Disclaimer: Los personajes no son míos son de Stephenie Meyer y la historia es una adaptación de Kristen Proby.


Sinopsis

Ser confrontada en la playa por un atractivo desconocido no era parte de los planes de Isabella Swan para una tranquila mañana tomando fotos. Y ¿por qué en la tierra pensaría él que ella le está tomando fotos? ¿Quién es? Una cosa es segura, es caliente, increíblemente romántico y alimenta el alma herida de Bella.

Edward Cullen sólo quiere que el mundo le dé un descanso, así que ver otra cámara apuntando a su rostro lo tiene listo para saltar sobre la belleza detrás del lente. Cuando se entera de que no tiene ni idea de quién es él, queda intrigado y más que un poco tentado por ella. Bella tiene un cuerpo hecho para el sexo, una atrevida boca y Edward no puede conseguir suficiente de ella, pero no está listo para decirle quiénes él realmente.

Bella es una chica que no come cuentos, no le va bien las mentiras y secretos. ¿Qué pasará con esta nueva relación cuando ella descubre que Edward le ha estado escondiendo?


Capítulo 1

A luz de la mañana es perfecta. Llevo mi Canon hasta mi rostro y presiono el botón.

Click.

La bahía de Puget está cubierta de color: rosa, amarillo, azul, por lo menos en este momento, el viento está casi quieto. Las olas chocan suavemente contra la barrera de hormigón a mis pies y estoy perdida con la belleza delante de mí.

Click.

Miro a mi izquierda y observo a una joven pareja caminando por la acera.

La playa de Alki Point, en Seattle, está prácticamente desierta, con excepción de algunos rebeldes o insomnes, como yo.

La joven pareja está caminando lejos de mí, tomados de la mano, sonriéndose el uno al otro, apunto mi lente hacia ellos y tomo una foto. Le doy al zoom en los zapatos que están llevando y a sus manos entrelazadas, mi ojo profesional, apreciando su momento íntimo en la playa.

Inhalo el aire salado y miro a lo lejos, con el sonido de un motor de un velero rojo, deslizándose suavemente sobre el agua. El sol mañanero, apenas comenzando a brillar alrededor del velero, levanto mi cámara de nuevo para capturar el momento.

—¿Qué mierda estás haciendo?

Giro al sonido de una irritada voz y veo unos ojos azules, brillantes a causa del reflejo del agua abajo. Rodeados por un rostro muy, muy irritado. (Al final le deje a Edward los ojos azules, ya que en una que otra vez hace mención de estos y como dan con el color del mar y otra cosa, por lo que los deje así. Aficionadas al color verde, decepciónense)

No solo irritado. Lívido de odio.

—¿Discúlpame? —chillo, encontrando mi voz.

—¿Por qué no puedes solo dejarme en paz? —El hermoso, pero realmente extraño el hombre delante de mí, está temblando de rabia e instintivamente di un paso atrás, frunciendo el ceño y comenzando a crecer mi rabia. ¿Qué demonios crees tú que estás haciendo?

—No te estoy molestando —respondo, feliz de que mi voz se fortalezca con mi rabia, y doy un paso atrás.

Claramente, el Sr. Hermosos ojos azules y rostro de Dios griego sexy, es un lunático.

Infelizmente, sigue mi movimiento hacia atrás y siento el pánico comenzar a roer mi intestino.

—Vi que me estabas siguiendo. ¿Crees que no me di cuenta? Dame tú cámara. —Extiende la mano y mi boca cae abierta. Empujo mi cámara contra mi pecho y envuelvo mis brazos alrededor de ella protectoramente.

—No. —Mi voz es sorprendentemente calma y miro alrededor, en busca de un medio de fuga, pero no consigo dejar de mirar la rabia estampada en sus ojos del color del mar.

Engola en seco y sus ojos se estrechan en mi dirección, respirando con dificultad.

—Dame la maldita cámara, y no pondré una denuncia por acoso. Solo quiero las fotos. —Baja la voz, pero no resulta menos amenazador.

