LOS COLORES EXTERIORES
Libro Quinto:
"Un Ejército de Odio"
El relato de una gran batalla, una amistad inquebrantable y un amor que ya no se puede ocultar.
Primer Acto: Cabos Sueltos
Capítulo 38 - Fugitivo
Una noche oscura y una taberna. Una noche de luto, silenciosa, sin ningún ruido afuera como si algo estuviera perdido, faltante. Una taberna oculta y misteriosa, llena de rufianes, creaturas sombrías hablando en susurros.
Luna nueva. Oscura. Tétrica. Una luna ausente, extraviada. Una que parecía haber dado la espalda al mundo, un mundo sumido en una extraña tristeza que nadie sabía explicar. Que muchos querían negar, sobre todo en aquel lugar.
Una taberna perdida en una perdida aldea. Oculta, desaparecida. Nadie sabe realmente donde se encuentra el oscuro pueblo perdido de Hollow Shades y quienes han llegado a saberlo, prefieren olvidarlo. Es un pueblo evasivo, huidizo, edificado de dura madera oscura en lo profundo de un bosque antiguo, en cuyo crujir de ramas se escucha un distante quejido y se percibe un ancestral rencor, olvidado edades antes pero latente, persistente de alguna manera en el mundo.
Sus edificaciones, oscuras y enmohecidas, jamás han visto la luz del día. Hay quienes aseguran que aquellas viejas paredes, aquel pueblo de pesadilla y misterio cambia de lugar constantemente dentro del mismo bosque, que fue construido sobre las raíces y ramas de arboles antiguos, mas viejos que Equestria misma, y que cuando el momento llega, se levantan, arrancándose del suelo y andando, desaparecen.
En Hollow Shades, todos están perdidos. Aquellos que perdiendo el rumbo llegan ahí por error, o aquellos que deliberadamente no desean ser encontrados. Es por eso que ahí se debe entrar con precaución.
En Hollow Shades, hay ojos a cada momento espiando en las ventanas, y oídos dispuestos a robar los secretos que no mantengas bien guardados en tu boca. Ahí puedes enterarte de cosas y hacerte con posesiones raras y siniestras que en ningún otro lugar encontrarás.
En Hollow Shades encontrarás aquello que tenías perdido, pero sabe, potrillo, que si lo que buscas está en Hollow Shades es porque no es nada bueno.
La posada del pueblo es un lugar especialmente peligroso. Andando de frente por la calle principal, junto a la boticaria vudú, justo enfrente del fabricante de ataúdes vas a encontrarla. Ahí está oscuro y no se puede confiar nunca en nadie, ahí hay toda clase de alimañas:
Cambiaformas, sabuesos adamantinos, domadores de leñalobos, lizerinos, grifos maleantes, búfalos renegados, minotauros y survobichos.
Rara vez verás ponis, y cuando así sea, durarán poco.
Ningún poni quiere encontrarse nunca en Hollow Shades, es preferible estar perdido.
Pero hay algunos ponis forjados a la antigua, algunos ponis que relumbran por dentro con el fuego de reliquias olvidadas de tiempos anteriores. Son raros, difíciles, de ver, y la razón es que no se llevan bien con otros como ellos, y su choque es un cataclismo que los aniquila. Por eso es que se van extinguiendo uno a uno.
Ponis como estos van primero al lugar más peligroso, como la posada de Hollow Shades. Ponis como estos, creen que para caminar sobre cuchillas hay que plantar firme el casco sobre la parte más peligrosa, sobre el filo de la navaja, pues si se trata de evadirla, solo saldrá uno cortado.
La puerta del tugurio se abrió y a la derruida y oscura cantina entró un poni de estos.
Fue recibido por los murmullos distantes y las miradas discretas. Ojos verdes y amarillos, codiciosos y hambrientos quisieron en vano escrutar más allá del manto viejo, grueso y polvoriento que cubría el cuerpecillo cuadrúpedo del poni.
Parecía uno insignificante, diminuto. O lo era en comparación de los más grandes y valientes corceles, casi enormes como búfalos, que antes que él, se habían creído lo suficientemente valientes como para probar suerte en la posada de Hollow Shades. Esos grandes corceles, habían aprendido pronto que estaban equivocados. Todos ellos lo estaban.
