Saint seiya no me pertenece, ninguno de sus personajes. Son obra y propiedad de masami kurumada.

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Los ruidos de los autos al transitar por las calles resuenan constantemente, por mas que deseas que el ruido desaparezca no puedes hacerlo, has subido el volumen del reproductor de tu celular al máximo y aun así puedes escuchar la conversación de las dos chicas que se encuentran sentadas a tu lado esperando el camión que te llevaría por fin a tu hogar a descansar. Desvías tu mirada hacia el cielo, se encuentra con muy pocas estrellas y la luna se encuentra escondida en algún lugar del plano estelar, sonríes internamente al reconocer de inmediato la constelación de Orión y la Osa Mayor, aunque sabes que son las únicas dos constelaciones que sabes reconocer en el plano astral.

El camión por fin llega a la parada y subes para tomar asiento en la parte trasera, las dos chicas siguen platicando acerca de su novios, frunces el seño al observar que se han sentado delante de ti, abres la ventana y tratas que el aire que golpea tu rostro te distraiga de esa conversación.

Cuando por fin llegas a tu hogar te das cuenta de que se encuentra totalmente solo, pues las luces del interior y del exterior se encuentran apagadas. Abres la puerta y no efectivamente no encuentras a nadie. Te diriges hacia tu habitación y enciendes la luz, inmediatamente dejas tu mochila en el suelo y comienzas a despojarte de tu pantalón de vestir negro y de tu blusa blanca lisa. Tomas el short azul marino y la camisa roja con el logo de Coca Cola larga que cubre tu short y tomas asiento en el escritorio para encender tu computadora. Miras de nuevo hacia tu cama, verificando que tu laptop se encuentre ahí y efectivamente ahí esta.

Tu mirada se dirige hacia el espejo de tu tocador y te observas detalladamente, te pones de pie olvidando que ibas a encender el CPU. Miras tus largos cabellos castaños oscuros, casi negros, tomas un mechón con tu mano y lo vez detalladamente, esta perfectamente cuidado, brilloso y sedoso, completamente liso y largo, tan largo que pasa un poco tu cintura. Observas tus ojos, del mismo color que tu cabellos, pero sin ese brillo, carentes de vida… algo que nadie había notado. Observas tus hombros, el escote, tus brazos y rostro; se encuentran mas bronceados de lo normal. Miras con detalle tu cuerpo, alguna que otra diminuta lonjita se nota en tu abdomen, suspiras… sigues observando… tu altura… Te dejas caer en la cama, analizando de nuevo por que a tus 23 años sigues siendo una chica que nunca en su vida a tenido algún novio, atribuyéndolo principal y únicamente a tu altura… claro, los chicos prefieren que sus novias sean al menos de 1.60 de altura, pero tu… mides 1.75, lo suficiente para ser una modelo pero siendo talla 9 nadie te tomaría en cuanta, contando que no eres nada bonita o así es como te consideras. Te recuestas en la cama y cierras los ojos para descansar y así poder terminar lo que fuera que ibas a hacer en la CPU.

~ 2 ~

Acabas de salir de la oficina de tu jefe, pues habias llegado tarde al trabajo y eso era motivo de llamada de atención. Entras a la oficia la cual esta llena de jóvenes que se dedican a atender llamadas, te diriges a tu cubículo y te colocas la diadema para comenzar a recibir llamadas.

-Oye…. "-" - te llama tu compañero de a lado

-¿Qué pasa Luis?- le respondes colocando el audio en mute para que la persona del otro lado de la línea no te escuche

-¿Cómo te fue con Lozano?

