Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, así como algunos textos que fueron extraídos de La Ilíada y La Eneida, los que pertenecen a Homero y Virgilio, respectivamente.
Esta historia es sin fines de lucro, solamente para sacar una que otra de mis frustraciones y sueños de escritora barata, je, je, je.
- Mi diosa, ¿por qué no me escucháis?-susurro melancólico.
¿Por qué jamás escucháis mis palabras ni comprendéis emociones…?
**********FLASH BACK***********
Troya, ciudad de anchas calles; edificaciones ostentosas dignas de los dioses; gente de piel morena curtida por el Sol; mujeres fastuosas ataviadas en telas finas de grabados tan bellos como quienes las portan; hombres valientes de facciones duras y alma de héroes; tierra de sagaces jinetes y expertos combatientes; esta es mi amada tierra, mi ciudad, mi hogar...
- ¡Ganimedes! ¡Ganimedes!
Puedo escuchad el encolerizado grito de mi hermano Iló. Siempre le pongo de tal humor, por lo que, dejo de lado el juego de contad los escalones del palacio y en incesante marcha llego hasta el intrépido ser que me llama.
- ¿Qué sucede, hermano?
- ¡¿En dónde estabais?!-cuestiona mientras me toma fuertemente del brazo.
- Ju-jugando- dudo ante él y sin poder evitad el desviad la vista al suelo.
- ¡¿Sin vigilancia alguna?!-sacude mi brazo, más no me quejo-¡¿Cómo os ocurre haced tal impertinencia?!
Iló es uno de mis hermanos mayores. Es guerrero sumamente diestro en la espada, la pica, pero sobre todo, en el arco. Será futuro heredero del trono y le admiro. Y me sentiría sumamente agraciado, si fuese como él. Lamentablemente, es quien se toma más a pecho todo aquello que concierne a mi seguridad.
- No pensé que dentro del castillo, necesitase de guardias, hermano-menciono sin miradle-Lo lamento.
La sutil respuesta y la evidente culpa en mis acciones, no parecen apaciguad su ira, por lo que con la otra mano, toma firmemente mi mentón, obligándome a miradle.
- ¡Tú, siempre requerís de soldados! ¡Miles de ellos! ¡¿Acaso no os preocupáis por que te secuestren, ultrajen o asesinen?!
- ...-no pude responded ante tal cuestionamiento, no porque no haya tenia una respuesta eficaz, sino por la turbación ante la severidad para conmigo.
- ¡Sois un joven impertinente!-suelta groseramente mi rostro, pero no así, mi brazo, el cual ya empieza a punzadme de dolor-¡Si os pasara algo, Troya entera os llorara lágrimas amargas de dolor!
- ¡Parad ya, Iló!-al pareced mi madre ha escuchado los regaños de mi hermano y ha venido a mi rescate-¡¿Por qué le gritáis así?!
Una vez que se ha puesto a nuestra altura, hace que mi hermano suelte mi brazo y se interpone entre ambos, para enfrentadle:
- Madre, vuestro hijo impertinente ha estado jugando sin protección alguna. Sabéis que es muy peligroso que ande cometiendo tales injurias.
- Si, os doy la razón, hijo mío. Mas no creo que gritándole sea la forma correcta de hacedle ver su error.
Observo tímidamente a mi madre, quien emula a una estatua de una diosa por su entereza y encanto. Es una mujer de fina figura pero carácter que cualquier guerrero envidiaría. Y su belleza, casi parece divina pues posee características físicas distintas al del pueblo que reina mi padre. Su tez es blanca; sus cabellos son ensortijados y de color rojo, suaves al tacto; sus ojos son pequeños, pero en un color verde intenso. Mirada indómita que heredo mi hermano Iló y que ahora, enfrenta con la misma intensidad.
- Madre, no os protejáis. Sabéis tan bien como yo, que es debed nuestro cuidadle de mordaces miradas e impuros sentimientos.
- Es un niño, solamente un niño.
- No hablo por él, sino por el resto de los mortales que son vislumbrados por vuestra inocente belleza. Ganímedes, mi pequeño hermano...-ante su llamado, le miro indecisamente, sorprendiéndome al descubrid que la ira a desaparecido por completo de su mirada, para dar paso a una sincera preocupación-Sois similar a un dios en belleza y fineza, pero no así en fuerza, ello te hace presa fácil para algún insano. Solo anhelo vuestro bien.