Los cascos ligeros del recién llegado apenas si rosaron las duelas de madera dura y envejecida del bar de la posada, al tiempo que el interés de los demás en él se iba perdiendo. Cada uno volvía a sus asuntos, a sus murmullos y maquinaciones.
En la distancia, una envenenada plática despedía sus silenciosos gases de misterio como murmullos letales y secretos:
—¿Ya escuchaste lo que sucedió con las princesas? —masculló entre sus mandíbulas un sabueso adamantino.
—Prin-zzz-cesas, —respondió con desinterés un survobicho grande y ojeroso —¿qué hay que escuchar zzz-sobre ellas-zzz?
—Que están muertas —dijo su acompañante, un orgulloso Cambiaformas sentado a su lado.
—¿Muertas-zzz?
—Fritas, hechas polvo, kaboom, shazam, no más, adiós. —afirmó con sus entornados ojos verdiazules y un retorcido cuerno negro en su frente.
—Pero… crei que las-zzz princesas-zzz… eran… digo… tan terribles-zzz como solo ellas-zzz —atónito la regordeta alimaña no alcanzaba a entender, se estremeció con un escalofrio de pensar en el inmenso poder de las regentes del Reino Poni.
—Y lo eran. Una detonación mágica tremenda fue lo que las acabó —la voz grave del sabueso zanjó la cuestión. No tenía idea de que significaban las palabras "detonación mágica" ni sabía cómo se veía una, pero sabía que debía temblar al pensar en ella dado que aquello a lo que se referían había sido capaz de destruir a quienes eran posiblemente los seres mas poderosos de toda Equestria.
—Pero… ¿quién…? ¿Cómo…?
—Eso es un misterio —Aclaró el cambiaformas. —Los ponis se han mostrado muy herméticos al respecto. Canterlot es un festín de paranoia en estos momentos. Admito que es sabrosa al principio, pero después empalaga terriblemente.
El pavoroso ser se relamió los colmillos como si saboreara el miedo de un joven poni en su lengua, para después agregar, en un susurro especialmente venenoso y lleno de malicia.
—Por eso mismo… muchos piensan que fue traición. Que fue un poni, y uno de confianza el autor del… ponicidio…
Ponicidio. La taberna entera pareció demudarse de silencio ante la pronunciación de la abominable palabra. Hubo respiros, bufares, siseos y uno que otro crujir de algún hueso. Al final, el silencio se transformó en aquel murmullo inteligible que se describe solo como "cada uno en su plática".
Una vela. Con gentil chasquido bajo la mesa y un resplandor, en la mesa del recién llegado poni se había encendido una vela. La lucecilla crepitaba insegura sobre el pabilo, mientras que su brillo iluminaba un desgastado pergamino. Sobre el viejo sustrato se dibujaban líneas, trazos y letras que trataban de formar un mapa.
Un casco firme siguió algunas líneas al tiempo que un par de ojos ocultos en la sombra de una capucha leyeron en silencio algunos pasajes escritos sobre el mismo mapa.
Total concentración, tranquilidad. Todo de acuerdo al plan.
¡Blam!
La puerta se abrió de golpe y un enorme y peludo bufalo entró en la posada. Varias plumas le decoraban la cabeza, su pelaje canoso estaba manchado por la mugre y el sudor, y sobre sus hombros llevaba la correa de cuero que sostenía una bolsita.
—¡El correo, renacuajos! —gruñó sonoramente la enorme bestia, y sacando de su morral un pedazo de papel, lo clavó usando una tachuela, con un fuerte golpe de su pezuña en la pared junto a la puerta de la posada, haciendo retumbar todo el lugar.
Pocos reaccionaron ante la noticia, pero los de más cerca entornaron los ojos, y la voz estridente de un grifo se escuchó en todo el lugar anunciando con una mezcla de admiración y desconcierto:
—¡Es… el poni!
El sonar de varias sillas al arrastrar por el suelo rasgó el silencio. Grandes y pequeños, todos los asistentes al bar se acercaron a contemplar el cartel. Solo una silla quedó inmóvil, y un par de ojos permanecieron analizando un vejo mapa.
