El Medallón

Por Muinesva


Disclaimer: El Potterverso le pertenece a J.K. Rowling


N/A: Empecé a pensar sobre esta historia un par de días antes de curiosear en el topic "Escríbemelo, por favor" del foro Draco Dormiens Nunquam Titillandus, lugar donde encontré la petición de Lucero de la Noche sobre un fic de Ginny Weasley y Tom Riddle. Sin dudarlo me ofrecí para escribirlo.

Será un short-fic, aunque aún no sé de cuántos capítulos exactamente.

Espero que os guste, especialmente a Lucero de la Noche a quien va dedicado.

Advertencia: What if...? ¿Y si Ginny hubiese encontrado el medallón de Slytherin en Grimmauld Place y, por algún extraño y oscuro impulso, decidiera quedarse con él?


Capítulo I

A Sirius no le gustaba aquella casa. No hacía falta que dijera nada pues se le notaba en la mirada. Lo había visto mirar con desagrado retratos de su familia y Ginny tenía que admitir que en un principio se había escandalizado por el poco aprecio que el mago parecía profesar a su familia. Sin embargo no dijo nada. Tras pensarlo se dijo que no tenía derecho a juzgarlo. Ella no sabía nada de su vida y no conocía sus razones para llamar al retrato de su madre "Vieja bruja loca". Pero si ella llamara a su propia madre de esa manera no viviría para contarlo.

Decidió dejar de pensar en ello y prestó atención a su madre, que en ese momento estaba dividendo las tareas. Ron y Hermione no dejaban de cuchichear preocupados sobre las locuras que podría hacer Harry si se sentía abandonado ante la falta de noticias. Molly les mandó callar con una severa mirada y les entregó los plumeros mientras los enviaba a las habitaciones del primer piso. Con una mirada de advertencia hacia los rostros engañosamente inocentes de los gemelos los envió al segundo piso. Cuando los gemelos desaparecieron por la puerta, Molly se giró hacia Ginny.

—Ve, querida —le dijo dándole un plumero—. No hay mucho que hacer en la habitación del final del pasillo del tercer piso. Pero ten mucho cuidado con los armarios. Aún no sabemos lo que pudo haber anidado en este lugar.

Ginny asintió y salió de la cocina mientras oía a Sirius informarle a Molly que iba a alimentar a Buckbeak y que luego convertiría al comedor en un lugar decente antes de la reunión de aquella noche.

Durante un minuto lleno de optimismo, Ginny se imaginó presenciando la reunión, pero sabía que su madre preferiría adoptar a Kreacher antes de permitir que "los niños" escucharan lo que se diría en una reunión de la Orden del Fénix.

Con desgana subió las escaleras deteniéndose en el rellano del primer piso pensando en si debería hablar con Ron y Hermione para ver cómo podrían enterarse de lo que pasaba en la reunión, pero rápidamente desechó la idea. Quienes seguramente ya tenían un plan eran sin duda los gemelos. Iba a continuar subiendo las escaleras pero un ruido proveniente de una de las habitaciones hizo que se detuviera en seco. Probablemente su hermano había hecho caer un objeto y no tardaría en escuchar la voz de Hermione regañándole. Extrañada al no oír ninguna voz se acercó a la habitación para ver si todo estaba bien.

—¿Ron? —llamó— ¿Hermione?

Pero no hubo respuesta.

Un poco preocupada, se asomó a la habitación pero ésta estaba vacía. Era extraño. Pero luego pensó que bien podría haber sido Kreacher. Cuando Ginny regresó a las escaleras volvió a escuchar aquel ruido. Estaba segura que venía de la habitación que acababa de mirar. Un poco inquieta decidió ignorar el sonido y subir de prisa.

Al pasar por la habitación de Fred y George pudo oír sus voces y supo que estaban planeando algo para aquella noche. Decidió enterarse de su plan y apenas abrió la puerta se encontró con las caras asustadas de los gemelos, Ron y Hermione. Cuando la vieron suspiraron con alivio.

—Creí que era mamá —dijo George.