—¡No puedes tomar mis fotos!

¿Quién demonios es este chico? Me giro para huir y agarra mi brazo, girándome con fuerza para ponerme de frente, agarrando mi cámara.

Comienzo a gritar, no creyendo que estoy siendo asaltada prácticamente en frente a la puerta de mi casa, cuando me suelta y dobla el cuerpo, las manos sobre sus rodillas, sacudiendo la cabeza y noto que sus manos están temblando.

Santo infierno.

Doy más pasos hacia atrás, lista para correr, pero con la cabeza todavía hacia abajo, él levanta la mano y dice:

—Espera.

Debería correr. Rápido. Llamar a la policía y ver a ese loco preso por asalto, pero no me muevo. Mi respiración se comienza a calmar, mi pánico da marcha atrás, por algún motivo, no creo que me vaya a hacer daño.

Sí, estoy segura que las víctimas del asesino de Green River tampoco pesaban que él las lastimaría.

—Eh, ¿estás bien? —Mi voz sale entrecortada y noto que aún estoy sosteniendo mi cámara contra mi pecho casi dolorosamente, por lo que relajo las manos mientras levanta su cabeza de nuevo.

—No tomes mi foto, joder. —Su voz es baja y moderada, controlada, pero todavía está temblando y respirando como si hubiese corrido un maratón.

—Bien. Bien. No lo hago. Estoy colocando la tapa de la lente de vuelta —digo, sin retirar los ojos de sus rostro y mira con cuidado hacia mis manos.

¡Jesús!

Él respira profundo y balancea la cabeza, yo le doy una buena mirada al resto de él. Guau. Bello rostro, barbilla marcada, barba de dos días y esos profundos y claros ojos azules. Tiene el cabello cobrizo desordenado. Es alto, mucho más alto que mi 1.62, delgado y de hombros anchos. Está vistiendo pantalones vaqueros y una camisa negra que abraza todos los lugares correctos.

Vaya. Debe verse fantástico estando desnudo.

Irónicamente, adoraría tomar unas fotos así de él en mi cámara. Me mira a los ojos nuevamente y me parece vagamente familiar.

Siento como si lo conociera de algún lugar, pero el reconocimiento es pasajero, porque vuelve a hablar.

—Voy a necesitar que me entregues tú cámara, por favor.

¿Está hablando en serio? ¿Todavía me va a asaltar? Suelto una risa corta y, finalmente, rompo el contacto visual, mirando hacia el ahora cielo azul y balanceando la cabeza. Cierro los ojos. En se guida le observo y está mirándome atentamente.

Me veo sonriendo cuando digo:

—No te vas a llevar mi cámara.

Inclina la cabeza hacia un lado y estrecha los ojos nuevamente. Los músculos debajo de mi cintura se aprietan ante su mirada sexy y silenciosamente me maldije.

¡Nada de excitarse con un asaltante sexy!

—No vas a tomar esta cámara. ¿Quién diablo te piensas que eres?

Ahora mi voz está aumentando el tono y me felicito silenciosamente.

—Sabes quién soy. —Arroja su respuesta y estrecho mis ojos, mirándolo nuevamente, y tengo aquella extraña sensación, una vez más, de que debería conocerlo, balanceo la cabeza con frustración.

—No, no te conozco.

Levanta una ceja, pone las manos en sus delgadas caderas, y sonríe, mostrando una línea perfecta de dientes. La sonrisa no alcanza sus ojos.

—Vamos, cariño, no vamos a entrar en este juego. O me entregas la cámara, o borras las fotos, y cada uno puede seguir su camino.

¿Por qué quiere mis fotos?

De repente, se me ocurre que debe pensar que tomé fotos suyas.

—No tengo fotos de ti aquí, cariño—respondo.

Sus ojos se estrechan nuevamente y su sonrisa se desvanece. No cree en mí.

Doy un paso en su dirección. Encaro profundamente los ojos azules y alzo mi voz, hablando muy claramente.

