—Jazmín Rojo Bajo Lluvia De Sangre—

Por Zury Himura

Correcciones :Claudia Gazziero


Disclaimer: La historia no me pertenece, este fanfic es escrito sin fines de lucro. 2. Cualquier parecido con algún fic, novela o película anterior es meramente coincidencia y se prefiere no profundizar en eso.

3. Se aceptan gustosamente solo reviews positivos. Favor abstenerse de críticas destructivas y comentarios grotescos. 4. Zury Himura se reserva el derecho de admisión de reviews mala onda. 5. Zury Himura ama todos por igual, muchas gracias por sus comentarios anteriores.


Capitulo1: Otro camino

"No podría estar más agradecido con el destino

Por haberte puesto en mí camino.

Estaba vacío pero tú me llenaste de tu calor

Nunca entendí por qué a veces el camino

Parece ser el verdadero y el único,

Pero se desmiente cuando aprendes

Que puede haber más de uno para llegar al cielo"

R.H

Era la primera noche de verano, todos parecían regocijados caminando por las calles de la ciudad con una sonrisa alegre. Los fuegos artificiales parecían cobrar vida en el oscuro cielo. Todos se veían felices, con vidas normales y una familia, la cual él deseaba cada vez más. Él quería ser uno de ellos... ya tenía una bella esposa, sólo faltaba algo, pero no podía descifrar qué era.

Ver aquellas sonrisas dibujadas en los rostros de los demás le hacía darse cuenta que tan miserable él vivía. Los trágicos incidentes, la muerte de sus padres, la esclavitud a la que él había sido sometido y las rigurosas enseñanzas que atravesó a lo largo de su vida… habían acabado con su niñez. Y ni que decir de su adolescencia; alguna vez anhelo ir a la escuela, tener amigos, una familia y tener un lugar cálido al que volver, pero ahora todo era lo contrario de lo que él algún día soñó.

— ¿Qué es lo que te pasa, estás bien? —preguntó una mujer a su lado ante la mirada perdida de su acompañante.

— ¿Eh? ¿Porque no debería estarlo? —gruñó el chico pelirrojo al verse interrumpido.

— ¡Ves! Eso es lo que me incomoda de ti: tu silencio y tu actitud… ¿Por qué no puedes pensar en mí? — Soltó la mujer muy molesta ante la indiferencia del joven, se incorporó y vio al pelirrojo muy fijamente. — No sé qué es lo que te pasa, pero tú sabes que me puedo ir cuando quiera y con quien quiera. ¡Eres como un niño!

El chico volteó a ver a la mujer, quien ya estaba de pie junto al él; unos ojos dorados la hicieron estremecerse, y temblar al contemplarlo.

—Piensa lo que quieras, no quiero pelear contigo ahora, Tomoe —dijo con frialdad. — Tú eres la que decidiste quedarte y ser mi mujer, yo nunca te lo pedí ni te obligué a hacerlo. En otras palabras…puedes irte cuando quieras.

La pelinegra arqueó una ceja, sorprendida de lo que oía caminó un poco dudosa, dejándolo solo. Ella quería quedarse y decirle a ese niño lo que se merecía pero no era tonta y sabía que él perdía los estribos fácilmente. Sólo sabía que de alguna forma tenía que recuperar el control que siempre había ejercido sobre aquel muchacho. ¿Cómo lo había perdido? Tenía que recuperar la voluntad de ese "niño", cómo ella lo llamaba, a como diese lugar.

El joven recogió su sombrero de paja y colocándolo sobre su cabeza logró ocultar aquel cabello rojizo; mientras acomodaba el flequillo de su cabello caminaba en dirección al bosque. Aunque no lo reconoció frente a su mujer a él le dolía en el alma cuando ella lo humillaba. Él había dado todo lo que tenía: su inocencia, su salario, su vida y hasta su corazón por ella. Muchas veces como hombre tuvo que olvidar su orgullo con tal de verla feliz… Entonces, ¿por qué ella se comportaba como si no lo apreciara? parecía disfrutar humillarlo cada vez que podía, amenazando con dejarlo e incluso había días en que ni siquiera le dirigía la palabra.