-Pues mas o menos, solo me dijo que no me volviera a retrasar- volviste a la llamada –"Un momento la estoy atendiendo no me cuelgue por favor"

-"Claro señorita, no se preocupe"- escuchaste que te respondieron para volver a colocar el mute

-Pues Alexia también llego tarde y no le dijo nada- te comento Luis y ambos miraron a donde se encontraba la susodicha para ver como ella y tu jefe estaban riéndose

-Favoritismo- respondiste y volviste a tu llamada –"Gracias por la espera srita. Mata… efectivamente, tenemos citas para el consulado de…"

Las horas pasaban rápidamente ya que las llamadas no cesaban y pronto llego la hora de la comida. Bajaste antes que Luis, Nati y Alex y corriste escaleras abajo para poder separar una mesa para ustedes 4. En las escaleras de topaste con un hombre con el cual tropezaste, haciendo que tirara algunos documentos en el piso, de inmediato lo comenzaste a ayudar.

-Lo siento mucho, no fue mi intención. Iba distraída- dijiste rápidamente mientras comenzabas a juntar las hojas

-No se preocupe señorita- el sonido de tu voz te pareció hermosa, una voz gruesa impregnada de unas sensualidad nata -¿iba de salida?

-No- respondiste de inmediato –es la hora de la comida, solo iba a separar la mesa

-Ya veo señorita- respondió – ¿Cómo se llama?

-Me llamo "-" -respondiste

-Un placer señorita "-", soy Milo- te respondió -gracias por ayudarme

-De… nada- respondiste entrecortadamente al observarlo de frente.

El joven te dio una sonrisa y una pequeña reverencia que correspondiste, lo viste perderse en la oficia de recursos humanos. Continuaste bajando las escaleras a paso lento, pues aquellos ojos azules llenos de fuerza y valor no los podías alejar de tu mente, además de que aquel hombre poseía un hermoso rostro y su sonrisa… suspiraste, esa sonrisa… te había dejado impactada. Asegurabas que Milo era mucho mas alto que tu, a pesar de que te encontrabas dos escalones abajo, además de que poseía un cuerpo muy trabajo, demasiado hermoso para ti.

-Este…"-" - te llamo Alex, tu otro compañero de trabajo -¿estas bien?

-Si- respondiste automáticamente mientras seguías manteniendo la vista en tu lonche

-No, a ti te pasa algo- aseguro Luis –Dime "-", no seas así

-Me encontré con un ángel- respondiste mientras soltabas un suspiro

-¿Un ángel?- preguntaron los dos chicos al mismo tiempo

-De verdad "-" si no la sabes controlar no la consumas- te recomendó Luis mientras Alex asentía

-Muy gracioso Torres, muy gracioso- respondiste sarcásticamente -¿en donde esta Nati?

-Se quedo con una llamada, estaba dando el numero de folio, ahorita llega- te comento Alex, suspiraste y seguiste comiendo.

Cuando volviste a tu trabajo las dos horas restantes pasaron rápido. Saliste de tu trabajo y caminaste como todos los días a la parada de tu camión, a pesar de que traías puestos los audífonos sentiste que te seguían de cerca, dabas gracias al cielo de que por donde caminabas se encontraba iluminado con luz mercurial, miraste a la agencia de autos que se encontraba con las luces apagadas, en el reflejo del vidrio pudiste distinguir a un hombre que te seguía a unos pasos alejado de ti. Estuvo todo el tiempo contigo esperando el camión, tomo asiento detrás de ti y se bajo cuando tu lo hiciste, corriste hacia tu casa, que afortunadamente se encontraba ya con tu mamá dentro.

~ 3 ~

Te viste por ultima vez en tu espejo, revistaste que tu pantalón de mezclilla desgastado y con algunas rasgaduras estuviera bien, acomodaste tu blusa de tirantes y optaste por ultimo minuto llevarte tu chaquetilla sin mangas encima de esta, retocaste un poco tu brillo labial y tomaste una fina cadenilla que ataste en la pretina del pantalón, tomaste tu cartera y una liga para el cabello que lo llevabas suelto.

Saliste de tu casa y abordaste el camión que te llevaría al punto de reunión con tus amigas. Miraste a todos lados durante el trayecto, pero no encontraste la presencia de aquel hombre que te había estado siguiendo durante 4 dias o eso era lo que pensabas, ya que cuando llegabas a tu parada él hombre seguía su camino.

-¡Ey! ¡Aquí "-"!- te grito Johanna una de tus mejores amigas

-¡Hola!- saludaste mientras te acercabas a donde se encontraba -¿y las demás?