En efecto era el poni. Dibujada con maestría y coloreada para dar una mejor referencia, la ilustración estaba acompañada por la leyenda en grandes letras rojas:
"SE BUSCA"
Y continuaba en la parte de abajo:
"Se ofrece una recompensa de 13,500 bits (o su equivalente en gemas) a quien provea alguna información que lleve a la captura de este fugitivo. El Consejo de Hechiceras de la Corte de Canterlot"
Los murmullos aumentaron, conforme los interesados se apretujaban en torno al retrato del prófugo. Los comentarios no se hicieron esperar:
—Mírenlo, no parece peligroso siquiera. Pensé que sería enorme como un búfalo y tendría dientes afilados de dragón… —dijo alguno, un diminuto reptil que aprecia como una especie de aplanada rana parlante.
—¿Quien dice que no lo es y no los tiene? —respondió otro, un changeling de ojos apagados —En la imagen no se ve de cuerpo entero y no está sonriendo… ¡De seguro tiene una aterradora sonrisa de maniaco!
—¡No es más que un insignificante poni! ¡El asesino del Sol y la Luna, no es más que un burdo poni de tierra! —gritó alocado un tercero, un enorme minotauro con un parche en un ojo.
—¡Pero miren sus ojos! No es normal. ¡Observen sus enormes y aterradores ojos vacíos! —Señaló con horror un lizerino anciano.
—Grandísimo zoquete —lo corrigió un joven grifo que volaba sobre la multitud —no son sus ojos, es que está usando anteojos…
Y de pronto…
—¿A dónde vas forastero? ¿Acaso no quieres ver el retrato del matador de tus princesas…? —un corpulento sabueso arranco de la pared el cartel, y sosteniéndolo en su enorme garra, lo mostró frente a la encapuchada cabeza del poni que, al escuchar referirse a él, hizo alto total de sus cuatro piernas.
Se había levantado de su silla, y tan silencioso como había entrado, había puesto cascos a la obra para salir de ese lugar en total discreción y mutismo. Su ejecución no había sido tan limpia dado que ya alguien había notado su intento.
—Anda, dale una mirada. Tal vez es algún amigo tuyo… ¿o es que vas ya a cobrar la recompensa? —lo hostigó el enorme animal, al ver que el corcel aparaba la vista y buscaba continuar su camino hacia la salida.
Los ojos de todo el bar estaban sobre él. Pronto, el misterio se resolvería aun en la cabeza de los más obtusos, y para entonces sería tarde. Para entonces, no solo toda la Guardia Real de Canterlot estaría tras sus huesos, sino que todos estos parias, mercenarios y malvivientes se lanzarían contra él para entregarlo…
¿Acaso el anuncio decía que debían entregarlo vivo o en una pieza?
Que descuido, habían olvidado ponerlo. No cabía duda que era un error debido a la premura. Estaba completamente seguro de que Shining Armor pagaría la recompensa, él mismo y con el dinero de su propia alforja con tal de ponerle los cascos encima. Y Rainbow Dash pagaría el doble de esa cantidad con tal de permitirle ser la primera en darle su merecido. De eso no había duda.
Ya no era tiempo de estar pensando en detalles. Ese lugar ya no era seguro para él. Bueno, o cuando menos lo era mucho menos que antes.
Pero no había ya tiempo para pensar, las cosas se habían puesto hostiles.
Con un rugido, el enorme brazo del sabueso adamantino lanzo al aire el anuncio de "Se busca" y se dispuso a propinar un furioso golpe a la cabeza del poni que lo observaba quieto y analítico.
Quieto. Así estaba todo para él. Como si el tiempo se hubiera detenido a su alrededor, con las miradas morbosas de todos los asistentes de aquel antro fijas en su figura y el rostro malencarado de su enorme atacante contraído en un grito salvaje que buscaba intimidarle.
Se tomaría solo un décimo de segundo para observar y pensar. Pero dentro de su mente, un décimo podía demorar una eternidad. Observar y meditar. Los detalles son lo mas importante.
