Capítulo 50 – No solo la amistad es magia…
―Pero, sus Reales Majestades, es extremadamente peligroso… ―la voz de Burning Spades se elevaba llena de preocupación la noche que la Torre de la Biblioteca Real de Canterlot dejó de existir ―Debemos actuar en contra de los invasores antibronis de inmediato. No se resignaran ni regeneraran. No saben actuar sino por odio.
―Eso no depende a ti juzgarlo, joven Burning. ―amonestó gentilmente la princesa del Sol. ―Ni aun a nosotras. Nadie puede saber jamás los cambios que suceden dentro del corazón de un poni.
―¡Pero ellos no son ponis! Son engendros de otro mundo. Seres malignos de regiones oscuras y terribles de espacios distantes al igual que…
―¿Al igual que tú? ¿Es eso lo que ibas a decir, Burning Spades? ―con toda elegancia y dignidad, la princesa de la Luna respondió al poni al verlo interrumpirse.
El herrero bajó la cabeza. Sobre su frente brillaba una especie de diadema donde estaba incrustada una brillante piedra roja. Era el prototipo del que se transformaría en el yelmo de su nueva armadura, el Poni Después de Todo.
―¿No lo ves, querido Burning? Tú eres la viviente prueba de que todo corazón merece tener una oportunidad de redimirse, aun aquellos que han dedicado gran parte de su vida a propagar el odio. ―concluyó conciliadora Celestia.
―Es solo que… permitirles aun actuar libremente significaría poner a todoponi en el reino en peligro… en un terrible peligro ―Al levantar el rostro, Spades miró a sus Majestades afligido. ―Me temo que tienen malévolos planes para este mundo… y aun hacia ustedes…
»¿Están dispuestas a correr ese riesgo? ―Preguntó incierto, sabiendo que la decisión estaba en cascos de las princesas, no de él mismo.
―Lo estamos, Burning Spades ―la princesa de la noche levantaba el rostro y su porte regio no era hermoso e imponente a la vez. ―Hay riesgos que valen la pena ser corridos, con tal de salvar una sola alma de permanecer encerrada en la oscuridad.
―Además, por el resto de todoponi en el reino ―se adelantó la princesa del día, destellaba, hermosa como un amanecer y apacible como el cielo de verano ―Luna y yo tenemos nuestra plena confianza en todos y cada uno de ustedes.
»A lo largo de muchos siglos, hemos visto ponis valientes, ponis competentes y dignos de toda confianza. Aunque ustedes nos consideran sus protectoras, lo cierto es que son más fuertes de lo que creen. En el corazón de todos ustedes existe la fuerza necesaria para defender el reino. El poder que ha cuidado este mundo en todas las eras vive dentro de ustedes: la Magia de la Amistad.
―Entonces… dejará una vez más el destino de Equestria en los cascos de las Ponis de la Armonía.
―De ellas, y de ti, de la guardia y de los ponis comunes y corrientes de todo el reino. Ese poder existe en todoponi, no solo en las ponis excepcionales como Twilight y sus amigas. ―La mirada serena de la princesa Celestia llenó a Burning de tranquilidad por un momento. Su mente angustiada se calmó por un instante, como transportada a un tiempo diferente, a un tiempo dorado de maravillas y aventuras de antaño que él conocía por antiguas historias contenidas en libros y canciones que había escuchado cuando era solo un potrillo.
Fue en ese momento, cuando, empujando la pesada puerta principal y proyectando su sombra contra la pura luz de la luna apareció la poni bibliotecaria, caminando despacio, notó la presencia majestuosa de las princesas, y ante ellas la silueta oscura del poni herrero.
Al mirarla, los ojos de Spades se abrieron ampliamente. Su mente astuta lo había comprendido todo de pronto. Los movimientos secretos de los antibronis, su influencia en la oficina postal, la amistad por correo de Twilight y Greycoat…
El siniestro doctor lo había conducido a una trampa. Ahí estaban, reunidos en el mismo lugar, las princesas Luna, Celestia y Twilight Sparkle, junto con el desabrido Burning Spades, todoponi que representaba una amenaza contra los planes del malévolo líder, juntos. No había que ser un genio para entender lo conveniente que sería que un terrible accidente los borrara a todos de la faz del mundo.