—Pasa, pasa —habló Fred mientras Ginny entraba y cerraba la puerta tras ella.

—Vosotros dos, ¿no tendríais que estar abajo? —preguntó la joven dirigiéndose a Ron y Hermione mientras se sentaba en la cama.

—Sí, bueno… —Ron se pasó la mano por la nuca sin mirar a su hermana, aparentemente avergonzado— La verdad es que la idea de limpiar esas habitaciones no es muy atractiva que digamos. Y además, Fred y George tienen un plan para oír todo lo que dirán en la reunión.

—Al pasar por ahí escuché ruidos —contó Ginny— Creí que erais vosotros…

—Habrá sido Kreacher —mencionó Hermione—. Lo vi subir al primer piso.

Fred carraspeó en un intento por llamar la atención.

—Bueno —dijo con entusiasmo—.He aquí nuestra última creación.

Ginny observó el pequeño objeto que George les enseñaba sonriente mientras Fred lo presentaba como si fuera el invento del siglo.

—¿Qué se supone que es? —preguntó Ron frunciendo el ceño.

—Orejas extensibles, hermano. Un útil artefacto para escuchar inquietantes conversaciones ajenas.

—¿Por eso espiabais a Bill cuando hablaba con Fleur? —preguntó Ginny con una sonrisa traviesa.

—Así es —respondió George con orgullo— Estábamos comprobando su eficacia.

Hermione observaba con ojo crítico las orejas extensibles y antes de que dijera nada Fred se apresuró a hablar.

—No, Hermione. Nadie se dará cuenta. Seremos muy discretos, ya lo verás.

En ese momento la puerta se abrió bruscamente y Molly entró echa un basilisco.

—¿Pero qué es esto? —gritó poniendo los brazos en jarras— ¡No podéis estar ni un minuto sin vigilancia! ¡Dejaos de tanta cháchara y a trabajar!

Las orejas desaparecieron en el bolsillo de Fred y en su lugar apareció un plumero con el que empezó a limpiar el cabecero de la cama. Ginny, Hermione y Ron salieron rápidamente y se dirigieron con prisas a los lugares asignados para limpiar.

Molly los mantuvo limpiando todo el día, sin apenas tiempo de intercambiar un par de palabras. Solo a las nueve, tras una cena apresurada, los envió a recluirse en sus habitaciones. Cinco minutos después de fingir resignación, todos se escabulleron silenciosamente y se agazaparon en las escaleras tratando de escuchar.

Los miembros de la Orden estaban terminando de entrar al comedor hablando en susurros. Unos segundos después se encerraron y Fred colocó una expresión aturdida en el rostro.

—Dejé de escucharlos —se quejó—. Los oía perfectamente y ahora…

—Seguramente habrán hechizado la puerta —susurró Hermione.

—Estoy muerta —dijo Ginny tras bostezar—. Me voy a dormir. Si averiguáis algo me lo contáis mañana.

—Sí —dijo George desanimado mientras Fred seguía tratando de escuchar—. Nosotros nos quedaremos hasta que salgan.

-o-

Al día siguiente casi nadie podía mantener los ojos abiertos, en especial Fred y George que se habían pasado en las escaleras hasta muy tarde tratando de enterarse de algo. No pudieron hablar demasiado después del desayuno porque Molly los envió a seguir limpiando el resto de habitaciones, vigilándolos hasta que todos hubieron entrado en sus respectivas áreas de trabajo para luego retirarse satisfecha a la cocina.

Ginny entró al salón de dibujo, en el primer piso, y observó a su alrededor. Ése fue el lugar donde había escuchado ruidos el día anterior creyendo que era Kreacher. En aquel momento el elfo no estaba ahí y la habitación estaba en completo silencio.

Decidió ocuparse primero de la pequeña estantería que estaba cerca a la puerta, pero un repentino ruido sordo hizo que saltara, dándose la vuelta bruscamente. Pero aparte de ella, el salón estaba desierto. Reparó en el armario que estaba en la esquina y se dio cuenta de que el ruido venía de ahí dentro. El mueble había empezado a temblar ligeramente. Debería avisarle a su madre y no acercarse por si había algo terrible en su interior, pero en lugar de dar media vuelta y salir de ahí se acercó aún más. Cuando tocó la llave el armario dejó de temblar, como si esperara, alerta, a un movimiento de la joven.

