Quería perdir disculpas. Necesitaba pedirlas antes de volverme loca.

Sí, sé muy bien lo terrible que es no poder terminar de leer un historia, por eso, lo siento mucho, mucho, mucho. Mi excusa probablemente les parezca normal y eso espero.

Mucha gente estaba acostumbrada a que yo actualizara seguido, y esperaban que pronto siguiera con la historia, sin embargo pasaron varios meses antes que retomara este hobby y todo se debe a una simple y recurrente razón entre las escritoras de fanfiction que estudian. La U me absorbió. Fue eso, me tomó fuertemente y no me quiso soltar, tuve un par de malas notas y las críticas que recibí por ello me bajonearon lo suficiente.

Pero luego vino la depresión que conlleva el ser atacada, plus, el hecho que me he sentido muy sola últimamente. Con todo esto, no pude seguir escribiendo por mucho tiempo y ahora vuelvo a hacerlo... Espero poder hacerlo bien.

Sentía necesario dar esa pequeña disculpa antes del capítulo de hoy.


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Disclaimer: Los personajes aquí mencionados no son de mi propiedad, le pertenecen a su creador y yo solo los uso para escribir mi historia, esperando ningún reclamo.

Atrincherados

...

...

...

¿Suficiente? ¿Había sido suficiente ya? Luego de tantas bajas por parte del enemigo, Mikasa pensó que con eso sería suficiente, porque la verdad, ya no podía dar un paso más en ninguna dirección, manteniéndose apoyada contra un gran álamo que le servía como refugio temporal sostenía con fuerzas su vientre, como si de esa manera la sangre que emanaba de ella fuera a detenerse.

Herida de gravedad, la joven quería creer que todo se había acabado porque de otra manera moriría pronto sin poder recibir ayuda, y ella no quería dejar este mundo, no sin ver a su hermano y saber que ambos por fin estaban completamente a salvo. Por eso necesitaba creer que se había terminado, que habían ganado.

Soltando un doloroso suspiro que pedía piedad, Mikasa miró hacia el cielo recordando lo que recién había sucedido, sin creer nada de lo que sus ojos habían registrado para sí. Ella acordó que si algún día alguien se enteraba de lo que allí había pasado no sería capaz de creerlo siquiera. Todo parecía tan imposible, como las leyendas de antaño que se contaban alrededor de las hogueras, esas donde los héroes legendarios luchaban contra dragones y demonios para proteger a personas indefensas, aunque les costara la vida. Y ella al parecer se había convertido en uno.

¿Valía la pena, en serio? Mikasa no pudo evitar preguntarse si valía la pena morir por otros, fueran dos o mil personas ¿valía la pena? Nadie viviría por ella, nadie haría las cosas que ella hubiera hecho, ni tampoco ninguna persona la recordaría por siempre. Con el pasar de los años la gente comenzaría a olvidarla e incluso sus amigos ya pronto no hablarían de ella. Y si se convertía en leyenda como imaginaba, pronto todo su ser cambiaría, probablemente la gente hablaría de un hombre, y no de una mujer, de un caballero con armadura brillante y espeso bigote, de rasgos occidentales, cabellos claros, tal vez rojos como el fuego o dorados como el oro, hablarían de alguien que no se arrepintió de lo que hizo en su último respiro, de una persona que reposó tranquilamente contra aquél roble sagrado (porque de por sí un álamo no era suficiente para un fuerte caballero), aceptando la muerte que venía a recogerle con los brazos abiertos, cual madre va tras su cría.

Pero nada de eso era así, especialmente la última parte, porque en el mismo instante que Mikasa logró imaginar su muerte la negación se apoderó de todo su ser, incluso de su sangre que ahora parecía rechazar la idea de salir de su cuerpo a montones y de a poco comenzaba a aglutinarse en aquella abierta herida.

Ella sonrió con cierta amargura mirando al cielo. Ciertamente no estaba preparada para morir y eso le tenía que constar a quien fuera que venía. Pasos ligeros como de gacela se escuchaban a la distancia, de no ser por su agudo oído producto de la cercanía con la muerte, Mikasa no hubiera sido capaz de percibirlos.

—Y tal vez hubiera sido mejor así —se dijo a sí misma respirando pesadamente, aún cuando esto podría llamar la atención de su acompañante.

