A todos aquellos que leyeron, comentaron, y sobre todo, esperaron pacientemente; gracias.
Disclaimer: Sonic the hedgehog no me pertenece.
Atrapada en el Paraíso
Primera parte: Día de campo
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Capítulo III
Sunny Valley
No muy lejos, en las afueras de pueblo Esmeralda, se encuentra el pequeño aeródromo de Sunny Valley.
A un costado de la pista de aterrizaje, al interior del hangar número dos, tras una exhaustiva y minuciosa revisión técnica, el Tornado finalmente estaba listo.
Tails se secó el sudor de la frente con el dorso del brazo, y al levantar la vista, contempló satisfecho el producto de su ardua labor. El biplano lucía excelente, con su pintura escarlata brillando de limpia. Tails no sólo se había preocupado de revisar el motor, también había lavado y encerado el fuselaje logrando que se viera como nuevo.
Ciertamente había sido un trabajo agotador, pero bien había valido la pena. Ahora todo funcionaba mejor que antes gracias a los ajustes que había realizado, incluyendo algunas modificaciones en los alerones y en el tren de aterrizaje. Como piloto del Tornado, era su deber asegurarse de mantenerlo en óptimas condiciones para cuando llegara el momento de necesitarlo.
Una a una, Tails empezó a recoger del suelo y a guardar en su caja de herramientas aquellas que había utilizado. Mientras lo hacía, disfrutaba de la música que en ese momento transmitía su emisora favorita. La radio se hallaba sobre el escritorio, junto a los planos de la aeronave; se trataba de un viejo transistor portátil que él mismo había reparado.
Al terminarse la última canción, una encantadora voz femenina se escuchó del otro lado del parlante.
―Y ahora, la transmisión del informe meteorológico. Para la provincia de Sunny Valley, se esperaban cielos completamente despejados y agradables temperaturas durante todo el día, con una máxima de 22°C y una humedad relativa del 65%...
Tails bajó el volumen del aparato y miró el reloj colgado en la pared, sobre el escritorio. Ya eran pasadas las dos de la tarde y aún ni rastro de sus amigas.
Tampoco había señales de Sonic quien, hambriento y cansado de esperar, había salido en busca de un pequeño refrigerio. Antes de partir, prometió que regresaría lo antes posible con botanas y gaseosas. Pero ya se había tardado demasiado y Tails empezaba preguntarse cuál podría ser el problema.
―Espero que no haya olvidado que hoy nos reuniremos con las chicas ―fue lo primero que se le ocurrió, pues conocía a su amigo y lo descuidado que podía ser con sus compromisos, especialmente si estos tenían algo que ver con Amy.
Intranquilo, se apartó del escritorio y caminó hasta el armario ubicado a su derecha. Se trataba de un enorme casillero de tres compartimientos, enumerados del uno al tres. Abrió la puerta del segundo, donde guardaba los materiales de aseo, y de él sacó una escoba. Tenía las cerdas desgastadas, pero se notaba que aún servía.
Sosteniéndola del mango, volvió a confirmar la hora en el reloj de la pared. Pensar que Amy podía estar allí en cualquier momento hizo que Tails empezara a preocuparse. Si su compañero no se daba prisa y llegaba antes que ella, o aún peor, si no se presentaba en lo absoluto, sería él, y no Sonic, quien tendría que lidiar con el mal carácter de la eriza.
―Será mejor que se apresure, si no quiere meterme en problemas.
Mientras esperaba a que uno de los dos se apareciera primero, Tails puso manos a la obra y empezó a barrer el piso. Limpió debajo y alrededor de los muebles, y en cada rincón polvoriento donde hiciera falta. En total, no le llevó mucho tiempo dejar el suelo impecable, mejor que como lo había encontrado esa mañana, al llegar al taller.
Cuando terminó, guardó la escoba de regreso en el casillero; después se dio la vuelta y caminó hasta la salida. En ese momento las enormes puertas del hangar se hallaban abiertas y la luz del exterior relucía sobre la brillante superficie del Tornado. Para ese entonces, Tails imaginó que Sonic ya debía estar de regreso.
Expectante, decidió salir afuera a echar un vistazo. Cruzó las puertas del hangar ―las mismas por donde había salido su compañero al marcharse―, y a los pocos pasos se detuvo. De pie en la entrada, y con una mano sobre el rostro a modo de sombrilla, escudriñó el horizonte en busca de su mejor amigo; primero en una dirección y luego en otra.
A lo lejos, más allá del aeródromo, vio las soleadas praderas de Sunny Valley, con sus dorados campos de girasoles cubriendo la llanura. Tal como lo habían pronosticado en la radio, no vio ni una sola nube en el cielo, y a pesar del calor a esa hora, corría una ligera brisa, muy refrescante. No por nada aquel hermoso lugar, donde siempre brillaba el sol, recibía el nombre de Sunny Valley. Pero no era la belleza del paisaje ni el clima de la región lo que en ese momento le interesaba al zorrito.
Desafortunadamente, por más que buscó a su compañero, no vio señales de él por ninguna parte.
― ¡Sonic! ―lo llamó una vez, y luego otra, con más fuerza― ¡Sonic!
Volvió a intentarlo barias veces. Sin embargo, por más que insistió, no obtuvo respuesta.
―Me pregunto qué le habrá podido suceder ―el zorrito temía que algo malo, si no hacía nada al respecto―. Será mejor que valla a investigar.
