Antes que nada, los personajes de Mai Hime no me pertenecen, sólo hago uso de ellos con fines recreativos mas no lucrativos.

Segundo punto: me estreno en la página, pero ya tengo muchas historias escritas por la red. Estoy en modo anónimo (¿?). Más anónima que de costumbre.

Tercer punto (y último): espero que la historia les agrade y no les resulte un poco rara al inicio. De antemano, gracias por leer. Y sí, es un ShizNat.

Preludio

—Ella es Natsuki, Shizuru. Es tu hermana.

A Kuga Natsuki la odié desde que supe de su existencia un abril, en los jardines de la abuela Fujino cuando apenas éramos unas niñas, yo tenía diez años en ese entonces, ella tenía un par menos. La odié también después, cuando papá confesó más tarde que se había enredado con la madre de Kuga a espaldas de la familia, aún cuando no se había divorciado de mi mamá. Su amor era de años y el fruto de tal fue la ojiverde. Odié su sangre, nuestras diferencias, odié sus modos e incluso su falta de elocuencia. La odié porque era una bastarda que había venido a acaparar todo, todo lo que era mío y de mi familia. Y más que nada, la odié porque mi padre había amado a su madre en serio, porque cada vez que papá la veía, recordaba a Saeko; era como si viera una verdadera hija en ella, su futuro, su legado. Natsuki era todo lo que yo no era, en ese caso, yo sí era la hija legítima, hasta entonces...

La odio, ahora más que nunca, porque regresa cuando creí haberme librado al fin de su fantasma.

Capítulo 1

El fantasma ha regresado

Mis pasos resonaron en el pasillo blanco de la empresa Fujino, con golpes secos y acompasados sin dejar de ser apresurados. Si bien no era tarde aún para entrar a la junta directiva del mes, la impuntualidad era castigada severamente por la abuela; cosa que, por cierto, no quería probar en esos momentos en los que mi mente fluctuaba entre la felicidad y temores pasajeros. Miré mi reloj de pulsera justo cuando llegué a la puerta de madera de la sala de reuniones, haciendo tiempo, y me acomodé el flequillo que empezaba a salirse de lugar; estaba nerviosa, a quién engañaba.

Ese día, justo a las doce del día, la abuela Fujino y papá me nombrarían vicepresidenta frente al consejo. No es porque me lo hubieran dicho, pero todos los trabajadores y accionistas llenaban sus pláticas de eso, de eso y mi ingreso como una de las cabezas al mando de nuestra compañía. Nerviosa, no, estaba muriendo. Carraspeé la garganta y abrí la puerta, ese tan sólo era el inicio de mi prometedor futuro.

En el medio había una mesa rectangular con seis sillas al lado izquierdo, seis en el derecho y una en cada extremo. La abuela iba en uno de éstos últimos, como consecuencia, ¿yo iría a su derecha? Ella aún no llegaba, pero Ono Matsumoto, uno de los del consejo, sonrió amablemente y me insinuó con la mirada que desde ese momento ese sería mi lugar. Más tranquila que antes, con alguien de mi lado, me senté en el lugar indicado. Cinco minutos antes del medio día y la sala entera estaba por llenarse, sólo faltaba papá y la abuela. Justo cuando mi reloj marcaba las doce menos cinco segundos, entraron. Silencio sepulcral en la sala.

Nos levantamos y sólo volvimos a nuestros lugares hasta que la abuela Fujino estuvo cómoda en su silla. Ahora le costaba mucho incluso sentarse, por lo que mi padre la ayudó en la acción. Para mi sorpresa, él no tomó el asiento al otro extremo de la mesa, como siempre, sino que se sentó al lado izquierdo de la abuela. No dije nada y me limité a abrir mi agenda ejecutiva en donde tenía escrito unos puntos que quería tratar el día de hoy con todos.