—No tienes que hacer esto, Levi —se escuchó la grave voz a la distancia —. Solíamos ser compañeros, solías ser el favorito de Erwin —con cada frase, la persona que las emitía se acercaba cada vez más desde distintas direcciones —. Estoy seguro de que te perdonará, de que tendrá piedad si detienes esto ya.

—¿Perdonarme? —bufó Levi despreocupado, una ligera sonrisa burlesca había aparecido en sus labios, el descaro de Erwin le hacía gracia —No necesito que nadie me perdone.

—¿Y qué hay de él? —con aquella pregunta, la voz de Mike volvió a alejarse varios metros en dirección al bosque oscuro —. Sabes de quien hablo, del muchacho con el que ahora Erwin se divierte. Ese chico… ¿no piensas que le debes también unas disculpas? Después de todo, has puesto en peligro su vida, Levi…

Aunque el rostro de Levi se mantenía serio mientras escuchaba aquella declaración, en su interior algo se removió violentamente. Un grito de rabia parecía haber salido de su alma, mientras que en su rostro solo se reflejó una mueca de desagrado, incluso podía tomarse como desinterés. No podía dejar que el hombre que le observaba le viera bajar la guardia.

Erwin lo tenía. Erwin había conseguido encontrar a Eren y ahora había suficientes motivos como para no pensar siquiera en una marcha atrás. Que Petra le perdonara todas las cosas que la hacía pasar, pero él llegaría hasta el final con ello, hasta las últimas consecuencias por encontrar a Erwin y matarlo, esperando con ello alcanzar a salvar la vida de ese chico humano que había mantenido en el castillo hacía menos de un día atrás.

Con la decisión grabada en su pupila, Levi dio un paso en dirección a la nada, tan despreocupado como aquellos que conocen bien el camino. Manteniendo en todo momento sus manos bajo su capa, comenzó a caminar con aire indolente e incluso grosero.

—No puedes acercarte más —entonces, frente a él apareció el hombre con el que Levi había estado discutiendo.

Para cualquiera la pelea se veía desigual, un hombre de gran estatura y complexión física se había interpuesto en el camino, erguido, con sus cabellos rubios meneándose al viento cual banderas, más parecía una torre de ladrillos que un enemigo. Pero Levi podía romper los ladrillos solo usando sus puños y siendo consciente de su fuerza, no se dejaba intimidar por las condiciones físicas.

Agazapado en su sitio como una fiera lista para el ataque, Levi posó sus fríos ojos sobre los de aquél hombre, Mike, sabiendo que si ponía la suficiente atención sería capaz de adivinar sus movimientos. Levi conocía muy bien a su enemigo y no se dejaría engañar, incluso con aquél aspecto tosco, sabía que Mike era un hombre ágil y rápido con el que no había tiempo para fallar, con el que si errabas, debías estar listo para morir. Sin embargo, por el momento morir no era una opción.

—Antes de matarte, Mike —susurró con cuidado el más bajo, tomando una pequeña bocanada de aire para luego seguir —, deberás señalarme el camino.

Sin esperar una respuesta y aprovechando la pequeña distracción que sus palabras habían provocado, Levi avanzó con rapidez blandiendo únicamente su puño a la altura de su oreja, dispuesto a causar el mayor daño que un golpe improvisado pudiera.

—Muy lento —logró escuchar contra su oído antes de sentir aquél codo contra su espalda, causándole un gran dolor que se manifestó en una sufrida mueca y unos ojos sorprendidos.

¿Cómo? ¿Qué había pasado? ¿Acaso ese maldito de Mike se había vuelto tan fuerte? ¿Cómo era eso posible? No, no y no, era imposible, era demasiado fuerte, un sujeto de segunda como él no podía…

—Hey, Levi —volvió a escuchar a su lado —¿no hueles algo diferente en mí? —bromeó el rubio causando ira en Levi. ¿Tan confiado estaba que incluso se atrevía a jugar con él desaprovechando incluso la posibilidad de matarle?

