Primeras advertencias antes de leer:

¿Ya has leído la historia? Por favor vuelve a leer, básicamente lo que escribí hace ya tantos años, sólo comparte la idea principal de la historia. Agregue mucho, mucho más. Y muchas, muchas, muchas gracias, infinitas, por regresar.

¿Eres un nuevo lector? Primero gracias, después, por favor confía en que el hiatus acabo y que las actualizaciones serán constantes. Si hay interés, quizás un capítulo cada miércoles sea la meta.

Segundas advertencias:

Cambie mucho de la saga original, como cada fanfiction suele hacer. Pero, aunque soy una gran fan de la saga. He leído tantos fanfics que es difícil separar contenidos creados por la comunidad de Fanfiction y Rowling. Los cambios creo que son claros y visibles, más los créditos pertenecen a quienes lo crearon. J. k. Rowling es dueña del mundo, más yo de la trama.

Debo mi inspiración y mi deseo de regresar a escribir a SenLinYu, creadora de Manacled, el que quizás sea el mejor Dramione en la comunidad, pero, que al menos ha sido el mejor que he leído. Y New Blood de Artemisgirl, excelente historia, cuyas actualizaciones semanales son una constante, así que también hay inspiración de ahí. y finalmente la serie de The right thing to do de Lovesbitica8, una gran inspiración y que me ayudo especialmente con la perspectiva de Draco, se las recomiendo mucho.

La siguiente será una historia LARGA, soy ambiciosa y este proyecto lo he tenido en mente por los últimos 5 años, así que, pónganse cómodas, que será un largo viaje.

Gracias…

Capítulo uno: Construyendo sobre cimientos rotos.

Terror, impotencia, dolor. Rayos esmeralda y escarlata, atacando a diestra y siniestra. La agonizante realización de que la batalla estaba perdida, y que la escapatoria no era una opción. El saber que por primera vez en sus quince años de vida, la muerte se presentaba ante ella. Muerte para sus amigos, para sus mentores, para el mundo como lo conocía. Su propia muerte, la sangre seguía saliendo por su costado, y cada instante que pasaba sentía el frío y el cansancio ganando terreno en ella, cerrar los ojos sería tan fácil, tan cómodo, ciertamente una tentadora idea… pero, no. Ella seguiría peleando, lanzando cuantos hechizos destructores pudiese recordar. No estaba segura de siquiera atinar a sus blancos, pero, no defenderse no era una opción, y si podía seguir lanzando hechizos, lo haría hasta quedarse sin sangre o sin magia, lo que sucediera primero.

La atmósfera, los sollozos, los gemidos de dolor, podía escuchar las maldiciones chocar contra sus amigos, herirlos. Podía oler la sangre, su sangre. Y de pronto todo terminó, y la oscuridad la envolvió.

Agitada Hermione abrió sus ojos, sus manos temblorosas buscaron su varita. Sus ojos buscaron amenazas entre las penumbras. Su corazón estaba agitado, tembloroso. Su respiración errática. El miedo la sacudió. Y se contrajo, abrazando sus rodillas y dejando que el sentimiento aflorara. Dejando el miedo salir. Sintió las lagrimas gruesas y cálidas contra su piel fría. Y se permitió ese instante para sentir miedo, sentir pánico, sentir todo aquello que sabía que tenía que ocultarla ante los demás, ante sus padres y ella misma.

Pesadillas cómo está la habían acosaban las últimas dos semanas, el miedo era paralizante, pero, ella no podía permitirse el lujo de paralizarse. Siempre había algo nuevo que aprender, algo nuevo que leer. Por las noches no podía combatir a las pesadillas, pero, sus días de verano los había invertido en aprender a mejorar.

La batalla en el departamento de misterios fue su primera probada real de la guerra en ciernes. Una batalla en la que ella había salido gravemente herida, en la que habían sobrevivido por mera suerte. En la que sólo un Mortífago escapó, en la que Harry perdió a su padrino y media docena de Mortífagos habían sido aprisionados en Azkaban. En la que, además de dos litros de sangre y su bazo, Hermione perdió a un pedazo de sí misma. Perdió su ignorancia y su inocencia. Las cuales a diferencia de su bazo, no podían ser regenerados. Se sentía hace una vida, cuando batallaba por los derechos de los elfos domésticos, cuando Ron y ella discutían por nimiedades y las cartas de Víctor Krum la sonrojaban hasta la raíz de su cabello, pero sólo habían sucedido un par de meses. Extrañaba el no tener pesadillas cada noche, el poder sonreír de manera sincera con sus padres, sin ocultarles nada, el estar presente, el ser ella misma, el no dormir con su varita, más bien inútil, debajo de su almohada, el no mirar detrás de su hombro cada que caminaba en su propia casa.

Su recuperación fue lenta, pasó algunos días en san Mungo, y pocos más en la enfermería de Hogwarts. Su madre era doctora, cuando se enteró de sus heridas estaba colérica, con una llamada podía atender a Hermione en el mejor hospital de Reino Unido, atendida por los mejores colegas de su madre. Pero, sus heridas eran mágicas, y lo que a la medicina Muggle le tomaba meses en sanar, la magia y pociones podían reparar en días. Cuando regreso a casa, su madre no se separó de su lado. Analizando cada expresión y movimiento de su hija. Había logrado convencerla de ser revisada por algunos colegas. Más a pesar de los resultados que indicaban buena salud, las heridas que aún sentía no se reflejaban en los análisis Muggles. Y esto trajo relativa paz a su madre.

Hermione amaba a sus padres, no quería preocuparlos, quería mantenerlos seguros y lo más alejados posibles de esta guerra en ciernes. A la cual sólo estaban conectados por medio de ella. Por lo que este verano decidió esconder su dolor y angustia. Decidió disfrazarse de una versión ignorante, positiva y feliz de ella misma, la Hermione de antes de la batalla. Hasta ser capaz de ser honesta o recuperar eso que sentía perdido.

Ese verano sus padres se tomaron un mes de sus trabajos para pasarlo con ella en la casa de campo. El aire fresco y el ambiente tranquilo alejado de la ciudad fue la recomendación de los doctores. Y ciertamente la ayudó. Lentamente cerró sus heridas internas, y le proveo tiempo para ir ideando y planeando para su futuro. Paso cada momento que pudo con sus padres, creando nuevos recuerdos, atesorando cada instante.

La correspondencia con Viktor Krum aumentó este verano, él estaba preocupado por ella. Más de una vez le ofreció asesoría para una transferencia a Durmstrang. Él le aseguraba que la mala reputación de la escuela con respecto a su rechazo a los nacidos de muggles no eran más que especulaciones y que estaba seguro de que la aceptarían sin pensarlo. Ella imaginaba que la presión que pondría Viktor en ello aseguraría su aceptación. Los últimos años la popularidad de Viktor había incrementado, si es que eso fuese posible. La familia Krum estaba posicionada como una de las más poderosas de la Europa del Este mágica. Su familia tenía dinero y prestigio. Su abuelo había sido primer ministro mágico de Bulgaria, su padre había duplicado la herencia familiar, y Viktor seguía los pasos de ambos. Continuaba su carrera en el Quidditch profesional, en donde muchos lo consideran el jugador mejor pagado de Occidente y al terminar su educación en Durmstrang, continuó su educación mágica. La falta de prejuicios en lo concerniente a magia oscura en Europa del Este, permitía el acceso a tipos de magia que Hermione ni imaginaba que existieran. Viktor disfrutaba de compartirlo con ella. Y a partir de los sucesos de Junio, Hermione empezó a mostrar un interés más allá de lo académico y Viktor mostró más insistencia en compartirlo. No todo era magia necesariamente oscura. Mucha era gris, o magia antigua que por comodidad ya no se practicaba en Inglaterra, las restricciones del ministerio inglés eran inmensas. La magia y artilugios mágicos ilegales eran fascinantes, así como los rituales.

Un par de semanas después del incidente, descansando en el campo con sus padres, Viktor le comunicó sobre un pequeño ritual para ocultar información importante del ministerio. Indetectable. Viktor ofreció visitarla, ocultando su aparición intercontinental tanto del ministerio como de la prensa, para ayudarla a realizar el ritual. Hermione se sentía rota. Le asusto que alguien que mantenía un recuerdo tan puro de ella la viera en ese estado, que viera las ruinas de lo que alguna vez fue. Pero el deseo de aprender y proteger a los suyos, la llevó a aceptar verlo. Desde los eventos en Junio, se había mantenido aislada. Intercambiando cartas escuetas con Ron,, Neville, Luna y Ginny, y sin obtener respuesta de Harry. Sabía que para obtener una respuesta debía quitarse su máscara y enfrentarlo de frente, pero, no se sentía preparada. ¿Cómo alguien rota puede ayudar a reparar a alguien más? Le dolía el ignorar el dolor de Harry, pero, cada día se recordaba que en ese momento poco podría ayudarlo.

Se decidió por seguir las indicaciones de su madre, que ya habían probado funcionar antes, para arreglarse esa noche. Su madre se mostró entusiasmada al oír sobre su cita, aún recordaba el efecto en Hermione que provocaban las cartas de Viktor. Incluso su padre mostró su aprobación, aún sin entender del todo el punto del Quidditch, bromeó sobre el efecto que provocaba Hermione en atletas de alto rendimiento. Su madre le eligió un sencillo vestido blanco y sandalias, y peinó su cabellera para convertirse en una cascada de delicados rizos. Los trazos del maquillaje borraron sus profundas ojeras, le dieron color y vida a su rostro. La imagen que le devolvía el espejo era el de una joven mujer sana, hermosa y completa. La arrebatadora tormenta que vivía en su mirada era lo único que la delataba. Y se creía capaz de ocultarla.

Cuando Viktor se presentó a la casa Granger se sorprendió ante la visión de una Ninfa de verano. Su corazón no pudo evitar saltarse un latido. Era más hermosa de lo que recordaba, y aunque trataba de manera exitosa, considerando el que él quería dejarse engañar, de ocultarlo, no tardó mucho en notar que algo en ella había cambiado. Sintió el cambio en su magia, las heridas en su núcleo. Y se alegró de haber logrado convencerla de esa visita. Tenía que asegurarse de que sus heridas fueran bien tratadas, que esa mancha en su esencia no fuese permanente.

Esa tarde conoció a los padres de Hermione. Jean Granger era una visión corpórea. No mucho más alta que su hija, y con una figura reminiscente a una Veela. La reminiscencia no terminaba en su figura, sus delicados rasgos, su cabellera infinita, lacia y azabache, labios definidos y los mismos ojos que Hermione, oro líquido, cálido o ardiente, a merced de su misericordia. Reconoció en ella, que aún siendo Muggle, Jean Granger era una mujer peligrosa. Tan peligrosa como una Veela podía serlo, o quizás incluso más. Rick Granger era un hombre imponente, alto, de contextura ancha. Rasgos duros, ojos de un intenso tono azul, inteligentes, los cuales analizaban cada detalle de aquel extraño que se presentaba buscando a su hija. La melena de Hermione venía de su padre. Salvajes ondas rubias oscuras. Su postura era ligeramente amenazante, aún no había llegado a un juicio para con su persona, pero la posibilidad de retribución en caso de ofensa era implícita.

Viktor admiro la perfectamente conservada mansión de campo inglesa. No realmente sorprendido que Hermione ocultara tal detalle. E hizo uso de sus modales aristocráticos para con los padres de Hermione. Ambos se mostraron complacidos, y pocos minutos después se marcharon escaleras arriba para darles privacidad. La amenaza tácita que la mirada de ambos progenitores dejaron tras su paso, quedó flotando en el aire tras ellos. Quizás esa fue la primera y única vez que Viktor sintió algo parecido al miedo en la presencia de Muggles. Ciertamente no eran lo que imaginaba.

Después de unos instantes, fijó su atención y su mirada en Hermione, acercándose a ella y atrapándola entre sus brazos. La relación era más amistosa que romántica, pero, no pudo evitar abrazarla cálidamente. Asegurarse con el tacto de que su visión no le engañaba. Que esa Ninfa de verano era real, que Hermione de hecho estaba ahí. Hermione sintió la calidez de Viktor invadirla y tomó refugio en ella. Hace muchos días que sentía frío, y quería dejar de sentirlo. Sus padres iluminaban sus días, pero, esta clase de calor no podían otorgárselo. El abrazo duro lo que ella sintió un instante, pero que quizás fue una pequeña eternidad. Al separarse, la reticencia de Viktor era palpable, y tomando su mano Hermione los dirijo a los jardines. El silencio entre ambos era cómodo, Viktor dibujaba patrones, quizás runas, con su pulgar en el dorso de la mano que sostenía con fuerza. Hermione disfrutaba la caricia, confiaba en Viktor, sabía que iba a inspeccionarla, era consciente de su preocupación y sabía que tratar de ocultarle algo era inútil.

-Hermione- la llamó Viktor, su tono preocupado, Hermione los dirigió a un banco de piedra. Y se sentaron, mirándose detenidamente.

-Viktor- respondió Hermione con una sonrisa, admirando los cambios sutiles en el muchacho. Su andar ya no era torpe, su acento ya no era marcado. Su nombre sonaba como una caricia de sus labios. Viktor Krum estaba próximo a cumplir 20 años. Sus rasgos aún eran duros, pero esos años sin haberlo visto habían actuado a su favor. Una fuerte mandíbula, labios gruesos y delineados, las heridas de Quidditch ya eran indetectables, en todo caso jugaban a su favor dándole un toque aventurero, salvaje incluso. Y sus ojos oscuros, duros, pero infinitamente dulces para con ella.

La mirada analítica de Viktor la atravesaba. Ella comenzó una vez más el relato de lo sucedido en el departamento de misterios. Su reticencia a ir en primer lugar, sus sospechas de ser una emboscada. El viaje en Thestrals, que provocó una sonrisa sorprendida en Viktor, sabía lo poco que le gustaba volar y volar en algo con mentalidad propia e invisible, resultaba más que aterrador, incluso para él. Hermione era valiente, eso no era una sorpresa, aún a costa de su propia lógica, ella defendería a sus amigos. El relato se volvió amargo al darse cuenta que, en efecto fue una emboscada, al verse superados en números y eficiencia. Al verse rápidamente superados, su rostro se endureció al escuchar sobre su herida, él conocía el riesgo que sufrió, y le pareció curiosa la maldición que le lanzo Antonin Dolohov, aunque ella no escuchó las palabras ni vio el movimiento de varita, Viktor ya tenía sus sospechas, que se reducían a magia antigua, Dolohov era ciertamente peligroso.

-Sé que la guerra se cierne en Inglaterra, y ahora que el ministerio lo sabe, deberían de estar preparándose- Hermione se recargó en Viktor, su cabeza en su hombro, aún sintiendo su mirada en ella.