Ella giró la llave lentamente y la puerta se abrió un poco. Lo suficiente para que un libro cayera a sus pies. Asustada, Ginny soltó un respingo y observó con atención el libro. Quiso tomarlo para volverlo a guardar pero al verlo de cerca lo reconoció como el diario que casi la mata. Cambió de opinión y retiró la mano, mirando con desconfianza el aparentemente inofensivo volumen de tapas negras. De repente, éste empezó a echar volutas de humo. Ginny retrocedió sin dejar de mirar como la neblina iba alzándose cada vez más, formando una columna. Y entonces desapareció, dejando en su lugar a Tom Riddle.

Ginny quedó paralizada. Lo recordaba demasiado bien para su gusto, y de vez en cuando aún tenía pesadillas con él. Pesadillas en las que él volvía a tener el control sobre sus acciones. Tom Riddle avanzó hacia ella, enfrentándola con aquella aura oscura que lo rodeaba. Ginny retrocedió más a pesar de saber que él era un simple boggart. Su corazón empezó a latir con violencia y volvió a sentir el miedo que la había carcomido a los once años. Creyó que lo había superado, que había madurado y había dejado atrás los fantasmas del pasado. Pero ahora se daba cuenta que eso jamás pasaría.

Vio cómo Riddle extendía la mano hacia ella, tratando de convertirla de nuevo en su marioneta. Ya no quería verlo nunca más. Solo quería alejarlo de su vida para siempre. Y tratando de huir de los recuerdos y del falso Riddle, Ginny salió corriendo de la habitación cerrando la puerta tras de sí con fuerza.

Más tarde la joven regresó al cuarto de dibujo. Abrió la puerta casi con miedo, esperando ver a Riddle, pero para su alivio el boggart había vuelto al armario. Ignorando los ruidos que producía, Ginny decidió terminar su trabajo en esa habitación lo más rápido posible. Se acercó al estante y empezó a limpiar la gruesa capa de polvo que se había acumulado con el tiempo. Era un trabajo tedioso y lo haría mucho más deprisa con magia.

Le llamó la atención una parte del estante donde casi no había polvo, además de algunas huellas de pequeñas manos que parecían ser de Kreacher. Observó con atención los objetos de aquella parte del estante, preguntándose lo que interesaba tanto al elfo. Ese objeto no parecía ser el libro de Genealogía Mágica, sino el cofre de plata envejecida. Ginny estaba a punto de continuar con su trabajo pero una curiosidad inusitada en ella le hizo tomar el cofre y abrirlo, a pesar de que en lo más profundo de su cabeza una voz le gritara que aquello era una estupidez.

Pero dentro no había nada terrible ni sucedió nada espantoso.

Un viejo medallón reposaba tranquilamente en el fondo del cofre. Ginny lo cogió sin pensar en las consecuencias. Una gran "S" conformada por esmeraldas era lo que más llamaba la atención del relicario. Dejó el cofre en la estantería como si no lo hubiera tocado nunca sin dejar de observar el medallón. Observó la pequeña bisagra y quiso abrirlo, pero estaba sellado. ¿Por qué le importaría a Kreacher ese objeto? Al elfo le importaban demasiado los objetos de sus amos, pero algo le decía a Ginny que ese guardapelo era algo diferente.

Unos fuertes pasos resonaron por el pasillo en su dirección y Ginny, sin pensarlo dos veces, se guardó el medallón en el bolsillo.

—Ginny —Ron asomó la cabeza por la puerta—, mamá dice que ya vamos a cenar. Han venido varios miembros de la Orden.

—De acuerdo —asintió la joven—. Vamos.