Reponiéndose de inmediato, entornó sus afilados ojos dejando que todas las esencias a su alrededor llegaran a él. ¿Oler? ¿Había algo distinto en ese gorila que pasaba pegado a Erwin como perro faldero? Lo único diferente sería ese ligero toque al comandante, aunque si volvía a pensarlo no era tan ligero, al menos no como se lo imaginaba. Ese asqueroso aroma que creía olvidado le golpeó en la nuca indicándole hacia qué lado se había inclinado la balanza. Ese hijo de puta de Mike había bebido suficiente sangre de Erwin como para ponerse a su nivel. Ya no peleaba con un soldado de segunda, ahora estaba en frente de un ser aterradoramente poderoso y sádico.

—Una última oportunidad, Levi, ríndete.

¿Rendirse? Rendirse decía ese hombre como si fuera tan fácil hacerlo, como si planear esa venganza no hubiera tomado años, como si el sopesar las consecuencias y finalmente aceptarlas no le hubiera tomado décadas. Rendirse. Qué ridícula y asquerosa palabra surcaba los labios de ese maldito. Rendirse.

Pero ¿y si rendirse significaba que la vida de Eren sería perdonada? Aunque le costara aceptarlo, había un deje de piedad en el alma de Erwin y si era lo suficientemente astuto podía de una u otra manera negociar la vida del humano, a cualquier costo.

Tristemente no podía tomar decisiones por él mismo, Petra estaba luchando también en el castillo, ella era tan parte de todo eso como él y ambos se prometieron no pasar el uno sobre el otro. Aunque sabía que ella entendería, lo sabía, porque esa mujer en el fondo no era como él tampoco y había aún suficiente humanidad en ella como para permitir una cosa así, dejar ir a un inocente.

La palabra revoloteaba en su garganta siendo incapaz de salir aún, no estaba listo para ello, no estaba preparado para que todo terminara en fracaso, pero de todas maneras algo en él le impulsaba a echar todo por la borda para salvar la vida de ese mocoso de mierda. Sí, se sonrió amargamente, él lo valía, de todas maneras…

Como un grito de ayuda, una profunda sensación de desesperación llegó a Levi, directo a su pecho que había comenzado a oprimirse lentamente. No era suyo, ese sentimiento no le pertenecía. Consternado, dirigió su vista hacia el castillo, muy a lo lejos detrás de todos esos árboles estaba la inmensa construcción de piedras, no así el sentimiento que le llegaba a toda velocidad.

¿Sería entonces…?

—Eren.

Deshaciéndose de su capa esta vez, volvió a prepararse para luchar. Había sido un imbécil al creer que Erwin tendría piedad de ese niño, si no le salvaba él, Eren no tendría oportunidad de vivir.

El viento que venía de todas direcciones ese día revolvió sus rojizos cabellos desordenándolos por completo. Como esos demonios que ahora yacían bajo sus pies, esas ráfagas violentas comenzaban a acercarse al castillo preocupando a su alma, ¿serían una especie de señal?

—Haces un buen trabajo, Petra —escuchó a sus espaldas la alegre voz de Hange.

—¿Por qué sigue aquí? —preguntó la joven volteándose ligeramente, le ponía nerviosa, no podía negarlo, esa mujer le ponía los pelos de punta cada vez que aparecía de la nada.

—Sabes que no lucharé contra Erwin sin una razón.

—¿Cuál sería la razón? —se atrevió a inquirir intentando sonar lo más inocente posible, aunque en su cabeza resonaba la respuesta desde el principio.

—Tu muerte, tal vez.

Ah, así que era verdad, era como se lo imaginaba. Su muerte era capaz de inclinar la balanza de nuevo hacia el lado de su amo y señor, sin embargo se negó a aceptarla llegar como si fuera cualquier cosa, no por ello se dejaría matar por cualquier novato que deseara un poco de gloria en su corto haber.

Con una media sonrisa caminó lejos de todos esos cuerpos que de a poco comenzaban a evaporarse. Tenía cosas que hacer, muchas cosas como para ponerse a pensar en lo beneficioso que sería el que ella dejara este mundo. Por ello, y con la decisión marcada en su rostro, escaló hasta el techo resbaloso del castillo para observar con detenimiento todo a su alrededor, hasta allí e impulsados por el viento, hasta los más pequeños sonidos eran audibles.

—Me parece.

