¡Actualización! Espero que os guste la boda levihan. Yo nunca he creído que tendrían una boda al uso y que Hanji y Levi se casarían de manera... normal.
Disclaimer: snk pertenece a Hajime Isayama.
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Aquella pequeña iglesia le era totalmente desconocida. Parecía una pequeña capilla perdida en un pueblo que le era desconocido. Sus pequeños tacones hacían un sonido sordo mientras recorria el espacio que llevaba hasta el altar. Apenas ornamentada y para nada ostentosa.
Si pasaba las manos por los muros de piedra podía comprobar que la habían restaurado hace poco, pero su antigüedad databa de muchos más siglos de los que conseguía atisbar. El tamaño era excesivamente pequeño, apenas cabían veinte personas allí, y aún menos se encontraban.
Hanji le habló en tan solo una ocasión de aquella pequeña iglesia. Su madre era una humilde limpiadora. Las mantuvo a ambas con su sueldo hasta que Hanji pudo ayudarla. Muriendo poco después. Hanji era aún una niña que iba a primaria cuando su casero decidió echarlas porque queria alojar a un familiar suyo en su casa. Ninguna de las dos tenía más familia ni nadie en quién apoyarse.
En medio de un día extremadamente caluroso terminaron en aquella iglesia. Intentando meditar. Ni siquiera habían tenido tiempo de encontrar un nuevo hogar. Desalojadas en apenas unas horas por la desición egoísta y fortuita de ese hombre. E, inesperadamente, el sacerdote que regentaba aquella deshabitada capilla decidió acogerlas.
Hanji nunca había sido creyente. Era una mujer dedicada a la ciencia. Pero su propia madre le prometió que estaría en deuda con aquel hombre que las había ayudado a tener un techo bajo el que dormir varios meses. Cuando comenzó a obtener sumas importantes en su pequeño laboratorio, Hanji decidió destinar parte de ellas a restaurar aquella ajada iglesia. Que ahora se presentaba impoluta.
Aquel día iba a empezar una nueva vida, sin duda no había mejor lugar para empezar el que sitio donde ya comenzó desde cero hace ya muchos años. No era excesivamente bonita, pero si acogedora.
Recorrió los bancos observando a los escasos invitados a aquel evento. Su padre, que parecía especialmente nervioso, como si fuese ella misma quien se casase y no su mejor amiga. Los padres de Auruo y todos sus hermanos que correteaban entre los bancos de madera jugando. El sacerdote que salvó a Hanji y a su madre en una ocasión y que se encontraba buscando algún versículo concreto que la pareja le había pedido recitar. Y los padrastros del profesor y el decano de la universidad.
Se sentó junto a Auruo impaciente porque comenzase la ceremonia.
- ¿A ti te ha dejado leer el profesor sus votos? Porque a mi Hanji no me ha dejado. Dijo que quería que fuese sorpresa.
- Bueno... - pareció dubitar en responder – El profesor me pidió que los pasase a escrito en el ordenador. Creo que quiere enmarcarlos en su casa o algo así.
- ¿Enmarcarlos? ¿Qué es lo que ha escrito el profesor?
- …... - sus ojos se pusieron en blanco – Ni siquiera lo entendí mientras lo escribía. Parecía más un manifiesto de guerra que una declaración de amor.
- Supongo que eso es típico del profesor.
Sus dos viejos amigos, Erd y Gunther entraron por la puerta buscando al padre de Petra y a la madre del decano Erwin. Lo más cercano a familiares que tenían ambos. La ceremonia daría paso en breve.
Una extraña música para nada apropiada para ese tipo de ocasión comenzó a sonar de unos pequeños altavoces que habían colocado encima del altar. No parecía el tipo de música que sonaba en las bodas, sino la que sonaba en un festival de pop-rock. Reconocía aquella canción. A veces había oído a Hanji tararearla.
La letra comenzaba diciendo algo en alemán que jamás había entendido. El sacerdote pareció resoplar atento a las peticiones de la pareja y leyó la página que finalmente había encontrado.
- Juan 2: 18-22 – volvió a suspirar con resignación - Queridos hijos, ésta es la hora final, y así como ustedes oyeron que el anticristo vendría, muchos son los anticristos que han surgido ya. Por eso nos damos cuenta de que ésta es la hora final.