Tras la cena, Ginny fue la primera en retirarse por voluntad propia a su habitación. Quería volver a mirar el guardapelo, conocer sus secretos. Durante casi una hora permaneció contemplándolo, preguntándose cómo abrirlo y creando las más diversas historias en torno a él. Recostada en su cama a punto de dormir, la joven recorría con el pulgar la "S" de esmeraldas, totalmente cautivada. Sin entender lo que realmente le ocurría, estaba decidida a quedarse con ese objeto. Lo guardaría con celo y no se lo contaría a nadie. Al principio le pareció una tontería, pero mientras más tocaba el collar, más segura estaba de que era eso lo que debía hacer. Y aunque en su mente aparecieran terribles recuerdos sobre lo que había pasado la última vez que había decidido quedarse con un objeto que no era suyo, se tranquilizaba diciendo que el guardapelo era una cosa distinta. No volcaría su alma en él.

En ese momento la puerta se abrió bruscamente y Hermione entró. Ginny escondió con rapidez el guardapelo entre las sábanas y devolvió la sonrisa que le dedicaba su amiga. Ésta parecía un poco alterada y la menor de los Weasley agradeció aquello, pues de esa manera evitó que se notara su repentino nerviosismo.

—¿Te ocurre algo, Hermione?

Hermione la miró y caminó hasta su cama, sacando el pijama de debajo de la almohada.

—Dumbledore acaba de venir de repente y pidió hablar con Ron y conmigo —le contó—. Nos hizo jurar que no le contaríamos nada a Harry. Ya nos lo pidió hace días, ¿lo recuerdas? —Ginny asintió. Hizo una breve pausa antes de continuar— Es extraño —dijo finalmente con el entrecejo fruncido, mirando por la ventana—, esta mañana habíamos planeado enviarle a Harry una lechuza…

Hermione siguió hablando mientras se cambiaba y Ginny la escuchaba con atención, pero cada vez los ojos se le iban cerrando más y más.

Ha pasado mucho tiempo…

—¿Qué?

—¿Hmm?

Ginny parpadeó confusa. Se había incorporado y miraba alrededor suyo. Hermione la observó con los ojos entrecerrados desde su cama.

—¿Ginny, sucede algo? —le preguntó soñolienta.

—¿No me has dicho nada?

—No —negó. Ginny la miró aturdida—. Te has quedado dormida y seguro empezaste a soñar.

—Sí —susurró Ginny volviendo a acostarse, extrañada—, buenas noches.

—Buenas noches.

Ginny giró hasta quedar de costado y se tapó con las mantas hasta la barbilla. Un extraño escalofrío le recorrió la espalda. Cerró los ojos y trató de dormir, deseando que ya fuera de día. Al final logró conciliar el sueño sin darse cuenta de que el medallón estaba bajo su almohada.

Ginny.

La niebla iba extendiéndose por el suelo, rodeándola. A su alrededor no había más que oscuridad. Preocupada, empezó a caminar tratando de hallar una salida, pero no importaba a dónde fuera, la misteriosa niebla no dejaba de seguirla. Y de repente sintió la presencia de alguien. Podía oír sus pasos resonando cerca de ella. Pudo escuchar las gotas de agua que caían sobre la tranquila superficie de algún estanque. Pudo sentir el olor a humedad. Y entonces supo dónde se encontraba. La niebla desapareció al igual que la impenetrable oscuridad y fue capaz de ver la Cámara de los Secretos. Frente a ella estaba Tom Riddle.

Te he estado esperando, Ginny.

Ginny retrocedió al verlo. El Riddle que estaba a unos metros no había abierto la boca para hablar. Su voz vino desde el fondo de su cabeza. Como si se comunicara con ella mediante el pensamiento.

Veo que ya no eres una niña.

Tom sonrió de lado y se acercó más.

—Aléjate de mí —soltó ella con todo el valor que pudo reunir en ese momento. Riddle sonrió más ampliamente.

—Al final te has vuelto más fuerte —sentenció complacido.

Tal y como te enseñé que debías ser.

La oscuridad llegó de repente y Ginny no escuchó nada más.