Susurrando esto último, tomó asiento sobre las tejas que amenazaban con deslizarse hacia abajo. ¿En serio estaba protegiendo un castillo que se caía a pedazos? Se rio suavemente llevando su blanquecina mano hacia su boca con tanta gracia que el mismo sol pareció alegrarse, y más allá del bosque, de las mismas montañas, algo parecía aclararse en el horizonte.

Negando suavemente con la cabeza, abrazó sus piernas. ¿Tan rápido había pasado el tiempo? ¿Hacía cuánto había dejado Levi el castillo? Sin tan solo le hubiera avisado, sin tan solo le hubiera dicho una palabra, probablemente ella no se estaría sintiendo así en esos momentos.

—Solo respira ¿bien? —pidió con cierto dolor en su voz Sasha —. Respira por la nariz y… ya pronto buscaré a Armin… o tal vez debería quedarme contigo, Mikasa.

Por más que lo intentaba nada de lo que llegaba a su mente parecía ser la solución para Sasha. Como nunca antes deseó ser más lista, estaba segura de que si los papeles estuvieran cambiados Mikasa sabría muy bien qué hacer. Pero ella no era tan inteligente, ella no era tan audaz como su amiga para tomar decisiones importantes, y no podía hacer nada para contrarrestar la situación.

Y así como sucedía en momentos como ese, en su mente solo hubo espacio para su instinto, para aquello que su primitivo interior le dictaba hacer.

Dejando a Mikasa bajo el amparo de un abedul y encendiendo a su alrededor una pequeña fogata con hierbas que (su padre decía) ahuyentaban a los depredadores, decidió correr a toda velocidad hacia la aldea… no, hacia el último lugar donde había visto a Armin, detrás de una improvisada trinchera hecha de troncos caídos con Jean cuidándole las espaldas.

Al verla marchar, Mikasa no pudo hacer más que sonreír para sí, esa chica tenía agallas y confiaba en su criterio. Si Sasha pensaba que era mejor dejarla allí, entonces sería así. De todas maneras, se dijo a sí misma, no quería ser una carga y era mejor morir sola antes que arrastrar a los amigos.

Observando el verde brote de una minúscula hoja a su lado en el tronco, Mikasa no pudo evitar preguntarse qué había sido de Eren, su amado hermano. Le había perdido la vista cuando le dejó con Annie en el sitio de la última reunión y lo último que la rubia le había dicho sobre él es que se había ido.

—¿Cómo? —preguntó incrédula cortando en dos al ser que se atrevía atacarla —. Repítelo, Annie —gruñó como un animal herido, a secas, exhalando parte de su vida en esa frase.

—Se ha ido, se lo ha llevado.

Y solo eso tenía por información. Alguien, quien fuera, se había llevado a su hermano y podía inferir por el rostro de la otra muchacha que no era un amigo y que probablemente todo estaba yendo demasiado mal.

Quiso detener todo allí mismo, exigirle respuestas aunque fuera a golpes, sacar la verdad a como diera lugar. Pero no podía, ella sabía que había una amenaza mayor frente a ellos, y con el dolor de su alma pidió a Eren esperar un poco más, solo hasta que fueran capaces de salvar la aldea, como el mismo chico hubiera querido.

Y con ese pensamiento en su interior, Mikasa se prometió acabar lo más rápido posible con esos malditos y así apresurarse en salvar a su hermano.

—Estoy impresionado —escupió Mike sin ocultar la falta de aire —. No pensé que esto se tornaría así —sonrió intentando incorporarse.

Le dolía demasiado su vientre, ese último golpe que Levi le había propinado había sido demasiado certero como para ser verdad. ¿Le había sacado acaso algunos órganos? No es como si los utilizara mucho pero estaban allí y si le habían sido arrebatados por esas finas manos ahora cubiertas de sangre, era malo, y no solo porque doliera.

Sostuvo con fuerzas su cuerpo, abrazándose a sí mismo mientras se ponía de pie, le daba la impresión que si dejaba de cruzar sus brazos sobre su vientre moriría, y aunque estaba dispuesto a todo por Erwin, no estaba seguro de querer morir también por él.

Había pasado por tanto, había vivido la plaga más cruel de la humanidad hacía cientos de años y… había luchado en incontables batallas anteriormente, siempre al frente de sus guerreros y… había nacido siglos atrás de una madre muerta y ahora ¿en serio todo iba a acabar así? ¿Siendo violentamente asesinado por el hombre que alguna vez fue su compañero? ¿Su amigo? ¿No sonaba cruel?