Petra abrió sus ojos en sorpresa al escuchar la frase mientras la música comenzaba a subir. El sacerdote parecía estar riendose mientras se tapaba la boca para evitar perder la compostura. ¿Acababan de definirse de esa manera el día de su boda?
La música llegó a su estribillo y oyó un sonoro ruido que provenía del techo. Parecido al del sonido que hacían las cuerdas al chirriar. Sus ojos se abrieron con espanto al contemplar la escena. En lo alto de uno de las balconadas anteriores Hanji llevaba un arnés cubriendo su vestido blanco. Su padre parecía asustado mientras ella terminaba de unir su arnés al de él para que no se soltara.
- Venga, señor Ral. Seguro que nunca ha probado esto.
- Hanjiiiiiii.
No, de ninguna manera el profesor había podido aceptar aquello... O eso pensaba hasta que viró sus ojos hacia el otro extremo y se encontró a Levi Ackerman con la misma situación. Solo que su madrastra no parecía tan asustada. Porque estaba prácticamente inconsciente.
Antes de que pudiese intentar detener aquella manera tan absurda de llegar al altar, ambos habían saltado y se columpiaban de los cables que colgaban de techo y a través de los cuales colgaban.
Debía haberlo imagino. Hanji no quería flores, ni un arco ni música romántica. Ella era una mujer pasional. El día que se casase debía ser tan absurdo y apasionado como había sido toda su vida. Sin duda el profesor debía quererla mucho para estar saltando por encima de los bancos de madera con la mujer que le había acogido en su adolescencia inconsciente colgado de un cable directo al techo.
Erd codeó a Petra mientras se sentaba a su lado.
- Chulo, ¿eh?
- No me digas que vosotros dos estábais enterados, ¿Erd, Gunther?
- Llevamos tiempo prácticando con el profesor y Hanji.
- Hanji al principio quería llegar haciendo paracaidísmo pero tu padre se desmayaria por el camino. También pensó en hacer puenting. Pero era el mismo problema. La tirolina quedaba descartada porque ya era bastante díficil conseguir que pudiésemos atar los ganchos al techo. Hanji no quería perforar más la iglesia.
- ¿Ninguno de vosotros pensó en disuadir a Hanji de tener una boda más normal y... típica?
- Petra... - resopló Erd – Hanji es Hanji. Ella es así. A mi me parece tremendamente original tener una boda así. Mi novia se negaría a llegar así al altar. La envidio. Hace lo que quiere y no teme a la opinión de los demás. Es fiel a sí misma.
- Bueno... Tienes razón. Si Hanji fuese igual que el resto de personas, tal vez nunca habríamos llegado a ser tan buenas amigas – al contrario que el resto de compañeras de clase. Ella fue la única que tuvo el valor de imponerse a Kabei y sacarla de aquella tóxica relación – Gracias a ella conocí a Auruo.
La ceremonia fue bastante corta. Ninguno de los dos era especialmente creyente ni tenía demasiado interés en la religión. Sabía que Hanji había firmado los papeles hacía varios días, estando solo ella y Auruo como testigos. Aquella ceremonia era una mera celebración con las personas más importantes para ambos. Aún así, Petra tenía ganas de llorar. Hanji llevaba, como pocas veces en su vida la había visto, un vestido largo y blanco. Entallado hasta sus rodillas, dejando una cola de vuelo tras de sí. Adornado con un encaje dorado que simulaba guías de un mapa.
Su profesor llevaba un recatado smoking, típico en la alta sociedad. Con un pañuelo blanco colgando de su cuello.
- ¿Sabías que Hanji quería casarse vestida como si estuviera en el ejército? - murmuró Auruo – El profesor se lo prohibió. Pero accedió a que no llevase tacones.
- ¿Tacones? - Petra frunció el ceño mientras miraba los pies de Hanji. Estaba descalza.
Sabía que la diferencia de estaturas entre ambos era notable. Pero no imaginaba que destacase tanto. Seguramente aquella sugerencia por parte de Hanji no había sido necesitada de ser meditada y el profesor hubiese aceptado de inmediato.
Hanji se puso en pie y sacó un extraño papel del escote. Aquello que le había ocultado durante mucho tiempo y había decidido no contar hasta aquel momento. Ni siquiera el profesor. Hanji sonreía mientras releía mentalmente las primeras frases de su escrito. Parecía emocionada. Sin duda Hanji tenía en el fondo un lado de sí misma que era romántico.