-Hermione- interrumpió Viktor, acariciando su cabello -los gobiernos suelen ignorar los problemas hasta que estallan en su rostro, enfrentar el problema es costoso, una recesión inducida por el pánico preguerra y el gasto en sí de la misma, me hacen dudar de la efectividad de sus acciones. Quizás ahora que saben que Harry tenía razón desde hace más de un año, esperaríamos que hagan algo, pero- su tono se detuvo con un suspiro -No creo que hagan nada, nada externo, nada eficiente o contundente. Los mantendrán al margen, internamente quizás recluten Aurores internacionales, pero, no creo que sea suficiente, la guerra pasada el ministerio estuvo al borde del colapso. Y una vez que el gobierno cae, hacerlos enemigos públicos sería muy fácil. Eliminar derechos, y manipular los medios. Si juegan bien sus cartas, MACUSA o incluso la confederación internacional, intercederían muy tarde. Quizás si tienen planes de expandirse intervendrían antes, pero las guerras son costosas, la sangre mágica es valiosa, pero muchas veces no lo es suficiente- cada palabra se sentía cierta, se sentía inevitable. Confirmaba las peores pesadillas de Hermione.

-Si intenta cruzar al continente, no dudo que tendría que enfrentarse a la fuerza total de la liga mágica europea, y confío en que será detenido- declaró decidido -muchos pensarán que lo mejor sería contenerlo a la isla, pero, yo pelearé por interferir, te lo prometo- la promesa brilló en sus ojos, antes de que su tono y su mirada se endulzarán mientras levantaba su rostro delicadamente. Un dedo bajo su barbilla, atrayéndola. Sus ojos se encontraron. Ese era el momento que definiría la naturaleza de su relación. Y quizás su futuro.

Un suave y delicado beso, apenas rozando sus labios. Y de alguna manera supo que aquella chispa se había esfumado. Al abrir sus ojos, encontró ese entendimiento en los ojos de Viktor. No hubo necesidad de hablar de ello. En realidad no cambiaba las cosas, eran amigos, y el amor que sentían había evolucionado, al parecer de manera tan discreta que ni siquiera ellos lo habían notado.

Viktor procedió a levantarse, sacó su varita y lanzó varios hechizos a Hermione. Hechizos de diagnóstico. Revisando a detalle toda la información que le proporcionaban. Era un Aura de colores que flotaban a su alrededor. Detectó sus sistemas, por la ubicación de los mismos. Al centro de este intrincado sistema de brillantes puntos de colores, brillaba lo que ella aprendió era su núcleo mágico, parecido a una snitch, una brillante esfera de luz que envasaba su magia, que se visualizaba como una sustancia sin forma, de un plateado líquido centelleante, cual mercurio, que llenaba la esfera hasta el borde. Pero detectó consternada ciertas grietas, pequeñas, imperceptibles en las paredes de su núcleo.. Así que ese había sido el daño que Dolohov le había provocado, hiriéndola tan profundo que estrelló su núcleo mágico.

-Como sospechaba- murmuró Viktor, disolviendo el hechizo y sacando una pequeña bolsa de un bolsillo interno de su chaqueta. Con un toque de su varita abrió la pequeña bolsa, que al parecer tenía un encantamiento de expansión. Extrajo un par de pociones, restauradoras mágicas, le informó con una pequeña sonrisa. Y extrajo una pequeña caja.

-No soy experto en el tema, pero, tampoco creo que existan muchos en el mundo, así que hice la investigación más exhaustiva que pude. Cruce referencias con algunos expertos en ramas similares y estoy en constante mensajería con algunos otros entusiastas del tema- le informó, mientras buscaba en su chaqueta, en otro bolsillo. Hasta sacar un par de diarios gruesos, de tapas de terciopelo, uno dorado y otro escarlata y los dejó en el banco.

-Mi investigación concluyó con que si consumes esta poción cada cambio de Luna, ya sea Luna llena y Luna nueva, el problema no empeorará. Tu magia se producirá de manera regular y al restaurar las grietas, no debería de ser un problema a largo plazo- le informó con su ceño fruncido -Quizás un año o dos de tomar las pociones- suspiro y fijo sus ojos en los de ella -Continuaré investigando sobre la eficacia de la manera que elegí para reparar tu núcleo mágico y quizás encontrar una solución más rápida. Pero por el momento sólo tengo una solución para restaurar las grietas. Y en situaciones así, el tiempo es apremiante- Le entrego la pequeña caja. Y lentamente Hermione la abrió. Dentro descansaba una pequeña piedra, del tamaño de la uña de su meñique. De un hermoso tono rosa, con lo que parecía una neblina de iridiscencia que cubría la integridad de la piedra y que brillaba en los tonos del arcoíris en cuanto la luz la tocaba.

-Un Ópalo- exclamó Hermione sorprendida, los conocía, su madre los amaba y usaba mucha joyería con ellos. A Hermione siempre le gustaron, jugar con sus colores era divertido de pequeña y su madre siempre lo permitía con una sonrisa.

-Ópalo de fuego mágico australiano- comentó Viktor fijando su atención en la pequeña gema -es difícil de encontrar uno con tanta iridiscencia, especialmente uno con fuego mágico- confesó invocando un hechizo, Hermione sorprendida retrocedió al darse cuenta que Viktor invocó un pequeño fuego maldito. Del tamaño de una luciérnaga, no sabía que siquiera se pudiese controlar a tamaños tan pequeños. El control era difícil con ese tipo de magia, pero, sorprendida descubrió que el fuego se dirigía a ella y antes de llegar más allá de la mano donde se encontraba la gema, el ópalo brilló y consumió el fuego. El fuego maldito había desparecido. Sorprendida Hermione fijó su mirada en Viktor.

-El ópalo absorbe de manera natural la energía, por eso los Muggles lo consideran de mala suerte, una piedra maldita- explicó sonriente ante la expresión sorprendida de Hermione -un ópalo normal puede absorber la magia de un mago o bruja, más un ópalo de fuego mágico, absorbe la magia externa a un mago, aquella que por instinto el mago o bruja siente como amenaza. La teoría indica que es la manera más efectiva de combatir una maldición. Trabaja lento cuando se aplica después de haber recibido la maldición, pero cualquier otro tipo de magia oscura que te ataque, el ópalo será capaz de protegerte de ello. Quizás la maldición asesina sea la única capaz de romperlo, pero, te protegerá aunque sea una última vez, absorbiéndolo- Hermione lo miro consternada, preguntándose cómo, si es que está pequeña gema era tan poderosa, todos los magos no tenían una, Viktor lo noto.

-Este tipo de ópalo suele crecer alrededor de poderosos ópalos no mágicos, del tipo que absorben la magia y la energía de todo ser con el que esté en contacto, así que no hay muchos mineros, Muggles o mágicos que estén dispuestos a minarlos, sin contar con que son raros de encontrar en un principio- Hermione instantáneamente intento regresar la caja, Viktor negó.

-Es tuyo, Hermione- declaró convencido -lo busque por ti y no estoy dispuesto a aceptar un no por respuesta, lo necesitarás- Hermione lo sabía, más aceptar algo tan valioso… era complicado.

-Lo que te mencione en las cartas con respecto al ritual para mantener información oculta del ministerio, toda esa idea se basa en que tengas en tu posesión a este ópalo- Hermione regreso su mirada a la pequeña piedra.

-¿Cómo?- preguntó curiosa mirando el brillo de la piedra.

-El ministerio te controla con hechizos, un hechizo detector de magia para menores de edad, por ejemplo- explicó en un tono sigilosamente persuasivo -es magia externa a ti, si el ópalo está en contacto contigo cancelará el hechizo. Lo silenciará, no creo que el ministerio te preste atención de forma especial a ti, así que es seguro asumir que nadie se enterará de que él hechizo ya no es efectivo- Hermione frunció el ceño observando tan valiosa gema. Y analizó, sabía que sin romper las reglas no llegaría a ninguna parte en una guerra, sabía que tenía que tomar todas las ventajas que le daba la vida, y Viktor era su ventaja. Con esa gema podría aprovechar ese verano, proteger a sus padres, hacer investigaciones completas y prepararse para lo que viniera a continuación. La decisión estaba tomada desde mucho antes de que se presentara ante ella.

-De acuerdo, ¿cómo funciona?- cedió alejando su mirada de la gema y fijando sus ojos en Viktor, quien le sonrió agradecido.

-La forma más efectiva es vincular la piedra a ti, por medio de sangre- de entre las hojas del cuaderno saco un pequeño puñal de plata, Hermione asintió, era lógico, la sangre era el vínculo más poderoso. Y se sentó en el banco de piedra, dejando la pequeña caja en medio de ambos y le ofreció su mano. Con un suave gesto Viktor tomó su dedo corazón y lo pinchó. Una única gota salió. Con un movimiento de su varita levantó el ópalo y lo dirigió a su dedo. En cuanto el ópalo tocó su sangre hubo otro destello y el ópalo cambió de color, por debajo de la neblina iridiscente ahora era de un profundo tono rojo brillante. Por alguna razón creyó ver motas doradas en el mismo. Descanso el ópalo en su palma, se sentía ligeramente cálido.

-Para asegurar su efectividad necesita estar en contacto con tu piel en todo momento- agregó Viktor, admirando el cambio de color en el ópalo -puedo invocar para ti algún tipo de joyería- ofreció con una sonrisa, Hermione negó después de pensarlo por un momento y sacó del escote de su vestido una delicada cadena de oro, en ella había un pequeño camafeo. Dentro de él había una foto de sus padres en una de las caras y en la otra una pequeña inscripción.

-Puedes tallar un pequeño agujero debajo de la inscripción y ahí montaremos el ópalo- indicó, tocando el punto en el que quería el pequeño agujero, lo suficiente para que una de las caras del ópalo estuviera en contacto con su piel. Viktor asintió y perforó el camafeo, con un gesto indicó a Hermione que posicionará la piedra, y después creo con el oro que extrajo de la perforación, pequeñas garras que sostuvieran la piedra en su lugar, soldó los pequeños detalles y le entregó el camafeo. Con su ayuda volvió a ponérselo. Una vez en su lugar, en medio de su pecho, sintió un ligero cosquilleo, como si algo que la envolvía se disolviera. Sonrió sorprendida, lo que provocó que la preocupación, que no había notado que Viktor contenía, desaparecía de su rostro con un suspiro. Viktor volvió a invocar los hechizos diagnósticos. La aura a su alrededor de puntos brillantes se mantenía igual, pero en su núcleo mágico las grietas se habían cubierto por el mismo tono del ópalo, casi como una cicatriz joven. El alivio los recorrió a ambos.

-Intenta invocar un hechizo- le sugirió con una sonrisa, tras haber invocado con un accio su baúl de donde sacó su varita. Aún con el pequeño temor de recibir una carta de expulsión y un citatorio del ministerio, Hermione invocó su patronus. Le sorprendió saber que aún podía hacerlo, y aún más al ver a la pequeña nutria flotar entre ambos. Un patronus corpóreo. Sonrió sin poder ni querer evitarlo, en el fondo de su consciencia temía no ser capaz de hacerlo. Ese fue un miedo constante desde Junio pasado. Y el saber que aún lo tenía en ella le regreso confianza, en ella misma y en su futuro. La brillante luz de la nutria envolvía su interior, en una cálida y agradable sensación. Paz reconfortante.

Emocionada se lanzó a los brazos de Viktor, quien la envolvió fuertemente en un abrazo. La nutria revoloteaba entre ellos, envolviéndolos en ese pequeño haz de luz. Hermione se permitió respirar profundamente y relajarse. Por un momento todo se sentía bien, como una promesa de que el futuro no sería tan malo. Y ella se sujeto fuertemente a esa esperanza. Inevitablemente su patronus se apagó, y ella sintió el cansancio del desgaste en su magia, Viktor lo noto, lentamente separándose, para volver a sentarse en el banco.

-Tengo una última cosa para ti- le mencionó acercando el diario de tapas doradas. Hermione lo miro curiosa, estaba elegantemente decorado, y las páginas estaban vacías. Lo tomó con cuidando, no sabía porque le recordaba al diario de Tom Riddle.

-Las lechuzas son útiles, pero, pensé que si vamos a continuar con nuestras investigaciones secretas, más vale conservar las sutilezas- una sonrisa coqueta iluminó su rostro, Hermione no pudo evitar sonreír sonrojada. -Su funcionamiento es sencillo, lo vinculamos y sólo tú podrás leerlo, lo que escribas de tu lado yo lo leeré del mío y viceversa- sacó un cuaderno igual, con las cubiertas de un tono escarlata, Hermione sonrió ante la visión de los colores de su casa, una divertida coincidencia o bien un lindo detalle.

-¿Vinculación de sangre?- la pregunta sonó más bien a afirmación, aún así Viktor asintió. Procedieron a tomar de nuevo el pequeño puñal, y ambos se realizaron pequeños cortes en su palma derecha, y posaron la sangre en ambos diarios, el color de sus portadas se iluminó. Y con un rápido hechizo, Viktor cerro ambas heridas, sin dejar muestra de que alguna vez estuvieron ahí. Curiosa Hermione ojeó las primeras hojas, descubriendo la investigación de su diagnóstico en papel de Viktor, más detallada de lo que había comentado en sus cartas y la sección completa de la búsqueda y propiedades del ópalo. Sus notas eran claras y filosas. Perfectamente ordenadas y detalladas, aprovechando el espacio en cada hoja.

El resto de la noche, Viktor continuó conversando sobre sus descubrimiento y sus intereses en profundizar sobre algunas maldiciones. Hermione prestó atención a cada palabra. Pronto la Luna llena estaba en su punto más alto, era medianoche. Había pasado medio ciclo lunar desde los sucesos en el departamento de misterios, no se sorprendió de que el ciclo lunar tuviera tal influencia tanto en maldiciones como en sus soluciones, la poción que había tomado hoy había eliminado esa fría sensación oprimente de su pecho. Y con otra sonrisa, admiro el arduo trabajo de Viktor para convencerla de visitarla esa noche. Su sutileza era dulce, su intento de no preocuparla había funcionado, ahora se sentía más segura de lo que vendría a continuación. El daño estaba limitado y reparándose lentamente, tenía una línea directa y privada de comunicación con Viktor y su regalo, esa pequeña gema que la protegía en su pecho, le daba libertad de prepararse. Viktor hizo varias sugerencias, le recomendó entrenar su mente, su magia y su cuerpo. La Oclumancía era importante, al igual que fortalecer su cuerpo, su mirada se posaba en sus rasgos, demasiado delgados, desgastados, y le sugirió formas de recuperar y mejorar su fortaleza. Finalmente Viktor sugirió que entrenara su regeneración mágica. Lo explicó como si también fuese un músculo, si lo trabajaba se volvería más fuerte, más rápido, más eficiente. Podía invocar un patronus corpóreo diario, antes de dormir, por el tiempo que su magia le permitiera, exponencialmente su magia se lo permitiría por más tiempo y más poderoso. Hermione tomó nota mental de cada sugerencia.