—¿No es cruel, Levi? —preguntó con sus castaños ojos fijos en los contrarios —Dime, dime que lo es, no quiero ser el único en sentirlo.

—¿Por qué no me mataste cuando tuviste la oportunidad? —pero la curiosa personalidad de Levi salió a flote dibujándole una sonrisa. Había cambiado el tema porque a lo mejor Levi también pensaba que era una situación demasiado cruel.

—¿Por qué? Porque a lo mejor tu destino no era morir aquí como yo —explicó sintiendo de a poco el cansancio que iba ganando terreno —. Porque tal vez yo sí me sentiría culpable de matar a un amigo…

—Ya no lo somos, Mike, ya no.

—De todas maneras ¿quieres que olvide el momento en que por nada salvaste mi vida en el Puerto del Este cuando…? No, no, olvídalo, ya no vale la pena siquiera recordar los viejos tiempos —susurró volviendo al suelo de golpe —. No te maté porque fui un idiota engreído y si no te das prisa, pronto mis heridas se curaran y te mataré esta vez sin dudarlo.

¿Eran una invitación? ¿Le estaba haciendo a Levi, el más cruel de sus antiguos compañeros, una invitación a asesinarlo? Eso solo lo haría un hombre que ya está perdido y al darse cuenta de ello no pudo evitar soltar una carcajada leve, no quería que nadie más se burlara de él, él tenía que ser el único, su infortunio era su broma personal, de nadie más.

—¿Qué piensas acerca de esto? —preguntó con su voz grave y embriagadora, tan exótica, tan excitante —¿Qué opinas sobre estos besos que he dejado tallados sobre tu piel, Eren?

Ah, sí, su nombre era Eren, debía recordárselo a cada minuto porque ese hombre le quitaba toda la cordura solo usando sus suaves palabras. Eren. Así le llamaba ese cruel ser bajo él, de una manera tan exquisita que no se comparaba a ninguna otra. No recordaba haberse sentido así solo porque un hombre pronunciara su nombre, aunque a decir verdad no recordaba prácticamente nada.

A penas consciente que yacía a horcajadas sobre el regazo de ese alto y fornido rubio de frías manos, Eren ladeó su cabeza preguntándose cómo había llegado allí, por qué no había estado así antes. Era tan deliciosa esa sensación que se preguntó el porqué ese mundo tan cruel no le había proporcionado de algo así antes, si él había sufrido tanto.

¿Había sufrido? ¿En serio? ¿En qué momento que en esos instantes no recordaba? Bueno, si su memoria así lo decía, es porque tenía que ser así, ¿o no?

—Habla —exigió la voz de su acompañante —. Habla, quiero escucharte… así.

—¿Qué puedo decir? —masculló un adormecido muchacho con una pequeña sonrisilla sobre los cálidos labios —Dime ¿qué quieres que diga?

—Quiero que me digas que esto se siente bien, Eren —exigió para luego morder la clavícula del chico con fuerzas. No había estado interesado en comerse a un ser humano, hasta ese momento.

—Ah… se siente —balbuceó Eren entre gemidos —… se siente, se siente realmente bien.

—¿En serio?

—Muerde más fuerte.

Y allí estaba, lo tenía como había deseado tenerlo desde el primer momento en que lo vio, lo tenía a su merced como había tenido a muchos otros antes, y sin embargo, sentía que algo faltaba.

¿No había sido ese chico un mocoso insolente tiempo atrás? ¿Sería eso lo que faltaba para completar sus deseos de devorarlo? ¿Un poco de insolencia y espíritu? Probablemente era así, porque a Erwin Smith no le gustaban las cosas tan fáciles. Pero si le daba a ese chico de nuevo algo de raciocinio, todo eso pronto volvería a ser un revoltijo y el joven acabaría con la poca paciencia que le quedaba, entonces, en vez de ser un delicioso y ostentoso festín como se tenía previsto, sería un desordenado caos y no podría disfrutar de esa suave carne como tenía previsto.

Como dicen, la comida hay que saborearla.