Se dirigió con decisión hacia el altar y comprobó el micro antes de comenzar a hablar.
- Petra fue la primera persona aparte de mi madre a la que vi desnuda. Toqué sus genitales cuando no sabía ni lo que era la masturbación.
Por un momento quiso morirse. Sus dos mejores amigos comenzaron a reírse a su lado. ¿Por qué tenía que mencionar aquello el día de su boda? ¿Que clase de votos eran aquellos?
- Recuerdo que la buscaba después de clase e íbamos en mi moto hasta su casa. Su padre trabajaba. Así que solíamos pasar parte del tiempo en su cuarto. Mientras Petra me hablaba de enfermedades venéreas.
Sintió la mirada de su padre clavársele en la nuca con asombro. Todo aquello era mera experimentación cuando eran niñas y creía que Hanji era un chico. Cuando ella fingía que era su novio para que sus compañeros de clase no la agobiasen.
- También le dí mi primer beso. Aunque ella ya le había dado su primer beso a un exnovio que tuvo antes de conocerme. - giró su mirada hacia el pequeño hombre que escuchaba con atención – Durante muchos años Petra fue la única persona a quién podía tocar o besar. O acariciar. Nunca sentí la necesidad de estar con nadie más. Hasta que te conocí.
Petra levantó la mirada esperanzada. Hanji comenzaba a ponerse sentimental.
- Recuerdo nuestro primer beso. Me estampaste contra el telefonillo de mi edificio. Mis vecinos se quejaron porque tuvieron que cambiar varios botones.
Retiraba lo que acaba de pensar. Hanji no iba a ser seria ni en el mismo día de su boda.
- Luego comenzaste a acosarme. Viniendo cada dos por tres a mi casa. Eras un grano en el culo.
Sí, sin duda Hanji no iba a decir nada bonito del profesor a aquellas alturas.
- El día que te declaraste prácticamente provocaste un accidente de tráfico. Paraste el coche en mitad de la autovía y no volviste a conducir hasta que dije que sí. - Hanji bajó la vista mientras recordaba la escena – Cualquier persona pensaría que nuestra relación es atípica y que somos raros. Que cada cosa que hacemos es estúpida y absurda. Pero, repetiría todo una y mil veces. Creo que somos lo que nuestras decisiones nos llevan.
Petra comenzó a llorar emocionada por el discurso. Tal vez hubiese dicho cosas avergonzantes, pero sabía cómo causar una gran impresión.
- Mis decisiones me llevaron a conocerte aquel día. En el que entraste en mi casa dispuesto a hundirme la cabeza en mis libros. Repetiría todas mi decisiones una y otra vez si eso implicase conocerte en cada una de mis vidas. Volvería a ver a Petra desnuda una y mil veces si eso significase volver a estar contigo en este momento. Y volver a enamorarme de tí.
Todos los allí comenzaron a aplaudir mientras Petra se hundía en su asiento. Sólo le había faltado decir que también había visto a Auruo y a todos sus amigos desnudos. Gracias a su extrema curiosidad. Pero mientras se hundía no dejaba de llorar. Hanji era extremadamente rara cuando intentaba expresar algo que le apasionaba.
- No se exactamente que significan los votos en una boda – carraspeó – Supongo que es como una lista de cosas que prometes. En primer lugar, prometo que intentaré no ser tan descuidada y ducharme cuando venga del laboratorio. En segundo lugar, que dejaré de guardar las muestras de mis experimentos en el frigorífico de casa. Tercero, cuando estamos en la cam-
- Está bien, está bien – interrumpió el sacerdote antes de que pudiese continuar – Dejaremos que el novio lea luego el resto. Señor Ackerman, si procede.
- Tché.
El profesor se puso en pie mientras sacaba una pequeña hoja de papel que parecía telegrafiada. Seguramente la que Auruo le había traspapelado. Buscó en su dirección intentando obtener un adelanto ya que era el único que sabía el contenido de aquel papel. Pero parecía excesivamente frustrado, como si lo que quiera que hubiese escrito fuese a ser tan extraño como lo que Hanji había escrito. Se aclaró la garganta y bajó el micro hasta su altura.