La abuela carraspeó casi sin sonido y yo dejé enseguida lo que estaba haciendo para mirarla de lleno. Se acomodó las gafas en el puente de su nariz y nos escaneó a todos, como si con este hecho tratara de recordar quién éramos.

—Buenas tardes —anunció con grave voz, y de momento olvidé que estaba enferma terminalmente. La energía le había regresado al cuerpo—. Si bien el motivo de esta reunión es para informar el estado mensual de cada una de sus áreas, hoy antes de partir por lo ya acostumbrado, quisiera hacer un paréntesis para informarles las nuevas acciones que se tomarán a partir de ahora en esta empresa —dicho esto, la abuela me miró sin disimulo.

¡Iba a dar la noticia! Me sostuve de momento a una red imaginaria para no caer al suelo de la emoción. La abuela siguió hablando mientras tanto.

—Mi hijo y yo tenemos el honor de hacerles saber entonces, claro está, que a partir de este momento mi nieta, Fujino Shizuru, será la vicepresidenta de toda la asociación. Con todo el derecho de decidir y poseer cuanto esté en sus manos, mas sin embargo...

—Mas sin embargo... —Interrumpió papá con una sonrisa.

Mi cambio de estado fue notorio, pasé de una felicidad extrema —con una sonrisa de oreja a oreja— a una de confusión con el ceño fruncido. ¿Acaso pensaban ponerme trabas, probarme acaso? ¡Pero si la época de las pruebas habían pasado hace mucho! Estaba más que calificada para el puesto, lo había demostrado centenares de veces.

Mi padre se levantó de su lugar, aún con la sonrisa machacando su rostro, se dirigió a la puerta y la abrió, mientras todos observábamos sus acciones como si fuera a sacar en cualquier momento un chimpacé entrenado que luego entonces se pondría a dar vueltas por la sala. De chimpancé no hubo nada, pero entendí la situación apenas una cabellera oscura apareció por esa puerta.

—Kuga Natsuki también tomará el puesto de vicepresidencia —anunció aún más gravemente que antes la abuela—. Y será la responsable de tomar las decisiones a partir de ahora, junto a su padre y Shizuru, con esto quiero decir...

El murmullo de voces no se hizo esperar, fue como una explosión en donde todos los presentes empezaron a cuestionar a la abuela y a mi padre, molestos. ¿Qué había pasado exactamente? Era una calamidad, ¡un castigo! Yo no cabía en mí misma, no quería creerlo. ¡Era injusto, incoherente! ¿Cómo Kuga Natsuki iba a ser cabeza de algo en lo que jamás en su vida había estado presente? Fujino siguió hablando, pero a partir de ahora dejé de prestar atención a sus palabras que se volvieron una maraña de claves sin sentido.

Por otro lado, apreté los puños bajo la mesa, ocultando mi molestia lo mejor que pude. Miré a papá que trataba de tranquilizar a uno de sus colegas, esto ya no era una sala de juntas, era un campo de guerra. Obviamente todos estarían molestos por esta situación, uno no llega de la noche a la mañana y pone al primer imbécil que se tope en la calle a dirigir una empresa.

—¡Podrían calmarse y comportarse como personas civilizadas! —El estruendo que inquirió el grito acalló por fin las voces que miraron a la autora. Era Natsuki—. No he venido a agradarles, mis señores. Mucho menos a pelear o discutir por tonterías y asuntos de familia, no estoy aquí porque quiero, pero haré lo que se me pida por mi padre a partir de ahora.

¡Respeto decía! ¡su padre! Pamplinas, ¡era una usurpadora! En algún momento papá creyó que la situación se había salido de control e hizo que todos se retiraran, todos excepto la abuela, Kuga y yo.

Apenas vi la sala vacía, no aguanté más, me levanté de mi silla con un temple del que no me creí capaz y miré con un rencor que esta vez no pude disimular a la persona culpable de todo: mi padre.

—¿A qué has venido? —pero mis palabras fueron para Kuga. Mordaces, sin sentimientos, duras y secas. Tal y como habían sido siempre para con ella.