-Están dentro, yo salí para esperarte- te respondió mientras caminaban hacia el interior de aquel restaurante bufet –Te tardaste

-Sorry, pero había trafico- respondiste -¡Ivonne, Marijose, Ana!- saludaste a tus amigas

-¿Y yo que? ¿Estoy pintada?- te pregunto una mas que se encontraba detrás de ti con un plato con 3 rebanadas de pizza

-Tú no estabas Myri- respondiste mientras la saludabas

-Pues ya estoy aquí y que quede claro que no te iba a esperar a que llegaras para empezar a comer….

Pero ya no la escuchaste, el sonido de la voz de Myri sonaba muy lejos, tu mirada se había posado en aquel hombre que habías ayudado en tu trabajo. Se encontraba sentado al fondo del restaurante comiendo tranquilamente, ahora te dabas cuenta de que su cabello era largo y azulado, ese era el único detalle que se te había olvidado. Viste que alzo la mirada y sonrió, te pusiste de mil colores y desviaste la mirada, cuando la volviste a posar en él te diste cuenta de que ya no se encontraba solo, habían dos personas mas junto a él. Ambos de cabellos largos, uno mas que el otro.

-¿A quien miras?- pregunto Johanna mientras comenzaba a mirar por todo el lugar

-No maches, ¿los conoces "-" ?- te pregunto Myri mientras observaba en tu dirección

-Están bien buenos- comento Johanna mientras Myri afirmaba

-Claro que no- respondiste de inmediato

-Pues para que te hayas puesto roja…- comento Johanna mientras tu sonrojo aumento aun mas –te impresionaron….. lastima que yo ya tengo novio- dijo Johanna resignada

-Yo también- respondió Myri –pero eso no significa que no puede ver el menú

-Ya chicas, que las van a escuchar- susurro Marijose

-No seas aguafiestas- regaño Johanna, después te comenzó a empujar disimuladamente con su hombro –anda "-", no te hagas, ve a saludar

-¡Johanna!- susurraste en voz alta

-¿Qué?- pregunto ella

-Ya no se pelen- ordeno Ana –Vamos a comer en paz

-¡Dile a Johanna y a Myri!- te quejaste

-¡Dile a "-" que no sea santurrona!- se defendieron

-¿Santurrona?- preguntaste a modo de amenaza

-Claro, si no…. ¿dime porque no tienes novio?- tus colores volvieron a la cara cuando Johanna te pregunto

-Ana y Marijose tampoco tienen novio- te defendiste

-Pero ellas ya han tenido novio- contra ataco Ivonne

-No te metas chaparra- amenazaste

-Animal- te respondió

-Animal dos- respondiste

-Sanguijuela

-Pulga

-Jirafa con patas

-Micro organismo

-Engendro

-Demonio

-¡Ya!- grito Marijose ganando la atención de todo el lugar –ya ven lo que me hacen hacer

-Así que Marijose también se enoja- susurraste

-Tarada- te dijo Myri a quien miraste de mala gana

~ 4 ~

La tarde paso entre la charla de viejas amigas hasta que te despediste primer ya que tenias un pendiente. Comenzaste a caminar entre las calles y de nuevo sentiste aquel escalofrío en tu espalda, te detuviste y comenzaste a mirar hacia todos los lados. El lugar por el que transitabas estaba solo y no había nadie cerca.

Comenzaste a caminar de nuevo mirando hacia atrás hasta que te tropezaste con algo, estuviste a punto de perder el equilibrio pero una mano fuerte te sostuvo

-Nos volvemos a encontrar señorita- te saludo aquella persona

-Milo…- pensaste de inmediato -¿nos conocemos?- respondiste

-No me diga que se olvido de mi señorita- respondió fingiendo decepción mientras tomaba tu mano para besarla y de nuevo vistes aquella sonrisa picaresca y seductora.