Al tiempo que Twilight se acercaba y era recibida afablemente por su querida mentora, la preocupación y el miedo comenzaron a crecer nuevamente en el corazón de Spades quien de haber tenido completo su yelmo con todo y su placa de visión, habría empezado a recibir las lecturas de un monstruoso aumento en la concentración de la energía mágica en un extraño objeto convenientemente colocado en la base de la torre.
Los movimientos del herrero debían ser veloces. Debía ser más listo que su rival y tratar de usar los pasos que Greycoat creía tener de ventaja en su contra. Un hechizo de ocultación mágica, idear una veloz ruta de escape y… si las princesas estaban en lo correcto, talvez habría una manera de hacer salir de su guarida a los antibronis y probar si sus corazones en verdad podían redimirse.
Burning Spades tenía un plan, pero por mucho que le doliera, Twilight no debía enterarse de la verdad hasta el final.
Esa noche, Burns y su amiga la princesa Twilight lograron apenas escapar de la tremenda detonación mágica que terminaría por destruir prácticamente por completo la Biblioteca de la Colección Real de Canterlot. Como resultado, en todo el reino se daría la noticia de la muerte de las princesas y el pesar y la tristeza se apoderaría de sus corazones a lo largo de la subsecuente semana.
Pero, al igual que la amistad verdadera, las princesas de Equestria no son fáciles de destruir.
Los recuerdos de esa noche se entremezclaban en la mente de Burning Spades con los acontecimientos que pasaron, días después, en la Torre metálica de los antibronis. La semana subsecuente a la derrota del Ejercito del Odio, aunque en completo control de su estado mental, Spades tuvo dificultad para reconstruir sus recuerdos y tuvieron que pasar meses enteros antes de que pudiera recordar todos los acontecimientos coherentemente y en el orden correcto.
En años posteriores, la investigación de Burns revelaría que de hecho, estar en contacto o cerca de brechas abiertas a dimensiones superiores tenía extraños efectos sobre la memoria de los ponis. El herrero llegó a sospechar que estos estragos mentales eran manifestaciones menores de las pérdidas de memoria que sufre una esencia cuando atraviesa el vacío entre los mundos.
Después de las esmeradas labores de reconstrucción llevadas a cabo en Ponyville y Canterlot, los esfuerzos de Burning se centraron en investigar a fondo la cuestión del túnel interdimensional, para asegurarse que Equestria no sufriera secuelas adversas de aquel terrible episodio.
Al cabo de una semana más, todas las faenas habían concluido ya y Spades fue convocado a una gran fiesta en el palacio de las princesas.
La memoria del poni sufrió uno de aquellos extraños apagones ese día y, por un momento, al sentirse mareado y nublársele la vista, se olvidó de donde estaba y que estaba haciendo ahí.
Al apretar los parpados y volver a abrir los ojos, se acomodó las gafas sobre el rostro y de entre una poderosa luz blanca el mundo volvió a tomar forma ante él, aunque lo que vió de momento no alcanzó a tener sentido:
Se encontraba en un enorme recinto, uno de los grandes salones de fiestas del palacio de sus Majestades Reales. Él era alto y abovedado, y a cada lado, las paredes estaban formadas por enormes y bien trabajados ventanales enmarcados entre columnas y paredes de cantera blanca. El sol de mediodía atravesaba los cristales sin problemas y la estancia estaba llena con luz de sol, resplandeciente y pristina como si los asistentes, que eran muchos estuvieran dentro de un enorme diamante.
En el fondo, se estaba disponiendo un banquete de los más ricos y finos alimentos. Los colores de las legumbres frescas alegraban la vista y el olor de pasteles y bollos hacia agua la boca. Fuentes con ponche de frutas y bandejas llenas de pasta en salsa de tomate atraían las miradas de más de uno.
Entre las mesas del bien provisto bufet una enorme puerta doble en arco y desde ella iniciaba una ornamentada y gruesa alfombra roja que recorría el enorme salón hasta el fondo, donde, abierto hacia un balcón, podía verse el rostro refulgente del sol en toda su fuerza, bañando una amplia tarima en torno a la que la multitud de los invitados se habían reunido a cada uno de los lados de la alfombra.