—¿No te sientes cansado? —preguntó a su víctima mientras tomaba una de sus manos y la llevaba hacia sus labios, quería morderla igual, pero únicamente besó la palma.

—¿Cansado? —repitió el chico sonrojándose ligeramente por ese acto —. ¿Es toda esa sangre botada… es esa mi sangre? —dijo cambiando repentinamente el tema mientras que con delicadeza quitó la mano, intentando no sonar grosero —¿Es mía? —preguntó acunando entre sus largos y finos dedos el rostro del vampiro.

—Tuya —respondió Erwin elevando las comisuras de sus labios manchadas con sangre.

—Debería volver a mí ¿no?

Y con esa frase, Eren hizo algo que Erwin jamás esperaría. Los dulces y cálidos labios del muchacho recorrieron los del mayor buscando las zonas marcadas con escarlata, tomando de vuelta lo que era suyo, como ya había dicho.

Loco, desconcertado y acompañado de un extraño impulso de posesión, Erwin tomó la nuca del muchacho para evitar que éste se le apartara y en el mismo acto usó sus labios contra los de Eren, acariciando la suavidad de éstos, degustado con la punta de su lengua aquella boca que se mantenía cerrada a su paso. Necesitaba besarlo, necesitaba que el chico le dejara entrar para entonces…

—¡Basta! —exigió el menor sin imaginar que le había dado una oportunidad única a Erwin.

¿Por qué? Necesitaba saber por qué le molestaba tanto ese beso si en el fondo él mismo lo había propuesto segundos atrás. ¿Qué era eso que le incomodaba demasiado y que rompía esa atmósfera perfecta en la que estaba viviendo? No, eso no podía pasar, debía mantenerla, debía sentirse así de bien de nuevo, porque él se lo merecía, porque él en verdad había estado sufriendo.

Sus padres.

Así es, la muerte de sus padres, era por eso, porque había estado viviendo con un estigma social desde que su padre desapareció. Era porque el vivir con un hombre que no es de su sangre impediría que su hermana se casara con un buen aldeano, porque…

Ah, la celda fría en la que se había mantenido tiempo atrás. También por eso merecía toda la felicidad del mundo, porque había estado encerrado lejos de la única persona que le quedaba, había sido torturado, maniatado, golpeado por un maldito asesino que poco y nada recordaba, pero al que odiaba con toda su alma.

—Maldito —gruñó entre el beso para luego intensificarlo, abrazando el cuerpo que tenía delante, de manera casi inconsciente uniendo ambas entrepiernas al levantar un poco sus caderas dando paso al movimiento —. Lo odio… al maldito.

Lo odiaba tanto, solo quería asesinarlo con sus propias manos ¿no era así? Por su culpa había estado meses en ese precario estado, en ese calabozo, con poca comida, pasando frío y hambre, sin poder ver la luz del sol, sin ser capaz en ningún momento de escapar. ¿Acaso no había sido en ese momento también cuando ese maldito hombre había amenazado con matar a su hermana?

—Ese hijo de puta.

El polvo de las alfombras pronto llegó a sus narices, ah, sí, porque a ese desgraciado asesino le gustaba todo bien limpio, por ello le ponía a trabajar como su criada, mientras él… mientras él también limpiaba otras partes, las más peligrosas de preferencia, los ventanales que por fuera eran una amenaza. Colgado de una cuerda que se sujetaba en una deteriorada gárgola estaba ese menudo hombre, limpiando los cadáveres de los mosquitos que todo el tiempo chocaban contra los cristales.

¡Es tu culpa! —había gritado una decena de veces —Por dejar los cristales tan transparentes, ellos piensan que pueden seguir volando sin problemas —se burlaba como lo había hecho ya antes.

—Maldito.

Sí, maldito ese ser que con suavidad le quitaba los mechones del rostro para verlo mejor, que con cariño le tomaba el mentón para que no intentara ocultarse. Maldito ese hombre que le había protegido de otros asesinos en el pasado… ¿qué tan pasado? ¿Cuántos días? ¿Habían sido sólo horas?

—Levi.


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¡Cinco meses! ¡Hija de puta!

Gracias por… por todo en serio, pero todo, todo.

Siguiente fic por actualizar: Circus.

Nos vemos en dos semanas más en este fic, queridas.