- Durante los últimos dos años mi casa se ha convertido en una puñetera guardería. - volvió a fijarse en Hanji con una mirada que no parecía en absoluto cariñosa – Cuando no es un mocoso es el otro. Hasta hace poco, solían venir a emborracharse los tres en mi salón mientras tu jugabas a las cartas con ellos. Me ha costado dos puñeteros años echar a todos los mocosos de mi casa.
Aquello parecía una comedia más que una boda. Ninguno de los dos parecía tomarse en serio que estaban describiendo de esa manera su vida de pareja frente a lo que consideraban su familia. Al igual que a Hanji, al profesor tampoco parecía importarle la opinión de los demás.
- Me he pasado dos putos años con un mocoso masturbándose cada puta mañana en mi ducha – viró sus ojos directos a Petra – Gracias por sacarlo de mi casa, Ral. Suele hacerlo entre las 6 y las 7 – le recordó como si pretendiese advertirla.
Petra se giró hacia Auruo que se encontraba en un estado catatónico completamente sonrojado. Por lo visto aquellas líneas últimas habían sido improvisadas y no estaban en el papel original que él había escrito.
- Y cuando te he dicho que quiero que entre otro tipo de mocoso, me has dicho que quieres un perro – se mesó las sienes como si pensara profundamente – ¡Joder, Hanji! Ese bicho ladra, hace ruido y se caga por toda la casa. Araña los muebles y morderá mis zapatos. ¿No puedes conformarte con algo que haga menos ruido como una piedra o un pez? Para tener otro bulto como tú que haga ruido en mi casa y la destroce, prefiero algo que salga de tu vientre. Es un niño Hanji, no un cáncer.
Hanji parecía reír debido a que aquella conversación ya la habrían discutido hace poco.
- En fin, quiero que todos los aquí presentes sepan que esta mujer es un auténtico dolor de cabeza. Y que deberíais agradecerme de que haya decidido encargarme de que no moleste a ningún imbécil más que a mí mismo. Puedo ser un gilipollas por querer levantarme a tu lado todos los días gritando de alegría porque ese día sale una nueva revista sobre ciencia. Pero quiero ser ese gilipollas.
Hanji sonrió con ternura mientras mientras escuchaba con atención.
- Hanji Zoe, prometo que conseguiré que te duches más a menudo. Sobretodo cuando vienes apestando a químicos. Prometo ser más flexible con tus continuas visitas de los mocosos. Prometo educar a nuestros futuros hijos, humanos o no, para que estén sanos. Y prometo que no dejaré que cambies nada de tu personalidad absurda y extraña - resopló en silencio mientras sus ojos recorrían la última frase de su escrito – Te quiero Hanji.
Petra tuvo que parpadear varias veces para ser consciente de aquella frase. Muy al contrario que con Hanji, todos se habían quedado atónitos. Sabía que su relación era algo extraña. Y que las palabras de amor o cariño que solía ver en películas no eran las que ellos solían utilizar. Como si hubiesen desarrollado su propio lenguaje que solo ellos podían entender.
Mientras la novia ignoraba el resto de la ceremonia se acercó al que era ya su marido para besarle ignorando al resto de allí presentes. Las lágrimas que recorrían su mejilla no le permitían ver bien la escena, pero el sentimiento que desbordaba la escena solo le permitía aplaudir.
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Se tambaleó por el pasillo dirigiéndose hacia la cocina guiada por el aroma dulce que provenía de ella. Un chico despeinado y en pijama estaba preparando el desayuno. Le observó durante unos instantes por el resquicio de la puerta. La última persona que había cocinado para ella había sido su padre y hacía muchos años de eso. Hanji nunca fue demasiado hábil en cuanto a sus facultades culinarias.
- Buenos días – susurró.
- B-buenos días, Petra. No quería levantarte tan temprano. Se que anoche te tuviste que quedar más tarde en la clínica.
- No pasa nada, quería aprovechar mi día libre. ¿Hoy tienes que estudiar?
- No, estas semanas están siendo bastante tranquilas en la universidad.
Petra agarró una de las tazas mientras mordisqueba una tostada.
- Me gustó mucho el cuadro que hiciste de Hanji y el profesor.
