dominante.

Lo único que los detuvo fue el crujido de un vaso al caer entre las risas y cantos alrededor de la fogata.

—¿Pareja?—Remus lucía atónito, su semblante pétreo los miró a ambos. Sólo un segundo después, la suave mueca de incredulidad se transformó en una furibunda, con arrugas en el entrecejo y la nariz torcida. Draco y Harry se encogieron cuando un gruñido de su alfa rasgó el aire antes ligero—. Los dos, al castillo, ahora.

Decir que lo habían arruinado hubiese sido un eufuismo y ambos lo sabían. Caminaron como cachorros regañados hasta la oficina de Remus, el hombre se sentó sobre su escritorio, mirándolos con fijeza en su sweater grande y los brazos cruzados bajo la tenue luz de las últimas velas en los candelabros.

—Pensé que habíamos dejado esto demasiado claro.

Las palabras retumbaron en la habitación, Harry y Draco tenían la cabeza gacha, amilanados por el terrible olor enfadado de Remus. Pero, repentinamente, algo de la osadía de Harry resurgió.

—¿Y qué?—gruñó, al fin alcanzando el límite de su paciencia respecto al tema—. ¿De qué sirve dejarlo en claro? Sabíamos todo cuando lo decidimos, sabemos que esto es prácticamente una guerra, que seremos inestables una vez nos unamos, que tomar una decisión tan compleja tan temprano en la vida es arriesgado y que el tiempo corre en nuestra contra cada vez más rápido. Pero lo hicimos, ¿qué tan difícil es confiar en nosotros y seguir adelante?

—Son unos niños—Remus replicó, su voz se escuchaba incrédula ante el arrebato de Harry—. ¿Piensan decidir tan rápido el curso de sus vidas? ¿Qué les garantiza que esto es lo que quieren? ¡Serán un peligro para todo Hogwarts si siguen con esto! Un lazo de unión es inminente. Para los nuestros, lo es todo o lo es nada. No pueden simplemente pararse entremedio y decidir que quieren parar en ese estado de su relación por unos años. Un día despertaran con sus almas unidas y sin una opción para deshacerlo más que la muerte y el profundo deseo de matar a todo aquel que se atreva a separarlos. Como lobos, son jóvenes, no podrán controlarlo. Podrían matar a alguien.

Las palabras de Remus parecían serias, todo él destilaba un aura de severidad que, por un momento, casi hizo flaquear a Harry.

— Estamos conscientes y creemos poder sobrellevarlo. ¿Por qué no confías en nosotros?— Para su suerte, Draco fue quien habló luego, adelantándose por sobre Harry, con su postura erguida y presuntuoso aire de seguridad que ponía todo en su lugar—. Lo sigues repitiendo; pero no somos niños, Remus. Peleamos en una guerra, conocemos los riesgos, somos magos poderosos. ¿Por qué no confías en nosotros para esto pero si confiaron en nosotros para pelear una guerra? Harry y yo queremos hacerlo y nos creemos capaces. Es nuestra decisión, no la suya.

El rostro de Remus se congeló debido a la sorpresa, y mientras Harry se mantenía en ristre para defenderse de cualquiera de sus excusas, Remus miró a sus dos cachorros tomarse de las manos, convencidos de estar el uno para el otro cuando lo necesitaran. Merlín, ambos iban a matarlo sólo por el estrés.

Bien, los cachorros estaban creciendo.

Ya estaba hecho.

Qué más daba.

—Déjenme pensarlo—les susurró, el rostro turbio por un repentino entendimiento y una mano en su frente, como si el mero gesto detuviera el dolor de cabeza que empezaba a formarse allí. Les hizo un gesto con la mano, despachándolos. Harry y Draco se miraron, dudosos, pero obedecieron—, y—los paró, antes de que salieran—, no crean que están perdonados todavía no estoy feliz con esto y Severus también debe saberlo. Él va a saberlo.

Ambos adolescentes se miraron, leyendo en la expresión del otro, el absoluto terror que se esnifaba por sus columnas al recordar que Snape tendría mucho más que decirles de lo que Remus tuvo.

Apretaron más sus manos, juntas y cálidas, y en silencio decidieron que lo enfrentarían cuando llegara.

A la mañana siguiente había diarios por todas partes en el gran comedor y los alumnos chismorreaban entre sí con una excitación nueva y efervescente. Harry apenas alcanzó a sentarse junto a Hermione cuando ella le lanzó las nuevas sin ninguna pregunta de por medio.