—No. Tengo. Ninguna. Foto. De. Vos. En. Mí. Cámara. No soy una retratista.

Siento mis mejillas sonrojarse y miro hacia abajo por un momento.

—¿Y estabas tomando fotos de qué?

Ahora baja su voz y parece confundido.

—El agua, los barcos. —Hice un gesto con las manos alrededor.

—Te vi apuntar la cámara hacia mí, cuando estaba sentado en el barco.

Señala hacia al barco detrás de mí. Él estaba sentado cerca de donde tomé las fotos de las manos entrelazadas de la pareja.

Jalo mi cámara delante de mí nuevamente y lo veo tensarse pero lo ignoro, enciendo la cámara y comienzo a pasar mis imágenes, hasta encontrar esas que tiene miedo que sean de él.

Voy hasta su lado, mi brazo casi tocando el de él y siento el calor de su cuerpo sexy. Intento ignorarlo.

—Aquí, estas son las fotos que tomé. —Señalo la pantalla en dirección a él y voy pasando las fotos, mostrándole todas las imágenes—. ¿Será que te gustaría ver las otras que hice también?

—Sí —susurra.

Continúo mostrándole las fotos del agua, el cielo, los barcos, las montañas. No puedo evitar sentir su aroma limpio, mientras mira atentamente las fotos, examinando cada una, mientras jala el labio inferior entre el pulgar y el dedo índice. El ceño fruncido.

Dulce Jesús, huele bien.

Tomé más de 200 fotos esta mañana, por eso lleva algunos minutos pasar por todas. Cuando termino, mira mis ojos y veo su vergüenza y no estoy segura, pero parece casi triste.

Mi corazón da un salto mortal cuando sonríe, una verdadera sonrisa amplia, sin barreras, y balancea la cabeza lentamente. Él podía derretir glaciares con esa sonrisa. Terminar con las guerras. Resolver la crisis de la deuda nacional.

—Lo siento mucho.

—Sí, deberías sentirlo. —Apago la cámara y comienzo a alejarme de él.

—Oye, realmente lo siento.

—Debes estar muy lleno de ti mismo, si crees que todo el mundo con una cámara está tomando una foto tuya.

Continúo caminando y, claro, consigue alcanzarme, igualando mi paso.

¿Por qué está todavía aquí?

Aclara su garganta.

—¿Puedo preguntar tu nombre?

—No —respondo.

—Hum, ¿por qué? —Parece confundido.

Demonios, estoy confundida.

—No le doy mi nombre a mis asaltantes.

—¿Asaltantes? —Para medio paso y me jala para detenerme a su lado, su mano en mi codo. Miro hacia la mano y, levantando la vista de vuelta a la suya, lo inmovilizo con una mirada.

—Déjame ir. —Me suelta inmediatamente.

—¡No soy un ladrón!

—Intentaste robar mi cámara. ¿Cómo le llamas a eso? —Comienzo a caminar nuevamente, notando que estoy yendo en la dirección opuesta de mi casa. Mierda.

—Mira, no soy un asaltante. Detente un minuto, ¿me puedes escuchar? —Se detiene de nuevo, frotando la cara con las manos y mira hacia mí.

Lo enfrento, colocando mis manos en mi cintura, mi cámara colgada inofensivamente alrededor de mi cuello y lo miro.

—No sé quién eres —le digo con mi mejor voz de buen sentido.

—Es evidente —responde y una sonrisa feliz aparece en sus labios y no puedo evitar que mi estomago se apriete, cuando veo esta gran sonrisa nuevamente.

El no conocerle parecía hacerle muy feliz, pero me está molestando. ¿Por qué debería conocerlo?

—¿Por qué te estás riendo? —Me encuentro devolviéndole la sonrisa.

Me mira de arriba hasta abajo, observando mi cabello oscuro, actualmente sujeto en un moño suelto, camisa informal roja que abraza mis senos, jeans que muestra mis caderas curvilíneas y muslos, y vuelve su mirada azul profundo hasta los míos. Su sonrisa se agranda y me quedo sin respiración. Guau.

