No pude evitarlo
Sin poder conciliar sueño, un pensamiento le rondaba por la cabeza. Era un pensamiento raro; feliz, o algo así; pero muy frustrante. Era como si lo que por tanto tiempo había tratado de evitar, al fin pasara, y lo peor era qué, a pesar de ser demasiado peligroso, era un cálida y dulce sensación. Miro al chico a su lado, que se acurrucada contra su cuerpo, con los ojos azules cerrados, dejando ver sus largas y tupidas pestañas negras, y el alborotado cabello negro que se asomaba entre las sábanas. Suspiró. Y pensando en varias cosas llegó a hacer un enlace de ideas; sonrió, y suspiro, entre pesado y enternecido.
—¿Hmmn…? —Oyó al menor y observó como abría lentamente los ojos. Sus irises azules tan brillantes se encontraron con los felinos propios del brujo. —¿Estás despierto?
—Sí —se limitó a contestar, aún algo perdido —. No podía dormir, pensaba en algunas cosas.
—¿En qué cosas? —Pregunta con curiosidad infantil; pero se ruboriza intensamente, al notar lo comprometedora que era la situación: Acurrucado desnudo encima del cuerpo de Magnus Bane –Sí, todavía le apenaba a pesar de ser novios-. Espantado se aleja un poco, cubriéndose hasta la nariz con la sábana. El Gran Hechicero de Brooklyn sonríe de lado. Era increíble lo inocentemente tierno que podía llegar a ser el cazador de sombras. También pensó que era un pedófilo, y que el pobre muchacho corría peligro en sus garras; pero luego pensó: ¿Y desde cuándo le importaba a él algo así?
—En William Herondale —Contesto con un toque burlón y su sonrisa se amplió al ver ceño fruncido del Lightwood; era tan fácil poner celoso al de cabellos oscuros; que se dio vuelta en la cama ofendido. —Otra de tus tantas parejas… ¿no es así? —Dice con un rencor profundo, muy notorio en su voz. Magnus ni se inmuta.
—Era un cazador de sombras, de ojos azules.
—Así que sólo te gusto por eso… ¿No es así…? —Dice completamente indignado, sintiendo su frágil corazón adolescente quebrarse.
—Will no era mi novio —contesta sonriendo —.No le amaba; atracción, quizá. Estaba recordando algo que dijo.
—¿Y… qué dijo? —preguntó inseguro.
—El creía que tenía una maldición, que provocaba la muerte de todos aquellos que le amasen. Me pidió ayuda, y una de esas veces le pregunté: "¿Y no te da miedo que yo te ame…?", me contestó: "Los brujos tienen su forma para no enamorarse cuando no quieren, ¿No es cierto?". Pero estaba equivocado. —El alzó una ceja. Magnus le miró intensamente a los ojos, y éste se sonrojo, después de todo no podía aún con su mirada fija.
—Porque me enamore perdidamente de ti… y no pude hacer nada para evitarlo…
Alec abrió la boca para decir algo, pero simplemente ya había perdido aliento. Su corazón acelerado latía lleno de emoción, ¿Realmente había escuchado esas palabras? Magnus solía dejarle claro que lo quería, pero palabras así no eran características suyas… sin embargo, sonaron con tanta naturalidad… un cálido y alegre sentimiento le recorrió sus venas, y no pudo contener una sonrisa, con un difuminado carmín cubriéndole las mejillas.
—Oh joder… ¿No puedes evitar ser tan lindo? —Alec le miró desconcertado, reflexionó un momento, con un puchero se acurrucó de nuevo en el pecho del brujo y luego sonrió. —No. No puedo… —típico: necesitaba tener la última palabra.