—Nuevas leyes— con los cabellos más enredados de lo común y migajas en las mejillas, Hermione le adelantó un diario—, el Winzengamot ha aprobado nuevas leyes de restricción para hombres lobo. Ya no podrán circular en las calles sin un permiso especial, les han prohibido tener hijos también. Dicen que es temporal, pero todos sabemos que no es así. ¿Recuerdan la reforma del 1900? Esa era temporal y aún no se admiten la entrada de Veelas a los bares después de las 10 de la noche, sólo lo dicen para que nadie proteste. Harry ¿puedes creerlo? Esto es medieval.

Consternada y absolutamente enojada, Hermione empujó el diario contra su pecho, Harry apenas pudo sostenerlo antes de que ella se girara a hablar con Ginny sobre lo injusto y aberrante que era la insulsa burocracia de El Ministerio, mientras metía otra tostada en su boca con total enfado.

Eso explicaba las migajas.

Harry leyó el enunciado y, lentamente, repasó las primeras líneas de la nueva gaceta. Intentó no alarmarse para no parecer sospechoso, pero su corazón saltó en su pecho cuando encontró que, efectivamente, había un nuevo artículo que prohibía cualquier tipo de reproducción entre hombres lobos registrados sin un permiso especial de por medio y que, de hecho, había otro artículo exclusivo en donde se validaba la esterilización de la persona sí una cirugía que permitiera el procedimiento se llevaba a cabo, ni siquiera eran necesarias razones de salud implicadas, simplemente se pretendía normalizar como una cirugía de rutina.

Estaba negándoles sus derechos a reproducirse, sólo porque era hombres lobos.

Estaban haciendo purga.

Había un medimago explicando con detalle las implicaciones de la nueva ley en el diario. El argumento en el que se apoyaba era pobre y famélico. Harry debió dejar un momento el diario a un lado para no rasgarlo en pedazos.

—¿Qué sigue después? ¿Mandarlos a la horca?

Ron estaba también alterado, lo cual, ya era alarmante por sí solo. Su rostro estaba sonrojado y las cejas arqueadas parecían querer dividir su frente. Por encima de su hombro, Harry pudo ver a Draco devolviéndole la mirada mientras sus respectivos amigos ocultaban con mayor entereza el enfado. Theodore se inclinó en al hombro de Draco, susurrando alguna opinión filosa, mientras Pansy aguijoneaba con la nariz torcida el encabezado.

Draco asintió, y volvió su mirada a Harry de nuevo.

El chico rubio hizo un gesto hacía la puerta y hasta ese momento, al ver su rostro duro contorneado por la furia oculta, es que Harry pudo sentir la pura rabia emanando del collar bajo su ropa. Se disculpó de la mesa sin haber tocado su desayuno y salió del comedor a paso tranquilo, siguiendo a Draco por su olor. En un pasillo, hundido bajo la oscuridad, Draco estaba cruzado de brazos exudando el más espeso enojo a través de su vínculo.

—Debemos hacer algo— le gruñó a Harry, apenas el moreno se acercó lo suficiente para apretar sus frentes juntas—. No podemos quedarnos de brazos cruzados. Esto es injusto, inhumano.

A Harry le sorprendía que Draco tuviera que haber pasado por todo esto y ser parte de los afectados para entender sobre la injusticia. Aún así, estaba orgulloso de él, y se lo hizo saber cuándo le acunó el rostro, intentando calmar su propia indignación.

—Lo sé—La voz de Harry sonaba rica por sus tonos bajos. Cuando Draco alzó su rostro del cuello de Harry, pudo ver los ojos amarillos, alterados e hiperactivos. Había furia en ellos, tan espesa y sulfurante que dolía verla en los ojos dulces de su novio—. Y haremos algo, no importa a que costo, es nuestro deber.

Draco asintió, intento calmarse con algunas respiraciones cortas. Unos pasos distantes en el pasillo lateral ocasionaron que se separaran, fue sólo Remus. Parecía sólo haberse echado la ropa encima, como siempre, demasiado grande para él, cargaba el cabello tan alborotado como el de Hermione y sus ojos lucían saltones por lo alterada de su faz. Los miró, casi como si viera un boggart y luego exhaló.

—Ya lo leyeron—suspiró, no era un suspiro de alivio, estaba angustiado. El estrés se podía ver en sus hombros tensos, la postura rígida de sus manos, en donde cargaba uno de los diarios.