Lo sé. Sé que amáis y que no es sólo vuestro deseo mi bien, hermano, sino el de mis amados padres y el de mi hermano Asáraco y el de mi querida hermana Cleopatra; pero jamás comprenderé como puede significad mi bien, el mantenedme fuera de la vista de los mortales.
- No todas las personas son como insinuáis, hijo mío. La afabilidad no siempre está ligada a la conveniencia...
- Todos son iguales, madre-le interrumpe mi hermano-Vienen a mi tierra ofreciendo desposad a mi hermana Cleopatra, para conseguir nuestra alianza. Más en el peor de las humillaciones, pedid a Ganímedes. ¡A un inocente crío! ¡Peor blasfemia nunca he escuchado!
- Calmaos, hijo mío. Vuestro hermano no necesita el saber sobre las infames propuestas que Tros, mi amado esposo, ha recibido de labios extranjeros-mi madre se gira para brindadme un tierna sonrisa y enredad mis negros cabellos entre sus dedos-Ganímedes, marchad a vuestros aposentos.
No puedo evitad desilusionadme ante sus palabras. Ella, diciendo a mi hermano que no era justo el tenedme siempre vigilado, me pide escondedme una vez más de las miradas ajenas.
Siempre lo hacéis.
Me ordenan permaneced encerrado entre las cuatro paredes de mi habitación. Seguro estoy que me mantendrían en cruel cautiverio si no fuese por los consejos de los ancianos.
- Lo que me ordenéis, cumpliré, madre-comienzo la larga caminata hasta mi aposento privado, sintiendo que cada paso, hace más y más asfixiante la sensación de dolor en mi pecho.
¿Por qué no entendéis lo que siento...?
No soy culpable de habed nacido con ésta apariencia, no la pedí. Dichoso sería si en vez de piel suave y delicada, hubiese recibido fuerza y agilidad para la cruenta batalla. Que en vez de rostro fino, hubiese tenido facciones fieras para infundir con solo mi apariencia miedo y no, un sentimiento de deseo.
¿Por qué a pesad de que me amáis en demasía, me tratan igual que todos los demás?
**********FIN DEL FLASH BACK***********
No han importado los siglos, ni las innumerables vidas en las que he reencarnado en valientes y nobles guerreros, al fin de cuentas, jamás dejare de ser visto como el trofeo de los dioses, un ser sin voz, ni voto, ni destino en particular…
- Haz luchado muy bien, príncipe-una voz interna comienza a hacer eco. Le conozco, así como a todas las demás voces, después de todo, soy también él-Ahora, permiteme hacerme cargo.
- No…no sigamos interviniendo en la vida de Kamil-me niego, devastado-Dejemos que viva sus últimos momentos. Ya hemos perdido…
El pelirrojo se quedó en el suelo, sentado e inmóvil, siendo la imagen total de la derrota. Kannon se acercó, intrigado por aquella situación:
- Oye, ¿qué te pasa, niño…?
- Os lo imploro, sobrina-dijo Eos-Ayáx, ve junto a Paris y haced lo necesario para obtener esas piedras-más que una petición aquello era una amenaza-Ulises, os quedaras a mi lado, en lo que me recupero.
- Moveos entonces, los llevare de regreso a vuestro Santuario, Athena. Entre más rápido terminemos, más pronto me librare de ese bastardo. Y vos… -señaló a Kannon con su abanico-vuestra alma está impregnada del cosmo de Athena, ¿por qué?
- Qué sé yo, carajo.
- Él…-la joven diosa tenía la vaga idea del motivo-hace poco, brindó su alma a mi servicio.
- Entonces, que no se aparte del lado del mancebo troyano.
- ¡¿Qué?!-tanto Kanon como Milo, objetaron, cuando una luz les encegueció-¡Carajo, no pueden siquiera avisar que harán eso!-objetó el gemelo.
- Continúen aquí su insulsa discusión.
- Shion, vamos, tú sabes que no soporto a los niños.
- Es una orden-le indicó seriamente el antiguo Patriarca-Milo y Hyoga, irán con nosotros. Kanon, cuida del príncipe.