Finalmente cerca de la despedida, Viktor le hizo prometer que lo mantendría informado respecto a cualquier avance o suceso respecto a la guerra, especialmente involucrados a ella. Le había dejado 5 viales de poción, lo suficiente para el verano. Y le ofreció que al mandarle en Septiembre el siguiente vial, podría agregar los libros que necesitará en el paquete. Eso generó otro abrazo agradecido por parte de Hermione. Se despidieron con la promesa de volverse a ver en el invierno, en las vacaciones de navidad.

Viktor fue su pilar ese verano y en una noche la ayudó más de lo que sospechaba que ella podría lograr en años. Atesoro cada gesto y caricia, memorizo y analizo cada palabra e implemento cada consejo como mejor pudo. Esa noche regreso a su habitación silenciosa. Se encontró con sus padres dormidos en el sillón de la sala, esperándola. Y una sonrisa invadió su rostro, agradeció tanto la libertad para proteger a sus padres que le otorgó Viktor. En su habitación dejó los viales y el diario escondidos en su baúl. Con la varita en mano, lanzó algunos hechizos de detección por la casa, no había nadie más que sus padres en la sala, a varios kilómetros a la redonda. Con una tranquilidad renovada, que no sabía que le había hecho falta. Convocó las barreras más complejas que conocía y hechizos de seguridad alrededor de la casa. No eran los mejores, pero había tomado nota de ellos desde el año pasado. Al saberse incapaz de invocar cualquier otro tipo de hechizo, se dirigió a la sala en la que dormían sus padres y con un movimiento de varita los levitó. Los llevo a su habitación y los acostó en su cama. Con una sonrisa se marchó a su habitación, se desvistió lentamente y se metió a la ducha, el agua caliente eliminó el maquillaje de tu rostro y deshizo las delicadas ondas en su cabello. Al salir de la ducha, su reflejo la enfrentaba.

Su cabello llegaba a su cintura, su piel no se veía como la recordaba. Transparente, pálida, enferma. Lejos se sentían los días en los que su piel era coronada por ese saludable tono dorado provocado por pasar un verano en la costa mediterránea. Sus curvas eran discretas, no recordaba su busto tan pequeño, sus caderas tan estrechas, había perdido peso y se reflejaba. Sus costillas, su columna, sus pómulos, eran demasiado visibles. Entendía la preocupación de sus padres, incluso de Viktor, sus artilugios para esconderlo no habían sido suficientes, y lo sabía. Lo único que se veía vivo en ella eran sus ojos, decididos y flamantes.

Huyendo del reflejo, terminó su preparación para dormir, cepillo su cabello y sus dientes y se vistió con un ligero pijama. Una vieja camiseta de su madre y cómodas bragas de algodón. Una vez en su cama, invocó a la pequeña nutria, ya se sentía cansada, así que no duró mucho su presencia, sólo lo suficiente para que la sensación de paz y tranquilidad la absorbieran y se quedara dormida. El cansancio le dio una larga noche de descanso reparador, sin pesadillas, más sin ningún tipo de sueño.

A partir de la mañana siguiente Hermione trazó una rutina. Despertó temprano, antes de que amaneciera y decidió seguir el consejo de Viktor. Ataviada para la ocasión Hermione trotó por los terrenos de la casa. No duro mucho hasta sentirse desfallecer, no tenía condición, más se forzó a seguir hasta que sus pulmones se sentían en llamas y sus piernas ya no eran capaces de sostenerla. Agotada se dejó caer en el pasto húmedo, observando el cambio de color en las nubes, la cálida luz iluminando el campo. Se dejó bañar por el calor, disfrutándolo. Cuando recuperó su respiración, se dirigió a casa. En la cocina Martina, la ama de llaves de la propiedad, una dulce mujer que la conocía de toda la vida la miro sorprendida. Hermione tenía el hábito de dormir hasta tarde, a causa de quedarse hasta tarde leyendo en su habitación. Diligente y amable, Martina le preparó el desayuno. Hermione no había estado comiendo las últimas semanas, pero, se obligó a aceptar gustosa la comida, necesitaba recuperar su peso. No podía entrenarse si no tenía energía.

A mitad del desayuno su madre entró en la cocina, somnolienta, con un peinado alto y una bata sedosa verde esmeralda ocultando su pijama. No había señales de haberse quedado dormida en el sillón en brazos de su marido, y tampoco mencionó nada con respecto a haber despertado en su cama sin tener recuerdo de haberse dirigido ahí.

-Mione- exclamó sorprendida mientras veía a su hija en ropas pocos habituales en ella, despierta a horas inusuales para ella y comiendo. Fue un agradable sorpresa que acepto de buena gana. Jean y Rick se unieron a ella esa mañana para desayunar en familia y se volvió una tradición familiar.

Durante las siguientes semanas la mejoría en Hermione era visible. Recuperó un peso saludable y ganó una buena condición física. Por las mañanas corría, al medio día paseaba por los jardines y nadaba y en la noche solía cabalgar cuando sus padres estaban ocupados. Cada momento de sus días en los que tenía posibilidad los invertía en sus padres, y cuando el trabajo los mantenía ocupados, les hacía compañía en el estudio o la biblioteca de la casa, completando sus investigaciones, cruzando referencias con Viktor o leyendo.

No tardo mucho en descubrir que podía persuadir, con un poco de oro, a Flourish & Blotts para hacerle pedidos a domicilio, así como ofrecerle de antemano un catálogo con todos sus títulos disponibles y los nuevos que llegaban. El Oro también compraba silencio y privacidad para con sus preferencias lectoras. Viktor era una constante en su vida, hablaban todos los días y le alegraba escuchar sobre sus avances académicos y sus victorias atléticas. Incluso Ron lo mencionaba en sus escuetas cartas, Viktor se aproximaba a romper un récord mundial. Orgullosa Hermione lo felicitaba, le hacía feliz su éxito.

Pronto, el límite del mes que sus padres habían tomado como vacaciones terminó, pero ambos acordaron extenderlo un mes más. Hermione lo necesitaba y ambos lo sabían.

La rutina se extendió perezosa en Hermione, forzando cada día sus límites del día anterior, podía correr por más tiempo, mayores distancias. Su investigación avanzaba eficazmente. Entrenaba los hechizos antes de dormir, para terminar con su patronus que le permitía dormir en paz. Las 8 horas que necesitaba para sentirse relajada y capaz de continuar con su día. Las pesadillas cesaron desde el día en que Viktor la visitó. Y ahora dormir era una paz tranquilizadora que la recargaba de energía.

Conforme avanzaba el verano Hermione implementó barreras cada vez más avanzadas en la propiedad. Cerco los terrenos con barreras tejidas en poderosos hechizos protectores. Las apariciones en los terrenos estaban prohibidas, así como la presencia de cualquier ser mágico le sería avisada al instante. Nada perturbo los terrenos durante todo el verano. Finalmente realizó un ritual para unir su magia y su sangre a la propiedad. Investigó mucho al respecto, no le sorprendió que fuese un ritual prohibido por el ministerio. Gracias a Viktor consiguió una antigua copia en donde describían el proceso y parte de su historia. Era un ritual de los tiempos de Merlin. Magia vinculante, que hecha de la manera correcta se mantendría en esa casa y en su línea sanguínea por generaciones infinitas. Mantendría a sus padres seguros y la convertían a ella en la cabeza de su hogar. Dandole solo a ella la posibilidad de aparecerse en los terrenos. Era más poderoso que un encantamiento fidelio, la magia más poderosa para proteger su hogar, tan poderosa que el acceso sin permiso del dueño era imposible. Y eso la convertía en magia ilegal.

Los ingredientes no eran baratos, ni fáciles de conseguir, por suerte no eran ilegales, y sabía que la combinación no llamaría la atención por lo desconocido que era el ritual. Muchos sangre puras protegían sus mansiones de esta manera. Pero la gran mayoría lo había hecho hace demasiadas generaciones en los tiempos de Merlín, y su mantenimiento sólo consistía de un poco de la sangre del heredero siendo recién nacido.Y el ritual sólo era necesario renovarlo cuando la propiedad pasaba al heredero, con la cabeza de la familia aún viva, cosa que raramente sucedía. Dudaba que alguien conociera el ritual hoy en día. Plata en polvo, oro líquido y nubes de diamantes eran la base. Tenía que conseguir sangre y cabello de ambos padres, así como de ella. El cabello no fue problema. Lo recolectó con el paso de las semanas de los cepillos de ambos. La sangre era el problema. Se sentía dividida entre tomarla cuando ellos durmieran o bien provocar un pequeño incidente para recolectar un poco, pero sangre dada voluntariamente siempre era más poderosa. La posibilidad de pedírselos implicaría explicarles la razón, y sería como caer en un agujero de conejo, tendría que explicar porqué necesitaba medidas tan extremas para proteger su hogar y se vería obligada a hablarles sobre la guerra. Y eso era algo que no quería hacer. Por lo que se decidió a provocar un pequeño accidente y recolectar la sangre que necesitará.

Con su madre encontró la oportunidad una mañana en la que podaba sus rosales, con un movimiento de su varita, la herramienta se deslizó del agarre de su madre y le provocó un corte en la palma de su mano, Jean, consciente del corte soltó la herramienta, con sangre al suelo y Hermione se acercó con un pañuelo diligente, su madre le agradeció con una sonrisa. Con un hechizo no verbal con la varita en su bolsillo, Hermione recitó un episkey. La intención no era herir a su madre, sabía que el que la herida sanara abruptamente atraería atención hacia su persona, pero espero que su madre confiara en que fue magia accidental por parte de Hermione. Su mirada sospechosa se posó en ella, pero aceptó la sugerencia como cierta. Un corte no era un problema para ella, Jean Granger podía suturarlo con los ojos cerrados, pero, no tener una cicatriz era ciertamente agradecido. Hermione tomó el pañuelo y su madre fue rumbo a la cocina a tomar un gran vaso de agua para recuperarse de la pérdida de sangre. Encontrándose sola, Hermione se sentó en el suelo y con su varita extrajo la sangre de la herramienta y del pañuelo y la deposito en un vial. La sangre que había absorbido la tierra, le pareció adecuada, por lo que sólo extrajo las gotas que manchaban el pasto y parte del rosal. Al marcharse de ahí no había evidencia de lo que había sucedido.

Unos días después encontró su oportunidad con su padre, abriendo el correo con poco cuidado, usaba un filoso abrecartas. Un hechizo no verbal, con la varita escondida en los pliegues de su vestido, fue lo único que hizo falta, un corte en su palma, de mismo tamaño y profundidad que él de su madre. Y tal y como en la situación pasada Hermione se acercó diligente con un pañuelo, Rick hizo una mueca de dolor, mientras Hermione apretaba su puño con cuidado y fuera de la vista invocaba otro episkey, el abrecartas yacía en el piso de madera del estudio ensangrentado. Pocos segundos después Rick Granger abrió su mano y sorprendido descubrió que ya no había herida. Hermione dio la misma excusa que ya le había dado a su madre, a lo que Rick agradeció sonriente. Hermione deslizó el pañuelo al interior de su mano y sugirió que su padre tomara líquidos para recuperarse de la pérdida de sangre. Su padre aceptó saliendo del estudio. Hermione repitió el proceso, lleno el vial con la sangre del pañuelo y la sangre del abrecartas. En el suelo de madera la sangre se deslizaba entre las tablas, y ella recogió los restos. Había obtenido la misma cantidad de sangre por ambos progenitores, tenía el cabello y ahora sólo tenía que esperar a la luna llena, que caía dentro de dos días, justamente la noche que sus padres irían a una gala benéfica en Londres, para realizar el ritual.

Hermione invirtió los siguientes días en leer una vez más a profundidad el ritual, confirmó con Viktor una última vez y junto todos los ingredientes en la caja transfigurada en la que había venido el pequeño ópalo. La noche llegó y sus padres se preparaban para salir.

Jean Granger ataviada en un vestido de gala. Un largo vestido rojo escarlata, de hombros descubiertos y escote profundo, adherido a su torso y abriéndose debajo de su cintura en una cascada, con una larga abertura por donde se podía apreciar una de sus piernas. Su cabello perfectamente sostenido en un simple peinado alto. Joyería delicada y brillante. Ciertamente su madre se veía deslumbrante, acompañada de su padre ataviado de un sencillo esmoquin clásico, su cabello había logrado ser domado, perfectamente peinado. Ambos se veían dignos de aparecer en una portada de revista Muggle, y no dudaba que el día de mañana ambos saldrían en la sección de sociales de muchos periódicos ingleses. Los abrazo fuertemente, tratando de no arruinar sus atuendos. Y se ofreció a tomarles una foto desde las escaleras principales, las risas de sus padres fueron su respuesta, tomó la foto. Una para ellos y otra para ella, una foto mágica.

Antes de salir ofrecieron una última vez que los acompañara, pero Hermione sabía que esa era su única oportunidad de realizar el ritual, por lo que rechazó una vez más la invitación. Ellos merecían ese idílico momento para ellos y ella necesitaba protegerlos.

Tomó un baño con tranquilidad, esparciendo sales de baño de vainilla y lavanda. Sumergiéndose en el agua caliente. Aún faltaban unas cuantas horas para que la Luna llena llegara al punto más alto y ella pudiera realizar el ritual. Disfruto los vapores aromáticos y la cálida sensación que la envolvía, relajada repasó una vez más la lista de ingredientes. Lo tenía todo ya preparado. Cuando el calor se evaporó, Hermione salió de la tina. Y se enfrentó una vez más a su reflejo.

En esas semanas Hermione no había invertido un minuto en admirar su reflejo, había estado ocupada. Pero, en ese momento admiro su cuerpo desnudo. El cambio era claro, su piel tenía un saludable tono dorado, su cuerpo había recuperado peso y su tono muscular había mejorado mucho. Nunca había estado tan en forma. Las curvas de su pecho, sus caderas, habían regresado. Su feminidad volvía ser suya, sus huesos no se asomaban por su piel, su rostro se veía suave y delicado. Su cabello había crecido un poco, pero la insistencia de su madre mantenía a su cabellera en orden. Rizos definidos y suaves ya eran cosa de todos los días. Se sintió satisfecha de sus resultados. Se veía y se sentía mucho mejor. Seco su cabello con un hechizo y con otro desenredo sus rizos, y los dejó sueltos tras su espalda. Se vistió con el vestido que usó con Viktor, y no se preocupó en usar zapatos. Tomó la caja y el pequeño puñal de plata que Viktor le había dado semanas antes. Él mismo que ella había transfigurado en las tijeras de jardinería de su madre y el abrecartas de su padre. Y tomó la poción que le tocaba esa noche, sintió su magia fortalecerse y sabía que lo necesitaría esa noche.