Harry lo miró sólo por unos largos segundos, mientras Draco sostenía las manos de ambos en un firme apretón protector, clamando "esta es mi pareja, y no serás capaz de separarme de ella" con sólo su cuerpo.

—Hablaremos con la prensa—Draco expresó, tajante. Remus no pareció sorprendido, se pasó una mano temblorosa por el rostro pálido e hinchado producto del sueño y el shock. Sus delgados dedos apretaron su nariz, intentando calmarse.

—Bien—aceptó, cuando oyó los pasos de Severus acercarse por la misma dirección por la que había llegado—, pero no pueden hacer esto solos, no pueden-

—¿Hacer qué?—Severus entró al pasillo con un revoloteo de túnicas negras y altibaja voz sinuosa. Sus ojos, oscuros e inquisitivos, agujerearon las manos entrelazadas de Harry y Draco.

—Somos pareja y vamos a hablar con la presa, quieran o no.

La voz de Draco sonó muy clara, muy cruel y muy real. Por eso Harry estrechó con más fuerza sus manos y a pesar de la reminiscente inquietud que aún le generaba Snape, alzó la barbilla. Severus los miró con una fría impasibilidad que pudo haber asesinado todas sus convicciones, pero ambos se mantuvieron firmes.

—¿Y tú apruebas esto?—se dirigió a Remus, el otro hombre volvió a apretar sus dedos contra su nariz, cansado.

—Severus yo…

—He preguntando: ¿Lo apruebas?—la voz siseante repitió, Remus casi podía ver los engranajes en la cabeza de Severus mover y empujar, aceitados y eficaces.

—¿Qué más quieres que haga? ¿Obligarlos? ¡Son adultos!

Bastaba decir que Severus refutó, con tono bajo y cizañoso. Ambos hombres discutieron en frente de ellos hasta que Severus cortó todo con un "Estoy cansado de todos ustedes, incompetentes de pacotilla" con su usual temperamento agrio porque, inesperadamente, Remus los había defendido.

Los había defendido.

Los había aceptado.

Harry supo que Remus volvió a sus propias habitaciones esa noche, en vez de compartir las habitaciones de Severus. Después de un par de días, se enteraron de que su relación no iba como un paseo por un campo de flores. A menos que las flores fuesen rosas, con grandes espinas, barro profundo y, sólo para exagera un poco más, mosquitos gigantes.

La tensión entre ellos fue tanta, que llegó a un punto en el que Draco y Harry empezaron a sentirse culpables por generar tal brecha en una relación tan estable como aquella lo había sido hace… ¿una semana?

Finalmente la tensión se acabó cuando nuevas malas noticias llegaron una semana después. Un hombre lobo, recluido en una de las celdas del ministerio por un delito menor, había fallecido envenenado con pura plata. El culpable había cubierto bien sus huellas o era simplemente un allegado de altos cargos, porque no se pudieron conseguir evidencias de algún asesino, el suicidio era una opción inviable y ahora el hecho de que un asesinato había pasado de forma tan indulgente por el mismísimo Ministerio, tensó el ambiente ya pesado.

—¿¡ÉSTO ES LO QUE QUIERES!?— Harry le echo en la cara la primera plana de "El Profeta" mientras entraba. Severus se mantuvo impasible en la silla de su apretada oficina escalofriante. Harry aún conservaba un medido respeto por el hombre, un respeto que se había forjado a través de los meses al finalizar la guerra, pero ahora se encontraba libido y alterado—¡NOS ESTÁN MATANDO!

—Potter, cálmese y deje de gritar antes de que decida hacerlo yo.

—¡¿CÓM-

—He dicho, cálmese.

La voz de Snape, de alguna manera, amilanó sus ánimos.

Cuando hubo un poco de silencio, Severus habló:

—No niego que nuestros intentos por mantenerlos conscientes de su frágil estabilidad fueron infructuosos, por demás inútiles, me atrevería a decir— Severus le alentó a sentarse con un gesto rígido de su mano—, reconozco que esperaba más de jóvenes como ustedes, pero me imagino que la efervescente ansia de la carne en los adolescentes es más fuerte que la razón.

El gesto en el rostro de Harry debió avisarle a Severus de que estaba a punto de hablar, completamente ofendido, pero el hombre levantó una mano para pararlo y prosiguió su monologo.

—Pero, tampoco soy indiferente ante la situación. El profesor Lupin ha hablado conmigo y finalmente me he abierto a sus razones.