-Milo- escuchaste que lo llamaron y tu mirada se dirigió hacia la pared que se encontraba a tu lado izquierdo –no le faltes el respeto, déjala en paz

-¡No le estoy haciendo nada!- escuchaste que te quejaste -¡Eres malo Camus!

-¿De donde sacas esas estupideces?- escuchaste que se quejo aquel hombre.

Aquel hombre que acompañaba a Milo era igual de atractivo que él. Lo primero que te llamo la atención de aquel hombre fueron sus ojos azules, tan intensos y tan intimidantes. Sus largos cabellos verdes azulados…. Eso fue lo que mas te saco de onda. El tono de voz que había usado era igualmente seductor pero a diferencia del primero este no poseía el tono juguetón y picaresco de Milo. Te fijaste que era de la misma altura que la de Milo.

-Si la asustas de esa manera no vamos a poder llevárnosla- escuchaste que dijo Camus y fue en ese momento en que comenzaste a procesar el modo de salir de ahí

-Pero si estoy tomando confianza- repelo Milo mientras tu mente comenzaba a analizar todas y cada una de las vías de escape –Venga conmigo señorita…

-¡No me toques!- gritaste mientras comenzabas a correr dejando la mano de Milo suspendida en el aire

Las calles que antes habías recorrido se habían convertido en un laberinto del cual no conocías la salida, siendo presa del pánico no sabias a donde tenias que correr, solo dejabas que tus piernas te llevaran lejos de aquellos dos hombres que en ese momento habían dejado de parecerte atractivos y se habían tornado peligrosos.

Miraste hacia todas las direcciones posibles, encontrándote con un cine abandonado, estaba completamente en ruinas pero serviría para esconderte de aquellas dos personas, corriste de inmediato maldiciéndote internamente, si te hubieras quedado con tus amigas no estarías ahora pasando por esto.

Subiste a la planta alta y entraste a una sala que se encontraba semi abierta. Miraste todo el interior, completamente abandonado, sucio y lleno de polvo. Bajaste lentamente hasta las filas que se encontraban a mediación.

-No nos haga el trabajo mas difícil señorita- escuchaste la voz de Milo, miraste de inmediato y lo encontraste en la entrada junto con el otro del cual no recordabas el nombre –es peligroso que este aquí, por favor venga con nosotros

-No- fue lo que susurraste, pero mas para ti pues tu voz apenas y se podía escuchar

-Por favor señorita, venga con nosotros- ordeno el otro hombre mientras comenzaba a bajar las escaleras de manera lenta directo hacia ti

-No- volviste a responder mientras dabas unos pasos hacia atrás, escuchaste algo crujir pero no le prestaste la atención como para poder ver que era

-Por favor señorita, pude salir lastimada- volvió a insistir aquel hombre

-Camus- ese nombre vino a tu mente mientras seguías caminando hacia atrás –Déjenme tranquila- ordenaste

Después solo sentiste como el piso que se encontraba bajo tus pies cedía ante tu peso, el ruido estrepitoso de aquel piso desmoronándose llego a tus oídos, no pudiste hacer nada mas que ceder ante la fuerza de gravedad. Cerraste los ojos y te preparaste para recibir la caída, sin saber si ibas a salir ilesa o tal vez sin vida.

-¡Señorita Athena!- escuchaste que grito aquel hombre de nombre Camus, lo siguiente que sentiste fue una mano fuerte alrededor de una de tus muñecas ¿la derecha? ¿la izquierda? No tenias tiempo de saber, lo único que importaba era que ese hombre que pretendía hacerte algo te había salvado de una fuerte caída -¡¿esta bien?! ¡¿Señorita Athena?!- te pregunto de inmediato mientras te dejaba en la entrada de aquella sala abandonada

-Me encuentro bien- respondiste mientras sobabas tu muñeca izquierda –pero te equivocas…. Yo no me llamo Athena, mi nombre es "-" -respondiste

-De eso es lo que le queremos hablar- respondió Milo –pero opto por escapar antes de escuchar lo que teníamos que decirle- te respondió molesto

-Le pido de nuevo que nos acompañe señorita "-" –lo pensaste durante unos segundos, después de haberte salvado valía la pena escucharlos.

