Aclaraciones:

—Pensamientos.

—Dialogo normal.

Advertencias:

OoC


El sillón, no es una opción.

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Parte 1: Panqueques y mordidas.

Ahora tenía que pensar en la forma de contentarla, pero... ¿Cómo? Ya todas sus ideas las había usado en situaciones pasadas. Aquel arreglo floral que, con ayuda de Ino resultó ser el detalle perfecto para no tenerla enojada, para volver a probar comida caliente, para volver a usar ropa limpia, para volver a dormir en la comodidad de su cama, para volver a dormir "cálidamente". Claro que no sólo fue aquel arreglo floral el que le permitió volver a pisar su habitación, acompañó el detalle con algo más, pero no entraremos en detalles.

Ahora tenía que esforzarse aún más si es que no quería seguir pasado sus noches en el sillón de la sala, solo, con frío, solo él y manue... Que diga, solo y triste... ¡Ejm!

Las flores, aquel oso de felpa enorme, la carta, los globos... El baile exótico de aquella noche. Ya no se le ocurría nada, nada en absoluto.

Tal vez si recurría a...

— ¿Qué haces aquí papi? —Lo sacó de sus pensamientos la tierna vocecilla de un pequeño de cuatro años. Que se encontraba de pie frente al sillón, siendo un poco visible con ayuda de la tenue luz de luna que se filtraba por entre las ventanas.

—Hijo, ¿no deberías de estar dormido?

— ¿No deberías estar en tu cuarto con mamá?— Touché.

Astuto. —Pensó sonriendo para sí mismo. —Uhm... Dormiré aquí, hijo.

— ¿Mami volvió a molestarse contigo? —Preguntó inocente el pequeño.

—Ella sólo...— Suspiró, a ese niño no se le escapaba nada. —Es tarde, deberías de dormir ya.

— ¿Puedo dormir aquí contigo? —Hizo otra pregunta sentándose sobre el abdomen de su padre, que estaba recostado a lo largo del sillón con las manos detrás de la nuca.

— ¿Qué hay de malo con tu habitación?

—Nada... —Inclinó la cabeza el niño, refugiando aún más su rostro en la oscuridad.

—Hijo, un ninja debe ser valiente —Se acomodó tomando asiento, cuidando que su hijo no cayera de encima suyo.

—Sí, papi...— dijo desanimado el niño.

— ¿Estás seguro? —Insistió el padre pasando sus dedos por los platinos cabellos del niño.

—Me asusté al escuchar a mami gritar... —Soltó al fin el pequeño, apegándose al pecho de su padre.

—Ella está muy cansada y... —Carraspeó un poco. —Y le dolía su cabeza, así que dejé que tuviera la cama para ella sola ésta noche. Así dormirá muy a gustito. —Terminó por decir el progenitor.

— ¡Tengo una idea! —Exclamó el niño dando un brinquito y en seguida se llevó ambas manitas a su boca, comprendiendo que había hablado demasiado alto. —Ups, voy a despertar a mami... —Dijo en susurro una vez que retiró ambas manos.

—Sí, mejor hablemos un poco más bajo— le sonrió a su hijo, o mejor dicho, a su réplica en miniatura— Haber, cuéntame tu idea— pidió acariciando la melena de su hijo.

Esa personita encima suyo, tan idéntico a él, pero más bello, más puro e inocente; había sido el mejor regalo que jamás pudieron haberle dado, en especial porque era un presente que con tanto sacrificio y entrega le había dado el amor de su vida. Esa mujer que hasta el día de hoy lo traía loco y le volteaba la vida de cabeza con tan sólo decir un "no me pasa nada".

Mujeres.

Tan únicas, tan perfectas y tan… Misteriosas. Jamás sería capaz de entender a su esposa, esa hermosa mujer de cabello rosa y profundos orbes jade, cautivante a la primera vista.

Esos últimos años en compañía de su esposa eran considerados como los mejores de su vida, pues al sentirse solo y viejo no creía encontrar la felicidad en nadie más. Pero llego ella, tan bondadosa y amorosa, capaz de compartirle toda la frescura de su juventud. Entonces la dicha lo inundó, y él supo de inmediato que no sería un idiota como para dejarla ir, bajo ningún motivo, él ya se encontraba irremediablemente enamorado de ella.

A pesar de sentirse en deuda con la vida por tener a su lado a tan bello ángel, llegó el desborde de su felicidad y amor. Un hijo.