Ella había acabado con sus ilusiones definitivamente y aunque la amara ya no podía ser el mismo de antes: un hombre que le entregaba el corazón a cada instante y a cada noche. Ya no podía serlo, y tampoco quería... tal vez ese era el verdadero problema de la relación. Con ella no podía darse el lujo de mostrarse débil… ya no. Tenía ilusiones quebradas y en silencio esperaba que ella cambiara, que todo cambiara. Quería ser feliz con ella, pero un asesino de su calibre no podía rogarle a alguien o mostrar sus sentimientos más vulnerables. Ella había acabado con el "niño" enamorado e inocente y había sacado al hombre conformado y frio.

Se dirigió hacia lo más profundo del bosque, sus pensamientos divagaban y cada vez caía más en cuenta sobre qué era lo que le pasaba. Había perdido su sonrisa desde hace años, pues en realidad nunca tuvo de que sentirse feliz, no le gustaba matar, no tenía amigos con quien bromear, más que su compañero Sanosuke que al igual que él no tenía ni tiempo para platicar. No tenía motivos para sonreír, ni para desear intentarlo.

Conoció a su esposa en un bar bebiendo sake, su belleza no pasó desapercibida por el pelirrojo, este muy contento decidió ayudar a una Tomoe tambaleante por los efectos del alcohol y la llevó con él por petición de esta. Desde el comienzo él se limitó en sonreír pues no se quería ilusionar con alguien que tal vez se iría. Pero con el tiempo reparó que lo que Tomoe quería no era protección de los Ishin shishi, pues tuvo oportunidades de sobra para irse de su lado. Más sin en cambio ella se había quedado ahí acompañándolo cada noche con esa mirada tan fría y misteriosa… que él, con tal de aliviar el peso de su alma, aceptó como parte de su vida. El tiempo pasó y se llegó a consumar su unión. Él estaba feliz, pero la ausencia de una sonrisa en el rostro de su esposa le decía que él tenía que madurar como ella quería y que en realidad no había motivos para sonreír. Tal vez todo se podía transmitir durante las noches, o con sólo miradas como ella decía. Así fue como Kenshin aprendió a amar y se dejó llevar por un amor frio, que en el fondo él había tratado calentar durante los primeros dos años de matrimonio.

Había encontrado una roca firme, así que decidió reposar el cuerpo sobre ella. Sus ojos contemplaban aquel cielo estrellado que se manifestaba sobre su cabeza. Todo era paz y quietud, pero pronto se vio interrumpido por sonidos que provenían del sendero que llevaba al bosque. Decidió guiarse de aquellos sonidos que parecían ser niños y mujeres llorando y suplicando por misericordia. De repente, fue incapaz de explicar el dolor que se le venía al corazón, era como una punzada… una tan fuerte que lo hizo doblar su cuerpo. Sus rodillas temblaron y después se inmovilizaron, no quería abrir los ojos pues estaba seguro de lo que vería.

No se contuvo más, se encontraba frente una caravana de esclavos siendo jalados por una carroza. Sabía que tenía que hacer algo, pues los tristes recuerdos de su infancia lo obligaban a sentir coraje y ansias de romper las cadenas de aquellas personas. Al final de la fila de personas pudo ver a una joven de cabello negro siendo jalada por otro hombre, que gritaba insultos a los demás, mientras desataba a la chica para forzarla a caminar hacia el bosque. Esta chica daba pasos torpes al caminar, cerraba continuamente los ojos para poder enfocarse en los pasos que daba y agitaba la cabeza como queriendo despertar de algún sueño.

—Maldito asqueroso… —susurró con rabia el pelirrojo al ver la cantidad de moretones en el cuerpo de aquella chica. Desenvainó sólo un poco su espada. Sus ojos ámbar brillaron al ver lo que aquella bestia humana le hacía a la chica.

La joven queriendo golpear a su agresor sólo fue capaz de lanzar golpes vanos al aire fallando todo intento. El hombre encerró las dos manos de la chica en uno de sus puños, mientras con la otra mano le rasgaba el kimono del lado derecho, dejando al descubierto sus jóvenes piernas. La pelinegra forcejeaba y lloraba al ver su cuerpo amenazado.

— ¡Déjame, hombre asqueroso! —ella a pesar de tener sus curvas era muy liviana y se lamentó por no tener la fuerza suficiente en ese momento como para poder derrumbar a aquel monstruo que con lujuria apretaba su pierna al mismo tiempo que le lamia el cuello.— ¡Por favor, no me hagas daño, sólo soy una joven sin ningún atractivo! —rogó, mientras sus ojos azules se llenaban de lágrimas.