- Hanji me pidió que fuese ese mi regalo – aquella vieja amiga sabía perfectamente que Auruo no tenía dinero para hacerles un regalo el día de su boda. Así que Hanji simplemente le pidió una imagen de ellos dos.
- ¿Crees que el profesor lo enmarcará?
- Hanji dijo que le gustaría ponerlo al lado de... de sus votos.
Aquella imagen le resultaba muy extraña, una imagen de ellos dos en una actitud romántica al lado de dos hojas llenas de cosas absurdas y que a ellos le resultaban extrañamente cariñosas.
- El profesor me pidió que quería la tetera que tengo en casa. Creo que le gusta cómo prepara el té y no la ha encontrado. Tuve que volver al pueblo a buscar una similar en una tienda anticuada. Realmente era la tetera de mi abuela, era muy antigua. Así que me daba vergüenza regalarle algo viejo y usado. Me pareció un regalo cutre, porque esa tienda es tan vieja que casi nadie compra allí. La dirige una mujer mayor. Ni siquiera costó demasiado, pero Hanji dice que el profesor la utiliza a diario...
- Bueno, ambos son así de... extravagantes. Los padres del vicedecano le han regalado su viaje de novios... Dijeron que podían elegir lo que quisieran y ellos lo pagarían.
- ¿Sabes adónde han ido de luna de miel? Hanji y el profesor – aclaró.
- El profesor consiguió convencerla para ir a un crucero. Creo que van a estar fuera durante un mes. Hanji ha pedido una excedencia del laboratorio mientras obtienen resultados. Y el profesor va a aprovechar las vacaciones de Pascua y que no comienza clases hasta bastante más tarde.
- Que envidia.
- ¿Te gustaría ir a un crucero? - comenzó a pensarlo. Con la beca que había ganado podía cubrir sus gastos, pero un crucero era excesivamente caro.
- No, aunque no me importaría que algún día hicieramos una excursión. Como hacen Hanji y el profesor. Hanji me dio las llaves del coche del profesor, así que podríamos volver a salir de acampada.
- ¿¡Hanji te ha dado las llaves de su coche!? - recordaba a la perfección aquel coche negro. El profesor no dejaba que nadie tocara el volante salvo Hanji, la única a la que había visto conducir aquel vehículo – S-sería mejor no ir en ese coche – no queria saber que ocurriría que si el profesor se enteraba de eso.
- No pasa nada Auruo, a veces también hay que cometer aventuras. La vida sería muy aburrida si no nos arriesgasemos.
- Pero probablemente el profesor haya accedido por si había una emergencia o algo similar.
- Esto es una emergencia. No quiero pasar las vacaciones de Pascua encerrada en el pueblo con mi padre.
- Ufff – suspiró – Yo no tengo carnet de conducir. Asi que igualmente no podríamos ir a ningún lado.
- Yo si que tengo.
Ese dato no lo conocía. Hacía años que Petra formaba parte de su vida, pero nunca la había visto conducir un coche. Ni tan siquiera acercarse al asiento del copiloto. Presuponía que seria debido al hecho traumático en el que había muerto su madre.
- No quiero que te fuerces a hacer algo que te traiga malos recuerdos – acarició su cabeza mientras le acercaba un plato de fruta.
- Auruo... - cruzó sus manos con nerviosismo - ¿Sabes cuando me saqué el carnet de conducir?
- No.
- Cuando iba al instituto, Hanji solía venir en una moto que no sabía de dónde había sacado. De hecho ni siquiera sabía si tenía carnet. Así que cuando vinimos a vivir aquí, le dije a Hanji que no quería montar en su moto en la ciudad. Porque podría ser peligroso.
- No comprendo muy bien hacia donde va esta historia.
- El caso es que Hanji vendió la moto. Porque pensó que me daría miedo si ella iba a la universidad en moto. Así que la vendió y comenzó a venir cada día andando conmigo. - suspiró con tranquilidad – La primera vez que fuimos de visita al pueblo fue bastante problemático porque el tren tardaba mucho y se retrasaba. Cuando íbamos en su moto el camino era mucho más corto. Pero por mi culpa, ella había vendido la moto.
- …..