Aún sonreía con gracia al recordar como su esposa temía darle la noticia, pues ella especulaba que él no quería ese tipo de responsabilidades. Recuerda verla temblar y ansiosa jugar con sus dedos detrás de su espalda. Cuando por fin soltó la noticia él se sintió alucinar, no sabía que tanta felicidad estaba permitida. Ahora comprendía lo que su Sensei sentía cuando Kushina dio la noticia del bebé Naruto.

Recordaba lo histérico que se puso en aquel entonces, y como Sakura se impacientaba con sus exagerados cuidados. Poco faltó para que le envolviera en plástico de burbujitas de aire como jarrón valioso.

Todo había sido placidez desde entonces, amaba tanto a su familia que no quería si quiera pensar en lo que sería de él si les sucediese algo.

Afortunadamente todo estaba bien con ellos, pero la relación con su amada no iba del todo bien últimamente. De un tiempo a la fecha se molestaba frecuentemente con él y se distanciaba, eso le dolía sin duda al señor Hatake.

Él buscaba cualquier forma de estar bien con ella, pero cada vez le era más difícil evitar una pelea o desacuerdo que les orillara a distanciarse.

Sakura sin duda se encontraba enfada, muy, muy, muy enfadada. No quería verle la cara al peli plata mayor, si lo veía de nuevo en aquella noche, le daría un pase directo al hospital, exactamente a la sala de urgencias. Merecía que le volteara la cara de una sola cachetada.

Pero no quería pensar más en lo sucedido, necesitaba descansar y dormir, relajarse. Después de todo, nada se ganaba pasando una mala noche, a menos que considerara premio unas grandes sombras oscuras bajo sus ojos, mejor conocidas como ojeras.

— ¡Tonto! —Gritó con la almohada en el rostro, evitando así que el grito apenas y se escuchara.

Aventó la almohada a quien sabe dónde y se giró hacia su lado derecho. Contempló el espacio vacío en el resto de la cama y suspiró decidiendo mejor girarse y retomar la postura que recién había dejado. Pero era inútil, no podía conciliar el sueño, o por lo menos relajarse. Estaba inquieta, en demasía.

Tal vez visitar al pequeño tesoro le ayudaría un poco.

Dicho y hecho, sin pensarlo más la peli rosa se puso de pie aventando las sabanas, buscando su bata de seda roja en el perchero caoba ubicado a un costado de la cama, y tentando con los pies descalzos sobre la suave alfombra tratando de localizar sus pantuflas.

Hacía frío, bastante, y aún más con la ausencia de él. Salió de la habitación cautelosa y tomó rumbo a la del pequeño Hatake, ese hermoso y dulce fruto de la prueba de su amor hacia su esposo.

Su adoración, ese pequeño peli plata, la copia casi exacta del amor de su vida. El niño era idéntico, tal cual a su padre. Sus mirada, su cabello, las mismas manías, excepto leer Icha Icha, después de todo aún era un pequeño y ella no aprobaría que leyera eso.

Al llegar a la habitación tomó la perilla de la puerta girándola para abrirse paso al interior de la habitación. Al entrar se encaminó hacia la camita pegada a una de las paredes de la habitación, al estar junto al mueble, encendió la pequeña lámpara que reposaba en la mesita de noche junto a la cama. Clara sorpresa tuvo al encontrar la cama vacía. Buscó con la mirada en la habitación y soltó un suspiro.

—Sakumo... —Nombró y se acercó al guardarropa frente a la cama. Imaginando que estaría ahí como hace dos noches, jugando en la oscuridad.

Abrió la puerta del guardarropa y no había señales del niño.

Contemplando en donde podría estar, salió de la habitación para investigar en el baño, pero unos murmullos la detuvieron. Se quedó quieta tratando de escuchar aquellos cuchicheos y entonces caminó por donde provenían. Al parecer era de la sala de estar, siguió andando y al llegar ahí, se encontró con su adorado hijo encima de su esposo.

—Sí, a mamá le gusta. —Dijo emocionado el niño.

Ella se puso atenta a la charla de padre e hijo.

—Uhm... Pero, ¿panqueques a estas horas? —Preguntó el adulto —Es algo tarde para eso, ¿no?

—No importa, a ella le gustarán, ¡con muchas fresas! Y cuando los coma, ya no le dolerá nada —Dijo inocente el niño con una sonrisa de oreja a oreja.