Se dirigió a la chimenea principal de la casa, posicionando el primer círculo en conjunto con unas gotas de sangre de las tres partes involucradas, y después se dirigió a la puerta principal de su hogar. Y posicionó el segundo pequeño círculo trenzado de los cabellos de sus padres y el suyo. Vertió una gota de la sangre de cada padre y una suya, con un corte de su brazo derecho que permanecía abierto. El pequeño círculo desapareció, integrándose a la casa, sacó un pequeño vial con las nubes de diamantes, y esparció la sustancia alrededor del perímetro de su casa, en cada puerta y ventana vertió una gota de la sangre de sus Padres y una suya, al terminar el círculo, brillaba en un tono cálido y hermoso, y lo cerró con el mismo encantamiento con el que lo había empezado sanguinem magicae ligatus in domum suam. Camino en dirección a los jardines y depósito otro círculo de cabello trenzado en el límite de los terrenos, un punto que abarcará las zonas que frecuentaban tanto sus padres, como ella. Y repitió el proceso con la sangre, vertiendo un poco de cada uno, sacó el vial con el Oro líquido, y trazó un círculo similar, abarcando los jardines, las caballerías, la piscina, el garage, dejando un poco de sangre en cada lugar frecuentado. Terminó el círculo en donde empezó, repitiendo el hechizo. Ahora, considerablemente cansada, porque el ritual le impedía curar la herida en su brazo, camino en dirección a los límites del terreno de su familia, era un terreno grande y tenía que terminar el ritual antes de la las 3 de la madrugada, con esfuerzo llegó a las imponentes rejas de la propiedad y dejó el último círculo apoyado en la reja, vertió la sangre y comenzó por última vez el ritual, comenzó el trayecto caminando a la par de las murallas, esparciendo la plata en polvo, en esta ocasión sólo su sangre acompañaba a la plata, el trayecto le pareció eterno, pero se forzó a terminarlo, terminó exhausta y por la posición de la Luna, muy cercana al tiempo límite. Al llegar al punto de inicio vertió unas gotas más de sangre y guardó el resto, apretó su mano en un puño y el círculo se iluminó, cerró el círculo con el encantamiento y el círculo brilló, fundiéndose con la reja. Miro sorprendida como los 3 círculos a la lejanía brillaban, protegiendo la casa, los jardines y los terrenos. Su brazo brilló, y el corte se cerró con 3 colores diferentes, los mismos que los de los círculos, brillando por un momento, antes de cicatrizar y regresar a su tono natural.

Hermione lo sintió en ese momento, una consciencia que antes no tenía de su hogar. Podía sentir cada barrera y protección, a sí mismo como una profunda conexión con su hogar mismo. Una cálida sensación de seguridad. Exhausta, Hermione se dejó caer en el pasto. Con una mano temblorosa, busco dentro de la caja que aún llevaba, la poción renovadora de sangre, su magia se sentía poderosa, y aún con toda la magia invertida, se sentía renovada, como si su núcleo se hubiese fortalecido de su hogar, de su historia y su familia, y él mismo habitase en esa casa, pero lacta de sangre le pesaba. Al tomar la poción su cuerpo se sintió mucho mejor, no había notado lo débil y fría que se había sentido antes. Con paso lento regreso a su hogar, al cruzar la primera barrera, su magia la abrazó como una caricia, y al entrar al hogar, fue como una ola reconfortante, somnolienta avanzó rumbo a su habitación, y ni bien tocó la almohada con su cabeza, se quedó dormida. Al día siguiente despertó muy pasado el medio día. Su madre la despertó con una sonrisa preocupada, y una caricia en su cabello. Le había preocupado no verla en el comedor al ella haber despertado hace pocos minutos, había imaginado que Hermione estaría despierta como las últimas semanas desde muy temprano, pero, al parecer no había sido así, y al verla pudo descifrar que la razón se debía a que Hermione había trasnochado, el encontrarla vestida en algo más halagador que sus pijamas, le hizo sospechar que quizás Hermione había tenido compañía. Omitió el comentario, pero la idea no le molestó. Quizás Viktor Krum había pasado a verla anoche, ahora entendía el rechazo de Hermione a acompañarlos.

Si es que ese había sido el caso, omitiría mencionárselo a su esposo, no necesitaba a Rick enfurecido con la idea de Viktor Krum pasando la noche con su hija. Ya había tenido la conversación pertinente con Hermione años antes, y sabía que Hermione era responsable, por lo que sólo hizo la nota mental de conseguir métodos anticonceptivos para su hija.

-Recuerda que hoy regresamos a Londres, Mione- le mencionó su madre con una caricia a sus pies descalzos mientras salía de la habitación, Hermione soltó una pequeña carcajada y asintió. Se levantó y se duchó rápidamente, con un par de movimientos de varita, sus pertenencias de la escuela estaban empacadas en su baúl. Recolectó algunas prendas y otros objetos que necesitaría en Londres y quizás en la escuela e hizo otra maleta. Tomó el diario de Viktor y bajó a la cocina a desayunar, acompañada de sus padres, ambos ya vestidos y recorriendo la casa, en búsqueda de libros, papeles y otros esenciales, y asegurándose de que nada se olvidara. Crookshanks apareció a tiempo, no sabía dónde lograba esconderse el gato, pero, siempre llegaba a tiempo. Anoche había detectado su magia recorriendo los terrenos. Y con caricias y un suave tono logró convencerlo de entrar a la canasta de mimbre en donde solía transportarlo. Crookshanks con una mirada digna aceptó su destino. Había trabajadores en casa esa tarde, limpiando y cerrando la casa, cubriendo muebles con sábanas blancas, asegurando ventanas para el invierno y preparando la casa para la larga estadía en la que se mantendría vacía, eran todos muggles. Lo cual ella esperaba, ningún riesgo para su familia, le informaban las barreras. Cuando cada maleta estaba en la camioneta en el camino afuera de casa y cada persona, excepto por su familia ya se había marchado, ella pidió cerrar la puerta, su madre acepto, y ella con un encantamiento y la llave cerró el acceso al hogar. Subió al auto y miró con nostalgia su hogar, al llegar a la reja ella repitió el proceso, cerrando con llave y con el hechizo.

Al salir rumbo a la carretera de campos verdes, Hermione concentró su atención escribiendo a Viktor, quien aliviado de saber que el ritual salió bien, expresó su orgullo a la habilidad de Hermione de vincularse con su hogar. Era magia poderosa y antigua. Algo que hoy en día casi ningún mago intentaría, especialmente no una bruja de 15 años.

Pronto el paisaje cambió, los campos se volvieron poblados y la ciudad apareció, gigantesca y artificial. La casa de ciudad de la familia Granger estaba en Kensington, en el corazón de la ciudad, pero, rodeada de jardines, parques y hermosas casas. La casa Granger se encontraba en una tranquila arboleda. Blanca, con pilares de mármol flanqueando su entrada. Arbustos delimitaban el paso a la casa, así como una reja, su padre estacionó el auto enfrente de la casa y de la misma salió Martina, que había llegado a Londres antes, para preparar la casa. Con una sonrisa, Hermione ingresó a su hogar. En esa casa también tendría que establecer vínculos, sería más fácil conectarla a la casa principal, en lugar de crear una conexión de cero, pero tendría que esperar a la próxima luna nueva, lo que serían un par de semanas más. Lo que le daría tiempo de comprar lo que hacía falta. El viaje había sido largo, subió las escaleras despacio, en el piso superior dejó ir a Crookshanks de su canasta, quien maulló orgulloso antes de desaparecer por el pasillo. Entro a su habitación, cerró la puerta y con un hechizo reviso la seguridad de su casa, implementó las barreras que consideraba necesarias, lo que se reducía a todas las barreras que había logrado implementar en su hogar antes del ritual vinculante. Y con un par de pasos más colapso en su cama. En un instante se quedó dormida, aún con algunos rayos de sol que se filtraban por la ventana.

La mañana siguiente Hermione despertó antes del alba, con su varita en mano y atenta revisó las protecciones de la casa. Al sentirse satisfecha, ordenó rápidamente su equipaje. Y sacó su ropa deportiva. Escribió una nota rápida y la pegó en la puerta de sus padres. Ató su cabello saliendo de la casa, con la varita en la mano, decidió esconderla en su atuendo y salió. Camino por las silenciosas calles y se dirigió a los jardines de Kensington, que quedaban cerca de su hogar para continuar con su rutina matutina. Corrió hasta que el sol había salido por completo y el cielo estaba completamente iluminado, regreso a casa satisfecha con ese nuevo hábito que le brindaba tan buenos resultados.

En casa el desayuno cortesía de Martina la esperaba, agradecida, Hermione le sonrió. Pronto sus padres se unieron a ella, el comedor se llenó de papeles de su padre, quien trataba de rememorar todos los detalles de su nuevo caso, hoy era su primer día en la corte, y aunque ya se sabía preparado, le gustaba llegar con la mente clara y los detalles frescos. Hermione echaba un vistazo curiosa, había escuchado algo sobre el caso, y los detalles estaban a su alcance, Rick Granger sonrió divertido al ver la curiosidad de su hija, y en un movimiento discreto acercó los papeles en su dirección. El traje de Rick estaba perfectamente planchado y su cabellera peinada para regalarle ese tono serio que implementaba en la corte. Sus anteojos descansaban perezosos en la punta de su nariz, mientras disfrutaba de su tercera taza de café esa mañana.

Por su parte su madre lucia un sencillo vestido negro, su cabello suelto en su espalda. Su madre también había traído trabajo a la mesa, revisaba los últimos informes del hospital desde su iPad, disfrutaba de su café matutino, y entre sorbos, observaba con una sonrisa a su familia.

Pronto su padre se marchó a la corte, besando la frente de Hermione y robándole un beso a su esposa. Y su madre se marchó poco después, besando la mejilla de Hermione y acariciando con cariño su cabello. Al encontrarse sola Hermione se dio cuenta que en Londres tendría que cambiar su rutina y se decidió a visitar el callejón Diagon. Con su varita, suficiente dinero Muggle para intercambiar en Gringotts para comprar los ingredientes del ritual y ver que había nuevo, y una túnica sencilla que guardó en su bolso. Observó su atuendo, llevaba jeans al tobillo, un par de cómodos tenis blancos y una sencilla blusa negra. Lentes de sol para el caluroso día de verano y una chaqueta de piel negra, que metió en el bolso junto con la cartera. Una coleta alta mantenía su cabello lejos de su rostro. Salió de su hogar a paso tranquilo, dirigiéndose a la estación de metro más cercana, Queensway station en dirección a Cannon Street, la estación más cercana a al callejón Diagon. El trayecto fue tranquilo, aunque el vagón iba lleno, tuvo suerte de encontrar asiento. Camino en dirección al pequeño bar a paso tranquilo, Londres en el verano era algo que le gustaba disfrutar sin prisas. Al abrir las puertas del Caldero Chorreante, varios pares de ojos la miraron sorprendidos, ella sonrió y se dirigió a la parte trasera. Abrió su bolso y extrajo la túnica, la moda mágica siempre le parecería curiosa. Se puso la prenda por encima de sus prendas muggles, y divertida se dio cuenta que en realidad nadie lo notaría, quizás sus zapatos, pensó frunciendo su nariz, con un movimiento de varita sus tenis se convirtieron en sencillas zapatillas negras. Guardo las gafas de sol en su bolso y con otro hechizo cambió su tamaño y lo guardo en el bolsillo de su pantalón. Con su varita tocó los ladrillos necesarios y esperó hasta que la entrada estuviera completamente abierta. Y entro.

La magia la envolvió en un abrazo. Y con un suspiro satisfecho admiro la animada calle. Se sentía tan lejana a como ella se había sentido el último par de meses. Era feliz de ver que la comunidad mágica parecía ignorar la latente amenaza, muy lejano a lo que ella imaginaba. Viktor, Ron, Neville, Luna y Ginny, y el casi inexistente Harry eran su única relación con el mundo mágico. Desde el año pasado había cancelado su suscripción al Profeta. Y el Quisquilloso era más una gaceta que un periódico informativo. Había vida en las distintas calles. Niños corriendo por las tiendas. Mujeres ataviadas con sombreros elegantes tomando té en los cafés que había en algunas Terrazas. Podía escuchar el ulular de las lechuzas en la tienda de mascotas, podía oler el chocolate de la tienda de dulces. Con paso ligero se dirigió a Gringotts, primeramente debía de cambiar el dinero Muggle que traía en el bolsillo y planeaba depositar parte de ello, para poder mantener a flote sus compras a domicilio. El imponente edificio se encontraba ante ella. Y con paso decidido entro al recinto. Los duendes huraños y diligentes la miraban con ojos críticos, y ella respetuosa se dirigió al duende más cercano que no parecía especialmente ocupado.

-Buenos días- saludó Hermione sacando de su bolsillo su bolso expansible. Como respuesta obtuvo un gruñido de reconocimiento -me gustaría cambiar libras esterlinas a galeones, por favor- informó extrayendo los billetes de su billetera.

-El cambió es 5 libras esterlinas por un galeón- informó en una voz raposa el duende, Hermione asintió. -¿cuántas libras gusta cambiar?

-5 mil libras- informó deslizando el grueso paquete de billetes.

-En operaciones de más de 500 galeones, solemos dar la mitad en oro y la mitad debe de ingresar a su bóveda- Hermione esperaba esto, así que asintió comprensiva.

-¿Su llave?- pidió el duende, a lo cual Hermione le tendió la pequeña llave y él la tomó con sus filosos dedos -espere un momento- le indicó mientras llevaba su dinero y su llave. Gringotts era un lugar hermoso para esperar, admirar sus cielos rasos, cada pequeño detalle que adornaba esa sala. No tardo mucho en regresar el duende, con un pequeño saco de terciopelo verde y lo que parecía un recibo. Pidió su firma, con una pluma de sangre, en la que establecía haber recibido su dinero, así como su dinero depositado. Leyó atentamente el recibo, siempre leía antes de firmar un documento, su padre la había instruido bien en temas legales. Al terminar su firma, que le provocó un pequeño espasmo por el agudo dolor, tomó el pequeño sacó y con un respetuoso gracias se marchó del banco.

Su primer destino fue Slug & Jiggers, una pequeña tienda de ingredientes de pociones y venta de balanzas y otras herramientas para la materia. Sospechaba que no iba a encontrar ahí lo que buscaba, pero, no perdía nada intentándolo. Al entrar, el poderoso olor de las pociones que se revolvían solas a fuego lento, alteró su sistema, la temperatura dentro de la tienda era desagradable. Claramente la tienda era pensada para estudiantes inexpertos de educación básica. Una tienda poco preparada, pero sumándose la idea fantástica del callejón diseñada para los jóvenes estudiantes. No invirtió mucho tiempo en observar el interior de los calderos y se dirigió al mostrador.

-Buenos días- llamo dirigiendo su voz a la trastienda, donde podía escuchar otras pociones burbujear. Pronto un hombre joven delgado y alto, portando una túnica con manchas misteriosas y frescas salió de la trastienda.

-Buenos días, señorita- saludó el dependiente, mientras limpiaba su varita con su túnica, Hermione levantó una ceja sorprendida, más no dijo nada. -¿en qué puedo ayudarla?- preguntó con una sonrisa.

