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Mayura — llamó a mi nombre cuando estaba guardando mis cosas en mi bolso. Levanté la vista y lo vi junto a mí, cruzado de brazos y mirándome seriamente. Me erguí y colgué mi bolso para empezar a caminar.

¿Qué necesitas Loki?

Quiero a mi juguete…

— ¿Qué?

— Lo que oyes… vamos, no tengo todo el día — dijo dándose la vuelta. Lo quedé mirando con cara de póker mientras se alejaba. Volteó una vez más y me quedó observando, arqueó una ceja y pareció perder la paciencia —. ¿Qué demonios esperas?

Desperté de mi ensoñación ¿era eso real? Fruncí el ceño y lo miré con furia ¿Quién se creía para tratarme como si fuera su perro?

— ¿Qué demonios te pasa a ti? No soy tu perro… — me crucé de brazos y lo fulminé con la mirada. Sonrió entre incrédulo y divertido y se acercó de nuevo hacia mí, tomando unos mechones de mis cabellos y tomando mi muñeca, tirando hacia él. En un rápido movimiento tomó mi mentón con su mano en la cual tenía enredado sutilmente mechones rosas de mi cabello y me llevó hacia sus labios sin titubeos.

Respingué de la sorpresa… era mi primer beso… y no lo podía creer. Abrió mi boca tirando un poco de mi mentón y empujando con la lengua, adentrándola, haciendo que mi corazón se desbocara enloquecido en mi pecho y logrando que mis mejillas hirvieran a más no poder, sintiendo que mi cuerpo flaqueaba.

Llevó su mano hacia mi cintura y me apretó contra él, acercándome más y más y manejando el beso a su antojo. Se me escaparon unos cuantos jadeos cuando separaba nuestros labios tan sólo centímetros para tomar pequeñas bocanadas de aire y volverme a besar, adentrando profundamente su lengua en mi cavidad.

El aire me faltaba y débilmente traté de apartarlo, pero estaba demasiado blanda que no tenía fuerzas en mis brazos. De repente, me llevó hacia el pupitre que tenía atrás y me levantó en vilo, sentándome sobre éste y apretando insistentemente nuestras pelvis, haciéndome arder en mi propio fuego y deshaciéndome en intensas y eléctricas sensaciones que recorrían cada nervio de mi cuerpo, respondiendo a su estímulo.

Sus manos se perdieron a través de mi cuerpo como si lo conociera desde siempre y fue tan sutil que mi carne se erizó al roce de su piel, de sus largos y huesudos dedos.

— Es-es-espera — murmuré jadeando cuando se dedicó a besarme el cuello, lamiendo y logrando que me retorciera —. P-por…fa…vor — jadeé suavemente. Sentí contra mi cuello que sus labios se arqueaban en una sonrisa de satisfacción por haber logrado su cometido.

Se apartó lentamente y noté en su semblante burlón una pizca de maravilla, observándome minuciosamente. Y me sentí avergonzada, tapé mi rostro con mis manos y traté de ignorarlo, ignorar que sus manos estaban sobre mis muslos quietas y tibias.

— ¿Qu-qué hi-hiciste? — dije abochornada, apartando mis manos y poniéndolas sobre mi falda, empuñadas y las miré con enojo, pena y humillación. Ese chico se había burlado de mí.

Me tomó de la cintura y tiró de mí, cargándome en sus brazos y dejándome, luego, en el suelo con suavidad. Me sonrió y me acarició el cabello como a un niño, sonrojándome y haciendo que me enfadara.

— ¿Por qué? — le dije con las mejillas infladas y rojas por la pena y el enojo.

Se acercó a mi rostro, desafiándome con la mirada. Yo me sorprendí, creí que me besaría de nuevo pero no, fue hacia mi oído derecho y respiró sobre éste, haciéndome temblar.

— Eres mía ahora — murmuró y mordió mi lóbulo, haciéndome arder nuevamente. Lo odié ¡LO ODIÉ!

Pero no tenía escapatoria, él llevaba arrastrándome cuadras fuera del instituto y no pude oponerme porque era inútil.

— Gra-gracia — dije recibiendo mi helado. Él sonrió y se sentó a mi lado con otro helado parecido al mío.

— De nada…

Probé el helado y me quedé con él, compartiendo un incómodo silencio que él rompió para avisarme que tenía helado en la cara.

— ¿Dónde? — dije. Él, burlón, me ensució la mejilla. Lo fulminé con la mirada, pero cuando sentí su mojada lengua recorrer mi mejilla me quedé estática en mi sitio. Mis dedos se habían ensuciado con gotas derretidas de mi helado.