Había decenas, talvez cientos de ponis convidados a la fiesta. Delegados de varias ciudades del reino y algunos incluso representantes de otras razas como búfalos y grifos. Había también ponis de cristal y entre los lugares de honor podía verse incluso a la princesa Cadence y a su esposo, el capitán Shining Armor.
Spades pudo verlos caramente, pues se encontraba en alto, sobre la tarima y veía de frente a todoponi de los presentes ante él. Estaba vestido muy elegantemente. Usaba un frac de color gris muy oscuro y debajo un chaleco plateado. Traía además una camisa de manga larga puesta y unas elegantes mancuernillas forjadas por el mismo con la forma de su cutie mark. Un discreto fular blanco en su cuello completaba el atuendo haciéndolo parecer un elegante corcel de las antiguas cortes de antaño.
Ante su repentino ataque de amnesia le sorprendió verse tan arreglado, sobre todo porque aun su cabello estaba cepillado y en su sitio, aunque un poco largo.
Al mirar a su alrededor, reconoció a sus amigas, usando coloridos y hermosos vestidos que las hacían lucir como brillantes caramelos en una dulcería. Pinkie le sonrió con dulzura y los ojos llenos de luz. La cariñosa mirada de Rarity rebosaba de elegancia al mirarlo. Su cabello estaba impecable. Fluttershy parecía un ángel con la luz blanca del sol que caía sobre ella y su sonrisa tímida tranquilizó el desconcierto de Burns. Applejack se veía esplendida, contenta y fresca como una mañana de primavera con su brisa con aroma a manzanas. Twilight estaba ahí también. La tristeza habida desaparecido de su rostro y su deslumbrantes ojos morados lucían tan bellos como los luceros de una noche clara. Estaba usando su corona y acompañada de sus Majestades, las princesas Luna y Celestia que venían luciendo sus mejores joyas.
Spades agitó un poco la cabeza, tratando de poner en orden sus pensamientos cuando, se dio cuenta que le estaba haciendo falta alguien.
¿Dónde estaba Rainbow Dash?
Al no verla sobre la tarima junto a él y el resto de las chicas, la buscó entre los asistentes y se sorprendió de reconocer varias caras conocidas. Ponis del pueblo que lo conocían estaban ahí, al igual que sus viejos amigos de infancia: Leadhawk, que usaba un elegante traje de estilo militar y Starshine, con su belleza casi sobrenatural y radiante como oro puro. Su desconcierto llegó a tope al ver, presentes y en primera fila, mirándolo con ojos llenos de ilusión y orgullo a sus propios padres, distinguidamente vestidos:
Ace Sharpblade era un viejo poni de tierra, pero en su cuerpo, aun fuerte a pesar de los años, y su rostro de semblante avispado se podía reconocer aun el garbo de un corcel honorable y gallardo; y Melody, una unicornio, seguía siendo hermosa aun a pesar de que el tiempo se había llevado ya los años de su juventud. Spades no solía verlos muy a menudo, y prácticamente los había estado evadiendo hace años, cuando sintió que les había decepcionado al abandonar la Academia de la Guardia Real.
Su madre le sonrió ampliamente saludándole moviendo su casco mientras su padre, rebosante de alegría, asintió con la cabeza aprobatoriamente.
El poni rojo no tuvo oportunidad de tratar de recordar. Su mente seguía embotada incapaz de saber que sucedía y donde estaba cuando, al abrirse las puertas dobles, pudo ver lo que sus ojos más ansiaban encontrar:
Rainbow Dash, con su primoroso cabello multicolor hermosamente peinado desfilaba por la alfombra central, pero el corazón de Spades dio un vuelco cuando le pareció ver que la pegaso venia usando un largo y muy ornamentado vestido blanco. Sus cascos color celeste avanzaron por la amplia alfombra hasta la tarima y el mundo parecía paralizado mientras el herrero prácticamente aguantaba la respiración al verla.
―¿Te, ahm, sientes bien, Burns? ―preguntó preocupada Fluttershy al verlo palidecer.
―Desde luego que está bien, ¿verdad Spades? ―Rainbow le dio un golpecito con una de sus rodillas ―¿O es que te has quedado en blanco de nuevo? A ver, dime ¿cuantos dedos ves?
Dash levantó su casco ante el rostro del herrero y el enfocando la vista por fin pudo ver todo mas claro.