- Así que Hanji me convenció para alquilar un coche cuando viniésemos a ver a mi padre. Yo no quería subir porque me daba miedo... Por lo de mi madre. La moto era distinta, porque podía agarrarme a su pecho y asegurarme que dónde fuera ella iría yo. Pero en el coche iríamos separadas. Además, sabía que Hanji no tenía suficiente dinero. Ella trabajaba a tiempo parcial para pagar su parte del alquiler, y sus experimentos en la universidad eran costosos con lo que pagar algo más tampoco podía permitírselo. Y tenía bastantes problemas para conseguir becas porque trabajaba. - frunció los labios con sarcasmo.
Las becas eran difíciles de obtener y muchos alumnos trabajaban para pagar sus estudios porque no les becaban, y , en ocasiones, dichos trabajos era la excusa para negar dichas becas. Sabía que la mejor amiga de su novia se había llegado a encontrar en aquella misma situación que él. Por aquella razón solía hablar bastante con ella de temas económicos.
- Intenté hablar con Erd para que nos llevase la próxima vez al pueblo. - frunció el entrecejo – Hanji a veces no me cuenta cosas porque intenta protegerme. Y esa vez lo hizo. Erd me lo contó. La moto que yo le obligué a vender,... era de su madre. Hanji vendió su moto por mí. Así que... yo decidí invertir el dinero que mi padre me dio en navidad para sacarme el carnet y llevarme a Hanji a una laguna a la que ella queria ir y sólo se llegaba en coche.
- …...
- ¿Sabes? Todos siempre intentáis protegerme. Pero cuando aparecí con el coche de alquiler Hanji sonrió mucho y me abrazó. Me dijo que estaba orgullosa de mí. No quiero que sintáis pena de mí. También quiero que os sintáis orgullosos. Me gustaría que tú también estuvieses orgulloso de mí.
- Lo entiendo – se acercó a Petra y le besó en la frente – Me siento orgulloso de tí.
Durante varios meses, en secreto, mientras estudiaba para sus exámenes, Petra intentaba sacarse el carnet. Durante muchos meses, intentó darle la sorpresa. Recordaba ir más de una vez, subirse en aquel coche de alquiler y tener un ataque de pánico. Una y otra vez, una y otra vez. Incapaz tan siquiera de arrancar. Había sido muchísimo más difícil de lo que le era capaz de relatar. Pero la sonrisa de satisfacción que obtuvo de su amiga en aquel preciso instante hizo que todas aquellas veces fallidas mereciesen la pena.
Hacía bastante tiempo que no conducía debido al tiempo escaso originado por sus estudios. Y a que en aquel coche del que ahora disponían sólo conducía el profesor. Pero, teniendo puerta abierta, podría volver a intentar superar sus miedos poco a poco. De vez en cuando acudía junto a Auruo a aquella piscina climatizada mientras aprendía a nadar. Sentía que si estaba con él, aquellas cosas que le aterraban, desaparecían y podía comenzar a superarlas.
Si alguna vez conseguía que ambos andasen hacia el altar como su amiga había hecho hacía escasos días, ella también podría escribir unos votos. Seguramente no tan ostentosos ni atrevidos como Hanji había hecho. Pero sí que quería dejar claro de que cuando estaba junto a él, sentía que las cosas que antes no se atrevía, ahora era capaz de afrontarlas.
- ¿Recuerdas dónde fuimos de acampada en tu cumpleaños antes de entrar a la universidad?
- Ah... sí... - reconoció sin mucho entusiasmo. Apenas habían comenzado a salir, Petra estaba enfadada con él y el profesor comenzó su interminable charla sobre enfermedades sexuales. No tenía demasiados buenos recuerdos de esa ocasión.
- Podríamos ir. Cerca de donde acampamos hay unas aguas termales. Hanji me llevó una vez. Para entrar hay que bajar por una gruta vertical. Aunque es bonita.
- ….. - no estaba seguro de cómo responder a aquello, Petra ni siquiera cogía ascensores y le estaba proponiendo meterse en una cueva para ir a unos baños al aire libre.
- Hanji va a veces allí. Antes solía ir con Erd y Gunther cuando van a escalar. Aunque hace poco me dijo que de vez en cuando volvía y pasaba alguna noche de acampada con el profesor.
- Ah, sí... El profesor desaparece algunos fines de semana con Hanji. Ya suponía que se iban juntos a algún lugar.
- Es un sitio bastante romántico.
- Supongo que en ocasiones esos dos hacen cosas románticas.
