¡Hola a todos! ¿Cómo están? Espero que estén bien. Bueno, se supone que mañana iba a postear esta historia aprovechando mis ratos libres, pero decidí postearlas esta noche, aprovechando que estoy despierta :D.

Esta historia la tengo mucho en mi cabeza y está inspirada en la canción "I Love The Way You Lie" de Rihanna y Eminem y en "I Love The Way You Lie Part 2" con solamente Rihanna; de ésta última les dejo el link de You Tube: watch?v=fLnkFUT4aZ4 . Pensaba usar la letra, pero me dije después que mejor no. Prefiero escuchar las dos canciones y conforme a ellas me inspiraba para crear los capítulos. Incluso pensaba buscar ambas canciones en español y ponerlas a manera de introducción en cada capítulo :D.

Bueno, sin más que decir, excepto que las letras y los personajes no son de mi pertenencia, les dejo con este relato un poco dramático, el cual la dedico, por cierto a Haruhi Haruno :).

¡Un abrazo a todos!

Vicka.


Amo la manera en que me mientes.


Dedicado a: Haruhi Haruno. :) ¡Un abrazo!


Prólogo.

¿Qué era lo peor? ¿Apostar o ser apostado? ¿Ser un espectador o una ficha de juego? ¿Ser un testigo… O ser una víctima?

Deudas de juego. Oh, sí. Malditas deudas de juego, maldita ludopatía, maldita adicción imperiosa que hace que apuestes todo lo que tienes, hasta tu ropa interior, con tal de tener suerte en el póker, en la ruleta, en el blackjack… En todo.

Tú inicias con ganancias minúsculas que terminan por alegrarte la vida y terminas perdiendo hasta lo que más amas en la vida: Tus amigos, tu novio o novia, tu casa y tu familia. Todo puesto en juego sin tener la posibilidad de recuperarlo… in que tengas la posibilidad de ser tú mismo lo recuperable.

Eso fue lo que precisamente sucedió en mi caso.

Yo no era el jugador, yo no era el deudor, yo no era tan siquiera el espectador. Yo era la víctima, yo era la apuesta, yo era la garantía máxima para saldar una deuda, no de miles, sino de millones de dólares. Yo era la ganancia por la que mi tío Jimbo, ¡mi propio tío!, competía contra esos sujetos.

Apostó a su sobrino con tal de probar por enésima vez suerte en los juegos de azar.

Yo simplemente miraba cómo él se desesperaba a medida que perdía cada partida; yo ya estaba francamente condenado a pasar a ser propiedad de alguien a juzgar por el panorama. Lo podía ver en la cara de todos y cada uno de los sujetos que me veían con morbo, como si les apeteciera devorarme.

¿Y mi padre? Mi padre simplemente no pudo hacer nada más por ayudar a su hermano. Ya había hablado con él, ya hasta se había peleado a golpes con él, tratando de hacerle ver que recapacitara antes de que cometiera atrocidades como ésta, atrocidades a las que decidí yo mismo ofrecerme como premio. Al principio le habían dicho que podía apostar a mi madre o a mi hermana, pero cuando yo le dije que yo me ofrecía a ser el saldo de su deuda y todos me miraron al entrar a ese sótano, todos se avinieron a competir por mí.

Me sobresalto.

Mi tío Jimbo se pasó la mano una y otra vez.

Conozco esa mirada…

Él perdió la partida final.

- Mierda… - murmuré mientras que, de la mesa, se levantaba mi tío y me decía:

- Lo siento, Stan… Te he perdido.

Cualquiera en mi lugar lloraría, patalearía y hasta agredía a golpes a ese infeliz a quien tengo por tío, pero no, no lo hice.

Ya había aceptado mi destino, ya había arreglado mis cosas. Claro, no me esperanzo en tener la buena suerte de que alguien se compadezca de mí y me deje ir, ni siquiera el sujeto que tengo delante de mí. Éste era un tipo con barba, alto, fornido, de pantalones de cuero y cabello largo, unos dos o tres años más grande que yo. Tenía una pinta de ser un ex convicto, por lo que sabía que lo que me esperaría era, sin duda, una terrible pesadilla.

Tomándome del brazo, me sacó del sótano y me metió en su camioneta por la parte delantera. Al subirse al vehículo, lo encendió y lo empezó a conducir durante un rato hasta estacionarse cerca del Blockbuster abandonado a las afueras de la villa.

Volviéndose hacia mí, me dijo:

- Fue una suerte que en la correccional aprendí varios trucos, ¿sabes?

Yo no contesté nada.

Estaba nervioso, eso sí estaba bastante claro.

- Hablemos claro, chico – me dijo -. Yo te gané, por lo tanto tú me perteneces.

- S-sí, señor…

- Yo no tenía la mínima intención de llevarte conmigo al principio; de hecho, no tenía intención de llevarme a nadie, a menos que sea efectivo. Ahora bien, ¿qué crees tú que deba hacer contigo?

Por primera vez en mi vida, tragué saliva y le respondí:

- ¿Devolverme a mi tío?

- ¿Ese idiota era tu tío? ¡Hmph! ¡Menudo tío el que tenías!

- Por favor… Sé que esto no le va a importar ni un carajo, pero él tiene problemas de juego…

- Eso explica mucho.

- Yo… Yo me había ofrecido para evitar que él ofreciera a mi madre o a mi hermana como premios.

- Hmph…

- S-si lo que quiere es dinero, p-puedo devolverle con mis ahorros lo que ha gastado…

- Tus ahorros, por mucho que sean, no va a cubrir la deuda que adquirirías si te dejo ir, niño – me espetó el hombre -. Para entrar a ese juego, gasté veinte mil dólares, los cuales perdí debido a que un tipo fue más listo que yo. No querrás saber qué tan hijo de puta soy cuando cobro una deuda… ¿O sí?

Tragué en seco mientras que él, encendiendo un cigarro, añadió:

- Piensa qué vas a hacer en lo que llegamos al siguiente poblado. Si quieres devolverme el dinero, tendrás que hacer algo para conseguirlo.

Desvié mi mirada…