―Ninguno ―respondió Burning muy serio. Rainbow le solía hacer esa broma desde que él le habló un poco acerca de la anatomía de los humanos. Se guardó para si, las jugarretas que su mente le había jugado pues, al ver a la pegaso azul entrar, habría jurado que el lindo vestido de verano blanco que ella usaba era en realidad un largo atuendo ceremonial y que en lugar del sombrero de ala ancha que traía puesto, ella usaba un velo de novia. El poni sacudió su cabeza con molestia para olvidarse de aquello, pero su corazón no se tranquilizaría en un buen rato.
―Yeguas y corceles, ―comenzó a dirigir unas palabras la princesa del sol que, situada bajo la luz de su astro parecía que su cuerpo estuviera hecho de pura luz blanca ―es un honor para nosotras reunirles aquí para celebrar, una vez más, que nuestro reino prospero de Equestria fue salvado en su paz e integridad por el esmero, la convicción y la amistad sincera del corazón de sus ponis.
»No hay manera de que nuestros corazones sientan más gratitud hacia Twilight Sparkle, Pinkie Pie, Rainbow Dash, Fluttershy, Applejack y Rarity, pues su poderoso vinculo no solo es un ejemplo para todos nosotros del afecto que debiera unirnos, sino que es a través de su amistad que han podido salvarnos nuevamente, como en incontables ocasiones anteriores.
»Es por eso que esta mañana y a su salud, nos alegramos por ellas y disfrutamos de este banquete en su honor. ¡Vivan las Ponis de la Armonía!
―¡Vivan! ―repitió la multitud en un frenesí de algarabía batiendo sus cascos fervorosos y alegres.
―Sin embargo, hay algo más que requiere ser aderezado ―intervino entonces Luna, con su talante firme y elegante. Ordenó: ―¡Burning Spades, un paso al frente!
Confundido, el poni rojo se adelantó un poco y sus cascos que se habrían mantenido firmes al entrar pisando sobre el terreno llameante y carbonizado de un dragón furioso, fueron trémulos ante tan abrumadora muchedumbre.
―Si bien, fue el apoyo y la unión entre todoponi el que permitió que el reino soportara la terrible invasión que sufrimos, mi hermana y yo estamos de acuerdo que de no ser por tu buen juicio y oportuno consejo, nos habría tomado desprevenidos a todos ―aclaró la princesa de la noche con toda propiedad.
―Sus majestades, yo… yo no… ―el herrero bajó el rostro apenado y retrocedió un poco.
―Sabemos bien de tu modestia, ―se adelantó Celestia uniéndose a Luna en su discurso― y sabemos que difícilmente te permitirá aceptar cualquier tipo de reconocimiento y honor. Pero lo que queremos darte ahora no es un premio, fiel Burning. Lo que queremos hacer, es pedirte que aceptes una carga, un deber.
El rostro del poni se endureció y sus ojos se volvieron severos al tiempo que se erguía nuevamente. Todos los asistentes estaban en el más uniforme silencio.
―Han pasado más de diez años desde la primera vez que estuviste ante mí, en este palacio. ―recordó la Soberana del Día, para ella, con su vida tan larga, ese tiempo era como el pasar de una tarde y una noche. ―Esa mañana, te ofrecí nombrarte caballero cuando concluyeras tus estudios en la Academia, y con toda humildad y sentido del deber, te negaste.
»Aquel día, estaba sola en mi sala del trono. Hoy, estoy aquí, reunida ahora con mi amada hermana, pidiéndote que aceptes nuevamente esta petición. Aquel día, te trajeron ante mí con la intención de que te reprendiera y castigara. Hoy, estas aquí después de haber sido tratado como un criminal y perseguido por todo el reino. Aquel día, más que castigarte, te ofrecí el titulo como un incentivo al valor y dedicación que vi en ti cuando eras un potro adolescente. Hoy, más que condecorarte, ruego a ese mismo dedicado y valiente corazón reconsidere tomar la decisión de cargar con el deber y el propósito de cuidar de Equestria y aun del mundo que tanto amamos.
―Eres convocado, Burning Spades, a levantarte y esgrimir nuevamente la espada de los caballeros de Equestria y defender nuestro reino y a sus habitantes. ―complementó Luna a la par de su hermana ―¿Qué respondes?