-Tengo una lista de ingredientes- respondió extendiendo un pequeño pergamino en su dirección -los he comprado en Watson & Felton, por medio de envíos internacionales, pero me preguntaba si ustedes los manejan- atenta a su reacción, Hermione noto su sorpresa.

-Plata en polvo lo tenemos en almacén, oro líquido tendríamos que ordenarlo y…- frunció el ceño con sorpresa -nubes de diamante no lo manejamos- con una mueca de disculpa, le devolvió el pergamino.

-¿Cuáles son los precios del oro líquido y de la plata en polvo?- Preguntó mientras guardaba el pergamino.

-250 galeones por medio kilo de plata y 500 galeones por 250 mililitros de oro- Hermione lo miro sorprendida, no necesitaba mucha cantidad, pero, le estaban cobrando 10 veces más que el servicio internacional, con envío incluido. El joven soltó una risa incómoda.

-Ingredientes difíciles de encontrar y muy costosos- justificó el joven, balanceando su peso y enfocando su atención en las pociones. Hermione asintió, bien podía terminar su búsqueda ahí y hacer el pedido una vez llegara a casa. Pero, sabía bien que en envíos internacionales existía el riesgo del extravío. Y ella necesitaba hacer el ritual en menos de dos semanas.

-Muchas gracias, pero necesito todos los elementos- justifico apenada. El encargado asintió comprensivo mientras el sonido de una fuerte explosión llegó desde la trastienda. Hermione se despidió con un gesto y salió rápidamente de la tienda. Frunció su nariz ante el pensamiento del desperdicio de espacio e ingredientes que era la tienda a cargo de tan incompetente mago.

Pensó en revisar las otras boticas del callejón, y si no encontraba lo que buscaba, bien podría echar un vistazo al callejón Knockturn. No tuvo suerte en las otras boticas, ninguna parecía tener las nubes de diamantes y sus precios seguían siendo demasiado altos. Con un suspiro continuó su camino, dado que ya estaba ahí, decidió visitar el nuevo negocio de Fred y George. Una explosión de color en una intersección del callejón. El edificio estaba rodeado de curiosos y rebosante de clientes. Risas, calderos burbujeantes y música llenaban sus sentidos. Sin mucho debate era el edificio más animado de la zona. Y le trajo una sincera sonrisa el saber el éxito de sus amigos.

Observaba con interés los anaqueles, si los gemelos enfocarán esa pasión y aprendizaje por las bromas a áreas académicas, podrían revolucionar el mundo. Aunque en tiempos como este, las risas eran igual de importantes que el conocimiento, se recordó contemplativa. Detuvo sus pensamientos abruptamente cuando un par de fuertes brazos la jalaron por detrás estrechándola en un abrazo.

-Mira, mira, lo que nos trajo el día, Fred- ronroneo el que suponía era George en su oído, ella soltó una carcajada, aún atrapada en los brazos de los gemelos Weasley.

-Lo veo, lo veo, hermano- ronroneo en respuesta Fred en su otro oído. Y otra carcajada escapó de sus labios. Ambos la soltaron, y cada uno le dio un fuerte abrazo.

-Hermione Granger, ¿dónde te has metido este verano?- preguntó Fred imitando el tono que usaba su madre para reprenderlos. Hermione le dio un suave golpe en el brazo como respuesta.

-Respeta a tu madre, Fred- lo regaño Hermione juguetona.

-Sí, Fred, escucha a tu madre- intercedió el gemelo a quien Hermione había regañado.

-Fred, respeta a tus mayores- respondió el otro gemelo conteniendo una carcajada.

-Muy graciosos- los reprendió Hermione, entre carcajadas, llevaba meses sin reír, y vaya que se sentía bien volver a hacerlo -felicidades por la tienda, Freds- extendió sus brazos enfatizando sus palabras -fácilmente son la tienda más exitosa del callejón- impregnó su orgullo por su trabajo en sus palabras, lo que provocó un sonrojo en ambos, curiosa de su reacción, decidió tentar su suerte y quizás aprovechar la situación.

-Excelentes hechizos y pociones, muchachos- se acercó a las pociones, aún con su tono de admiración y orgullo -esta por ejemplo, invención suya, ¿verdad?- su asombro era real, así que exagerarlo en realidad era fácil -No creo que incluso Snape haya considerado los usos de las nubes de diamantes como potenciador de una simple poción de amor. Y el que hayan, no sólo agudizado, pero perfeccionar y enfocar a áreas específicas sus efectos, para conseguir más que un simple enamoramiento, pero una variedad de sentimientos…- negó divertida, era aterrador el pensar las consecuencias de sus invenciones si eran usadas con fines más allá de una buena broma. El sonrojo en los muchachos se mantenía, pero, ahora era acompañado de orgullo, sus pechos inflados y su postura perfecta. Halagos de este tipo viniendo de Hermione no eran poca cosa, ni sucedían todos los días.

-Haré una osada asunción- declaró al sentirse segura de tener el terreno preparado para su solicitud -usaron oro líquido en la poción de "admiración profesional" y usaron plata en polvo para "enfriar las cosas"- afirmó usando una entonación dudosa. Ambos la observaron detenidamente, después entre ellos, comunicándose con su mirada, afirmando antes de tomarla, cada uno, de sus brazos y llevarla a la trastienda. En el camino saludo a Lee Jordan que atendía a los clientes en el mostrador.

Al llegar a la trastienda, George cerró la cortina y murmuró un hechizo. Y Fred la observo con los brazos cruzados.

-Debemos de tener cuidado con los secretos corporativos- explicó George, Hermione asintió comprensiva, sus recetas valían, irónicamente, oro, comprendía el secretismo.

-¿Cómo podemos comprar tu silencio?- concluyó Fred. Hermione lo miro sorprendida.

-No planeó vender sus recetas o volverme su competencia- declaró sorprendida. Ambos asintieron analizando la situación, más no su respuesta. Hermione era confiable, más aún sentía la mirada curiosa de Fred sobre ella.

-Confiamos en ti, Mione- declaró George, intercediendo en la conversación, posicionándose a un lado de su hermano y golpeando su costado para que aceptara sus palabras. Fred asintió, cambiando su semblante por una sonrisa.

-Confiamos- afirmó Fred juguetón -me sorprende que lo descubrirás tan rápido- confeso finalmente -creí que descubrir algo así te tomaría tiempo, no solo 5 escasos minutos en la tienda- rasco su nuca avergonzado, lo cual sorprendió a Hermione.

-Eso no quita importancia, al hecho de que yo gane- agregó George exigiendo tanto con su como con un gesto en dirección a Fred su premio. Quien resignando sacó un puñado de galeones de su bolsillo y de mala gana se los dio a su hermano. El cual sonreía juguetón ante la recompensa de su apuesta ilícita. La mirada indignada, más potencialmente divertida, de Hermione los reprendió. Sin mucho efecto dada la carcajada que quería escapar de sus labios.

-¿Ya lo esperaban?- preguntó sorprendida, ambos asintieron. -¿y qué planeaban hacer con ello? Además de postear sobre mis capacidades. ¿Contratarme?- su chiste se volvió realidad al ver cómo asentían los gemelos.

-Más bien una asociación- declaró George sonriente -intercambiaríamos investigaciones y los resultados los dividimos, a los que podamos encontrarles uso nos los quedamos, los que no, serás libre de patentarlos o implementarlos en las áreas que desees- el tono sugerente de George y la brillante sonrisa de Fred hacían un buen trabajo convenciéndola. Más ella no necesitaba ser convencida, el acceso a sus recursos y su ingeniosos descubrimientos le interesaban desde que entró a la tienda. Más simuló pensarlo unos minutos, para generar interés.

-De acuerdo- acepto estrechando ambos manos que se presentaban ante ella -¿podría pedirles algunos ingredientes para jugar con algunas ideas?- los ojos de los gemelos brillaron como respuesta.

Salió de la tienda con un arsenal de ingredientes nuevos, incluidos los elementos para el ritual. Habían quedado de acuerdo en que dentro de las siguientes semanas, Hermione tendría acceso a la sala de experimentación de los gemelos. La comunicación sería a través de lechuzas y una vez regresará a Hogwarts, se reunirían un par de veces en Hogsmade. Satisfecha, Hermione caminaba rumbo a la salida del callejón cuando visualizó la tienda de Quidditch y pensó en Harry. Ese pensamiento le recordó, cual agua helada sobre su cabeza que el cumpleaños de Harry era mañana. Como una autónoma entro a la tienda, preguntó en el mostrador por la escoba más veloz en su repertorio y la pidió, con paquete de accesorios y cuidados de lujo. Le costó la mórbida suma de mil galeones, lo que la llevó a regresar a Gringotts y realizar un gran retiro de su bóveda. El duende la miro con malos ojos. El dependiente estuvo apunto de besar el piso por el que andaba y sus atenciones y halagos la incomodaron un poco. Sonrojada se dirigió a un pequeño café, y con una taza de humeante té, escribió una nota para Harry.

Harry,

Lo siento. No tengo más palabras que mis más sinceras disculpas. Debí de estar ahí, cada día que pasaba sentía como si esta distancia me comiera viva. La vergüenza de ser cobarde y no estar ahí cuando lo necesitabas. Eres mi hermano, te amo y me duele el no haberme sentido lo suficientemente completa para estar ahí contigo. Pero, el tiempo me ayudó a curar mis heridas y me ayudó a reconstruirme.

Por primera vez en meses me siento parecida a mi misma de nuevo.

El regalo cuenta de dos partes. El dependiente de la tienda mencionó que era su mejor modelo, y tú tendrás que verificar la veracidad de la misma. Escogí una escoba para ti, porque hace 3 años, con la escoba que Sirius mando para ti, mi necesidad de protegerte nos hizo pelear de manera estúpida y prolongada. Me arrepiento de no haber confiado en ti, de no controlar mi necesidad de asegurarme de tu seguridad. Más este regalo tiene la intención de declarar que cuentas con mi absoluta confianza, Harry. E imagine que quizás querrías mantener la escoba de Sirius para ti, en lugar de correr el riesgo de repetir el destino de la Nimbus en los partidos de Quidditch. Sé de buena fuente que este modelo es perfecto para un buscador.

La segunda parte consiste de algo que he querido darte desde que te conozco. Un hogar. Desde las vacaciones de navidad de nuestro primer año, quise darte aquello que tus tíos fallaron en darte. Pero, en ese entonces mis padres me detuvieron por ser menor de edad y no contar con el permiso de hacerlo. Incluso mi padre investigó maneras legales muggles y mágicas de quitar tu custodia de tus tíos, pero, pronto entendí que la magia de tu madre hacía esa casa tu mejor opción. Este verano encontré una solución, aunque sólo quede un verano más, ya no tendrás que pasarlo con ellos. Anexo los documentos legales para tu emancipación legal Muggle y mi más cordial invitación para que te mudes a mi hogar. Ahora que puedo protegerte, quiero que seas parte de mi familia, como siempre lo has sido.

Pd. Todas tus dudas podemos resolverlas una vez regresemos a Hogwarts, no confío en la capacidad del ministerio de no interceder en asuntos de naturaleza privada.

Te deseo un feliz cumpleaños, Harry. Con todo mi amor, Hermione.

Selló la carta con pequeño hechizo. Y la pego al paquete con el regalo para Harry. Los documentos legales los había mantenido en su bóveda de Gringotts por casi 5 años, esperando el momento correcto para poder hacer esto. Y un sentimiento de satisfacción la inundaba al ser finalmente capaz de hacerlo. Genuina felicidad. Relajada se recargó en su asiento, mirando la alegre calle. Familias prevenidas que visitaban temprano el callejón para las compras de inicio de clases. Algunas damas refinadas en túnicas primorosas. Una dama en particular llamó su atención, alta, delgada y con una figura reminiscente a su madre. Era joven, rubia, y de ojos de un intenso tono azul. Rasgos delicados, escondidos en una máscara de frialdad. Había señales de cansancio en ella y un extraño sentimiento de familiaridad que no podía quitarse de encima. Salía de Gringotts a paso rápido y paso a su lado, dedicándole una sola mirada. Creyó detectar sorpresa en ella, familiaridad, como si la reconociera, pero, no realmente. No fue más de un segundo, antes de que continuara su camino y se perdiera en la lejanía. Regreso su atención a su té, tratando de no poner mucha atención al suceso. Y continuó con su día.

Después de terminar su taza de té, se dirigió de vuelta a la tienda de los gemelos. y les pidió el favor de entregar el regalo de Harry en la madriguera, le ofrecieron llevarla, más ella no se sentía preparada para ello. Necesitaba un poco más de tiempo. Reticentes, aceptaron su decisión y le prometieron que el paquete estaría ahí mañana temprano. Hermione se despidió con un abrazo y con la promesa de continuar las investigaciones y pasar a visitarlos durante las siguientes semanas.

Hermione se marchó del callejón satisfecha, en sus manos descansaban los ingredientes que necesitaba, y en dos semanas, cuando la luna llegara al punto correcto, ella podría vincular su casa en Londres y asegurar la seguridad de sus padres. Harry tendría un feliz cumpleaños, esperaba que su regalo, así como su oferta le gustaran. Al salir del callejón, se quitó la túnica y regreso sus lentes de sol a su lugar. Volvió a expandir su bolso a su tamaño normal y con cuidado metió los ingredientes que los gemelos le habían dado. Salió al pequeño bar y con un gesto amable dirigido a Tom se despidió, saliendo del bar con las miradas curiosas aún fijas en ella. Decidió tomar un taxi a casa, los ingredientes podían ser volátiles y dada la hora, el metro debía estar lleno. Una vez en casa tomó un libro y el diario de Víctor y continuó su investigación. Poco después regresaron sus padres y cenaron juntos. La conversación amena y relajada. Hugo, el mejor amigo de su padre y socio de su bufete legal, le mandaba saludos, y al parecer Charles, su hijo y el amigo más antiguo de Hermione, aprovechaba su verano recorriendo India en motocicleta. Hermione sonrió ante la idea, extrañaba a Charles, pero, estaba feliz de saber que no la viera en ese estado y que aprovechaba y disfrutaba su libertad.

Los días siguientes días se sumergió en su rutina, dormía 8 relajadas horas sin sueños, cortesía de su patronus, corría por las mañanas en los jardines de Kensigton, y en su segundo día en Londres decidió enlistarse a clases de defensa personal. Lo adapto a su rutina y asistía 2 horas diarias 5 días a la semana. Sus mejorados hábitos alimenticios se adaptaron a su rutina, nutriéndola. La constante presencia de Viktor se mantenía en su vida, le hizo saber que pronto saldría en una gira deportiva por Europa y la investigación se alentaría. Ella le felicito y le dejo saber el orgullo que sentía por él y sus logros. Hermione amaba a Viktor y deseaba lo mejor para él. Sus fines de semana se sumergió en pasar el tiempo con sus padres. Desayunos y cenas familiares eran una tradición Granger y trataron de expandirlo a idas al cine, a museos y caminatas por la ciudad en fines de semana. Incluso ocasionales idas de compras para satisfacer a su madre. Visitó el callejón Diagon dos veces más e intercambió resultados con los gemelos, así como experimentaron las teorías a las que llegaban por ambos lados, sin percances y con resultados interesantes. También depositó más dinero a su bóveda, para asegurarse de no quedarse sin fondos para su año escolar y su hábito lector.