—Mañana cocinaré unos para ella y unos para ti, mientras ¿te parece si te acompaño a tu habitación para que duermas?

—Pero tienes que hacer algo para que mami esté feliz. —Insistió Sakumo.

—Lo haré, lo prometo. Pero tú prométeme que ya dormirás.

—Pero no tengo...— Antes de terminar cualquier oración, un ligero bostezo interrumpió la excusa del niño. — No tengo sueño. —Terminó por decir.

—Ven, vamos —Se puso de pie el peli plata mayor con su retoño en brazos.

—Espera, papi. ¡Acabo de recordar algo!

— ¿Qué es? —Preguntó divertido al ver la escandalosa expresión de su hijo. Definitivamente en eso se parecía a su madre.

—Se pondrá muy, muy, muy feliz si la muerdes— Escandalizó su noticia sonriendo.

— ¿Morderla?— preguntó por inercia al escuchar aquello. Le descolocó de cierta manera.

—Sí, yo escuché cuando le dijo a tía Ino.

— ¿Qué le dijo?— Cuestionó curioso tomando asiento nuevamente con su hijo encima. Sonaba bien el chisme.

—Mami hablaba con tía Ino, y le dijo que le gustó mucho cuando la mordiste. —Decía inocente el pequeño.

El Hatake mayor comenzaba a hacer memoria, pero por más que se esforzara, no podía recodar o relacionar lo dicho por su hijo. No tenía sentido, ¿morderla? Pero si ella odiaba que la mordiera. Recordaba muy bien esa noche donde le mordió y le replico pero al final terminó… Más que feliz. ¿Es que acaso… Acaso hablaba de aquella noche?

— ¿Cuándo habló tu madre con Ino? —Interrumpió al niño, quien había estado parloteando sin parar mientras él pensaba en aquello.

—Cuando fuiste de misión a la aldea de la lluvia.

Ahora recordaba claro, después de todo no tenía demencia senil. Recordaba que ella estaba molesta porque esa misión era de rango S, pues a pesar de que ella sabía que Kakashi era de los mejores ninjas y con grandes responsabiliades, le llamó egoísta al ir a exponer su vida en aquella misión y dejarla viuda y sin padre al pequeño Sakumo. Pero la hizo cambiar de parecer cuando...

Kakashi tragó saliva ruidosamente, no quería imaginar que más había escuchado el niño, no tenía edad para saber aquello, y él no se sentía preparado para darle explicaciones a su hijo sobre "la semillita en la pancita de mamita". Asumiría el hablar seriamente con su esposa.

Sakura… —Pensó y suspiró.

Le pediría que sus pláticas con Ino fuesen más privadas y de preferencia muy lejos del pequeño.

A unos cuantos pasos la peli rosa escuchaba nerviosa lo que su hijo le decía a su esposo. ¿Qué tanto sabía ese niño? No había duda alguna, al igual que su padre resultó ser muy suspicaz.

— ¿Papi? —Llamó el pequeño.

— ¿Uhm? —Emitió Kakashi para dar a entender a su hijo que tenía toda su atención.

— ¿Qué es "penetró"?

— ¿N-nani?

El Hatake jamás vio venir aquella pregunta, ¿cómo le podría responder? ¿Qué tanto hablaba Sakura con Ino cada que se reunían?

Sakura puso los ojos cual platos y llevó una de sus manos a la boca en ademán de sorpresa. Se regresó sigilosa a su habitación, cerró y aseguró con cuidado la puerta. Se despojó la bata que momentos atrás había tomado del perchero donde siempre solía colgarla. Pero ahora no tenía cabeza para tener la habitación en orden, así que sin más, se aventó a la cama sin saber a dónde fueron a parar las pantuflas y la antes mencionada bata.

Abrazó una almohada y sumergió su rostro en ella. Se sentía mal por el pequeño, le arruinaba su infancia inconscientemente y eso la hacía sentir una mala madre. ¿Qué pensaría Kakashi? Seguro ya la estaba tomando como una irresponsable. Él tan cariñoso y atento con el niño, y ella una irresponsable y descuidada.

Estaba decidido. Hablaría con él una vez que Sakumo estuviese dormido.

Escuchó pasos provenir del pasillo, suspiró y se abrazó a sí misma. Seguro ya llevaba a su hijo a la habitación para que éste durmiese.