—Soy Edward. —Tomo la mano para saludarlo y le miro, todavía no confiando completamente. Él levanta una ceja, casi como un desafío y me veo colocando mi pequeña mano en la suya grande y fuerte, apretándola firmemente.

—Isabella.

—Isabella —dice mi nombre lentamente, mirando mi boca y yo me muerdo mi labio inferior. Inhala bruscamente y mira de vuelta a mis ojos.

Joder, es lindo.

Tiro de mi mano de la suya y miro hacia abajo, no sabiendo que más decir, y aún confundida con lo que todavía estoy haciendo aquí con él.

—Yo… me tengo que ir —balbuceo, de repente nerviosa—. Fue interesante… conocerte, Edward. —Comienzo a caminar alrededor de él, en dirección a mi casa, y él da un paso para quedar delante de mí.

—Espera, no te vayas. —Pasa la mano por su cabello dorado ya desordenado—. Realmente siento mucho todo esto. Déjame hacer algo por ti. ¿Desayuno?

Frunce el ceño un poco, como si no supiera que más decir, en seguida me mira, esperando.

Di no, Bella… ve para casa. Vuelve hacia la cama. Mmm cama… con Edward…cuerpos sudados, sábanas enredadas, la cabeza entre las piernas, mi cuerpo retorciéndose cuando voy…

¡Detente!

Balanceo mi cabeza, intentado hacerla fantasía a un lado, y me veo respondiendo:

—No, gracias. Me tengo que ir.

—¿Un marido esperando en casa? —pregunta, mirando hacia mi dedo sin anillo.

—Uh, no.

—¿Novio?

Le doy una pequeña sonrisa.

—No.

Su rostro se relaja.

—¿Novia?

No puedo parar la risa que viene.

—No.

—Excelente.

Me está dando esa gran sonrisa de nuevo, quiero desesperadamente decir que sí a este bello extraño, pero mi buen sentido entra en razón y me recuerdo que no es seguro, no lo conozco, y a pesar de ser lindo, todavía es un desconocido.

Yo, de todas las personas, conozco sobre el peligro de los desconocidos. Entonces ignoro y aprieto entre mis piernas, le doy otra pequeña sonrisa y digo educadamente, con tanta fuerza como puedo:

—Gracias de todas formas. Ten un buen día, Edward.

Lo escucho murmurar.

—Ten un buen día, Isabella. —Mientras me marcho raudamente.

Voy a casa rápidamente, sintiendo los ojos de Edward en mi trasero estilo Kardashia*, hasta que giro en la esquina en dirección a mi casa.

¿Por qué no usé una camisa más larga? Mi corazón está latiendo fuerte, solo quiero estar dentro de casa, segura, a salvo de asaltantes con sonrisa sexy. Mi cuerpo no responde a un hombre como este, hace un largo tiempo, y aunque admita que es agradable, Edward es solo enteramente muy… guau.

Cierro y tranco la puerta principal, mi nariz siguiendo el olor hasta la cocina.

¡Rose está haciendo desayuno!

—Oye, Bella, ¿conseguiste buenas fotos esta mañana?

Para mi alegría, mi mejor amiga, Rose, está haciendo panqueques y siento el olor del tocino en el horno.

Mi estómago ruge, mientras apoyo mi cámara sobre la mesa de la cocina y cojo un banquito.

—Sí, fue un buen día —respondo.

Me pregunto si debería hablar sobre Edward. Rose tiende a ver solo el lado romántico, y probablemente nos va a tener casados hasta el final de la conversación, pero era la única persona a la que le hago confidencias sobre todo, entonces, ¿por qué no?

—Había tomado algunas buenas fotos, cuando casi fui asaltada… una linda mañana normal.

Sonrío para mí misma, mientras Rose se gira hacía mi, dejando caer un panqueque en el suelo, jadeando.

—¿Qué? ¿Estás bien?

—Estoy bien. —Suelto un suspiro—. Un chico se molestó, creyendo que podría haberle tomado una foto. —Le describo mi encuentro y sonríe dulcemente cuando termino.