Harry sabía, muy dentro de él, que las razones de Remus probablemente habían sido palabras suaves que los llevaron a ambos a la cama. Algo que, si era honesto, no quería imaginar.

—Entonces, nos apoyaras—el Gryffindor resumió—, sólo por Remus.

Severus intento no mostrar una expresión exasperada, pero su rostro trabajó por sí mismo y adoptó por memoria muscular la expresión de "No te creas tan inteligente, Potter" que le había dedicado por seis largos años.

—Lamentablemente, a esto me han llevado mi moralidad y frágil entereza ante los encantos de Lupin—Harry hizo una mueca, si ánimos de volver a escuchar aquella insinuación en voz alta. Prefería enterrar la vaga consciencia de que Rems y Severus tenían vida sexual muy profunda en su consciencia, gracias—Sí—afirmo Snape, intuyendo la incomodidad—, yo convenceré a Dumbledore de que les permita hacer una rueda de prensa.

Como Severus les prometió, consiguió el favor de Dumbledore. Y este, a su vez, les consiguió una rueda de prensa con los distintos diarios mágicos de Gran Bretaña en "Borgin & Burkes". Hicieron unos pocos preparativos, ensayaron algunas líneas y estuvieron listos para el gran día.

Era apenas la tercera semana de marzo y acababan de pasar por una luna nueva, por lo que se sentían más inquietos de lo usual ese día. La mayor prueba era Harry, que estaba a punto de crear un surco en el piso, por donde habría pasado más de un docena de veces en su inquietud nerviosa.

Los habían retirado a una habitación de almacén para aparecer tan pronto todos los medio se hubiesen congregado. Draco estaba sentado sobre unas cajas con las manos entrelazadas y una pierna saltando, su mirada fija en algún punto del vacío al que intimidaba con su fría mirada. Harry también estaba a punto de salir de su propia piel, saltando y removiéndose en su lugar mientras miraba por la rendija de la puerta la llegada de más y más personas.

—Son tantos—exhaló, quedándose sin aire. Sabían que esto iba a ser un circo una vez anunciaran que Harry Potter, el chico que había vencido a Voldemort, y Draco Malfoy, el hijo de un ex mortifago que había ayudado a la causa sólo a último minuto, iban a dar una rueda de prensa, juntos, para dar su opinión sobre el estado actual de los hombres lobos. Eso simplemente iba a hacer todo un campo de juegos para los periodistas ávidos de escándalos y controversias.

Y un riesgo enorme para ellos.

Por ello, Remus y Severus habían preferido no asistir para evitar que se les relacionaran de forma intima. Habían tenido una pequeña charla sobre qué decir y qué no decir, prepararon un discurso y lo ensayaron con meticulosidad.

Nada podía salir mal.

Draco y Harry tenían un sola misión: reprender la nuevas medidas, exigir justicia y todo sin revelar en lo mínimo lo que eran o la verdadera rabia que sentían respecto al tema. Sólo héroes casuales indignados por la injusticia de su gobierno, nada más.

Harry estaba seguro de que no era el único en pensar que eso sería malditamente difícil, y la prueba viviente de ello era que, a cada minuto que pasaba, Draco parecía agitar su pierna con más vigor contra el piso.

Cuando Dumbledore se presentó con su tono jovial y sonrisa fácil, Harry supo que era hora de prepararse, levantó a Draco de su puesto y le instó a calmarse.

— Entramos, hablamos, salimos—repetía Draco, como un mantra. Vestía con sus usuales túnicas lustrosas que acentuaban su perfil guapo y su figura juvenil. Harry le sonrió, entrelazando sus manos, sin en verdad sentir la sonrisa en su rostro.

—Estaremos bien—le susurró, bajo e íntimo, tan convincente que se sorprendió. Harry también estaba nervioso, pero Draco parecía a punto de saltar por un puente—. ¿Me oíste, Draco? Estaremos bien.

Draco asintió, tragando grueso. Su señal fue Dumbledore diciendo sus nombres, ambos se separaron, aspiraron para tranquilizarse, y salieron con calma de la habitación, cruzaron un corto pasillo y viraron para dirigirse hasta Dumbledore y el pequeño atrio a su lado.