―Yo…
El corazón de Spades titubeó. Al mirar atrás, sus ojos se llenaron con seis hermosos colores. Sus grandes amigas, las mejores que había tenido en su vida, en todas sus vidas, le devolvieron miradas amistosas y sonrisas radiantes. Lo que más amaba en el mundo estaba ahí, y al ver a Rainbow Dash no pudo evitar perderse en su mirada.
Todo era tan obvio ahora. En su juventud temprana no lo había entendido y en su vida más allá de la Cascara del Mundo jamás había tenido esa oportunidad; pero ahora, en ese preciso instante en que estaba ahí, sobre aquella tarima en presencia de las Princesas y de sus Seis Amigas, sentía que debía ser el poni más afortunado del mundo, pues sabía que tenía todas las respuestas.
Y sería mejor que actuara en el instante, antes de que su amnesia temporal le hiciera olvidarlas.
―Yo…
No tenía u n discurso preparado y aunque las palabras fluían a raudales por su mente, le estaba costando trabajo decidir cómo comenzar.
―Anda, Spades, solo di que sí, para que nuestro almuerzo no se convierta en cena. ―sonrió Dash animándolo.
Incapaz de contener su alegría y con una sonrisa radiante tan inusual en él, pero tan natural y necesaria al mismo tiempo, se giró hacia las princesas y dijo:
―Acepto con humildad el inmenso honor que me conceden, Sus Reales Majestades.
Las dos hermanas alicornios asintieron, Luna severa y Celestia alegre, y como si esperara su señal, una pequeña comitiva se desprendió de la multitud caminando hacia la tarima.
Estaba integrada por dos ponis de tierra ancianos y varios de cristal. Burns reconoció de inmediato a Brilliant Gemstone y a su esposa Allegro que venía acompañada de varias doncellas que la ayudaban a andar. Parecía que el clima más templado de una ciudad como Canterlot estaba obrando positivamente en la salud de ella.
Se adelantaron hasta donde estaban las Soberanas, y colocada sobre una almohadilla, le acercaron un objeto envuelto en finos lienzos color tinto a la princesa de la noche.
Ella lo desenvolvió revelando una brillante y pulida espada, corta y antigua. Spades la reconoció de inmediato.
―En tus rodillas, Burning Spades ―ordenó Luna, tomando a continuación la espada en su hocico.
El poni obedeció y bajando el rostro se dispuso a su nombramiento.
―Burning Spades, ¿juras ser valiente, entregado y recto, honrando así el acero de tu espada, el brillo en tu armadura y la confianza de tus pares?
»¿Juras defender en Equestria y todo el mundo los ideales de Lealtad, Alegría, Honestidad, Generosidad, Amabilidad y Amistad, así como proteger y respetar a todoponi de aquí y para siempre?
―Lo juro.―en el silencio total como de un sepulcro, la voz de Spades se escuchaba más decidida, más arrojada, más grave y más sincera que nunca.
Con toda solemnidad, Celestia tomó el sincero juramento de un corazón que sabía era totalmente devoto por entero. Para sus adentros, sonrió recordando. Aquel corcel ante ella le había hecho rememorar una ceremonia similar, en un momento similar, hacia tantos años, siglos enteros. Al tiempo que ella pronunciaba las últimas palabras, Luna tocaba con el canto de la espada sobre los hombros del herrero.
―Ahora, con la bendición eterna de nuestros Primeros Padres y por el poder antiguo que duerme oculto en el corazón del mundo, yo te nombro Gran Caballero de la Nueva Orden de Caballeros de Equestria.
»Levantate, Sir Burning Spades.
Y al erguirse nuevamente y abrir sus ojos, el herrero, ahora nombrado Gran Caballero contempló a su alrededor, como los presentes, inclinaban respetuosamente el rostro ante la tarima. Las mejillas le hormigueaban y tras sus gafas tuvo que contener el deseo de llorar. No recordaba estar tan feliz en toda su vida.
―Una espada excelente, para un caballero de excelencia ―escuchó la voz de Brilliant Gemstone. La princesa le había devuelto la espada y ahora la presentaba a Burns, quien la contempló un segundo y se sintió feliz de volver a mirar ese rubí y esos ámbares incrustados en la empuñadura.
Sus amigas entonces lo rodearon dándole un par de obsequios que él no esperaba. Una funda color tinto sobre su costado y una bella y negra capa sobre sus hombros.