En un parpadeo las dos semanas terminaron, sus padres salieron a cenar, a sugerencia suya, y ella aprovechó el tener la casa vacía para repetir el proceso previo al ritual. Tomó un baño caliente, vistió el mismo vestido blanco y con los ingredientes en sus manos se dispuso a hacer el ritual después de tomar la poción que le tocaba ese día, fortaleciéndose para lo que venía a continuación.

Primero depositó uno de los círculos de cabello trenzado en la chimenea así como un poco de su sangre y de la poca que le restaba de sus padres. Después, con los tres viales en mano dibujo un solo círculo alrededor del perímetro de la casa, su sangre fluía en el círculo y finalizó en la puerta principal, así como en la reja, en donde depositó un círculo trenzado en cada uno. Así como la respectiva sangre. Y cerró el círculo con el encantamiento una última vez, sanguinem magicae ligatus in domum suam. Desde la reja de la casa visualizo los 3 círculos lumínicos envolviendo su hogar, en este caso los tres estaban trenzados y entretejidos con su magia y con la casa de campo, se sentían como una unidad. Al entrar a la casa una sensación satisfactoria y cálida lamió su centro mágico, sintió una paz que hacía varias semanas que sentía pérdida. Satisfecha sintió como los lazos que la unían a la casa del campo, se entretejían con los lazos que había en esta casa y por lo tanto se unían a ella. Parte del hechizo era una conexión Floo privada y directa con la casa de campo, una salida de emergencia. Dado que la conexión con la casa principal era más poderosa y por lo tanto, la hacía un lugar más seguro.

Al terminar el ritual, se sintió francamente exhausta. Con un movimiento de varita recolectó los ingredientes restantes y tomó la poción restauradora de sangre, en esta ocasión no había perdido tanta sangre, más nunca estaba de más prevenir, y se marchó a su habitación. Una vez más se quedó dormida ni bien tocó su cama.

Viktor empezó la gira europea así que la investigación disminuyó considerablemente, por lo que, tranquila al saber que su hogar estaba seguro, invirtió más tiempo en la experimentación de pociones y hechizos para los gemelos. Encontró un uso diferente para el varitaserum, la misma propiedad que te impedía mentir, podía funcionar como un desinhibidor, por lo que había logrado averiguar, la sensación era similar al Félix Felicis, cuyas consecuencias dependían del usuario al no proveer como tal buena suerte. Más el Félix Felicis era costoso y difícil de conseguir y preparar. La poción fue un éxito, especialmente entre los jóvenes magos que necesitaban valor para declararse ante una bruja, para pedir un ascenso o intentar algún truco de Quidditch o alguna otro deporte extremo que necesitara esa ayuda extra. Era una buena broma también, pero ligeramente peligrosa. La llamaron valentía Gryffindor embotellada, y no sorprendió a Hermione que se volviera un éxito. Hermione tenía todos los materiales que necesitaría para su ciclo escolar incluso antes de que la lista fuese enviada junto con sus calificaciones al inicio de Agosto. Calificaciones sorprendentemente excelentes, que se mantenían como todos los años, con una excepción: defensa contra las artes oscuras, en donde tenía un brillante e inusual excelente. Suponía que el tonto examen escrito influyó mayormente en esa calificación.

Sus padres siempre orgullosos la sacaron a cenar a la ciudad como lo hacían cada verano que Hermione recibía sus calificaciones, este año no hubo prisas y fueron más tarde en el verano. Era un restaurante elegante, y comida deliciosa, la noche fue maravillosa. El día siguiente su madre se tomó el día libre para comprar juntas ropa para el siguiente año. Hermione lo permitió, sabiendo que su madre lo disfrutaba y en realidad no era una molestia. Estaba a punto de irse por casi un año, así que todo el tiempo que pudieran pasar juntas era bienvenido. Después de algunas tiendas, donde su madre la convenció de cambiar su vestuario un poco e incluso cambiar el atuendo cómodo que llevaba ese día, por un vestido de verano y delicadas zapatillas, que ella hechizo en secreto para hacerlas cómodas, a lo que hizo lo propio con los zapatos de su madre. Lo había hecho todo el verano, para tratar de aliviar un poco sus largas jornadas en el hospital. Se arreglaron el cabello en un salón Muggle y su madre logró convencerla de aceptar un recorte a sus rizos, que le daban el efecto permanente que su madre conseguía cuando la peinaba, una delicada cascada de rizos que enmarcaba su rostro y bajaba por su espalda hasta poco más allá de su cintura. Su madre la llevó en dirección a donde ella después se dio cuenta que era el callejón Diagon.

-Necesitas un nuevo uniforme- fue la simple respuesta ante la pregunta no formulada, la sonrisa satisfecha de su madre, confirmó que ese había sido el plan desde el principio. Si antes se había sentido fuera de lugar en el pequeño y oscuro bar, con su madre y su vestido de verano, se sintió completamente reluciente y extraña. Su madre le dio poca importancia, caminando por el lugar sin importarle las miradas sorprendidas de los magos y brujas. Hermione saludó avergonzada a Tom y juntas se dirigieron a la pared que las separaba del callejón.

-No traje túnicas, mamá- dijo antes de tocar la pared.

-Luces fabulosa, mi amor- le respondió su madre quitándole importancia al asunto. Hermione sabía que en esos atuendos no habría ojos que no se detuvieran en ellas. Más en realidad no le importaba mucho, en caso de volverse incómodo, precisamente venían a comprar túnicas. Los relucientes ojos sorprendidos de su madre ante la magia, nunca se volvían viejos para ella, mientras abría la entrada al callejón. Su sonrisa nunca abandonó su rostro mientras recorrían la avenida y veían los escaparates. Aprovecho el que su madre no le prestara atención, para reducir las bolsas de compras y guardarlas en su bolso. Las brujas purasangre en los distintos cafés no alejaban su mirada de Hermione y su madre. Su belleza era indudable. Y ese conjunto de camisa blanca de mangas largas, y una falda larga plateada que hacía que cada movimiento se sintiera etéreo. Su figura marcada por un pequeño cinturón blanco que combinaba con las zapatillas de tacón alto escondidas en la falda.*

El atuendo era completamente diferente a lo que usaban las brujas. Y el efecto era claro, los magos que veían a su madre, no podían separar sus ojos de ella. Mientras que su madre poca atención les prestaba, conversando con Hermione o bien mirando los escaparates. Llegaron a Madam Malkin y su madre se acercó a pedir la atención de alguna dependiente. La misma Madam Malkin las atendió. Quien no desperdició tiempo en admirar el atuendo de su madre y en menor medida el suyo. La conversación fue dominada por ambas mujeres, mientras medían a Hermione y su madre daba indicaciones y especificaciones.

Hermione se desconectó de la situación y permitió que su madre tomara todas las decisiones. Vago con su mirada la tienda, y curiosa encontró a una joven y hermosa bruja rubia a un costado de la tienda, siendo atendida por otra dependiente, quien miraba en su dirección. Era la misma mujer rubia que vio hace algunas semanas saliendo de Gringotts, en su momento le pareció curiosa y ahora parecía que la curiosidad se volvió recíproca. Viéndola en comparación con su madre, debían de tener la misma edad. Pero, en la mujer había marcas de cansancio que, aunque trataba de esconderlas, Hermione las conocía bastante bien para reconocerlas. Esa extraña sensación de creer conocerla de alguna manera, no se despegaba de ella. La mujer rubia escondía su curiosidad dando indicaciones a la dependiente y mirando más allá de ellas, pero su mirada siempre regresaba a su madre.

Madam Malkin convenció a su madre de llevarse una túnica también, y Hermione bajo de la plataforma dejando el espacio libre para que le tomaran las medidas a su madre, y se sentó en uno de los sofás que había en la sala. La mujer rubia terminó sus compras y se dirigía a la salida cuando tropezó con su madre. Susurro algo, a lo cual su madre negó sorprendida. Ambas mujeres se observaron por un largo momento, antes de que la rubia saliese de la tienda a paso apresurado. Cuando preguntó más tarde a su madre, ella le dijo que la mujer preguntó una sola cosa, un nombre. Adaline. Hermione y su madre no tenían idea de con quien la había confundido la mujer rubia, y su madre no le dio mucha importancia al asunto.

Las compras terminaron tranquilas, su madre se mostró muy interesada en intercambiar ideas con Madam Malkin y establecieron el contacto entre ellas. Se marcharon de la tienda con varias bolsas y las miradas curiosas continuaron fuera de la tienda. Hermione la guió a un pequeño café y compartieron un té para dar por terminada la tarde.

-Hermione- le llamó su madre, la atención de la muchacha se centró en ella -tu padre y yo hemos querido estar seguros de tu seguridad, desde que entraste a este mundo- gesticuló abarcándolo todo -hemos puesto especial atención en el tema. Sabemos que eres brillante y muy capaz, pero siempre se ha sentido como si estuviésemos en desventaja. Mandándote a un mundo que desconocemos sin las herramientas que tus compañeros tienen- Hermione tomó su mano y le dio un suave apretón. -Por muchos años no estuve ahí para ti, mi amor- confeso con un tono tranquillo -y es algo que me ha dolido, me perdí muchos de tus grandes logros y quiero que sepas que no planeo perderme ninguno más- su mirada amorosa y vulnerable se posó en su hija y Hermione le sonrió, agradecida.

-Quiero que sepas, que puedes contar con nosotros, quizás no podamos hacer mucho, pero siempre lo daremos todo por ti- le prometio su madre con un gesto amoroso -confía en que estaremos ahí para ti, siempre- Hermione asintió y se levantó para abrazar fuertemente a su madre. Pronto acabaron la tarde de compras y fueron a casa.

Jean Granger era una mujer apasionada. Conoció a Frederick Granger en la universidad, cuando ambos asistían a universidades distintas, pero, se conocieron en una fiesta de verano, en su primer año escolar. Se casaron jóvenes, apenas unos meses después de conocerse, . Y con menos de 20 años Jean se embarazó. Hermione nunca conoció a sus abuelos maternos, fallecieron cuando ella era una infante, pero sabía que era una familia adinerada, así que no fue un problema el que Jean continuara su educación y criara con ayuda a su bebé. Los primeros años de su vida, Hermione recordaba a su madre estudiando, ella le infundió su amor por la lectura. La carrera de su padre fue más corta y pronto estaba en la corte, era un exitoso y apasionado abogado. Al no necesitar el dinero, su bufete representaba en su mayoría a aquellos que realmente lo necesitaban, más no podían costearlo. Su socio y mejor amigo era Hugo Richards, quien también era el padrino de Hermione y básicamente su tío. Habían coincidido en la universidad, y la rivalidad entre ambos no tardo mucho en convertirse en amistad. Hugo era la única familia que tenía, más allá de sus padres. Sus abuelos paternos también habían muerto cuando ella era muy pequeña para recordarlo, los detalles nunca fueron claros, más sabía que había sido un accidente, y al ser sus padres hijos únicos, no había más familia para ambos.

Nunca sintió que algo le faltara, y siempre supo que la razón de porque su madre invertía tanto tiempo en su carrera era con el fin de ayudar a otros. Ella estaba sumamente orgullosa de ello, más era cierto que durante su infancia la presencia de su madre no era prolongada, y eso la unió más a su padre. Durante muchos años visitar el bufete o la corte, era parte de sus días, y en realidad a Hermione no le molestaba. Charles, el hijo de Hugo, siempre la acompañaba, aunque Charles era 2 años más grande que Hermione, se criaron juntos. La única consecuencia de la ausencia de Jean en la infancia de Hermione fue que Hermione desarrollara una relación más cercana a su padre, y la falta de una presencia femenina en su día a día se vio reflejado en su apariencia. Mientras las otras niñas de su edad se preocupaban por cosas superfluas y banales, Hermione leía, y se preocupaba por el mundo. Política, leyes y justicia. Y nunca pensaba demasiado en su apariencia, si la prenda estaba limpia y su cabello fuera de su rostro, no le daba mucha importancia a su apariencia.

Jean trabajo duro para posicionarse en el punto de su carrera al que quería llegar lo más rápido posible, para poder estar ahí para su hija, pero, en realidad estaba dividida entre su pasión por su carrera y el amor infinito que le tenía a su familia. Rick más de una vez había hablado el tema con ella. Rick la apoyaba por completo, así como ella lo había hecho por él, y estaba orgulloso de la carrera de su esposa, pero la extrañaba en su vida y los años que perdía con su hija nadie podría reponérselos. Al Hermione cumplir 7 años, Jean empezó su carrera de forma real, al terminar largos años de estudios y residencias. Invertía muchos días y noches en el hospital y ella esperaba que en un par de años más, podría bajar el ritmo vertiginoso que llevaba, para posicionarse justo donde quería llegar. Pero, cuando Hermione cumplió 10 años su vida cambió. Una mujer con porte orgulloso y ropas extrañas se presentó a su puerta, un sábado que Jean pasaba con su hija y le informó que Hermione era una bruja. A partir de ese momento, la división entre ambas se volvió un abismo. Hermione entró a un mundo completamente nuevo. Emocionada de pertenecer, por primera vez en su vida.

Su Mione era una niña inteligente y gentil, pero hacer amigos siempre le fue difícil. Los niños de su edad no la apreciaban. Solían darla por sentado, aprovechándose de su bondad para que ella les hiciera sus deberes o ayudara en sus exámenes. Era una pequeña niña solitaria, cuya única presencia estable y continua, más allá de su familia, era Charles. Quien la defendía ferozmente de los malos tratos de los otros niños. Esa una razón más del porque Jean lo apreciaba como si fuese su propio hijo. Pero, Charles no podía estar siempre ahí para Hermione, su madre vivía en Estados Unidos, y Charles pasaba varias semanas al año allá. La diferencia de edad era otro factor, Charles ya había intentado crear precedentes para infundir respeto hacia Hermione infiltrándose a su escuela y su grado. Pero, cuando Charles cumplió 11 años, tuvo que cumplir la regla de su madre y entrar a la escuela en Norteamérica. Un internado, similar al de Hermione, más sin la magia. Hermione resintió la distancia, estableciendo que ella también quería marcharse para seguir a Charles, más sus padres no lo permitieron y trataron, sin éxito, de buscar el lado positivo en su día a día. La llegada de la magia a su vida, ayudó mucho, le regreso el brillo a sus ojos.