— ¡Mocosa vanidosa! Tú muy bien sabes lo que tienes… me gustaste desde que llegaste a la caravana y aunque te pusiste rebelde y peleonera al fin obtendré lo que busco antes de que te vendan —dijo mientras sostenía una daga muy afilada contra el blanco cuello de la joven. Ella pateaba las piernas de su agresor y trataba de usar sus dientes como un arma contra aquellos labios que trataban de besarla.

El pelirrojo tomó una decisión que esperó no fuera la equivocada. Salió corriendo de su escondite y pronto se encontraba enfrentando a los guardias de la caravana, tratando de deshacerse de ellos lo más rápido posible para poder salvar a la chica que estaba siendo ultrajada.

— ¡Ryu kan sen! —uno de los guardias recibió el filo de su espada mientras trataba de correr. El pelirrojo siempre había sido el más rápido, destajaba a cada uno de los hombres que se ponían en su camino. Sólo se podía oír el filo de la katana atravesando carne y cortando huesos. Las mujeres temían pero a la vez trataban de mantener encendida la esperanza de que aquel hombre de cabellera roja estuviera ahí para salvarlas. Después de terminar con el último guardia se acercó a los esclavos y con varios movimientos rápidos de su espada les liberó de manos y pies.

—Son libres, váyanse —Las personas, con lágrimas en los ojos, se arrodillaron ante él casi venerándolo — ¡Que se vayan, qué no oyeron! —las mujeres sólo pudieron percibir por última vez, antes de emprender du huida, una mirada dorada llena de indiferencia y frialdad.

Entonces, se internó corriendo en el bosque, tenía que salvar a aquella chica que indefensamente se encontraba en el regazo de aquel sujeto.

—Serás mía, solamente mía… —sonrió el hombre mientras usaba su daga para abrir lo que le quedaba de kimono, dejando ver así la silueta de sus pechos. La chica forcejeaba mientras él le acariciaba la cintura. — ¡Estúpida, tienes que cooperar conmigo! —Amenazó, mientras su daga arañaba una parte de su tórax, dejando salir gotas de sangre conforme incrementaba presión. — ¡Esto es lo que ganan las mujeres que forcejean, lo único que logran es excitarme más!

—Creo que esa no es la forma más gentil de tratar a la mujer con quien buscas satisfacerte, ¿no lo crees? —Intervino el joven de ojos dorados mientras se acercaba a ellos. — Lo mejor es que la dejes ir, así evitarás una muerte segura —amenazó, mientras se ponía en posición battoujutsu.

— ¡Idiota! ¡¿Quién crees que eres para meterte en asuntos que no son de tu incumbencia?! —gritó el hombre, desenterrando la daga del pecho de la mujer. — ¡Te matare, maldito perro!

—Para ti soy Battousai y ningún hombre que lo ha oído ha vivido para repetir ese nombre — corrió hacia él desenvainando su espada. Separó el cuerpo de su atacante en dos partes con un corte diagonal a una velocidad divina —…Y así todo acabó para ti —enfundó su espada y rápido buscó la mirada de la víctima.

Ahí estaba ella, tendida en el pasto y con la ropa desgarrada, intentando sostener la parte superior de su kimono con fuerza. Sus ojos eran tan azules y cristalinos en ese momento que él no pudo hacer nada más que arrodillarse ante ella y decirle que todo estaría bien.

Ella nunca había pasado por situaciones similares, no había sido ultrajada ni tampoco había visto a alguien ser asesinado frente de ella. Lo único que podía hacer era llorar de dolor y darle gracias a Dios por seguir con vida. Y así lo hizo. Dirigió su mirada hacia su salvador, sus ojos eran color ámbar y su cabello era rojo como la sangre que estaba derramada sobre el suelo.

—Hoy… lastimosamente aprendí que es aquello que mi padre llamaba "hacer caer una lluvia de sangre…"— musitó segundos antes de desvanecerse en los brazos de aquel joven.