— Sabe más rico — susurró. Abrí grande los ojos y corrí la mirada, no podía mirarlo, no después de algo tan… sensual…

Noté que varias chicas nos miraban, unas derretidas de amor por el chico lindo que estaba a mi lado, otras murmurando enojadas y otras sonrojadas por lo que había hecho conmigo, pero no superaban a mi sonrojo.

— N-no ha-hagas e-eso… o-tra vez… ¿s-si? — tartamudeé. Él sólo me sonrió y siguió tomando su helado.

Me acompañó hasta casa y se despidió con la mano a un lado de él, saludando vagamente mientras yo sólo le sonreí por cortesía y corrí a mi casa, tenía mucho que pensar, mucho que consultarle a mi buena amiga la ducha y luego a – mi confidente – la almohada.


Entré a mi habitación secándome el cabello con mi toalla rosa, reposada en mis hombros. Ya vestía pijama y me acerqué a la cama, lanzándome sobre ésta sin pensar mucho en si me golpeaba o le erraba porque mis pensamientos estaban en lo que había pasado en el día.

No conectaban mis neuronas e inconcientemente llevé mis dedos hacia mis labios, sintiendo el tibio y mojado contacto de su boca y su lengua. Las cosquillas en un lugar que jamás creí sentir reaccionar de esa manera se intensificaron. Me quedé paralizada, ¿Qué había pasado? Hasta hace unos días todo era normal y hoy se aparecía diciendo eso… que era su juguete.

Una vibración bajo mi cuerpo me hizo reaccionar y me erguí sosteniéndome con un brazo y miré hacia todos lados. Me impulsé hacia atrás y vi mi celular brillar, lo tomé y lo abrí.

Desconocido…

Fruncí el ceño y lo observé unos segundos más hasta que decidí atender.

— Hola… habla Ma…

¿Qué haces?

— ¿Quién habla? — me abracé las rodillas mientras fruncía el ceño y los labios.

Veo que ya no reconoces a tu dueño.

Carajo.

Mierda.

Carajomierdajoder…

— Hola — susurré sumisamente. En ese momento tuve la sensación de que estaba sonriendo el muy condenado.

Voy en un rato para tu casa… prepárame algo rico… en diez minutos llego.

— ¿¡Qué!?

No me hagas repetirlo… en diez llego — y cortó. Miré el celular y fruncí el ceño, contrariada. Cerré la tapa de un movimiento y me puse las pantuflas para bajar de la cama y dirigirme a la cocina.

Mayura:

He salido, compré para que cenes. No me esperes porque no sé si volveré en el día.

Puede que este trabajo me tome la noche, cierra bien la casa y no dejes entrar a nadie a la casa ¿entendido? Te quiere.

Papá.

Suspiré. No es la primera vez que pasa esto. Todas las semanas suele pasar que dos o tres días no duerme o come en casa. Arrugué la nota y la tiré por ahí.

Saqué la comida de la alacena. Preparé arroz con carne, unas patatas y un poco de ensalada, si voy a comer lo voy a hacer bien. Además, me acompaña cuando me siento sola en casa, por suerte no aumento de peso porque suelo hacer alguna actividad. Ser porrista no es algo por lo que de mi vida, pero me gusta.

Sonó el timbre. Miré desde la cocina la entrada, traté de calmarme y terminé de preparar la mesa colocando los tazones y sobre éstos los palillos. Me dirigí a la entrada y miré por la mirilla, era él. Abrí la puerta y lo vi allí, mirando hacia la calle. Volteó con una muy descarada sonrisa que me apenó hasta en lugares jamás pensados.

— P-pasa — me hice a un lado y lo dejé entrar. Entró y miró todo, silbando al recorrer con sus ojos la sala.

— Linda casa — y me observó.

— Gracias… sácate los zapatos y ponte estas pantuflas — le señalé las blancas que era para invitados.

Hizo caso y subió el escalón. Comenzó a caminar sobre la madera y se dirigió hacia la cocina y yo detrás.

— Espero que te sea de tu agrado — le dije cuando serví arroz en su tazón, luego en el mío y después traje la carne, las verduras y las patatas. Fui a la heladera y busqué la jarra de jugo de naranja y dos vasos de vidrios.

— Excelente — sonrió y tomó los palillos —: Palillos…

— ¿Eh?

— Bueno, no suelo comer arroz ni verduras… creo que Yamino me tiene malacostumbrado comiendo comida de occidente — sonrió travieso.

— ¿Yamino?

— Mi mayordomo…

— Oh — ¿mayordomo? Fruncí el ceño.

— Rico — dijo llevándose la carne a la boca. Comimos en silencio, pero esta vez era uno cómodo, el cual daba lástima romper.