Hermione fue informada de su estatus como bruja un año antes de marcharse a Hogwarts y un año después de que Charles se marchara al internado en América, el internado que la instruirá sobre el mundo al que pertenecería. La escuela que le robaba a su hija 9 meses al año. Y aprovecho ese año para instruirse, la primera vez que visitaron ese callejón Diagon, Hermione salió con toneladas de libros de todos los temas imaginables. Y a lo largo de ese año, se instruyó en todas las áreas a las que tuvo acceso. Jean e incluso Rick habían tomado prestados varios libros para instruirse en el tema. Y durante la siguiente visita a ese curioso callejón Diagon, Jean había conseguido libros especializados en medicina mágica y Rick en derecho mágico. Las diferencias era aterradoras en el aspecto legal, por una parte sus entendimientos en el área eran arcaicos. Así como sus ropas y sus hábitos, lechuzas mensajeras, por favor, sus entendimientos de los derechos de criaturas mágicas y de personas de sangre sucia, eran arcaicas. Una sociedad construida por estirados arcaicos, orgullosos de su endogamia. Su mentalidad cerrada al cambio y a la diversidad era repulsiva. Más había bastantes aspectos que hacían a los magos superiores, omitiendo el obvio aspecto de la magia. No había racismo de razas entre los magos. Los matrimonios interraciales, que hace 50 años eran ilegales en gran parte de los países primermundistas muggles, jamás fueron un tema extraño para un mago o bruja. La segregación era por el estatus de sangre. Y cual la sociedad Romana, con quien compartían muchas similitudes, las relaciones homosexuales eran habituales entre magos. Una relación entre bruja y bruja era extraña, porque, para sorpresa de pocos, la sociedad mágica también era machista. No de forma tan abierta como el aspecto sanguíneo. Pero entre las grandes esferas de la sociedad mágica, veían a la mujer como una esposa trofeo y progenitora de cuantos bebés le fuera posible gestar. En las esferas cotidianas la mujer tenía más libertad, más el aspecto del lesbianismo aún era visto con malos ojos. El desperdiciar a dos brujas perfectamente capaces de producir bebés mágicos, les parecía absurdo. Las bellas mujeres que había observado en esos viajes al callejón, eran simples accesorios para sus maridos, y eso le parecía extremadamente triste.

Jean se había criado en una familia aristocrática, también se habían esperado de ella aspectos sociales de los que no pudo escapar en su adolescencia, más su padre le dejó en claro que esperaba de ella una carrera exitosa, sin importar él área en la que decidiera fungir la misma. Su padre se mostró orgulloso de su decisión de volverse cardióloga. Y aunque falleció antes de que ella terminara sus estudios, su padre la inspiró a exigirse más de ella misma. Había asumido los roles que le había heredado, haciéndose cargo de las responsabilidades que venían con el título nobiliario que cargaba en su cabeza. Ella no administraba la carga que venía con las distintas caridades de su familia, más era más que generosa con las donaciones y aceptaba asistir a cuantos eventos sociales se requerían de ella. Mientras los mismos no interfirieran con su familia y su carrera, ella no tenía problema con cumplirlo. Para muchas mujeres que frecuentaba en las cenas y subastas caritativas, Jean Granger lo tenía todo. Pero, en el fondo de su ser, sabía que le faltaba lo más importante. Hermione.

Rick Granger era su roca. Le ayudaba a recordarse que tenía necesidades humanas, desde que se conocieron en la escuela, Rick le recordaba que necesitaba dormir, que necesitaba comer, que salir a tomar aire libre de vez en cuando era saludable. Rick la regresaba al mundo de los seres humanos saludables. La hacía sentir viva. Sus personalidades eran muy distintas. Donde Jean era ambiciosa y determinada, Rick tomaba los problemas con una mentalidad más relajada, tomándose su tiempo para encontrar la solución adecuada, la solución lógica, mismos resultados exitosos, menos la carga de estrés innecesaria. Su carácter era gentil, en muchos sentidos Hermione se parecía él. Su cabellera era la misma, rebeldes rizos. Y ambos tenían un profundo sentido de la justicia, más respetaban las reglas, las leyes y la lógica para llegar al mismo fin, de mejor manera que sin las mismas. Hermione tenía el fuego que Jean poseía, la fiereza que despertaba cuando se trataba de defender a su familia o hacerle frente a injusticias que no iban a ser perseguidas o que bien el sistema fallaba en reprender. Mas el fuego de Hermione se mantenía dormido, añejado y controlado por la lógica y tranquilidad que le brindaba la crianza de su padre. En alguna ocasión Hermione lo dejaba salir, y más satisfecha de lo que era correcto demostrar en Jean, Hermione dejaba que su fuego arrasara. La ocasión en la que uno de esos jovencitos estirados aprovechó para burlarse de una criatura inocente y su inminente muerte provocada por él, sacó el fuego de Hermione, provocándole un contundente puñetazo en su cara. Jean recibió orgullosa la carta de Minerva McGonagall con respecto a la reprimenda de su hija. Más Rick no escondió su orgullo, dejando salir una sonrisa satisfecha al enterarse. No hubo siquiera un regaño por parte de sus padres por el incidente, sólo miradas orgullosas y una sugerencia de su padre de que tomara algún curso de defensa personal, para mejorar esos golpes.

Rick Granger venía de una familia de clase media. Una familia cálida y amorosa que proveía por él, en más maneras que sólo el aspecto económico. Entró a Cambridge a base de su esfuerzo y determinación, consiguiendo una beca completa para sus estudios. Sus padres estaban orgullosos de sus logros y jamás trataron de ocultarlo, más no exigían nada de él. Sus opciones estaban abiertas para que Rick decidiera qué quería hacer con su vida. Se decidió por derecho dada su necesidad de buscar justicia para este mundo, por su necesidad de ayudar aquellos que más lo necesitarán. Era un estudiante centrado, más no obsesionado con sus estudios, era muy consciente de su necesidad de mantener notas que secundarán su valor como estudiante y lo hicieran merecedor de esa beca. En sus primeras semanas en Cambridge, Rick conoció a Hugo. Un heredero presuntuoso con el que compartía varias clases. La clase de sujeto que a primera impresión era un bastardo arrogante y una vez lo conocías, se volvía más interesante y profundo, más se mantenía como un arrogante bastardo. Ambos se complementaban, de una manera que a Jean resultaba curioso aún hoy en día. Rick lo mantenía a raya y Hugo lo sacaba de su zona de Comfort.

Gracias a Hugo, quien arrastró a ambos a esa fiesta de verano, en conjunto con una amiga de Jean de la cual no se hablaba mucho en casa, Rick y Jean se enamoraron. Hugo y Jean coincidieron mucho en eventos sociales mientras crecían, Hugo también cargaba con un título nobiliario sobre su cabeza. Responsabilidades que no atendió durante muchos años, más estuvo dispuesto a seguir el protocolo una vez Rick los empezó a acompañar, una vez después de casarse y formar parte de ese mundo, Rick se sumergió en el mundo de galas y subastas de caridad. Y no lo despreciaba, pues le daba la oportunidad de hablar con las personas correctas para realizar cambios positivos en el código penal.

Ambos padres de Hermione eran mariposas sociales, y Hermione envidio esa habilidad por muchos años. Su apariencia, cuando se permitía pensarlo, también estaba en desventaja con respecto a sus progenitores. Pero, Hogwarts cambió eso. Hermione encontró amistad, y excepto por algunos indeseables, se encontraba en un ambiente amigable y saludable. Harry era su hermano, quizás Charles era la única otra relación que competía con respecto a cuán cercanos eran. Era difícil determinar con quien tenía una relación más cercana y en realidad innecesaria la comparación. Charles era una presencia brillante y alegre en su vida, le recordaba a su infancia y a cada momento alegre durante muchos veranos. Más el estar separados por 9 meses al año, los últimos 10 años, había dejado su marca. El estatuto del secreto provocó que se alejaran un poco más. Charles sabía tanto como Hugo y sus padres. Ella siempre ocultó información, lo que pensaba ellos no podrían entender. Y el que Charles y Hugo supieran mucho sobre el mundo mágico, podía traer serios problemas, por lo que los mantenía al margen. Su relación con Harry se formó a base de enfrentar el peligro juntos, desde esa noche en el baño de niñas en el que se enfrentó a un troll por ella. Hubo muchas peleas infantiles, muchas más aventuras y el enfrentarse a los enemigos del día a día. Pero, en los momentos calmos, en los momentos felices, habían afianzado su amistad. Un profundo entendimiento el uno en el otro. Harry también había tenido una infancia solitaria, peor que la de Hermione, quien tenía a su familia, a Hugo y Charles. Por lo que, cuando Harry parecía preferir a Ron y a los Weasley por sobre ella, en realidad no le sorprendía y con el tiempo dejó de molestarle. Ellos le ofrecían la grande y feliz familia que Harry siempre quiso. Ron era un hermano para Harry, mientras que entre Rin y Hermione su relación era cordial, simple y amistosa en los buenos momentos. Ron se preocupaba por ella y Hermione por él. Ron defendía su honor, porque así lo habían criado. Más no había mucho terreno en común y no había ese entendimiento entre ellos como lo había con Harry. Por un tiempo, el no sentir lo mismo por Ron que por Harry, y el que su relación fuese explosiva, provocó que Hermione imaginara sentimientos que no había ahí.

Quizás fue en tercer año, en el que las discusiones y peleas duraron muchos meses, sabía que ella estaba lejos de ser la víctima, pero el que Harry pareciera siempre elegir el lado de Ron, provocó que su frustración creciera. Curiosamente la víctima de ese fuego que solía mantener a raya, fue Draco Malfoy. Y no se arrepentía ni un poco. Desde ese golpe, Malfoy la trataba con algo parecido al respeto. Que se podía traducir a sencillamente ignorarla, lo cual ella agradecía. Ese fuego la hizo confundir sus sentimientos, la hizo pensar que quizás esa intensidad provocada por Ron podía ser algo más que sólo frustración y peleas. El verano antes de la Copa Mundial de Quidditch llegó a conversarlo con su padre. No se sintió capaz de decírselo a nadie más, y su madre estaba ocupada trabajando. Su padre lo pensó mucho y le dio una respuesta que aún resonaba en sus recuerdos.

Hermione, hay distintos tipos de relaciones, pero las relaciones de opuestos, suelen ser la que más publicidad cuentan. Hay algunas que son complementarias, en las que encuentras en la otra persona, aquello que te hace falta. Tu madre y yo tenemos una relación así. Sabes que ambos somos muy diferentes, pero que esa diferencia no nos separa, nos junta. Que su manera de ver el mundo, me ayuda a encontrar soluciones que de otra manera no encontraría. Y viceversa. Y quizás lo más importante, ella es mi prioridad, ella va primero que mi orgullo o mis prejuicios.

Debe de haber terreno en común, algo que los una, que desaparezca las dudas que surjan al pensar si en realidad tienen algo en común, si en realidad pertenecen el uno al otro. Un amor explosivo, atrae a todos, más la explosividad del mismo suele volverse peligroso para ambos. Cuando no hay explosiones, en esos momentos del día a día, ¿si quiera se toleran?

El amor real vive en los pequeños momentos, cuando tu madre suele esconder su sonrisa tras su taza de café matutina, la manera en la que después de casi 20 años de estar juntos, aún me logra sorprender cada mañana al verla dormir a mi lado, el que no cambiaría nada de ella a pesar de lo frustrante que sus actitudes pueden llegar a ser. El que la amo entera. Y el que estoy seguro que dentro de otros 20 años, este amor seguirá igual, incluso mayor, nutriéndose de cada día.

Hermione, si imaginas tu vida al lado de Ronald dentro de 20 años, y crees que esos 20 años incrementarían su amor, si crees que no lo cambiarias, por mínimo o irritante que sea, si tienen terreno en común, y esta relación se basará en algo más que solo explosiones o bien, el tiempo entre cada explosión vale lo mismo que la misma explosión. Si es así, tienes mi bendición de seguir ese sentimiento, pero, si no es así, mi amor, no busques un corazón roto y una amistad destruida.

En realidad no hay prisa, Mione. Errores cometerás muchos, y tienes más tiempo del que imaginas para cometer cada uno de ellos. Pero, creo yo, que cuando viene a costa de amistades largas y fructíferas, no lo vale...

Sus palabras vivían en su memoria, y el no perseguir ese instinto de seguir a su fuego interno con respecto a Ron, le regalo paz, la fricción desapareció y ella reconoció sus errores, poco a poco intentando remediarlos. Sorprendida se encontró con una relación más cordial con Ronald, al no estar constantemente a la defensiva, Ronald la trató con una naturaleza más amable. Cuando Viktor Krum apareció en la imagen, y Hermione captó su interés, Ron y Harry actuaron como sus hermanos mayores, declarando sus intenciones de protegerla con respecto al mago extranjero y mayor que ellos. Más no intercedieron más, no hubo celos ni enojos innecesarios, que bajo otras circunstancias habrían sobrado en una situación así en años anteriores.

Ella amaba a Ron, era como su hermano, quizás la relación no estaba en el nivel que Harry, pero, se debía a que el vínculo entre Harry y Hermione era profundo y familiar, diferente. Y Ron no parecía resentirlo.

Otra presencia importante en su vida era Neville, gentil y constante. Un amigo en el que sabía que podía confiar. Aquel con el que quizás no compartía aventuras, más que la recibía con una sonrisa cuando entraba en la habitación, aquel que la acompañaba por las largas tardes en la biblioteca. Una presencia cálida y constante en su vida. Y agradecía cada día el que fuesen amigos.

Ginny era su mejor amiga. Antes de ella Hermione solo había mantenido amistades con hombres. Desde Charles a Harry. Y el tener una amiga a quien confiarle sus secretos, aquellos que no compartía con los chicos, era refrescante. El no tener que someterse a miradas graciosas o juicios por parte de los chicos, el poder permitirse ser una chica con alguien más. Ginny era radiante y esa luz era contagiosa. Su risa alegre, su poco interés en someterse a los juicios de los demás. Ginny era libre. Y la contagiaba con el deseo de deshacerse de sus ataduras que le impedían vivir su vida al máximo, tal como Ginny lo hacía. Siendo la menor de 6 hermanos para Ginny, Hermione también fue un pilar en su vida. Ginny era una mariposa social a la que no le costaba hacer amigas. Más la relación con otras, podía resumirse a ser superficial. Con Hermione no sentía juicios y sentía la libertad de ser honesta. Sabía que podía hablarle de cualquier tema con la naturalidad que brindada el ser parte de su vida por los últimos 4 años.

Y por último, la última adición a su querido grupo de amigos cercanos, Luna. Ginny había sido amiga de Luna por varios años, más la lógica de acero de Hermione, la volvía inmune a la visión de la vida tras los ojos soñadores de Luna. Luna era un hábito adquirido para ella. Solo le tomó unos meses acostumbrarse a su refrescante manera de ser. El poder escuchar más allá de lo que a primera instancia parecían fantasías. Luna veía más allá de lo que uno le mostraba. Con Ginny mantenían la sospecha de que Luna podría ser una vidente. Una real, a diferencia de Trelawney. Luna era honesta, y sus palabras salían sin filtro de sus opiniones y pensamientos. Eso solía alejar a muchos, la había alejado a ella en un principio. Pero, Luna era cariñosa y leal, una amiga sincera. La mejor cosa que resultó del año pasado, había sido su amistad.