- Dónde suelen ir las parejas – comenzó a insinuar al percatarse que Auruo no le seguía la corriente.
- Creía que era un sitio algo raro de llegar, no sabía que fuese mucha gente.
- ¡Claro que poca gente lo conoce! Pero a veces, parejas como Hanji y el profesor van allí a... ya sabes – sentía que sus mejillas ardían.
- Bañarse.
Se quedó en silencio observándole. Debía reconocer que Auruo no era una persona que comprendiese las indirectas. En ocasiones, prácticamente se había sentido como si le violase cuando habían llegado a la cama debido a que él era incapaz de comprender sus intenciones.
Hanji le solía hablar de sus escapadas románticas y cómo había terminado desnuda en algún tipo de situación romántica al aire libre.
- Podríamos hacer algo más que bañarnos... - intentó volver a insinuar.
- Se que Hanji es bastante habilidosa con la escalada, y también el profesor. Pero no creo que sea buena idea hacer espeleología en un sitio que ni siquiera conocemos bien con corrientes de agua y-
- Auruo – interrumpió frustrada.
- ¿Qué?
- Eres tonto – resopló con indignación mientras sentía que sus mejillas ardían más y más – Es un sitio, bonito, romántico y apartado. Y me gustaría ir contigo allí a pasar un rato bonito. Vivir aventuras y hacer cosas fuera de lo normal. No te pido hacer cosas alocadas como Hanji y el profesor que pasaron su boda colgando de cables del techo. - apartó los ojos hacia un costado mientras buscaba determinación. - No me importaría tener... sexo ….. allí...
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El pequeño juguete cayó a suelo por quinta vez. Se agachó a recogerlo con cuidado. Notaba que su espalda comenzaba a resentirse. Tras seis embarazos, había terminado teniendo problemas lumbares. Una mano le ayudó y le acercó el muñeco.
Aquel hombre, delgado, de pelo oscuro y corto que había estado junto a ella todos aquellos años. El responsable, asimismo de todos aquellos embarazos.
- No te enfades con el pequeño, cuando son tan pequeños les gusta jugar y tirar cosas al suelo.
Sonrió con tranquilidad mientras terminaba de acomodar las bolsas en el maletero. Su esposo, tal vez no fuese la persona más comprensiva ni inteligente. En ocasiones le daba la impresión que su hijo mayor había heredado su carácter inocente.
No dudaba de que aquel hombre fuese un gran padre. En ocasiones, desde que su hijo mayor habia comenzado a ir a la universidad, para su trabajo en aquella extraña historia que dibujaba y la ayudaba con el excesivo trabajo de los niños para que pudiese escribir su novela. Pese a que él solía ofrecerse, ésta vez se lo había pedido ella.
Eran una familia demasiado grande, demasiados gastos y demasiadas cosas que comprar todos los meses. Por una vez, el apeteció que aquel hombre fuese con ella y poder pasar un rato a solas. Sólo que uno de sus pequeños hijos aún no era lo suficientemente mayor como para quedarse sólo en casa.
Cogió a su hijo en brazos mientras intentaba recoger otro de los juguetes que acababa de tirar. Su marido continuaba metiendo las bolsas en el maletero. Mientras daba ligeros golpecitos en la cabeza del niño le observó con atención. En ocasiones le enfadaba. Era incapaz de que pasaba por su cabeza cuando dibujaba aquella macabra historia. Pero sin duda, no podía negar que lo que sentía por aquel hombre transgredía la normalidad.
Tal vez no fuese el mejor esposo del mundo pero no le quedaba duda de que quería a sus hijos y a ella. Y que trabajaba duro por todos ellos. Volvió a dejar al pequeño en el pequeño asiento adapatado para bebés. Un leve zumbido emergió del bolsillo de su abrigo. Leyó aquel mensaje con desgana. Otra editorial rechazaba la novela que llevaba años intentando publicar.
Al principio había tenido suerte y sus primeros trabajos le ayudaron a mantener a su familia. Pero comenzaba a sentir que sus lectores habían dejado de leer las historias en las que invertía tanto tiempo. Frustrada, comenzó a marcar un número en su teléfono. Tal vez su editor pudiese darle alguna pista sobre cómo cambiar la historia para volver a causar el efecto que causaba antes.