- ¡Oh, vamos! ¡Yo no soy una niñera!- casi al punto del berrinche, continuó-bicho, ¿por qué no has hecho una escena de celos?
- Ese no es Camus…-mencionó tristemente-no creo que vuelva a ser el mismo.
- ¿Y tú, patito feo? ¿También mandaras al carajo a quien te necesita ahora?
- Protegelo por mí, por favor…-la madurez del mestizo una vez más le sorprendió.
Suspiró molesto, mientras les observó desaparecer nuevamente. Vaya equipo era ese: Athena, Hera, Shion, Milo, Hyoga y dos ángeles. No quisiera estar en los zapatos de los miserables que les enfrentarían.
Realmente no le preocupaban, y aunque Ganimedes debería estar feliz porque no moriría ni tendría que regresar al yugo de Zeus, su comportamiento era inexplicable.
- No te ves muy feliz con la idea de que ellos fueron a salvarte el culo-ante sus palabras, los grandes y expresivos ojos verdes de Kamil, le paralizaron. Había derrota y amargura en ellos.
- Lo que dijo Paris, no fue cierto. Tales joyas, no son objetos.
- ¿Y qué mierda son?
- Son personas. Vivieron siendo hermanos de Héctor, son seres de conocimiento infinitos que resguardan el poder de la madre naturaleza. Paris lo sabe, pero aun así, no le ha importado-comenzó a sollozar-¿Cómo es posible que no le interese el destino de aquellos que fueron sus hermanos, ni siquiera la vida de Héctor que murió por su insensata inmadurez?
Aquella respuesta, era tan obvia para él:
- Porque es un cabrón hijo de puta-Ganimedes no comprendió del todo sus palabras, ya que le miró confundido. Cielos, no cabía duda de que era un maldito mocoso.
- Los lazos familiares siempre fueron un tesoro invaluable para la realeza troyana-continuó el pelirrojo, secando su llanto-Príamo moriría de nuevo al contemplad que Paris a puesto en peligro la existencia de su hijo más amado.
- No lo justifico…-le tendió la mano para que se pusiera de pie. El príncipe la tomó y se levantó. No se había dado cuenta, pero el cuerpo de Kamil era alto y espigado-pero ese imbécil hace todo esto por la envidia que le tiene a su hermano. El desaparecerlo de la historia, es igual a decirle al mundo: "soy mejor que él".
- Les he fallado, a Héctor, a Kamil…no soy más que un inútil…-bajo la mira, entristecido.
Kannon no pudo encontrar palabras para hacerlo sentir mejor, así que intentaría cuidarle, tal como Shion le encomendó.
- Vamos, mejor descansa hasta que Athena regrese. Iremos al onceavo templo para que tomes una siesta.
Ya cuando se dirigían a la onceava casa, notó que Ganimedes tenía trabajo para bajar los escalones, hasta que finalmente cayó de bruces.
- ¿Acaso no puedes tener cuidado con ese cuerpo?-no era una persona sutil y debía aceptar que el trato a ese bello cuerpo, no le estaba gustando-Recuerda que no es tuyo.
- Lo lamento tanto…-se sonrojó en extremo al observar que raspó sus rodillas. Estaba tan avergonzado-no me acostumbro todavía.
- Qué remedio-ante su sorpresa, el joven rubio de boca sucia, le toma en brazos y comienza a caminar con él.
- Gracias-le dijo suavemente y sin perderle de vista. Ese joven griego, era muy apuesto, a pesar de esa mirada tan áspera.
- No lo hago por ti.
- Lo sé.
- Que carajos vas a saber
- Que amáis a Kamil.
- …-¡Mierda, que bochornoso! ¡Incluso ese niño se había dado cuenta! ¡¿Acaso tenía tatuado en el rostro que se deshacía por el pelirrojo?!
- Ni siquiera me contradecís.
- …-¡Y encima se burla el muy cabrón!
- ¿Por qué?
- ¿Por qué, qué?
- ¿Por qué le amáis?-le preguntó al momento que le rodeaba el cuello con ambos brazos, poniéndole nervioso.
- Dímelo tú que al parecer todo lo sabes.