— ¿Entonces mi mami me penetra cuando me lleva a mis vacunas?

—Ehm... Si, así es hijo. —Dijo dudoso el Hatake mayor.

La peli rosa los escuchó y también notó como las voces de su hijo y esposo se alejaban tomando claro rumbo a la habitación del pequeño. Mismo lugar donde segundos después aún se hacía presente un bombardeo de preguntas.

—Entonces cuando atacas al enemigo con un kunai, ¿lo penetras?

—Sí, hijo —Afirmó una más de las preguntas de su hijo.

—Y cuando penetras los dangos con el palillo...

—Así es.

—Y cuando... Y cuando

—Uhum...

—Y... y... ehm... Cuando...

—Sí, hijo. Todo lo que puedas imaginar. —Suspiró con cansancio el padre. —Ahora debemos descansar ambos, anda recuéstate. —Indicó al niño que yacía sentado en la cama.

— ¿Te vas a ir? —Preguntó el pequeño una vez tendido sobre la cama, abrazando una pequeña almohada.

—Aquí estaré hasta que te hayas dormido— aseguró mientras tomaba asiento en la pequeña sillita a un costado de la cama.

—No olvides… llevar… llevarle panqueques... a mamá... –Dijo cerrando sus ojos el niño, ocultando esos hermosos orbes oscuros como los de sus padre. —A la cama...

— ¿A la cama? —Preguntó con gracia, pero su hijo no contestó. Entonces se percató de que el pequeño había caído rendido a los brazos de Morfeo— Está bien, hijo. —Sonrió y acarició la nívea mejilla del infante.

Se puso de pie y alejó la sillita de ahí, seguidamente tomó asiento sobre la alfombra que cubría el suelo de la habitación, recargó su espalda en la pared y flexionó la rodilla izquierda, para finalmente echar la cabeza hacia atrás recargándola también en la pared. Suspiró.

— Deberías descansar también. —Habló nuevamente, mirando hacia el techo de la habitación.

—Yo no… —Entró a la habitación dudosa, deteniéndose justo en el centro de ésta, donde la luz que se filtraba por la ventana, le iluminó— No fue mi intención que él escuchara…

—Lo sé.

—Lo siento… Siento no haber…

— ¿El no mantener en secreto nuestra intimidad? —Completó lo que trataba de decir su esposa.

El silencio delegó en la habitación, ni siquiera el canto de los grillos se escuchaba en ese momento. Había tensión, demasiada. Sakura podría jurar que toda aquella tensión le estaba estrujando los hombros y presionando la cabeza. Estaba conteniendo la respiración, sabía que si exhalaba aunque fuese un poco, terminaría sollozando. No quería eso. ¿Para qué llorar? Sólo se vería aún más peor. Se sentía mal, estaba fallando para con su familia.

¿Por qué se sentía tan… Triste y culpable?

La peli rosa inhaló profundamente, con un leve temblor, y exhaló despacio. Cerró los ojos y bajo la cabeza, apretó los puños temblando levemente.

Kakashi se mantenía con los ojos cerrados y el rostro hacia el techo. Sabía perfectamente cómo se encontraba su esposa en aquel momento, y deducía que ella estaba sintiéndose culpable de algo. Sabía que temblaba, sabía que apretaba los puños, sabía que estaba mordiéndose los labios, sabía que estaba reteniendo un sollozo, sabía que ese sollozo no tardaría en escaparse.

¿Qué sucede, amor? —Pensó preguntar al verle tan sentimental. No era para tanto.

Ella se sentía mal, necesitaba despejarse. No quería estar ahí, dio media vuelta dispuesta a marcharse.

—No tienes de que culparte, o preocuparte —Aclaró el hombre sin abandonar la posición con la que llevaba ya varios minutos.

La peli rosa siguió caminado y se sostuvo en el umbral de la puerta. Fue entonces cuando el primer sollozo se hizo presente.

—Está bien, no pasa nada— Habló de nuevo Kakashi pero ya detrás de ella tocando su hombro.

Ella se irguió y levanto la mirada, guiándola hacia el pasillo. No supo en que momento llego él hasta ella. El femenino cuerpo tembló y se estremeció completamente.

—Hablamos después…— dijo la peli rosa y en seguida se fue, casi se le podía llamar huida.

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En realidad lo intenté editar porque ya estoy por subir el Segundo cap, pero creo que le faltó otra editada.

Gracias por pasar a darle la oportunidad.