—Parece que le gustas, amiga.

Resoplo.

—Que dices. Es apenas un chico cualquiera.

Rose rueda los ojos y se vuelve hacia los panqueques.

—Puede ser solo un chico cualquiera, pero si es tan caliente como dices que es, deberías haber aceptado tomar el desayuno con él.

Miré frunciéndole el ceño.

—¿Aceptar la invitación de un desayuno con un ladrón sexy? —pregunto incrédula.

—Oh, no seas dramática. —Rose gira el tocino en el horno, después coloca más panqueques en la sartén—. Parece que estaba realmente arrepentido.

—Sí, cuando no está intentando robar mi cámara obscenamente en mi cara, es un perfecto caballero.

Rose se ríe y no puedo dejar de devolverle la sonrisa.

—¿Qué tienes que hacer hoy?

Satisfecha con el nuevo rumbo de la conversación, voy hasta ella, y comienzo a llenar mi plato con la deliciosa comida.

—Tengo una sesión al medio día y necesito hacer algunas entregas esta tarde. Realmente tengo que tratar de tomar una siesta esta mañana.

—¿No has podido dormir de nuevo?

Sacudo mi cabeza. El sueño nunca viene fácil hacia mí. Me siento nuevamente en mi banquito y le doy una mordida a mi tocino. Rose se sienta a mi lado.

—¿Y tú qué vas a hacer?

—Bien, ya que es martes, creo que trabajaré hoy. —Rose es una inversionista de mucho éxito en un banco en el centro de Seattle. No podría estar más orgullosa de mi mejor amiga. Ella es, además de inteligente y bonita, exitosa.

—Tenemos que vivir —respondo, devorando los deliciosos panqueques de mi plato, en seguida, tomo nuestros platos y los coloco en el lavaplatos.

—Puedo hacer eso. —Rose comienza a entrar en la cocina, pero me la quito de encima.

—No, tú cocinaste. Ya lo hago. Ve para el trabajo.

—¡Gracias! Ten una sesión divertida. —Mece sus cejas hacia mí y camina en dirección al garaje.

—¡Ten un buen día en el oficina, querida! —grito tras ella y ambas reímos.

Subo las escaleras hacia mi cuarto y me desvisto. Realmente necesito dormir. Mis clientes me pagan muy bien para darles una sesión divertida y con bellas fotos, y para eso tengo que estar bien descansada.

Mi cuarto es grande, con ventanas del suelo al techo. Este es el cuarto de la casa donde todo es rosa. Amo mi edredón rosa suave y almohadas suaves con funda rosa. Mi estructura de cama es simple, pero la cabecera en una puerta vieja, que colgué en la pared para dar al cuarto un aire rustico.

Caigo en mi cama de tamaño King, las sábanas abrazan mi cuerpo desnudo, y miro hacia fuera por la ventana, con vista al mar. Amo esta casa. No quiero mudarme nunca. Nunca.

Solo esta vista ya es impagable. El agua azul zafiro ahí afuera me calma y cuando mis ojos están pesados, mi último pensamiento es el de un par de ojos azules y una sonrisa asesina y me desmayo de sueño.


*Kimberly Noel "Kim" Kardashian es una empresaria, modelo y actriz estadounidense.

Bueno, bueno... aquí estamos otra vez empezando una nueva adaptación. Sinceramente espero que les guste tanto como a mi. Me tomo un poco de tiempo terminarla ya esta historia la tenia en PDF y cuando la cambie a Doc. se me fuero un monton de espacios, pero ya esta, podre publicar sin demora :D

Sobre las otra historias aun no se como voy a seguir, probablemente pronto termine con Es cosa de magia, pero el Volviendo a confiar probablemente lo edite todo desde un principio ya que no me termina de convencer como esta llendo el rumbo, pero aun no es nada claro.

Pero bueno, gracias por su rewies, nos vemos pronto...

La prox. quizás deje algún adelanto :P

Besos,

Mara S.