- Por qué sois el único que me creéis. Lo vi en vuestra mirada cuando os dije que nuestro destino es vagad por el Inframundo. Observe vuestra preocupación.
- La verdad es que no me gusta escuchar eso, pero no creo que tengas motivos para mentir sobre algo tan grave.
- No tenemos miedo de falleced, pues lo hemos hechos durante siglos; tampoco tememos a caminad por el Inframundo ya que Héctor lo hizo durante años; nuestro miedo es que el poder de las doce constelaciones se vea menguado, dejando la Tierra a merced de los Olímpicos.
- ¿Por qué esta vez luce tan mal su futuro?
- La Gracia de Pérgamo fue rota por mi señora, pero el que la joya se fragmentase es lo más grave de todo, no es algo que sea consecuencia de los actos de Athena. Pero el que yo esté aquí, es derivado de la perdida de la joya.
- ¿Crees que alguien lo este provocando?
- Es posible.
- ¿Quién?
¿Quién? No sería la pregunta adecuada, si no, ¿por qué? Ese alguien que planeó todo, debía saber sobre la verdadera esencia del onceavo caballero y obtendría algo, pero aún no comprendía del todo que era. Aparte de Hera, Eos, Ares y Athena, había una divinidad más que sabía de su origen, pero ella perdería incluso su inmortalidad al saberse sobre sus lazos, así que no era congruente el hacerla sospechosa. Aunque, bajo tales circunstancias…
- Quizá…-murmuró, pero no terminó la frase ya que el imponente templo de forma redonda, le abstrajo-¿Este es el templo de Acuario?
- Es tu templo-le corrigió, mientras se adentraba en él.
- Que nostalgia…-contemplaba cada espacio de aquel sitio, tan conocido y a la vez tan ajeno. Se sentía abrumado por la sensación de seguridad tan similar a su hogar troyano a pesar de que aquel mármol le recordase al Olimpo-a través de muchos siglos y a través de diferentes miradas, este ha sido nuestro hogar ¿verdad?-Kannon sonrió. Que ingenuo niño. Alegrarse por un estúpido edificio.
Le llevó a la habitación que pertenecía a Camus y le dejó recostado en la cama:
- Hace frío-comentó distraidamente, para luego, buscar abrigo debajo de la frazada.
- Quizá se cuela el aire por ese tremendo hoyo que hicieron.
- Reclamadle a Héctor, mancebo rubio.
- Pero…-continuó-es divertido escuchar eso del maestro del agua y el hielo-le miraba estremecerse entre la tela, jugando como si fuese un crío de 6 años.
- Durante la cuarta guerra santa, tuvimos que usad un ataque de hielo durante la pelea en que fallecimos. Nunca esperamos que ese se volvería el distintivo de Acuario. El apodo de mago, lo obtuvimos desde el primer caballero al servicio de nuestra señora-impensable el olvidar a aquella vida que a pesar de ser de costumbres y creencias ajenas, viajo a Grecia a responder al llamado de su alma y que brindo a los seres humanos el poder necesario para defender la justicia y su propia existencia.
- ¿Acaso recuerdas todas las vidas en las que has reencarnado?
- Después de todo soy la primera existencia. Es sentirte ajeno y a la vez desconectado de esas vivencias. Es un sentimiento curioso. Veros morir una y otra y otra vez y otra vez-las emociones le inundaban cuando recordaba la muerte, eran intensas y algunas tan abrumadoras, que le hacían temblar de angustia.
- ¿No estás cansado de eso?
- Yo…nosotros…-corrigió, ya que no era solamente su elección-no podríamos estadlo, así lo decidimos…
«Ya lo has dicho, Ganimedes. Así lo hemos decidido. Y también no nos hemos rendido. Más que nunca, debemos pelear. Te lo ruego. Déjame intentarlo, yo también deseo que Kamil tenga más tiempo. Y quien venga después de él, también. Déjame ayudar nuevamente, oh gran príncipe de Troya.»
- No cambiareis…-una sonrisa amarga se dibuja en mi rostro. Es imposible para mí negadle a otra de las existencias más fuertes y venerables que he tenido, una oportunidad-Descansare un tiempo, entonces. Os deseamos lo mejor, Kalen de Alesia…