Sin tiempo que perder, corrió de vuelta al interior del depósito. Una vez adentro, fue hasta el escritorio, donde encontró lápiz y papel. En seguida empezó a redactar una nota que dejaría allí para sus amigas, explicándoles brevemente el motivo de su ausencia. Les diría que había ido en el Tornado en busca de Sonic, quien aparentemente se hallaba desaparecido.
También tendría que decirles que se cancelaba el almuerzo. Sabía que este inesperado cambio de planes no le iba a gustar nada a Amy, especialmente porque dicho almuerzo lo venía organizando ella desde hacía tiempo. Sin embargo, el bienestar de un amigo era más importante que cualquier día de campo, y conociéndola, sabía que ella pensaría lo mismo.
De pronto, y antes de que pudiera terminar de escribir, una fuerte ráfaga de aire entró soplando por la puerta al interior del taller. Ésta le despeinó los pelos de las colas y botó los papeles que había sobre la mesa, provocando un pequeño desastre. Al principio, pensó que sólo era el viento. Pero en cuanto escuchó la voz de su amigo hablando en la habitación, supo inmediatamente que se trataba de él.
― ¡Cielos, el Tornado se ve fantástico!
Al voltearse, encontró a Sonic de pie frente a la aeronave, admirando lo bien que lucía limpia. Finalmente había regresado.
En ese momento, y por alguna razón que Tails desconocía, Sonic llevaba consigo una pelota de baloncesto, girando en la punta de su índice. También traía, en una bolsa de plástico, las botanas y gaseosas prometidas en un principio. Al parecer, había cumplido con su palabra después de todo.
― ¡Sonic! ―chilló el zorrito y corrió a reunirse con su héroe. Pero éste, en vez de saludarlo, le lanzó la pelota sin que Tails se lo esperara.
― ¡Hey, Tails, piensa rápido!
El balón voló directo hacia su rostro. Afortunadamente, y a pesar de la sorpresa, alcanzó a atraparlo justo a tiempo. Un segundo después y le hubiese golpeado en la nariz.
―Buena atrapada, hermanito ―lo felicitó, enseñándole un pulgar arriba―. Parece que estás mejorando.
Tails abrió los ojos, los cuales había cerrado al momento de atrapar la pelota, y miró a su compañero. Definitivamente, se sentía aliviado de volver a verlo.
―Sonic, ¿dónde andabas? Te he estado esperando todo este tiempo.
Antes de responder, Sonic abrió un paquete de patatas fritas, tomó un puñado y se lo llevó a la boca.
―Amigo, ¿de qué hablas? Sólo me fui por unos minutos ―dijo masticando despreocupadamente sus crujientes papitas.
―Doce, para ser exactos ―y apuntó con el índice al reloj en la pared.
― ¿Doce? ―repitió, rascándose la cabeza―. Eso no es mucho tiempo que digamos.
―Bueno, no, no lo es. Pero, tratándose de ti, no es común que te demores más de cinco minutos. Me tenías preocupado; estaba a punto de ir a buscarte.
Sonic sonrió. Aunque le parecía que era innecesario armar un alboroto por algo como eso, no pudo evitar sentirse agradecido.
―Es bueno saber que te preocupas por mí ―y le acarició la cabeza con suaves palmaditas―. En fin, lamento la tardanza; realmente no pensé que me llevaría tanto tiempo encontrar una simple pelota ―quitó a Tails el balón de las manos y empezó a hacerlo rebotar contra el piso―. Estuve buscándola por todas partes y a que no adivinas donde la encontré.
― ¿Dónde? ―preguntó, lleno de curiosidad.
―Exactamente donde debería haber revisado en un principio: debajo de mi cama.
―Ahí es donde siempre desaparecen tus cosas ―bromeó el zorrito y ambos se echaron a reír―. Entonces, ¿quieres jugar?
―Sí, pensaba que podíamos practicar un poco antes del almuerzo. Ya sabes que Amy suele demorarse cuando cocina y no creo que llegue hasta un buen rato. Por cierto, ¿tienes sed?
Sin esperar por una respuesta, Sonic le pasó una lata de gaseosa bien fría. Luego abrió la suya y le dio un sorbo. Tails hizo lo mismo y ambos dejaron escapar un prolongado y refrescante "ahhh".
―Sabes Sonic, mientras te esperaba, por un momento pensé que lo de ir por comida había sido sólo una excusa, ya sabes, para librarte de ir al día de campo con Amy.
A Sonic casi se le sale la bebida por la nariz cuando le oyó decir esto, y no supo si tomárselo como una broma o sentirse profundamente ofendido.
― ¿Qué? ¿Por qué dices eso? ¿En verdad crees que sería capaz de hacerle algo semejante?
―Vamos, Sonic, seamos honestos, no sería la primera vez que rehúyes de uno de tus compromisos, especialmente si es ella quien te invitó. En realidad, fue una gran sorpresa para todos que esta vez aceptaras tener una cita con Amy.
―En primer lugar, no es una cita, Cream y tú también estarán allí, lo que hace que sea una salida entre amigos, nada más. Y en segundo lugar, sólo acepté porque era lo correcto. No quiero que piense que no me agrada. A pesar de todas sus locuras, sigue siendo mi amiga, ¿sabes?
―En ese caso, ¡salud por la amistad! ―brindó el zorrito, alzando su lata de bebida e intentando cambiar de tema.
― ¡Por la amistad! ―repitió Sonic y chocó la suya con la de Tails.
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Hasta la próxima.