Abrió los ojos respirando agitadamente, asustada. Miró alrededor tratando de verlo, pero él no estaba ahí. Por supuesto que no, se dijo aliviada, solamente había sido un sueño. Uno demasiado vívido. Solía tener pesadillas con Riddle, pero todas eran repeticiones de lo que había sucedido en su primer año. La que acababa de tener era nueva. Con cierta inquietud movió la mano buscando el medallón y lo encontró bajo la almohada. Podía ser una simple coincidencia, pero quizás dormiría mejor sin el objeto. Tal vez al día siguiente debería devolverlo a su lugar.

Cuando despertó en la mañana, Ginny no recordó nada referente al sueño que había tenido y por ello no regresó el medallón a su sitio, sino que volvió a colocárselo en el bolsillo durante el resto del día. Extrañamente, la hacía sentir bien.

-o-

Unos días más tarde encontró a Kreacher poniendo patas arriba el salón de dibujo, refunfuñando en voz baja mientras vaciaba los cajones de una cómoda y tiraba por los aires los objetos de la estantería. Ginny vio volar hojas de Una Genealogía Mágica y el cofre que había contenido al medallón acababa de estrellarse sonoramente contra el suelo tras ser sacudido desesperadamente por el elfo.

Desde la puerta, Ginny observó atónita a Kreacher, pensando en lo que debería hacer. ¿Por qué a él le importaba tanto el medallón? El elfo no dejaba de repetir en susurros que había fallado a su amo y parecía realmente preocupado. Sintió un atisbo de lástima por él y metió la mano al bolsillo para devolver el guardapelo, pero Sirius apareció a su lado y Ginny cambió de opinión.

—¿Qué ocurre ahí dentro, Ginny? —le preguntó echando un vistazo a la habitación. Cuando vio lo que el elfo hacía entró rápidamente— ¿Pero qué demonios haces, Kreacher? ¡Sal de aquí! Esta habitación ya estaba limpia.

Pero Kreacher hizo caso omiso y siguió buscando. Ginny, sintiéndose ciertamente culpable, decidió abandonar el lugar. No comprendía la razón por la que se negaba a devolver el guardapelo si jamás había sido amiga de lo ajeno. Solo que por alguna extraña razón no era capaz de desprenderse de él. De alguna manera lo sentía suyo, como si le hubiera pertenecido en alguna vida anterior.

Por ello calló.

Y mientras todos hablaban de las reuniones y de los planes que tenían respecto a Harry, Ginny no dejaba de toquetear inconscientemente el viejo medallón guardado en su bolsillo. Volcaba toda su atención en oír como los miembros de la Orden se habían organizado para proteger a Harry y cómo tenían planeado llevarlo a King's Cross al finalizar agosto. Pero el repentino ataque de los dementores lo había cambiado todo. Pronto, todos se encontraron yendo y viniendo de Grimmauld Place hablando de la expulsión de Harry de Hogwarts y de su audiencia en el Ministerio.

E inexplicablemente, Ginny permanecía ausente. Hablaba y se mostraba preocupada, pero había algo muy en el fondo de ella que le decía que sinceramente le daba igual lo que ocurría. Segundos después se sentía avergonzada de solo pensarlo y se daba cuenta que realmente le preocupaba la suerte de Harry. Y por eso no entendía lo que le ocurría.

Durante las noches tenía vívidos sueños en los que Riddle volvía. Lo veía entre una misteriosa niebla o simplemente escuchaba su voz. Frases susurradas en su mente aparecían haciéndole sentir escalofríos. Y muchas veces él le decía las respuestas a las preguntas que durante el día la atormentaban, como el hecho de que una parte de ella no se preocupara por Harry.

Simplemente tienes cierto resentimiento hacia él por no quererte de la manera que has deseado desde que lo conoces.

No era cierto. Como siempre, Riddle le mentía. Ella ya había olvidado a Harry y no albergaba resentimiento alguno. Entonces Tom se reía suavemente y ella comprendía que él lo sabía todo de ella.

Pero al día siguiente, una vez más, olvidaba a Tom y sus extrañas pesadillas.