Tomando pues el arma y con el cinto de la funda ya ajustado, la enfundó y levantándose orgulloso en el entarimado, su estampa recortada contra la luz del sol era similar a los grandes guerreros armados de las leyendas. Su madre lloraba de alegría y su padre habría jurado que de haber contemplado con sus ojos a Galahoof el Grande, Fundador de la Primera Orden, seguro se habría visto exactamente así.
Los aplausos no se hicieron esperar, pero entre la multitud los ojos del poni armado buscaban alguien.
―¿Ocurre algo, Sir Spades? ―preguntó Celestia al notarlo.
―Solo me preguntaba, ¿puedo elegir, digamos, a mi segundo al mando, no es asi, Majestad?
―Desde luego, seguro que querrás buscar por el reino, hacer audiciones y buscar al corcel idóneo…
―¡Leadhawk! ―llamó Burning señalando con su casco.
La multitud se hizo a un lado dejando al enorme pegaso marrón al descubierto.
―Al frente, viejo amigo. Tienes una muy esperada cita con tu destino… ―demandó el poni rojo y su compañero parecía no creerlo. Era como un sueño.
―P-pero… Burns… ¿qué haces? ―dijo él, sintiéndose abrumado por la cercanía con las princesas al subir a la tarima.
―Este es nuestro sueño, ¿recuerdas? Vino tarde, pero aquí estamos los dos, justo como lo soñábamos ―los ojos del gran caballero brillaban de emoción detrás de sus gafas.
―Tu… ―Leadhawk estaba tan apenado y su corazón latía veloz mente por la emoción del nombramiento ―¿después de todo lo mal que me porte contigo?
―Oye ―sonrió Spades y le ofreció amigable su casco ―olvídalo.
Entonces el pegaso fortachón sonrió de oreja a oreja y sintiéndose más lleno de vida que nunca, chocó su casco con el de su amigo. Lo había logrado. Al final Burns había cumplido su palabra y había conseguido que los nombrarán a ambos caballeros.
La fiesta transcurrió animada después de eso. La comida fue compartida y la música empezó a sonar. Todos los convidados pasaron a un tiempo a dar sus felicitaciones a los recién nombrados caballeros y Leadhawk aprovechó para comenzar a agendar visitas a cada uno de los gobernantes de las ciudades más importantes. De alguna manera el gran pegaso tenía un talento para las relaciones públicas del que en definitiva Spades carecía.
Pero hubo una comitiva que llamó mucho la atención del poni rojo. Se trataba solo de un par de ponis. Se trataban de dos ponis de tierra, un macho y una hembra que usaban ropas sencillas aunque elegantes. Ella tenía el pelaje completamente gris con la melena casi blanca y él era gris claro en su cabeza y se volvía oscuro al llegar a sus grandes cascos.
―Hey, señor sabueso ―dijo la poni acercándose al herrero ―¿o debería decirte señor caballero sir sabueso ahora? Casi no te reconozco con tan poco cristal sobre la cara.
Burns se le quedó mirando un momento y en el instante en que los contempló juntos, aquella peculiar pareja le recordó su noche en la Torre de metal, a una yegua herida y a un gran corcel armado. Después todo fue obvio, porque ella aun cojeaba un poco y a él no le había crecido aun la crin.
―Jewelfinder y… Chrystal Dust, ¿verdad? Vaya, no esperaba verlos aquí, pensé que talvez estarían…
―¿De vuelta en el manicomio del universo que sus internos llaman Tierra? No, creo que preferimos cederle nuestro espacio ahí a nuestro bien amado líder si con eso nos libramos de verle el rostro de aquí al resto de la eternidad, sea ese rostro del color que sea.
―Bien, claro. Me alegra que estén aquí… ―Spades frunció el ceño pensando que talves dijo algo malo ―Bueno, si eso está bien para ustedes claro.
―Está bien, muy bien, ¿no es así, compañero? ―Jewels llamó la atención de Chris quien traía puesta una cabezada de cuero sobre la cara, de donde se sostenían un par de anteojeras que le impedían mirar a los lados de su cabeza, solo pudiendo ver hacia el frente. El corcel asintió. ―No te apures por él. Ya puede mantener su atención enfocada lo suficiente como para no salirse de control cuando ve o escucha ponis, pero le es más fácil si no ve a la multitud toda junta. Eso aún lo pone nervioso.