—Buenos días—Harry fue el primero en hablar, era el más influyente entre los dos y planeaba usarlo a su favor. Con un carraspeó, Harry intentó enterrar su timidez y seguir al pie de la letra el discurso ya escrito sobre el pequeño podio—Estimada prensa británica, los hemos citado aquí para dejar en claro nuestro mensaje respecto a la actual situación, sus preguntas serán respondidas luego de nuestros respectivos discursos. Como lo intuirán, el hecho de siquiera habernos presentado aquí hoy pone en claro nuestra postura, estamos absolutamente disgustados por los actuales medidas que ha tomado El Ministerio para sobrellevar la actual crisis provocada por una pequeña facción de hombres lobo prófugos de la justicia en el continente, cuyas acciones se quieren extrapolar al resto de su especie de forma injusta e inocua. Repudiamos en gran medida lo que hoy se llaman leyes justas, somos conscientes de la situación que ha llevado a nuestro país, y al mundo, para temerles. Pero con la misma conciencia nos vemos en la tensa situación de recordar que son personas, como nosotros. Sienten y respiran, tratarlos con tal inhumanidad y poco tacto no sólo será un acto despiadado sino que no arreglará la situación actual, considerando que hasta ahora se ha estimado que los posibles culpables de los diversos altercados son miembros de una sola organización…

Harry siguió hablando alrededor de uno o dos minutos. Draco habló luego, un poco más resumido, dando el punto de un Sangre Pura ex-extremista. Habló con cuidado, ofreciendo alegorías sobre la radicalización y su puesto en la guerra para enclarecer su punto de vista, cuando finalizó; la sala se lleno de un breve silenció antes de que las manos se alzaran como balas.

—¿Su postura está influenciada de alguna manera por Remus Lupin? Se sabe que el profesor Lupin fue cercano a los padres del Señor Potter y coincidió unos años en Hogwarts con la Señora Malfoy, antes Black, así como sostuvo una relación intima con el fallecido prófugo Sirius Black ¿Es esa influencia las que los trae aquí hoy?

Se esperaban esa pregunta, Draco miró a Harry y este le permitió responder, conociendo la elocuencia de su novio.

—Remus Lupin ha sido un ejemplo de constancia y profesionalismo para nosotros, pero no es nuestro principal motivo. Siguiente.

—¿Por qué pronunciarse ahora y no cuando las medidas empezaron a hacerse públicas? Han tomado un largo tiempo desde las primeras medidas ¿Hay algo particular sobre las recientes que los llevan a repudiarlas?

—Hasta este momento, las medidas no parecían ser tan graves ni tampoco había muerto ningún hombre lobo inocente, no significa que estemos satisfechos con lo que se ha hecho hasta ahora.

—¿Se podría decir que fue su punto de inflexión?

Las preguntas siguieron, una tras otra como un remolino confuso y rápido. Para la hora y media admitieron solo dos preguntas más que Rita Skeeter tomó sin vacilar.

—¿Porqué se presentan juntos hoy? ¿Hay alguna relación especial que los haya traído a ambos para hablar sobre este tema en específico tan encarecidamente?

Harry y Draco la odiaban, se podía notar en sus rostros antes de que Draco tomara el turno para responder.

—Ya lo hemos dicho, sentimos una obligación natural como símbolos de la pasada guerra, no hay más que podamos decir.

Extrañamente, Rita no lució insatisfecha, les sonrió cuando se despidieron y los siguió con la mirada cuando se retiraron. Tendrían que andar con cuidado, lo supieron cuando la mujer no apartó su mirada incluso cuando la mayoría de periodistas ya se retiraban.

—Lo hicieron increíble— Los Weasley los estaban esperando por la salida trasera de la tienda, Molly abrazó a Harry y, por instante, dudó si hacerlo con Draco. Pero al final atrapó al chico en un fuerte abrazo rompe huesos.

—Estamos orgullosos de ustedes—Arthur les felicitó, dándoles palmaditas en los hombros a ambos—, ahora, tienen el resto de la tarde libre. ¿Qué tal una tarta de melaza de Molly? Para olvidar las tensiones.

Ambos se miraron de nuevo, se sonrieron y afirmaron.

Pasaron el resto de la tarde en La Madriguera, comiendo los dulces de Molly y riendo de los chistes malos de Arthur. Sintiendo, de alguna manera, que lo estaban haciendo todo bien.


Nota:

¡Rems y Severus ya saben!

Dije que nunca lo iba a abandonar, no me creyeron, pero se los dije.

Por ahora me enfocaré en terminar este fanfic de HP. Ser multifandom no es tan divertido como parece.