Con Ginny, Luna y Neville, este verano la comunicación había sido escasa, y los tres respetaron su necesidad de alejarse. Sabía que Ginny estaba sumamente en contra, más respeto sus deseos. Y aunque en algún momento el miedo de perderlos si no era parte de sus vidas con constancia, la habría paralizado, este verano confiaba en que eran sus amigos genuinos y que eran conscientes de que ella necesitaba ese tiempo para ella misma.

Esa mañana despertó con una sonrisa. Desde el haber terminado el ritual en su hogar, no sentía preocupación ni pánico. La casa había pasado a ser parte de ella. Dormía mejor, la influenza de la seguridad que sentía en su hogar y su riguroso entrenamiento provocaron que las últimas semanas de agosto terminaran en un instante. Había trazado un plan de entrenamiento al cual someterse en Hogwarts. Sabía que el exceso de tiempo libre y la falta de una rutina, podían destruir el avance, tanto mágico, psicológico, físico y emocional que tanto le había costado lograr en ese verano, gracias al cual se sentía útil y completa. Los problemas que no podía resolver inmediatamente, en su mayoría psicológicos y emocionales, los resolvería al terminar la guerra, arrastrándolos al fondo de su mente, almacenados para no afectar su situación actual. Esa era una promesa muy seria que se hizo a sí misma, siendo consciente de lo poco saludable que era ignorar los problemas. Especialmente los problemas de tal naturaleza. Más no había nada más que pudiese hacer.

Comenzó su rutina automáticamente, ató su cabello en un moño alto, cambió sus pijamas por el conjunto deportivo de short y brassiere deportivos negros y tomó sus zapatillas de deporte, en esos tres meses había acabado con su primer par y esa semana había comprado este par, junto con los pares que creía necesitaría durante el año escolar, empacados en la maleta que la miraba expectante a la entrada de su armario. Al estar lista, tomó su varita y la guardó en el discreto bolsillo que había agregado a su conjunto. Y a paso ligero salió de la casa. Las calles desiertas de Londres que recorría, se mantenían oscuras, sólo iluminadas por las luces de la ciudad, caminaba estirando sus músculos, preparándolos para el esfuerzo que estaban a punto de realizar. Al llegar al jardín que ya conocía como la palma de su mano, se posicionó y arregló su atuendo. Podía sentir el frío de la madrugada en su piel expuesta, más sabía que dicho frío pronto desaparecería. Y arrancó su carrera.

El viento corriendo sobre su rostro, el sudor recorriendo su cuerpo, el calor aumentando a cada paso. Mientras muchos corredores escuchaban música para inspirarse y continuar, Hermione se recordaba con cada paso porque hacia esto. Por ella, por la fortaleza de sobrevivir y proteger a su familia, a sus amigos. Era motivación más que suficiente para continuar, para exceder sus limitaciones del día anterior. Las horas pasaron tras sus ojos y la luz iluminaba a paso perezoso su paso. Exhausta, con sus piernas y pulmones en llamas, Hermione regreso a casa. Fue directamente a su habitación. Y con paso lento se quitó su atuendo deportivo y con un hechizo lo mandó a la sala de lavado, junto con su pijama abandonado. A paso perezoso se dirigió a su baño y lleno la bañera con agua caliente. Mientras esperaba a que se llenara, se duchó rápidamente, eliminando el sudor para poder disfrutar a gusto su baño. Una vez frente a la bañera llena, esparció sus sales de baño y se sumergió satisfecha en la cálida agua. Su cuerpo se relajó, sus tensas piernas dejaron ir el estrés. En unas horas se enfrentaría a su vida, vería a sus amigos, a Harry, no pudo evitar la sonrisa que le provocó pensar en ello. Pero, también fue consciente de que sería difícil, que tendría que dar respuestas y enfrentarse a lo que ese año tenía para ofrecerle. Sabía que no sería fácil, más el pensamiento de regresar al castillo aún le producía añoranza. Sabiendo que sus padres estaban seguros, podía enfocarse en lo que vendría a continuación.

Salió de la bañera cuando el calor se extinguía y lavó el resto de su cuerpo y su cabello. El ambiente era cálido y agradable en su baño, por lo que no busco con urgencia la toalla. Se enfrentó al reflejo que la miraba a en ese espejo de cuerpo completo y cómoda con su desnudez, admiro su reflejo.

Su cuerpo era fuerte, orgullo impregnó su mirada. Ya no se veía como si fuese presa fácil. Suaves músculos en sus brazos y piernas, un tono muscular firme en todo su cuerpo. Su plano abdomen, sus curvas pronunciadas, el alimentarse correctamente ese verano le regalaba un cuerpo atractivo, una figura parecida a la de su madre. Su rostro había madurado un poco también, sus rasgos más finos, la suavidad de la infancia desaparecía día a día. El fuego en sus ojos, la vida que habitaba en ella. El cálido tono dorado en su piel y el sonrojo del baño caliente en sus mejillas. Estaba viva.

Se envolvió en una cálida y suave toalla y salió del baño al terminar el resto de su rutina matutina. Con paso perezoso se dirigió a su armario. El día era soleado, cálido. Pronto ese calor desaparecería, así que aprovechó para vestir uno de los vestidos que su madre había elegido por ella. Hace 3 meses no se habría atrevido a usar tan corta prenda. Más se sentía cómoda en su piel y quería despedir el verano y el calor con una prenda bonita. Desenredo sus rizos con un hechizo, agradeció no tener que enfrentarse a ellas con un cepillo y lo seco de la misma manera. Encima de su cama ya hecha, se encontraba la ropa limpia que había dejado hace unas horas. Y con una sonrisa acomodó todo lo que no llevaría a Hogwarts, dejándolo perfectamente ordenado y con varios hechizos anti polvo. Su baúl ordenado y empacado esperaba a un lado de la puerta, así como la maleta extra que llevaría. Decidió encogerla y guardarla en su baúl, así como puso al baúl un hechizo para volverlo ligero. La canasta de Crookshanks descansaba encima del baúl. En una bolsa de mano guardó todo lo que necesitaba a mano, incluida su varita, una chaqueta negra de piel y el diario de Viktor.

Bajo las escaleras acomodando su vestido y ajustando las sandalias de tacón alto que su madre eligió por ella. En parte este atuendo era para ganar la mirada satisfecha de su madre. Y un par de hechizos hacían a los zapatos cómodos, por lo que no era una molestia.

Los pasillos de la planta baja, bañados por la luz que provenía de las ventanas, las pinturas que decoraban las paredes de un blanco perla y los muebles, decorados con fotografías de la familia, libros o floreros llenos de hermosas rosas, peonías o dalias. No podía evitar sonreír recorriendo su hogar. Al llegar al comedor, sus padres ya la esperaban ahí. Su madre portaba un sencillo vestido amarillo, que le regalaba color a su rostro, así como recalcaba una actitud relajada que normalmente no mostraba. Un vestido sin mangas y largo, se abría a la altura de la cintura y un ancho cinturón del mismo tono del vestido recalcaba su figura. Sencillas sandalias negras acompañaban el atuendo, curiosamente el mismo modelo que llevaba Hermione. Llevaba su cabello peinado en dos gruesas trenzas que se envolvían como una corona en su cabeza, dejando algunos cabellos libres enmarcando su rostro. Unos sencillos aretes de diamantes adornaban sus lóbulos y su anillo de compromiso eran las únicas joyas que portaba. Su padre en cambio, usaba un pantalón de vestir gris, con un estampado, una camisa de vestir azul marina y mocasines. Por separado cada prenda era seria, pero al combinarlo, aunque no tenía mucho sentido, se volvía cohesivo y casual. Ambos la recibieron con una sonrisa y Hermione abrazo a cada uno. Era su última mañana juntos. El desayuno era tranquilo, platicaban sobre las vacaciones veraniegas del año pasado, habían visitado Malta, y disfrutado del mar Mediterráneo, y hablaban de quizás repetirlo para la primavera de este año. Ni su padre ni su madre habían traído a trabajo a la mesa, su atención estaba fija en ella, y ella apreciaba el gesto.

-Tengo una sorpresa para ti- su padre mencionó, después de recibir un mensaje de texto. Con una sonrisa curiosa Hermione espero para que le dijera en qué consistía la sorpresa. Y lo sintió en ese momento, dos presencias estaban entrando por las barreras de su hogar, pánico hábito su pecho por un instante y acabó abruptamente al reconocer a las personas, dejándolos entrar. Charles y Hugo, pronto escucho sus pasos y un par de brazos la atraparon por detrás, levantándola de la silla y llevándola a los brazos de Charles. No pudo suprimir su emoción y sus risas. Abrazándolo fuertemente, sus piernas colgaban en el aire. Charles era considerablemente más alto que ella y fuerte al considerar con qué facilidad la había levantado en el aire.

Cuando finalmente la soltó, Hermione fue abrazada por otro par de fuertes brazos. Hugo. El abrazo fue cálido, a través del contacto podía sentir su amor. Separarse fue inevitable, pero el cálido abrazo de su padrino se sentía reconfortante.

Hugo era un hombre alto, de frondoso cabello oscuro, lacio y que mantenía perfectamente peinado en corte, más fuera de ella, los mechones despeinados no seguían ningún orden. Sus ojos grises, cercanos al acero, muy oscuros para detectar su tono gris en cierta iluminación. Tenía la edad de sus padres, y se mantenía igual de bien conservado, rodando los 40, más sabía de su hábito de perseguir a mujeres quince años más jóvenes que él, y ella entendía el porque. Hugo era un hombre guapo, rico, con un buen y noble trabajo. Sus rasgos eran elegantes, más su actitud juguetona y despreocupada te hacía olvidar que era un duque.

Y a su lado, Charles que la miraba con una sonrisa amorosa, no pudo evitar devolvérsela. En realidad no había mucho parecido con su padre. El cabello cálido de un tono miel, los ojos de un profundo azul y un saludable bronceado, gracias a su verano recorriendo india en motocicleta. Su cabello era más largo de lo apropiado, haciendo que sus ligeras ondas se apreciaran mejor y distinguió un par de tatuajes que decoraban sus brazos. Ciertamente había cambiado mucho en los últimos meses. Seguir los pasos de Casanova de su padre le sería más bien sencillo.

-Mione- canturreó Hugo demandando su atención -bruja escurridiza- burló con una sonrisa divertida -llevas un mes en Londres y ni un saludo de tu parte- el puchero infantil le sacó una carcajada.

-He estado un poco ocupada- se disculpó con una sonrisa.

-Totalmente- aseguró su madre que los acompaño con su taza de café en sus manos, después de haber saludado con un cálido abrazo a Charles y ofrecerle de desayunar, lo cual él negó agradecido -ha pasado cada minuto del verano ocupada- agregó antes de tomar un largo trago de su café -si no la veías leyendo, investigando o corriendo, estaba en la piscina- con un gesto amoroso su madre le dedicó una mirada. Hugo frunció el ceño mirándola con atención.

-Ciertamente te ves excelente, Mione- admitió tomando su mano y haciendo que girara en su mismo eje, admirándola. El sonrojo en las mejillas de Hermione era visible. Su padre estalló en carcajadas.

-Hábitos saludables y juventud- declaró su madre con un tono acusatorio, Hugo minimizó la idea con un gesto.

-Buena genética, Jean- declaró con una sonrisa y un guiño en su dirección. Su madre respondió negando, más una sonrisa hábito sus labios por un momento así como un ligero sonrojo -y es que mira que gallardo y atractivo padre tienes, Mione- su tono juguetón y sus cejas sugestivas provocaron una sonrisa divertida en todos, y Hugo se dirigió a su padre divertido, quien ligeramente sonrojado no pudo ocultar sus carcajadas.

-Yo llegue primero- Declaró su madre posando su mano con el gran anillo de compromiso visible y reluciente, en el hombro de Rick.

-Técnicamente Hugo llegó primero, mi amor- intervino su padre con una sonrisa, Hugo sonrió triunfante. Su madre bufo divertida. Estas interacciones eran más bien comunes, y sabía que podían continuar todo el día burlándose entre ellos.

Charles se acercó durante toda esta interacción a su lado, y su mano se había deslizado hasta tomar la suya, con un gesto indicó en dirección al jardín, y ella asintió. Era divertido presenciar estas pequeñas peleas cariñosas y divertidas de sus padres, más pasar un momento con Charles era más valioso para ella. Sus padres no prestaron atención cuando ellos salieron del comedor en dirección a las puertas francesas que llevaban al jardín.

-India te sentó bien- declaró ella con una sonrisa. Él le dedicó una sonrisa agradecida.

-Me hubiera gustado que me acompañaras- declaró en ese tono suave y cariñoso que usaba con ella, a lo que Hermione asintió.

-Tuve un verano ocupado- se disculpó con una sonrisa tímida, Charles la miraba fijamente, analizándola- nada me hubiera gustado más que el poder haberte acompañado- agregó honesta, anhelante. Era un deseo egoísta, imposible. Pero, la fantasía de no haber sido una bruja, de poder haber acompañado a Charles a su internado en Estados Unidos, de tener aventuras y viajes. Una vida feliz y brillante a su lado. Pero, ese no era su destino, y ella lo sabía.

-El próximo verano, te llevare a recorrer Asia en motocicleta- le prometio con una sonrisa -y después podríamos recorrer Europa o América. Con gusto recorrería el mundo contigo- prometio acariciando su mejilla amorosamente.

-Me gustaría- respondió Hermione presionando su mejilla en dirección al contacto. Y se mantuvieron así, Hermione con sus ojos cerrados y alimentándose del amor en los gestos de Charles hacia ella, mientras Charles la miraba fijamente, tratando de resolver el enigma que encerraban sus ojos.

-Sabes que puedes contar conmigo, ¿verdad, Mione?- Hermione abrió sus ojos y los posó en Charles.

-Claro que sí- respondió rápidamente, su tono sorprendido, más aún así honesto, Charles asintió, tomando uno de sus rizos que reposaba en su rostro, devolviéndolo a su lugar, detrás de su oreja, manteniendo su mano en su mejilla.

-No cargues el peso del mundo en tu espalda, confía en otros. Divide la carga. Eres fuerte, poderosa y lógica, no permitas que una auto impuesta responsabilidad te consuma- su pulgar acariciaba su pómulo enmarcando sus palabras -Quizás yo no sea de ayuda, pero busca a alguien que lo sea- le pidió cariñoso, más ella sentía el peso de sus palabras. Asintió, pensando en como casi parecía que Charles sabía a lo que iba a enfrentarse. Casi. Y disfruto el resto del tiempo que le regalaba esa mañana a lado de Charles, escuchando sus aventuras e imaginándose en ellas. Soñando con una vida que no era de ella.

*El atuendo de Jean Granger corresponde al atuendo que usó Emma Watson para una cena de gala del duque de Cambridge en 2014.

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