— ¿Tu padre?

— Salió.

— Oh… — miró hacia todos lados —: Y…

— Murió — susurré. Él pareció contener el aire, pero cuando dejé prever una sonrisa, largó el aire lentamente, con desgano. Levanté mis ojos hacia él y noté su semblante apagado.

— Estuvo delicioso — susurró.

— Gracias.

Me puse de pie y él también, tomando los platos. Tomó todos los utensilios y me acompañó hasta el fregadero en donde dejamos los platos. Lavé bajo su atenta y curiosa mirada. Me sentí nerviosa, pero lo disimulé muy bien. Una vez finalizada la limpieza, me giré hacia él y le ofrecí un poco de té que aceptó con gusto.

— Mayura… ¿vas… — frunció el ceño, perecía dudar de hablar o quizás buscaba las palabras correctas, no lo sé. Pero suspiró y prosiguió —: ¿Puedo quedarme contigo?

— ¿Qué? — me sorprendí. Me sonrió algo tímido y yo sonrojada, incliné mi cabeza hacia un lado. Suspiré y asentí.

— Gracias…

— ¿Hay problemas?

— No, pero mi casa está sola… le di el día a Yamino.

— Oh, ya veo — sonreí y le cedí la taza con té. Lo aceptó gustoso y nos fuimos ambos a la mesa, nuevamente.

— Estás acostumbrada a estar sola ¿no?

— Sí, papá siempre trabajó de esto así que no… no me molesta ya — mirando mi té con melancolía.

— Bueno, puedes ir a mi casa cuando estés sola… si quieres — levanté mi vista sorprendida, él parecía indiferente. Me parecía extraño el ofrecimiento, aunque me parecía raro TODO esto… o sea, recién entablábamos una "relación" de compañeros de colegio y ahora parecíamos dos amigos de toda la vida.

— Gracias… lo pensaré…

— Bien, te divertirás mucho si me visitas… — y noté en sus ojos algo oscuro que me hizo temblar.

La charla siguió y ya era tan tarde que lo acompañé al cuarto de huéspedes. Saqué una frazada ya que sólo tenía sábanas y una fina manta que lo haría pasar una noche de frío.

— Espero que estés cómodo… mi cuarto es el que está al lado, si necesitas algo… no dudes en pedírmelo… — sonreí —: Te dejo para que te acomodes… buenas noches…

— Gracias y buenas noches — sonrió.

Salí del cuarto y cerré la puerta. Suspiré recostada sobre ésta ¿Qué demonios ocurría? No lo entendía, pero no me desagradaba tanto… aún.

Me dirigí a mi cuarto y me adentré. Luego recordé que no le había prestado ropa así que corrí hacia la habitación de mi padre y le saqué una muda de ropa. Fui corriendo hacia el cuarto en el que estaba Loki y lo abrí sin pensar encontrándome con un delgado pero buen formado cuerpo, bíceps, abdominales apenas marcados, pecho plano y sin rastro de vello. Bajé la mirada y vi que no llevaba pantalones, tenía unos boxers que no eran tan holgados y se le pegaba a los muslos.

Me puse roja y reaccioné haciéndome hacia atrás y cayendo de culo al suelo con la ropa en mi mano y mirando aturdida al casi denudo Loki frente a mí. No mostraba síntoma de vergüenza de que lo vea como Dios manda – aunque tenía tapado sus partes nobles – encaminándose hacia mí y ofreciéndome su mano, pero como no reaccioné se inclinó sobre mí y me tomó de los costados por la altura de las costillas.

Lo miré sonrojada mientras él me sonreía con ternura. Pasó su mano frente a mí, divertido y luego chasqueó los dedos haciéndome despertar y como por impulso, le lancé la ropa. La tomó en el aire y la miró, cuando volteó hacia mí yo le daba la espalda.

— Es… para que duermas cómodo… — tenía la mirada hacia un lado, sintiéndome apenada por todo. Él apoyó su mano en mi cabeza e hizo un tironcito hacia atrás, llevándome contra su pecho, quedando recostada sobre éste. Acercó su rostro a mi lado izquierdo y me susurró en el oído.

— Gracias… May-chan…

Esa noche me costó horrores pegar un ojo.

Continuará…


N/A: Estoy triste chicas... solo un review tuve :(

Gracias Sigyn Daidouji por el review, te dedico la conti!

Si no hay review para la próxima, quizás no haya próximo capítulo. Ando bloqueadísima con Loki y es una pena porque me encantan Loki y Mayura. Pero si no hay incentivo, no volveré a sentar la cola frente a la compu a obligarme a hacerles conti u.u

A pesar de todo las quiero porque siempre me acompañaron!