»Créeme, eso no es malo. Él es el que ha tenido mejor recuperación de todos.
―¿De todos? Quiere decir que hay…
―Más. Sí que los hay. ―la poni minera traía un bello vestido de una pieza y su cabello estaba bien arreglado y limpio ―Por lo menos cuatro docenas. Y creo que tenemos que estar agradecidos contigo, Burning Spades. Si bien vinimos a sufrir duramente a Equestria, es porque nuestras almas estaban ya envenenadas desde nuestra dimensión, es solo que no lo sabíamos. Lo que Greycoat nos hizo sufrir no nos ayudó a purificarnos, pero nos permitió ver que hay otra manera de vivir. Creo que de alguna manera, la bondad intensa pone de relieve cuan oscura es en realidad la maldad.
»Ahora, hemos optado por ese camino nuevo y esperamos que, cambiando la manera que percibimos nuestro entorno y a los demás, podamos convertir este lugar en nuestro nuevo hogar.
―El hogar esta donde están los ponis que amas ―respondió con su voz grave Chrystal Dust sonriéndole a su compañera.
―Lo que me recuerda, si andas por aquí por tu cuenta es que aun te falta entrenamiento ¿dónde está tu domadora? ¿Cuál era su nombre? ―bromeo la poni.
―Rainbow Dash ―recordó el gran corcel minero. Usaba una camisa negra y larga cubriendo su fornido cuerpo.
―Debe estar con el resto de las chicas, o talvez preparándose para el espectáculo ―acotó el herrero no sabiendo realmente como tomar las afectivas bromas. ―escuché que se presentarían los Wonderbolts y, bueno, ella es su fan número uno.
―No dudaría que después de hoy tuviera otro poni que admirar ―concluyó Jewelfinder jocosa antes de marcharse. ―Vamos Chris, el señor sir caballero debe tener muchas cosas aun que atender.
―¿Quiénes eran esos? ―dijo al regresar Leadhawk después de tomar un poco más de ponche.
El sol estaba ya ocultándose en el horizonte pintando el cielo y las nubes sobre Canterlot de muchos y muy hermosos colores, pero, parada en la torre del telescopio que se elevaba orgullosa de entre el resto de las edificaciones del palacio, la más colorida de las visiones era sin duda la vibrante melena de Rainbow Dash enmarcando sus ojos color magenta que miraban hacia la expansión pensativa.
―Es bueno no tener ninguna estrella extraña entre ellas esta noche, ¿no es así? ―Le dijo Spades cuando ella se giró al oírlo subir. Un tropiezo en el último escalón lo delató. Estaba acostumbrado a la espada y la capa, pero no a la ropa elegante.
―¿Qué haces aquí? Te perderás de tu fiesta.
―Vine a buscarte. Leadhawk ha iniciado un torneo de vencidas y si no bajas seguro que Applejack se quedará con el honor de humillarlo. No iras a permitir que eso pase, ¿verdad?
Rainbow soltó una risita ante el comentario y aunque no lo supiera, ese simple gesto derritió el corazón del herrero.
―Qué poca fe le tienes a tu compañero.
―Al contrario. Porque le tengo fe sé que te ocupamos allá abajo. Créeme, he sentido la fuerza de esos cascos más de las veces que quisiera admitir. ―Las luces doradas del sol moribundo se reflejaban sobre el pelaje rojizo del poni haciéndolo lucir más claro, más vivo, como fuego.
―¿Y cuándo comenzarás? ―la pegaso miró hacia el horizonte.
―¿Qué cosa?
―Tus… viajes y entrenamientos y… lo que sea que hagan los caballeros.
―Cuanto antes ―admitió él ―para que haya una Orden debe haber primero caballeros que ordenar y si comenzamos a entrenar pajes, Lead y yo seremos viejos para cuando haya que nombrarlos caballeros. Esperamos encontrar corceles y yeguas adultos dignos y de buen renombre como lo hiciera el Primer Gran Caballero.
―Entonces… ¿te mudarás mañana?
―¿Mudarme?
―A Canterlot. Los caballeros viven en el castillo ¿no? Así dicen los cuentos. ―Dash parecía estar tratando de distraerse con alguna nube en la distancia pero no lo estaba consiguiendo.