- Cariño, échale un vistazo a Derek. Es una llamada importante.
- S-sí. Claro.
Cómo si hubiese pasado durmiendo las últimas tres semanas, aquel hombre tardó en contestar, injustificando su impaciencia.
- Sí, Newton. Soy yo. ¿Acaso crees que puedes mandarme un mensaje y evadir tu responsabilidad?
Su abrumado esposo continuó cargando el coche mientras el pequeño comenzaba a desesperezarse.
- No, no me sirve de excusa. Me pedisteis ese tipo de escrito y resulta que os habéis equivocado. Me habéis hecho cambiar de estilo para absolutamente nada. Os dije que debía permanecer fiel – silencio al otro lado de la línea - ¡No me jodas! Mi embarazo no tuvo nada que ver. Por aquella época ya me habíais pedido que escribiera sobre otra cosa y renunciara a mis raíces.
Unos ligeros sollozos llamaron su atención. El pequeño comenzaba a jugar de nuevo con sus juguetes tirandolos fuera de la puerta que estaba abierta mientras su padre acariciaba sus pequeñas manos recogiendo todos aquellos trastos. Le dirigió una mirada de asentimiento y el hombre comenzó a abrochar aquel pequeño cinturón a la silla del pequeño para que no se cayese mientras jugaba.
- He dicho que me da igual. No escribo para conseguir que jóvenes adolescentes tengan sueños traumáticos con un hombre maltratador que las posea. ¡Ese no es mi estilo!Ya he intentado adecuarme a lo que queréis y no ha funcionado. ¡Si no me dejáis escribir lo que yo quiero buscaré otro representante! He rechazado a demasiadas editoriales por ser fiel a vosotros. Pero ahora mismo, puedo permitirme prescindir de vosotros – afirmó mientras se serenaba recapitulando su postura – No me interesan las ventas. Nunca me ha faltado la comida en la mesa. Si tengo que pasar unos meses sin vuestros ingresos puedo prescindir – Ahora que a su marido le iba tan bien en aquella extraña historia, podría aprovecharse para poder tomar un tiempo sabático mientras volvía a sus orígenes – Lo que habéis oído. No quiero escribir más ese tipo de historias. Lo siento.
Tal vez había sido el agotamiento que llevaba teniendo aquellos últimos dos años. Su hijo mayor, parecía comenzar una nueva vida, viviendo con una chica que parecía bastante adecuada para él. Y, extrañamente, dedicado por completo a sus estudios. El siguiente de sus hijos, inspirado por la actuación del mayor había comenzado a tomarse en serio sus estudios. Y en un año y medio comenzaría también la universidad.
Las cosas parecían ir bien. Tal vez tan sólo su trabajo fuese el problema. Pero sería posible adaptarse a ese nuevo estilo de vida. Quizás tuviese que depender un poco de los ingresos de su marido mientras conseguía encontrar una editorial que no la forzase a escribir historias que parecían dirigidas a quinceañeras.
No sabía porqué, pero su cerebro dejó de funcionar por tan solo un instante. El tiempo en que tardó en apagar su teléfono para poder pensar con claridad. Se giró hacia el coche buscando a su esposo. Necesitaba hablar con él. Pedirle su consejo en aquella decisión que llevaba demasiado tiempo dándole vueltas. Se extrañó no encontrarlo. La puerta dónde estaba su hijo se encontraba entornada. El pequeño jugaba con un pequeño muñeco.
Por instinto, su mirada giró hacia su izquierda, observando a aquel hombre corriendo tras una pelota cerca de la acera continua al aparcamiento, que seguramente el niño habría tirado. Se agachó y la recogió con una sonrisa. Una sonrisa. Eso fue lo último que vio de él antes de que aquel camión de saliera del arcén y atropellase a su marido.
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Siento acabar el capítulo así. Se que ha sido muy rápido pero la historia llega a su fin y esto es algo que estaba planeado desde el principio. Quiero acabar esta historia para continuar con la nueva que estoy escribiendo. Si aún no le habéis echado un vistazo os lo recomiendo. Id a mi perfil y buscad "Nada más que despedidas".
Trata acerca de los 4 años de lapso del manga con Hanji comenzando a ser comandante y ayudada por el único veterano que resta en la milica junto a ella.
¡Nos leemos!