Él la miraba fijamente, con una expresión desconcertada. A aquella chica a pesar de verse indefensa e inocente la habían drogado para mantenerla quieta, lo cual comprobaba que luchó hasta el último momento por mantenerse a salvo. Pero lo que más le había sorprendido era aquella frase "hacer caer una lluvia de sangre". Ayudó a muchas personas incluyéndola a ella y con desconcierto apareció una rara pregunta en su mente: ¿cómo proteger sin hacer caer una lluvia de sangre? Decidió esperar unos minutos y tomó en sus brazos a aquella maltratada joven tratando de darle calor. A pesar de haber caído inconsciente una leve sonrisa se dibujó en sus labios. Él al notarlo se dedicó a contemplarla por unos minutos.

—Que privilegio poder dormir con la conciencia tranquila… poder sonreír hasta en tus sueños y en tus pesadillas, que dichosa eres sin duda— tomó la mano de la joven y se recargó en un tronco para esperar.

Minutos después sintió como un cuerpo menudo se movía entre sus brazos. Abrió los ojos y reparó en ese momento que se había quedado dormido, ahí, en la intemperie junto con aquella mujer., lo que ni siquiera era capaz de hacer en su propia casa. Tal vez, y sólo tal vez fue la tranquilidad que ella le emitió. Volvió su rostro hacia la joven quien lo miraba con detenimiento. El rápido cortó una manga de su gi y tomó las manos de la chica que mantenía presionadas entre su pecho.

—Déjame ayudarte a detener la sangre de tu herida — Le extendió el pedazo de tela. La chica sentía vergüenza, no podía de pronto dejarse al descubierto ante un hombre desconocido. Así que se negó ante tal ofresimiento.

—Estoy bien, sólo fueron rasguños —musitó, mientras nerviosamente se aferraba más a su herida. —Gra… gracias de todas formas —le sonrió.

—No te emociones… sólo fuiste una casualidad, y me hubieras dicho que no querías la tela y no hubiera arruinado mi ropa—El joven la tomó en sus brazos y se incorporó. No podía dejarla ahí, sin protección y semidesnuda. Además había algo más en aquella chica que lo hacía quedarse y no podía explicar qué era. — Deja de mirarme así, no te conviene sostenerme la mirada tanto tiempo —advirtió, sintiendo la mirada de la joven.

Ella era simplemente hermosa: cabello negro azulado, piel blanca como la nieve misma, ojos azules almendrados y unos…unos labios rosados y tersos. Todo esto le parecía una mera contradicción en su vida, pues él siempre se había sentido orgulloso de tener a la mujer más hermosa antes vista como su mujer, pero ahora otro horizonte se impregnaba en su mirada. Una belleza diferente, llena de inocencia y pureza.

—Creo que debo darte las… —cortó un poco apenada, al darse cuenta que el pelirrojo sostenía la mirada en sus labios. — Disculpa, ¿me oyes? —inquirió la chica decidiendo postrar una de sus manos en la mejilla del joven.

De alguna manera, aquel joven se proyectaba frío, calculador e incluso distante y grosero, pero ella podía ver algo más en la mirada dura de aquel chico: él se veía solo, confundido e incluso se atrevía a asumir que era sumamente infeliz.

El joven sorprendido ante tal atribución extendió sus brazos y simplemente la dejo caer al piso.

— ¡Oye!—exclamó la chica sobándose la cabeza con ambas manos.

— ¡No, Tú óyeme a mí— Gruñó —…Nunca nadie ha osado tocarme y tú niñita no serás la excepción!— muy enojado dio la vuelta; incluso en algunas ocasiones la misma Tomoe tenía que pedir permiso para tocarlo.

—Lo siento… fue mi culpa por ser tan atrevida — Apenada la joven se ponía de pie mientras se sacudía y hacia un leve nudo a su ropa para cubrirse un poco — Pero, aunque no estés acostumbrado debo darte las gracias. — Terminó con una dulce sonrisa. Había algo en este chico que la llenaba de confianza. Él pudo haberla matado mientras dormía ¿no? Así que decidió confiaren él.

—Como sea, ya te dije que no me importa mocosa, así que aléjate de mí —se sonrojó sin que la chica lo pudiera notar; le dio la espalda alejándose de ella.

— ¡Espera! Necesito otro favor… en realidad no sé a dónde ir y te agradecería si me ayudaras sólo por hoy. — Muy agitada corría para poder alcanzar al chico — ¡Por favor incluso te pagare después de que encuentre a las personas que estoy buscando!