"Mi oponente…" se dijo "Un sabueso adamantino. Fornido y violento. Entre 55 y 65 años de perro, altura de por lo menos treinta y un cascos. Castaño, de quijada prominente y uñas rotas y amarillentas, denotan ligero envenenamiento por metales como resultado de trabajar en las minas. La complexión de los mineros es muy desproporcionada: hombros anchos, caderas angostas, no son buenos guardando el equilibrio sobre sus patas traseras, mucho menos en movimiento. Inclina su cabeza hacia un lado, debe tener sordera en el oído derecho, tal vez debido a la explosión de dinamita casera durante sus años más jóvenes. Si lo hago caer sobre su lado derecho, difícilmente se levantará en un buen rato…"
"Por lo tanto…"
"Plan de acción: Barrida delantera sobre la pierna de apoyo, patada conjunta trasera sobre la parte anterior de la quijada y carga de cuerpo con sobre su costado izquierdo. Resultado del análisis: 86% de probabilidades de escape ileso, mas menos margen de error… siempre y cuando afuera no sean cigarras lo que escucho cantar."
Se acabó el tiempo.
El lugar volvió a moverse entorno y todo sucedió muy rápido.
Pero no lo suficientemente rápido.
¡Fum! ¡Plam! ¡Bum!
El cuerpo pesado del sabueso adamantino cayó cuan largo era golpeándose el costado derecho de la cabeza en el suelo. Pocos pudieron notar la rapidez con que el diminuto poni le había propinado tres bien colocados golpes que parecían perfectamente premeditados.
No habían sido buenos golpes. No habían sido golpes fuertes, el sujeto nisiquiera parecía armado, pero era como si la fuerza apenas necesaria del poni hubiera golpeado a su rival justo en el lugar adecuado, para hacerlo caer cuan alto era.
¡Que improbable! Parecía que una mariposa había derrotado a un elefante.
Pero no hubo tiempo de otra demostración. Los agiles cascos del forastero encapuchado le permitieron saltar sobre su inerte atacante que se dolía del oído en el suelo, y aunque no hubo nadie que se interpusiera en su camino, un grito infundió valor en los presentes y salieron disparados todos como balas a la persecución de aquel peculiar forajido.
Tan enclenque y aun así tan peligroso. Tan diminuto, pero aun así tan versátil. Tan insignificante, y sin embargo tan poderoso. O por lo menos debía serlo si logró causar la detonación mágica que borro de la faz de Equestria a las Princesas del Sol y la Luna.
Su hazaña era su maldición. Su fama, su perdición. Él jamás buscó que conocieran su nombre o que su imagen fuera vista en todos los rincones del Reino Poni. No, él solo quería una pacífica vida en su herrería en Ponyville, con amaneceres oliendo a flores de azar, atardeceres del color del arcoíris y noches arrulladas por el golpear del martillo y el crepitar del horno de fundición.
Pero ahora todo estaba perdido y solo pensar en aquellas seis ponis hacia que le diera un vuelco el corazón.
Ahora, cuando los ponis se levantaran por la mañana en todo el reino, si algo nacía en sus corazones que no fuera sofocado por la tristeza y el luto por sus difuntas regentes, sería el odio… ¿podía ser? Si, tal vez. Si eran capaces de amar, ¿porque no de odiar? Un desprecio y una sed de venganza… de justicia, contra el infame que les arrebató a sus amadas princesas.
Una sed de ver castigado al infame Burning Spades.
Pero prefería no pensar en eso. Esperaba poder pasar la noche tranquila en Hollow Shades, pero ya no podría ser. Tendría que seguir a todo galope, incansable, esperando que el agua de una cascada lavara sus pisadas.
Había estudiado el mapa y memorizado los versos que describían un oculto pasaje por entre las ruidosas aguas de las Cataratas del Neighara a la luz de su titilante vela antes de que se conociera su identidad y todoponi pusiera un precio a su cabeza.
Sus cascos tronaron sonoros sobre las raíces nudosas de los árboles que se alejaban hacia el norte, para salir del bosque y más allá. Esperaba que nada se cruzara en su camino, que las fuerzas invisibles que dormitaban silenciosas en aquel bosque primigenio no notaran su presencia, esperaba no despertar a los guardianes de las peñas y que los horrores de la noche lo juzgaran insignificante e indigno de darle un fin horrible.
Esperaba que en la noche silenciosa, pudiera encontrar la paz que tanto extrañaba en aquel mundo, mientras, arriba en lo alto, la luna nueva continuaba su camino por el cielo, antes de ocultarse y dar paso a un nuevo amanecer reinado por un sol muerto.