-Solo unos minutos, tengo algo importante que hacer- respondiste

-Así se hará- respondió Camus mientras te abría camino para que fueras la primera en salir de aquel lugar

~ 5 ~

El lugar en el que se encontraban era una cafetería, mirabas todo con atención desde la ventana, habías estado estudiando todas y cada una de las posibilidades para escapar de ahí, pero a tu lado se encontraba Camus y frente a ti se encontraba otra persona, la que habías olvidado que también estaba con ellos. Miraste de reojo a los otros dos, Camus y Milo se quedaron viendo entre si, tu mirada se dirigió al tercero. Su piel era mas clara que la de los otros dos, sus ojos era de un extraño color lila al igual que su cabello, parpadeaste varias veces, ahora te dabas cuenta de que cada uno de ellos poseía un color diferente y no normal.

Y según tu, eras rara; estos tres jóvenes se llevaban el premio a querer destacar mas entre la sociedad. Seguiste analizando a aquella persona que se mantenía seria, notaste unos pequeños lunares rojos en su frente, algo normal, pues tú tenias un pequeño lunar casi invisible en tu muñeca derecha del mismo color, pero nadie lo sabia y eso te lo había dicho tu mamá, pues era herencia genética de tu abuela. Admitías que estar entre estos tres chicos te subía la autoestima, pues las miradas de las demás jóvenes se posaban en su mesa.

-Señorita…-te llamo Milo, en ese momento diste un respingo pues te encontrabas sumida en tus pensamientos -¿se encuentra bien?- tu solo asentiste afirmativamente –vera… a ver, ¿Cómo demonios comienzo?

-¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué me están siguiendo?- preguntaste mientras mantenías tu vista fija en la mesa

-¿Nosotros?- pregunto de nuevo Milo

-Somos Caballeros de Athena- respondió la persona que se encontraba frente a ti, alzaste la mirada para encontrarte con la de él –Es lo que somos, caballeros que luchan en el nombre de la diosa Athena

-La diosa Athena es solo un mito- respondiste en susurro, tratando de no hacer enojar a las tres personas que en ese momento te acompañaban –así que no me pidan que les crea

Silencio, eso fue lo único que lleno aquella mesa que compartías con aquellos tres hombres que no habían mencionado palabra alguna, observaste la taza de café que tenia frente a ti, la había olvidado por completo, ahora el contenido se encontraba frio; aun así optaste por beberlo, mejor eso que seguir inmóvil, observando únicamente la mesa.

-Permítame por favor- te hablo el hombre de cabellos lilas, observaste como rodeo con su mano la taza, el liquido dentro de esta comenzó lentamente a humear de nuevo. Te sorprendiste y lo miraste fijamente, él te regalo una sonrisa, desviaste la mirada ante los otros dos. Camus permanecía serio mientras que Milo sonreía traviesamente.

-¿Cómo hiciste eso?- preguntaste

-Por medio del Cosmos- respondió tranquilamente Camus –es algo que los Caballeros de Athena podemos hacer sin mucho esfuerzo

-Ahora que vio lo que Mü puede hacer…. ¿ya podemos retomar la platica?- te pregunto Milo, solo asentiste de nuevo de manera afirmativa

-Como le decía señorita…

-Antes que nada señorita "-" –interrumpió Camus el discurso de Milo –le recuerdo nuestros nombres, este de aquí es Milo, solo ignórelo. La persona que le dio la demostración de Cosmos se llama Mü y mi nombre es Camus

-Si… bueno… yo soy "-"- te volviste a presentar mientras los jóvenes te prestaban atención –Verán, tienen que entender que no es fácil estar sentada aquí con tres personas que nunca en mi vida había visto. Adema pensé que me harían algo

-Jamás en la vida haríamos algo que la pudiera afectar señorita- se defendió Camus inmediatamente –pero tampoco es como si no hubiéramos actuado de improviso

-Claro, digo… si un tipo sumamente sexi y guapo apareciera frente a mi y me quisiera llevar yo también saldría corriendo; claro, después de haberle dado una paliza

-Milo- llamo Mü a su compañero

-¿Qué?