—Para ocupar el lugar que merezco tanto como tú, Shizuru —respondió desafiante, sin apartar la vista de mí.

—No te equivoques, Kuga-san. Para ti, desgraciadamente, sigo siendo Fujino, una simple conocida que nunca tuvo la intención de conocerte —nuestras miradas se unieron en un choque.

Hace al menos ocho años que no veía a Natsuki, pero con tan sólo verla, recordaba enseguida las náuseas que me producía tenerla cerca; la molestia que causaba en mí ni siquiera era sana, era por eso que papá decidió separarnos desde el inicio, cuando sus planes habían sido que convivamos en familia. ¡Ese hombre era un real imbécil!

Natsuki vivía con su madre en América, gracias al cielo, a muchos miles de kilómetros de mí. Hasta que la mujer falleció cuando la bastarda acababa de cumplir dieciocho años, se trasladó a un lugar desconocido para toda mi familia. Papá costeaba sus gastos universitarios y todo lo necesario, además viajaba todos los años para quedarse una temporada con ella, no porque se sintiera obligado, sino que tener a Natsuki cerca siempre lo había hecho feliz. En mi caso, crecí en Japón y viví con la abuela desde siempre. Mis padres se divorciaron cuando yo era una niña, pero mi madre vivía en Inglaterra con su nueva familia desde hace mucho, esa era otra historia que no quería recordar en esos momentos. Por otro lado, a Natsuki la dejé de ver ni bien entró en la adolescencia, no quería ver ni sus fotos. Por mucho, ella tan sólo fue el fantasma que mi papá visitaba los veranos, pero ahora... Ahora el fantasma había regresado y reclamaba algo que nunca le perteneció.

—Yo tampoco estoy de acuerdo —recalcó la abuela Fujino estando ya solas las dos. Mi padre se había llevado a su doncella.

—¿Y por qué no has hecho nada para impedirlo, abuela? ¡Ella no debería estar aquí!

—Shizuru, cálmate.

¿Qué me calme? Estaba hecha una furia, daba vueltas y vueltas por la sala. No me iba a calmar, no cuando tenía que compartir todo lo que había trabajado con esa desconocida.

—Ella... Ella no se lo merece. Ella ni siquiera es de la familia.

—Es la hija de tu padre, es tu...

—Ni te atrevas a mencionarlo —bramé. Kuga Natsuki no era mi hermana.

—Entiende Shizuru. —Suspiró la abuela ya cansada—. No puedo hacer nada, a tu padre le corresponde en estos momentos la mayoría de las acciones, podría dejarte en la calle si lo quisiera...

—No se atrevería.

—No, claro que no, pero tampoco se atrevería dejar a la deriva a Kuga. Por lo tanto llegamos a este acuerdo... Que repartirían a la mitad todo, sólo hasta que una de las dos fuera considerada más calificada que la otra.

—¿Bromeas? ¿Natsuki calificada? Ella no sabe qué es dirigir esto. No sabe, no tiene idea, siempre ha vivido protegida en su casita en medio de la nada por papá.

—Entonces, ¿de qué te preocupas? Estás en ventaja, tienes puntos a tu favor. —Terminó la abuela, y yo estuve, por primera vez en el día, de acuerdo con ella.

Mi vista se detuvo en la silla que estaba al otro extremo, en donde minutos antes Natsuki estuvo sentada. Apreté la mandíbula y luego la relajé con una sonrisa de medio lado. Era una idiota. Una idiota por atreverse a venir aún sabiendo que nadie la quería aquí. Era una idiota si creía que se saldría con las suyas o que siquiera lograría algo, porque yo, Fujino Shizuru, me encargaría de destrozarla y quitarle todo lo que nunca le perteneció.

El fantasma moriría por completo.

Nos estamos viendo, cualquier duda o sugerencia es bien recibida.

:)

Sekai-D

Pd: No sé usar, oficialmente, la página y su editor de textos.