—Si te ayudo quiero que sepas dos cosas:… — Enojado prosiguió— no lo hago por dinero y no lo hago por ti — la miró fríamente pues no creía que le estaba ofreciendo dinero. ¿Le vio la cara de que o qué? —Sólo por esta noche te ayudaré pero mañana te desaparecerás de mi vista.

— ¡Sí! lo que usted diga —Sonrió mientras miraba al joven que caminaba a su lado. Definitivamente era un joven muy áspero e incluso pensó en lo antisocial que podía ser pero eso no le quitaba su buen corazón— ¡Gracias señor!— no dudó y se arrojó a sus brazos aun sabiendo que un regaño y tal vez una mirada asesina vendrían enseguida. Él pelirrojo sintió su tibio cuerpo aferrándose al suyo, e incluso pudo percibir el leve olor a jazmines que provenía de su pequeño cuerpo. Sin saber cómo o por qué se quedó estático y no se movió. Por un momento dudo en tomarla por la cintura y corresponder el abrazo, pero… no lo hizo.

Al separarse pudo ver aquello que la volvía aún más hermosa que su propia mujer, aquellos ojos azules… podía perderse en aquel mar de inocencia que cristalinamente se apoderaba de su mirar. Aquella luna que hace unas horas él contempló iluminaba el rostro de la joven, lo cual aprovechó para contemplar aún con más precisión la belleza pura de esta. En ese momento se sintió diferente, sintió paz por primera vez, e incluso pudo percibir la gratitud que esta le tenía. Ella era diferente a todas las mujeres que había conocido, en ese momento lo pudo intuir. ¿Acaso ella podría ser su salvación?, ¿Ser su amiga? ¡¿Pero qué demonios estaba pensando?! ¡Apenas la había conocido! Además él no tenía amigos, ni hombres ni mucho menos mujeres. Además, pensándolo mejor a Tomoe no le iba a gustar que él viniera a casa con otra mujer, al contrario, a ella no le importaba ayudar a nadie más, se sentiría irrespetada…pero… ¿acaso eso le seguía importando? La verdad es que era un "NO" contundente. No cambiarían en nada los problemas que ellos dos tenían, además sólo sería una noche. "Ni modo… a cargar con la chiquilla" pensó.

Regresando al momento…

— ¡Te dije que no me tocaras! así que guarda tu distancia por favor— sonrojado cruzó los brazos y buscó expectante a la reacción de su acompañante, quien avergonzada sólo agachó la cabeza—… Sé que a veces puedo ser irresistible y que tal vez no te puedas contener pero se más discreta mocosa, que nos pueden ver —sonrió burlonamente.

La chica sonrió al darse cuenta de que él estaba bromeando…o ¿no?

—Claro como usted mande señor — se soltó en risas un poco más animada.

— ¡Que! ¡¿Me estas insinuando que estoy feo?!— Sonrió al darse cuenta de que ella había notado su tono juguetón — Mira que muchos no tienen el regalo de un segundo suspiro después de un insulto hacía mi persona. Pero contigo lo dejare pasar …— Se detuvo sonriendo esperando una respuesta.

La joven se sentía rara al estar riéndose e incluso burlándose horas después de casi ser violada. Pero el coraje y la impotencia que la dominaban en el dicho suceso habían sido aplacados cuando de la nada el joven de mechones rojos había hecho acto de presencia en aquel bosque. Sin explicación alguna se había sentido en paz, llena de seguridad en sus brazos y en su compañía; extrañamente sentía que no le temía a nada. Sentía que junto a él podía sonreír y sentirse a salvo. Después a solas se echaría a llorar.

La chica sostenía el nudo improvisada en la parte superior de su kimono; ella reía, se veía contenta y confiada, lo cual llenó al pelirrojo de felicidad y decidió contagiarse de igual manera olvidándose por un momento quien era.

— En realidad usted lo ha dicho todo— Él joven rio y siguió caminando alentando su paso para que la chica no se cansara y le pudiera acompañar.

— ¡Me imagino que clase de esposo escogerás mocosa! ya que no sabes apreciar lo bueno— Ambos rieron al mismo tiempo. De hecho tales pequeñas bromas hacían que su corazón se tornara feliz después de la adrenalina sentida durante la batalla. Quien diría que esta joven le sacaría la sonrisa al Battousai que hace más de 6 años que no sonreía.


Nota: Actualicé este cap. haciendo algunas correcciones. Espero les guste y comenten gracias.