—Qué frío hace…

Junto mis manos y las froto. No quiero que me empiece a doler la garganta.

¿Soy… soy alguien? Je… obvio que sí.

Mi nombre es Kaede Yuuitsu tengo 15 años y vivo en Japón, sufro de una enfermedad muy grave. Tengo un tumor en la garganta, por lo cual no puedo estar ante el frío o ante el calor.

Mi pelo es lacio y castaño claro, me llega hasta los hombros siempre llevo una cola de caballo, mis ojos son cafés de un color muy claro, casi verde, soy algo bajita, mi estatura es de 1, 45 centímetros, y no hablo mucho.

Vivo con mi abuelita en una humilde casa en Tokio. Ella me dice que soy muy inteligente, y que me esfuerce mucho por lo que yo quiero y deseo.

Hice un examen de admisión y logré entrar a un instituto privado; llamado Ouran.

Y heme aquí… entrando en el aula 1-A

Toqué la puerta y el profesor me abrió de inmediato.

—H- hola… —saludé a todos y sonreí nerviosamente.

—Pase señorita.

—Sí…

Entré, hacia tanto frío… y sentía que todos me miraban mal, ¿por qué?

Me senté al lado de un chico peli naranja, estaba tan callado y concentrado en la clase, y a su lado, había otro chico idéntico.

Escuché murmullos, cuando volteé a ver, dos chicas se burlaban de mí.

¿Habré hecho algo malo?

Miré mi ropa, un abrigo grueso de color café, unos guantes y una bufanda y una falda larga, llevaba unos calentadores en las piernas.

La clase empezó. Yo estaba algo confundida, por lo cual, le pedí ayuda al chico que estaba a mi lado.

—Eh… disculpa… ¿puedes ayudarme? —le mostré mi libreta.

Miró mi libreta, luego me miró a mí y me sonrió.

—Claro.

—G… gracias.

Era muy amable, y no me juzgaba por mis rasgos…

Espero poder hacer muy buenos amigos y… estar con ellos, que ellos me apoyen y yo a ellos.

—…Gracias ahora entiendo mejor. ¿Cómo te llamas? —le pregunté.

—Kaoru, ¿y tú?

—Kaede.

Ya era hora del descanso, quería hablarle, quería acercarme a él, pero. . . se veía tan feliz, y estaba hablando con sus amigos, que si llegara a interrumpirle, arruinaría todo.

—Buscaré un lugar para sentarme —susurré para mí misma.

Nadie quería sentarse conmigo, no me lo esperaba, antes; en mi otro instituto sí me trataban bien, pero. . . aquí las cosas son diferentes.

Me senté a almorzar, mi abuela y yo habíamos cocinado algo de Onigiri, huevos y tocino. Era lo que más me encantaba comer.

—¡Buen provecho! —exclamé.

Junté mis palillos y disfruté de mi alimento. Se sentía tan bien, esos sabores simples pero hechos con cariño.

—¿Qué comes? —era el chico de hace unas horas. Kaoru.

—¡Ah! Ehm, esto es… onigiri, huevos y tocino.

—Qué asco. —dijo con severo desagrado.

—¿No te gusta?

—No.

—Ah. . . —miré mi comida por un momento con algo de tristeza.

—¿Cómo te llamas? —me preguntó.

—Ya… ya lo sabes.

—No, ¿cómo te llamas?

—Kaede. Y tú eres Kaoru.

—No, soy Hikaru, Kaoru es mi gemelo, está por allá —lo señaló y me di cuenta de algo.

—¿No te gusta la comida casera?

—Para nada. Deberías pedir la de la cafetería, es mucho mejor que esa bazofia.

El chico llamado Hikaru se alejó y volvió a su mesa con sus amigos.

Me di cuenta de que realmente me miran mal por cómo me visto y cómo como. Y que esos dos hermanos, son diferentes.

*La hora de la salida*

Salí por las puertas, debía irme rápido o sino empezaría a llover.

Las nubes tapaban el sol, las gotas de lluvia acariciaban mi cara, el viento me abrazaba y la niebla tapaba mi visión.

Una limosina se paró en frente de mí.

—¿Quieres que te llevemos? —al parecer, era Kaoru.

—Es… estoy bien —seguí caminando.

La limosina me seguía.

—Está a punto de llover, deja que te llevemos —insistió sonriendo.

Sólo asentí y me subí allí.

Se sentía tan incómodo.

Su hermano me miraba de una manera extraña y yo sólo evitaba cruzar nuestras miradas.

—¿Vives muy lejos? —me preguntó el chico.

—No, a 6 cuadras de acá.

—Eso es lejos —dijo el otro chico mientras miraba desde la ventana izquierda.

—¿Qué hay de tus padres? —Kaoru se quedó mirándome por un rato, y tenía esa imborrable sonrisa en su rostro.

—Murieron cuando era bebé.

Hubo un minuto de silencio.

—Lo siento, yo… no debí preguntar…

—No, no importa, ni si quiera los conocí; así que… no siento dolor.

—¿Y con quién vives? —interrogó el otro gemelo.

—Con mi abuela.

La conversación se hacía más larga. Pero ya estaba llegando a casa, así que el chófer se detuvo y me dejó en mi destino.

—¿Ésta es tu casa? —no sé diferenciarlos pero creo que el que hizo esa pregunta con el gesto de desagrado fue Hikaru.

—Sí, ya me voy, gracias por llevarme.

Cerré la puerta y entré.

Llovía y llovía cada vez más fuerte, un escalofrío pasó por mi cuerpo.

Me costaba respirar… me costaba mucho.

Entré a casa, subí directo a mi habitación.

Sólo quería llorar. . .