-No estas ayudando en nada- respondió tranquilamente y desvió la mirada hacia ti –Vera señorita "-", es difícil para usted creer que somos Caballeros de Athena pero esa es la única verdad.

-Si- respondiste mientras escuchabas atentamente

-La diosa Athena existió hace mucho tiempo, en la época de la Grecia de la Mitología. En ese entonces habían guerras no solo con humanos sino también con semi dioses y dioses que pretendían sumir al mundo en la oscuridad. De entre todos ellos Athena, nuestra diosa apareció para poder ponerles un alto.

La diosa Athena eligió a doce personas, las mas capacitas y las entreno para que fuesen capaces de utilizar el Cosmos. Las batallas contra la tierra cesaron conformo la diosa Athena ganaba hasta que el mundo volvió a estar en paz. Pero los dioses y semi dioses que derroto no se iban a estar tranquilos durante mucho tiempo. Así cuando el mundo cambio los dioses eligieron cuerpos humanos para poder rencarnar y así seguir con su lucha pro sumir a la tierra en desesperación.

Cada cierto tiempo la diosa Athena rencarna en una humana para que siga manteniendo la paz y tranquilidad en el mundo. Así mismo, se eligen a guerreros que estén dispuestos a ofrendar sus vidas para que la paz de la tierra y la vida de Athena se mantengan a salvo.

Permaneciste en silencio un poco más de 2 minutos, pues lo que te había contado Mü parecía sacado de un libro de aventuras y ciencia ficción. Por supuesto que no habías creído una sola palabra de lo que te había contado, aunque después de haber calentado tu café solo con su mano te dejaba muchas dudas.

-¿y ustedes creen que yo soy la rencarnación de la diosa Athena?- preguntaste manteniendo la mirada fija en la taza de café

-No lo creemos señorita- escuchaste la voz de Milo –Sabemos que usted es la rencarnación de la diosa Athena

-Es por eso que estamos aquí- interrumpió Camus –para llevarla con nosotros al Santuario

-¿Al… Santuario?- preguntaste mientras aun tratabas de recomponerte de la sorpresa

-Es mucho mas sencillo cuidar de usted ahí, además los demás Caballeros las recibirán gustosos- te trato de animar Mü mostrándote una cálida sonrisa

-Se equivocan- respondiste rápidamente –yo no nací en Grecia, nací aquí en "-"- respondiste –es imposible que yo sea Athena, mis padres son de aquí también

-Eso no es importante señorita "-", lo único que aquí importa es que usted es nuestra diosa Athena y su deber es volver al Santuario y proteger la paz del mundo- señalo Camus mientras te miraba fijamente

Los siguientes minutos que pasaron fueron realmente eternos, ya nadie había mencionado palabra alguna. Pensaste en todas y cada una de las posibilidades que tendrías de ser la rencarnación de Athena, ni siquiera creías en los horóscopos; ahora te venían a salir con que eras una diosa y que los tres tipos que estaban contigo eran tus Caballeros que te protegerían hasta la muerte.

Pero tus pensamientos se detuvieron en ese mismo momento, recordando cuando estabas en el cine, ese hombre; Camus, te había salvado de una larga caída. ¿Pero quien no ayudaría a una persona que estaba a punto de caer?

En tu caso, lo hubieras hecho.

-Lo siento mucho- respondiste –pero yo no soy la persona que están buscando. Si me disculpan…. Tengo que llegar a mi casa

-Pero…

-Entendemos señorita "-"- interrumpió Mü a Milo

-Gracias- respondiste y saliste de ahí.

No había nada que hacer, solamente eras una persona normal, con un trabajo de medio tiempo en el que ganabas mas o menos bien. Con una carrera por delante y tal vez un futuro.

Ibas tan sumida en tus pensamientos que no te percataste que de nuevo, aquella figura masculina te seguía a unos pasos de ahí, ahora con el manto de la noche y sin que pusieras atención a tu alrededor te habías convertido en una presa fácil