―Bueno, cada Orden tiene su propio código y sus reglas. Después de todo, yo soy el Gran Caballero y si digo que mi fortaleza está en un lindo pueblito agrícola, como digamos, Ponyville, se hará como yo diga ¿o no?
―Tranquilo, Spades, que no se te suban los humos o serás el próximo tirano que las chicas y yo tengamos que derrocar ―los ojos de Rainbow se iluminaron y volvió a sonreír en cuanto aquella sombra de duda desapareció de su corazón.
―Creo que sería divertido verlas intentarlo ―respondió el herrero sosteniendo la mirada de la pegaso. Se sentía rebosante de alegría y seguridad. Talvez era que había decidido ya cual sería la primera fortaleza que quería conquistar.
―Pues debes practicar tu vuelo o no serás capaz de derrotar a Twilight en una carrera siquiera, no digamos en una competencia de magia. ―aseguró confiada ella.
―Necesitaré un buen maestro. ¿Te importaría enseñarme?
―¿Estas proponiéndome que me una a tu dictadura malévola? ―indagó Rainbow. El espacio entre ellos se había acortado y a la luz del atardecer, los gruesos anteojos del gran caballero dejaban a la perfección ver sus ojos color miel.
―Talvez por tu buen corazón logres redimirme y salves a Equestria evitando una terrible guerra.
―Que dramático eres ―ella lo empujó, pero fue un empujón tan leve que no pretendía alejarlo.
―¿No te gusta mi historia? Sería una gran novela de aventuras ¿no crees? ―él se acomodó los lentes orgulloso.
―No mejor que Daring Do…
La vista de ambos fue una vez más a parar al horizonte donde el sol había terminado de ocultarse. Estaban tan cerca que Burning colocó su casco suavemente sobre el de Rainbow Dash, pero ella no lo molestó y no lo quitó.
La pegaso lanzó una última mirada hacia el corcel. Las líneas de su rostro parecían realzadas por las últimas luces del día haciéndolo parecer mayor y muy sereno, pero sus ojos destellaban llenos de esperanzas y sueños, casi como los de un potrillo. La propia Rainbow se sentía llena de felicidad. Por fin tenía su corazón repleto de una linda melodía, aquella que tanto tiempo tenia buscando y aunque estaba contenta con eso, su naturaleza exigente ahora le demandaba algo más.
Amaba esa canción, pero sentía el ferviente deseo de acompañarla a dueto con la música de otro corazón… de otro poni.
―Pero definitivamente sería una historia que yo leería.
Y estaba segura que ya había encontrado a ese poni.
Mis queridos y pequeños ponis:
Debo decir que me siento más que orgullosa del valor y determinación que han mostrado a lo largo de los difíciles momentos por los que hemos tenido que pasar, así como me siento muy alegre por los momentos dulces y afortunados que juntos hemos compartido.
Han crecido y se han vuelto fuertes, pero más que nada, han forjado poderosos y duraderos lazos de amistad que soportaran aún las más duras tormentas. Sé que ahora saben que eso es invaluable y que, unidos, los mantendrá en pie.
Es posible que Luna y yo no podamos cuidar de ustedes siempre, pero, aunque el no poder ver en que llegarán a convertirse me aflige, también estoy segura que llegarán a ser la mejor versión de ustedes. Eso me llena de esperanza, me llena de felicidad y, como la amistad, eso también es magia.
Sé que seguirán creciendo, sé que después vendrán otros y espero que en sus bellos corazones encuentren todo aquello que les permitirá superar los obstáculos y aquello hermoso que puedan compartir unos con otros para transformar el mundo en un lugar mejor. En hogar para el futuro.
Y también sé que eventualmente descubrirán lo que algunos ya lo saben, que el poder más grande que puede existir, no es la amistad ni la esperanza, aunque comparte con ellos, que nace del corazón. Yo lo aprendí hace algunos siglos y jamás podría olvidarlo. Hoy una joven pareja de ponis me recordó justo eso, pero esa historia, su historia, la que vivirán juntos, es para contarla en otra ocasión.
Nunca se rindan, mis pequeños ponis.
Su amada regente, amiga y maestra.
La Princesa Celestia.
-Fin del Último Acto y del Quinto Libro-